Carlos De la Mota

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CARLOS DE LA MOTA

Micaela Patania

Profesora Nacional de Arte graduada en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, de Buenos Aires; Master en Comunicaciones Institucionales de UCES y Museología de la Universidad de New York, Escuela de Artes y Ciencias; Becaría Comisión Fulbright y Fondo Nacional de las Artes. Curadora independiente de las exposiciones de arte contemporáneo argentino “Otras Cartografías” y “Adaptaciones Urbanas“, de los homenajes a Marcelo Bonevardi, “Orígenes”; y a Manuel Mujica Laínez “Laberintos”, ambos para la Fundación Alon. Asistente de curaduría del Licenciado Jorge López Anaya para el Premio Banco de la Nación Argentina, y de Dan Cameron en el New Museum of Contemporary Art, de Nueva York.

CARLOS DE LA MOTA

FUNDACIÓN ALON PARA LAS ARTES

Fue coordinadora del área educativa del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires. Es Profesora Titular de la Carrera de Historia de las Artes y Gestión Cultural de la Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina.



CARLOS DE LA MOTA


Patania , Micaela Carlos de la Mota / Micaela Patania ; coordinado por Jacobo Fiterman. - 1a ed. Buenos Aires : Editorial Fundación Alon, 2009. 112 p. : il. ; 21x21 cm. ISBN 978-987-24659-1-9 1. Arte Argentino. I. Fiterman, Jacobo , coord. II. Título CDD 759.82

Coordinación General Ingeniero Jacobo Fiterman Producción de textos e investigación Micaela Patania Diseño Gráfico Manuela López Anaya Corrección de textos María Olga Martedí Fotografía Marcelo Giudici Agradecimientos Carlos y Biju de la Mota Andrés Von Buch Galería Palatina Bastón Díaz Salas Nacionales de Exposición


La Fundación Alon para las Artes presenta un nuevo trabajo sobre otro artista argentino que merece la calificación de maestro, y que por alguna razón, su vida y su obra pasan hoy inadvertidas para la joven generación. Esta investigación sobre la trayectoria del escultor Carlos de la Mota, llevada a cabo por Micaela Patania, aporta un mejor entendimiento sobre su proceso creativo así como pensamientos del artista y ecos de su tiempo. Antonio Pujía, amigo leal, lo nombra como “El gran maestro de la chapa batida” y agrega este comentario revelador de una visión compartida: “Carlos de la Mota, Carlos Alonso y yo no cambiamos nunca nuestra esencia, no nos pusimos a la moda, la figuración nos unía. En nuestra época, nosotros mantuvimos nuestra tácita comunión con el deseo de expresar al ser humano en sus pasiones”. Bastón Díaz, escultor más joven que también se destaca por sus esculturas en metal expresa: “Siempre admiré la poética y la potente imaginación de Carlos. Él sumó a las logradas técnicas ese plus de sentido, ese grado penetrante e inquietante de sus imágenes que lo llevó a no contentarse con la mera representación y lo distinguió de otros artistas de su tiempo”. Conocí a Carlos de la Mota en el año 1962. Desde entonces observo el desarrollo de su arte. Durante el tiempo transcurrido he sido testigo de su trayectoria, que como la de todo buen artista, ha transitado períodos de mayores realizaciones. Como escribió Paul Valéry: “En todos los hogares del espíritu hay fuego y cenizas, prudencia e imprudencia, método y su contrario, el azar bajo mil formas”. A todos, muchas gracias por su colaboración.

Jacobo Fiterman Presidente Fundación Alon para las Artes

Carlos de la Mota Fotografía del artista en su estudio 2008

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Diario La Naci贸n Gran Premio de Honor del Sal贸n Nacional 1977 Abrigo de piel, 1977

p谩g. siguiente Carlos de la Mota Fotograf铆a del artista en su estudio 2008

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I. DE LA MOTA “El arte es un fuego que alimenta varias hogueras”. Carlos de la Mota Esta frase del escultor ha sido seleccionada para el comienzo de este texto por los mensajes clave que sintetiza. El artista, con estas breves palabras, habla de su hacer y de su ser. El fuego al que se refiere tiene múltiples significados. Es el factor de unificación y fijación en el soldar, técnica vital de su quehacer como escultor en metal, así como es la fuerza transformadora de la que todo nace. Se trata del concepto del fuego como mediador entre formas en desaparición y creación que nos permitirá entender las transiciones del artista de la escultura a la pintura.

por MICAELA PATANIA


RECUERDOS Cabeza Hierro Batido 50 x 60 x 90cm 1975 Figura Hierro batido 50 x 30 x 98 cm 1979

Carlos de la Mota relata muy vívidos recuerdos. En ellos aparecen imágenes en las que el juego poético se entrelaza con el resto de las vivencias con las que construyó su trama de informaciones, fuente de enlaces y desenlaces. A partir de estas memorias, el artista se apropió de su realidad, dio significado a su experiencia creativa y construyó su propia vía de acceso a la realidad. Como explica el escritor Antonio Marina: “Es sólo a partir de aquello que sabemos, sentimos y proyectamos que nos lanzamos más allá de nuestro mundo”. Su temprano interés por el arte surge cuando solo tenía cinco años. En ese momento sus padres habían comprado la casa de San Juan, en la que vivió su primera infancia, y donde todos sus sueños, juegos y fantasías se desarrollaron. El primer recuerdo del artista es de cuando tuvo en sus manos un disco de la descomposición de la luz y del espectro solar, dividido en triángulos concéntricos, con los colores primarios y sus compuestos, cuyo centro estaba sujeto a un soporte. Al girar transformaba la superficie de los cartones en un blanco ligeramente agrisado y cuando se detenía, los colores aparecían de nuevo. Él repetía este juego, como si fuera una ruleta, fijándose expresamente en qué color se detenía justo delante de su vista. Fuera cual fuere el color, éste se convertía en su preferido durante un tiempo. La segunda anécdota es acerca de un pintor de paredes que trabajó decorando el vestíbulo de su casa y a quien observaba con detenimiento. Era la primera vez que prestaba atención en cómo se mezclaban los colores, en este caso las tierras de color con agua y mordiente. Era un momento en que no tenía mucha idea sobre la escultura y se preguntaba si éstas se hacían o nacían solas. Descubrió su vocación en quinto grado, cuando fue seleccionado como el mejor dibujante y elegido para realizar una alegoría en el pizarrón del colegio, con tizas de colores para un 25 de Mayo. De la Mota relata que ese día lo elogiaron tanto que llegó a su casa sabiendo ya que quería ser artista. Su madre apoyó este talento. En 1935, cuando Carlos tenía doce años, lo envió al taller de Anita Volspranky a estudiar arte, una muy metódica profesora graduada en la Escuela Prilidiano Pueyrredón, quien le enseñaba ejercicios de monocromía y medias tintas. A los 15 años, De la Mota comenzó sus estudios en la Escuela de Minas, politécnico de San Juan, aprendiendo por primera vez a modelar. Allí, el maestro Lorda detectó su habilidad para

