Luz y Tinta Nº 113

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—Espera, espera —interrumpe, Mingo—. Vas demasiado deprisa. No sé qué es el club de los veintisiete. —No es demasiado importante para esto, son un montón de cantantes que se suicidaron o murieron a esa edad . —Ah, vale, vale. —Pero lo importante aquí es dónde dice la leyenda que se apareció el diablo a Robert Jhonson. —Algo leí, pero… —En el cruce de la autopista 61 con la 49. O al revés, como prefieras. ¿Entiendes ahora? —Llámame imbécil pero estoy demasiado obtuso… —Mientras creía que iba a ensayar con su guitarra, Miguel se desplazaba todo los días a un lugar por el que pasan un sendero con el número cuarenta y nueve, y otro con el sesenta y uno…. La cara de Mingo se ilumina por fin con la comprensión, pero pronto vuelve a su expresión sombría y agotada. —Pero eso no quiere decir nada, Natalia. Sabemos que Miguel aporrea la guitarra durante horas, sabemos que sueña con tener su banda, ser el cantante y tocar la guitarra, pero también sabemos que todos le animamos, le repetimos aquello de «persigue tus sueños. Si quieres, puedes…» y toda esa propaganda que nos tragamos todos hoy en día, pero también sabemos que lo hacemos porque lo queremos y nos jode decepcionarle. Ya hubo que convencerle de que no cantara porque un gato atropellado suena armonioso a su lado, aunque a él hubo que decirle que se centre en la guitarra que ahí sí que sí, pero la guitarra es el mal menor, no la toca, la destoca, la exprime, la revienta…. —Mira esto y dime qué piensas. Natalia coloca los dedos sobre la pantalla y amplia todo lo que puede el mapa por el que los senderos serpentean y le señala un punto que parecía desierto, pero al ampliar el tamaño muestra un nombre que hubiera pasado desapercibido sin buscarlo. Mingo se acerca una vez, dos , tres y cada una de las veces, clava la mirada desconcertada en Natalia. —Será una casualidad —tartamudea— aunque se llame así, no tendrá nada que ver con esto… —¿Qué decía Sherlock Holmes? ¿No me lo repetiste unas cuantas veces? Cuando revisado todo lo posible, no se encuentra solución ¿dónde hay que buscar? —En lo imposible, pero, pero… es imposible. —Tú lo has dicho: es imposible. Miguel desaparece, no sabemos nada de él, su teléfono no responde, no hay rastro alguno, y de repente, su móvil cae en la habitación a las tres de la mañana cuando no hay nadie en ninguna parte, no ha podido entrar por la ventana cerrada, ni venir de la calle, ni del piso de arriba. El móvil, que unos instantes antes mostraba que estaba sin cobertura o sin batería cuando le enviaba un mensaje, de pronto aparece con un enorme estruendo, cargado por completo y con una llamada perdida de Miguel de un instante antes. —Lo has resumido muy bien, aunque puede que mejor resumen sea el nombre ese del mapa… —¿A ti también te parece raro que todo eso ocurra después de que Miguel, con su guitarra, visitara un montón de veces, un lugar en el que el sendero cuarenta y nueve y el sesenta y uno se juntan? ¿Un lugar que se llama El Cruce del Diablo? Mingo guarda silencio. 57


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