Revista caminos sociologicos no 1

VOL. 1 Nร M. 1 2017

C A M I N O S S O C I O L O G I C O S r e v i s t a

Apoyan Facultad de Ciencias Humanas Direcciรณn de Bienestar Programa Gestiรณn de Proyectos Sede Bogotรก

ISSN 2539-0910

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Revista CAMINOS SOCIOLÓGICOS Volumen 1, Número 1, 2017 / ISSN 2539-0910 Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Sede Bogotá

La Revista Caminos Sociológicos es un proyecto estudiantil que pretende visibilizar los trabajos finales desarrollados en las asignaturas ofertadas por el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, con el propósito de fortalecer las habilidades de formación profesional del sociólogo: la lectura, la escritura y la investigación.

Contacto Caminos Sociológicos revistacaminossociologicos@gmail.com

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Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar.

Rector Ignacio Mantilla Prada Vicerrector Jaime Franky Rodríguez Director Bienestar Sede Bogotá Oscar Oliveros Coordinadora Programa Gestión de Proyectos Elizabeth Moreno Decana de la Facultad de Ciencias Humanas Luz Amparo Fajardo Uribe Director Bienestar Facultad de Ciencias Humanas Eduardo Aguirre Dávila Director Departamento de Sociologia Andrea Lampis COMITÉ EDITORIAL Dirección Prof. Víctor Manuel Gómez Campos Edición Edwin Arley Alvarado Álvarez Coordinación editorial Andrés Francisco Alvarado Villarraga Manaes Amaya Perea Yessenia Beleño Quintero Colaboración editorial externa Ruth Elena Cuasialpud Canchala Corrección de Estilo Diana C. Luque V. Diseño y Diagramación Nicole Angie Calderon Castaneda (PGP) Impresión GRACOM Gráficas Comerciales Derechos de Autor y Licencia de distribución.

Atribución – No comercial - Sin Derivar.

6 Nota Editorial

20 La construcción del concepto de Libertad desde el siglo xi al xviii

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c o n t e n i d o

Carlos A. Ardila Ortiz, Luis E. Cala Gacha, Laura N. Campos Castañeda, María V. Pino Osorio, Lina Porras Herrera y, Laura Rincón Jurado

8 América latina el paradigma Sui Géneris: la dicotomía entre la justicia comunitaria y la justicia comunal Michelle Castro Quevedo, Andrés Felipe Salamanca

50 Medicalización ¿una estrategia de control para la libertad?

Paula Cepeda Restrepo

60 De la ofensiva táctica a la derrota estratégica: Un análisis de los planes estratégicos de las FARC-EP y el ELN Camilo Castro, Sebastián Giraldo Quintero

34 Historiografía y construcción de perspectivas sobre el enrejado de la Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá Luis A. Nope G., Carlos R. Medina M., Edwin A. Alvarado A.

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Edito Nota

Edwin A. Alvarado A. Editor

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El grupo estudiantil Caminos Sociológicos se complace en escribir estas primeras palabras, las cuales abren paso al primer número de la Revista Caminos Sociológicos; y, en esa misma medida, es menester brindar un agradecimiento a todos aquellos que participaron en este primer número: autores y evaluadores, así como a todos aquellos que con su expresión o sus palabras apoyaron y tomaron con agrado esta iniciativa e insistieron en no abandonarla.

Con estas primeras palabras, resulta necesario brindar un breve relato de la razón por la que el grupo estudiantil decide crear una revista y por qué darle este nombre. Para empezar, la formalización como grupo estudiantil se realiza a principios del año 2016, no obstante, el encuentro de quienes lo integran se viene llevando a cabo, de manera irregular, desde hace aproximadamente dos años. Estas reuniones empezaron de manera espontánea, según las circunstancias: clases compartidas, asistencia a eventos institucionales o por alguna iniciativa de los estudiantes de la Universidad.

Inicialmente, se discutieron los problemas por los que atravesaba la Universidad y la educación superior en el país; cuestión que para ese momento tenían una fuerte presencia en los espacios académicos. Posteriormente, las discusiones del grupo se focalizaron aún más a consecuencia del proceso de “La Toma” del departamento de Sociología por parte de los estudiantes. “La Toma”, más allá de una interrupción de la vida académica, permitió que, en un mismo espacio, confluyeran distintas formas de pensar, distintas culturas y distintas maneras de actuar, lo que dio paso a un enriquecimiento tanto individual como

orial colectivo, que, finalmente, fortaleció los lazos de solidaridad entre estudiantes y profesores.

Las discusiones del grupo, ahora focalizadas en torno al Departamento, llevaron a pensarse formas de intervención, no solo en la discusión estudiantil o en la discusión de estamentos, sino también en el proceso de fortalecimiento de los aspectos de formación profesional. Por una parte, no es posible negar que aspectos como la lectura, la escritura y la investigación son débiles dentro de los estudiantes de pregrado, casi como si se pensara que estos aspectos pertenecen a niveles de formación académica más elevados. Por otra parte, los profesores también generan desmotivación, al no impulsar al estudiante a mejorar; esto, puesto que nunca se hace un seguimiento a la forma en la que el estudiante investiga o nunca se le genera una retribución de manera correctiva, por ejemplo, indicando dónde se presenta su error, dónde ha perdido el hilo, entre otras. Tampoco se puede dejar por fuera el proceso de des-financiamiento por el que atraviesa la Universidad, que necesariamente afecta la formación profesional y la apertura de estímulos económicos para la investigación.

Luego de estas discusiones al interior del grupo estudiantil, surge la idea de crear una revista estudiantil que permitiese fortalecer los aspectos de formación profesional, en esta medida incentivar a los estudiantes a investigar, escribir y leer; pero, paralelamente, que los profesores impulsen, animen y generen seguimiento. Para hacer realidad la idea de la revista estudiantil, fue necesario seguir una serie de procesos institucionales, lo cual llevo necesariamente a realizar una formalización de manera escrita del grupo estudiantil, dando nacimiento a Caminos Sociológicos.

Por lo anterior, y teniendo en cuenta que dentro de la Sociología existen distintas líneas de

investigación y de pensamiento, y que estas han tenido distintas líneas de acción, se comenzó a pensar en la relación que éstas líneas crean entre sí, como los “caminos”, confluyendo entre ellas, permitiendo su desplazamiento hacia los diferentes conocimientos que surgen de la diversidad natural, cultural y de pensamiento. De ahí, surgió Caminos Sociológicos, nombre que representa al grupo estudiantil y, así mismo, refleja la perspectiva de la revista.

Ahora bien, la Revista Caminos Sociológicos pretende ser un mecanismo que, en primer lugar, permita fortalecer esas prácticas esenciales en la formación profesional del sociólogo: la lectura, la escritura y la investigación. En segundo lugar, pretende dar visibilidad a los trabajos finales, desarrollados en las asignaturas ofertadas por el departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá y elaborados por estudiantes de pregrado. En tercer lugar, pretende ser un medio de fortalecimiento del trabajo entre profesores y estudiantes a través del apoyo a la creación de trabajos finales cada vez mejor elaborados. En cuarto lugar, está el objetivo de empezar a visibilizar los temas de interés que tienen los estudiantes de pregrado, de modo que se discutan y critiquen entre los mismos estudiantes, y por qué no, entre egresados y profesores o de estudiantes de otras universidades y países.

Para cerrar esta nota editorial, mostramos nuestro deseo de que este primer número no sea el único; que los, ahora, lectores de este ejemplar enriquezcan su conocimiento y formen nuevas inquietudes que les permitan transitar por los infinitos caminos de la Sociología, de manera que se animen a participar en el mantenimiento y construcción de caminos naturales, culturales y de pensamiento.

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Revista Caminos Sociológicos

Amé ric a Lat ina el paradigma Su i G én er i s : Michelle Castro Quevedo

Estudiante de Sociología y Ciencia Política Correo-e: michellecastro0726@gmail.com

Andrés Felipe Salamanca

Estudiante de Sociología.

Correo-e: afsalamancad@unal.edu.co

L a d i co to m í a e n tre l a ju s ti ci a c o m u n i ta r i a y l a j u sti ci a co m u n a l 1

Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia

Resumen: Aunque las formas de hacer derecho que trajo –o impuso– el europeo parecían ser correctas y asertivas, desde una perspectiva lógico-racional, la realidad latinoamericana se escapa de este entendimiento –cuadrado en función de la realidad europea–, y termina el latinoamericano por desarrollar, dada la necesidad, nuevas formas de comprender y operar el derecho, las cuales logren aprehender la realidad local concreta. Latinoamérica es una realidad multicolor, cuya gente varía kilómetro a kilómetro, y, así mismo, las formas como se aprecia el lenguaje, la realidad. El poder simbólico, que reside en el Derecho, es reinterpretado en muchos matices, adaptado a nuevas formas de administración de la Justicia, sobre todo en una región tan históricamente dura para los pueblos campesinos, indígenas, afros, que han sufrido del duro positivismo jurídico, aquel que desconoce el detalle y la particularidad. El derecho, en realidades tan polifacéticas, debe provenir de los pueblos.

8 1 Trabajo final desarrollado dentro de la asignatura Sociología Jurídica.

Palabras clave: Justicia comunal, Justicia comunitaria, Estado, Guerrilla, América Latina.

Vol. 1, Núm 1, 2017

“Apenas deja la ley de corresponder a los intereses sociales se convierte en un pedazo de papel”.

Karl Marx

“no hay dudas de que la tarea de buscar principios normativos para la acción humana es extremadamente compleja, básicamente en un horizonte cultural delineado por una creciente pluralidad y diversidad de formas de vida cotidiana”.

Wolkmer, 2006, p. 236

Introducción América Latina no fue descubierta, fue invadida; padeció la más terrible enfermedad: la condena a la auto-subvaloración. La invasión del europeo, y su esquizofrénica carrera en busca de El Dorado, no dejó más que miseria en los pueblos del continente; y no solo por desangrar la tierra en busca de oro y la satisfacción carnal con la violación de nuestras mujeres, sino que nos dejaron todo un legado cultural, social y político que, con el pasar del tiempo y las reconfiguraciones entre dos mundos distintos, dejó de ser acorde, constante y coherente con la cotidianidad y contexto local concreto. Entre todas las baratijas traídas desde el antiguo continente, las formas jurídicas representan, tan equiparable a la cruz, la condena de los pueblos nativos. Con el trascurrir del tiempo, y con la evolución de esa realidad sui géneris en América Latina, las independencias nos mostraron que solo son la consecución de los legados impuestos, adaptados al momento, pero tan subyugantes como en la época de la dominación europea.

Dados los ordenamientos territoriales por la segregación, el mestizaje y el derecho trasplantado, los pueblos de América Latina se configuraron, más allá de una lucha de clases, en una tensión entre centro y periferia, la cual se expresa, más allá de la lucha económica, en tensión social por la supervivencia de unos contra el mundo mismo. Estos ordenamientos, distantes de las configuraciones europeas, permearon todos los ámbitos de la cotidianidad, desde la religión y la educación, hasta la cultura y el derecho.

Aunque las formas de hacer derecho que trajo –o impuso– el europeo parecía ser correctas y asertivas, desde una perspectiva lógico-racional, la realidad de América Latina se escapó de este entendimiento –cuadrado en función de la realidad europea–, y el latinoamericano terminó por desarrollar, dada la necesidad, nuevas formas de comprender y operar el derecho, las cuales logren aprehender la realidad local concreta.

En este documento, se presentará el derecho comunitario o derecho comunal –según la perspectiva de varios autores que trabajan este tema–,

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desde las posturas de dos autores: Lenin Romero y Nicolás Espinosa. El primero, coordinador del Centro de Estudios Sociales y Culturales, miembro de la Universidad Bolivariana de Venezuela. El segundo es Sociólogo, Magíster en Antropología. Investigador del Grupo Cultura, Violencia y Territorio de la Universidad de Antioquia (UdeA).

A juicio de los autores de este documento, la justicia comunitaria tiene gran relevancia, dado que, como lo dice Mauricio García Villegas: “los contextos de hibridez cultural en Latinoamérica son propicios para el surgimiento del pluralismo jurídico” (García-Villegas & Rodríguez, 2003, p. 47), debido a que “en sociedades con niveles extremos de desigualdad, el Estado tiende a ser menos capaz de proteger a los pobres y de lograr que los poderosos respondan ante la ley” (Vilhena-Vieira, 2011, p. 29). Esta incapacidad del Estado en América Latina es el resultado de trasplantar descuidadamente todo un sistema referencial de formas jurídicas, ignorando la realidad propia del continente. La justicia comunitaria se enmarca, entonces, como uno de los mecanismos creados en respuesta a la problemática de un sistema jurídico estatal ineficiente, y en un contexto donde las personas pueden acceder a formas más eficaces y eficientes de justicia; necesidad que la ley estatal puede no otorgar, a pesar de su aparente discurso de legitimidad y unidad nacional (García-Villegas & Rodríguez, 2003; Wolkmer, 2006).

De Lenin Romero, se tomaron los textos: Justicia comunal como jurisdicción especial y Derecho vivo, justicia comunal y poder popular; Mientras que de Nicolás Espinosa se tomaron los textos: Entre la justicia guerrillera y la justicia campesina: ¿un nuevo modelo de justicia comunitaria? y El justo comunitario, las leyes y la justicia en una región

con fuerte presencia del conflicto armado. De la lectura de estos, se pretende mostrar las ideas principales y realizar un análisis de los mismos; fundamentalmente, determinar hacia dónde va encaminado el concepto de estos dos autores y precisar si existe diferencia entre la justicia comunal propuesta por Lenin Romero, y la justicia comunitaria, propuesta por Nicolás Espinosa.

Primera Parte Lenin Romero Justicia comunal como jurisdicción especial Los antecedentes de la justicia comunal se remontan a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela –en el caso de ese país–, establecida y reconocida en el Artículo 260. Igualmente, existe toda una serie de jurisdicciones especiales, como lo son la indígena, la militar, la administrativa, entre otras. Sin embargo, Lenin Romero hablará sobre el arbitraje, donde señalará contundentemente que: “en los orígenes de todas las civilizaciones, la primera forma de justicia es la arbitral” (Romero, s.f.b). En el texto de Romero es importante hablar del arbitraje, pues, según este autor, representa uno de los pilares principales dentro de la praxis misma de la justicia comunal.

Igualmente, señalará que algunas de las jurisdicciones especiales, en cierta medida, corresponden a distintos sistemas jurídicos emergentes, no necesariamente articulados al Estado; sino que son distintas representaciones de jurisdicción en determinada realidad.

El arbitraje, bien sea facultativo u obligatorio, necesita de la participación de los implicados, en una participación directa, donde se buscará

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operar justicia por y para sí mismos. Esto queda en analogía, según Romero, como una expresión del derecho vivo, planteado por Ehrlich.

La naturaleza de la justicia comunal es de carácter interdisciplinar, en tanto que la realidad misma es interdisciplinar, puesto que es la necesidad de objetivación del ser humano la que problematiza y realiza constructos que exponen y establecen disciplinas. (Romero, s.f.b). Concebir la justicia comunal como un ámbito interdisciplinar nos permite configurar toda una serie de subsistemas de agregación comunitaria, los cuales atienden a los diversos intercambios de prácticas sociales en la realidad. La justicia comunal como práctica multidisciplinar es importante en la medida en que permite la articulación entre prácticas sociales y establece reconfiguraciones de intersubjetividades, crea consensos, y no solo sirve como escenario de operación de justicia, sino como escenario pedagógico, de formación y de dialogo con las formas estatales de justicia y jurisdicción.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela da la potestad al pueblo, para que, de manera directa, pueda asumir funciones determinadas, logrando competencias y capacidades para ofrecer distintas formas de aplicación de los medios alternativos de la jurisdicción especial. (Romero, s.f.b). El autor señalará que, de esta manera, la soberanía reside en el pueblo; así, refuerza la idea de la justicia comunal como expresión del derecho vivo.

La justicia comunal, como un subsistema jurídico, debe organizarse para su despliegue a partir de los diversos medios alternativos (Romero, s.f.b). Un punto importante en las formas de operación de la justicia comunal es el papel del juez comunal, como sujeto de arbitraje para la resolución de conflictos, mediación y conciliación. Romero reconoce que

en la medida en que estos jueces son reconocidos como sujetos territoriales de derecho, con personería jurídica, automáticamente son percibidos y convertidos en integrantes del Estado; y no como un acto real del derecho vivo.

Por último, señalará Romero que: “el arbitraje es un mecanismo ágil, expedito y libre de formalismos para resolver controversias sin que se llegue a instancias judiciales” (Romero, s.f.b). Este mecanismo es una forma alternativa de reparar y entender las contradicciones o tensiones entre los sujetos.

Derecho vivo, justicia comunal y poder popular Este artículo representa una reflexión acerca de la relación que existe entre el derecho vivo, como lo plantea Eugen Ehrlich, y la justicia comunitaria como formas de justicia y poder popular, principalmente de las comunas en Venezuela.

Empezaremos diciendo que Romero, haciendo uso de la teoría kelseniana, reconoce la existencia de variadas posiciones del derecho; supeditada dicha interpretación según la forma y contexto en el que se enuncie (Romero, s.f.a).

Romero, en Derecho, justicia comunal y poder popular, presenta el Derecho como una dialéctica entre actores y sujetos, en cuanto a que son estos los encargados de construir la justicia como equidad del comportamiento entre sí mismos. A partir de las formas con las que se construye el derecho y la justicia, “la justicia comunal es el contexto que ha de dar cuenta sobre la vida de la gente en la comuna o comunidad” (Romero, s.f.a).

Desde la sociología del derecho, la dialéctica entre sujetos y actores, que configuran las formas jurídicas de la justicia comunal, corresponde a relaciones de interacción y aprehensión del otro, y

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permiten interpretarse como realidades sociales en construcción. Generalmente, esta dialéctica se constituye como una práctica tácita y no planeada por el pueblo organizado; es, como lo diría el autor, una realización no pensada, en el sentido jurídico.

Esta llamada justicia comunal, debido a la necesaria y exorable participación de sujetos y actores, es impulsada por la cotidianidad, que, a su vez, permite configurar estas formas jurídicas en dinámicas, similares, al derecho vivo; debido a la emergencia y aplicabilidad en los territorios donde se desenvuelve. (Romero, s.f.a). Aun así, tanto la justicia comunal como la normativa son realidades previas al surgimiento del derecho mismo.

Parados desde las dinámicas de la justicia comunal que señala Romero, la justicia normativa, monopolizada por el Estado, gesta, en sus mismas prácticas, un fetichismo, que obliga la necesidad de concretar y proveer la ley, de una manera efectiva y operable de manera positivista y encaminada hacia sí misma y no hacia la realidad social; esta justicia normativa es tan solo otra manera de dominar hegemónicamente la conciencia. (Romero, s.f.a). Si la justicia comunal, al igual que la justicia normativa, propendiera a la conformación e imposición de leyes en lo real, esto podría concebirse como otra forma más de fetichización.

La justicia comunal, entonces –dirá Romero (s.f.a)–, tiene el desafío de hacer y/o de transformar la ley por compromisos, como mecanismo propio de esta dinámica, y que opera con mayor coherencia, según el modelo y las formas espontaneas de justicia en la organización comunal. Estos compromisos deben crear corresponsabilidad y estrechar vínculos entre las personas, el poder popular y el poder público nacional. Las formas como se constituye la justicia comunal, principalmente,

giran alrededor de las prácticas de autogobierno y gestión territorial de las comunas.

Los enfoques positivistas, haciendo comparación al modelo de justicia comunal, buscan la aplicación y cumplimiento de las reglas, de tal manera que, más de una vez, deja por fuera las diversas interpretaciones, principios y valores que conforman la axiología de los campos sociales. En esta medida, la justicia comunal, como respuesta a la justicia normativa, se configura como el medio encargado de procurar salvar la equidad, la paz y evitar que se gesten campos para la discriminación de las diferencias socioculturales, económicas, de género o étnicas. En esta medida, cuando los sujetos que operan la justicia comunal crean jurisdicción en las comunas, “están estableciendo vías societales de solución según la interpretación constitucional del derecho humano” (Romero, s.f.a).

Nicolás Espinoza El justo comunitario, las leyes y la justicia en una región con fuerte presencia del conflicto armado. Etnografía del pluralismo jurídico en la Sierra de la Macarena Dentro del contexto de guerra colombiana, se han establecido diferentes formas de organización jurídica, por fuera de los lineamientos estatales. El estudio de caso realizado por Nicolás Espinoza, se desenvuelve en las zonas rurales de la Sierra de la Macanera, en donde la presencia del grupo armado farc-ep, ha asumido gran parte del sistema normativo de la población, junto a las Mesas de Conciliación y las Juntas de Acción Comunal (jac).

En un relato desarrollado en medio del conflicto entre una campesina y un comandante de la guerrilla. Doña Tamara, campesina de la región,

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al percatarse de que dos nuevos milicianos de la guerrilla habían robado un revolver de casa de un campesino vecino, presentó la queja ante su esposo, quien era presidente de la jac y quien amenazó con hablar directamente con la guerrilla si el revolver no era devuelto. En medio de esto, el comandante guerrillero del área "Alejo", mostrándose indignado por la petición del presidente de la jac, citó a una reunión en la escuela del pueblo para "amenazar" y tratar mal a Doña Tamara y a su esposo. Los dos campesinos, en vista de los ultrajes y amenazas de que su ganado sería confiscado, optaron por hablar con los superiores de "Alejo", por lo cual se dirigieron al Ocarro, lugar en donde se concentra el campamento de los jefes guerrilleros. Allí se reunieron con el comandante "Aristóbulo", quien se encargó de sancionar a "Alejo" bajándolo del cargo y quitándole su arma. Por último, la relatora explica que la forma de proceder fue aprendida de un antiguo comandante que también estuvo a cargo de la región.