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Monumento al General Villegas General Villegas Mármol de Carrara 300 cm 1971 Detalle Cabeza del General Villegas Mármol de Carrara 1971

las tres dimensiones. En 1943 comenzó sus estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, donde estudió grabado con el profesor Víctor Delhez; escultura con el profesor chileno Lorenzo Domínguez; pintura con Ramón Gómez Cornet y dibujo con Sergio Sergi. Acerca de sus primeros pasos en el arte, de la Mota cuenta que el concepto de enseñanza de esa época era muy práctico y que su trabajo era elogiado en los diferentes talleres a los que asistía. Entre ellos, el de Ramón Gómez Cornet y el del profesor Domínguez fueron los que más le aportaron, ya que a la actividad práctica sumaban la observación de importantes libros de arte. A Carlos le apasionaba mirar los de escultura egipcia y griega. En 1949, el profesor Lorenzo Domínguez fue invitado a enseñar en Tucumán y le ofreció a Carlos de la Mota ser su ayudante. Domínguez había nacido en 1901 en Santiago de Chile. Fue un artista múltiple. Produjo alrededor de doscientas cincuenta esculturas en piedra, bronce, madera, cerámica, cemento y yeso; alrededor de treinta planchas de metal batido; y casi quinientos dibujos. Cabe mencionar que su influencia fue muy importante, tanto por sus ideas como por el desarrollo de su obra en diversas técnicas, que afirmaba la libertad de la obra de arte y que todo arte debía ser libre respecto de sus orígenes y de sus fines: “Todos los poderes de la tierra han pretendido aprisionar el arte: la política, la religión, la economía, la ciencia, la filosofía, el periodismo, aprisionarlo y dirigirlo. Desde el gobernante hasta el último cronista han creído llevar siempre en su bolsillo las leyes por las cuales se lo debe y se lo puede regir. Muy pocos han entendido que el arte no es un servicio social, sino un hecho social y que es el arte mismo el sólo portador de sus propias leyes y no la crítica, el periodismo, ni los gobiernos. Muchas veces en la historia, el arte ha sido hecho prisionero, pero felizmente cada vez escapa renovado de sus prisiones”. De la Mota trabajó hasta el año 1952 como docente en la Universidad Nacional de Tucumán, donde se relacionó con el dibujante húngaro Lajos Szalay. Fue invitado a trabajar allí por Lino Enea Spilimbergo. En el Instituto Superior se desarrollaba una intensa actividad, se animaba a los jóvenes a discutir acerca de la perdurabilidad del arte y sobre las diferencias entre valores ligados a lo eterno y a lo efímero. Carlos de la Mota recuerda a Lino Enea Spilimbergo como un ser sencillo, con mentalidad de barrio, cuya voz se transformaba cuando empezaba a hablar de arte. En esa época, cuando De la Mota realizaba sus primeros relieves en metal, el “repusaje” — utilizado para la decoración de cubiertas de libros— era la técnica que aplicaba. Es entonces que comenzó a experimentar con chapas de hierro fino de menos de un milímetro, cuyo

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espesor iba aumentando, golpeando con un martillo de cabeza redonda y logrando así las buscadas formas convexas. En 1960 regresó a Buenos Aires y trabajó como profesor de dibujo en la Escuela Panamericana de Arte, realizando su primera exposición en la Galería Antígona, dirigida por Ivonne Alonso y ubicada en la calle San Martín y Córdoba. Allí expuso esculturas figurativas en piedras, maderas y en metal. Al poco tiempo realizó su segunda muestra en la Galería Peuser, trastienda de una librería ubicada en la calle Florida, recomendado por el crítico de arte Osvaldo Svanascini. En 1966 viajó con la Beca del Fondo Nacional de las Artes a Europa, experiencia muy importante en su vida. No sólo le permitió estudiar escultura durante seis meses sino que marcó su trabajo futuro. De este viaje, él recuerda con mucha precisión la primera visita al Museo Louvre, donde observó la Victoria de Samotracia, así como las figuras de Fidias para el Partenón, los Esclavos y la Tumba de los Médici de Miguel Ángel. Convencido acerca de la importancia de procesar ciertas informaciones de la época, Carlos de la Mota escribió: “Hay que saber beber de las fuentes, porque nadie es absolutamente original, existe un subconsciente y hay que tener cuidado con él”. En Londres, donde más tiempo permaneció, observó las esculturas griegas, las figuras antropomorfas egipcias del British Museum y las obras de dos grandes artistas ingleses, Francis Bacon y Henry Moore. Del primero admiró su capacidad para continuar con la tradición figurativa europea asumiendo una actitud que le permitió la peculiar representación de figuras humanas distorsionadas y solitarias. De alguna forma, Bacon tenía en su mente la escultura hasta el año 1968 y este interés en la tridimensión está presente en sus series de estudios para retratos como “Tres estudios para el retrato de Lucien Freud”, realizados en 1966. De Henry Moore lo cautivó la representación monumental menos naturalista, su tendencia a la abstracción y el desarrollo de un estilo propio en el contexto de movimientos artísticos activos en Inglaterra como el surrealismo y el constructivismo. Herbert Read escribió para la presentación de Henry Moore en la Bienal de Venecia de 1952: “Se ven aquí imágenes de fuga, de garras destrozadas que corren sobre el fondo de mares silenciosos, de geometría del pavor. Terminó para siempre la serenidad, la calma monumental que Winckelmann impuso a la fantasía formal de Europa”. De la Mota habla con mucha claridad sobre la profunda emoción que sintió la primera vez que observó una de sus esculturas en la visita al despacho del embajador argentino en Londres. Víctor Massuh tenía su escritorio en la UNESCO, donde en uno de los patios había una escultura de Henry Moore, cuyo peso rondaba las cincuenta toneladas.

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El tercer artista significativo para él fue Pablo Picasso. Sin lugar a dudas le impactó su agudeza visual y su capacidad de construir a partir de otras cosas. Las esculturas del período de la guerra tituladas “Cabeza de Toro” eran las primeras obras modernas en las que percibió la metamorfosis, compuesta en estos casos por la incorporación de elementos que eran parte de otra realidad. Pablo Picasso en el año 1943, había encontrado, reunido y soldado un estrecho asiento de bicicleta, con el cuero ligeramente hundido y un manillar; en el año 1951 para “La Mona y su cría” había incorporado un auto de juguete como rostro del animal. A su regreso a Buenos Aires, entre 1969 y 1970, compartió importantes momentos de su vida con Carlos Alonso y Antonio Pujía en el taller de la calle Alberti, donde también vivía Pipo Ferrari. En la planta baja de la casa tenían su taller y una vez por mes los visitaban los miembros de una suerte de “club” creado por el Ingeniero Jacobo Fiterman, quien había desarrollado esta idea con el fin de ayudarlos y reparar de alguna forma el cambio que vivían ante el cierre de la Art Gallery, espacio único en el que los tres exponían. Esta iniciativa funcionó muy bien. Para Antonio Pujía fue un momento de interesante comunión. Allí pudieron trabajar, mostrar obras, tener alumnos y plantearse el desarrollo de obras múltiples. CARLOS DE LA MOTA Y EL SURREALISMO En relación con su pertenencia a un movimiento artístico, Carlos de la Mota habla de sí mismo como un artista expresionista. También reconoce que sus colegas le decían que era el único escultor surrealista argentino.

