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Dulces y niños: La falacia de los dulces como generadores de energía

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Es común que en fechas especiales como la celebración del Dia de la Niñez y la Recreación o los cumpleaños, siempre se incluya dentro de los regalos los dulces. En ocasiones llegan a ser tantos que ni siquiera las familias más permisivas aprueban el consumo de su totalidad en un día. Y es que ante los dulces y los niños siempre surge la incógnita si como familia debemos permitir su consumo regular o por el contrario eliminarlo totalmente, ¿Será que los dulces sí aportan algún tipo de nutriente a los niños y niñas?, ¿Será necesario que consuman por lo menos uno al día para que tengan energía? Son preguntas que surgen con frecuencia y que en ocasiones se transforman en preocupación.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda disminuir, por debajo de un 5% de la energía total de un día, el consumo de azúcares libres y añadidos y evitar ofrecer estos productos a menores de dos años. Esto en términos prácticos equivale a no ofrecer más de 20 g de azúcar libre o añadida a los niños y niñas entre los dos y los diez años de edad. Se debe entender que la recomendación está dada para el azúcar que se adiciona a las preparaciones, ya sean industriales o caseras, incluye también el azúcar presente en la miel, la panela y los zumos de fruta. Pero, no hace referencia al azúcar presente naturalmente en los alimentos, como por ejemplo, la lactosa de la leche o la fructosa de las frutas.

La preocupación constante frente al consumo de azúcares libres o añadidos en los niños y niñas surge por las consecuencias que este hábito trae para la salud y el desarrollo de éstos. Algunos de los efectos adversos que genera el consumo constante de azúcares libres o añadidos a la salud son: sobrepeso, obesidad, diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares como la hipertensión a edades tempranas, incremento en el nivel de los triglicéridos a edades tempranas; molestias gastrointestinales como dolor abdominal constante, diarrea y flatulencias; caries dentales, disminución en la ingesta de nutrientes por rechazo a alimentos naturales y menor sensación de saciedad, lo que lleva a ingerir grandes cantidades de alimentos.

Al alcance de los consumidores se tiene la etiqueta nutricional, la cual es una herramienta diseñada para que conozcan los componentes de los alimentos que deciden comprar y consumir. Esta herramienta consta de dos partes, una la tabla de contenido nutricional, donde revierte la importancia de leer la cantidad de azúcar contenida por porción del producto que se adquiere. Para dar algunos ejemplos, productos como bebidas a base de fruta empacadas en “cajitas”, pueden contener hasta 28 g de azúcar por “cajita”; un bombón aporta hasta 12 g de azúcar libre en una sola unidad; tres gomitas aportan hasta 10 g de azúcares libres. Si se hace el ejercicio de sumar el azúcar aportada en la bebida, un bombón y tres gomitas, que en muchas familias es un consumo “normal” durante un día para un niño o niña, estarán ofreciendo en total 50 g de azúcar libre o añadida, lo cual correspondería a más del doble de lo que se recomienda consumir en un día. Y esto sin tener en cuenta el azúcar que en la familia pueden agregar a las bebidas o el agua de panela que ofrezcan en la alimentación diaria.

La segunda parte de la etiqueta nutricional son los ingredientes y este apartado cobra gran importancia cuando analizamos que al consumir u ofrecer a los niños y niñas productos como los dulces, por lo general solo van a contener azúcar, la cual se incluye en ocasiones con otros nombres como glucosa, jarabe de maíz, jarabe de glucosa, dextrosa, jarabe de fructosa, también una lista importante de aditivos como sabores y colores artificiales, los cuales en la gran mayoría de casos corresponden a sustancias altamente alergénicas e incluso con ingredientes que presentan altos niveles de toxicidad.

Ante este panorama, se considera que la respuesta a la pregunta inicial, si los azúcares pueden aportar algún tipo de nutriente, la respuesta es no, son solo un vehículo para calorías, sin ningún beneficio adicional para el desarrollo y crecimiento de los niños y niñas. ¿Se hacen entonces, necesarios, para que los niños y niñas puedan obtener energía? De nuevo la respuesta es no, la energía puede obtenerse de todos los demás alimentos que se incluyen en la alimentación diaria como las frutas, las verduras, los granos, las papas, los plátanos, la carne, la leche y demás. Y al obtener la energía de estos alimentos más naturales, se recibe una cantidad importante de nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento del cuerpo.

Finalmente, son las familias quienes pueden decidir cómo alimentar a sus integrantes, pero, es importante reflexionar sobre si los productos que le ofrecen a los niños y niñas en festividades, o incluso en la cotidianidad, están ayudando a su desarrollo o por el contrario son un factor de riesgo para que en un futuro cercano puedan desarrollar enfermedades.

Por: Paula Andrea González Ruiz Nutricionista Dietista

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