las Pruebas de la Torre de la Alta Hechicería

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las Pruebas de la Torre de la Alta HechicerĂ­a

J. Llop


“Una idea que no es peligrosa no merece de ningún modo el sobrenombre de idea.” (Oscar Wilde)


el Miedo a ser Diferente Sucede y uno sería incapaz de explicar cómo. Ni siquiera podría precisar si hubo un momento antes de que sucediese, como si aquello siempre hubiera estado allí, como si a uno siempre le hubiese pertenecido. Pero sí es cierto que antes de que uno lo nombre, aquello parece impropio, como si perteneciese a un sueño y no fuera del todo real. Entonces llega la consciencia de saberse diferente al resto, de comprender que lo que uno experimenta no es experimentado por igual por los demás. Pasa un tiempo hasta que uno es capaz de salir de su propia individualidad y darse cuenta de que no es de ningún modo el centro del universo. A menudo, la gente normal se afana por destacar entre los demás de forma favorable. Es como si su propia valía dependiera de ser alguien especial en el grupo, y además alguien valorado. Sólo el que es, en efecto, especial, comprende lo erróneo de este razonamiento. La magia se rige por reglas. Uno no la posee, solamente la canaliza, y no todo está permitido. La magia también tiene un precio, a veces a un coste muy alto, que no todo el mundo estaría dispuesto a pagar si se le preguntase. Y la magia no pide permiso. Así pues, cuando lo descubrí pasé más tiempo tratando de ocultarlo, que intentado averiguar qué podría obtener de beneficio con ello. Sin embargo, mis esfuerzos fueron en vano. Según crecí se hizo demasiado evidente. Y yo tan sólo podía esperar porque de alguna manera lograse parecer una persona normal. Sin duda, me equivocaba. Por entonces yo no podía comprender realmente qué significaba ser alguien normal. El mago bajó de un corcel negro cuyos cascos no llegaban a tocar el suelo. Contempló la torre que se alzaba desafiándolo, burlándose de él como de tantos otros igual de orgullosos cuyos huesos descansaban no muy lejos de aquel lugar. La noche traía tormenta y si alguna vez fue distinto, el mago lo ignoraba. Se acercó a la puerta sin cerrojo y con un sencillo hechizo descubrió un glifo de protección que guardaba el lugar de profanos y ajenos. Las puertas se abrieron al contacto con sus manos y entró. La primera estancia tenía un par de escaleras que subían y bajaban desde las profundidades a lo alto de la torre. Una puerta cerrada esperaba en medio y tras varios intentos fallidos con los conjuros apropiados desistió de abrirla. Decidió bajar a las profundidades hasta otra oscura estancia con otra puerta. Esta no opuso ninguna resistencia. Un portal le transportó a través de las dimensiones a lo que pronto localizó como un semiplano elemental del fuego en medio de una gran caverna excavada en la roca. Un par de conjuros protectores le permitieron aprovechar el subterfugio para investigar y pronto descubrió una gran cámara repleta de tesoros custodiada por un enorme dragón dorado que dormitaba sobre todo ello. Por el tamaño podría tratarse de un gran wyrm, un venerable. El mago se elevó en el aire dispuesto con varios hechizos para el combate. Era sabido por los estudiantes de lo arcano que un gran wyrm no necesitaba descansar. El dragón abrió un ojo. -

¡Qué coja el tesoro y se vaya! –dijo Entropía.

No lo hará. Sabe que el verdadero tesoro de un dragón no se encuentra en un lugar evidente. Si es astuto, engañará al dragón –a Ley la idea de resolver el conflicto de forma pacífica parecía gustarle. Caos sonreía, y sus dos compañeros no podían asegurar que estuviese atento a lo que sucedía. inteligente. -

Sólo digo que no es necesario gastar energías en un combate. Podría ser más

Vamos, Entropía. ¿Desde cuándo te interesas tanto por los comienzos?


-

Oh, los comienzos son lo Ăşnico interesante. El final es siempre el mismo. Ya

sabes. Caos sonreĂ­a.


Círculos dentro de Círculos No es extraño que un mago ande con un pie dentro y otro fuera del mundo. Algunos de nosotros, los que logramos encontrar un fin coincidente con el Sistema, somos apreciados como genios, e igual de temidos como de respetados. También existen los que al verse incomprendidos y rechazados, abrigan un odio tal hacia sus maltratadores que acaban siendo tratados no menos que como brujos herejes convertidos en perfectos chivos expiatorios de los demás. Desgraciadamente. la mayoría son víctimas de su propio potencial y andan rondando por los terrenos ignotos de la locura. Para juzgar a un mago deberías ser capaz de abarcarlo, y como ya digo, este se encuentra parcialmente fuera de la realidad. Esta se estructura en círculos concéntricos. Las verdades son sólo cierta dentro de los círculos. Fuera de ellos se hace evidente no su falsedad, pero sí al menos su carácter relativo. El contraste sólo es efectivo si uno es capaz de salir, de trascender los círculos de realidad en los que se halla delimitado. Dentro de los círculos operan leyes que creemos inmutables y que en última instancia nos hacen esclavos de nuestros propios prejuicios y temores. El primer círculo al que uno se halla delimitado lo define la palabra “yo”. Hay pocos capaces de trascenderlo. Un gran wyrm ha visto pasar muchas generaciones de humanos, pero no es en absoluto un enemigo vulnerable. Ha sobrevivido a muchos combates y cuenta con un amplio arsenal de armas físicas en todas las extremidades de su cuerpo. El mago pronto se ve obligado a adoptar una actitud defensiva y utiliza un conjuro de parpadeo para evitar que ninguno de los golpes mortales de su adversario dé en el blanco. Pero si un dragón no previera un truco tan simple no habría llegado a una edad tan avanzada. Con un gran movimiento, el dragón expira hasta llenar sus pulmones y exhala unos vapores ardientes que inundan toda la habitación sin dejar un hueco al cual el mago pueda transportarse. Podría seguir un buen rato así, hasta que la concentración del mago sobre su escudo de protección elemental cediese. El mago sabe que no podrá mantener la concentración mucho tiempo para evitar el temible aliento del dragón, y en esa postura se ve incapaz de pasar a la ofensiva. Recuerda que una vez aprendió una técnica que le permitía escindir su mente y lograr dividirla en dos, de tal forma que una parte pudiese mantener la concentración defensiva, mientras que la otra lanzase un conjuro de ataque. Pera también sabe que esa técnica tiene un precio. Poco a poco el escudo de defensa desaparece, pero ya no es necesario. El mago ha logrado transmutar al dragón en una versión exacta de sí mismo pero a escala reducida, y con un simple conjuro lo vincula a él como un familiar. Entonces de entre el tesoro del dragón le llama la atención un cofre. Lo abre y descubre varios objetos: una llave, un amuleto y un cetro engastado con un diamante. Guarda la llave en uno de sus bolsillos, se cuelga el amuleto al cuello y sostiene aquel cetro para ayudarse a caminar. Su primer combate le ha dejado exhausto. -

¿Y cómo dices que se llama? –Entropía parecía más que curioso.

Déjalo, ha resuelto la primera prueba, ha conseguido el tesoro y ha obtenido un aliado. Sin duda me elegirá a mí. -

Ley, te olvidas de lo que ha sacrificado para ello. No estés tan seguro de lo que

-

Todo tiene un precio, sin duda.

-

Sí, pero...

pasará.


Está más cerca mía que de vosotros dos –Caos rompió su silencio. – No merece la pena que discutáis. Ley y Entropía callaron un instante. Finalmente, Entropía dijo la última palabra. -

Es sólo el comienzo. Aún le quedan otras dos pruebas más.

Y continuaron observando.