Carlos de la Mota Fotografía del artista en su estudio 2008 pág. siguiente Carlos de la Mota Fotografía del artista en San Juan 1952

En algunos momentos se autodefinió como cercano al eclecticismo, actitud definida por Herbert Read como la libre elección y combinación de estilos, tomados en préstamo de una cultura diferente a la propia, para su asimilación profunda. A pesar de que afirmó que su tendencia era la figuración expresionista, sus pares y críticos lo percibían como un excelente escultor surrealista y de esta manera fueron interpretadas sus obras por coleccionistas y teóricos. Vale la pena aquí rescatar sus propias palabras: “Muchos colegas me decían que yo era el único escultor surrealista argentino, sin embargo jamás me propuse serlo, yo solo proponía imágenes que diferían de la realidad en ciertos casos. Por este motivo me quisieron encasillar en el surrealismo, pero yo me siento más un expresionista […] Yo solo intenté expresar mi mundo interior”. A pesar de su particular concepción de los “ismos”, su pertenencia al surrealismo es clara. Se fundamenta tanto en las imágenes de sus obras, como en los procesos de creación que aplicó,

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propios del movimiento surrealista que se caracterizó desde el principio por el carácter esencial que otorgó a lo irracional e inconsciente. André Breton, en el Primer Manifiesto Surrealista, fechado en 1924, lo definió como “Puro automatismo psíquico, por medio del cual se intenta expresar, verbalmente o por escrito, o de cualquier otro modo, el proceso real del pensamiento”. En el dictado libre de cualquier control de la razón, independiente de preocupaciones morales, se manifiesta el inconsciente, región privilegiada por ser la que permite que se forme un todo con la realidad. Así es como el arte deja de ser mera representación y se transforma en comunicación vital directa del individuo a través del azar y del sueño. De este modo, el deseo y el devenir convergen, imprevisiblemente, en la actitud surrealista, permitiendo que elementos disímiles se revelen, unidos por relaciones secretas. Carlos de la Mota aplicó estos mecanismos de asociación libre. Quiera él saberlo o no, a veces es muy difícil no participar de la reflexión común a la práctica de una época. Este encuentro puede ser espontáneo, o como bien lo expresa Mario Dionisio, la voz interior, saturada por millones de voces exteriores, conforma una práctica social que impregna, forma y cultiva. Es testimonio de lo antes expresado, el relato acerca de cómo creó su escultura “La Luna”. Él evidencia este proceso creativo de profunda orientación experimental y audacia, que lo indujo a dibujar esta imagen con libertad, y a resolver en tres dimensiones un material de difícil manipulación como la chapa de hierro batida. El artista no quería limitarse a la mera representación de la luna. Transformó su secuencia de movimientos humanizándola, agregándole piernas para que se trasladase por el espacio. Había internalizado los principios del movimiento surrealista y se permitía constituir con signos extraídos de diferentes mundos observables en todas sus otras metamorfosis. En palabras de Roland Barthes, se trata de la presencia de signos que permanecen codificados en distintos orígenes, los que referidos a un modelo interior, hacen que desaparezca la perspectiva representativa, descriptiva de meras realidades, plasmando visiones a las que solo se llega de manera personal, a través de una serie de reflexiones. Paul Reverdy se refiere a estas imágenes simbólicas como a creaciones puras del espíritu, las que no pudiendo surgir sólo de una comparación, buscan el acercamiento de dos realidades más o menos distantes: cuanto más distante, cuanto más precisa fuera cada una de ellas, tanto más fuerte sería la imagen y tanto mayor su poder emotivo y su calidad poética.

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Carlos de la Mota actuó como un artista surrealista sin saberlo. Los mecanismos de expresión artística que aplicó de manera intuitiva estuvieron regidos por el juego libre de su imaginación. En este punto cabe citar la presentación de Aldo Pellegrini para el catálogo de la muestra sobre el surrealismo, realizada en el Instituto Di Tella en 1967. Allí reflexiona acerca de la gran difusión del surrealismo en la Argentina. Dijo que este movimiento ideológico, más que artístico, hizo que la mayor parte del público y de los artistas ignorara en qué consistía, malentendido que dio origen a que muchos artistas se proclamaran surrealistas sin serlo, mientras que otros, colocados inconscientemente en una verdadera posición surrealista, negaran serlo. Otro ejemplo digno de analizar lo constituyen sus pájaros, obras en metal y dibujos en que representa con armaduras a frágiles aves y reemplaza sus plumas por protecciones metálicas. En ellas, funde el mundo del aire con propiedades del mundo de la tierra y combina la liviandad del vuelo con la guerra y la violencia. Los primeros bocetos de estas obras surgieron en 1966, cuando observa las armaduras para perros en los Museos de Londres. Trabajó siempre con un concepto unipersonal desde el cual encaró muy diversas técnicas sin importarle lo complicadas que fueran, ni el esfuerzo que implicara desarrollar la destreza necesaria para su ejecución. El hierro batido, el soldado, el remachado de duros metales y la madera fueron sus verdaderos desafíos, y siguiendo su afán de subjetividad e inspirado por su deseo de ser reconocido por una diversidad de lenguajes, también pintó exponiéndose a severas críticas y rupturas.

Figura Humana Cobre repujado 40 x 30 cm 1953 Torso Granito 80 cm x 60 cm x 30 cm 1955

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Su anhelo por ampliar los medios de expresión y materiales no fue del todo comprendido. Su destreza en la tercera dimensión era tal que la constancia en este medio fue considerada como la vía más propicia para continuar con el éxito alcanzado. Sus trabajos en soportes planos dieron lugar a opiniones no muy positivas, de las que él se defendió. La transformación de sus obras, el paso a la pintura de formas tridimensionales precisas y elaboradas dio lugar a una suerte de condena al artista. Su perfil estaba muy positivamente ligado a la fidelidad a los orígenes. Ese fuego que alimentó varias hogueras, si bien le permitió dirigir su actividad creadora y ajustarla a diferentes realidades, inventando constantemente nuevas posibilidades, también lo mantuvo ajeno a las opiniones de los demás. Comprender no es estar de acuerdo, ser capaces de ver con los ojos del corazón, de la mente y del espíritu de la otra persona requiere tratar de pensar en la liberad que a veces es una de las necesidades más profundas del alma humana, semejante a la necesidad de aire de nuestros pulmones.


