Narcoterrorismo en América Latina.Cuestión del mejor ser

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Seguridad Internacional

Narcoterrorismo en Am茅rica Latina. Cuesti贸n del mejor ser Maribel Dalio; Patrick Eccles-Williams; Lucas Nakandacare Tanya Ramnauth

AI 012/2012 30 de Noviembre de 2012


Resumen

El aumento del narcotráfico y su vinculación con el terrorismo se han convertido en la preocupación más importante para las agencias de seguridad nacional. Desde que los Estados comenzaron a estar más interconectados y a ser más interdependientes, las organizaciones criminales han ido explotando y manipulando la infraestructura que conecta las regiones del mundo para aumentar sus beneficios y su influencia. En América Latina la conexión entre estos fenómenos no es tan clara, sin embargo, no está exenta a la expansión ni de estos grupos locales, ni de grupos provenientes de otras latitudes. En este contexto se considera el fenómeno en América Latina con la hipótesis de que luchar contra el narcotráfico sin la cooperación suficiente entre los Estados Latinoamericanos no va a ser la solución al fenómeno, y que por el contrario, abre las puertas a su expansión desde Estados más agresivos (por ejemplo México) a Estados que posibiliten su desenvolvimiento (por ejemplo Argentina), así como también a la expansión del terrorismo. Es por ello que se estudia la relación entre narcotráfico y terrorismo, se ejemplifica a México como uno de los focos principales y fuente de dispersión del narcotráfico en un contexto latinoamericano “fértil” para la expansión de este tipo de amenazas, y se toma posición sobre el “mejor ser” de su gestión.

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Narcoterrorismo en América Latina. Cuestión del mejor ser. Maribel Dalio Patrick Eccles-Williams Lucas Nakandacare Tanya Ramnauth1

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a cuestión de la seguridad de los grupos humanos es tan antigua como su conformación, pero las amenazas y mecanismos para contenerlas varían según los contextos. El mundo actual, y particularmente desde la globalización, muestra cómo se

tratan fenómenos queriendo definirlos en límites geográficos, lo cual se ha tornado un imposible tanto a nivel práctico como teórico. En el Siglo XXI las intervenciones militares ya no se limitan a guerras entre Estados, sino que se hacen presentes en guerras civiles y humanitarias que se desenvuelven en un contexto global, caracterizado por la complejidad de riesgo, la interdependencia en materia de seguridad, la no configuración previa de las amenazas, las limitaciones para prever los medios adecuados para enfrentarlas y en el cual la naturaleza de las amenazas ha cambiado, características que se identifican con las llamadas amenazas emergentes, fuentes de riesgo o fuentes de inestabilidad (Fontana, 1997). Aludiendo a las mencionadas amenazas emergentes, se encuentran aquellos fenómenos que “en principio no disputan formalmente la soberanía del Estado ni su integridad territorial, pero afectan a las instituciones y a las personas, poniendo en riesgo la integridad física y moral de estas últimas y permeando al Estado por diversas vías. Pertenecen a este grupo el narcotráfico, los distintos tipos de terrorismo y el crimen organizado en sus diversas variantes. (…) Si bien estos fenómenos no son recientes, lo novedoso, lo que los transforma en fenómenos de una categoría analítica distinta, es el hecho de que se hayan transnacionalizado” (Fontana 1997: 7- 8). Además, la presencia de estas amenazas se ha visto potenciada por la internacionalización de la economía y la llamada revolución tecnológica. La producción, comercialización, y por lo tanto, el consumo de drogas ha sido una constante en todas las regiones del mundo y América Latina no es una excepción. Un punto

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Los autores son estudiantes de la Cátedra de Seguridad Internacional, de la Licenciatura de Relaciones Internacionales de la UCC.

