La obra arquitectónica de Julio Maragall tiene una impronta inconfundible: se trata de una obra de grandes volúmenes y masas, modelados con la mano de un artista que se regodea con las redondeces y las formas curvas. Una propuesta de suavizar los parámetros y los ángulos a 90°. Por ratos, hay huellas de una arquitectura morisca, en la que disfruta de los juegos de luces y sombras, bien sea a través de las bóvedas o de un entramado para tamizar la luz tropical, tal y como se observan en las famosas Salas de las dos hermanas y en las Torres de la Alhambra de Granada.