Para comprender a los artistas, muchas categorías son posibles, entre ellas podemos hablar de artistas cautivos y artistas autónomos. En esta última podríamos insertar a Carlos de la Mota. Para él, ser dueño de sus actos creativos, más allá del entorno y hasta de su propia consagración, fue una necesidad. Ésta fue la manera en que eligió su inteligencia creadora ser aquello que Antonio Marina resume como “el poder para concebirse como subjetividad libre”. Carlos de la Mota reflejó su autodeterminación, dio cuenta de su persistencia en refundarse, decidió transitar el camino de la libertad. PENSAMIENTOS DE CARLOS DE LA MOTA El artista confirmó sus firmes creencias a través de las siguientes palabras: “El arte es un desafío de uno contra la obra y con uno mismo. Basado en este principio es que decidí hacer mis obras, más allá del esfuerzo de realización, que por cierto era muy grande”. “Soy un artista que necesita poder elegir, combinar estilos y no adherir a ningún ismo […] Después de mucho tiempo de vincularme al arte siento que aún es el mismo mi punto de partida”. ”Ya no importa, da lo mismo. La modernidad para muchos es como tratar de ser elegante y vestirse con lo último que la moda les ofrece, pero en muchos casos, quien no es una persona elegante queda así como un mamarracho. Ser elegante es una manara de ser, es vestirse con la ropa que es adecuada para ella”. “Es legítimo procesar informaciones de la época, si bien hay que saber dignificar este tipo de operaciones, en otras palabras “ ‘Hay que saber beber de las fuentes […] Nadie es absolutamente original, existe un subconsciente, y hay que tener cuidado con él‘ ”. “No creo que todo vale, me permito cuestionar la validez y la legitimación de obras que a mi criterio desafían a la humanidad, y que tal vez deberían formar parte de las colecciones de museos que no se dedicaran al arte. La audacia por sí misma no me llama la atención y me resulta un tanto agresiva. Por ello no apoyo un arte sin límites”. “De todos modos admito el derecho a expresarse libremente, la ruptura con formas académicas de otrora, el ignorar la naturaleza si se quiere; son derechos que muchos artistas disponen obedeciendo a razones o no teniendo ninguna, ni tampoco nadie se las exige”.

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“No es frecuente que ciertos artistas estén dispuestos a dar su opinión sobre la creatividad, a la que también puedo llamar inventiva y que a veces se acerca a una cuestión gestual, como lo haría Jackson Pollock”. “Me gusta llamar ‘fuentes’ a esa manera de atrapar, a ese toque mágico que algún artista hizo en el pasado”. “Puede ser que también haya un método, o nada, simplemente una forma mecánica y espontánea del automatista. Mientras no haya una de la obra de otro artista, creo que todo es legítimo. Las obras de genios como Velázquez pueden inspirar a otros, como a Pablo Picasso o a Francis Bacon y dar lugar a otras obras casi del mismo valor, sin llegar a la payasada de pintarle mostachos y barbita a la Gioconda”. “Han dicho de mí que me enojo, pero la verdad es que he sentido mucha necesidad de cursar un camino propio y esto requiere de cierta fuerza de carácter”.

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II. SU OBRA

por MICAELA PATANIA


ESCULTURAS Insertas en el campo del arte moderno, el artista comienza con la talla de bustos y torsos en mármol y granito, y alcanza su mayor calidad expresiva y fortaleza técnica en el sólido metal. La escultura fue para él una forma del arte llena de poesía, de misterio y muy sacrificada, porque tenía que mover elementos pesados y conocer muy bien la técnica. Solía compararla con la arquitectura por el rigor de cumplir con ciertas normas de estabilidad. Carlos de la Mota no pretendió deslumbrar con las técnicas, su preocupación e interés fueron por sobre todo utilizar los materiales en su máxima capacidad de expresión; por este motivo, sus obras en hierro más tempranas fueron muy solicitadas y adquiridas por Sam Malá. El hecho de no poder producir en cantidad dificultó su respuesta a la demanda, pues su trabajo se caracterizó por ser unipersonal en todas sus etapas. ESCULTURAS EN METAL El hierro fue sin lugar a dudas el material que más caracterizó al artista. Nelly Perazzo, académica, licenciada en Historia del Arte y crítica de arte, presentó su muestra en el espacio de homenaje a artistas consagrados, en la tercera feria arteBA, en 1993. En su texto destacó la capacidad y el ingenio del escultor.

Diario La Nación Carlos de la Mota con su escultura Caballero negro Colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Argentina

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En “Diálogo imaginario (tal vez no) con el escultor Carlos de la Mota” escribió: “Carlos de la Mota emprende la aventura de la escultura muñido de un oficio impecable y de una práctica escolástica que siempre dio peso y respaldo a su obra. Esa capacidad que se exige el escultor es la que le posibilita actuar con libertad plena, seguir siendo figurativo pero permitirse todas las trasgresiones, utilizar el hierro, material emblemático de la tecnología contemporánea en la vía altamente creativa de un Julio González, transformándolo en vehículo de su fantasía y humor. Él aprendió junto con ese extraordinario escultor que fue Lorenzo Domínguez a trabajar el hierro. Él lo llevó para secundarlo cuando lo invitaron a trabajar en la Universidad de Tucumán en 1948. Allí, el encuentro con el metalistero Pedro Zurro de la Fuente, poseedor de la gran tradición española de la escultura en hierro, lo impresionó […] Conservando la línea figurativa desarrolló un concepto renovador del volumen y del espacio al servicio de una imagen surrealista infrecuente en la escultura del país hasta ese momento. Ese acento surreal lo ejercita en sentido amplio en obras signadas por su personalidad fuerte y original”. El artículo publicado por la revista Confirmado, parafraseando las Sagradas Escrituras, también se refiere al hierro como la voz de De la Mota, voz dominada que puede alcanzar


cualquier registro. Dice: “Para él en principio fue el hierro […] No de otra manera puede entenderse la forma en que el duro material se convierte en la blanda pasta de la metáfora, en el liviano contexto de la fantasía en manos del escultor sanjuanino”. Los pájaros, uno de los grandes temas del artista, no son la metáfora de la libertad y la situación del hombre libre que se eleva o vuela espiritualmente, a la que se refiere Elena Oliveras en el capítulo XII de “La metáfora en las Artes Plásticas”. Estas cualidades son transformadas por el remachado y batido en hierro y cobre de las obras, con las que el artista produjo imágenes quietas. Las estáticas aves están apresadas en su esencia porque surgen de los primeros bocetos realizados a partir de la impresión que recibió en el año 1966 al ver las armaduras para pequeños animales de la Colección Wallace, en Londres. Más adelante en su vida, continuó creando estos pájaros, inspirado por la amenaza de extinción de algunas especies. El repujado, el batido, el soldado y remachado, los golpes de chapas en frío o en caliente para dar formas cóncavas y convexas, las texturas especiales, las plantillas y el pantógrafo en perfil para el corte de las planchas de una pulgada de espesor fueron saberes técnicos que practicó con gran dominio desde 1957, año en que comenzó a utilizar la chapa. De la Mota compraba la chapa en una casa de corte, la trabajaba en el taller de su casa en Paso del Rey, o a veces en un dúplex de la calle Paraguay donde comenzó a pintar, o en la Escuela de Arte de Antonio Pujía. La técnica le demandaba un fuerte trabajo personal, encendía la fragua con una varilla de hierro, golpeaba el metal contra el yunque para moldear la forma de los ojos y de la boca, y este trabajo podía llevarle más de un mes de largas jornadas. Sus figuras de hierro batido representaron también cabezas vinculadas curiosamente a las piernas, jarras con formas femeninas o pájaros de extraordinario poder de síntesis; esa potenciación de formas esenciales, como describe la licenciada Nelly Perazzo, fue una solución insuperable para abrir y cerrar con origen en las bisagras del medioevo. En Buenos Aires les dio forma humana, de diablo o ángel con la excelente combinación de madera y hierro. Pájaro Cobre batido 1967 La Luna Hierro Batido Colección Ricanelli, Uruguay 1967

Para realizar sus esculturas asoció imágenes de una manera única aplicando el método combinatorio que daba lugar a la presencia de elementos en insólito contacto y en singular juego creativo. Imágenes surreales por su ordenamiento de formas, que indudablemente hubieran sido admiradas por Lautréamont y por Breton, como bien lo señaló Romualdo Brughetti. En este sentido, el escultor se refirió a su obra titulada La energía explicando que pensó en la imagen de una mujer cosiendo a máquina, luego en una máquina de coser y más tarde, en agregar una forma de espiral, símbolo del movimiento que desde sus pies generaba un resultado en la tela.

