3 minute read

ESTILO

El vino

sentimientos y emociones

los caldos ibéricos tienen una excelente relación calidad-precio. ni Francia ni italia pueden ofrecer esa variedad tan competitiva. también sorprende en españa la capacidad de las denominaciones de origen más pequeñas para producir vinos de gran calidad. Unas bodegas que, además, están conquistando el norte de europa.

ablar de vino en lugar

Hde mercados, datos macroeconómicos o instrumentos financieros es algo que me entusiasma y me produce un cierto respeto a partes iguales. La pregunta es… ¿por qué nos despierta tantas pasiones?

El vino tiene mucho de arte y desprende unos sentimientos y emociones (en forma de placer o de rechazo) comparables a los que podemos experimentar ante una escultura, una pintura o una pieza musical. Te podrá gustar o desagradar, pero jamás te dejará indiferente, incluso puede llegar a suscitar un recuerdo inolvidable.

Me enamoré del vino en 1984 cuando, en tiempos de la universidad, intentaba ganar algún dinero como comercial para una importantísima bodega de mi amado Piamonte. La cosa fue tan bien que el propietario de la bodega me premió con un curso de sumiller. Una actividad que nunca he ejercido de forma profesional, pero es una pasión que me ha acompañado hasta hoy. Si algo me ha cautivado desde mi llegada a España en 2001 ha sido la excelente relación calidad-precio de los caldos ibéricos. Algo que me ha permitido sorprender a más de un amigo en catas a ciegas con vinos interesantes a precios muy asequibles. Ni Francia ni Italia, que han aprovechado la potencia de sus estructuras de marketing para lanzarse con fuerza a mercados como el estadounidense, pueden ofrecer esa variedad tan competitiva.

El podEr dE los jóvEnEs

De hecho, siempre he pensado que un vino con un precio por encima de los 25 euros debería estar cerca de la perfección. Para mí lo más interesante siempre ha sido encontrar un vino cercano a los 10 euros que, como dicen los expertos, “nos diga algo, nos emocione”. Otro factor que llama la atención de España es la capacidad de las denominaciones de origen más jóvenes o pequeñas para producir caldos de calidad. Evitaré decir que son las mejores o las más especiales porque el vino es algo muy personal, pero si he de escoger por su evolución, me quedo con los vinos de Jumilla, Campo de Borja, El Bierzo, Valle de la Orotava o Montsant.

Unas bodegas, además, que están conquistando el norte de Europa. Países como Dinamarca, Noruega, Suecia y Holanda están contribuyendo al desarrollo comercial de estas nuevas denominaciones, sin olvidar, como no, las referencias clásicas de Rioja, Ribera de Duero o Priorat.

Es evidente que producir un vino de guarda (un reserva o gran reserva) supone inmovilizar la botella durante largo tiempo. Esto inevitablemente encarece el precio de la botella y complica la financiación y producción de este tipo de caldos para muchas bodegas.

Sin embargo, estas bodegas menos poderosas compiten y mantienen la calidad de sus catas con sus vinos más jóvenes. Aunque los caldos que pasan mucho tiempo por barrica se afinan, tengo la sensación de que se aplanan asumiendo colores, aromas y sabores similares entre ellos. En cambio, los vinos con poca guarda mantienen su frescura autóctona y las características peculiares de su tipología de uva o terruño.

Es difícil hablar de un solo vino, es preferible hacerlo en general, pues soy consciente de que todas las opiniones y gustos personales son debatibles o criticables. Eso sí, de forma mucho más agradable si se comparte una copa de este líquido di-vino.