el Temor a lo Extraño Los profanos son fácilmente seducidos por las promesas de poder. No comprenden que el poder es otorgado sólo a cambio de una gran responsabilidad marcada por el propósito mismo del poder. El mero hecho de estar vivos ya nos pone en deuda, no tanto con los que nos preceden si no con aquellos que van a sucedernos. La ignorancia de este principio básico es la raíz de todo mal. A menudo, las personas en posiciones de autoridad no son juzgadas ni cuestionadas, y el abuso de poder responde sólo a unos principios morales propios que pocos poseen. De hecho, pocos de los que realmente comprendieran el precio del poder tendrían el valor de aceptarlo. Así, estas personas, por lo general necias y de corazón oscuro, recelan de aquellos que pueden ver más allá de lo evidente y desvelar la urdimbre de engaños y manipulaciones que los sostiene. Temen aquello que les es extraño en la misma media con que se temerían a sí mismos. Y en consecuencia tratan de matar aquello que temen. Existen muchas formas de anular la voluntad ajena y las más efectivas suelen ser las más sutiles y arteras. Los magos muy pronto nos vemos envueltos en las intrigas y manipulaciones de los que nos rodean y que de alguna manera conforman el reflejo oscuro de nuestro mundo, la parte marchita del corazón de los hombres. Curiosamente, son aquellos cuyo interior aún conserva cierta bondad y desapego, los que menos temor abrigan hacia nosotros. Pero suelen ser los menos. Lo normal es que un mago deba demostrar mucho más altruismo que cualquiera para tratar de ser aceptado, y ni aún así consigue evitar la crueldad y el desprecio de los demás. Por suerte, los magos aprendemos rápido de aquellos que intenta anularnos. Lo malo, es que nos cuesta olvidar. El portal le trajo de vuelta a la torre. Regresó sobre sus pasos hasta la puerta que había encontrado cerrada y usó la llave que había conseguido en la guarida del dragón. Como esperaba, la puerta cedió. El segundo portal le transportó a uno de los planos exteriores en medio de uno de los más profundos estratos del Abismo donde habitaban todo tipo de demonios. El pseudo-dragón que le acompañaba le alertó de la presencia de alguien que les rondaba. Pronto un ruido metálico hizo innecesario cualquier tipo de sigilo y el demonio apareció por entre las nubes de azufre. Era un “kitón”, un demonio de las cadenas, y este en concreto no le era desconocido al mago. Hace mucho años le había sometido contra su voluntad para encargarle algún tipo de tarea, pero el demonio había encontrado la forma de engañarle y lograr liberarse, tan sólo para hacer daño a la gente que más le importaba. El mago después de eso le derrotó, pero aquella fue una victoria amarga, ya que sólo se puede vencer realmente a un demonio en su plano natal. Si no, tan sólo son desterrados de vuelta por un breve periodo de tiempo. Breve, al menos, para el tiempo de un demonio. El kitón sonreía bajo las cadenas. Las emociones negativas eran lo que más le alentaba en sus propósitos. En aquel lugar no había ningún tesoro que obtener. La victoria estaba marcada con la dulce promesa de la venganza. ¡Eso es! Ambos se conocen. La segunda prueba se ha convertido en algo personal. Se huele que este será el fin para uno de los dos. ¿Quién será capaz de manejar sus emociones para ganar el combate? ¿El mago? ¡Ha! Ese demonio sabe hacer daño donde duele, sin duda. La culpa es un sentimiento tan frágil, tan deliciosamente humano. Ley y Caos contemplaron la explosión emocional de Entropía con cierta sorpresa. No era habitual verle así. Pero ambos sabían que aún se podían esperar muchas cosas. La voluntad siempre encuentra algún camino inexplorado que recorrer. Así que aguardaron. Pacientes.