El segundo caso titulado “la finca” hace mención a un relato contado por un vecino que presenció la venta de un terreno en una vereda aledaña al Socorro. La propietaria, Doña Delia, vendió su terreno inicialmente en 7 millones a un joven apodado “Cielorraso”, el cual le entregó 3 millones en principio, pactando un plazo posterior para pagar el saldo restante. Tras la primera entrega del pago, Doña Delia permitió que su ganado pastara en el terreno que ya había sido sembrado por “Cielorraso” con anticipación, lo que desembocó en que el ganado se comiera todo el cultivo sembrado por el joven propietario. Llegada la fecha de pago, “Cielorraso” no logró conseguir los cuatro millones restantes, por lo cual entrego dos millones y medio más, y valoró el daño del cultivo en

$200.000.oo. Días después, una comisión de la guerrilla apareció en casa de “Cielorraso” reclamando 1'800.000.oo faltantes de la compra, a lo que el joven propietario se opuso argumentando que el saldo real era 1’500.000.oo menos los costos del daño a los cultivos. La comisión guerrillera, defendiendo a Doña Delia, exigió la firma de un documento que estipulara una fecha de pago para el 1'800.000.oo. Ante la situación “Cielorraso” habla con un comandante superior de la guerrilla, quien para solucionar el problema termina pidiendo un pago a “Cielorraso” de 1'500.000.oo y no poder reclamar el dinero de sus cultivos El caso tres, titulado “la canoa” se desarrolla a partir de un torneo de futbol interveredal, practicado en la Macarena durante el mes de agosto.

Para presenciar su inauguración, debe asistir una comisión de deportistas de cada vereda a la cabecera municipal. Desde la Vereda Regadales salió, río abajo, la comisión de deportistas, pese a que la cabecera municipal se encuentra a 8 horas de la vereda y se interpone a mitad de río un raudal que dificulta la navegación. Para el transporte de los deportistas, el equipo compró la gasolina y se pidió prestada la canoa de la jac; sin embargo, el motor de la canoa se encontraba en la cabecera veredal, dentro de la canoa del secretario de la junta, Don Julio, por lo cual los encargados del comité de deportes tenían que ir por la canoa de Don Julio y bajar en ella hasta donde estaba amarrada la canoa de la junta, cambiar de canoa y seguir hasta la cabecera municipal.

Debido a que la canoa de Don Julio era más grande, los deportistas decidieron seguir derecho en ella sin hacer el cambio; no obstante, al llegar al caudal, el paso era imposible, por ello, optaron por dejarla amarrada y continuar a pie, hasta

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encontrar del otro lado del raudal alguien que los ayudara a terminar el recorrido. Al regreso de los deportistas, se encontraron con que el río había bajado y la cuerda que amarraba la canoa no había soportado su peso, la canoa se soltó y bajó por el raudal, el cual logró esquivar para terminar encallada en una orilla del río. Tres de los deportistas bajaron a buscar la canoa e intentaron subir con ella por el raudal, con tan mala suerte que en el primer intento la canoa dio un vuelco y terminó contra una roca que la partió en pedazos. Durante la jac, se discutió el accidente, en donde tras varias deliberaciones se resolvió mediante voto en la asamblea, sin recurrir al comité de conciliación o a la guerrilla, dado que era un asunto comunitario. En últimas, se resolvió que la canoa y el motor serían pagados en mitad por quien estaba manipulando la canoa y en mitad por el resto de la comisión.

Frente a los tres casos mencionados anteriormente, Espinoza analiza que, en poblaciones que se han visto fuertemente afectadas por la guerra, el derecho oficial carece de cobertura, por lo cual, la organización jurídica de estos lugares se ha visto configurada a partir de normas comunitarias denominadas: justo comunitario.

El justo comunitario se configura a partir de la identificación de un conflicto que viole los manuales de convivencia establecidos en la comunidad. En este sentido, el justo comunitario es el criterio normativo bajo el cual se procede a la acción en medio de un conflicto comunal.

El justo comunitario representa una configuración normativa legitima entre los campesinos de la Sierra de la Macarena, dado que es creada a partir de lo que la tradición y la experiencia concreta han reconocido como “justo”, concepción que, en últimas, se limita por criterios morales

universales. En este sentido, el sistema normativo adquiere legitimidad en cuanto sus lineamientos se orienten hacia lo “justo”.

Empero, pese a la legitimidad comunal existente sobre las normas, aparece otra opción que permite el cumplimiento de la ley, la cual, puede recurrir al uso de la fuerza, esta opción es la guerrilla. De esta forma, las farc-ep han permitido afianzar la estructura del justo comunitario, dados los valores sociales y políticos que declaran. Espinoza dice: “las acciones de la guerrilla –en términos de la guerrilla de resolución de conflictos, de control social y de normatividad comunitaria– son legales en la medida en que se ciñan, defiendan y hagan respetar lo justo” (Espinoza, 2010, p. 18) Si bien, pareciese endeble, la organización jurídica del justo comunitario es más que poseedora de verdad y posibilita la persuasión entre los individuos de la comunidad que se encuentran en conflicto, a lo cual Espinoza denomina topoi –haciendo uso de la categoría construida por Boaventura de Sousa–, que se describe como “un tipo de consideraciones generales y puntos de vista u opiniones comúnmente aceptados” (Espinoza, 2010, p. 19). De esta forma, las normas se hacen leyes legítimas y merecen cumplimiento, dado que, primeramente, corresponden a un consenso comunal y, seguidamente, son justas en la medida en que perpetúan la convivencia y la estabilidad social.

Entre la justicia guerrillera y la justicia campesina ¿un nuevo modelo de justicia comunitaria?

Nicolás Espinosa hace varios aportes desde los casos de estudio tomados, principalmente, en los llanos orientales; más específicamente, en la región

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de la Sierra de la Macarena. En este texto, esencialmente, presenta cuatro casos de ejemplo, los cuales sirven para contextualizar y materializar sus disertaciones sobre la justicia comunitaria.

Este estudio pretende buscar y presentar la relación entre los campesinos y la guerrilla, en cuanto a las formas como cada grupo social, distintos entre sí, construyen sus nociones de justicia y la operan. A esta relación, entre las formas como operan la justicia los distintos actores en ese espacio, campesinos y guerrilla, Espinosa (2003) los ha clasificado dentro de las categorías analíticas de justicia comunitaria y justicia guerrillera, respectivamente.

En los cuatro casos presentados por Espinoza, se muestran las distintas formas como la guerrilla de las farc-ep y la jac conllevan y abordan diferentes problemáticas, especialmente entre vecinos, y emiten juicios para la resolución de conflictos. Lo importante aquí, más allá de la revisión puntual de los cuatro casos, es el tipo de relaciones de poder en el territorio. Tanto la guerrilla como la jac son tenidas en cuenta en determinados casos y la gravedad de la problemática hace que se recurra a uno u otro agente.

La existencia de varios operadores de justicia en un mismo espacio no deja libre o en el vacío la elección a los campesinos sobre la asociación; ante esto, la jac recomienda a los campesinos que se incorporen a sus reuniones y se organicen en torno a ella, y la guerrilla, en algunos casos, hace de carácter obligatorio a los vecinos de las veredas, que se incorporen a la jac. De esta manera, la jac actúa, en los casos y el espacio descrito por Espinosa, como la forma de organización de los campesinos y vecinos de las veredas; la diferencia entre la guerrilla y la jac, aunque ambas son

operadoras de justicia, es que solo la segunda posee la potestad para organizar campesinos y vecinos en torno a ella, como lo han pactado todos los operadores de justicia en ese territorio.

Algo interesante para mencionar con respecto a la guerrilla y su jurisdicción es: lo legítimo y legal –desde la jurisdicción guerrillera en los campesinos– para determinada región no es igual que para otra; los distintos bloques y comandantes de la guerrilla han adaptado las normas con respecto a cada región y vereda, determinando que las normas de un lugar no son ciento por ciento iguales o válidas en otra.

“Ambos agentes «guerrilla» y «comunidad» dan forma a lo que se entiende por «otra justicia» (Espinosa, 2003, p. 139). La otra justicia se entiende como la tensión entre distintos operadores de justicia, donde estos son, a su vez, distintos del aparato estatal legal. La otra justicia es el resultante entre la tensión entre agentes operadores de justicia. Como podemos ver, en los casos señalados por Espinosa, el ejercicio de un agente no interrumpe al otro, aunque sí hay que aclarar que tienen un orden, donde si uno actúa, el otro se mantiene al margen, dando fluidez al mismo proceso, el cual busca el esclarecimiento de lo justo para los campesinos y vecinos de la región.

Hablar de otras justicias es reconocer, de facto, la existencia de aparatos alternativos para la resolución de conflictos y la operación de justicia, lejos del órgano estatal (Espinosa, 2003, p. 139). Espinosa dirá, entonces, que con la crisis del aparato judicial estatal, la justicia formal escasea y no logra responder acorde y plenamente a los problemas sociales. En suma, el fácil acceso a la justicia en las veredas termina por darle mayor legitimidad y permanencia a la operación de otras justicias.

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Segunda Parte

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¿Existen diferencias entre la «justicia comunal» y la «justicia comunitaria»?

Cuando se realiza la lectura de estos dos autores, el primero de origen venezolano y el segundo de origen colombiano, encontramos bastantes puntos interesantes de discusión sobre las formas como, localmente, se opera la justicia. América Latina, como se señalaba en la introducción, tiene una configuración sui generis en cuanto a las formas de percibir y entender el derecho. La historia de nuestra región latinoamericana y del caribe ha configurado Estados débiles, donde la instrumentalización del Estado, desde un paradigma eurocéntrico, ha desconocido durante la parametrización de las leyes las distintas realidades locales concretas en el intra Estado. Usando una categoría de Julieta Lemaitre, a lo largo y ancho de los estados latinoamericanos y del caribe, se han configurado “zonas sin ley” como espacios donde el Estado no tiene una cobertura eficiente y eficaz, en cuanto a la atención de las necesidades y problemáticas sociales en su territorio. Las “zonas sin ley”, desde la oficialidad del sistema, el Estado y las élites, son zonas pre-modernas o anti-civilización. (Lemaitre-Ripoll, 2011).

Es importante tener en cuenta la opinión Ariza-Santamaría (2010, p. 6-8), cuando describe la aparición de mecanismos alternativos a la formalidad del Estado mismo; de esta manera, las prácticas culturales y sociales de justicia no surgen como respuesta opuesta o reactiva a una ausencia del Estado. Estas configuraciones, propias de justicia, predominantemente, se encuentran en las comunidades marginales, grupos minoritarios, pueblos ancestrales y todo lo excluido del derecho formal institucional.

La aparición de unas formas de justicia, que nace desde el pueblo y en función por y para sí mismos, es un rasgo característico de América Latina; Boaventura de Sousa (1991), en su texto –Estado, derecho y luchas sociales–, también señala estructuras de justicia que nacen directamente desde las favelas; el caso señalado por él, es –pasargada–, así que este fenómeno de alteridad frente al Estado es una condición general en toda la región, indiscriminadamente del idioma o contextos concretos; es una respuesta desde América Latina y el Caribe hacía el sistema del mundo actual: América Latina y el Caribe no es occidente, somos latinoamericanos.

Ahora, haciendo análisis más profundos sobre ambos postulados de Romero y Espinosa, juntos llegan a conjeturas válidas sobre la justicia comunitaria –o comunal, en el caso de Romero–; no obstante, es difícil llegar a conclusiones frente a si hay diferencia entre un concepto u otro. Existe un rasgo interesante con respecto a los casos señalados por Romero y Espinosa: en el primero, la organización está dada desde la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; mientras que, desde el segundo, son los mismos campesinos –e incluso la guerrilla– quienes se organizan en torno a unas jac en favor de atender sus tensiones y problemáticas locales concretas. Este rasgo se podría determinar en la diferencia entre conceptos, lo cual, radica en el origen de la expresión originaria de la organización comunal. La justicia comunal sería cuando su origen radica en la intensión misma del Estado por acercarse a las comunidades, y la comunitaria cuando es espontáneo dentro de las comunidades.

Sin embargo, ante este juego de palabras, no podemos desconocer que el objetivo de cada

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expresión, bien sea comunal o comunitaria, termina con un mismo objetivo: acercarse a la institucionalidad del Estado, retomando así lo dicho por Ariza-Santamaría: “las formas jurídicas alternativas al Estado buscarán, entonces, convivir armónicamente entre sujetos, objetos, instituciones, y el Estado mismo” (2010, p. 10-12). Si usáramos la categoría de derecho vivo, de Ehrlich, se podría subcategorizar –a juicio de este documento– estas expresiones señaladas por Romero y por Espinosa como derecho vivo comunal y derecho vivo comunitario, respectivamente. Dicha subcategorización se propone, dado que la real diferencia entre estos dos aspectos, como ya se ha tratado de dejar claro, radica en el punto originario de la expresión de asociación no-formal para operar justicia, desde el Estado hacia las comunidades o desde las comunidades mismas; respectivamente.

Es importante señalar que, independientemente de esta distinción entre categorías, lo realmente importante es que dichas expresiones –a juicio del documento– no pertenecen plenamente a formas revolucionarias de organización jurídica, en cuanto a que, bien sea justicia comunitaria o justicia comunal, juntas desean la incorporación al Estado y su aparato jurídico oficial formal. Si bien son usos alternativos de las formas jurídicas, no son formas jurídicas alternativas, puesto que son un mecanismo más, como el Estado domina, (Ariza-Santamaría, 2010, p. 18). Cabe aclarar que, de una revisión a priori, el caso de la justicia guerrillera, señalada por Espinosa, sí contendría elementos para configurarse como formas jurídicas alternativas, en tanto poseen una estructura similar a la de un aparato estatal, mas, no está vinculado al Estado –incluso, la misma historia nos demuestra que son contra estatales–.

Por último, es importante reconocer que, en la realidad pura, como señala la dialéctica materialista, su aprehensión e interpretación está abierta a la subjetividad, configurada, a su vez, por la del contexto local concreto, la carga axiológica, el capital cultural y los campos sociales presentes en determinado contexto local concreto (Schütz, 1999).

Sería desconsiderado, incorrecto e incoherente configurar todo un estado del arte o una ley general de cómo operaría la justicia comunitaria –o comunal–, incluso, el mismo derecho vivo, en tanto cada realidad local concreta configura sus propias formas y legitimidades, constatándose cada una como una verdad «sui generis per se ipsum».

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Referencias Ariza-Santamaría, R. (2010). El derecho profano. Justicia indígena, justicia informal y otras manera de realizar lo justo. Bogotá: Universidad Externado de Colombia Boaventura de Sousa, S. (1991). Estado, derecho y luchas sociales. Bogotá: Instituto Latinoamericano de Servicios Legales (ilsa).

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Madrid: Editorial mad s. l.

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Carlos Andrés Ardila Ortiz

Estudiante de Sociología.

Correo-e: caardilao@unal.edu.co

Luis Ernesto Cala Gacha

Estudiante de Sociología.

Correo-e: lecalag@unal.edu.co

Laura Natalia Campos Castañeda

Estudiante de Sociología.

Correo-e: lncamposc@unal.edu.co

María Valentina Pino Osorio

La c onst ruc c ión de l c onc e pto de Li b er t ad de sde e l siglo x i al x viii 1

Estudiante de Sociología.

Correo-e: mvpinoo@unal.edu.co

Lina Porras Herrera

Estudiante de Sociología.

Correo-e: lzporrash@unal.edu.co

Laura Rincón Jurado

Estudiante de Sociología.

Correo-e: lrinconj@unal.edu.co

Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia

Resumen:

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En este trabajo, se presenta un recorrido a través de los diferentes procesos históricos que transformaron el concepto de libertad entre los inicios de la Baja Edad Media y la antesala de la Revolución Francesa. En primer lugar, se habla de la libertad anterior a las fundaciones de los primeros burgos en la Alta Edad Media, la cual se basaba en una percepción comunitaria y centrada en las tradiciones. Posteriormente, se explica la libertad de tipo jurídico que se dio en las primeras ciudades europeas; esta libertad fue luchada y pactada por los burgueses, y era reconocida como un producto de relaciones sociales, los cuales habían cambiado y podían volver a ser modificadas; por eso, también, había que luchar por su mantenimiento. Finalmente, se llega a la libertad del siglo XVIII, la libertad del liberalismo. Esta se caracteriza por ser natural e individual. Así, se encontró que algunas de las prácticas que influyeron en la transformación del concepto fueron la estructuración de los estados soberanos y absolutos, el crecimiento de la economía capitalista, la fundación de las primeras ciudades medievales, la forma de religiosidad protestante, el desarrollo de la vida urbana y su proceso de racionalización.

1 Trabajo final desarrollado para la asignatura Estructura de la Sociedad Moderna I

Palabras clave: Libertad, Burguesía, Edad Media, Individuo, Modernidad.

Vol. 1, Núm 1, 2017

Introducción Como cualquier concepto, aquel referente a la libertad se ha construido y reconstruido a lo largo de la historia. En el presente ensayo se busca estudiar el cambio de este concepto por medio de diferentes prácticas sociales que se desarrollaron entre los siglos xi y xviii. Por lo que, se pueden identificar tres maneras diferentes de entender la libertad, las cuales, aunque no se desarrollaron de manera homogénea en toda Europa, se pueden diferenciar cronológicamente. De esta manera, el presente trabajo se organizará en tres momentos: el primero busca ser una contextualización sobre la organización social de la Alta Edad Media, y el concepto de libertad orgánica y comunitaria que se desarrollaba en las comunidades rurales. Luego, se pasará a explicar la formación de las primeras ciudades desde el siglo xi, las transformaciones que se produjeron en la cotidianidad social, y cómo estos afectaron la formación de un segundo tipo de libertad, de carácter individual pero restringido solo a algunos grupos sociales en específico. Conviene subrayar que el primer tipo de

libertad se siguió presentando en las comunidades rurales de la Baja Edad Media, mientras en las ciudades ya se formaba el segundo tipo de libertad, siendo las dos relativamente paralelas. Finalmente, se hablará de la última transformación del concepto de libertad que se relaciona a las prácticas pertenecientes a los siglos xvii y xviii, las cuales,

más adelante, terminan extendiendo la libertad a la humanidad, pero que no alcanzarán a romper por completo las estructuras sociales duales del feudalismo hasta la Revolución Francesa (Romero, 1999, p. 102) y, posteriormente, en otras regiones europeas.

Primera Parte La Alta Edad Media – El sistema feudal En primer lugar, es importante tener en cuenta que, aunque se haga una diferenciación entre “sociedad medieval” y “sociedad capitalista”, las fuerzas económicas y sociales que caracterizan a la sociedad moderna ya se habían desarrollado en el seno de la sociedad medieval entre los siglos xii y xiv.

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El periodo de la Alta Edad Media se puede visualizar de dos maneras diferentes: por un lado, en cuanto al desarrollo científico, el cual se puede afirmar que fue casi nulo, ya que la mayoría de la población prevaleció en la ignorancia, promovida por las clases dominantes de la época y, por el otro lado, en esta época, se ven los inicios del capitalismo, lo cual ayudará, más adelante, al asentamiento de la clase burguesa. Las clases dominantes de la época: la nobleza y la iglesia, promovían el sentimiento de seguridad entre los siervos, y una solidaridad para la prevalencia de la economía que manejaba cada feudo. Esta es la causa de que no se tome en cuenta una libertad individual sino una comunal, ya que no se buscaba un beneficio propio, lo que es causado, también, por la imposibilidad de moverse dentro de los diferentes estamentos y dentro del territorio; en consecuencia de ello, los individuos no generaron el sentimiento de soledad o de duda, característicos de la Edad Moderna actual, ya que sus obligaciones, además de contribuir al bien común, se desempeñan alrededor de sus iguales y eran mecánicas.

En la sociedad medieval, el hombre no se concebía como individuo, excepto a través de su papel social, puesto que “[…] el hombre era consciente de sí mismo tan sólo como miembro de una raza, pueblo, partido, familia o corporación; tan sólo a través de alguna categoría general […]” (Burckhardt, 1921, como se citó en Fromm, 2011, p. 64); este se hallaba arraigado a un todo estructurado y, al hacer parte de aquel orden, le proporcionaba un grado de seguridad. Adicionalmente, todavía, no se había desarrollado la conciencia del propio yo individual y del mundo como entidades separadas.

Por una parte, el sistema económico feudal se basaba en un principio de cooperación y

estaba regulado por normas capaces de controlar la competencia; por otra parte, no había, en la Edad Media, un gobierno fuerte que pudiera hacerse cargo de todo. Por consiguiente, la organización se basaba en un sistema de obligaciones mutuas y de servicios, y la posesión de la tierra, como única fuente de riqueza, trajo al clero y a la nobleza el poder para gobernar.

La vida personal, económica y social se hallaba dominada por reglas y obligaciones de las que, prácticamente, era imposible escapar; en este constructo social y económico, bajo sus reglas y obligaciones, no se permitía el espacio a la duda e inseguridad, pues las represiones eran exageradas. “Dentro de los límites de su esfera social el individuo disfrutaba realmente de mucha libertad para poder expresar su yo en el trabajo y en su vida emocional [...] existía un grado considerable de individualismo concreto dentro de la vida real” (Fromm, 2011 p. 63).

Dentro de este contexto, donde la libertad individual se encontraba supeditada a la comunidad, la libertad política se expresaba bajo la supremacía del derecho como expresión de las costumbres y hábitos de la comunidad que el señor feudal debía respetar, por lo que ella vivía bajo la libertad de sus propias leyes, las cuales determinaban los ámbitos de su vida (Carlyle, 1942, p. 35). Esta autodeterminación de la comunidad, se mantuvo a lo largo de la Alta y Baja Edad Media, hasta que llegó a enfrentarse, en los siglos xvi y xvii, con los objetivos homogenizadores del Estado absolutista, que, difícilmente, pudieron llegar a incidir en la vida del hombre común, encerrado en los segmentos autónomos comunitarios (Marquardt, 2013, p. 143).