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Carlos de la Mota frente a obra de Herny Moore en Londres 1966 Arco Mármol Henry Moore con Michael Heseltine Kesington, Londres 1966

ESCULTURAS EN MADERA Con el título “Homenaje a la Bisagra” expuso en la galería Imagen la serie de obras en que estos simples mecanismos sirvieron como elementos de adaptación de diferentes formas. La primera de estas obras surgió de la observación de la textura de una madera dura y partida, cuyas partes unió con una bisagra. La madera fue un material muy apreciado por el escultor, por sus propiedades físicas. Realizó ensamblajes con planchas de madera cortadas y policromadas, que se caracterizaron por la presencia de facetas y por un tema común: el retrato.

ARTE PÚBLICO Con este término se definen las obras que se emplazan en lugares públicos, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de los habitantes de cada lugar y permitiendo a los artistas realizar obras en una escala mayor. Carlos de la Mota pudo concretar obras de este tipo, las que fueron siempre su gran anhelo, como bien lo demuestran sus dibujos. MONUMENTO En 1971 recibió un encargo en homenaje al General Villegas. El monumento lo acercó a cumplir con su anhelo de llevar a cabo trabajos a gran escala y de envergadura pública. El detalle fotográfico de la cabeza de la escultura muestra las diversas texturas de la pieza, de tres metros de altura y más de cinco toneladas de peso, realizada en mármol de Carrara. En la segunda fotografía podemos observar su emplazamiento sobre un pedestal de dos metros de altura, en el centro de la plaza pública de la ciudad. ESCULTURAS EN LA CIUDAD Carlos de la Mota realizó dos obras más para un espacio público en el edificio de la Avenida Libertador y Blanco Encalada, en el barrio de Belgrano. Se trata del encargo que recibió del Ingeniero Jacobo Fiterman, quien deseaba promover la presencia de obras de arte en espacios abiertos. La primera escultura de gran formato es un ángel de sólido metal que se alza con vigor, dando muestra de la original resolución de la imagen en ese material duro y difícil de trabajar. La obra se encuentra bien integrada a la arquitectura, emplazada en el espacio exterior de las dos torres. Orientada hacia la vereda de Avenida Libertador, puede ser contemplada por

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transeúntes. El entorno es apropiado y su lectura es clara, por tratarse de una imagen de formas simples y sintéticas. Para poder concretarla, el escultor realizó primero los dibujos y luego las plantillas de cartón, que sirvieron de molde para las chapas. Fue construida en una empresa especializada donde se cortó cada parte de la chapa de veinte milímetros por separado y se armó la figura con dos grandes partes de tres metros, a las que agregó la cabeza forjada a mano. La segunda obra suma a la tradicional significación religiosa el carácter casi abstracto de sus formas y está ubicada en la recepción del edificio, en un espacio adecuado para comunicar mensajes a quienes esperan el ascenso. DIBUJOS Dibujar ha sido una actividad permanente en el desarrollo creativo de Carlos de la Mota. Como todos los grandes escultores —Rodin, Miguel Ángel, Bernini o Moore— Carlos de la Mota amó el dibujo y lo practicó constantemente. Sus trabajos sobre papel, tanto cuando responden al concepto de boceto por proyectar obras que deseó realizar en tres dimensiones, como cuando analiza naturalezas muertas se caracterizan por su cuidadosa realización. En todos sus dibujos, sin importar la técnica aplicada, está presente la intención que lo llevó alcanzar el enorme prestigio que tuvo como escultor. “En mi caso, yo sé lo que quiero, y tengo que tener una idea cercana de lo que será o sería. Por lo general hago dibujos cuando se me ocurre algo, y a veces, en cualquier papel que tengo a mano, lo cual ha sido una tontería. Últimamente he tomado más en serio proyectar lo que quiero hacer. Dibujo mucho y si tuviera que hacer todo lo que proyecto, tendría que tener otra vida para hacerlo”.

Carlos de la Mota y su esposa Biju 1952 Carlos de la Mota con su esposa Biju y sus dos hijas Vivi y Virginia Buenos Aires 1985

En algunos de sus dibujos, representa figuras humanas caracterizadas por formas distorsionadas y estilizadas. Recurre a la metamorfosis de la cabeza, que se altera y se transforma en cabeza de animal, en muchas ocasiones de pájaros. Las tintas varían en sus temas: algunas son formas puramente abstractas, otras combinan figuración con abstracción. La pluma fue un gran medio de trabajo, en especial desde que su hija le regaló una delicada pluma de vidrio de origen francés que facilitó el extraordinario desarrollo de su técnica. Surgieron a partir de entonces imágenes con contenido surrealista y expresionista en las que logró plasmar el volumen a través de un delicado trabajo de

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texturas y variaciones tonales, que añaden gran valor de realidad a las superficies. Estos dibujos dan cuenta de su conocimiento de las formas, de la perspectiva, de la resolución de los planos, así como de las variaciones de texturas aplicadas a forma escultórica como al paisaje que las rodea. El artista analizaba desde diferentes puntos de vista una misma idea. Cada elemento del dibujo era observado minuciosamente en sus diferentes planos, aplicando los valores de sombreado. En algunos, presenta planos muy acotados de color realizados con acuarela o con lápiz de color. Se destaca la serie titulada “Esculturas en Paisajes”, realizada entre los años 1988, 1989 y 1990. En ella condensa su visión infantil, aquella de cuando apenas con cuatro o cinco años, creía que las esculturas en los parques eran algo natural. Producir obras de gran tamaño para espacios públicos —como las de Henry Moore para los parques de Londres— fue su mayor sueño. PINTURAS “Me han dicho con justicia que mis pinturas tienen la imagen de un escultor. ¿No será que en mis esculturas también está la imagen de un pintor?” De la Mota explicó que su interés en la pintura no obedeció a una necesidad repentina. Siempre pintó, aunque espaciadamente. Cuenta que las primeras imágenes que despertaron su interés en la pintura fueron durante su infancia en la ciudad de San Juan. En ese tiempo, estaba de moda pintar en forma de medallones, en los zaguanes de las casas, paisajes de tipo español. Sus pinturas combinan imágenes humanas con seres míticos, a veces desnudos. Aquí también recurre a formas antropomorfas con estructura y fuerza. En algunas, un cierto toque primitivo, casi surreal, hace referencia a un modelo interior donde prevalecen estos seres ambiguos, con su pertenencia a dos mundos, el animal y el humano. Por la composición hierática de algunos, remite a obras significativas de la creación egipcia, al temprano gótico y a algunas primitivas culturas africanas. En sus pinturas, las figuras están en primer plano sobre fondos exteriores, reflejando su dominio de la anatomía humana, aplicando la distorsión y el alargamiento en aras de un mensaje. El soporte es la tela, mientras que el medio que más utilizó fue el pastel a la tiza, técnica con la que logró acertados contrastes mediante la superposición. Suma a ello el fijado del material con el que logra efectos de saturación y modificación de los matices de los colores.