las Cadenas del Rencor Las cadenas del rencor están soldadas por todos los que callaron cuando pedí razones, los que estuvieron ausentes cuando necesité su protección y su abrigo, los que me engañaron con falsas promesas de amistad, los que me culparon de sus propios errores, los que me hicieron creer que no podía perseguir mis sueños, los que se aprovecharon de mí para sus propios intereses, los que intentaron anular mi derecho a expresarme, los que, en definitiva, jugaron conmigo a sus necios juegos de poder. Tardé en comprender que tras todos estos ataques siempre se ocultaba una misma verdad: la petición de ayuda de alguien demasiado débil para resolver su propio conflicto interno, que con sus cadenas y su rencor trataba de mantenerme atado con la intención última de que yo resolviera aquello que él era incapaz. Así pues, solté las cadenas. Era lo único que me unía a ellos. El kitón y el mago se mantenían suspendidos levitando sobre el Abismo. El kitón atacó, a lo que el mago respondió con un conjuro de parpadeo que llevaba preparado bajo contingencia. Pero el demonio ya esperaba algo así. Cambió de estrategia y empezó a provocar al mago con su retórica. Es algo sencillo para un demonio, más aún si tu adversario guarda sentimientos encontrados hacia ti. El mago dejó la actitud defensiva y pasó al ataque. Se teleportó a espaldas del kitón para aprovechar la sorpresa, lo cual fue un grave error. Las cadenas del kitón estaban animadas por las almas de muchos condenados y no advierten el factor sorpresa, por lo que lograron enroscarse alrededor de su adversario y dejarle inmovilizado de pies y manos. El kitón lo atrajo hacía para poder deleitarse con el horror de alguien que se sabe indefenso. Pero el mago no parecía preocupado. En realidad, era el demonio esta vez el que había sido víctima de un engaño. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, el mago pronunció la palabra de poder, y la esencia material del demonio quedó atrapada dentro de la filacteria que guardaba el amuleto que llevaba al cuello. El kitón aulló de rabia al saberse burlado, y dentro de la reliquia juró mil veces vengarse del mago. Este lo ignoró, y regresó de vuelta a la torre. Esta vez, con un demonio junto al corazón. -

¡No, así no! ¡Alguien tenía que haber muerto! –gritaba enfurecido Entropía.

Vamos, no te canses. Ya te dije que estaba seguro de que sería de los míos – Ley parecía plenamente convencido.- Sabe resolver los conflictos por la vía pacífica. Quizás sea demasiado poderoso –especuló Entropía. –Es posible que tengamos que deshacernos de él en última instancia. Eso no nos corresponde a nosotros –dijo Caos. – En cualquier caso, os recuerdo que aún queda la última prueba. No muchos la superan y pocos regresan indemnes. No debemos precipitarnos. El ambiente empezaba a ser tenso entre los maestros de las Escuelas. El resultado de esta última prueba desequilibraría la balanza a favor de uno de ellos. Y cada uno deseaba ser elegido.


el Horror de los Espacios Infinitos Hasta entonces, la lucha por defender mi identidad era lo que daba sentido a mi existencia, pero una vez lograda perdí el propósito que me movía. Me vi despojado de las circunstancias que delimitaban mi vida y al obtener por fin el libre albedrío, comprendí por qué la gente prefiere la cómoda seguridad de ser esclavos a la incertidumbre de la libertad. El horror de los espacios infinitos es una visión aterradora. Cuando uno alcanza su propia individualidad se expone a tener que decidir entre las miles de posibilidades. ¿Qué llegar a ser cuando puedes ser cualquier cosa? ¿Qué puerta cruzar cuando cierras mil opciones tras ella? Tanto camino recorrido tan sólo para acabar en un desierto infinito. El mago ascendió al último piso de la torre, pero allí no había ninguna puerta. Un sencillo hechizo reveló una oculta tras un velo mágico y entró. Se descubrió en un cementerio, en una parte de la Umbra, un terreno que linda parcialmente con el plano de energía negativa. Los conjuros de contingencia no estaban preparados para detectar no-muertos y un espectro le traspasó con su gélido toque. Trató de rechazarlo con algún sortilegio, pero la magia falló en sus dedos. El contacto con un no-muerto drena la energía vital que es necesaria para la magia. Pronto un grupo de ellos le asaltó y se vio impelido a retroceder ante el debilitador contacto de la muerte. Había perdido casi toda la energía, y los conjuros se le iban borrando poco a poco de su mente. Ya sólo recordaba los más simples. Se apoyó cansado en su cetro. Aquel era un lugar idóneo para ser el último. Entropía no pudo evitar una sonrisa. Los finales siempre le resultaban sumamente agradables. Ley parecía preocupado. Aquello no era justo, pero todo apuntaba a que el mago no superaría la última prueba. Sólo Caos permanecía ajeno a todo Él, más que nadie, sabía que nunca puedes tener una certeza cuando se trataba de prever el futuro.