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fundamental a considerar en esta región es México (país de tránsito y productor de cannabis, anfetaminas y opiáceos), al cual en muchos estudios se asocia con su principal mercado: Estados Unidos. Sin embargo en el presente escrito, sin negar la importancia del mercado estadounidense, se hará un análisis girando la mirada hacia el Sur en vistas a abarcar un fenómeno más complejo. América Latina es conocida por la producción y el tráfico de cocaína a gran escala, pero según el último informe de Naciones Unidas (2011), el consumo se ha convertido en un factor importante. La principal producción de drogas ilícitas continúa llevándose a cabo en México, Colombia, Perú y Bolivia. Sin embargo, la mayoría de los países tienen importantes producciones de cannabis, en general para consumo interno. El tráfico de cocaína se dirige especialmente hacia América del Norte, ya sea por México directamente, o por América Central y luego México, y hacia Europa a través de América Central o de África. Por el contrario, el tráfico de anfetaminas y éxtasis desde Europa ha disminuido a causa de la producción local. En cuanto al consumo, la tasa de prevalencia de consumo de cannabis en América del Sur osciló entre el 2,9% y el 3,0% de la población entre 15 y 64 años en el 2009, sin embargo, la prevalencia de consumo de cocaína está claramente por encima del promedio mundial. La cocaína es el principal problema en América Latina, pues representa aproximadamente el 50% de todas las solicitudes de tratamiento relacionado con las drogas en la región (Informe ONU 2011). Aludiendo al caso de Argentina, aunque no haya informes oficiales detallados sobre la cuestión, diferentes acontecimientos apuntados por prestigiosos medios de comunicación, tanto internos como externos, dejan a la vista el reto de esclarecer los modos de operación de las bandas internacionales en el país. Entre estos se encuentran la aparición de laboratorios de drogas sintéticas y la detención de narcotraficantes, especialmente nacionales, colombianos y mexicanos. El consumo extendido del “paco” (tipo de droga que se fabrica con los desperdicios de la producción de cocaína, que si fuese importada no podría ser tan barata), el aumento de denuncias de campañas electorales financiadas con narcotráfico y de pistas de aterrizaje clandestinas en el norte. Además de que Argentina es uno de los principales países de tránsito a Europa, es el principal país latinoamericano en cuanto al consumo de cocaína y posee al menos 36 laboratorios clandestinos identificados por Naciones Unidas en 2009 (Informe ONU 2011). Sin embargo, no sólo el aumento del narcotráfico sino su vinculación con el terrorismo se han convertido en la preocupación más importante para las agencias de seguridad nacional.

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Desde que los países del mundo comenzaron a estar más interconectados y a ser más interdependientes, estas organizaciones criminales han ido explotando y manipulando la infraestructura que conecta las regiones en todo el mundo para aumentar sus beneficios y su influencia. Con acceso a nuevos mercados y personas, las organizaciones criminales recientemente no han colaborado sólo con los terroristas, sino que también han estado usando el terrorismo como una táctica para proteger sus propias actividades ilegales (Davison, 2011). En América Latina la conexión entre estos fenómenos no es tan clara excepto en casos particulares tales como las FARC en Colombia y, aunque discutidos, el accionar de los cárteles en México. Sin embargo, los países latinoamericanos, y en particular Argentina, no están exentos a la expansión ni de estos grupos locales, tal como se ha mencionado con anterioridad, ni de grupos provenientes de otras latitudes. En 2005 las autoridades de Argentina fueron informadas por diferentes agencias de inteligencia, especialmente españolas e italianas, de que los miembros del movimiento Jamaat Tabligh, un grupo fundamentalista islámico, habían ingresado a su territorio. Las autoridades españolas creen que los miembros del movimiento habían sido reclutados por Al Qaeda para participar en los ataques de Madrid, pero lo cierto es que la llegada de más de veinte miembros del grupo fueron confirmados más tarde por las autoridades argentinas. Las autoridades argentinas confirman que este ingreso al territorio nacional fue para reclutar miembros nuevos y que habían obtenido pasaportes argentinos para llamar menos la atención por parte del personal de seguridad (Davison, 2011). Este hecho no fue impredecible ya que la mayoría de los cabecillas del grupo de Al Qaeda, tras la destrucción de su refugio en Afganistán, se dispersaron en todo el planeta (Stern, 2008). De la anterior síntesis de la situación actual es evidente que estas “nuevas amenazas” no permiten pasar por alto sus implicancias para la Seguridad Internacional, y menos aún si ambos fenómenos estuvieron, están o es factible que estén relacionados. Centrándose en estos tres tiempos verbales, y haciendo especial énfasis en Latinoamérica, se ha elegido analizar brevemente lo que ha ocurrido, lo que ocurre, pero especialmente lo que advertimos puede ocurrir en esta región con la relación entre narcotráfico y terrorismo. Además, se hace foco en la gestión de este problema, ya que se considera a estos fenómenos dentro de aquellos que ya no pueden esperar para ser tratados. Por esta razón nos planteamos como objetivo analizar de qué modo la vinculación entre el narcotráfico y el terrorismo puede afectar la seguridad de los países latinoamericanos, poniendo especial énfasis en las políticas seguidas por México y sus repercusiones en otros Estados latinoamericanos, entre los cuales se retoma brevemente el caso de Argentina.