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Acerca de estas imágenes, el artista explica: “De noche se ven las sombras como si fueran corpóreas, nadie las entiende, uno trata de evitarlas y no tropezar con ellas, pero no hay que preocuparse, son blandas. Ésta es mi idea acerca de la luz y la sombra, en general es mejor saber de dónde viene la luz, como lo haría Vermeer”. Para Carlos de la Mota cada cuadro es una unidad, al igual que la escultura. Él intenta que toda parte de la anatomía constituya una forma independiente de manera que si no perteneciera a ese desnudo pudiera tener la forma de un fruto, un muslo, o la forma de un torso animal. Afirmó su trabajo pictórico diciendo que no pintó por terapia, no por diversión y menos por capricho: “La pintura es un camino que he recorrido. Mal o bien”.

Figuras Talla en mármol 1971

pág. siguiente Vendimia Gran Premio Salón Cinzano Mendoza, Argentina Hierro batido 120 x 60 x 40 cm 1971

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Carlos de la Mota Bocetos preliminares del Monumento al General Villegas Modelado en arcilla y yeso 1971

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Pava Repujado en cobre 40 x 50 cm 1954

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III. EXPOSICIONES


Exposición de Carlos de la Mota, Museo de Esculturas Luis Perlotti, Buenos Aires, 1997 Exposición de Carlos de la Mota, Galería de Arte Palatina, Buenos Aires 1977

Carlos de la Mota exhibió sus obras en importantes galerías de arte de la ciudad de Buenos Aires, en museos de la Argentina y también en la tercera edición de la feria de arte arteBA de Buenos Aires. Desde 1967 en la galería de arte Rubbers hasta 2005 en la Fundación Alon para las Artes, defendió su libertad creativa mediante una continuada serie de exposiciones en las que su obra fue mutando y atravesando diferentes procesos. Su primera exposición fue en octubre de 1967 en la galería de arte Rubbers, dirigida por Natalio Povarché, en Florida al 900, con sedes entonces en Washington, Miami y Río de Janeiro. En Octubre de1970 presentó sus obras en la galería Art Gallery, en Florida 683. Allí exponían los más destacados escultores argentinos de esa época: Libero Badii, Ennio Iommi, Naum Knop, Antonio Pagés, Aldo Paparella y Antonio Pujía. Art Gallery era un espacio único para exhibir obras de tres dimensiones. Para la muestra grupal junto con Libero Badii, Iommi y Paparella, las obras fueron proyectos para ser realizadas en grandes dimensiones, pensadas para esa gran escala que tanto deseaba el escultor. René Bedel escribió un largo artículo refiriéndose a la obra de Carlos de la Mota con las siguientes palabras: “Tenemos que reconocer al gran artífice del hierro en esas láminas que bajo sus manos cobran vida. En la determinación de su materia plástica intenta caminos hacia el diálogo y busca repuestas a la fantasía en un camino ligado al surrealismo. Para él existen valores permanentes, inalterables, leyes dictados para que las cosas, tengan permanencia, a pesar de las variantes formales que derivan de las distintas épocas y culturas. El artista va detrás de una verdad distinta que le presenta su entendimiento”. En junio de 1975 expuso nuevamente en Art Gallery, esta vez junto con el pintor Carlos Cañas. El escultor presentó diferentes tipos de figuras, algunas eran tallas directas, algo totémicas; otras eran figuras de metal realizadas en chapa batida; y por último, también exhibió algunas tablas de madera recortadas, realizadas con su hábil empleo del dibujo, al que luego sumaba el recorte de chapas de metal o de madera. En junio de 1976 fue invitado a exponer en la galería de arte Bonino. Presentó una serie de treinta y dos esculturas realizadas en hierro forjado, madera, mármol, cobre y bronce. La muestra se tituló “El Retrato”, se encontraban retratos del Ingeniero Jacobo Fiterman, del Dr. Sauri y de Haydée Najmías. El conjunto reflejaba su total dominio del lenguaje tridimensional, su originalidad en la resolución de los espacios y volúmenes con planos, con facetamientos y curvas. En el texto del catálogo, el artista explica el paso de la intención a la realización, diciendo que hacer una escultura es una gran aventura, llena de sorpresas, cuyo final podía ser imprevisible. Dice: “Las posibilidades de llegar a la meta están sujetas a las condiciones

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en que la empresa ha sido organizada, siendo una de sus mejores virtudes el conocimiento del terreno donde se debe operar, el que podría dar ciertas seguridades. Pero lo emocionante es que generalmente nos encontramos al final del camino con algo inesperado, bueno o malo, pero tampoco debemos sujetarnos a demasiadas sorpresas, ya que un artista debe saber a donde quiere llegar”. Entre las obras que formaron parte de esta exposición se encontraban Busto de Mujer, escultura que ganó el Premio del Salón de Tucumán en 1972 y claro ejemplo de su capacidad de síntesis por la acertada repetición de dos formas ovaladas para los ojos y senos de la figura femenina; Doña Panchita sale a la puerta ,de 1974 y Hippie desconocido, de 1970. En octubre de 1977 expuso en la galería de arte Palatina, dieciocho esculturas, seis tapices, veinte dibujos en color, y cuatro pasteles sobre tela. El diario La Opinión elogió la muestra de esta forma: “Tamaña colección es más que suficiente para verificar la amplitud de límites entre los que se mueve el artista, donde además se advierte la diversidad de tensiones que genera en cada trazo desde la perspectiva de su capacidad lúdica para trabajar los distintos materiales, convirtiéndolos en instrumentos comunicativos. Solo así puede apreciarse que De la Mota transite sin urgencias por la figuración de los pasteles”. También el diario Ámbito Financiero, a través de las palabras del crítico y experto en arte Jorge Feinseilber, se refirió al artista diciendo: “Conocido fundamentalmente por su actividad escultórica, Carlos de la Mota, es el tipo de artista totalmente ligado a las distintas zonas del quehacer plástico, a las que sucesivamente se aboca por la existencia de motivaciones que en última instancia confluyen en la necesidad de crear o recrear usando el vasto espectro que las artes visuales poseen”.