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Segunda Parte Formación de Burgos En la Baja Edad Media, las ciudades eran pequeñas, en un mundo predominantemente rural, pues las tierras eran especialmente importantes por ser centros de producción. En el siglo xi, inició un proceso de urbanización por el nacimiento de numerosas ciudades que surgían, en su mayoría, “como consecuencia del establecimiento de mercaderes y artesanos en las proximidades de un núcleo fortificado o ‘burgo’. A la larga, la palabra burgo designar[ía] sin más al poblado recién creado, llamándose en consecuencia burgueses a sus habitantes.” (Valdeón-Baruque, 2007, p. 9) Estas atrajeron diversas poblaciones, las cuales venían con diferentes condiciones sociales y económicas; por ejemplo, campesinos que se escapaban de los feudos en los que habían vivido siempre y quienes llegaban a las ciudades atraídos por mejores oportunidades que les mostraban las nuevas actividades artesanales; beneficiándose, así, de la libertad que, en ella, se respiraba, pasando de esta forma, a ser parte de la mano de obra de la naciente manufactura (posteriormente industria), en la cual se basaba la nueva economía (Pirenne, 1971, p. 99). El campo enviaba sus excedentes agrarios a las ciudades, adquiriendo, a cambio, los productos elaborados que necesitaba. (Valdeón-Baruque, 2007, p. 10) También existieron casos en los que los señores feudales se trasladaron a ciudades para dedicarse al comercio, actividad que se veía muy bien remunerada; esto causa una redistribución de clases sociales, la cuales dependía, esencialmente, de la acumulación de capital, dejando de lado la acumulación de grandes extensiones de tierra, característico de los centros feudales. (Pirenne, 1980, p. 99).

En cuanto al mercado, sus nuevas funciones tuvieron efectos, de cierto modo, impactantes; esto porque el mercado medieval se caracterizaba por ser relativamente pequeño y tener un funcionamiento comprensible, […] el productor sabía aproximadamente cuánto debía producir y la cantidad y precio de sus productos; sin embargo, ahora debía producir para un mercado más amplio, en donde las leyes impredecibles de este, determinaban la venta de los productos y su beneficio. (Fromm, 2011, p. 81)

De esta manera, el individuo se convirtió en dueño de su destino: suyo sería el riesgo, suyo el beneficio, pero esto a través de la moneda, la cual se convirtió en un gran factor de “igualdad” humana y resultó más poderosa que el nacimiento y la casta. No obstante, las relaciones con los otros hombres, ahora que cada uno era un competidor potencial, se habían tornado lejanas y hostiles: […] los comienzos del capitalismo destruyeron las relaciones naturales entre el individuo y la comunidad, disolvieron los lazos naturales entre el individuo y su familia, su posición social y su lugar preestablecido en la sociedad, al tiempo que zarandearon toda jerarquía y estabilidad, volviendo fluidas las relaciones sociales, la distribución de cases y los estratos sociales, así como el asentamiento de individuos en estos. (Heller, 1944, p. 9)

Gremios Se puede decir que la organización económica de la ciudad fue relativamente estática; los artesanos, desde el último período de la Edad

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Media, se hallaban unidos en sus gremios, además, estaban organizados en una división entre maestros y aprendices, lo cual se relacionaba con las necesidades de la comunidad. Por lo general, el miembro de la corporación podía estar seguro de que viviría con el fruto de su trabajo, ya que, entre otras garantías, estas corporaciones impedían toda competencia entre sus miembros y aseguraban cierto grado de bienestar.

No obstante, en la última parte de la Edad Media, el gran capital y el comercio monopolista adquirieron una creciente importancia, trayendo una serie de desventajas y preocupaciones para quienes estaban inmersos en el sistema anterior y acostumbrados a su funcionamiento, “la relativa estabilidad de la posición de los artesanos y de los mercaderes fue debilitándose, hasta que se derrumbó por completo durante el siglo xvi” (Fromm, 2011, p. 75-76). Con esto, por una parte, algunos gremios empezaron a admitir, solamente, a las personas que dispusieran de un cierto capital; por otra parte, muchos miembros de las corporaciones se empobrecieron y tuvieron que buscar ocupaciones externas, pasando a ser pequeños comerciantes que se empezaron a aferrar al ideal tradicional de la independencia económica. Los gremios fueron de las últimas instituciones orgánicas que perduraron.

El problema central viene cuando las actuaciones de una persona, de forma individual, afectan negativamente las actividades de otro individuo; ahí es cuando se produce un ambiente negativo en la producción del consumo; estos son considerados problemas económicos, ya que son efectos colaterales a sujetos que no son ni compradores ni vendedores; en general, esto especifica el fin de las relaciones tradicionales de

fraternidad que están supeditadas a la competencia por la movilidad.

Economía Con la eliminación de los gremios como grupo incluyente de la sociedad, se da una corriente llamada mercantilismo, la cual, a su vez, nace del liberalismo económico. Esta corriente se destaca por la siguiente expresión “una nación no se puede enriquecer si no es a costa de qué otra empobrezca” (Factoría Histórica, 2011, web); para instrumentar esta política, el mercantilismo recurrió a todo tipo de prácticas de intervención del estado en la economía y la protección del comercio exterior.

Esta protección incentivó la regulación estatal y la promoción segura de industrias manufactureras, las cuales, al pasar el tiempo, alcanzaron su máximo esplendor en Francia. Dentro de esta época, la máxima preocupación fueron los aspectos éticos o los fines de la economía, los conceptos de precio y salario justos, la idea de un orden natural en el que imperara la armonía y no el conflicto de intereses que eran, entre otros, uno de los temas centrales de esta corriente de pensamiento.

Cuando se empezaron a constituir el comercio y las industrias, surgieron reglas que eran muy minuciosas, designadas para proteger; pero, aun cuando fueran sensatas, eran siempre muy tediosas para los fabricantes. El resultado natural de que se fuese demasiado lejos en aquel control, tenía que ser un movimiento para ir en la contraria, para sembrar el deseo de que las restricciones fueran más livianas; aparecen, entonces, las ideas del liberalismo económico.

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“La creciente rebeldía según Adam Smith era contra las tres R del mercantilismo: restricción, regulación y represión. Los inconformismos surgían porque se querían aprovechar todas las oportunidades que el comercio y la industria en expansión ofrecían” (Huberman, 1936, p. 83) conocían el poder que el capital les daba y quieren ejercerlo libremente, estaban cansados de los mandatos y prohibiciones, y anhelaban un tráfico libre.

Con la generalización de la economía de tráfico mercantil, se rompe con la tradición escolástica, que, además de afectar los aspectos éticos de la economía, lo que es de mayor interés para los mercantilistas es su dimensión monetaria o lucrativa, haciendo de este modo reemplazable la “economía como ética” por la “economía como negocio” o forma de acumular riqueza, dando como título de esta larga etapa el término de economía política.

Concepto de libertad ii - libertad de casta o aristocrática Este tipo de libertad fue una de ciudadanos: la libertad, ser libre, era una condición jurídica que pertenecía a los habitantes de las ciudades (Pirenne, 2009, p. 104). También se puede decir que la libertad era algo que se obtenía y se mantenía mediante el consenso o la fuerza (Rossiaud, 1990, p. 153-154), no algo que se pretendiera natural. La burguesía –entendida como el conjunto de los habitantes de las ciudades entre los que no había diferencias jurídicas (Pirenne, 2009, p. 104)– quedó fuertemente separada de la masa rural, a la que pertenecía la mayoría de la población y que seguía en servidumbre. Para terminar de contrastar esta libertad con la que se desarrollará posteriormente

y, al mismo tiempo, postular la conexión entre las dos, cabe citar textualmente a Henri Pirenne: […] la burguesía [...] concibe la libertad como un monopolio. No hay nada menos liberal que el espíritu de casta que constituye su fuerza y que al final de la edad media se convertirá en un motivo de debilidad. Sin embargo, para esta burguesía tan cerrada estaba reservada la misión de difundir la libertad y la de convertirse, sin haberlo deseado, en la ocasión de la liberación gradual de las clases rurales (Pirenne, 1980, p. 139-140).

Tercera Parte Ciudades y su proceso de racionalización Con la formación de las ciudades, comienza un proceso de racionalización de las diferentes actitudes frente a diferentes problemas, tales como el concepto de hombre, sociedad y naturaleza, los cuales, a pesar de ya tener definido su significado, adquieren una nueva naturaleza.

Con el progresismo del siglo xviii, se desvanece toda tradición y devoción; hay una innumerable cantidad de vínculos que crean encadenamiento en la vida urbana, esta se vuelve centro de cambios y transformaciones.

En la sociedad burguesa, se presenta una apropiación del concepto de realismo, con el objetivo de afirmar la existencia de la realidad y el sostenimiento de la misma, esta se percibe como externa al individuo, puede ser estudiada y, de cierta forma, experimentada. “[…] en una misma operación, el individuo se transforma en sujeto cognoscente y la naturaleza en objeto de conocimiento” (Romero, 1999, p. 73), se empieza a percibir la

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naturaleza de forma objetiva. Dentro de la mentalidad burguesa se empieza a constituir la realidad operativa, la cual está relacionada con el conocer el objeto y aquello que lo rodea, y, a partir de aquellos datos de la experiencia, llegar a generalizaciones. (Romero, 1999, p. 63).

Además de la racionalización de los conceptos y la nueva percepción de la realidad, se genera el conocimiento científico que se va desarrollando a partir de las nacientes industrias, las cuales buscan una forma de especialización para sus trabajos. Se establece un capitalismo primitivo, que promueve los valores de la sociedad dominante, la burguesía, que con su poder tanto económico como político hace que las clases inferiores regresen a una posición de servidumbre.

En cuanto a los aspectos religiosos, el burgués empieza a tener conciencia de que Dios no va a intervenir directamente en su trabajo; por lo cual, este debe esforzarse y ahorrar para poder hacer una acumulación considerable de capital.

Adicionalmente, se empiezan a tomar las ideas como algo palpable y a velar por la búsqueda de un mejoramiento de la sociedad a través del conocimiento, se rechaza la solución de problemas mediante mitos y religiosidades, y la concepción del mundo empieza a hacerse desde un punto de vista práctico. (Romero, 1999)

Estado absolutista

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Aunque el estado absolutista fue creado para poder seguir reproduciendo el sistema feudal y, por lo tanto, la dominación sobre los campesinos a partir de las crisis económicas y sociales que había estado sufriendo el sistema nobiliario en los siglos xv y xvi, dentro de este como sistema complejo se

comenzaron a desarrollar diferentes instituciones y fenómenos relacionados con el cambio de concepto de libertad igualitario e individualista.

A partir de la generalización de la mediación del dinero en las relaciones de producción, así como del debilitamiento de la servidumbre como manera de dominación y extracción de la nobleza, esta se vio amenazada por lo que buscó la difícil conformación de un aparato de coerción más fuerte, capaz de mantener las relaciones de dominación ya presentadas a un nivel mayor, conformando, así, el estado absolutista (Anderson, 2002, p. 14). Aun así, otros autores no ven necesariamente la creación del estado solo como un proceso de pacto entre la nobleza por sus estructuras feudales amenazadas.

Marquardt (2013) explica la formación del estado absolutista como un proceso de pacificación interna, en busca de acabar con las guerras interregionales entre señores feudales, y que, además, busca generar un poder lo suficientemente fuerte para defenderse de los enemigos (imaginarios o reales) externos de Europa. Este proceso de pacificación interno pudo haber sido liderado tanto por pacto entre la nobleza, como lo fue en el sacro imperio romano, como por medio de una fuerza unilateral y una organización militar fuerte, en el caso de Francia; en cualquier caso, al no poder toda la nobleza participar en el poder centralista, se generaron fuertes tensiones entre ella.

Pero hay más, durante este proceso también se desarrollaron, en las regiones, relaciones entre la burguesía y el rey a favor de la centralización del poder, por medio de préstamos económicos, ya que favorecía a los burgueses en la conformación de un mercado “nacional” seguro para el comercio (Huberman, 2008, p. 86), al derribar

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las barreras que frenaban la producción burguesa (Heller, 1994, p. 13). Es así, como la centralización del poder para la creación del estado absolutista, trajo consigo una fuerte lucha entre el rey, la nobleza y la burguesía, de manera diferencial por Europa, generando tipos diferentes de naciones y, por ende, configurando el concepto de libertad de manera y momentos distintivos.

Con el propósito de mantener el estado absolutista, había que combinar elementos de legitimidad y costumbres propios de la edad media, con elementos de la racionalización del estado. Por lo tanto, los cambios que debía llevar a cabo el estado absolutista para poder volver eficiente el manejo del poder, debían mantener dominadas las diferentes facciones de la nación, esto se dio tanto por medio de un proceso de burocratización fuerte de las instituciones de control –sistema judicial y de impuestos–, un respeto a la autodeterminación de las comunidades en el nivel local, como mediante un fortalecimiento del ejército.

En primer lugar, para poder condensar las luchas de la nobleza y la burguesía alrededor del nuevo estado, se dio un resurgimiento de derecho romano como arma intelectual que respondía a las contradicciones de ambos grupos (Anderson, 2002, p. 22). La sección del derecho romano, referente al derecho civil –jux–, ayudaba a la consolidación legal de la propiedad privada, libre, absoluta e incondicional, bajo una tradición de equidad, de la burguesía que favorecía a su actividad mercantil y manufacturera. Mas, por otro lado el derecho romano poseía una sección de derecho público –lex–, donde legaliza la soberanía absoluta del rey –emperador en el contexto romano–, legitimando la concentración del poder de la clase aristocrática. Como

dice Anderson (2002, p. 22): “en otras palabras, el auge de la propiedad privada desde abajo, se vio equilibrado por el aumento de la autoridad pública desde arriba, encarnado en el poder discrecional del monarca”. La constitución de este sistema político, se relaciona con el comienzo de la disolución del sistema dual de privilegiados y no privilegiados, al ver a todos como súbditos por igual, aunque sea de manera formal.

Por otro lado, una característica importante del estado absolutista, desde la perspectiva de Marquardt (2013), es el proto-constitucionalismo que se genera en ella, donde se desarrolló un conjunto de leyes fundamentales inquebrantables por el mismo rey, por lo que, fenómenos como la tiranía, despotismo y usurpación de poder no eran justificables. Dentro de este grupo leyes, se comenzaron a proteger diferentes garantías individuales a nivel nacional, tanto con respecto a la protección del sistema penal como a la propiedad, siendo los precursores de los derechos individuales que se desarrollaron desde la filosofía en el siglo xviii. Debido a esto, se comienza a hablar de individuos como iguales, sin importar su origen y lugar en el sistema estamental, aunque política y socialmente existan, todavía, fuertes desigualdades. En algunos casos, el sistema judicial terminó, igualmente, protegiendo a los mismos individuos de los abusos cometidos por los poderes segmentarios, como lo fue en el caso de las brujas de Liechtenstein (Marquardt, 2013, p. 110).

Planteada así la cuestión, se puede ver cómo, desde la institución judicial del absolutismo, se comienza a generar una primera visión igualitaria de los individuos en el plano de la garantía y los derechos, la cual se confronta con la visión aristocrática de la libertad, propia de la segunda

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libertad. A pesar de ello y de forma paralela, plantea una nueva confrontación con la antigua capacidad de las comunidades de auto-determinarse, ya que, ahora, se busca que se cumpla una jurisdicción general en toda la nación, a pesar de las leyes locales –basadas en costumbres– que manejaba cada comunidad, negando su libertad de manejar su propia vida. “La idea general del estado jurisdiccional fue garantizar en todo el territorio los mismos estándares de justicia” (Marquardt, 2013, p. 155). Se mantuvo, empero, en muchos casos un sistema judicial local, anclado a los señoríos feudales, el cual siguió siendo manejado por la comunidad cerrada a las intervenciones desde arriba, además de que cada región deseaba generar un derecho propio, siendo la única condición que estas respetaran las leyes fundamentales consagradas en el sistema judicial supralocal o las diferentes proto-constituciones de la época (Marquardt, 2013, p. 157). Antes bien, esta condición no se cumplió en todos los casos ni regiones.

Además de proteger las garantías individuales, el sistema judicial fue creado para mediar los conflictos interregionales y evitar que estos se convirtieran en guerras. Siendo así, para poder mantener esta institución que estaba establecida a lo largo de todo el territorio y en diferentes niveles, se necesitó de una amplia burocracia.

Esta, al principio, estaba conformada por nobles y miembros de la iglesia, sin embargo, la necesidad de que estos puestos fueran manejados de manera eficiente hizo necesaria la profesionalización y racionalización de estos, por medio de la educación universitaria, a la cual, no solo accedían personas de la antigua nobleza, sino también de familias burguesas citadinas y hasta del campesinado, como es en el caso de la supralocal

de los señores que terminó dominando la corte; en contraste con la libertad “aristocrática” que nombra Agnes Heller (1994), la cual se desarrollaba durante el renacimiento en Italia, donde el acceso al poder gubernamental estaba restringido a las burguesía más pudiente y la nobleza.

Lo anterior condujo, por un lado, a que la burocracia se volviera una posibilidad para el ascenso social (Marquardt, 2013, p. 158-175) y la mediana dislocación de la antigua relación entre la nobleza y el poder, asociado a la disolución de las relaciones de lealtad, dentro del sistema estatal, por relaciones mediadas por el dinero. Por otro lado la necesidad cada vez mayor de un aparato más amplio, necesitó de un creciente número de burócratas, lo que aumentaba la oportunidad de entrar en él. Se puede ver acá cómo la pertenencia a un antiguo estamento comienza a volverse, cada vez, menos importante, en una sociedad donde lo individual y sus méritos comienzan a ganar espacio en la sociedad orgánica y comunal. Igualmente, la aristocracia buscó mantenerse dentro de este poder, principalmente, en los cargos más altos, por medio de su reconversión de propietarios de tierras a burguesía o la forma que fuera necesaria durante la época (Anderson, 2002, p. 43) Además de mantener el sistema judicial a lo largo del territorio, el naciente sistema absolutista debía mantener un ejército profesional permanente, tanto para mantener la coacción dentro del estado como en defensa del territorio de enemigos externos. Estas dos instituciones, especialmente, necesitaron de la creación de un sistema eficiente de financiación, por medio del cobro de impuesto, el cual, para mantenerse, sufrió el mismo proceso de burocratización y profesionalización del sistema judicial. Así mismo, se conformó

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un acuerdo entre la burguesía y los reyes/nobleza para mantener los costos del complejo aparato estatal, generando un acercamiento entre las empresas bancarias y el estado; en algunos casos, confiriendo distintos puestos pertinentes a su posición social, haciendo todavía presente el viejo sistema de castas (Anderson, 2002, p. 40).

Cabe concluir que: la institución del estado absolutista se encontró y participó en un juego de fuerzas de diferentes grupos sociales, con diferentes objetivos políticos, como el mantenimiento del sistema nobiliario, perseverancia de la autonomía comunitaria, el ascenso social de la burguesía y la expansión de su actividad, la centralización del poder y la coerción, la protección de garantías, entre otros. Haciendo de esta época un momento de transición y transposición poco homogéneo entre diferentes estructuras sociales y conceptos de libertad, tanto de manera consciente como inconsciente, debido a las diferencias en los procesos entre las sociedades europeas.

Economía Dentro del concepto de libertad, se incluye el liberalismo económico; hablando de forma comercial, podemos definir este concepto, dentro de la primera fase de la revolución industrial, como un modelo del estado y económico, Adam Smith es considerado como el fundador del liberalismo económico y el creador del periodo de los llamados economistas clásicos, el propósito principal de Smith con el liberalismo económico era el de descubrir el procedimiento de enriquecer al estado, pero llega a la conclusión, en una de sus obras, de que este es totalmente dependiente del enriquecimiento individual y personal.

En el liberalismo económico, es protagonista el juego de la oferta y la demanda que, progresivamente, se convierte en la mano invisible que rige el mundo económico y, a la larga, equilibran la producción y el consumo de los diversos artículos. La ideología de esta corriente se centra en la trilogía ganancia, ahorro y capital, la cual favoreció el proceso de industrialización, la creación de mercados mundiales, la acumulación de capitales y el surgimiento de empresas gigantescas; todas estas dimensiones reflejadas en la segunda fase de la revolución industrial.

Frente a aquella ruptura de la sociedad, el liberalismo pasa, de tener unas bases morales y éticas de mutua lealtad, aun a costa del beneficio, a estar basado en el egoísmo; y el desprendimiento de los gremios, a causa de la envidia nacida a raíz de la competencia, se transforma en ganar más dinero, orgullo y ser superior al otro. Citando a Manuel María Bru: “el problema del liberalismo consiste en que el individualismo puro y duro, es ideología perversa porque fundamenta la política y la economía en el egoísmo humano” (2009, web).

Por otra parte, es importante tener en cuenta los hechos que se desencadenaron a partir de la reforma, ya que se afirma que las doctrinas protestantes prepararon psicológicamente al individuo para el papel que tendría que desempeñar en el moderno sistema industrial que se estaba posicionando. Antes de la reforma, se creía estrictamente en aquella relación con Dios, fundada en la pertenencia a la iglesia, es decir, se afrontaba aquella experiencia como parte integrante de un grupo; en cambio, con las ideas de Lutero, el individuo se encuentra solo frente a Dios y, así mismo, debe encarar tal experiencia.

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[…] desde el punto de vista psicológico este individualismo espiritual no es muy distinto al económico. En ambos casos el individuo se halla completamente solo y en su aislamiento debe enfrentar un poder superior: sea éste el de Dios, el de los competidores, o el de fuerzas económicas impersonales. (Fromm, 2011, p. 140).

Vida urbana

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Los habitantes de las primeras ciudades de la modernidad occidental se enfrentaron a un estilo de vida muy distinto al que habían llevado en el campo. Esto se debe a que, en las ciudades, se encuentran personas de posiciones sociales diversas, las cuales debían convivir conjuntamente; en palabras de Jacques Rossiaud: “condición preliminar de toda cultura urbana: aprender a vivir en la promiscuidad, y, en primer lugar, aceptar la relación con gente ajena a la propia costumbre y a la propia lengua” (1990, p. 156). Algunos de los problemas que tenían los habitantes eran el suministro de agua y alimentos, las epidemias, la limpieza, la construcción y los incendios (Pounds, 1999, p. 338).

Es primordial tener en cuenta que un privilegio de las ciudades era la actividad comercial, allí estaba permitido celebrar mercados y ferias (Pounds, 1999, p. 337). Esto explica que el capitalismo haya podido disolver los lazos feudales y posibilitar el rechazo de las normas cristianas de las de ese tipo de sociedad (Heller, 1994, p. 88). Al mismo tiempo, se impuso el uso del dinero como criterio de diferenciación social y la mentalidad mercantil; practicantes de todos los oficios, empezaron a vender su trabajo, y los ciudadanos comenzaron a preocuparse por los cambios del capital y de los mercados. Con el tiempo, se instaló una conciencia sobre el valor del trabajo (Rossiaud, 1990, p. 160).

