¡Las malditas pulgas de Tenerife! por Juan Castro Gaviño

Page 1

El Perseguidor. Diario de Avisos. 25 de abril de 2021

¡Las malditas pulgas de Tenerife! por Juan Castro Gaviño

A

ntes de alcanzar sus actuales dimensiones de trascendental recurso económico —y, como ineludible reverso de tal moneda, su caracterización como cuestión de necesario abordaje y debate— el interés, aprecio e incluso devoción que suscita nuestro enclave atlántico en los extranjeros ya era notorio; en particular, para los hijos de Albión, que llevan centurias encontrando en nuestras islas sobrados motivos para el deleite. También para la épica, el miedo y la profunda reflexión; sin duda propiciada por la excepcional fuerza simbólica que estos parajes ofrecen y que los isleños parecemos olvidar en cierto modo, debido a su habitual presencia en las retinas. Realiza don José Miguel Rodríguez Yanes un interesante estudio, centrado en la ciudad del Adelantado, titulado Los extranjeros en Tenerife durante el Antiguo Régimen, y que puede encontrarse en el Anuario del Instituto de Estudios Canarios en la Universidad de La Laguna del año 2008; una apreciable investigación que nos recuerda una verdad que, pese a su evidencia, conviene tener presente —en días convulsos, y ante una cierta tendencia a la ceguera identitaria y al egoísmo—: que, sin perjuicio de la innegable riqueza de nuestro patrimonio propio, la diversidad será siempre consustancial a este lugar que es encrucijada entre mundos. Resulta preciso hoy recapitular y tener a la vista que las heterogéneas aportaciones culturales han sido, y continúan siendo, elemento definitorio de la naturaleza canaria; pues el piélago circundante es suficiente frontera natural, que no necesita la adición de otras artificiales. Así, han pasado por la ciudad de La Laguna viajeros y migrantes del más amplio abanico de procedencias; pero, en lo que afecta a los británicos, es más que consabida su profunda relación con nuestras islas, haciéndose frecuentes entre ellos las menciones a Tenerife desde hace más de quinientos años. Una atracción de germen naturalmente comercial, pronto robustecida por las bondades del clima, las maneras y los frutos isleños, así como por la fascinación despertada por los evocadores entresijos de este lugar. Este interés tiene su natural reflejo en el ámbito literario; analizado ya, entre otros, por don José Luis García Pérez en su artículo Las Islas Canarias, marco inspirador de la novelística británica (siglos xvi-xx), en el marco del xv Coloquio de Historia Canario-Americana. Merece estima esta aportación, al recordar la impronta que dejó esta tierra en obras y autores de presencia universal en un imaginario colectivo no limitado a Gran Bretaña, sino extendido de manera amplia en la cultura de Occidente: esta isla ha sido algo más que un escenario en textos tan trascendentales como Los viajes de Gulliver o Robinson Crusoe. Sin embargo, coinciden Rodríguez Yanes y García Pérez en la mención de un autor en particular, en cuyo paso por Tenerife merece centrar el resto de estas líneas; por la diversión de la anécdota, pero también por el valor histórico y literario que ofrece una biografía de difusión aparentemente escasa. El doctor John Wolcot fue bautizado en Dodbrooke, Devonshire, en 1738; a pesar de su profesión de médico —y de una breve tentativa de vida clerical— fue su aguda pluma, con la


Juan Castro Gaviño

¿Qué mortal podría suponer –dijo una dama– que un hombre así podría escribir tantas cosas tan excelentes? Un escritor singular y contradictorio, lo bastante certero con las palabras como para granjearse tal animadversión y, al tiempo, merecer que el mismísimo Joseph Haydn les pusiera música. En torno a 1768 estuvo el doctor Wolcot en esta isla, acompañando como médico al gobernador de Jamaica, sir William Trelawny. Y aquí sufrió cierta penuria, quizá leve, pero que plasmó con inteligencia y brillantez en su Oda a las pulgas de Tenerife. Resulta interesante que estas estrofas aparezcan tituladas, según la cita, como oda, pero también como elegía; tal vez porque, debido a su característico tono irónico, quede a elección del lector decidir si pretendía el autor loarlas o, en cambio, lamentarse de padecerlas. De ella ofrecemos aquí una propuesta de traducción, sin vocación de ser precisa: por las características del lenguaje de la época, quedaría esa tarea reservada para quien disponga de formación en filología inglesa; sin embargo, sí puede servir para ilustrar el carácter y la diestra palabra del que fue conocido como Peter Pindar.

John Wolcot, alias Peter Pindar esquire. Retrato publicado por J. Walker en Londres el 14 de julio de 1794

que firmaba bajo el sobrenombre de Peter Pindar, la que le otorgó un lugar en las conversaciones de sus contemporáneos. Con ella legó una obra eminentemente satírica, caracterizada por el humor y el ingenio, pero también por una sensibilidad poética insoslayable, hábil para la imagen y la expresión. De él se ha dicho que se preocupaba poco por la altura a la que caían sus golpes; cuestión que, con toda seguridad, certificarían sus objetivos habituales: la Corte, los miembros de la Royal Academy, así como el rey Jorge iii y la reina Carlota y, en general, la sociedad, política y personalidades de su época. Escribió para el Monthly Review y, como Pindar, se convirtió, según dicen, en el poeta satírico más prolífico de finales del siglo xviii; quizá, la descripción más llamativa del personaje la brindase el compositor William Jackson de Exeter, que escribió: Wolcot es uno de los pocos hombres extraordinarios del tiempo presente. En su poesía es por momentos vulgar, delicado, insultante, y a veces sublime. No mendiga, ni pide prestado, ni hurta, pero es siempre él mismo y solo él mismo. Su conversación es pocas veces entretenida, y nunca ilustrativa.