A manera de inventario Cabeza Ensamblaje de Maderas 1980 Diario La Nación Abrigo de piel Gran Premio de Honor del Salón Nacional 1977

En septiembre de 1981 en la galería Palatina, Carlos de la Mota presentó treinta esculturas en metal, madera y cerámica. El diario La Razón sintetiza aspectos relevantes diciendo: “Un tiempo metafísico, tan vigente y contemporáneo como evocativo del medioevo. Esas atmósferas inquietantes azuzan el enigma. Es admirable su técnica de batir con la que construye el perfil de un ave o el rostro de un personaje, imprimiendo a ciertas piezas una aguda ironía o un tono sarcástico”. Entre las esculturas allí expuestas se destacaron El Rey Lear, Héroe, Cholita y Armadura para pájaro. La diversidad de planteos y de estilos que caracterizó a estas obras fue observada por la crítica como un cierto rasgo de amargura existencial y de enigmática ironía en cuanto a los

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temas, mientras que en el plano formal apreció su total despreocupación por el preciosismo y su intención de reducir los gustadores de su obra a una minoría selecta. En mayo de 1982 fue invitado a exponer sus obras en el Museo Municipal de Arte Moderno de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. Exhibió una serie de pasteles y esculturas, entre ellas algunas de sus armaduras para pájaros. En mayo de 1984, la galería Palatina presentó una serie de esculturas en alabastro, hierro batido, cobre batido, madera y hierro. A ellas sumó pasteles y dibujos. En abril de 1988 realizó en el Centro Cultural Recoleta la muestra ”Carlos de la Mota, veinte años de escultura”. Presentó una selección de veinte obras realizadas en madera, hierro, cobre y mármol. En noviembre de 1990, el Museo Municipal de Bellas Artes de La Plata, ubicado en la esquina de las calles 7 y 50, lo invitó a exponer hierros, bronces, maderas policromadas, algún mármol y algunos cuadros al óleo. Para esta muestra el artista reflexionó: “Quizás esculpir debería ser un oficio irrenunciable, como un credo al que no se puede traicionar, pero en el fondo siempre he alentado una pasión equivalente por ambas cosas. Para mí la escultura es un arte más independiente al integrarse por sí misma al espacio, mientras que la pintura lo tiene que insinuar”. En agosto de 1993, continuando con las exposiciones en la galería Palatina, presentó una serie de pasteles, entre ellos las obras Sol en el bosque y Paisaje de San Juan, también algunas maderas tituladas Construcciones, esculturas en hierro como Medusa Negra realizada en aluminio, y Jugando en la huerta, obra en cobre y cerámica. En 1997 vuelve a exponer en galería Palatina dieciocho esculturas, seis tapices, veinte dibujos en color y cuatro pasteles sobre tela. El mismo año realizó una exposición en el Museo Municipal de Esculturas Luis Perlotti, cuyo catálogo contó con textos de Aldo Galli, crítico de La Nación, Elba Pérez y César Fioravanti. Aldo Galli escribió:“De la Mota confiere a cada material un tratamiento distinto, abundan en ideas, consecuentemente se podría decir que es mutable, pero sabe ser siempre él y cada una de sus esculturas tiene la solución adecuada. Diremos en todo caso, que si bien no se niega al cambio, tampoco está al servicio de esa circunstancial imposición y disolución de los efectos (no de las causas) que se denomina moda y que finalmente induce a pensar que nada

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perdurara”.Elba Pérez transcribió el texto para su libro “Cuarenta escultores Argentinos” en el que expresó: “Su imaginería abreva en los mitos populares y la incidencia de un duende burlón, travieso y finalmente sabio es recurrente en su obra hasta el protagonismo. Carlos de La Mota tiene una concepción monumental que no lo abandona ni en obras de dimensiones reducidas”. Por último, César Fioravanti ofreció su visión del artista con estas palabras: “Es sobre todo el creador de una línea escultórica que permitió definir un concepto de volumen y del espacio totalmente renovador. Su imagen, partiendo siempre de una raíz figurativa, sufre una metamorfosis que nunca llega a la abstracción pura, pero que a través de diferentes etapas, alcanza una dinámica en transformación total”. Este mismo año participó en la tercera edición de la Feria de Galerías de Arte de Buenos Aires, en el espacio dedicado a homenajear a artistas consagrados, donde contó con la presentación de la destacada Licenciada Nelly Perazzo. En junio de 1999 exhibió en la Galería Lo Scarabeo sus óleos y pasteles. Para el catálogo de esta muestra, el artista escribió: “Rómulo Macció pinta lo que ve, y yo pinto lo que a mí me persigue. Son fantasmas que me asedian, pintarlos es un método cabalístico que utilizo para liberarlos del encierro a los que los tenía sometidos”. En setiembre de 2003 expuso en el Museo Municipal Eduardo Sívori de la Ciudad de Buenos Aires. En el prólogo del catálogo, el artista escribió: “Aquella rueda de colores, como una rueda de la fortuna se detuvo por largo tiempo en la escultura; sin embargo, y Dios sabe por qué, vuelve a girar en el sentido contrario muy lentamente para detenerse en lo que parecería ser su último sitial, esta vez el ángel travieso del destino detuvo la rueda en los bellos colores de la pintura”.

Retrato de Biju Talla en piedra 70 x 45 x 30 Colección del artista 1951 TorsoII Granito Colección del artista 70 x 30 x 45 cm 1952

En junio de 2004 la galería de arte Centoira lo invitó a exponer. En el texto del catálogo titulado “Otra Trayectoria” el propio artista apeló al lema criollo que aconseja no cambiar de caballo en medio del río, para comentar su punto de vista acerca de las opiniones adversas que había recibido acerca de su dedicación a la pintura. Dijo: “Toda mi vida quise pintar y lo hacía de a ratos y más que nada eran una especie de vacaciones espirituales en las que plasmaba mis sueños dorados y situaciones que quería expresar, aquellas que la escultura no me permitía por tener más limitaciones. Es más fuerte que yo, quiero hacer cosas que antes no podía hacer, y lo quiero hacer bien”. En febrero de 2005 exhibió en Fundación Alon pasteles y ensamblajes en madera. En el catálogo de esta muestra el Ingeniero Fiterman escribió: “El artista es el mismo, los medios

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para expresarse se ampliaron”. Las imágenes de las obras allí expuestas conjugaron lo apasionado y lo brutal, representó pasiones extremas en personajes inquietantes que se relacionaban intensamente con afecto y cierta violencia.

