El Perseguidor. Diario de Avisos. 21 de marzo de 2021
Hbo ficha un proyecto con acento canario por Juan Castro Gaviño “¿Quién puede tener la desvergüenza de pretender enseñar algo, si esto es un desastre?”
E
scenario 0, en HBO España, es un proyecto tan oportuno como necesario. La idea ya rondaba a las ganadoras del Goya Irene Escolar y Bárbara Lennie antes de la pandemia, y terminó de gestarse como reacción a las tablas vacías y al encierro. No es televisión y tampoco es teatro: es una inteligente combinación de ambas para crear un novedoso producto audiovisual. En esta propuesta híbrida, se reimaginan seis obras elegidas para ofrecer una fotografía panorámica, rica y variada de nuestro paisaje teatral reciente, y se adaptan convirtiéndose en seis episodios donde convergen teatro, cine y televisión. Es una respuesta a unas circunstancias desastrosas para nuestro tejido cultural y escénico, pero también es la certera aprehensión de una oportunidad: la de acercar los teatros a un público ineludiblemente ligado a una realidad construida sobre nuevas premisas, sobre cambiantes medios de expresión cultural. Exprimiendo los recursos y el lenguaje cinematográfico se crea un atractivo cruce entre mundos; un ejercicio creativo que invita a profundizar en el impulso por transitar otros caminos. Entre las piezas con las que Escenario 0 pretende mostrar lo más interesante de nuestro teatro contemporáneo se encuentra Todo el tiempo del mundo, escrita y dirigida por Pablo Messiez y estrenada, en su versión teatral, en el Teatro Palacio Valdés de Avilés, el 18 de noviembre de 2016. Obtuvo nueve nominaciones a los Premios Max 2017, resultó finalista en la
Juan Castro Gaviño
Fotograma del capítulo Todo el tiempo del mundo de la serie Escenario 0 de HBO
categoría de mejor producción privada de artes escénicas y fue ampliamente apreciada por la crítica. Acompaña a la dirección en este formato Carlos Marqués-Marcet y repite íntegro el elenco que interpretó la función en teatro; quizá porque, como afirma el propio Messiez, muchos de sus textos nacen sabiendo ya por quién serán dichos. La acción transcurre en una zapatería de señoras y alrededor de su dueño y personaje central. Cada noche, después de cerrar, Flores se verá asaltado por un desfile de extravagantes visitas; personas que irán desvelándole las historias de su propio pasado, su presente e, incluso, su futuro. Ante su desconcierto, en su zapatería se difuminarán los contornos del tiempo, borrándose hasta generar un insólito lugar al margen de los relojes. Allí convivirán, en un único presente, todos los momentos pasados y futuros; ahí, empujado por sus dickensianos invitados, deberá confrontar los interrogantes que le atenazan hasta entender quién es. Desde el primer diálogo, se introduce el secreto que será hilo conductor de toda la historia, libérrimamente basada en el abuelo del propio Messiez:
¿Y qué sabrá usted, que ni siquiera supo nunca quién fue su madre? Todo el tiempo del mundo interpela al espectador sobre temas cuya universalidad solo es síntoma de relevancia. No en vano, la obra es proclamación de los lugares comunes: porque son ciertos. Así, sus 72 minutos de metraje despliegan inquietudes que atañen a todos: en primer lugar el tiempo, su paso y su carácter lineal; la imposibilidad de volver atrás para rectificar y decir lo que debió decirse. Pero también la importancia de la memoria: en la reflexión sobre la construcción de la realidad a través del recuerdo se profundiza en el clásico dilema sobre la posibilidad de una existencia no percibida —el árbol que cae en el bosque sin ser oído— para preguntarnos qué ocurre con un pasado que no se recuerda. La familia y los lazos, el deber, la culpa y el anhelo; la dificultad para discernir lo real y el amor como respuesta que subyace. Todo bombardea a un Flores que solo quiere ser buen padre, que solo quiere ser buen hijo; que, como casi todos, solo quiere que le enseñen cómo hacerlo bien.
El Perseguidor. Diario de Avisos. 21 de marzo de 2021
La relevancia de las palabras, de cuáles se eligen y dónde se colocan, es tan indiscutible en esta obra que las convierte en un tema en sí mismas, y que se refleja en la cuidadísima escritura de los diálogos, de sencilla y sutil belleza poética; una reivindicación particularmente apreciable en un tiempo plagado de ruido y exabruptos.
otorga aún más musicalidad al lío de palabras que la enfermedad causa en Doroty. Todo ello, nutrido y enriquecido por las herramientas cinematográficas, los espejos y la fotografía en blanco y negro, solo coloreada al introducir imágenes reales de Flores, de los actores y de la función en teatro.
A Flores (interpretado por un genuino Íñigo Roque convence en su complejo viaje desde el desconcierto a la catarsis) se le une un acertado elenco para elevar las palabras a su lugar correspondiente. La aplaudida María Morales hace de Nené su idóneo contrapunto; en la Aurora de Rebeca Hernando hay tanto dolor y ternura como frágil humanidad en la Amelia de Mikele Urroz. Javier Lara y José Juan Rodríguez brindan un oxígeno necesario y, mientras, el inocente y limpio acento canario de Carlota Gaviño
Terminar Todo el tiempo del mundo produce cierta congoja. Como si se hubiera vislumbrado por un instante ese lugar donde confluyen antes, ahora y después; con el anhelo de ese sitio donde están todos los que fueron y todos los que serán, donde se pueden decir todas las cosas que no había que dejar pasar. Pero también reconforta, porque recuerda la importancia de detenerse cuando hay que detenerse. Porque todo es un desastre, y nadie puede enseñarnos; pero si se quiere, se tiene todo el tiempo del mundo. Y, si no estamos solos... no estemos solos.
dríguez-Claro,
*Artículo extraído de El Perseguidor, sección cultural del periódico Diario de Avisos (21/03/2021) dirigida por Eduardo García Rojas.
Rodaje del capítulo Todo el tiempo del mundo de la serie Escenario 0 de HBO
Juan Castro Gaviño