Veinte poemas de un tirón y mi canción desesperada - Racso Morejón.

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VEINTE POEMAS DE UN TIRÓN Y MI CANCIÓN DESESPERADA (prólogo frugal o manía de expoliar pretextos)

para Danay.

Estos poemas son nacidos de un impulso perceptible, sucesivas ansiedades los fueron “nombrando”, la recurrencia de ciertas imágenes predestinaban ciertas metáforas de sinuosidades estratificadas y así como maderamen generoso se encabalgaban con total naturalidad como una sucesión de eufonías leves golpeando las costas de mi sien, visualizando estancias escenarios donde autor y hablante lírico se fugaban simultáneos al azogue, de modo que (uno y otro) se fueron haciendo el uno al otro; calibrándose cada cual desde el axioma del nuevo para que tiempo y latitud no les apocaran su órbita espiral. Son trozos/trazos de vida y latencias.


Poemas que se adosan a la magnitud en que habita el siguiente. Página a página el soplo de uno y otro texto se reescriben en el eco transgresor que implica crear un libro de/con poemas, pero todos, cada uno –y el que es leídorezuman al hombre-itinerario ungido por el ápice de la voz y las alas evanescentes de la hembra que le va hilvanando el claror de la travesía y cada metáfora, (semánticamente hablando) cuyo nombre es la alegoría primera que abraza este poemario

racso morejón Línea e/ C y D, un banco cualquiera y miércoles 14 de noviembre de 2012


Traigo un hálito para ponerlo en tus manos una franja de cielo con que cubrirnos el estupor de las distancias y esta metáfora sigui é n d l o

o

s

l

e

p

a

altiem…que se fuga

s

o

s

al viento que nos abraza

para mecernos en el

e s p a c i o

febril de un canto amanecido.


Mis remos baten hacia tus aguas. En su leve ondulaci贸n se mecen ecos de esperanza cuando tu horizonte y mi proa se besan y vislumbran las mareas.


SalĂ­ a besar la mar sobornar a su salitre para llevarte sargazos y caracolas pero el rumor espumoso y el soplo diĂĄfano de las gaviotas las habĂ­an dispuesto en tus rizos. Justo un noviembre antes.


En las tardes con ese clima de ausencias sacudiĂŠndome lo propicio es el silencio de un incurable verso y voltearnos al sortilegio del regreso.


Delante del abismo vienen tus ojos descendidos de los astros. Delante de la igniciĂłn aparecen tus manos de la nada de los sueĂąos. Delante del abatimiento surge tu hombro que se desnuda enciende el ĂĄngelus.

Nombra estremecimientos. Ilimitada noche de sed.


Si supiera la luna que cada partida tuya es un toque de queda para mis ansias cambiarĂ­a el ciclo de su cause clavando su claridad sempiterna en la memoria de cada noche en la sombra advertida de mis ojos.


Tu partes y contigo el crujido terrenal se preĂąa de un silencio inverosĂ­mil que horada el pecho de un hombre poniĂŠndole glaucas las estaciones donde anidan el futuro el infinito el idilio.


Y cuando regresas las manos se me tornan ramas adolescentes que estallan en migraciones de reminiscencias. En los elevados arcos de tus ojos crecen lirios hechizos de tu mirada guiĂąos en fuga a la Sed. Dimensiones que el mundo en su abismarse vuelve a discernir por primera vez cuando templamos el ĂĄnimo.


Es tu venida. Con sus guijarros elevamos nuestros puentes esa voluntad de las noches por desmayar la tierra cuando mi saeta penetra en tu mar y un rugido de violines zozobra en dos lรกgrimas.


En el principio -dicenla luz y el verbo se disputaban la fracción primera. El mundo andaba sin bitácora éramos barro aún -dicenEntre tanto tú entrabas a mi aula

Y hubo tal silencio un día… -digo-


Y dicen que anoche cayó un cometa entre tus rizos que nadie conocía. Y aconteció que al sacudirte nacieron constelaciones y luciérnagas -eso dicenlos que no creyeron que estaba yo consultando el oráculo allá por tus pétalos telúricos bebiendo de tus manos que me abrían la fuente en arrebato mesurado.


La tarde a penas un refugio un pretexto un Ăşltimo golpe que corteja la fruiciĂłn y a la sed. Mientras la vida crece despeja lejanĂ­as y en mi garganta salta imperturbable este c(ll)anto.


Mis ropas se sofocan ya de verte y las tintas de mi signo se avergĂźenzan en el meollo amenazan con rasgar el silencio que viene cayĂŠndose un jueves -no habrĂĄ aguaceropero una tempestad se derrama en tus dedos.

La distancia de los astros me cabe en el pecho.


Ayer caminé -¡por cuántos adoquines!y de la estela del recuento taciturno saltó una canción (¡Ay la vida!) Me senté en un banco grave -el bancoescogí al azar una raíz en los laureles. Vi tu sexo. Y como una sentencia del crepúsculo -por pudorle puse el dedo índice y este silencio.


Esta mañana partí a tu encuentro desde un interior impulso (que ya extraño). No alcancé a ver tu vestido sino las pecas ®leales que te desarropan. Sargazos en tu pelo y una espesura allá donde la almendra… ¿Esta mañana dije? Era de noche -un roce absuelto de luzy tu murmullo osciló con el mío.


Dice Eliseo que Un poema no es más que la felicidad, que una conversación en la penumbra, que todo cuanto se ha ido, y ya es silencio. ¿Y este rumor que siento con tu distancia? Y dice más Entonces crece un derrame digo

un desgarre

lenguas y deseos horadándose en el tiempo.


Ya(o) no sĂŠ si el tiempo se oculta en el regreso o el regreso se esconde en el tiempo. No sĂŠ. Es prudente No confundir el roll de las estaciones. Mientras uno y otro se precisan en su juego apresto un cafĂŠ.

Salgo de mi.


Estos vientos de ti arguyen que la memoria es insondable para que no se colme de costumbres. Entonces me alimento de profundidades que sazono con estremecido ardor Y una pizca -un tinde tu luz.

Imaginada.


Llevo el aliento a ras de tu mirada en la extrema posesión de cada instante que hurtó al silencio (estos versos) donde me sonríes con fugaz mesura. No deliro. Rocé tu sombra sin querer -casi queriendo-.

No es extraño me sucede hasta en los versos.


Sabrás que he escrito estos ¿versos? para protegerme de la ansiedad en la distancia en el silencio cómplice que remeda la vida porque para encontrarme apetezco ensayarla contigo. Es mi canción desesperada. Luego –y de paso- te los regalos de hecho nacieron tuyos. Como todo lo que en mí quiebra el silencio.


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