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En vistas a esto se plantea como hipótesis que la lucha contra el narcotráfico sin la cooperación suficiente entre los Estados Latinoamericanos no va a ser la solución al fenómeno, y que por el contrario, abre las puertas a su expansión desde Estados más agresivos (retomando a México) a Estados que posibiliten su desenvolvimiento (retomando a Argentina), asó como también a la expansión del terrorismo. Para comprobar o falsear está hipótesis se establecen como puntos relevantes: I.

Vínculos entre el narcotráfico y el terrorismo: Narco- terrorismo.

II.

México como uno de los focos principales y fuente de dispersión del narcotráfico.

III.

América Latina como campo fértil para la expansión del narcotráfico. Caso argentino.

IV.

Implicancia para la seguridad internacional.

V.

La gestión “nacional” e “internacional” del fenómeno: cuestión del ser y de un “mejor ser”.

Vínculos entre el narcotráfico y el terrorismo: Narco- terrorismo Narcotráfico y terrorismo son fenómenos en expansión y una de las principales amenazas a la Seguridad Internacional del Siglo XIX. En vistas a analizar la relación entre estos fenómenos, se expresará conceptualmente que se entiende por cada uno de ellos. Naciones Unidas definió terrorismo como “cualquier acto (…) destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo” (Informe ONU 2005). Sus características pueden resumirse en: violencia indiscriminada, imprevisibilidad, inmoralidad, acción indirecta, premeditada y con búsqueda de publicidad. A los fines de este análisis se entenderá por narcotráfico la actividad ilícita de producir, transportar o vender drogas no permitidas legalmente, o el mismo comercio de sustancias que se utilizan para producirla. De los 1.500 millones de dólares que mueve la actividad terrorista, un tercio corresponden al crimen organizado como el narcotráfico y el resto a movimientos ilegales de capitales. El narcotráfico mueve unos 400.000 millones de dólares al año, es decir el equivalente al 8% del PBI mundial, parte de los cuales mueven el negocio de las armas. Esta realidad indica la “responsabilidad de la comunidad internacional para combatir todo tipo de mafias que, aunque sin ser terroristas, inciden en el aumento de la violencia en diferentes partes del mundo a nivel semejante, y la preocupante situación en la que la economía del narcotráfico,

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socia directa del terrorismo, penetra en la vida social, política y económica” (Villamarín 2005: 26-27). Las drogas que los grupos de narcotraficantes ubicados en Latinoamérica exportan hacia los países del primer mundo para alimentar el negocio de las armas, son síntoma de la interconexión de los fenómenos y de la imposibilidad de considerar límites geográficos al ocuparse de ellos. Una operación típica del narcotráfico latinoamericano con organizaciones delictivas se desarrolló en 1989 cuando un contenedor de Colombia fue llevado a Pakistán y de allí a Checoslovaquia en un avión no identificado. Luego en 1994 Rafael Rampillón describe los lazos de narcotraficantes latinoamericanos con terroristas islámicos (Villamarín, 2005). De este modo se afirma que narcoterrorismo es una “sorprendente revelación de tejidos clandestinos que estructuran una red invisible pero real de intereses económicos, cuyos hilos conducen a demostrar que detrás de la azarosa intención de riqueza fácil y poder derivada del narcotráfico se escudan los traficantes de armas que surten a las mafias y grupos terroristas inmersos en conflictos locales en apariencia aislados” (Villamarín 2005: 266). No se pretende argumentar que el narcoterrorismo en América Latina es un hecho en todas sus dimensiones, pero si se pretende advertir que el tratamiento local de fenómenos globales sólo colabora con el traslado de los mismos, y que la estrecha vinculación entre los dos fenómenos tratados no permite abstenerse de considerar uno excluyendo al otro.

