Siempre admiré a Jacobo Borges por el poder expresionista de su obra y su dominio del oficio; pero nuestro verdadero encuentro ocurrió en 1988, cuando representó a Venezuela en la Bienal de Venecia. Jacobo venía de realizar «De La pesca... al Espejo de aguas. 19561986», una exitosa exposición retrospectiva, que itineró por museos de México, Alemania, Colombia y Venezuela entre 1987 y 1988, y que lo había ratificado como uno de los principales artistas con aportes al desarrollo de la pintura contemporánea. En Venecia presentó su producción reciente, donde abría paso a una obra de profundo talante introspectivo con muy positivos comentarios del público, coleccionistas y crítica especializada. Entre nosotros se inició una excelente relación profesional y una valiosa amistad que se fortaleció en el tiempo.