Otra emergente práctica de la vida urbana fue la lectura, gracias al acceso a los libros impresos y al aumento en el nivel de educación. Se estima que, entre 1500 y 1800, el aumento de la alfabetización fue considerable incluso entre siglo y siglo (Burke, 1978, pp. 350-353). Este es un fenómeno que no es solo mucho más propio de la ciudad que del campo, sino que, también, se da más entre protestantes que entre católicos. (Burke, 1978, pp.

351-352). A través de estas prácticas de convivencia, cuidado de la economía y lectura, se preparó el camino para el surgimiento del tercer tipo de libertad del que se está hablando aquí, la libertad liberal. Al vivir distintas clases de personas juntas y darle tanta importancia al dinero y al mercado, comenzó a haber cierta igualdad en la forma en que las personas eran medidas –el dinero– y, al mismo tiempo, el reconocimiento de las diferencias que enfrentaban día a día. Siendo los habitantes de las ciudades muy distintos entre sí, todos vivían ya en una economía de mercado donde el dinero era el criterio medidor y diferenciador, ya no el estamento. Junto a lo anterior, la lectura y la alfabetización contribuyeron a individualizar más a los habitantes de las ciudades. Ya no solo era individual su consumo y sus relaciones económicas sino su acceso al conocimiento.

Sobre el protestantismo La expansión del protestantismo fue de gran importancia para el posterior desarrollo de la libertad liberal. En términos de De Ruggiero, el liberalismo tiene una fuerza espiritual cuya primera muestra se encuentra en la reforma protestante (1944, p. 17). Con la reforma, aparece, para los fieles, la posibilidad de tener una relación directa con Dios, de aquí se desprende el racionalismo

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individualista (Ayala, 1941, p. 15). También hay que tener en cuenta que la libre interpretación de la biblia, promovida por Lutero, es, al mismo tiempo, la libre interpretación de las propias facultades y actitudes; esta práctica, llamada libre examen de la escritura, es fuente de libertad religiosa y, a su vez, de todo el liberalismo moderno (Ruggiero, 1944, p.

18-26). Específicamente en las comunidades calvinistas, hubo una igualdad entre los miembros de la comunidad y una posibilidad de ascenso que se puede considerar embrión de la mentalidad democrática por la elección, desde abajo, de los ministros religiosos. También, en estas comunidades, los individuos daban, a la totalidad, parte de los derechos que se habían proclamado en su propia consciencia, aquí está en germen el contrato social de Rousseau (Ruggiero, 1944, p. 20-21). En estas prácticas protestantes, se observa un espíritu que no solo es cristiano, sino que es liberal o, al menos, proto-liberal. Sin la posibilidad de enfrentarse individualmente con Dios y con su palabra, ni la existencia de estas comunidades que empezaron a vivir de forma democrática según como concebían la religión, no se hubiera llegado a la libertad universalista del liberalismo.

pequeña muestra de pensamiento liberal maduro, permítasenos citar unos fragmentos del contrato social de Jean-Jacques Rousseau: “esta libertad común es consecuencia de la naturaleza humana [...] renunciar a su libertad es renunciar a su condición de hombre, a los derechos de la humanidad y aun a sus deberes” (1999, pp. 5-10).

Conclusiones Así, podemos decir que hemos visto diversas prácticas, las cuales, en distintos momentos, posibilitaron el cambio en el concepto de libertad. Las prácticas de formación de burgos junto con las revoluciones comunales, donde los primeros burgueses arrancaron derechos al poder feudal, fueron las que permitieron el paso del primer concepto de libertad aquí identificado al segundo. Las prácticas de formación de estado absolutista, el desarrollo de la economía capitalista, las nuevas formas de relacionarse en la ciudad, la nueva religión junto a la nueva religiosidad en general y el proceso de racionalización permitieron el paso de la libertada de casta originaria del siglo ii, a la libertad liberal racionalizada y consolidada en el xviii.

Concepto libertad iii Este tercer concepto de libertad se refiere a la libertad del liberalismo como se llegó a entenderla a finales del siglo xviii. Aquí, la libertad no es jurídica y perteneciente a unos pocos que pudieron conseguirla, sino que se entiende como natural, como inherente al hombre. Ya no se trata de que una clase emergente arranque libertades al poder tradicional, sino de que el estado reconoce los derechos de los individuos porque estos provienen de una libertad natural (Ruggiero, 1944, p. 30). Solo para dar una

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Luis A. Nope G.

Estudiante de Sociología y Ciencia Política Correo-e: lanopeg@unal.edu.co

Carlos R. Medina M.

Estudiante de Sociología.

Correo-e: crmedinam@unal.edu.co

Edwin A. Alvarado A.

Estudiante de Sociología.

Correo-e: eaalvaradoalv@unal.edu.co

H istoriograf í a y c onst ruc c ión d e pe rspe c t ivas s obre e l e nre jado d e la U nive rsidad N ac ional de C olombia- se de Bogot á 1

Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia

Resumen:

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En forma contraria a lo que muchos podrían pensar, el campus de la Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá no solo se concibió como un territorio en el cual agrupar edificaciones y llevar estrictamente procesos académicos. Si bien, esta es una parte importante con la que se inició para avanzar en las ideas de modernidad y progreso del país en las primeras décadas del siglo xx, el espacio fue también concebido bajo una perspectiva de libre acceso, un espacio para la ciudad, en tanto público. Sin embargo, distintas circunstancias político-sociales y económicas han logrado incidir en decisiones que han afectado la perspectiva inicial, logrando consolidar mecanismos obstaculizantes al libre acceso, el libre tránsito y, por supuesto, se han transformado las dinámicas mismas de la vida universitaria. Es, precisamente este último aspecto, referente a las transformaciones en las dinámicas dentro del campus universitario como consecuencia del enrejado como medida obstaculizante, lo que se desarrollara en este trabajo. Se mostrarán las perspectivas generacionales que se tienen frente a la decisión de aislar el campus universitario del resto de la ciudad a través de la implementación del enrejado, además de sus perspectivas de los cambios de la dinámica de la vida universitaria.

1 Trabajo final desarrollado para la asignatura Métodos Cualitativos.

Palabras clave: Campus universitario, Enrejado, Espacio, Política Institucional, Territorio.

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Introducción En este proyecto nos proponemos investigar, por medio de metodologías cualitativas, cómo se percibe el fenómeno del enrejamiento por parte de la comunidad del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá, con el fin de dar cuenta de la percepción que se ha configurado. Abordaremos el tema a partir de los estudiantes, egresados y profesores del Departamento, y se han delimitado los espacios físicos para indagar en los siguientes puntos: entrada Calle 26, entrada Calle 45 y el jardín del Freud.

Nos parece pertinente el estudio porque este fenómeno se encuentra estrechamente relacionado con nuestro entorno y nuestras prácticas cotidianas como estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá. Igualmente, nos pareció interesante analizar la forma en la que este fenómeno se articula con la normatividad institucional; además, se ve como una herramienta de seguridad que, en el fondo, guarda otros significados asociados.

La pregunta que nos hicimos fue: ¿Cómo ha repercutido la implementación de la malla periférica alrededor de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, en las cotidianidades del estudiantado, en términos de autodeterminación del espacio y el desarrollo sobre este?

Metodología Para este proyecto, nos basaremos en metodologías cualitativas de investigación, utilizando herramientas como búsqueda de muestras por oportunidad para contactar con los actores que consideramos significativos para entender este fenómeno, para el caso estudiantes, egresados y profesores del departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá.

Uno de los métodos que utilizaremos será la observación. Por medio de esta, podremos darnos cuenta de las dinámicas en la entrada de la Universidad, en donde se objetiviza la reja y seremos capaces de adentrarnos en la comunidad de manera más personal, para poder entender sus lógicas, tensiones y jerarquías. La técnica que consideramos más apropiada para este caso son las

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entrevistas semi-estructuradas, ya que, a partir de ellas, en últimas, entenderemos las lógicas que rodean el fenómeno del enrejado en la Universidad ; por lo que, enfatizaremos en nuestra pregunta investigativa, por medio de la cual recolectaremos la información necesaria de las fuentes a las que logremos acceder.

En cuanto al aporte a la metodología, consideramos que la investigación nos ayudará a fortalecer y aplicar conocimientos relacionados con técnicas y herramientas propias de la metodología cualitativa; además, la experiencia nos ayudará a entender y afrontar sus limitaciones en la práctica. Podemos suponer que, a partir de nuestra interrelación con estos actores, daremos cuenta de algunas de las formas de organización por las cuales se establecieron las dinámicas espaciales en la Universidad; asimismo, suponemos una relación estrecha entre antigüedad, territorialidad y prácticas estudiantiles.

Nuestra pregunta inicial será, más que una guía irrevocable del camino que debe seguir nuestra investigación, un acercamiento que, a partir de la experiencia investigativa, puede irse modificando para redirigir la mirada y las estrategias investigativas en distintas direcciones, particularidades y actores.

Marco Histórico Construcción y perspectiva del campus universitario La Universidad Nacional de Colombia fue fundada el 22 de septiembre de 18672 y sus primeras décadas de funcionamiento se vivieron en algunas edificaciones del centro de la ciudad de

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2 La Universidad Nacional de Colombia se crea mediante la Ley 66 de 1867.

Bogotá. Estas edificaciones no se encontraban, en ninguna forma, de manera contigua; se encontraban distribuidas en distintos puntos del centro de la ciudad, por lo cual, los estudiantes, para tomar algunas clases impartidas en otra de las edificaciones, debía necesariamente salir a las calles y transitar junto con los demás ciudadanos. Sin embargo, durante las primeras décadas del siglo xx, se introdujeron en Latinoamérica las ideas de “modernidad y progreso con base en el modelo europeo” (Hernández-Medina, 2014, p. 5), lo cual, implicaba necesariamente darles mayor atención a los procesos de educación, puesto que solo a través de ella era posible “alcanzar tal espíritu de la modernidad” (Hernández-Medina, 2014, p. 5) y, por ende, el progreso mismo. Si bien, en Colombia se empezaron a realizar esfuerzos en el aspecto de la educación, por ejemplo, la apertura de becas para estudiar en Europa bajo la condición de volver y aplicar esos conocimientos en el país o la creación de centros técnicos con profesores traídos desde Europa, también se empezó una discusión entre los poderes políticos tradicionales respecto a la importancia y/o relevancia que tendría para el país generar procesos propios de conocimiento y, en tanto, la construcción de un espacio específico que integrará distintos saberes que permitieran el avance del país.

Fue hasta 1936, cuando los liberales habían logrado nuevamente llegar al poder, que se empezó la materialización de un espacio específico, donde se encontrarán los saberes que permitieran el desarrollo del país; fue, durante el mandato de Alfonso López Pumarejo –1934-1938–, que se llevó a cabo la construcción de un campus universitario3, 3 El actual campus de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá está construido “sobre predio comprado por el Gobierno

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el cual contó con la asesoría de los alemanes Fritz Karsen –exrector de la escuela Karl Marx y experto en pedagogía– y Leopoldo Rother –Arquitecto vinculado, en la época, a la Sección de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas–.

Karsen, teniendo en cuenta las observaciones y exigencias del Gobierno Nacional frente a la construcción de un campus universitario, encaminando la integralidad de los saberes y la rápida conectividad que debería existir entre los centros de saber –las facultades–, propone la construcción de dos anillos viales paralelos, con conexiones entre sí, lo que permitió una conexión entre lo interno y lo externo.

corresponden al campus universitario; también se pueden apreciar las vías cortas que conectan los anillos. No obstante, el poco desarrollo urbanístico no permite que se logren definir unos límites del campus universitario más allá de los que tiene con el barrio lindante y la vía aparentemente alterna.

Figura 2. Plano Universidad Nacional 1939 – Arquitecto Leopoldo Rother.

Fuente: Hernández-Medina (2014, p. 10)

Figura 1. Aerofotografía igac – 03 de marzo de 1938.

Fuente: Villegas (2010, p. 28)

La figura 1 corresponde al año de 1938; en esta, se puede visualizar, en la parte inferior izquierda, las primeras edificaciones del barrio Acevedo Tejada, con sus respectivas vías internas y aquella que conecta con una vía alterna, aparentemente principal y que correspondería a la nqs o Carrera 30; igualmente, existe una conexión entre el barrio y los avances de construcción de los anillos viales que

Por otra parte, en la figura 2, se presenta el plano de 1939, elaborado por Rother, el cual, corresponde al campus universitario o Ciudad Universitaria y permite apreciar, no solo el diseño al interior del campus, sino también las vías de la ciudad, las cuales marcarían los límites espaciales o territoriales del campus; de esta manera, aparecen las siguientes vías como límites4: la Carrera 30 o nqs, la Carrera 50, la Calle 26, el barrio Acevedo Tejada y, por último, la Calle 53. Estos límites también se pueden apreciar en la figura 3. Si bien, toda 4 Ver también la Imagen 4. En esta se presenta una vista desde

Nacional en terrenos de la Hacienda El Salitre” (Hernández, 2014, p. 5).

arriba del campus y de las principales vías para el año 1949.

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edificación o proyecto de construcción se acompaña de un(os) plano(s), en el caso particular del campus universitario, el Gobierno Nacional lo visualizaba como un proyecto sin límites definidos, en tanto, integrado y parte de la misma ciudad en distintas maneras; por una parte, no se contemplaba una discontinuidad en las vías de la ciudad con las del campus, es decir, no debía existir ningún tipo restricción para que los vehículos transitaran por los anillos viales.

En segundo lugar, no estaba contemplaba una barrera que permitiera la separación entre lo que es el campus con la ciudad y, en esa forma, que fuera un obstáculo para el libre tránsito de las personas; incluso, estaba proyectado el campus para que hiciera las veces de parque, donde las personas realizaran diferentes actividades; es, por tanto, que cobra sentido la construcción de grandes espacios deportivos5 dentro del campus universitario y de grandes espacios verdes.

Resulta interesante el hecho de que el plano del campus y la proyección del Gobierno Nacional no se conectaron, en otras palabras, el plano establecía, a partir del linde con vías principales, los límites del campus, así como con determinadas edificaciones y construcciones deportivas. Por el otro lado, el Gobierno Nacional lo contempla como un espacio para todos, un territorio sin límites visibles, en tanto, un territorio de libre acceso y de libre participación, entendiendo esto último como la posibilidad de generar distintas actividades, las cuales no necesariamente correspondan al ámbito académico.

Figura 3. Campus Universitario-Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá 1947.

Fuente: Villegas (2010, p. 33)

Cambios frente a la perspectiva del campus universitario Una vez terminado el periodo de los liberales en el poder, nuevamente asumen los conservadores, quienes llevaron a cabo procesos de recuperación ideológica e, incluso, de resistencia a la ideología comunista. Entre las medidas de recuperación y resistencia ideológica estaba devolver a la Iglesia Católica el control sobre la educación, ahora, incluso, sobre la superior, así: “[…] durante las diferentes administraciones vigentes durante los años aquí considerados, se toman medidas que están enfocadas a aplacar la autonomía universitaria: de tal forma el Estatuto Orgánico que inicialmente rige

5 Ver figura 3, se presentan el campus universitario en perspectiva

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occidente-oriente, se logra apreciar que no contaba con restricciones como rejas u otras, por tanto de libre acceso, con grandes espacios verdes y espacios deportivos.

a la Universidad Nacional es abolido mediante el Decreto 3708 de 1950, se reduce la participación y representación de los diferentes

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estamentos universitarios (estudiantes, profesores y trabajadores) en el Consejo Superior y se le asigna un puesto al episcopado colombiano.” (Hernández-Medina, 2014, p. 18)

Figura 4. Campus Universitario-Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá 1949.

Fuente: Villegas (2010, p. 35)

Las medidas adoptadas por los conservadores fueron aceleradas y consideradas abruptas, las consecuencias de dicha acción fueron el inicio de la confrontación directa contra el Estado y sus instituciones por parte de estudiantes y profesores. No resulta claro el por qué; sin embargo, otras de las medidas que encendieron el conflicto fueron el propender por “la privatización de la educación superior a través de la implementación de mecanismos como la oferta de becas y el alza del valor de las matrículas” (Hernández-Medina, 2014, p. 18). Esto implicaría un cambio de perspectiva radical, en la medida en que la Universidad, como tal, estaría sesgando el acceso a un determinado sector social con una

determinada capacidad monetaria, en tanto, dejaría de ser un espacio para todos en todos los ámbitos; simplemente, se permitirá un acceso limitado, el cual consistiría en poder acceder a la utilización de medios deportivos y zonas verdes.

Las confrontaciones, a las que todos estos hechos abren paso, empiezan abrir, igualmente, el debate en las salas de poder, sobre si los estudiantes deberían tener “injerencia en lo político o, simplemente dedicarse a la actividad académica.”

(Hernández-Medina, 2014, p. 18). Sobre este aspecto, tiene gran incidencia la intervención que los Estados Unidos había empezado a hacer en Latinoamérica a través de La Alianza para el Progreso, un programa para frenar la avanzada de las ideas de izquierda promulgadas por la Revolución Cubana en los países latinoamericanos. Entre las mecánicas utilizadas por el país norteamericano se encuentran: “las recomendaciones formuladas por expertos en temas de educación, que guiaban las decisiones en el ámbito de la instrucción en Colombia.” (Hernández-Medina, 2014, p. 19) Las circunstancias político-sociales habían generado en el país un proceso de desplazamiento forzado o voluntario, mas, en cualquiera de los dos casos, la consecuencia se ligaba con el conflicto armado interno. Los desplazados se trasladaron a las ciudades principales, entre ellas Bogotá, generando un crecimiento poblacional, en tanto, un “crecimiento de la ciudad y el problema de las viviendas ilegales” (Preciado-Beltrán, Leal-Pulido & Almanza-Castañeda, 2005, p. 216) el poco desarrollo industrial que se tenía no alcanzaba a cubrir laboralmente a la población, presentándose un desabastecimiento de trabajo. Se empieza a utilizar el espacio público y se convierte, progresivamente, en el escenario de multitud de factores negativos: la

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contaminación ambiental, las basuras, las invasiones del sector informal (Castro & Escobar, 1992), es decir, se presenta un incremento en los negocios de calle, puestos ambulantes; en la comercialización ilegal de productos y, por supuesto, se incrementa la criminalidad en las ciudades.

Figura 5. Campus Universitario-Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá 1972.

Fuente: Villegas (2010, p. 50).

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Para mediados de la década de los 70, se empieza a discutir en las instancias institucionales, incluso en la máxima, el Consejo Superior Universitario (csu), la posibilidad de aislar la Universidad del resto de la ciudad, como una medida preventiva frente al incremento de la inseguridad, la cual, había, incluso, logrado penetrar en el campus universitario e instaurado, en las residencias universitarias, la comercialización de sustancias psicoactivas y el fomento de desórdenes de todo tipo.

Desde el punto de contemplación, generado en las instancias institucionales de la Universidad, las cuales se discutieron con el Gobierno Nacional a través del Ministro de Educación del momento, se empezó a generar un cambio de perspectiva

respecto a lo que debería ser lo público y, por tanto, una perspectiva sobre lo que debería ser la Universidad. Aunque no fue posible encontrar la perspectiva, sí puede llegar a ser interesante mirar si fue así, que el enrejado de la Universidad no se dio de manera abrupta, precisamente porque no se quería repetir situaciones de confrontación de años anteriores entre la institucionalidad y estudiantes/profesores; no obstante, sí es posible encontrar en las entrevistas que el enrejado de la Universidad fue un proceso lento, permitiendo la adaptación a este nuevo panorama por parte de las nuevas generaciones que eran admitidas.

El acceso a la información sobre las resoluciones o decretos que posibilitaron la construcción del enrejado de la Universidad, son documentos de difícil acceso, por no decir imposible.

Uno de los trabajadores del Archivo Central de la Universidad, en el momento de consultar por información referida al enrejado, indicó que incluso ellos no han logrado recoger ese tipo de documentos legales, los cuales darían respuesta a cómo se realizó el proceso de discusiones y aprobación del enrejado, incluso –explicó– que ni la dependencia de planeación tienen esa información. No obstante, Hernández-Medina (2014, pp. 60-65) indica que las discusiones finales, la aprobación y la ejecución de encerrar el campus se dio en el periodo entre 1975-1977.

Otra de las perspectivas que también puede llamar la atención respecto del por qué el csu toma la decisión de enrejar el campus es la tendencia urbanística. Desde principios de los años 70, como consecuencia de las problemáticas de criminalidad, por lo menos en el caso de Bogotá, se presenta una tendencia en la construcción particular e incluso colectiva, que rápidamente llegó

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a utilizarse en los procesos de construcción inmobiliaria, de aislar la propiedad a los demás particulares, como una medida de protección; convirtiéndolo en una tendencia; por ejemplo, en el caso de los hogares, se empiezan hablar de conjuntos cerrados, los cuales, algunas veces, adoptaban el carácter de ilegal, es decir, la misma comunidad toma la decisión de cerrar las vías de acceso a sus hogares e implementar vigilancia privada; en cuanto a las legales, son aquellos proyectos de vivienda realizados por inmobiliarias que cumplen con unos requisitos para lograr este objetivo.

El espacio es una dimensión común en la vida cotidiana, su asimilación e interpretación varía de cultura en cultura, incluso adquiere nuevos significados en el cambio generacional, no obstante, la apropiacion del bien común al que todos tienen acceso, es decir, de lo público se vuelve una discusión importante en la medida en que se empieza a generar una territorialización del espacio, en otras palabras, inicia un proceso de privatización del espacio.

La discusión sobre lo público y lo privado no corresponde a un ámbito meramente académico, destaca Hernández-Medina que la discusión no fue distante de las que se dieron en la Alcaldía de Bogotá , . (Castañeda, 2011, pp. 225-226).

Actualmente en la Universidad se continua retomando la discusión sobre lo público y lo privado, aun cuando con otros matices o en marcado en nuevas acciones institucionales para ejercer control sobre el espacio del campus universitario, por ejemplo, la instalación de cámaras de seguridad en lo alto de los edificios e incluso al interior de los mismos, así mismo como restringir el ingreso al campus en determinados días de la semana, brindar facultades de represión a los agentes de seguridad, entre otras.