México como uno de los focos principales y fuente de dispersión del narcotráfico Volviendo la mirada hacia México, la violencia es casi una constante. Desde el comienzo del gobierno de Calderón en 2006, cuando se dio inicio a medidas duras para enfrentar el problema del narcotráfico, se estima que se han muerto más de 30.000 personas. Sin embargo sólo 20% de los delitos son anunciados a la policía. Además, sólo 13% de estos delitos son investigados y alrededor del 5% de los casos llegan a los tribunales. Este fenómeno se puede explicar a través de dos factores: la corrupción y el miedo. Enfocándonos en el segundo de estos factores, es necesario mencionar que las tácticas usadas por los narcotraficantes consisten en amenazas consistentes al pueblo, avisando que si se ponen al lado de las autoridades serán asesinados. No es poco común que mueran los llamados ‘subversivos’ y puestos en un lugar público y visible con un mensaje de advertencia a cualquier otro ‘subversivo’ potencial. En general, es verdad decir que México no ha visto el terrorismo típico en el sentido de que los narcotraficantes no suelen entrar en lugares públicos y matar a

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numerosos inocentes. Sin embargo, el 15 de Septiembre de 2008 se llevaron a cabo actos de magnitud semejante, cuando durante la celebración del Día de la Independencia en Morelia, una ciudad del suroeste del país, fueron tiradas dos granadas en la multitud dejando 8 muertos y 110 heridos (Grayson, 2011). Debido a la incapacidad de las instituciones de seguridad pública y al poder de fuego que los cárteles de narcotráfico han adquirido, las Fuerzas Armadas mexicanas tienen la función de reposicionar el poder estatal en las partes del país donde hay disputa de control territorial por parte del narcotráfico. Pero el poder que han adquirido estos grupos, tanto en el manejo de los recursos humanos como en el de los financieros, les ha permitido modernizar sus equipos, mejorar el entrenamiento de sus combatientes y aumentar la infraestructura, lo que dificulta alcanzar el mencionado objetivo del Estado mexicano, convirtiéndolo en un Estado en el cual la fragilidad e incapacidad de las instituciones es inminente. El desarrollo del narcotráfico mexicano se destaca por su proyección internacional, influyendo directamente en América Latina, donde la expansión de estos grupos es un hecho. Un indicador de esto es el creciente número de mexicanos en cárceles en el extranjero por delitos asociados al tráfico ilegal de sustancias. Utilizando la violencia, los narcotraficantes mexicanos llegaron a convertirse en el principal productor y distribuidor de la región, controlando desde 2003 el transporte de narcóticos desde Costa Rica y Panamá a Guatemala o México, almacenando dinero en Honduras y lavándolo en Nicaragua. Por ese motivo, los países de Sudamérica han buscado un mayor intercambio de información con las agencias de seguridad mexicana (Rodríguez Luna y Ulloa, 2006). Un factor interno que contribuyó de modo determinante al desarrollo del narcotráfico mexicano fueron los cambios políticos. El antiguo régimen tenía una estructura esencialmente autoritaria, siguiendo la idea de que un régimen político débil y con legitimidad incierta crea más oportunidades para el surgimiento de organizaciones criminales. Luis Astorga (2003) identifica cuatro grandes momentos de la historia del negocio ilegal de las drogas y del antiguo régimen: 1914 – 1947, nacimiento y subordinación del negocio al poder político; 1947 – 1985, se crean estructuras de mediación entre el sistema político y el negocio ilegal; 1985 – 2000, el sistema político se muestra incapaz de enfrentar los grupos de traficantes y pierde la capacidad de vigilar las unidades de mediación, que se convierten en autónomas; desde 2000, con la victoria de Vicente Fox y cuando el antiguo régimen pierde tanto la presidencia de la república como la mayoría de los asientos en la cámara de diputados, se comienza a tratar la cuestión de modo más confortativo.

