La historia del arte es una historia social: la del público que legitima (o no) esas obras, a veces de conformidad con la crítica, otras veces de modo más independiente, en este último caso, más espontáneo y auténtico.
Así es como, correspondiendo totalmente o en parte con el gran relato del arte nacional, se puede elaborar una crónica del gusto de cada época, observando cómo ciertos sistemas de representación logran despertar un sentido de identidad en amplios sectores de la sociedad. Se produce entonces una empatía entre el artista y su público.