Historias de Mojigangas diversas Ángel Gayúbar A menudo tendemos a pensar en Graus que nuestro folclore es un elemento singular y autóctono que nada tiene que ver con otras muestras folclóricas y que particularizan este legado patrimonial preservado en nuestra localidad. La verdad es que, analizados uno por uno, los elementos más característicos del folclore grausino guardan elementos comunes con otras representaciones folclóricas similares, de las que apenas difieren en pequeños aspectos puntuales. Pasa con la presencia de la comparsa de gigantes, caballez y cabezudos que es frecuente en muchas fiestas de Aragón y Cataluña y aún en otras regiones españolas, con los dances de espadas –los hay muy similares, incluso en las vestimentas utilizadas, en bastantes localidades aragonesas-, con el baile de las cintas con modelos muy similares hasta en Sicilia, con la música de la gaita, habitual en otras poblaciones de nuestro entorno, e incluso con la Mojiganga que, con variantes, se sigue celebrando en distintas localidades españolas y americanas. Personalmente pienso que lo que singulariza al folclore grausino es su pervivencia como un corpus conjunto, la preservación a lo largo de los siglos de buena parte de sus elementos y la especial comunión de los grausinos con este instrumento de auténtica cohesión grupal. Esto es, no tanto la singularidad de los actos tradicionales que se conservan en Graus como la suma de todos ellos para lograr un todo único. O, si se prefiere, la singularidad de un conjunto armónico de referencias tradicionales inusualmente bien preservado, totalmente vivo y plenamente vigente como factor de identidad ciudadana. Es uno de estos elementos, la Mojiganga, en el que me voy a centrar específicamente en esta charla no desde un punto de vista local –sin falsa modestia pienso que hay mucha gente que lo puede hacer mucho mejor que yo-