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Estos cambios políticos han creado nuevas oportunidades para el desarrollo del narcotráfico. En primer lugar, facilitaron la fragmentación de las relaciones pre-existentes entre el gobierno y las organizaciones criminales y, en segundo lugar, los distintos niveles de gobierno fueron ocupados por miembros de distintos partidos, dificultando la continuidad y coordinación de las acciones. Esto supone la pérdida del control y de la supremacía del Estado sobre las organizaciones criminales, lo que vulnera la capacidad del Estado de garantizar su presencia sobre todo el territorio nacional, creando los “espacios sin ley” o “zonas grises”, cuyo aumento es considerable. En 2006 puede puntualizarse un quiebre bajo auspicio estadounidense: la presidencia de Felipe Calderón declara una política de tolerancia cero a la producción, distribución y consumo de drogas. La estrategia de Calderón fue cubrir siete zonas territoriales en las que se dividió al país, incluyendo la frontera sur con Guatemala y la frontera norte con los Estados Unidos. La política de extradición de narcotraficantes a los Estados Unidos fue justificada por el procurador general de la república de México como una decisión “unilateral y soberana” del gobierno del presidente Calderón, que buscaba romper con el liderazgo geográfico de las diversas posiciones del crimen organizado. Sin embargo, México está hoy en el ojo de la tormenta, los espirales de violencia entre las fuerzas federales y los cárteles sigue en aumento, y al igual que en América Latina, surgen circuitos burocráticos y operaciones clandestinas que terminan violando los derechos humanos y agravando la situación (Cieza, 2009). Este tipo de política no ha sido suficiente ya que se ha enfocado en erradicar tanto la producción como la distribución de drogas y ha descuidado la lucha frente al consumo, pero principalmente porque permanecen pendientes los problemas relacionados con el desmantelamiento de las redes criminales y la internacionalización del fenómeno.

América Latina como campo fértil para la expansión del narcotráfico En América Latina la importancia de la economía ilícita es creciente y abarca principalmente actividades como el narcotráfico y la venta de armas, procesos que se vinculan con procesos de corrupción, control social y violencia (Cieza, 2009). México es uno de los casos más problemáticos para la región, sin embargo, citando a Boyer “hace tiempo ya que en México el narcotráfico dejó de ser una historia de ladrones y policías. Desde que, a mediados de la década de 1980, los clanes colombianos de Cali y Medellín negociaron con las mafias mexicanas de Colima y Sinaloa para utilizar su territorio como trampolín hacia Estados Unidos, el narcotráfico se ha vuelto el principal problema político del país, poniendo en riesgo la