la Pregunta en la Respuesta A menudo, es el pez el último animal en conocer el agua. Pregúntate qué es aquello tan simple y evidente, tan cerca de tus ojos, que precisamente por eso lo obvias y eres incapaz de verlo. Tras todos estos años de búsqueda constante, de viaje infatigable a través de los vastos confines de la magia, terminé dándome cuenta de que la magia más poderosa, la verdadera magia, se encuentra en las cosas simples, en lo más pequeño. Así pues, mi viaje no fue si no un regreso a lo que una vez ya supe. ¿Puedo decir entonces que todo fue inútil? La respuesta, claramente, es no. Fue el viaje y no la meta lo que le dio valor a lo mundano. Si me hubiese conformado y jamás hubiese puesto a prueba mis capacidades y no me hubiera dejado llevar por mi inquietud, no sabría apreciar aquello que estaba tan cerca. Todos tenemos la posibilidad de decidir si queremos realizar este viaje o no. Quizás las respuestas que obtengamos no sean las que esperamos, y quizás sea un viaje arduo y agotador, pero puedo decir por propia experiencia, que es cierto aquello de que el conocimiento cura la herida que el propio conocimiento es. El mago apenas tenía fuerzas para sostenerse. Su energía vital le abandonaba por momentos. Se apoyaba exánime sobre el cetro con la vista perdida en el infinito. Entonces lo vio claro. Aún había una posibilidad. Fue uno de los conjuros más simples, apenas un cantrip, lo que le salvó. Lanzó un hechizo de luz justo al interior del diamante que engastaba el cetro y los haces quedaron reflejados por las múltiples facetas de la gema. Los espectros retrocedieron ante aquello. Poco a poco el mago se incorporó mientras recuperaba su aliento. Lanzó una permanencia para que aquella luz no se extinguiese y finalmente combinó dos hechizos para comandar y ligar a aquellos no-muertos con el propio cetro. Había superado la última de las pruebas. Y ahora tan sólo restaba tomar una decisión.


una Idea Peligrosa En la sala de escudriñamiento la magia distorsionó la realidad por un momento cuando el mago fue convocado. Los tres grandes maestros de las Escuelas aguardaban orgullosos. Frente a ellos se erguía la imponente figura del que una vez fue tan sólo un aprendiz de las artes arcanas, y que ahora intimidaba con tan sólo su presencia. Le acompañaba un pseudodragón que él mismo había convertido en su familiar, sobre el pecho la filacteria que guardaba la esencia física del que un vez fue un poderoso enemigo, y sostenido con uno de sus brazos, espíritus que giraban alrededor de un refulgente cetro. Ley fue el primero en tomar la palabra. Bienvenido. Has superado con éxito las pruebas de la torre de la alta hechicería. Tus logros te hacen meritorio de entrar en una de las grandes Escuelas. La decisión sólo te corresponde a ti, pero permíteme aconsejarte. He visto cómo resolvías cada uno de tus conflictos de forma pacífica. El orden necesita de magos como tú, personas que hagan el mundo un lugar estable y predecible, que den seguridad y protección a los demás. Piénsatelo, pues sin duda es una noble tarea. Caos también tenía algo que decir. Siento que tu corazón está cerca de mí. El mundo es un constante fluir. El azar es sin duda la fuerza que mueve al mundo y que teje los patrones del devenir. Déjate llevar por tu corazón. Es el mejor consejo que puedo darte. Entropía fue el último en hablar. Tarde o temprano todo acaba. La labor de mi Escuela rige esta fuerza destructiva sin la cual nada podría ser creado. Permite que todo se dirija hacia su propósito último, hacia su fin. Quizás no sea la más noble de las tareas, pero es sin duda necesaria. El mago, que ya había tomado la decisión, habló por fin. Vine aquí a probar mi valía. Me propuse un reto y lo superé. Así es la propia experiencia la mayor recompensa que puedo obtener. Agradezco vuestro ofrecimiento, pero lo rechazo. No entraré en ninguna de las Escuelas. Los magos quedaron sorprendidos. -

¡Pero eso es una locura! – exclamó Caos sin dejar de sonreír.

-

¡Te estás condenando! –sentenció Entropía.

-

¡No hay magos fuera de las Escuelas! –afirmó Ley en un tono inflexible.

El mago volvió sobre sus pasos y dejó caer unas últimas palabras. -

Ahora sí.

Y tras invocar un portal que lo llevase lejos de allí, marchó. Ninguno de los tres grandes maestros se atrevió a detenerlo.


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