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J. G. BALLARD

LAS BONDADES CATASTROFISTAS Casi un siglo antes de que a Al Gore se le diera por exponer los peligros del cambio climático, un escritor se anticipaba a este mismo tema, aunque, si cabe, no de manera tan alarmista, sino todo lo contrario. Ballard, inglés nacido en Shangai, con su "Mundo sumergido" (1962) nos adentraba en una tierra sumergida en la que solamente la zona polar permitía la vida civilizada mientras zonas como Londres yacían empantanadas. En su primera gran novela, Ballard nos hablaba de la relación de la psique con el entorno post-hecatombe, fantaseando con la posibilidad de que el retroceder a estados primitivos pudiese despertar en el hombre recuerdos colectivos. De ese modo, lo que hizo Ballard fue invertir la clásica novela de catástrofes, mostrando los desastres de manera positiva, ya que estos ponían al hombre/héroe en fértil consonancia con el paisaje post-apocalíptico. Lo propio hacía en “Rascacielos”, donde una sociedad vertical y estratificada dentro de un edificio acababa destruyéndose en violencia y luchas internas para, al final, acabar de manera ruinosa en una autodestrucción de la que, paradójicamente, florecerá una sociedad de hombres cazadores-recolectores felices en su autosuficiencia. “Crash”, magistralmente llevada al cine por el canadiense David Cronenberg y su novela más conocida (quizás junto a "El imperio del sol" trasladada a su vez al cine por Spielberg) supuso otro hito de la Sci.fi. Entonces, el escritor indagaba en la relación entre el hombre y la tecnología y, ni más ni menos que haciéndolo a través de todo un icono del siglo XX: el automóvil. No fueron pocos los que vieron en ésta, una obra cuasi-pornográfica acerca de pervertidos fetichistas de los accidentes de coches, cuando en su subtexto se revelaba el lado oscuro de los deseos soterrados bajo la sociedad contemporánea. Uno se preguntaba pues si el hombre en su inconsciente no se encaminará a su destrucción, de que -como Ballard llegó a decir- "desde el primer atisbo que tuvo el hombre de este planeta como entidad separada e independiente de él, surgió la determinación de provocar su destrucción". Al final, como toda Ciencia Ficción que se precie, de lo que Ballard trata es de la reconciliación del hombre con su entorno, del mismo modo que los protagonistas de una catastrofic-movie, desprovistos del lustroso envoltorio de la sociedad consumista vuelven a verse como iguales. Ballard abre una rendija en la que la imaginación puede encontrar un marco metafísico en el que redescubrir los lazos perdidos entre semejantes, de hallar alternativas a la realidad que la naturaleza ha demostrado ser incapaz de inventar. Alex Real +coruña 40


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