Juan Asensio acude a las bases primarias del proceso creativo. Nos devuelve las fuentes de construcción de la belleza. Sabe llegar — con el mayor de los despojos, con los recursos más esenciales — a la médula de la emoción. La suya es una obra cuya pulcritud atañe a la presencia de una lucidez profunda, serena, de claridad meridiana. La exactitud extrema y el rigor constructivo equilibran su dureza a través de la refinada sensualidad de los acabados finales. La levedad y lo grave conviven perfectamente. Asensio es un escultor de oficio abundante y de intensa poesía; de inconmensurable respeto por la piedra e inspirada comprensión de la geometría.