Esta muestra del escultor venezolano Abigail Varela (1948) permite seguir en la continuidad de su obra la reafirmación de los valores que tradicionalmente se atribuyen a la escultura y que él hizo suyos: la paciente y perenne artesanía del modelado y de la fundición, el respeto a la organicidad de la materia, la inmemorial iconografía del cuerpo femenino.
La peculiar historia de la escultura en Venezuela no podría escribirse sin tomar en cuenta a Abigail Varela, que ha sabido a la vez asimilar las tendencias internacionales y reorientar el interés sobre la tradición precolombina autóctona, desarrollando así, después de Narváez, una nueva vertiente del indigenismo que se instala dentro de conceptos contemporáneos.