Observación y análisis del entorno físico Observación de la entrada de calle 26 El primer ejercicio de observación que el grupo realizó se hizo dentro de la Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá, específicamente, en la que es conocida como la entrada de la 26. La entrada es conocida de esta manera porque justo frente a ella pasa la Avenida el Dorado –Calle 26–, una de las más importantes de Bogotá, la cual conecta el Aeropuerto el Dorado con el centro de la ciudad.

La entrada como tal cuenta con unas imponentes puertas blancas; en cada uno de sus extremos se encuentran unos cuartos, que son utilizados por el cuerpo de seguridad de la Universidad asignado a esta entrada. Algo característico de la entrada es que permite conectar visualmente lo externo con lo interno; esto se debe a que la puerta es una especie de reja con barrotes horizontales. La altura de la entrada tendrá aproximadamente unos 5 a 6 metros de alta, da la capacidad para que ingrese un vehículo de gran tamaño. En su parte superior, se encuentra una plancha que actúa como techo y permite guardarse de la lluvia. Ahora bien, otros detalles corresponden a una serie de daños en la puerta de la entrada, como la falta de algunos barrotes. En cuanto a los cuartos que se encuentran en los extremos de las puertas, estos cuentan con una serie de grafitis que contrastan con el blanco de las paredes. Después de los cuartos, haciendo el papel de divisor entre lo externo y lo interno, se encuentra una extensión de malla.

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Entrando al campus de la Universidad se encuentra un camino en cemento que conecta directamente con la Plaza Che. Al lado de este camino se encuentran unos edificios: A mano izquierda se encuentran los siguientes edificios Lenguas Extranjeras, Ingeniería Agrícola y Lingüística, y Sociología. A mano derecha se encuentran los siguientes edificios Filosofía, Diseño, Museo de Arquitectura, Polideportivo. En ese mismo trayecto, entre la entrada de la calle 26 y la Plaza che, se pueden encontrar varios espacios verdes y con grandes árboles, los cuales proporcionan una buena sombra cuando hace mucho sol; estos espacios son utilizados para sentarse en grupo y/o de manera solitaria.

Volviendo a la entrada. Durante el tiempo que el grupo estuvo haciendo la observación –octubre de 2015, aproximadamente desde las 9:30 de la mañana–, no se presentó un tráfico entrante importante de gente, la poca gente que entraba no era interrumpida en su ingreso por parte de los celadores. Algo destacable es que la entrada de la calle 26 permite abrirse de distintas maneras, siendo común, dos aperturas, una para el ingreso y otra para la salida. El funcionamiento de la entrada no solo es exclusivo de tránsito peatonal, es decir, de las personas a pie, también entran y salen bicicletas y los negocios de “estudiantes” –Chazas–. Los edificios arriba mencionados, cuentan con una serie de grafitis los cuales contrastan con el blanco de sus paredes. Los grafitos pueden pasar por distintas esencias, por decirlo de alguna manera.

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Observación de la entrada de la Calle 45 Este panorama no es muy distinto del que se puede observar en la entrada de la calle 45; existe un control sobre el ingreso, el cual, no es constante en su intensidad en todas las horas de actividad de la Universidad, su intensificación se da cuando no se presenta gran afluencia de personas buscando ingresar. Las personas que ingresan no cuentan con una homogeneización, por cuanto, claramente se aprecia una diversidad cultural y étnica, las cuales se distribuyen por el campus.

En la parte externa de la entrada se instalan comercios ambulantes de comidas rápidas, principalmente; mientras que, al interior, se observan los negocios de los estudiantes, el tránsito de las personas por los corredores viales, en algunos casos en espacios abiertos y verdes se puede ver personas descansando, charlando o en otro tipo de actividad. Se puede decir que los cambios están dados por la estructura de la portería, puesto que en la 45 la parte superior que actúa como techo es en realidad un puente, el cual, hace parte del anillo vial de la Universidad, la altura es menor y no cuenta con cubículos a los lados. Por otra parte, se presenta mayor abundancia de árboles, que podríamos denominar adultos, cuentan con gran tamaño, cuenta también con gran variedad de flores con colores amarillas y rojas.

No resulta una tarea sencilla, pero existe una diferencia en la concentración de olores entre la portería de la calle 26 y la calle 45. En la primera, debido a que cuenta con menos vegetación se pueden sentir con mayor intensidad las ráfagas de viento, que, en parte ayuda a que sean tan fuertes la Avenida el Dorado, debido a que inicia

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en los cerros orientales. Los olores varían rápidamente, precisamente a consecuencia de que el viento rápidamente aleja los olores. En contraposición, en la segunda por tener una enorme cantidad de árboles de Eucalipto, este olor es predominante, además porque no se presentan ráfagas fuertes de viento.

Observaciones en torno al enrejado de la Universidad Nacional de Colombia-Sede Bogotá A continuación, se presentan algunas de las observaciones que se han recogido por parte de cada uno de los integrantes del grupo frente a la dinámica que genera el enrejado de la Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá.

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La reja divide.

La reja permite que se configuren territorialidades particulares –dentro y fuera de la UN–.

La reja configura un aislamiento –se individualiza–.

La reja se presenta como una barrera de defensa frente a lo externo.

Las porterías o entradas permiten que exista una conexión entre lo interno y lo externo.

Las porterías o entradas son instrumentos de control de acceso.

Los celadores son igualmente un instrumento de control de acceso.

Las porterías y los celadores son igualmente los instrumentos que permiten la conexión entre lo interno y lo externo.

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Los instrumentos de control de acceso cuentan con unos tiempos específicos, los cuales permiten la conexión entre lo interno y lo externo, es decir, existe un tiempo de inactividad.

10. En el momento de conexión entre lo interno y lo externo puede evidenciarse, dependiendo del horario, una variación de intensidad y de flujos en los instrumentos de control –porterías y celadores–.

11. El control de acceso se puede categorizar como: comercial –entrada de chazas y mercancía–, vehicular motorizado –entrada de carros y motos–, vehicular no motorizada –entrada de bicicletas–, público ambulante.

12. Los instrumentos de control de acceso, dependiendo de la variación que presente en su intensidad, puede entrar en momentos de inestabilidad o colapso.

13. El ingreso de los individuos es válido en el momento que quieran, mientras los instrumentos de acceso estén activos.

14. La reja también permite denotar diferencias en el entorno, y el entorno permite que se desarrollen otras dinámicas sociales diferentes –charlar al aire libre sentado en el pasto, colgar una hamaca–.

Qué piensa él Freud (Grupo focal) En el transcurso de nuestra investigación, tuvimos la oportunidad de estar en contacto con un grupo de estudiantes de segundo semestre, quienes habitualmente participan en el entorno del jardín del Freud entre el edificio de sociología y

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el edificio de aulas de humanas. Los estudiantes compartieron con nosotros su experiencia en la vida universitaria, así como las diversas opiniones que tenían sobre el papel que juega la reja para el desenvolvimiento de la Universidad.

En primera medida, la percepción que los estudiantes tenían sobre la malla periférica correspondió a identificarla como un mecanismo de segregación, en la que se separaba y escogía quién entraba y quién no, discriminando por las características de pertenencia a la institución; aun así, la malla no solo se limitaba a una separación física, sino también representaba una separación simbólica que restringía el libre intercambio de pensamiento entre la ciudad y la universidad puesto que separaba los espacios de interacción, en palabras de una de las participantes, la reja “es también un método de separación de personas, entonces nosotros nos quedamos acá con nuestro conocimiento y nuestra población no puede saber qué piensan los estudiantes en cuanto a eso” (Angelica, cp, 2015); así pues, las reja también se constituye como un factor de producción de identidades entre el estudiantado y la otredad, del que no hace parte de la Universidad, en este sentido, se plantea una distinción dentro de los espacios de interacción, entre el afuera y los que son propios a las dinámicas universitarias.

De forma paralela, encontramos una postura desde la cual los estudiantes ven, en la maya, un grado independencia con las dinámicas exteriores, lo cual favorece el libre esparcimiento dentro de la Universidad, ya que la malla proporciona cierta seguridad frente a la posible delincuencia que pudiese ingresar de no existir el mecanismo; ante esto, otro de los participantes del grupo opina que “[...] pero más allá de eso, de pronto, se

pueda evidenciar una problemática en seguridad; de pronto la comunidad universitaria se comience a sentir insegura, en la medida en que cualquier persona puede entrar, no hay un limitante físico que permita”. (Andres, cp, 2015) En este sentido, se entiende que la malla proporciona en cierto sentido, un espacio de seguridad, diferenciándolo con las dinámicas externas en este ámbito.

Por último, como fruto de la discusión sobre el papel que juega la maya, se planteó la importancia de la amplia amalgama cultural que se presenta dentro de la Universidad y su relación con la cultura de la ciudad en general, visibilizando una tensión entre, la pretensión de seguridad y la importancia del ingreso de nuevas experiencias y formas de pensamiento que estarían en potencia de nutrir las dinámicas culturales de la vida universitaria. desde esta perspectiva, los participantes tomaron posición sobre cómo deberían generarse alternativas para propiciar un ambiente seguro y que no perdiera continuidad con las dinámicas externas, con el fin de que la universidad no se convirtiese en una isla, apartada del contexto de ciudad.

La vida universitaria sin la reja.

Entrevista a la profesora María Elvira Naranjo, estudiante de sociología a mediados de los 60 La profesora María Elvira Naranjo entró a realizar su pregrado en sociología en 1965, ella cuenta que estudió con el maestro Páramo y con Gabriel Restrepo para ese tiempo. En esa época, la universidad contaba con un muro bajo que rodeaba el campus, sobre todo en los lugares poblados que eran la entrada de la 45 y la de la calle 26; para

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entonces, no existían los problemas de inseguridad que existen hoy en el campus y la gente era muy diferente a la que estudia actualmente.

Ella considera que la reja se utiliza inadecuadamente, pues lo que se debería generar es un lazo, un sentido de pertenencia por la universidad, que permita desarrollar a los y las estudiantes libremente sin las restricciones de entrada, espacio y permanencia que existen hoy: “No me gusta la reja como se usa. No me gusta que los estudiantes no puedan estar de rumba allí. Nosotros hacíamos bailes con los corraleros del majagual en la cafetería central que quedaba donde ahora es diseño gráfico” (María Elvira Naranjo, cp, 2015). Sin embargo, reconoce que el problema de los jíbaros y los robos son muy graves al interior de la Universidad.

Ella nos cuenta que fue la mejor época de su vida, que fue maravillosa, que existía mucha solidaridad y calidez entre los “compas”, como los llama; además, había muchas cosas gratis o muy económicas como la cafetería y las residencias universitarias. Una pequeña descripción nos puede hacer imaginar un poco como era la universidad en su entonces:

entonces, cuando había tropeles en la “Nacho” la gente refugiaba a los estudiantes en sus casas pues los policías no podían entrar.

Considera que el encerrado permite que se cree un espacio importante para el esparcimiento, la imaginación y la construcción del pensamiento crítico en la Universidad, y, a su vez, no cree que la reja por sí misma encierra la Universidad, sino que, por el contrario, es la Universidad, como comunidad, la que le ha dado la espalda al país y no articula lo que sucede afuera con la academia: “En 2008 hubo una minga indígena maravillosa acampando en la Universidad con los estudiantes allí. Luego Marcha y Congreso alojados sin normalidad académica es absurdo”. (M. E. Naranjo, cp, 2015) Antes, en la Universidad, existía una complicidad entre todos, los celadores los trabajadores, todos eran como una gran familia: “Recuerdo que en los prados las parejas se amaban al terminar el día. Cuando ya estaba oscuro el celador de turno prendía la linterna desde lejos y silbaba para advertirles de su llegada”. (M. E. Naranjo, cp, 2015) Por último, ella nos deja un mensaje muy importante:

Potrero abierto hacia el occidente y hacia la 53

Guillermo Páramo… dice que la Universidad

con 50. El potrero era como un humedal... al

debe ser el espacio para la sabiduría y la cre-

menos vivía enlagunado y no se podía cruzar por

atividad sin afán, sin censura y sin eficiencia.

allí. La carrera 30 era mucho más angosta y la cal-

El muro permite un aislamiento necesario para

le 45 también. Pocos edificios y muchas casas con

que el pensamiento creador tenga sus mo-

jardines grandes. (M. E. Naranjo, CP, 2015)

mentos. Pero el vínculo con nuestra realidad

La relación con los vecinos de la Universidad era muy diferente, en esa época existía una solidaridad, porque, según nos cuenta ella, la gente apreciaba a los estudiantes porque ellos lucharon en contra de la dictadura de Rojas Pinilla,

social y cultural debe ser posible con trabajo de campo, prácticas intensas que permitan crear lazos y compromisos con los sectores populares como hacíamos con Camilo y Fals (M. E. Naranjo, cp, 2015).

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La vida en los 70 y la materialización del cambio.

Entrevista a una exalumna de trabajo social

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Débora Inés Medina se pensionó hace unos meses, luego de trabajar 25 años como trabajadora social en el área de recursos humanos del sena, pero aún recuerda cómo fueron sus días en la Universidad: fue admitida en la facultad de Trabajo Social en el primer semestre de 1976, y durante toda su vida universitaria vivió en las residencias femeninas, que, por ese entonces, aún existían en lo que hoy conocemos como el edificio Manuel Ancizar, frente a posgrados de Ciencias Humanas.

Para ese entonces, la Universidad era muy distinta de lo que hoy conocemos, Débora nos cuenta cómo funcionaba la Universidad, a esta ingresaba una cantidad bastante representativa de estudiantes de provincia, a los que la institución albergaba en cuatro unidades de vivienda: el Antonio Nariño, la unidad familiar Uriel Gutiérrez, La Gorgona y las residencias femeninas; dentro de sus predios funcionaban cafeterías estudiantiles subsidiadas y quien ingresaba como estudiante a la Universidad contaba con todo un sistema de subsidios para su sostenimiento en la universidad.

Era una época de altísima agitación social, el contexto político internacional propiciaba un ambiente de alto contenido político revolucionario y se pensaba que la transformación de la estructura social estaba a las puertas de la historia, pero que había que hacerlo pronto. En este sentido, la Universidad se mostraba como un espacio de reunión, de discusión de ideas y de confrontación política.

Al mismo tiempo, era una época de dura represión, donde la persecución era el común denominador

en Latinoamérica. En este sentido, la forma en la que funcionaba la Universidad representaba un peligro para el Estado, con los ánimos exaltados, se cuestionaba abiertamente la legitimidad del poder y su funcionamiento, dentro de un espacio abierto y concurrido por habitantes de todo el país. La solución, por parte del establecimiento, fue buscar la forma de desarticular los procesos internos por medio de la represión directa, acompañado del desmonte de los espacios de participación.

En gran parte, debido a esto, se dio el proceso por el cual se termina desmontando el sistema de cafeterías, de residencias y se colaboró para que se diera la medida de cercar la Universidad. Cuenta Débora que “si bien, ya existían problemáticas de drogas y seguridad, esa fue la excusa, pero la razón era política” (Débora Inés Medina, cp, 2015); así como que el encerrado de la Universidad no se aceptó de un día para otro, porque regularmente se habrían huecos a la reja, y, luego de que esta existiera, aún vivía gente en las residencias internas; no obstante, el continuo relevo generacional logró que se fuese olvidando cómo era la vida en la U antes de que se comenzará a desmontar esa universidad políticamente participativa.

Breve análisis del enrejado.

Extracto de la entrevista al profesor Oscar Iván Salazar del departamento de Sociología De la información recuperada sobre la entrevista hecha al profesor Oscar Iván Salazar, se puede resaltar un punto en común con la entrevista realizada a la profesora María Elvira Naranjo, y es la percepción negativa del encerramiento del campus universitario. Cuando el profesor (Oscar

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Iván Salazar, cp, 2015), señala que el enrejamiento responde a la tendencia que tiene la sociedad de estar encerrando las cosas y las instituciones, se hace evidente que la reja cumple no solo un papel de seguridad sino un papel de encierro y aislamiento. Mas, lo anterior no quiere decir, para el profesor, que la realidad de la Universidad no esté relacionada con la realidad de la ciudad y del país; por el contrario, cuando Óscar Iván menciona que dentro de la universidad también se construye realidad, está haciendo referencia a que, si bien se trata de realidades distintas, no están aisladas las unas de las otras.

Adicionalmente, es clave señalar la relación que establece el profesor entre la reja y el cuerpo de vigilancia de la universidad. En este sentido, Óscar Iván menciona que la reja por sí sola no garantiza ningún tipo de seguridad, no hace nada.

La efectividad de la reja está mediada por el accionar del cuerpo de seguridad de la universidad, qué es el encargado de limitar el acceso de las personas al campus y de llevar a cabo los protocolos de seguridad.

Conclusiones Durante el desarrollo del trabajo, se han podido tomar distintas posiciones y opiniones de los individuos, las cuales se han desarrollado en trabajos más académicos, es decir, que han contado con una mayor rigurosidad y aportan aspectos importantes a tener en cuenta para el desarrollo de esta temática del enrejado de la Universidad Nacional de Colombia-sede Bogotá.

Las distintas opiniones evidencian que existe una incidencia directa de las circunstancias político-sociales, las cuales, en algunos casos,

se mezclan con el aspecto económico, generando problemáticas mayores y de carácter interno que, en algunos casos, llegan a ser insostenibles o insoportables; tal es el caso de las residencias universitarias masculinas y femeninas, las cuales, en algún momento, hicieron parte del entorno del interior de la Universidad. Igualmente, se generan problemáticas que cuentan con un carácter generalizado en la sociedad, que no obvia el territorio que ocupa la Universidad; por ejemplo, la problemática de criminalidad en sus distintos niveles; empero, el más observable, señalado y penalizado es el robo de calle –raponazo, atraco con arma blanca, entre otras modalidades que puedan existir–, estas acciones han logrado ser insoportables y, en tanto, medidas como la consolidación de un cuerpo de seguridad han sido aceptadas por la comunidad universitaria –estudiantes, profesores, trabajadores–.

Evidentemente, en cuanto al enrejado del campus universitario se tomaron medidas menos aceleradas y abruptas, las cuales evitaron confrontaciones directas entre la institucionalidad y el resto de la comunidad universitaria. Sin lugar a dudas, las distintas opiniones dan cuenta de que es una medida que funciona, en cierta medida, para contrarrestar las problemáticas de criminalidad. En ese sentido, configura una noción de seguridad la existencia de la reja y de las porterías con sus respectivos vigilantes; nuevos procesos se están empezando a dar como el fenómeno de las cámaras en los edificios, cuestión que, con el cambio generacional, empezará a ser aceptado.

Por otra parte, esas nociones que emergen despiertan unas ciertas actitudes y aptitudes por parte de los estudiantes a partir de que cruzan las rejas e ingresan a la Universidad; se puede

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observar, en algunos casos, que los estudiantes pueden sacar sus aparatos tecnológicos sin temor, cuestión que fuera de la Universidad sería casi imposible debido al temor de ser robado.

Por tanto, se configuran unas relaciones distintas entre quienes hacen parte directa de la Universidad, se presenta, por llamarlo de alguna manera, una confiabilidad y, en algunos casos, una familiaridad por el hecho de ser de la Nacional; esto puede reflejarse en diferentes oportunidades fuera de la Universidad por dos personas desconocidas, quienes encuentran que pertenecen o pertenecieron a la Nacional.

Es totalmente razonable que las dinámicas al interior del campus cambien, debido, por una parte, a que los contextos sociales han cambiado; por otro, porque las políticas internas de la institución no son las mismas. Finalmente, se puede decir que el cambio generacional ha enfatizado, quizás levemente, pero ha generado procesos de cambio en la percepción del cómo vivir y actuar en la Universidad.

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Villegas, B. (2010). Bogotá vuelvo al pasado. Bogotá: Editores Villegas Asociados s.a.

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Me dic aliz ac ión ¿una e st rat e gia d e c ont rol para la l ibe r t ad? 1 Paula Cepeda Restrepo

Estudiante de Sociología.

Correo-e: pcepedar@unal.edu.co

Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia

Resumen: En la actualidad, ha aumentado el número de niños diagnosticados bajo diferentes trastornos, problemática que se ha convertido en el foco de muchas disciplinas; no obstante, en el presente ensayo se analizará esta situación desde una perspectiva foucaultiana y cuyo objetivo es encontrar las condiciones de pensamiento por las cuales se configura dicha problematización. Se realizará un recorrido histórico donde se evidencia el cambio de la forma de gobierno disciplinaria a la forma de gobierno actual: la bio-política. En ese sentido, se describirá el proceso en el cual la medicina individual se transforma en una medicina social, debido a la nueva racionalidad que se va configurando; la racionalidad de la bio-política y cómo, a partir de ella, la medicalización se sitúa como una estrategia de poder. Seguido a esto, se verán los efectos de estos cambios en el sujeto privilegiado del presente: la infancia. Por último, se dará cuenta de la relación entre la psiquiatría y la biología como una forma de darle estatuto científico al dispositivo psiquiátrico.

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1 Trabajo final desarrollado para la asignatura Teoría Sociológica: Michel Foucault.

Palabras clave: Medicalización, Infancia, Disciplina, Bio-Poder, Bio-Política.

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“El hecho de que exista la medicalización implica que la conducta, el comportamiento, el cuerpo humano, se vieron englobados, a partir del siglo xviii, en una red de medicalización cada vez más densa y más extensa, red que cuanto más funcionan menos cosas deja por fuera de control”.

(Foucault, 2000, p. 364).

Introducción Una de las apuestas foucaultianas consiste en hallar cómo han emergido ciertas problematizaciones, en encontrar cómo han podido interferir unos procesos con otros en la constitución de un dominio científico, de una estructura política y de una práctica moral, es decir, la relación Saber-Poder-Sujeto. En este sentido, en este ensayo busco ver cómo, en la constitución de nuevos diagnósticos psiquiátricos en los niños, se pueden encontrar las transformaciones de los mecanismos y de las técnicas de poder, así como las transformaciones del saber y la práctica moral.

