tanatología
Por: Ps. Yaneth Rubio Pinilla.
“L
a expectativa de poder estar diariamente inmersos en el sufrimiento y la pérdida y no ser tocados por ello, es tan irreal como esperar caminar a través del agua y no mojarse
”
Rachel Remen, Kitchen Table Wisdom.
LA GESTIÓN EMOCIONAL DEL SERVIDOR FUNERARIO
U
na de las acciones que ha demostrado ser una prioridad durante la contingencia que vivimos es la prestación de los servicios funerarios. Por tradición, el servidor funerario ha sido visto como la figura que desempeña la labor de enterrador, y quien, además, desconoce los procesos operativos y la calidad del recurso humano requerida para el desarrollo de los mismos.
Enfrentarse a la muerte resulta ser una acción noble por parte de quien se ofrece como soporte y apoyo para las familias. No es el conductor de un coche, ni el embalsamador o el funcionario de servicio al cliente; el servidor funerario es una persona con un alto sentido de servicio, que conoce los aspectos legales y los detalles técnicos que conlleva el manejo de los cadáveres; es un profesional que se esmera para ofrecer el último homenaje a quien en vida formó parte de una familia, un gremio o una comunidad. EL SERVIDOR FUNERARIO no sólo se preocupa por la familia doliente, también se ocupa de sí mismo, de su estado emocional, de su cansancio, y de las consecuencias de estar alejado de su familia por los extenuantes y extendidos turnos de trabajo. Sé de buena fuente que algunos de ellos, como resultado de la pandemia, han dejado temporalmente sus hogares, por el deber ético y sanitario de evitar contagiarse y de hacer lo propio con los suyos: protegerlos y cuidarlos.
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Se vuelve imprescindible velar por la salud mental del servidor funerario, es por ello que se le deben ofrecer espacios para la descarga emocional y el descanso que amerita ese sueño reparador, o la recreación que le permita distraerse de su diligente
actividad. Los directivos tienen la obligación y responsabilidad de proporcionar a sus equipos de trabajo una excelente calidad de vida. Ejemplos de ello son los programas de bienestar, un salario decoroso, las oportunidades de desarrollo y crecimiento desde la capacitación continua, así como flexibilidad en los horarios de trabajo. Todos son recursos de los que la empresa funeraria se puede apropiar en beneficio del talento humano. Debemos considerar que el servidor funerario vive de cerca el dolor emocional de los usuarios del servicio póstumo, por lo que tiene que ser entrenado para gestionar el dolor y las emociones de otros.
La emoción, siempre presente en los individuos, es la sensación o el impulso que nos mueve, se siente en el cuerpo, existe y nos predispone a la acción. Convivir con el estrés que ocasiona la muerte deja secuelas negativas en quienes se exponen de forma permanente a ella: influye sobre el bienestar físico, psicológico y emocional del empleado, debido a la complejidad y al consumo de los recursos que demanda el servicio. DURANTE EL PROCESO DE DUELO nos topamos con diferentes emociones, todas ellas intensas, como la presencia del miedo que se manifiesta como una sensación de angustia ante la dolorosa pérdida; la tristeza, como la pérdida del pasado; la rabia, como la sensación de enfado que trae consigo amenazas, injusticia y diversos obstáculos. Recordemos que las emociones están íntimamente conectadas con los acontecimientos diarios. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL es la capacidad de reconocer nuestros sentimientos y los ajenos, nos motiva y ayuda a gestionar nuestras emociones y relaciones. Tiene que ver con manejar los estados de ánimo desde la autorregulación, la motivación orientada al logro y el compromiso. Todos ellos son pilares asociados a lo intrínseco de cada persona, como la empatía, las habilidades sociales, la influencia que se ejerce con los demás, las capacidades de comunicación, resolución de conflictos, generación de confianza, colaboración y cooperación. LA REGULACIÓN EMOCIONAL se define como el proceso por el cual una persona inicia, mantiene, modula o modifica la frecuencia, la intensidad y la duración de sus estados emocionales. Gross (1998) la define como un proceso por el cual los individuos inciden sobre sus emociones, controlando cómo experimentan y expresan toda la estrategia dirigida a crear, sostener, aumentar o suprimir un estado afectivo propio o ajeno, de forma automática o controlada. La expresión y experiencia emocional del funcionario funerario se ha convertido en un elemento que determina la calidad del servicio, la satisfacción del cliente y, por lo tanto, en una ventaja competitiva para la empresa. Es él quien da la cara a los clientes afectados por los sentimientos de tristeza, rabia, culpa, miedo, ansiedad, soledad, impotencia, desesperanza y abandono (Cabodevilla, 2007). También es él quien se expone a los riesgos biológicos, químicos, físicos y ergonómicos derivados del manejo del cuerpo mortuorio, y, por si fuera poco, recibe el mínimo reconocimiento social por considerar que su