1 minute read

El misterio del desierto El misterio del desierto

Pedro Escobolar, un hombre en busca de aventuras, viajaba a El Cairo en Egipto para indagar sobre un misterio que asustaba a los lugareños. Uno de ellos contó que quienes se aventuraron en el desierto nunca regresaron.

Intrigado por esta oscura historia, y animado por una inteligente mezcla de coraje e inconsciencia, partió en el famoso desierto con la esperanza de encontrar a las personas perdidas, pero también de descubrir el origen mismo de todo este extraño suceso. Vagó durante dos largos días en el desierto, bajo el calor aplastante del sol egipcio, sus reservas de alimentos disminuyeron a medida que pasaban las horas.

Advertisement

Había tomado la decisión de viajar solo, por lo que el tiempo parecía insoportablemente largo, los minutos parecían horas y las horas parecían días. Sin embargo, su voluntad no se marchitó: constantemente tenía en mente su objetivo marcado conuna cruz en su mapa.

Pronto se daría cuenta que al interior de su cantimplora no quedaba casi nada de agua. Su garganta estaba seca, la arena le quemaba los pies y el sol continuaba torturándolo. Fue en este momento, cuando la esperanza en su cuerpo comenzaba a ser tan escasa como el agua, que notó un oasis; un grandioso oasis compuesto por múltiples palmeras y un pequeño estanque de agua cuyos reflejos brillaban con el calor del día.

Corrió a beber y llenar su cantimplora. Se deleitó en el agua de rodillas como un salvaje disfrutando de este dulce milagro. De repente, sintió sus pies y piernas como si estuvieran abrazados en la arena. Lanzó un fuerte grito. Arenas movedizas lo arrastraban hasta el fondo.

En un destello de lucidez ignoró su miedo, las arenas eran imparables, como si una fuerza sobrenatural estuviera actuando directamente sobre ellas. Su descenso se aceleraba gradualmente. Pronto, su mano fue la última en ver el sol: Pedro Escobolar murió en las arenas movedizas. Así es como se habría de originar la leyenda de aquel “Oasis embrujado”, donde se enconde un monstruo.

El grito de Pedro resonó hasta su casa, se levantó y agarró un cofre vacío que había en un estante. Se sentó y cerró los ojos para concentrarse. Un espíritu (el de Pedro) fue absorbido por un torbellino de energía espectral en el pecho. El monstruo cerró el baúl y volvió a ponerlo en el estante. De paso, tomó uno con una apariencia más vieja, lo abrió y chupó el alma contenida dentro.

Así es como el oasis continuó existiendo, y las personas incautas vinieron a perderse, perpetuando el mito a través del tiempo.

This article is from: