En Valdés no hay una escisión entre pintura y escultura, sino, al contrario, cruces, coincidencias y mutuos enriquecimientos tanto a nivel iconográfico como técnico. Incluso, su pintura se profundiza, se vuelve como más grave y sosegada, alcanzando una maestría que no se conforma con logros anteriores y plantea, siempre son humildad y un profundo respeto por el poder de a imagen, una compleja reflexión conceptual que también sabe ceder espacio al goce del acto vivencial de pintar.