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autoridad del Estado” y la estabilidad internacional. Este último ámbito alude no sólo a los problemas de México con Estados Unidos sino a la extensión de las redes del fenómeno hacia el sur del continente (Boyer, 2009). Y nuevamente junto al narcotráfico, la violencia. Los carteles mexicanos compran armas cada vez más poderosas y algunos estiman que el tráfico que asciende a 22,4 millones de dólares anuales, incluye armas pesadas, lanza cohetes, lanzagranadas y armas que traspasan blindados (Rossi, 2009). Los países del Sur de América registran una creciente producción de drogas e influencia de los narcos mexicanos, especialmente en países andinos. En 2000 el mayor ingreso de precursores químicos para la elaboración de metanfetaminas se daba desde Estados Unidos, luego la ruta cambió. Para mediados de 2006 el 65 % de las metanfetaminas que se vendían en el mercado negro provenían de México. Luego los cárteles viraron hacia el Sur y llegaron a Argentina. El entonces Procurador General de México precisó los vínculos de un narcotraficante detenido en Argentina con el Cártel de Sinaloa, y era parte de una red en el Gran Buenos Aires, Santa Fe, Misiones y Paraguay. Este es sólo un ejemplo de las numerosas detenciones (Cieza, 2009). Los principales problemas en Argentina son que no se cuenta con las herramientas necesarias para enfrentar el fenómeno y que el discurso dominante subestima la expansión del narcotráfico, considerando al país como de tránsito. Si bien esto es cierto, ya que al ser un país escasamente radarizado se encuentran en él pistas clandestinas, también hay centenares de laboratorios clandestinos que producen cocaína en gran medida con la pasta base traída de Bolivia y Perú. Además, se aprecia un aumento del consumo local que, si bien se cree que es consecuencia de cierto pago en especies por parte de los carteles, el fenómeno es más complejo por el aumento de la producción local anteriormente mencionada. Gran parte de este consumo es conformado por el “paco”, que hizo su aparición luego de la crisis de 2001 y al cual se le atribuyen daños irreversibles en jóvenes consumidores y un aumento exponencial de la violencia (Cieza, 2009). Se ha hablado de la colombianización de México, en la medida en que se perfila un proceso similar al de Colombia, pero también podría hablarse, en este sentido, de una mexicanización de América Latina. Sintetizando lo expuesto “Brasil, Colombia y México han ejecutado en los últimos años políticas muy agresivas contra el narcotráfico. Muchas bandas de traficantes comenzaron a trasladarse a países más seguros para ellos [y] la Argentina es un país seguro porque ellos no quieren ser vistos y aquí nadie quiere verlos” (La Nación, 2011).

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Impacto sobre la Seguridad Internacional La Seguridad Internacional como concepto se ha ido adaptando ante un contexto internacional dinámico, pero es posible decir que es aquel estado que refleja la ausencia de amenaza. Y son precisamente las amenazas las que han ido cambiando y configurando nuevos sistemas de seguridad. En la actualidad el concepto generalmente se orienta a la Seguridad Humana, la cual erige a la persona y no al Estado como sujeto de seguridad, refleja la confluencia teórica y política de dos campos, la seguridad y el desarrollo, presenta una dimensión cuantitativa así como también otra cualitativa, tiene la virtualidad de integrar dimensiones tanto locales como globales, tanto micro como macro, y tiene connotaciones progresistas y transformistas (Armiño, 2004). Con esta definición, y a los fines de este trabajo, no se hará un análisis de esta conceptualización sino que se apuntará a especificar la relación entre el narcotráfico y el terrorismo. Como se ha planteado con anterioridad, la expansión del narcotráfico, y la estrecha vinculación de este fenómeno con el terrorismo, se ha transformado en un fenómeno expresado en redes que operan a nivel global, lo que transforma al narcoterrorismo en una cuestión de la Comunidad Internacional, no ya de los Estados de modo unilateral o sólo en colaboración entre Estados fronterizos. En Latinoamérica la expansión y dispersión del narcotráfico y la violencia son un hecho, si bien esta es una amenaza que, como bien explica Fontana, no atenta necesariamente contra la integridad territorial de los Estados, permea sus instituciones, relativiza el valor de sus fronteras, y crea zonas grises en el territorio y manchas de no estatalidad en los circuitos de negocios, pues “introduce inestabilidad en el contexto local, en el regional y en el internacional. Ponen en riesgo la integridad física y moral de los ciudadanos y corroe sistemáticamente el sentido de comunidad tanto nacional cuanto internacional” (Fontana 1997: 6). Además, esta amenaza deja a la luz la cuestión de la interdependencia entre los Estados ya que desafía su capacidad individual para hacerle frente y la seguridad de cada Estado latinoamericano depende más de las políticas llevadas a cabo por otros Estados, en el presente caso México, que del desarrollo autónomo de capacidades individuales de respuesta. Esta situación no deja más remedio que la creación de formas asociativas y cooperativas en materia de seguridad (Fontana, 1997).

