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DESARROLLAR UN ECOSISTEMA ES COMO EMPRENDER, CON SUS ERRORES Y ACIERTOS

¿Cómo se crea un Silicon Valley en Guatemala? Ha sido la pregunta que muchos se han formulado al ver lo exitoso que ha sido el modelo californiano. No hay que ir tan lejos, para observar en nuestra región que muchos de los países latinoamericanos están en busca de ese sueño que combina la economía, el mundo startup, la innovación y sociedad en su conjunto. Incluso en Chile, hay varias iniciativas llamadas “Chilecon Valley” (y no es broma).

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¿Cómo se forma Silicon Valley? Vamos a la historia. En 1891 los Stanford crearon una universidad en California que transformaba las ideas en oportunidades de negocios y/o plataformas de alta productividad donde la innovación debía funcionar como una “sensible membrana” de conexión con el mercado. Muy distinto a lo que se veía en las universidades tradicionales. Al término de la Segunda Guerra Mundial (1946), Frederick Terman, quién trabajó en el ejército americano ligado a los radares, fue nombrado decano de la universidad, donde se estableció un estrecho vínculo entre la universidad y el gobierno, creando ciencia para las necesidades del gobierno e incentivando a pequeños emprendedores de la zona.

En 1956, un señor llamado William Schokley inventa el transistor y crea la primera empresa de semiconductores a base de un material llamado silicio. Su oficina estaba ubicada en un pueblito llamado Mountain View. Cuenta la historia, que William era un jefe muy insoportable, donde 8 de los trabajadores más jóvenes renuncian, conocidos como “los 8 traidores”, con una media de 30 años, sin dinero, fundan una empresa tecnológica “Fairchild Semiconductor”, una empresa con poco recorrido, pero de influencia espectacular en el futuro de la tecnología. De ella posteriormente salen INTEL y HP.

En 1957, en plena Guerra Fría se desata la crisis del “Sputnik”, donde la URSS pone en órbita una bola de acero con transmisión de radio, poniendo en alerta a los americanos por la seguridad y carrera espacial. EE.UU. decide invertir fuertemente en tecnología donde el material principal es el semiconductor, y ¿quién era uno de los principales proveedores? Fairchild. Esto supuso un boom para múltiples startups y proveedores en la industria de la computación.

Posteriormente, ya en 1972, llega a Silicon Valley desde Boston, el capital de riesgo, donde se reúnen con fuerza a los inversionistas y startups y donde los bancos no lo hacían. Incluso en 1979, se permitió a los fondos de pensiones invertir hasta un 15% en capital de riesgo, multiplicando la disponibilidad de capital privado para invertir en startups y potenciar el ecosistema.

O sea, en la historia y formación de Silicon Valley se observa claramente la vinculación de la academia con el mercado, emprendedores, tecnología, impulso gubernamental y disponibilidad de recursos públicos y privados. Cabe mencionar que en California en los años 60-70 se vivió una cultura, abierta, libre, de alta diversidad social y amante al riesgo. En palabras de Martin Luther King: “I have a dream” Entonces, ¿cuál es la probabilidad de replicar un modelo Silicon Valley en nuestros países? Cero, porque el contexto histórico, cultura, instituciones, forma de pensar y actuar eran muy distintos a los de hoy. Pero también debemos ser muy conscientes de generar y fomentar un ecosistema de innovación y emprendimiento a partir de nuestra historia, cultura e idiosincrasia.

A saber, un ecosistema de innovación y emprendimiento (EIE) se define como un “conjunto de redes de actores e instituciones que interactúan en un territorio específico, con el propósito de adaptar, generar y/o difundir innovación”. En este sentido, y dado lo observado en ecosistemas a nivel internacional como Silicon Valley, su desarrollo se da cuando las organizaciones presentes se relacionan entre sí, tienen la capacidad única de colaboración, coordinación, definen propósitos y desarrollan iniciativas en conjunto, con el objetivo de generar más startups e impulsar la innovación en las organizaciones presentes.

Para ello, es indispensable la voluntad política, es decir, un conjunto de declaraciones y compromisos realizados colectivamente por las instituciones clave del ecosistema, que establecen un sentido de propósito respecto al mismo y permiten sostener distintos esfuerzos a lo largo del tiempo. Dicha voluntad nunca está presente en un EIE si no existe, como mínimo, algún actor (organización) que la sostenga, ya que no ocurre de forma espontánea y se construye a través de múltiples gestos recurrentes que deben ser reafirmados una y otra vez por los actores empeñados en acelerar el ecosistema.

En este sentido, desarrollar un ecosistema local es como emprender, entendiendo que habrá dificultades y tropiezos. Que, si no intervienen o no se desarrollan las condiciones, no ocurrirá el crecimiento esperado. Y que, si lo hacen, los resultados serán imprevisibles y a menudo adversos. Cada intervención genera un conjunto de relaciones causa-efecto de las cuales algunas serán indeseables y otras insospechadas pero positivas. La clave es perder la ilusión de control, ya que no se puede garantizar cada resultado de cada proyecto o de cada peso invertido en impulsar el ecosistema, dado que se requiere una buena dosis de coraje y determinación para aceptar bajo estas condiciones el reto de “meterse con” un ecosistema.

Silicon Valley nunca nació como un plan diseñado entre cuatro paredes, o se replicó el modelo de otro país. Simplemente emprendió con las personas e instituciones adecuadas en un contexto muy particular, con errores y aciertos. La tarea de Guatemala es declarar a sus instituciones del ecosistema, encontrar acuerdos y vínculos entre instituciones que buscan impulsar la innovación y el emprendimiento y no dejar de empujar sus iniciativas que poco a poco transformarán la vida de los guatemaltecos.

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