Aproximadamente desde los años 70, en general, en Occidente, y, en Colombia, en las dos últimas décadas, se ha venido problematizando el gran aumento de los niños diagnosticados con diferentes trastornos, en especial con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (tdah).

Asimismo, se han desplegado diferentes técnicas para la normalización de estos individuos, dentro de las cuales ha proliferado el uso de los

fármacos. Frente a ello, ha surgido una gran controversia en la que se cuestiona la existencia de estos trastornos, sus causas, los métodos por los cuales se diagnostica y se trata –incluyendo el ya mencionado uso de medicamentos–, el posible supra-diagnóstico, y también el diagnóstico erróneo que conduce a un tratamiento inadecuado – trastornos del sueño, enfermedades de la vista o de la audición, abuso de sustancias, anemia, etc.–.

Es, a partir de ello, que surge mi inquietud sobre este tema; sin embargo, considero que es necesario abordarlo desde una perspectiva diferente, no en la que se cuestione la existencia o no de tales trastornos, sino desde una mirada foucaultiana. En este sentido, buscaré analizar estos nuevos diagnósticos como una forma de configurar nuevas subjetividades, como una forma de configurar bio-identidades, y darle una lectura a la medicalización como una estrategia del bio-poder, la cual implica, también, la relación con nuevos saberes.

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Bio-política en el dispositivo médico A finales del siglo xviii, se evidencia que las tecnologías del poder buscan el disciplinamiento de los cuerpos, ya no a través de técnicas por las que esos cuerpos quedaban bajo supervisión y se intentaba incrementar su fuerza útil mediante el ejercicio y el adiestramiento, sino por una tecnología que, aunque no excluye la anterior, sino que, más bien la integra y la modifica parcialmente, se dirige a la vida de los hombres; como lo dice Foucault, se destina no al hombre/ cuerpo sino al hombre vivo, al hombre ser viviente, en el límite, al hombre/especie, es decir, se trata del desarrollo de una técnica que no es individualizadora sino masificadora; se trata del paso de la anátomo-política a la bio-política de la especie humana (Foucault, 2010).

De esta manera, en todos los campos de la sociedad, esta transformación se va a reflejar en el mismo campo de la medicina y, por ello, esta, ahora, debe leerse en términos bio-políticos, esta lectura debe plantearse desde una comprensión de la práctica médica moderna, como una tecnología del bio-poder, no a un nivel individual sino colectivo. Y, como Foucault mismo lo dice, vemos que la medicina moderna no es una medicina individual, a pesar de estar mercantilizada en una economía capitalista, sino, por el contrario, la medicina moderna es una medicina social que tiene como base cierta tecnología del cuerpo social; ante esto, dice Foucault: [...] Con el capitalismo no se dio el pasaje de una

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medicina colectiva para una medicina privada, sino justamente lo contrario; el capitalismo,

desarrollándose a finales del siglo

xviii

e inicio

del siglo xix, socializó el cuerpo en cuanto fuerza de producción, fuerza de trabajo. El control de la sociedad sobre los individuos no se opera simplemente por la consciencia o por la ideología, sino que comienza en el cuerpo, con el cuerpo.

Fue en lo biológico, en lo somático, en lo corporal donde, antes que todo, invirtió la sociedad capitalista. El cuerpo es una realidad bio-política. La medicina es una estrategia bio-política (Foucault, 2000, p. 365-366).

La medicina moderna, entonces, está articulada por un doble funcionamiento normativo: disciplina a nivel individual hombre/cuerpo para la regularización colectiva del hombre/especie.

Y ello, con el objetivo de garantizar un equilibrio global y una optimización del potencial de vida.

Es así como se conduce a la introducción de una medicina que, ahora, va a tener la función crucial de la higiene pública, de centralización de la información, de normalización del saber, y que adopta, también, el aspecto de una campaña de la higiene y medicalización de la población. Empero, la intervención de la bio-política va a ser todo un campo o conjunto de fenómenos que nunca podrán erradicarse completamente; se tratará, no de modificar un fenómeno en particular, no o tal individuo, sino en intervenir en el nivel de las determinaciones de esos fenómenos en lo que tienen de global, es decir, se tratará, ahora, establecer mecanismos reguladores que puedan fijar un equilibrio. Se tratará de la instalación de mecanismos de seguridad alrededor de un carácter aleatorio que es inherente a una población.

De esta manera, proseguiré a evidenciar cómo, en el dispositivo psiquiátrico, también se

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ven reflejados estos cambios que trae la nueva forma de gobierno y analizar sus efectos.

Medicalización como técnica de poder bio-política En el siglo xx, el gobierno dejó de focalizar la salud física y empezó a preocuparse por la salud mental. La medicina moderna, como práctica social, después de ocuparse del control de la salud del Estado, de la ciudad y de los trabajadores, empezó a ocuparse del control de la salud de la especie. Rúben Vega dice que la medicina ha dejado de intervenir sobre la enfermedad para hacerlo sobre la salud en sí misma; la salud se ha convertido en un estado masivo, únicamente, alcanzable a través de una medicalización constante y de baja intensidad; la enfermedad y la muerte, cada vez más, se va convirtiendo en algo invisible, privado e individual (Vega-Balbás, 2007). Pero, además, esta extensión del alcance social de la medicina moderna tiene por objeto no solo el cuerpo biológico en su funcionamiento, sino también la estructura psíquica. Y es así como, hoy en día, la enfermedad mental y los llamados trastornos de la conducta, son entendidos desde la bio-política, estas enfermedades y trastornos conllevan un riesgo social y, en ese sentido, se apunta a la regulación de este fenómeno dentro de los límites sociales y económicos aceptables para un óptimo funcionamiento de la sociedad.

Al identificar tal incidencia, esta problemática entra en la agenda política del Estado, y, así, se despliegan diferentes mecanismos o tecnologías para intervenir a esta población. Se trata, ahora, como lo explica Daniel Forero, del paso del encierro disciplinario a la autonormalización. Y esto porque precisamente ello reduce la participación

del Estado en la intervención sobre esta población, es decir, se traduce en un menor gasto público (Forero- Forero, 2014).

Igualmente, considero que la capacidad disciplinaria del bio-poder hace que cada individuo interiorice su propia normalización y se convierta, de forma creciente, en su propio administrador de salud y, esto, al alcance de cualquier bolsillo en la farmacia. Vega dice que si el psiquiátrico era la institución del poder soberano y el hospital la institución del poder disciplinario, la farmacia es la institución del bio-poder. Y lo mismo para Foucault; para él, la utilización de los medicamentos fue, en general, la prolongación de la disciplina asilada en la superficie del cuerpo o en su interior.

Su objetivo era, en apariencia, calmar el sistema nervioso del enfermo; pero, de hecho, se usaban simplemente para prolongar dentro de su cuerpo el sistema de régimen asilar, el régimen de la disciplina, es decir, no se trataba de curar sino de asegurar la calma que se prescribía en el interior del asilo y entenderla según el cuerpo del enfermo.

Además, Foucault (1999) afirma que, ante la emergencia de esta nueva forma de gobierno, la bio-política, también hay un aumento y proliferación del sistema normativo, es decir, un polo aparentemente no liberal de poder sobre la vida. De esta manera, la disciplina del cuerpo encuentra un espacio en el interior de los programas liberales de gobierno, un gobierno que depende, cada vez más, de los medios para hacer inteligibles y practicables estas condiciones vitales para la producción y el gobierno de un Estado de “ciudadanos libres”.

Por un lado, Barry, Osborne y Rose dicen que estos mecanismos y dispositivos que operan siguiendo una lógica disciplinaria, desde la escuela a la prisión, pretenden, ahora, en este nuevo marco de

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gobierno, crear las condiciones subjetivas, las formas de autodominio, de autorregulación y autocontrol, necesarias para gobernar una nación, ahora concebida como una entidad formada por ciudadanos libres y civilizados (1996). Mientras que Foucault dice que el gobierno, limitado, en principio, a su función de vigilancia, solo deberá intervenir cuando vea que algo no pasa como lo quiere la mecánica general de los comportamientos, de los intercambios, de la vida económica. Es decir, es la aparición de mecanismos cuya función consiste en producir, en incrementar las libertades, introducir un plus de libertad mediante un plus de control e intervención. Pero donde el control es el principal motor del nuevo arte de gobernar y, por ello mismo, se recurre a la medicalización (Foucault, 2007).

En otras palabras, considero que se evidencia un fortalecimiento del dispositivo disciplinario a razón de seguir manteniendo sujetos a los individuos de manera constante y efectiva, y, sobre todo, a razón de servir como recurso para asegurar el autogobierno de los mismos. De forma paralela, se constata que detrás de esto también está presente la lógica neoliberal, pues si se observa bien este proceso, se evidencia que, en el fondo, hay un principio de desciframiento de los comportamientos individuales en términos económicos; por lo que, con el paso del encierro o uso de la instituciones a la interiorización misma de ellas en el cuerpo, se busca la reducción de costos, la reducción de gastos públicos; se busca reducir la participación del Estado en la intervención sobre la población. De esta forma, se ve cómo la bio-política introduce mecanismos de gobierno en el dispositivo médico, por un lado, mucho más sutiles pues tiene como objetivo la propia autonormalización y, por otro, económicamente más racionales.

Constitución de bio-identidades Ahora bien, como ya no se trata de excluir la diferencia, no es necesaria la separación y la vigilancia de individuo; la apuesta, ahora, es establecer un equilibrio donde la diferencia pueda ser normalizada y pueda entrar dentro del promedio; en ese sentido, se trata de la normalización o, como se dijo anteriormente, de una autonormalización. Sin embargo, como también se precisó anteriormente, los nuevos mecanismos o tecnologías del poder no se dirigen al individuo, sino a la suma de ellos: la población.

El gran cambio de lo local a lo global, lo supone, también, la universalización de la legitimidad del discurso científico, así como su naturalización.

Dice Vega que, por ejemplo, en el caso del tdah, se evidencia la importancia que ha tenido una de las más eficaces herramientas del bio-poder en su extensión global: el dsm (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) puesto que, en esta clasificación, queda evidenciada esa tendencia hacia la des-individualización mediante la que el bio-poder consigue extender su eficacia, a nivel planetario, sobre el cuerpo de la especie, a través de un nuevo procedimiento que supera la eficacia disciplinaria, este es el de la constitución de bio-identidades (Vega-Balbás, 2007).

Es decir, con el surgimiento de esta nueva forma de gobierno se desarrollan, a su vez, nuevas prácticas de saber que, al ser de cobertura más amplia, más global, genera nuevas configuraciones de los sujetos; estas herramientas del bio-poder configuran unos nuevos estándares de normalidad para el diagnóstico psiquiátrico y ello para todo Occidente. Ahora, la clasificación de los trastornos en el dsm ha englobado un

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espectro cada vez más amplio de características conductuales, entre las que se encuentran: la desatención, la hiperactividad, la impulsividad y sus distintas combinaciones, y, en aquellos que se identifiquen estas conductas, se fijará la diferencia como un estatuto identitario.

Infancia como sujeto privilegiado Igualmente, es preciso entender qué población es la que principalmente se ha visto problematizada, es decir, a qué población se le ha dado privilegio como sujeto de gobierno bajo esta nueva racionalidad del poder en el dispositivo psiquiátrico. Y, en este sentido, considero que se trata de la población infantil; no obstante, antes de analizar a este sujeto bajo la racionalidad bio-política, para entender cómo la infancia ha sido un sujeto privilegiado del saber y poder, es preciso traer a colación uno de los análisis que Foucault planteó en el curso de Los Anormales, pues, en este, da cuenta de cómo la infancia fue una de las condiciones históricas de la generalización del saber y del poder psiquiátricos.

Foucault (2000) explica que, precisamente, a partir de la psiquiatrización del infantilismo a finales del siglo xix, se genera la constitución de una ciencia de las conductas normales y anormales. A partir del momento en el que la infancia o el infantilismo se convierten en el filtro para analizar los comportamientos, para psiquiatrizar una conducta, ya no será necesario –como sí lo era en la época de la medicina de las enfermedades mentales– inscribirla dentro de una enfermedad, reubicarla en una sintomatología coherente reconocida.

Para que una conducta sea de la competencia de la psiquiatría, bastará que sea portadora de una huella cualquiera de infantilismo; es así como quedarán sometidas, con pleno derecho a la inspección psiquiátrica, todas las conductas del niño, en la medida, al menos, en la que sean capaces de fijar, bloquear, interrumpir la conducta del adulto y reproducirse en ella. Asimismo, es, a partir de esa problematización de la infancia, que se van a integrar tres elementos que, hasta el momento, habían estado separados: el placer y su economía; el instinto y su mecánica, la imbecilidad o el retraso, con su inercia y sus faltas. Se trata, por tanto, de la configuración de tres personajes anormales específicos: el pequeño masturbador, el gran monstruo y sobretodo, el que aquí interesa, quien se resiste a todas las disciplinas.

La infancia y el infantilismo de la conducta ofrecen, como objeto a la psiquiatría, ya no una enfermedad o un proceso patológico en absoluto, sino cierto estado que se va a caracterizar como de desequilibrio, esto es, un estado en el cual los elementos funcionan de un modo que, sin ser patológico, sin ser portador de morbilidad, no es un modo normal. La psiquiatría aplica sus efectos de poder y ese status de medicina que es, en su principio, algo que, en su mismo discurso, ya no tiene status de enfermedad sino de anomalía (Foucault, 2008).

Ahora, en mi opinión, considero que aunque hay una continuidad en señalar, como sujeto anormal, al niño que se resiste a la disciplina; con la racionalidad de la bio-política se definirán muy precisamente qué características serán consideradas como anormales; por lo que, bajo la racionalidad del liberalismo avanzado, la psiquiatría identificará una serie de conductas específicas que van intentar ser normalizadas.

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Haciendo una lectura general de los comportamientos que engloban los diagnósticos de los trastornos y síndromes, considero que, en el presente, se problematizan a todos aquellos niños que, especialmente, no se caracterizan por ser racionales, calculadores y trabajadores, a todos los niños que tienden a dejar actividades de lado, tales como el estudio; esto significa, también, que relegan a un segundo plano las dinámicas de la vida social. Estos niños son categorizados de tal manera porque, además de que no son calculadores sino impulsivos, implican, dentro de la racionalidad utilitarista de la bio-política, una reducción de las fuerzas productivas a futuro: que hayan niños que se resistan a los dispositivos disciplinarios, implica que no poseen los mismos intereses de los demás, y, teniendo en cuenta que los intereses son, en el fondo, el medio por el cual el gobierno puede tener influjo sobre los individuos, esta población implica un riesgo para la seguridad de la sociedad, puesto que no es posible conducir sus acciones a través de ese interés colectivo.

Por tanto, hoy en día, se ve, como lo dice Rose y Abi-Rached (2013), cómo el futuro se problematiza cada vez más en términos de seguridad; la seguridad como una nueva forma de afrontar el futuro. Pero, y si la respuesta es la seguridad, ¿cuál es el problema? Dice entonces Rose, que, al parecer, es la vulnerabilidad; se trata, ahora, de asegurar a los individuos, las familias, las comunidades, las naciones, las formas de vida que son vulnerables a las amenazas y peligros (Rose, N. & Abi-Rached, J., 2013). A raíz de esta racionalidad y a través de la administración de los peligros, actualmente, se despliega todo un conjunto de tecnologías bio-políticas, las cuales buscan diagnosticar conductas en el presente a fin de prevenir un riesgo

en el futuro y regularlo. Por ello, la infancia sigue siendo el sujeto privilegiado; puesto que, si se regula, se asegura que, a futuro, los adultos estarán dentro de los márgenes de normalidad. Por tanto, esta población seguirá siendo objeto de saber, a fin de que, posteriormente, en ella misma se fijen bio-identidades y, asimismo, se desplieguen las tecnologías reguladoras.

No obstante, el gran cambio que supone la bio-política, como ya se ha mencionado, es que no se trata de tomar al individuo en el nivel del detalle, sino de que se obtengan estados globales de equilibrio y regularidad, de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre/especie y asegurar, en ellos, una regularización, y aunque se ve que se sigue señalando al individuo mismo como anormal, trastornado o enfermo mental, considero que, ahora, se trata es de señalarlo, ahora, como un riesgo y un peligro, y esto, porque ante todo, supone, en general, además de la posible degeneración de la especie humana, una reducción de la capacidad productiva, es decir, una disminución de fuerzas a nivel económico.

Nuevas prácticas de saber: Bio-marcadores, entre la neurobiología y la psiquiatría Ahora bien, con estas tecnologías en las que los cuerpos se reubican en los procesos biológicos de conjunto, con esta tecnología que procura controlar su probabilidad, me parece importante resaltar que la psiquiatría se ha articulado con otros saberes, como la biología y la neurobiología. Ahora, la neurobiología se ha transformado, también, en una experticia socio-política, pues, algunas de las prácticas de esta ciencia se han articulado a

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las explicaciones psicológicas y esto, pienso que se relaciona directamente con la idea de gobernar o regular el futuro. Es decir, se han dispuesto estos saberes para la predicción, la prevención y la precaución; se han usado para intervenir ante el riesgo; se han usado, como dice Rose y Abi-Rached (2013), para traer el futuro al presente.

Actualmente, uno de los mayores efectos de la relación de estos saberes es el desarrollo de una nueva tecnología, esta es la del uso de bio-marcadores para predecir el comportamiento humano y los desórdenes psiquiátricos. Estos bio-marcadores son definidos como “una característica que mide y evalúa como un indicador de procesos biológicos normales, procesos patógenos o respuestas farmacológicas a una intervención terapéutica objetivamente” (Rose & Sinhg, 2009, p. 204). Sin embargo, en el contexto psiquiátrico, los bio-marcadores se utilizan para detectar comportamientos anormales en los niños, a través de herramientas de la neurobiología, como los escaneos y resonancias magnéticas, para que, así, se pueda predecir el desarrollo, no solo de los trastornos psiquiátricos, sino también de rasgos de la personalidad o de comportamientos que puedan considerarse riesgosos a futuro; por ejemplo, Rose y Sinhg (2009), piensa que, entre más temprano se detecten estos comportamientos por medio de los bio-marcadores, será más fácil evitar, no solo adultos con trastornos y esquizofrenia, sino también posibles delincuentes y consumidores de drogas, puesto que se podrá, entonces, intervenir, con más tiempo y a través de diferentes técnicas, en las que se incluye la medicalización.

Aquí, es donde hay que resaltar, también, que los desórdenes mentales que detectan los bio-marcadores, a través de las imágenes del cerebro, están siendo diagnosticados con base en

los signos y síntomas estipulados en la clasificación del dsm (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) lo que indica, de cierta manera, cómo es posible que funcione el dispositivo psiquiátrico como un saber científico, es decir, aquí se da cuenta de que el dispositivo funciona no en la modalidad de la imitación de otro saber científico sino en el de la correlación. Es así, como la neurobiología y la biología en general, se convierte en el aval con el que la psiquiatría puede funcionar como saber científico y saber médico, y, asimismo, poder intervenir.

Yendo más allá de esa observación, la cuestión de más interés es ver qué está implicando de fondo el uso de esta técnica y, en este sentido, Rose argumenta que el gobierno del cerebro se ha convertido en un recurso bio-político porque, ahora, la competitividad internacional de una nación depende, también, de lo que algunos han llamado el “capital mental” (Rose, N. & Abi-Rached, J., 2013); ahora, el cerebro ha tomado un valor importante porque estamos viviendo en “sociedades de conocimiento” y, por tanto, el destino de las sociedades depende más de la capacidad de pensar que la de hacer.

El liberalismo ha llegado a reinterpretar, incluso, el cerebro, la capacidad mental, en términos económicos y, por ello mismo, se ha problematizado toda conducta poco calculadora y se le ha determinado como riesgosa.

Conclusión A pesar de la emergencia de la bio-política, vemos que hay una formidable extensión de los procedimientos de control, de la coacción y de la coerción que van a constituir la contrapartida y el contrapeso de las libertades.

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Como dice Foucault (1999), las grandes técnicas disciplinarias, que se hacen cargo del comportamiento de los individuos diariamente y hasta del más fino de los detalles, son exactamente contemporáneas, en su desarrollo, en su explosión, en su diseminación a través de la sociedad.

Y toda esta extensión de procedimientos y técnicas se da porque, hoy en día, la capacidad mental constituye una forma más de capital humano, de aumento de la producción de fuerzas de las sociedades. Es por eso que, dentro de esta lógica, se hace necesario introducir, en el dispositivo psiquiátrico, a todos aquellos que se presenten como un obstáculo y, para ello, es necesario una ampliación del espectro de conductas que serán categorizadas como anormales; asimismo, también por ello es que se sigue problematizando a la población infantil, ya que, si se regula todas las conductas anormales en ella, se garantizará o asegurará la estabilidad en el futuro.

Vemos, en efecto, que se trata de la paradoja que Foucault evidencia en el neoliberalismo: la fabricación de libertad solo se garantiza por medio de un intervencionismo, y un exceso de coacciones y coerción (Foucault, 2007). Para posibilitar el aumento del capital humano, en este caso del capital mental, vemos que es necesario todo el despliegue de tecnologías, como el uso de la medicalización, para lograr normalizar a toda la población, es decir, se requiere toda una serie de intervenciones que implican una inversión de fuerza y recurso, para que las fuerzas productivas se vean potenciadas. En consecuencia, vemos la confirmación del equivoco de los dispositivos que fabrican libertad: todos esos dispositivos destinados a producir la libertad, corren el riesgo de producir exactamente lo contrario.

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D e la ofe nsiva t ác t ic a a la de rrot a est rat é gic a: Camilo Castro

Estudiante de Sociología y Ciencia Política Correo-e:iccastrop@unal.edu.co

Sebastián Giraldo Quintero

Estudiante de Sociología.

Correo-e: sgiraldoq@unal.edu.co

Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia

Un a n á l i s i s d e l o s pl a n es es tr a tég i co s de l a s FAR C -EP y e l E LN 1

Resumen:

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El presente artículo expone un recorrido histórico por la formulación e implementación de los planes estratégicos más representativos de la insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con el fin de analizar las implicaciones de la violencia revolucionaria, en el desarrollo concreto de su proyecto político. En el que podemos ver bastantes problemas de legitimidad y la construcción de una cultura organizativa particular que deviene de la escalada ascendente de violencia, con profundas implicaciones en la subjetividad de los combatientes, así como en la imagen de estos procesos hacia el resto de la sociedad. Remarcamos la posibilidad de que estos factores influyeran en alguna medida en su derrota, no militar, sino ética y política, por no corresponder en sus objetivos ideológicos, con las practicas que llevaban a cabo en sus territorios, sin juzgar desde criterios morales, sino desde la misma aprobación que la opinión publica expresa en el actual período de diálogos de paz.

1 Trabajo final desarrollado para la asignatura Sociología del Conflicto y la Violencia

Palabras clave: Legitimidad, Guerrillas, Violencia, Estrategia, Paz.

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Introducción El 20 de noviembre del 2015, el diario El País publicó una entrevista realizada al jefe negociador de las farc-ep titulada: “Iván Márquez: queremos decirles a los colombianos: cometimos errores’”; en ella, el comandante 2do en jefe del grupo insurgente, da algunas opiniones sobre el desarrollo del proceso de paz y los desafíos en términos políticos y de justicia que afrontará su agrupación de cara al futuro. Más lo que nos interesa es la respuesta que da cuando se le pregunta “¿Cuál ha sido su mayor error?” frente a lo cual responde: La rebelión es un derecho. En el ejercicio de este derecho universal de levantarse contra regímenes tiránicos está que hayamos podido causar víctimas inocentes por errores que se presentan en la confrontación. Eso es lo que nos pone a pensar un poco. No me atrevería a señalar alguno en particular. Ojalá no hubiésemos tenido que recurrir al uso de las armas para dirimir nuestras diferencias. En la guerra se cometen errores y queremos decirle al pueblo colombiano: "Cometimos errores, sí” (Lafuente, 2015, web).

¿Cuáles fueron las equivocaciones? Más allá de decir lo políticamente correcto, más allá de las penosas afectaciones a la población civil, el operar de los grupos insurgentes de la izquierda tradicional en Colombia merece un análisis más serio de aquellos errores que supere los meramente tácticos; por esto, no nos interesa hacer un juicio a los actos militares de las farc– ep o el eln que terminaron con daños “colaterales”. Lo que está en la mira de nuestro análisis es la discusión más política de cómo sus planes estratégicos terminaron truncándose, sin mayor reformulación de sus objetivos a largo plazo, hasta sus formas más inmediatas de operar o de relacionarse con el pueblo colombiano, perdidos en la marejada del conflicto, sin alcanzar mayores logros emancipatorios en el campo popular a nivel nacional, el cual decían representar, subestimando la democracia, deformando sus principios éticos, configurando una suerte de revolución frustrada en nuestro país.

Consideramos que el discurso del empate técnico impide una mirada auto crítica de la izquierda en Colombia, si de lo que se trata es de decir la

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verdad, hay que decirlo: ¡perdieron!, perdimos; quienes entregan las armas es la guerrilla no el ejército, la clase dominante sigue intacta y las políticas neo liberales siguen desplegándose sin frenos sobre la desahuciada y desesperanzada vida de los de abajo, el pueblo resignado, manipulado y su incapacidad de soñar en una nueva sociedad, en una sociedad otra, es la verdadera derrota.

Los determinantes de esta derrota pueden ser muchos, no negamos la cruda estrategia contra insurgente que utilizó el poder contra la guerrilla desde las últimas dos o tres décadas basadas en el aislamiento y la persecución mediática y militar, tanto de sus aparatos como de su apoyo social; más como sujetos que buscan un transformación económica, cultural y política en Colombia; lo que nos interesa es ver las repercusiones de aquel ciclo de luchas que se nos hereda, hoy, en lo que podría ser un momento privilegiado de reinvención política con el proceso de paz; los impactos e inercias que 60 años de violencia revolucionaria tuvieron en el corazón de la izquierda colombiana son dignos de análisis y un esbozo de eso, es lo se pretende en este trabajo. Tomaremos, como eje principal, los planes estratégicos de las farc–ep y el eln, así como mirar un poco el recorrido histórico que tuvieron en función de su relación con la población en los territorios donde tuvieron mayor influencia, y el impacto que la violencia armada tuvo en la mentalidad de los combatientes y militantes de cada organización.

En primera medida, debemos de desmentir el discurso hegemónico con respecto a la guerrilla colombiana, su accionar nunca ha sido de carácter terrorista en la medida en que su objetivo no era la violencia indiscriminada; su accionar se anclaba a su particular programa revolucionario, el cual

explicaremos a continuación. Tampoco cuestionamos su legitimidad histórica, el contexto latinoamericano de los años 60 y 70, con la particularidad del caso colombiano que estaba marcado por una cerrada estructura del régimen político, así como por el uso extendido de la violencia represiva del estado y el imperio estadounidense, todo ello hacía del uso de la violencia una condición necesaria para la transformación.

FARC-EP Para el caso de las farc-ep, el modelo fue concebido en su vii Conferencia guerrillera, realizada en 1982 y conocida como “Campaña bolivariana por la nueva Colombia”; en él, se combinaba su experiencia propia, la doctrina insurreccional del leninismo clásico y la de guerra popular, prolongada, maoísta que hacía su eco luego del triunfo de la revolución Sandinista de 1979. Como lo relata Aguilera Peña (2013): Del primero preveía el uso de diversas formas de lucha, tanto políticas como militares, inicialmente inspiradas en la organización del Partido o del Frente Único, y respecto al segundo en lo militar, la combinación de la guerra de guerrillas, la guerra de movimientos y eventualmente, sin ser fundamental la guerra de posiciones. (pp. 89)

En las fases del plan, se tomaba en cuenta la relativa inferioridad de las fuerzas rebeldes frente a las fuerzas estatales; por ende, se pensaba la progresiva acumulación de fuerzas que, al mismo tiempo, consolidaba zonas liberadas en el campo, iba coordinándose con redes urbanas hacia un

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cerco de las ciudades que derivaría en una eventual ofensiva general y la toma del poder. En términos geográficos, el “centro de despliegue” era la cordillera oriental donde se concentraría la fuerza principal y, en el resto del país, se desarrollaría la guerra de guerrillas para mantener entretenidas las fuerzas del régimen hasta que se fuera avanzando en las fases. Este constaba de tres fases: La primera entre 1985–1990, buscaba la creación de frentes en todo el país. La idea fue la de crear 48 frentes de a seiscientos hombres cada uno, hasta alcanzar los treinta mil hombres en armas. La segunda fase buscaba la concentración de tropas en la cordillera oriental hasta alcanzar los quince mil guerrilleros y la organización de una fuerza de autodefensa campesina de cinco mil hombres. En la tercera fase se lanzaría una ofensiva para inmovilizar a las fuerzas militares, acompañada de una insurrección general, del control de las poblaciones del oriente del país, y de la instalación de un gobierno provisional; en esta misma fase se elevaría el pie de fuerza a sesenta mil hombres, se desmantelarían las fuerzas contra-revolucionarias y se afianzaría el gobierno revolucionario inspirado en el marxismo-leninismo (Aguilera-Peña, 2013, p. 91).

En cada uno de los siguientes plenos se hacía la evaluación de los avances que nunca resultaron satisfactorios, recayendo en una reformulación progresiva de la táctica, pero nunca de los objetivos estratégicos, siempre, aplazándose o desplegándose con mayor lentitud. La viii conferencia, realizada en 1993, es muestra de esto; más allá de la agrupación de los frentes en bloques,

solo se recalcó en apresurar el cerco a las ciudades que estaban quedándose con respecto a los primeros plazos planteados. El mayor escalamiento e intensidad del conflicto se vino a dar durante el gobierno de Pastaran y su proceso de paz; puesto que, la zona de distinción formó, paulatinamente, una suerte de retaguardia en el Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo, la cual mantenía relación con su centro de despliegue; sin embargo, esta calló súbitamente en la contraofensiva de la fuerza púbica y el paramilitarismo, haciendo replegar las fuerzas, disminuir los operativos y volver a la guerra de guerrillas hacia el 2003.

Con respecto a la relación con la población civil en los territorios donde las farc hacía presencia,

es de resaltar cómo, en territorios específicos de Colombia, se pueden distinguir momentos en los que varios actores hicieron presencia en un mismo territorio, desatando los episodios más cruentos, mas, es de resaltar lugares donde la soberanía era ejercida por un solo actor, aunque en el caso de la guerrilla por periodos muy breves y de formas muy variadas, serán los momentos en los que nos concentraremos.

En esta medida, se puede evidenciar, para el caso de las farc-ep, mayor incidencia, como es de esperar, en sus zonas de retaguardia, en los departamentos de Meta, Guaviare, Caquetá y Putumayo. El dominio de la guerrilla, en algunas de estas zonas, conllevó a la expulsión de la policía y de las autoridades civiles de varios pueblos apartados, o, por decirlo así, a una suerte de gobierno basado en una autoridad análoga al Estado, impartida por la guerrilla, uno de los ejemplos más claros es Miraflores-Guaviare, donde la guerrilla tenía su propio gabinete municipal; allí, reorganizaron la estratificación para el cobro de servicios públicos,

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la tributación al comercio y la cantidad o flujo de papel moneda. Igualmente, impulsaron la organización campesina en las jac para resolver los problemas de linderos, hurtos y demás. Cuando el problema se salía de las manos de esta organización, el conflicto se solucionaba, directamente, por la misma guerrilla. Donde las juntas simplemente no existían, esta justicia guerrillera era la que asumía todas las funciones, “imponiendo el orden”, formulando distintas normas de convivencia e impartiendo todo tipo de castigos.

Uno de los elementos más importantes en su accionar político-militar se concentraba en su programa de reforma agraria revolucionaria, cosa que impulsaba y respaldaba la colonización de zonas baldías, realizando las parcelaciones y demás; en este plan, se contemplaba la extinción del régimen de aparcería y arrendamiento en la explotación del campesinado, la expropiación de tierra de grandes propietarios y empresas multinacionales, así como la condonación de las deudas del campesinado con la Caja Agraria, todo encaminado a la construcción de formas colectivas de producción. Se conoce alguna implementación práctica del plan en Magdalena medio, Meta, Caquetá, Vichada y Putumayo.

En algunos de estos territorios, donde se configuro un control por parte de la guerrilla, se dieron transformaciones más allá del ámbito social, político y económico, las cuales conllevaron a una transformación de la misma estructura guerrillera, al permitir que continuaran o se insertaran nuevas dinámicas económicas en los territorios, como el narcotráfico; el principio de protección al campesinado por parte de la organización guerrillera se vio transgredido con la imposición de impuestos o incrementos de los mismos y de represarías violentas contra quienes no acataran las

ordenes, así mismo nuevas guerras por el control del territorio se iniciaron, un caso a destacar es la “guerra del Guaviare” a principios de los 90, controlando el negocio y ganado cierto apoyo y obediencia de parte de los campesinos cocaleros.

Un caso para develar la transformación de la droga en los combatientes es el de Argemiro Martínez, comandante del frente 3ro en el Caquetá, quien, aliado con las mafias, comenzó a cobrar gran cantidad de impuestos a los campesinos, desviándose de las orientaciones del secretariado, sin dar la tajada correspondiente al nivel central, huyó a Bogotá, se acogió a la ley de amnistía y, según Jacobo Arenas, fue asesinado por sus mismos amigos mafiosos. Otros ejemplos, como el porte de anillos y cadenas, eran, igualmente, condenados desde el secretariado, por ser una desviación de la imagen del revolucionario; este imaginario comenzó a deslegitimar su lucha y a vincularlos, cada vez más, con la delincuencia común, dándoles calificativos como narco guerrillas y, más adelante, narco-terroristas. Es de resaltar que el despliegue en las zonas cocaleras permitió un control de nuevos recursos y el posicionamiento en zonas estratégicas, impulsando el plan de guerra y las Juntas de Acción Comunal (jac) a nivel local; más, con la contraparte del costó político nacional mencionado, así como las transformaciones éticas de sus cuadros, elementos para tener en cuenta.

El activismo electoral, por medio de la Unión Patriótica, es otro hecho importante a resaltar, especialmente durante la década de los 80 donde se llevaron a cabo diálogos entre guerrillas y Gobierno Nacional, dando paso a una especie de tregua, un activismo enmarcado en lo que Jacobo Arenas llamaría, una estrategia militar revestida de política en todas sus manifestaciones. Este

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nuevo partido político se distinguía del propio Partido Comunista Colombiano (pcc), por manejar un carácter más de masas; sin embargo, subordinado totalmente al estado mayor, nombrado como el “Comando nacional de la unión patriótica” (Aguilera, 2013, p. 159).

Esta subordinación al aparato militar hizo que las formas de operar combinaran el proselitismo político con ejercicios de coacción, como lo denunciaría el movimiento obrero independiente y revolucionario –moir–, entre 1985 y 1987, tras la muerte de tres de sus dirigentes regionales en bolívar a manos de las farc-ep. No solo la izquierda democrática, sino también la revolucionaría, objetaría el Accionar político de la up, como es el caso del eln en Boyacá y Arauca o del epl en Urabá, aunque, sobre todo en algunos casos, la misma militancia de la UP fue atacada por las farc-ep, como en marzo de 1987: […] un campesino antioqueño denunciaría, ante Amnistía Internacional y la Procuraduría General de la Nación, que su hijo había sido asesinado por el Frente 24 de las farc, el 10 de noviembre de 1986, por el simple hecho de haberse retirado de la up; versión que, según el mismo campesino, había sido reconocida por el propio jefe de ese Frente. (Aguilera, 2013, p. 162).

La consolidación de algunas zonas, así como los corredores de movilidad, también estuvieron marcadas por roses con la población civil; uno de los casos más emblemáticos es el del frente 13 en el “valle de las papas” en el Departamento del Cauca, la oferta de limpieza para con delincuentes indeseables sin juicio previo, el establecimiento de controles sobre la población referentes a

permisos para salir o no del territorio, la prohibición de la venta de aguardiente, incluso de juegos tradicionales como “el sapo”, la construcción de cárceles para los forasteros desconocidos, el fusilamiento a presuntos sapos e informantes frente a sus familias y, en general, la instrumentación de la población para contener al ejército son algunas de las prácticas de gobierno de esta insurgencia.

Igualmente, en el Cauca, se encuentra gran cantidad de conflictos no solo con otras fuerzas políticas sino también con poderes comunitarios, como los de las comunidades indígenas, la subvaloración de su lucha por parte de las farc-ep, mos-

trándose recelosos a cualquier actividad en la que estos no estuvieran liderando, como las luchas de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – anuc– y el Consejo Regional Indígena del Cauca – cric–, así como el ajusticiamiento a indígenas que incurrían en actos ilegales, desconociendo que estos tienen sus propios métodos de justicia comunitaria, lo que generó movilizaciones indígenas en pro de su autonomía frente a los grupos armados, que, por demás, se disputaban el territorio entre ellos mismos –el Partido Revolucionario de Trabajadores (prt), el m-19, el eln, el Quintín Lame y las mismas farc-ep, encerrados, cada uno, en un auto-referencialismo vanguardista del que hablaremos más adelante.

Para el caso de las farc-ep, esta forma de actuar hizo coincidir su accionar con los interés de los hacendados, a merced de mantener la extorsión y las vacunas, se castigaron las resistencias de los grupos indígenas, como, por ejemplo, el robo de ganado, formas de debilitamiento y expropiación que se hacía contra los hacendados, condenado por las farc-ep en una clara postura reaccionaria, la cual, en general, recelaban ante

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cualquier posibilidad de autonomía que no supeditara, para la organización, la orientación de sus luchas, creyéndolos obstáculos para la consecución de su plan estratégico, no solo en el Cauca, sino en todo el territorio nacional –Chocó o Antioquia y donde otras organizaciones insurgentes tenían proceso social–.

Por esto, es de resaltar la diferenciación de la presencia entre la incursión de las farc-ep en lugares con fuerte organización social, como el caso indígena, en contraposición de lugares donde esto no existía, Como comenta Pablo Tatay (1999): En algunas regiones del país donde no hay organización, donde la población está dispersa, mucha gente recibe bien la función de las farc como un nuevo Estado que pone orden, casa la gente y arregla la gallina que se robaron. En esas zonas hay una buena aceptación de las bases campesinas, populares hacia las

farc.

Pero donde hay organización, donde la gente tiene cierto sentido de autonomía, cierto sentido de actividad social, ahí el esquema de las farc choca con los intereses de la gente. Este es el caso del movimiento indígena (p. 153)

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Si bien este accionar tuvo variaciones con respecto al reconocimiento de parte del estado mayor con los daños ocasionados, el problema surge continuamente, a lo largo de los años, con un crecimiento exponencial en los 90, y, como sucedió en el 2014 con la muerte de dos líderes indígenas en Corinto, Cauca. El problema aquí, deja de ser el tradicional dilema de la relación entre el grupo revolucionario y el pueblo, sino más bien la relación entre las dinámicas propias de un grupo armado

con pretensión de soberanía en un territorio y las personas que lo habitan.

Aun así, en los territorios donde las farc-ep

gozaban de cierta legitimidad, como las zonas cocaleras ya mencionadas, su relación con la comunidad, en muchos casos, seguía siendo jerarquizada y supeditada a su plan militar. La memorable movilización de los cocaleros de mediados de los 90 estuvo marcada por formas coercitivas, combinadas con el trabajo político, la prensa informa sobre la presión guerrillera, haciendo marchar a la mayor cantidad de personas posible, permitiendo la permanencia de una sola persona por cada vivienda. En el Caquetá, la insurgencia no solo presionó para la movilización, sino que también intervino en la organización a través de la imposición de dirigentes, un campesino resume el carácter de la movilización: “Salimos voluntariamente obligados” (Ramírez, 2001, p.

153). En la sierra de la macarena, al regreso de los campesinos, se encontraron con el fusilamiento de dos hermanos que habían instado a sus vecinos a no salir a manifestarse.

Después de todo, nada fue suficiente, pues casi el 60% de los acuerdos pactados no fueron respetados ni cumplidos por parte del gobierno, las protestas fueron criminalizadas y las zonas militarizadas, arreciando incluso las fumigaciones con glifosato e impulsando una contraofensiva paramilitar sin precedentes, donde las farc-ep dejó su base social prácticamente indefensa.

Tal vez, esta es la muestra más clara del propósito insurgente: sumar más para su ofensiva militar que para construir un movimiento de campesinos cocaleros. Por lo que no se permitió la autonomía del movimiento por su amañada concepción vanguardista y neo-leninista donde

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los únicos portadores de la conciencia política son los combatientes de la organización armada2 Otro ejemplo de esto es el de la zona de despeje del Caguán; allí, la guerrilla minó la autoridad de los poderes locales, tanto el ejecutivo como el judicial y popular, en su autonomía de acción y decisión; dictó leyes con la pretensión de hacerlas extensivas a todo el país, como la Ley 002 de “tributación” o la Ley 003 de “anticorrupción”. Así mismo, la guerrilla asumió la justicia de la zona, donde los más golpeados fueron aquellos acusados de agentes del gobierno o de sapos; muchos fueron amarrados durante meses, otros sentenciados a trabajos forzados y otros asesinados.

El último de los ejemplos que citaré es la forma en la que se incursionó en diversos gobiernos locales, donde varios alcaldes terminaron asesinados sin que mediara ningún tipo de secuestro o enjuiciamiento, de acuerdo con el Aguilera (2013): Edilberto Hidalgo, excombatiente del M-19 y de quien se decía tenía buenas relaciones con las

Murillo, dirigente de la (anuc) de esa población, que fue ejecutado el 16 de febrero de 1997, seguramente por haber desobedecido la advertencia de las farc de no querer otro mandatario liberal en la zona. (pp. 258-259)

Es de revisar aquella formula leninista de la creación del poder dual, el cual, en la práctica real, no presenta interés alguno por construir un gobierno popular que hiciera contraposición al estado, sino, más bien, al autoritarismo de un grupo armado, que se concebía a sí mismo como el único consagrado a realizar la revolución. Sus métodos violentos y su pliegue prioritario al plan militar parece ser la condena política en que se sume actualmente las farc-ep, su embrión de estado, evidente en las efímeras experiencias de poder de las que alcanzó a gozar, no parecían ser de carácter más democrático, la idílica estrategia de toma el poder, nunca cuestionada, terminó instrumentalizando, en gran medida, la poca legitimidad que alcanzó en su mayor auge político.

farc, fue asesinado el 6 de octubre de 1996, sesenta y cuatro días después de su posesión, cuando

Nosotros somos la autoridad en una gran par-

se disponía a cumplir una cita con la guerrilla que

te del territorio nacional [...]. Usted va a una in-

le reclamaba el incumplimiento de comprom-

spección de policía, llegan dos guerrilleros y el

isos adquiridos con esa organización; y […] Eberto

inspector les dice: tengo un problema y necesito que me lo ayuden a arreglar. La autoridad en estos territorios es de la guerrilla. Los alcaldes no

2 Con respecto a esto comentaba el comandante Yesid Arteta: “Lo

pueden trabajar mientas no hablen con la guer-

que pasa es que nosotros no podemos quitarle el papel dirigente,

rilla [...] (Nación, 1999, web)

el papel de vanguardia que tiene el movimiento guerrillero en esa zona [...]. El movimiento guerrillero es una vanguardia política y es una organización dirigente, es una organización que proyecta, que traza planes, que compromete a la población dentro de sus luchas.

El movimiento armado tiene una visión mucho más esclarecida de la problemática, cómo reaccionar y cómo organizar la respuesta popular frente a ese tipo de situaciones. Nunca podemos decir que el movimiento guerrillero no tuvo nada que ver con las marchas.” (citado por Ferro & Uribe, 2002, p. 75).

ELN No podemos mentirnos desde la izquierda, desde las bases; la doctrina, la línea impulsada desde los referentes y dirigentes de las

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organizaciones, adoptan e imitan prácticas contra las cuales, supuestamente, se lucha. En la izquierda armada, el autoritarismo militar comete errores que no son solo casos aislados de frentes o bloques guerrilleros extraños, la dinámica misma del accionar militar impone decisiones, subordina y excluye discusiones de las bases. Y no solo las facciones armadas de proyectos revolucionarios adoptan estas prácticas, la costumbre del modelo tradicional de la organización en partidos también excluye, también estigmatiza sectores y miembros disidentes que pecan contra la biblia revolucionaria.

