ENTREVISTA
ÁGATHA RUÍZ DE LA PRADA DISEÑADORA DE MODA
ARTÍFICE DE LA ROPA FELIZ CON MÁS DE 35 AÑOS DE CARRERA, UNA AGENDA REPLETA DE PROYECTOS Y RODEADA DE MUCHA GENTE QUE LE QUIERE Y APOYA, ASEGURA SENTIRSE MEJOR QUE NUNCA. TEXTO ONYSELA VALDEZ
SE AUTODEFINE COMO UNA trabajadora incansable. Es tanto aristócrata como rebelde. Sabe cuándo guardar las tradiciones y cuando ser irreverente. Auténtica. Ha sabido cultivar el difícil arte de adoptar lo mejor de los dos mundos en los que le tocó crecer, y gozárselo al máximo. Una vida divina de contradicciones, aciertos, y también desaciertos, como todo mortal. No le importa el qué dirán mientras ella se divierta y sea feliz. Y, asegura, que lo es, plenamente. El encuentro con la diseñadora española estaba pautado en el nuevo y muy chic The Whitby Bar & Restaurant, en pleno corazón de Manhattan. Llegamos puntuales a la cita Irene Rodríguez y yo. Irene, creadora del blog “Vivir Demais”, es muy amiga de Ágatha Ruiz de la Prada y quien hizo posible la entrevista. Ágatha ya tenía un rato esperando. La vimos al instante. Imposible que pase desapercibida. Estaba con unas fabulosas gafas amarillas de su colección, sus acostumbrados colores vibrantes y positivos, y unas zapatillas deportivas fucsia. Había llegado caminando, atravesando decenas de calles, desde su apartamento en Downtown. Y para sorpresa de Irene, que bien la conoce, esta vez no andaba acompañada de su inseparable Miren Baselga, su asistente y mano derecha. “Caminado por las calles de repente me entró una alergia. Además, aquí suelen tener los aires acondicionados a
tope y ayer estaba en una gala a la que acudí con un vestido escotado, y creo que me resfrié”, nos comenta tan pronto nos saludamos. Confieso que tenía mis expectativas ante la entrevista: ¿Una diva con el ego en las nubes? o ¿una dama encantadora? Resultó lo último y añado que muy cercana, afable y franca. No anda con rodeos ni diplomacia, dice lo que piensa y lo que le sale del corazón. En estos días se podría catalogar como un don. Tras los saludos correspondientes y mientras las amigas se ponían al día, surgió el tema de que era lo que más le gustaba hacer entre todos sus diseños y creaciones. “A mí siempre me ha gustado muchísimo hacer ropa para mujer. La mujer que sabe llevar un traje y viste de forma inteligente es mi principal musa. Por eso, me encanta esta señora – Y señala a su amiga Irene- ¡y cada vez que la veo, lloro de lo bien que lleva mis diseños! Tiene un sexto sentido que muy poca gente tiene para llevar la ropa, y ahí está la gracia para subir un traje. No tiene que ver con belleza, ni la clase social. Es un don y un porte. Es interpretar el traje, multiplicarlo. Lo más divertido y elegante es un traje inteligente, aquel que te convierte en el centro de las miradas allá donde vayas” Desde muy pequeña supo que esto era lo quería hacer de por vida, pero en su adolescencia es cuando se dio cuenta de que la moda es divertidísima. “La moda me apasiona y no me equivoqué. ¡Me he divertido mucho! Me 23
ha pasado el tiempo muy deprisa, pero he aprovechado cada día de mi trabajo a tope. De repente te paras a pensar y dices: “Caray, ¡Han pasado 35 años!”. Mucho ha llovido desde que a inicios de los 80 surgiera como diseñadora, cuando presentó por vez primera sus creaciones en Local, el Centro de Diseño de Madrid. “Recuerdo aquel primer desfile como una de las mejores experiencias de mi vida. Yo tenía 20 años, ¡fue un subidón! Y aún no me bajo de él”. Inició con buen pie y mucha aceptación. Era una propuesta osada, vanguardista con influencias de su amor por el arte y la cultura, heredado tanto por parte materna como paterna. Se lanzó con vestidos surgidos de una mezcla de arte y moda; pintura y diseño. Su segundo desfile fue nada más y nada menos que en el Museo de Arte Moderno. Sus diseños se caracterizan por ser muy creativos, con muchas formas geométricas, colores, líneas que se entremezclan, lo que podría indicar una cierta influencia por su padre, que era arquitecto. “¡Soy una arquitecta frustrada! Tenía que haber sido arquitecta pero no era una buena estudiante. A mí me gusta mucho más trabajar que estudiar”. Estuvo casada con el periodista Pedro J. Ramírez con quien tiene dos hijos: Tristán Jerónimo y Olivia Cósima. Ambos trabajan con ella. Ellos son los herederos del emporio Ágatha Ruiz de la Prada. “Yo pensaba que cuando empezaran a trabajar conmigo se me iba a reducir el trabajo ¡pero qué va, me lo han multiplicado! No paran de hacer cosas para la marca, de viajar para ayudar a la expansión y aportar ideas. Todos los días les digo, desde que nacieron, que todo lo mío es de ellos. Cósima siempre anda rebuscando entre mis cosas, y en cuanto hay algo nuevo lo coge (risas)…Siempre vive metida en mi armario, tal como hacía yo con mi madre –Y se percibe una mirada de nostalgia en la diseñadora- ¿sabes?, yo solía pasar horas y horas en el armario de mi madre, era como un mundo mági-