Escrita en el año 1768, en Santa Cruz, en compañía de un hijo del fallecido Almirante Boscawen, en la casa del señor Mackerrick, un mercader de ese lugar. Vosotras, saltarinas nativas de una dura, dura cama, Cuyos huesos, tal vez, duelan como los nuestros, Oh, dejad que descansemos la cansada cabeza, Esta noche – la primera que nos aventuramos bajo vuestras flechas. Densas como un bandada de estorninos en nuestras pieles, Tornáis de una vez en marrón, el blanco del lirio; Nos apuñaláis también, como tantos alfileres – El sueño jura que no puede acercarse a nosotros mientras mordéis.

Henry Mac-Carrick. Autógrafo. 1769


El Perseguidor. Diario de Avisos. 25 de abril de 2021

Casa Mac-Carrick, que fue conocida como «Casa Macario». Actualmente Casa Mac-Kay. San Cristóbal de La Laguna


Juan Castro Gaviño

El Perseguidor. Diario de Avisos. 25 de abril de 2021

Casa Mac-Carrick, que fue conocida como «Casa Macario». Actualmente Casa Mac-Kay. San Cristóbal de La Laguna

En vano predicamos –en vano la luz de la vela Destella ampliamente sobre los diablillos, que por sangre pican – En vano nos quitamos de encima estos activos huéspedes; Sin miedo, a otras partes se lanzan a miles.

¿Y qué si les decimos que era la cama de Mackerrick? ¿Y qué si les juramos que eran las pulgas de Mackerrick? Asqueadas tornarán la cabeza las Vírgenes; No besaremos más sus dedos en nuestras rodillas.

Y ahora oigo a un sirviente hambriento llorar, «Comed con abundancia, pulgas –son hombres extranjeros– Cosas gordas– no españoles, todos tan esbeltos y secos– Puede que no aparezca otro venado tan apetecible».

Nuestros quejumbrosos versos no saludarán más su mano; No escucharán más nuestra jadeante prosa; No permaneceremos más bajo su ventana, A conducir con serenatas sus bellezas hasta el reposo.

¿Cómo encontraremos el amanecer? – ¡Con ojos avergonzados! Con manos mordisqueadas, apenas con mordisqueados rostros, Como dos huevos de pavo, nos levantamos moteados Despreciados por los Amores, y burlados por las Gracias.

Las conversationi* encuentran su final; ¡El fandango inspirado por el amor no calienta más! La risa, el asentimiento, el susurro, ofenderán; Las miradas de soslayo, el entrecerrar de ojos, los apretones, todos se acabarán.

¿Qué dirá la majestuosa ninfa Joanna? ¿Cómo mirará la hermosa Catherina? “Fuera, desagradables británicos – ¡fuera!” Con sonidos de horror exclamará la rubia.

* En italiano en el original.


El Perseguidor. Diario de Avisos. 25 de abril de 2021

Pero, oh vosotras, despiadadas anfitrionas, un tren árabe Vosotras, atrevidas tropas ligeras de esa raza errante, ¿Sabéis, vosotras las extrañas, a quién mancháis con sangre? ¿Conocéis a los viajeros que desgraciáis? Uno es un doctor, de renombrada habilidad, Un británico, que intrépido trata con la muerte; Que de aquí a la India procede a matar, Y, probablemente, de miles detiene el aliento; Un bardo, cuyo pensamiento alado, y verso de fuego, Llenarán de asombro el Parnaso; Un bardo, cuyos monarcas opuestos admirarán, y, felices, aprenderán sus elevadas odas de memoria. El otro, Io, un raro discípulo de Marte, Un joven que se enciende con la llama de un padre; Boscawen llamado, que luchó las guerras de un reino Y le dio a la Inmortalidad un nombre. He aquí quiénes somos, filibusteras, aquellos a los que mordéis Tal es nuestra calidad británica, ¡oh pulgas! – Así que perdonad a nuestra tierna piel esta única, única noche – Mañana comeos a Mackerrick, si os place. La casa de Mackerrick a la que hace referencia Pindar fue edificada en la primera mitad del siglo xviii; su original dueño fue este comerciante inglés, hacia quien Wolcot trata de dirigir la voracidad pulgosa. Mencionada ya por Alejandro Cioranescu en La Laguna: Guía histórica y monumental, fue posteriormente conocida como Villa Macario, y hoy su denominación es la de Finca Mac-Kay. Un emblemático lugar, de los que inoculan en el visitante el utópico deseo de que las paredes fueran capaces de abandonar su mutismo para narrar la historia que albergan. De que pudieran contar sus historias de fantasmas, o reproducir los ecos de las personalidades que por allí pasaron. Que hablasen de los picores de Wolcot, o desvelasen más sobre el legendario navegante James Cook, que también se hospedó allí,

Pintura de J. Barry, grabado de Roberts. El doctor Wolcot, comúnmente llamado Peter Pindar.

unos años antes de encontrar la muerte en Hawái, lejos de su Inglaterra natal. Quizá así pudiéramos advertir que, al final, todo permanece y todo se repite: las pasiones, los prejuicios, las alegrías y las penurias, sean éstas grávidas y trágicas, o livianas como pulgas.

*Artículo extraído de El Perseguidor, sección cultural del periódico Diario de Avisos (25/04/2021) dirigida por Eduardo García Rojas.


Juan Castro Gaviño

Casa Mac-Carrick, que fue conocida como «Casa Macario». Actualmente Casa Mac-Kay. San Cristóbal de La Laguna. Detalle


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.