Abel Vicencio Tovar, Antología

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Capítulo I. Presidencia y Acción Nacional

cumplir nuestro papel de seres sociales, buscar esa vertiente social que tiene todo hombre estar presente en cada una de esas comunidades intermedias sin pretender conquistarlas para la acción política, pero eso sí, haciendo sentir la actitud de un ciudadano consciente de sus deberes. Ese aspecto siento que lo hemos abandonado lamentablemente. Esto y muchas cosas más, forman señores, la dura tarea que nos espera. La justificación de la permanencia del Partido en nuestro tiempo tiene creo yo aún más validez que la que tuvo en el principio de su vida. Entonces sentía la necesidad de un grupo organizado que se opusiera a las decisiones atrabiliarias de un gobierno totalitario; entonces se veía con claridad que no había veredas, que no había caminos que seguir para buscar la implantación de un régimen democrático y el Partido justificó plenamente su razón histórica; la razón histórica de su nacimiento. Ahora, la nueva Ley nos dice que los partidos ya son parte de las instituciones constitucionales, se les otorgó una serie de facilidades y tal parece que el camino se va abriendo hacia la democracia, pero es muy probable que esta apertura sea simplemente una ilusión que “ilusamente”, no podemos forjar. Es evidente que el camino aún no está abierto, pero basta que en este momento muchos crean que ya hay más posibilidades y me refiero simplemente al pueblo, para que entonces el peligro de la hegemonía política se consolide y se realice y ahora entonces, el Partido tiene una misión más clara que cumplir. Es necesario que nos demos cuenta de ese grave peligro y que con toda generosidad actuemos, porque podría repetir ahora respecto al partido, los versos de Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” todavía en 1978, en esta materia de la conquista política de la democracia. Pero no olvidemos sobre todo el aspecto institucional que debe iluminar todos nuestros actos. Yo diría que vamos a ponerle un altar al “jefismo” en tanto que fácilmente se deja la responsabilidad del jefe y el trabajo del jefe, la mayor parte de las actividades que corresponden a una institución y esto lo digo desde luego como algo vigente en el orden municipal, en el orden distrital, en el orden regional y sobre todo en el orden nacional. Siento que, aun encabezándolo, soy parte integrante de un organismo en el cual las decisiones deben valorarse en el cambio fecundo de ideas. Evidentemente tiene que llegar un momento y que esto no se dude ni un momento, en que el jefe debe tomar una decisión y aceptar la responsabilidad que en ese momento le corresponde, pero ya antes tuvo oportunidad; debe haber buscado la oportunidad, de cambiar impresiones, de matizar planes, de pedir ilustración para muchas decisiones y así la necesidad de ilustración vamos, si en cualquier aspecto sería negativo rechazar la colaboración de otros, yo diría que más especialmente en el intelectual. Nadie y menos un jefe nacional, tiene derecho a rechazar el magnífico aporte de la inteligencia. Cuando una esperanza muy grande en el futuro del Partido, una esperanza condicionada, yo he sentido como al buscar y aceptar los cargos públicos y en cierta manera al buscar y aceptar los cargos dentro del Partido, que empiezan a cargar en el 36


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