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La gestión “nacional” e “internacional” del fenómeno: cuestión del “mejor ser” En el presente análisis se ha descripto brevemente el fenómeno del narcotráfico a nivel mundial, haciendo particular consideración del caso latinoamericano como circunscripción analítica. En este caso, un particular punto de concentración es México, foco que se ha extendido al resto del continente, particularmente hacia el Sur, luego de la lucha declarada a comienzos de este siglo. En este contexto, Estados con escasa capacidad para enfrentar el fenómeno y subestimando la expansión de este tipo de amenaza, se han convertido en tierra fértil para estos grupos de crimen organizado, dejando de ser países de tránsito, entre ellos, Argentina. Por otro lado, se ha analizado la conexión entre el narcotráfico y el terrorismo, llamada narcoterrorismo. El narcoterrorismo, ya comprobado en la práctica, en la teoría y en el diseño concreto de la política exterior de algunos Estados, grupos de Estados y de la Comunidad Internacional en general, se asocia principalmente con grupos como Al Qaeda, IRA o las FARC, sin embargo el fenómeno es mucho más complejo. Además de la demostrada conexión entre los grupos ya existentes de narcotraficantes de Latinoamérica y terroristas de otras latitudes, se realizan dos consideraciones. Por un lado, el terrorismo no se limita a los grupos nombrados, sino que existen otros y es posible que surjan nuevos grupos alineados bajo ciertos intereses en caso de que la cuestión no logre tratarse con la inmediatez que requiere. Y por otro, la simbiosis entre narcotraficantes y terroristas no deja a los Estados exentos de que donde se expanda uno, pueda desenvolverse el otro. Es por esto que se afirma que la lucha contra el narcotráfico sin la cooperación suficiente entre los Estados latinoamericanos no va a ser la solución al fenómeno, sino que contrariamente, abre las puertas no sólo a su expansión desde Estados agresivos (retomando a México) a Estados que posibiliten su desenvolvimiento (retomando a Argentina) sino también a la expansión del terrorismo. Y es aquí cuando finalmente se plantea la cuestión del mejor ser, y la misma alude a una forma de afrontar estas amenazas: América Latina, y el mundo, se encuentran frente a un problema que sólo puede ser resuelto a través de estrategias sustentadas por la cooperación y coordinación de la política de seguridad tanto nacional como exterior, considerando su carácter multidimensional, ya que la solución no se limita a lo militar sino que por su complejidad involucra cuestiones políticas, económicas, culturales y ambientales (aunque no

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hayan sido abordadas cada una de ellas en este análisis). El problema del narcotráfico ha resistido con eficacia el combate que se le ha librado y ha sabido aprovechar la redefinición de la situación política y la inestabilidad económica de México primero, y del resto de los países latinoamericanos luego. Además, el narcotráfico cuenta con el apoyo de los sectores sociales que se benefician del negocio ilegal de las drogas, ya que ha proporcionado una opción de supervivencia a ciudadanos en situación de desempleo. Por lo tanto, se muestra necesario tanto el desmantelamiento de las estructuras criminales como de sus redes financieras y el perfeccionamiento de los canales de relación con los ciudadanos. Al mismo tiempo deben implementarse estrategias y políticas públicas que permitan reducir los espacios sin leyes.

Conclusión Observando la cuestión en perspectiva y como proceso, si bien se ha hecho foco en el fenómeno del narcotráfico debido a su existencia inminente y ampliada en el territorio latinoamericano, también se lo ha vinculado con algunos de los grupos terroristas ya existentes y se deja abierta la posibilidad de nuevas conexiones. Políticas locales para fenómenos complejos y globales no acaban con la amenaza sino que la dispersan. Es por ello que es necesario establecer mecanismos que consideren las particularidades de los casos a los cuales se aplicarán, pero con un alcance integral, transnacional y elaboradas multilateralmente, que den lugar a espacios de seguridad cooperativa, donde los Estados, en interacción con otros grupos y cooperando entre sí, abran la puerta a períodos de estabilidad. Períodos en los que las personas y las comunidades que conforman vean en el pasado, y no en el presente y en el futuro, expresiones de estas nuevas amenazas.

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