La idea que predomina en buena parte de la izquierda era que el poder lo íbamos a capturar un día, en un acto único, y a partir de allí, era que comenzábamos a organizar la nueva sociedad. Esta idea nos llevaba a pensar que, en estos periodos, antes de ese acto, nuestra labor de construcción se limitaba […] a la armazón de la vanguardia y demás instrumentos políticos y militares indispensables para doblegar el sistema, prestándole muy poca o ninguna atención a los

nombre de ellas o solamente las legitimamos para legitimar nuestros proyectos mañana ya acaballados en el nuevo Estado será muy difícil lograr que sea el pueblo el que realmente maneje su destino […] (Unidad, 1986, p. 31).

El eln supone, dentro de sus congresos, estas discusiones; pretende desarrollar el proyecto de la Guerra Popular Prolongada –gpp– de mano de la sociedad, siendo punto de partida y bandera de lucha en la fase exploratoria de su proceso de paz.

No obstante, ¿no es una contradicción misma colocar como condición la participación de las bases sociales cuando en la práctica real y no pretendida se excluyen dichas bases?

El eln tiene muchas diferencias, en cuanto proyecto de guerra se refiere, con la guerrilla de las farc, el accionar político, la forma de ver las masas y la sociedad es completamente diferente. Los primeros adoptan el modelo de la GPP, mientras las farc adoptaron este mismo, con tintes del proyecto de guerra insurreccional, como se mencionó anteriormente.

demás espacios que nos permitieran ir construyendo con las masas, en la actividad diaria y cotid-

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En ‘Elementos para una caracterización de dif-

iana, una nueva experiencia integral de sociedad

erencias entre el eln y las farc, publicado por el

y poder […]. Si hoy la vanguardia considera que

Centro de Memoria Histórica, Medina Gallego

es la única depositaria de la verdad y en razón

anota que “el

de ello descalifica y excluye a otros luchadores

lucha guerrillera en el trabajo político, con una

populares mañana, ya con todo el poder en sus

actividad militar regulada por las necesidades

manos, seguramente no hará cosa distinta. Si hoy

de crecimiento y defensa del proyecto político”.

el partido es hegemonista, vanguardista y sec-

En cambio, las

tario, mañana podrá seguirlo siendo también. Y

trabajo político, pero han fortalecido la opera-

si desde hoy los portadores de la revolución no

tividad militar. Su concepción gira no tanto en

hacemos que las masas sean las protagonistas

torno a la construcción del poder, que lo hacen,

que construyan por si mismas su propio poder,

como a la toma estratégica del poder”. (Navar-

sino que seguimos acostumbrados a actuar en

rete-Cardona, 2014, web)

eln

ha centrado el énfasis de la

farc

“sostienen la dinámica del

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Para ubicar la estrategia desarrollada en el empezaremos por resaltar los característicos cambios que se dieron desde la crisis de Anori, una reestructuración orgánica y política (1978-1983).

Toda la primera parte de la década de los 80 el eln sufre una etapa de resurgimiento, en la cual se configuran nuevos referentes políticos e ideológicos. En esta etapa, se crea una Dirección Nacional Provisional (dnp) que daría por terminada la labor de la Comisión Coordinadora Nacional.

El proceso de reconstrucción y centralización orgánica buscó realizarse de la manera más democrática, a partir del reconocimiento de las estructuras existentes y la realización de plenos de dirección de las estructuras reconocidas. En esta época, se comenzó a materializar, en la práctica, un nuevo modelo de conducción que tomaba en consideración la representatividad de cada uno de los integrantes de los organismos de dirección, los cuales debían ser de naturaleza colectiva. Para ello, se insistió en la necesidad de que cada miembro de la dirección funcionara con la conciencia de que representaba un sector y no de que se representaba a sí mismo, como autoridad en la estructura de dirección, actitud que había conducido, en su pasado, a ese tipo de dirección personalista que los había llevado a la crisis y de la que el eln quería alejarse lo más pronto posible.

Pero, más allá de los procesos de unidad al interior de la organización, vamos a lo que nos interesa en vías de nuestro proyecto, qué acercamientos tiene el eln con la población civil y el movimiento popular no armado. En la década de los 80, se funda la Coordinadora Nacional Guerrillera –cng– con integrantes el Partido Comunista de Colombia –Marxista Leninista– y el epl, el eln, El prt, Patria Libre, El M-19 y el Frente Ricardo Franco de las farc-ep. eln,

La cng hizo público el apoyo al paro nacional obrero de 1985: El movimiento guerrillero suma sus fuerzas y vocación de combate a la decisión del pueblo de lanzarse al PARO NACIONAL […] Nuestras Fuerzas político militares: M-19, Frente Ricardo Franco, el

eln,

el

pcc(ml)-epl,

prt

y

mir-pl,

el

nos

hemos reunido y anunciamos que respaldamos totalmente la decisión del Encuentro Nacional Obrero – Popular, de realizar el Paro Cívico Nacional en el primer semestre de este año (1985). (pp. 1-2)

No siempre la relación del eln con las farc-ep fue con fines a la unidad, esta segunda, como he insistido, siempre se proclamó vanguardia y portadora del eficaz proyecto revolucionario: Estas políticas y prácticas incorrectas, aunadas a la falta de criterios para el crecimiento numérico en su base de combatientes, viene configurando cuadros de descomposición en los frentes guerrilleros, que se manifiestan en las relaciones de prepotencia y autoritarismo con las masas y la subestimación de otras organizaciones […] El Estado de inactividad militar de una fuerza numéricamente grande, ha venido gestando y reproduciendo a su interior vicios no propios de las organizaciones revolucionarias, como el uso del trago y el maltrato a la población (Unidad, 1986, p. 37-38).

Dentro de las herramientas fundamentales para el sostenimiento de la gpp, el eln considera que el Poder Popular, originado en la poca legitimidad que tiene el poder hegemónico, es

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estimulado dentro del proyecto de la gpp para desarrollar sus fases: i) Acumulación de fuerzas –AF–. ii) Equilibrio dinámico de fuerzas –edf–. iii) Ofensiva general –og– y toma del poder –tp–. iv) Defensa de la revolución –df–.

El empoderamiento popular garantiza que, en el momento donde se ejerza la insurrección, existan las condiciones para crearla, un pueblo empoderado desobedece, razona críticamente las imposiciones que, desde la hegemonía, se procuran; el pueblo, para el eln, es el centro del proyecto, no una propuesta en la que se asume una vanguardia portadora de la verdad revolucionaria. La dnp se preocupó por acercar la organización al movimiento de masas, contrarrestando la vieja tendencia que se planteaba la lucha armada en detrimento de la lucha social y política.

Una estrategia política fundamentada en el poder popular sostiene una concepción de lucha que sobrepasa la noción estratégica de “toma del poder”, como resultado del ataque al gobierno. La transformación de la toma tras la construcción de poder, es igual a transformar las modalidades de la lucha en el escenario político; en este sentido, ya no es una cuestión simple de concientización de la población, sino de algún mecanismo que los lleve a participar en la lucha revolucionaria o en la lucha electoral. Aquí, se conciben sujetos políticos, cuya procura es una acumulación creciente de poder desde lo local y territorial.

Para la construcción de poder popular, el eln sugiere 5 escenarios: 1.

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Constituido por las personas, sujetos políticos, los seres humanos militantes de una causa social revolucionaria; este tiene la decisión de trabajar por cambios

2.

3.

4.

estructurales de la sociedad. Esos individuos del primer escenario de construcción de empoderamiento popular deben ser portadores de fundamentos éticos y morales de esa nueva sociedad.

Compuesto por las familias de dichos individuos, ellas son el campo de experimentación.

Constituido por el barrio, la vereda, los caseríos, el municipio donde se vive, la localidad o la comuna. “debe trabajarse en la organización consciente y crítica de la comunidad, en su capacidad de autogestión, de gestión social y política, en su empoderamiento permanente, en su auto-representación” (Currea-Lugo, 2015, p. 162).

Se encuentra donde se estudia y se trabaja, ejemplos de alternativas que generan poder popular son: cooperativas de trabajadores, fondos de empleados, asociaciones mutuarias, comedores, escuelas de formación, proyectos productivos alternativos familiares, granjas comunitarias alternativas, proyectos artesanales, talleres, escuelas y universidades propias.

Estas formas de organización alternativa, en su recorrido, encontraran que la burocracia y lo instituido lucharán para que no se fortalezcan, pasa en la Universidad Nacional, sucede en los barrios y las veredas. La organización alternativa que no se enmarca en lo establecido siempre se le ha golpeado. Estas construcciones populares enfrentan las practicas burocráticas, clientelistas y corruptas, las cuales han deformado la lucha sindical, social y política de las comunidades.

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5.

Para construir poder popular, es la lucha popular, social y política la que mueve la voluntad colectiva hacia intereses comunes, este escenario junta los anteriores, es el escenario de la unidad.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿ha funcionado el programa de poder popular? El eln considera unos campos de acción del poder popular; en el campo de lo ideológico y lo político, se pretendía construir imaginarios que guiaran acciones de respuesta a las urgentes necesidades de la sociedad.

Para esto, se hace necesario crear una cultura política explicativa de su realidad e impulsora de un compromiso que les permita asumir las transformaciones. Esta cultura política no se ha consolidado en territorios urbanos fundamentales, como Bogotá y Medellín; pareciera, más bien, que el trabajo político hecho desde la hegemonía cala más en la población; por lo tanto, se tiene a un pueblo sumiso y manipulable ante el sistema burocrático.

En territorios como el Arauca, el eln ha actuado con mayor protagonismo en la construcción de una sociedad formada políticamente. En el Arauca, desde la década de los 80, funciona el Frente Domingo Lain, que es uno de la línea Marxista Leninista más marcada. Se ha caracterizado por diferentes discusiones entre el frente y la dirección nacional Elena.

Se consideraba que la contradicción interna en la Organización se originaba en razón de que la dirección nacional estaba haciendo planeamientos nuevos, los cuales desviaban la concepción proletaria de la Organización:

Está cambiando radicalmente su concepción política. Abandona el proyecto revolucionario marxista para desviarse al reformismo, el populismo y la socialdemocracia y resalta los planteamientos de carácter democrático y cristiano... se inscribe dentro de la concepción de la Perestroika en su política de purgar consecuentes con el marxismo-leninismo y su aplicación Estalinista, para asumir una posición pacifista y de convivencia con el capitalismo y su poder burgués (...) (El Militante Opina, 1989, p. 7).

Una falla de la organización fueron estas divisiones que alteraban la figura del enemigo, la relación política, caracterizada por la relación amigo-enemigo determina a un otro, al diferente contra el que yo lucho. La no caracterización clara del enemigo separa el grupo y otorga, en él, falta de claridad política. En el Arauca, después de la crisis de Anori, el ejército nacional mantenía la rigurosidad de la ofensiva contra la insurgencia.

La presencia de grandes yacimientos de petróleo atrajo la mirada sobre el Departamento que, hasta entonces, estaba sin carreteras.

La estrategia del eln funcionó en territorios periféricos de Colombia, la gente se empoderó y subvirtió el orden impulsado desde la oligarquía, mas ¿qué sucedió con el centro? Por un lado, en el centro del país, el enemigo no es claro, la presencia estatal, por poca que lo sea, estimula una no definición del enemigo, no se caracteriza otro en el sentido que Schmitt lo trata. Por otro lado, creo yo y basándome en los análisis de Simmel en “La Lucha” se pueden caracterizar dos tipos de sujetos en la ciudad y en zonas rurales, el sujeto urbano tiene un proceso de modernidad más desarrollado, lo común entre ellos es la individualización;

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en mi opinión, es más difícil que se acoja un proyecto comunitario, de organización comunitaria alternativa en estos territorios que en los periféricos. En los sectores rurales, el proceso de modernización no está tan desarrollado como en la ciudad, por lo tanto, se tiene a sujetos menos individualizados, donde la no presencia del estado obliga a la organización.

A pesar de que la derrota de las dos insurgencias se debe a fracasos tácticos diferentes, dentro del eln, también, existieron errores dentro del accionar militar, las cuales fueron hecatombe en su historia; hablaremos de tres fusilamientos que se dieron dentro de esta organización: el caso de Juan de Dios Aguilera, Jaime Arenas Reyes y Salvador Afanador.

Desde su inicio, el eln estableció, como crímenes, los delitos de deserción, traición y delación, y fue radical al sancionar con la pena de muerte.

Juan de Dios Aguilera, Jaime Arenas y Salvador Afanador fueron condenados por los comportamientos y actitudes asumidas al interior y fuera de la organización. No obstante, más allá de las supuestas “faltas gravísimas” contra la “revolución popular”, había intereses individuales dentro de la organización guerrillera.

Sujetos a esta lógica política, en las organizaciones partidarias de las izquierdas y en las

corre un riesgo mucho mayor en las organizaciones armadas. Para estas últimas, el disidente no es alguien que plantea un debate político para reorientar una línea de acción o disputar la hegemonía de la dirección, sino alguien que desobedece las órdenes militares, alguien que rompe la cadena de mandos y por lo tanto cuestiona la autoridad superior. También las organizaciones armadas tienen su mandato: no es posible disentir y salirse de la organización argumentando disidencias, porque nadie, una vez que ingresó, puede salir. Un disidente no puede salir vivo de una organización guerrillera: se corre el riesgo de que rota la disciplina hable “de más” con “cualquiera”, de que sea capturado, de que brinde información confidencial al enemigo... Si disiente, o flaquea, debe ser fusilado. Son las reglas que rigen la guerrilla: aquel que ingresó las conocía y las aceptó (Tarcus, 2007, pp. 23-24)

El primer caso, el de Juan de Dios Aguilera, se dio el 29 de mayo de 1971, los argumentos con los que se justificó el fusilamiento dejan ver la concepción que la guerrilla manejaba, en ese momento, en relación con el imaginario del ideal guerrillero; además, permite detectar con nitidez los elementos de la contradicción entre lo político y lo militar, entre la ciudad y el Campo, y las pugnas que internamente se fueron construyendo por el poder.

estructuras estatales de los “socialismos reales”

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los argumentos del disidente son descalificados

Su personalidad torcida y malsana y sus aspir-

sumariamente como una “correa de transmis-

aciones individualistas de poder chocan con el

ión” del pensamiento burgués, una proyección

hecho de que para ser jefe guerrillero es necesa-

de la lógica de los dominadores entre los domi-

rio imponerse con el ejemplo de la capacidad, de

nados, que encuentran eco entre los “elemen-

la entrega y la dedicación a la causa del pueblo

tos” menos “conscientes”, menos “combativos”,

(Compendio Insurrección, s.f., pp. 54-55).

menos “proletarios” (…) Sin la vida del disidente

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El segundo caso se dio el 28 de marzo del 1971. Jaime Arenas Reyes fue un dirigente reconocido en la organización, muy cercano al trabajo de base en el sector estudiantil, llevado a cabo por Camilo Torres Restrepo. Tuvo discusiones con la dirección, se desmovilizo en 1969, su ejecución se dio en pleno centro de Bogotá. En el informe de la ejecución, el eln justifica: El pueblo empieza a conocerlo en toda su pequeñez humana en febrero de 1969 cuando le llega al enemigo como un desertor desmoralizado ante la imposibilidad de comportarse como revolucionario y como hombre en las guerrillas. [...] llega a fortalecer la campaña de denigración y calumnia que el enemigo adelanta contra la organización y sus dirigentes […] Negocia su libertad con Valencia Tovar y bajo la orientación de éste acoge los "planteamientos" de Aguilera y se suma al coro de calumnias. Con el fin de conferirle más autoridad en su labor contrarrevolucionaria, el enemigo se empeña en presentarlo como un hombre brillante y digno exponente de la juventud estudiosa [...] (Compendio Insurrección, s.f., 58-59).

El tercer caso, de Salvador Afanador, se dio el 9 de marzo del 1971, ¿argumentos? Desertó y el ejército lo acogió en la célula de contraguerrilla.

El ajusticiamiento de este trío de connotados contrarrevolucionarios es fiel testimonio de nuestra decisión de castigar a los traidores a la causa popular. La guerra revolucionaria es a muerte y así reza en nuestra consigna y con ella tienen que ser fieles todos los que se plantean como revolucionarios. Esta posición de la

organización nunca la hemos ocultado, porque responde a la concepción revolucionaria de colocar los intereses del pueblo por encima de cualquiera otra consideración” (Compendio Insurrección, s.f., p. 58-59).

Consideraciones finales Consideramos necesario, de cara al contexto actual de cierre de ciclo de luchas revolucionarias, ver las implicaciones de aquellos actores que se consideraban las vanguardias de dicho proyecto en el país y para esto utilizamos dos de sus más representativos. Consideramos, igualmente, que la utilización de la violencia sistemática –conocida como violencia revolucionaria–, como parte del proyecto, tuvo importantes efectos en su desarrollo, más no condenamos la violencia en abstracto, sino que nos esforzamos por encontrar las particularidades específicas y concretas que su utilización generó de manera diferenciada, a partir de la formulación e implementación de los planes estratégicos de cada uno de los actores.

Ernesto “Che” Guevara (Guevara, 1964), decía siguiendo la lógica de Clausewitz, que la lucha armada solo es posible en situaciones donde no existan partidos políticos, ni sindicatos, ni elecciones y que solo así se aseguran las condiciones para “justificar” un levantamiento armado. No obstante ¿en qué momento hacer la revolución se convierte en hacer la guerra? Sería la pregunta que haríamos y que, en mayor medida, las farc, descuidando su trabajo político y ético va traicionando los ideales del humanismo en su accionar, al plegarlo todo al aparato militar.

Sin embargo, el eln, con una concepción más política de la guerra, con su construcción de poder popular, encuentra un obstáculo importante,

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la incapacidad para acercarse a las retaguardias del régimen –las ciudades– y de conectar sus distintos frentes político-militares para superar el localismo, cosa que se deriva, igualmente, de la importancia suprema que tiene la organización armada frente a la línea de masas, así como su incapacidad de defender, en muchas situaciones, sus bases sociales, como sucedió en muchos de los lugares en los que hizo presencia.

Más allá de las condiciones propias que se instauran a nivel sociológico en las ciudades –mayor individualización, mayor predominio del mercado–, son una inadecuada evaluación del poder militar y político de las fuerzas armadas; una creciente militarización y aparatismo paralelos a una gradual despolitización, abroquelamiento interno que habría llevado a una pérdida del contacto con las acciones de masas; y, finalmente, una indebida valorización de las consignas y los valores democráticos (Tarcus, 2008). Aquí, vale la pena traer a colación el debate de Hana Arendt (1979), cuando distingue entre poder y violencia, como ambos son inversamente proporcionales, la utilización de la última genera repercusiones en las bases sociales, en los cuadros y en las respuestas del régimen en detrimento del mismo poder popular; tal vez, según este planteamiento, podríamos decir, de cara a lo visto en el trabajo, que la lucha armada en una fase inicial es incompatible con un proyecto de masas o de poder popular, tesis para considerar.

La fidelidad y la lealtad a la dirección militar, no solo en el plano táctico, sino en las consideraciones estratégicas e ideológicas impidieron la autocrítica por medio, no solo del uso del miedo, como en los casos de ajusticiamiento, sino también un proceso por el cual se va instalando un culto por las armas; así, una suerte de “cultura de

la violencia” al interior de la organización que lleva a que las decisiones políticas se tomen crecientemente en términos de audacia voluntarista: el “tener o no tener huevos” para llevar a cabo una acción y en castigar al disidente de forma violenta justificándolo de “revisionista”, “Correa de transmisión del régimen”, infiel a la causa, etc.

La militarización de la lucha revolucionaria genera, pues, organizaciones jerarquizadas y no democráticas. El resultado es siempre más poder para los violentos de una y otra parte; por lo tanto, hay menos libertad para la mayoría de los ciudadanos y se fortalecen las soberanías, similares al estado que se piensa combatir, y que, tal vez, en un eventual triunfo de la revolución, podían habernos llevado, por solo citar algunos ejemplos a los ‘campos’, las torturas y las ejecuciones del estalinismo, de los rusos en Hungría-Checoslovaquia, el caso de Afganistán, de los chinos en Vietnam, de los vietnamitas en Camboya y de los camboyanos en sí mismos, sucesos que, muchas veces, fueron desconocidos por las insurgencias en su defensa religiosa del marxismo-leninismo.

Hace falta, pues, no solo una desmilitarización de la sociedad, sino también una des militarización de la izquierda, de la lucha revolucionaria, cosa que ya sería un gran cambio al nivel subjetivo y al nivel ético. Reconocer de cara a este nuevo ciclo de luchas la reproducción todavía existente en el interior, del poder autoritario que intentan cuestionar y de saberse, como es comprobable desde mediados del siglo xx, el carácter de víctimas del sentido histórico en el inicio de la lucha, junto a su carácter de victimarios al finalizarla. Decir que los buenos fueron vencidos, no porque eran buenos sino porque fueron débiles ante el poder que querían combatir, en lo ético y en lo estratégico, requiere de cierto valor.

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Revista Caminos Sociológicos

Edwin A. Alvarado A. Editor Revista Caminos Sociológicos Departamento de Sociología Universidad Nacional de Colombia Correo-e: revistacaminossociologicos@gmail.com

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Idiomas. Por su naturaleza, el público al que se dirige y el contexto en el que se edita, la revista publicará artículos originalmente escritos en español, aunque no se descarta la recepción de contribuciones escritas también en inglés.

Envío de artículos. El artículo debe enviarse en formato editable (Word o .doc), con fuente Times New Roman (12), al correo revistacaminossociologicos@gmail.com. Solo se recibirán postulaciones hechas a través de correo electrónico.

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La revista CAMINOS SOCIOLÓGICOS se terminó de imprimir en las instalaciones de gracom Gráficas Comerciales ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia, en la carrera 69K nº 70-76 en el mes de mayo de 2017.

El tiraje es de 300 ejemplares en papel ivory.

Las familias tipográficas usadas fueron: TheSans Roboto

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C A M I N O S S O C I O L O G I C O S r e v i s t a