DOT 96 URTARRILA 2020

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durangarrak munduan zehar

Manu Molina, un durangarra impulsando una Euskal Etxea en Argentina > El amor le llevó a vivir hace diez años a Neuquén, en el sur del país argentino

DURANGO. Manu Molina posa en dotb

DURANGO Este vecino de San Fausto decidió hace diez años, con 48 años, dejarlo todo y empezar un nuevo proyecto de vida. El amor le llevó a Manu Molina hasta Neuquén, en el sur de Argentina. Y aunque el primer viaje fue con la intención de quedarse solo unas semanas o meses, lleva ya dos lustros en el nuevo continente. Ahora, tras cinco

años fuera, ha vuelto a su tierra querida, a su Durango natal y sobre todo a su barrio de toda la vida. Lleva varios días visitando rincones de la villa y observa con asombro como han cambiado las cosas. “Cuando yo me fui no habían construido todavía los nuevos bloques de casas de San Fausto. Impresionante el cambio de mi barrio”, explica asombrado. “También

Landako o Aramotz”, añade. Se quedará hasta el mes de marzo y mientras tanto aprovechará, además de estar con su familia, para estrechar relaciones con sus amigos. Su viaje comenzó en 2010 tras conocer por internet a una neuquina. Se fue tres meses, volvió al de un año y cuando regresó a la villa aprovechó para hacer los papeleos y se marchó definitivamente. “Cuando aterricé en Neuquén me impresionó la zona y me costó hacerme al cambio”, recuerda Manu, mientras define a los argentinos como muy complicados. “Me echaron porque trabajaba más que el resto”, añade. “Son poco comprometidos, aunque hay de todo y los propios argentinos dicen de sus paisanos tienen la cultura de no trabajar”, subraya Manu, al tiempo que añade que “yo cuando trabajaba en Eroski conocí a argentinos y trabajaban mucho como el que más, si es verdad que allí se dedican más a la fiesta”, puntualiza. Actualmente este durangarra trabaja en un complejo deportivo. “Al principio me llamaban “el gallego”, pero no les puedes dejar que te pisen y al final tras un año conseguí

que me reconocieran como “argentino”, explica. En Neuquén y alrededores un 10% son de descendencia vasca y Manu por su trabajo logra conocer a muchas personas que tienen apellido vasco.

EL LEMA “No vivimos en Euskal Herria, pero Euskal Herria vive en nosotros” es uno de los lemas “Pero les pregunto y muchos de ellos desconocen de donde vienen, hay que darse cuenta que estamos hablando de segundas y terceras generaciones y muchos de ellos no han podido mantener su historia genética y nadie ha querido

transmitirles. En las familias no se hablaba de este tema”, explica. Por ello, una vez establecido en su municipio de adopción, Manu decidió abrir las puertas hace cuatro años de un centro vasco o una euskal etxea, “aunque me ha llevado mucho tiempo”, confiesa. “Estamos unas seis personas trabajando en ello, llevando a cabo programas”, explica. “Fue difícil buscar gente comprometida con el proyecto, mi compromiso porque soy de aquí pero la gente joven de allí no saben de donde provienen. Y gracias a que yo les explico sobre sus raices se empiezan a interesar”, argumenta Molina. “Me encontré con un chico que se apellidaba “Gorordo” y cuando le pregunté me dijo que algo le sonaba, pero poco”, puntualiza. Desde hace unos años trabaja por crear y dar voz a los vascos en el proyecto Comahue-ko Euskal Etxea, bajo el lema “No vivimos en Euskal Herria pero Euskal Herria vive en nosotros”. Una iniciativa que además viene reforzada por dos programas de radio dirigido por el durangarra Manu Molina y en el que toman parte diferentes vecinos de Durangaldea.


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