Carlos de la Mota y Enio Iommi. Galería Palatina, Buenos Aires 1981

Diario La Nación “Renovado impulso en el Salón de Santa Fe” Premio Nacional de la Provincia de Santa Fe Carlos de la Mota La próxima Vedette Hierro Batido 1968

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IV. ESCULTURA


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V. PINTURA


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VI. DIBUJOS


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VII. CRONOLOGÍA


Carlos de la Mota nació en la ciudad de San Juan, Provincia de San Juan, Argentina, el 13 de agosto de 1924. Estudió en Mendoza, en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuyo. Tomó clases de dibujo con el profesor Cascarini y con Sergio Sergi; de escultura, con el artista chileno Lorenzo Domínguez; y de grabado, con Víctor Delhez. Fue docente en la Universidad Nacional de Tucumán, donde conoció a la pintora tucumana Biju Briones, con quien se casó y tuvo dos hijas. Formó parte del proyecto de Lino Enea Spilimbergo, quien estuvo a cargo, a partir de 1948, del Taller de Pintura del Instituto Superior de la Universidad de Tucumán, dirigido por Guido Parpagnoli. Entre los destacados artistas de esa época convocados por Spilimbergo se encontraban Lajos Szalay y Carlos Alonso, con quienes compartió las propuestas analíticas del maestro Spilimbergo, basadas en los conceptos de André Lhote y Matyla Ghyka. En 1946 recibió el Premio Universitario, otorgado por la Universidad Nacional de Cuyo. En 1948, ganó el Primer Premio de la Sociedad Dante Alighieri y en 1949, el Primer Premio Salón Municipal de Mendoza y el Tercer Premio del Salón Vendimia, también de Mendoza. En 1951 obtuvo el Primer Premio del Salón del Norte de Santiago del Estero, y la mención de Honor del Salón Nacional de Buenos Aires. En 1952 recibió el Tercer Premio del Salón de Tucumán. En 1953, el Tercer Premio del Salón de Mar del Plata. En 1954 le fue otorgado el Primer Premio en el Salón Regional de San Juan, y fue elegido para representar a nuestro país en el envío a la Bienal de Arte de San Pablo, Brasil. En 1956 obtuvo el Segundo Premio en el Salón de Cuyo, Mendoza, y el Premier Premio en el Salón de San Justo. En 1958 recibió el Tercer Premio del Salón Nacional de Tucumán.

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En 1959 ganó el Primer Premio del Salón de Cuyo, Mendoza. En 1960 participó en el Primer Salón Internacional de Arte, organizado por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y en 1962 recibió el Primer Premio Salón de Córdoba. En 1966 ganó la beca del Fondo Nacional de las Artes para realizar una investigación artística en Inglaterra. En 1968 obtuvo el Premio Nacional de la Provincia de Santa Fe, otorgado por el Instituto de Promoción de las Ciencias, las Letras y las Artes. En esa oportunidad, mereció el Premio de Grabado Antonio Berni. La obra premiada de Carlos de la Mota fue La próxima Vedette, por la que recibió un millón de pesos y una medalla. En los años 1969 y 1970 fue invitado a participar en el Premio Augusto Palanza. En 1971 realizó una obra monumental por encargo de la ciudad de General Villegas, ubicada al noreste de la Provincia de Buenos Aires. El conocido Monumento al General Conrado E. Villegas se ubicó en la plaza principal de la ciudad. La figura de mármol de Carrara tiene una altura de tres metros y pesa cinco toneladas. Este mismo año su trabajo de hierro titulado Vendimia ganó el Gran Premio Salón Cinzano. La escultura realizada en Mendoza, en adhesión al XIII Congreso Internacional de la Vid y el Vino, fue expuesta en una carpa inflable en la Plaza del Congreso junto con las obras de catorce escultores que habían interpretado de maneras originales la viña y sus derivados. El artista la representó como una figura humana cuyo cuerpo se transformaba en tonel y cuya cabeza eran jarros y elementos portadores del vino. En 1972 obtuvo el Primer Premio del Salón Nacional, el Primer Premio del Salón de Tucumán, el Premio Tres Arroyos, instituido por el Banco Comercial de Tres Arroyos y organizado por la Academia Nacional de Bellas Artes. En 1975 fue invitado a participar del Salón de Escultura Argentina organizado por la Fundación Lorenzutti. A partir de 1978 fue profesor titular en la Facultad de Arte de la Universidad Nacional de Cuyo, al frente del taller de escultura de la Escuela de Artes Plásticas.

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En 1979 fue incorporado a la Academia Nacional de Bellas Artes, ceremonia presidida por el secretario de Estado de ese momento, señor Raúl Crespo Montes. La señora Jeannette Arata de Erize, el compositor Washington Castro y los artistas Antonio Berni y Carlos de la Mota ocuparon las vacantes que dejaban Córdoba Iturburu, José Fioravanti, Jacobo Fisher y Adolfo Ferrari. En el discurso de bienvenida, Jorge D’Urbano se refirió a Carlos de la Mota como un eximio escultor, un pintor significativo y un diestro artesano que incursionó en casi todos los lenguajes plásticos. En 1988 obtuvo el Gran Premio de Honor del Salón Nacional, Medalla de Plata y adquisición de la escultura El abrigo de pieles. En 1998 recibió el Premio del Salón Municipal de Artes Visuales, realizado en el Museo Municipal Eduardo Sívori de la Ciudad de Buenos Aires. Carlos de la Mota actualmente vive y trabaja en su casa de la calle Cabrera, en la Ciudad de Buenos Aires.

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ESCULTURAS pรกg. 33 El Abrigo de piel Gran Premio de Honor del Salรณn Nacional Madera ensamblada y hierro batido 180 x 70 x 45 cm 1986 pรกg. 34 Hippie desconocido Hierro Forjado 70 x 40 x 25 cm 1968

pรกg. 39 Figura I Hierro y madera 90 x 40 x 30 cm 1980 Colecciรณn Fundaciรณn Alon pรกg. 40 La energรญa Hierro batido 150 x 60 x 65 cm 1976 Colecciรณn Fundaciรณn Alon

pรกg. 35 Cabeza Mรกrmol 40 x 30 x 20 cm 1955

pรกg. 41 Figura II Hierro batido y madera 150 x 60 x 60 cm 1976 Colecciรณn Fundaciรณn Alon

pรกg. 36 y 37 Mi mano Hierro batido Tamaรฑo natural 1974 Colecciรณn del artista

pรกg. 42 Striptease en la silla Hierro batido y madera 190 x 60 x 30 cm 1975 Colecciรณn Fundaciรณn Alon

pรกg. 38 Patriarca Ensamblaje en madera 170 x 60 x 60cm 1975 Colecciรณn del artista

pรกg. 43 La bisagra y la puerta Serie Homenaje a la bisagra Hierro y madera 65 x 50 x 15 cm 1979 Colecciรณn Fundaciรณn Alon

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pág. 44 Mano, puerta y bisagra Serie Homenaje a la bisagra Hierro y madera ensamblados 65 x 50 x 10 cm 1978 Colección privada pág. 45 Pájaro reloj Cobre y madera ensamblados 25 x 30 x 10 cm 1974 Colección privada pág. 46 Ella se desviste Cobre y hierro batido 40 x 20 x10 cm 1974 Colección privada pág. 47 Figura III Hierro batido 40 x 10 x 10 cm 1974 pág. 48 Figura IV Hierro batido 50 x 10 x 10 cm 1974 pág. 49 Victoria alada Hierro batido 45 x 15 x 10 cm 1990 Colección Fundación Alon

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pág. 50 y 51 Figura alada Hierro batido 45 x 18 x 10 cm 1990 pág. 54 y 55 Armadura para pájaro Hierro batido 60 x 25 x30 cm 1985 Colección Andrés Von Buch pág. 53 Pájaro I Hierro batido 50 x 30 x 15 cm 1972 pág. 56 Pájaro II Hierro batido 70 x 40 x 20 cm 1975 pág. 57 Pájaro III Hierro batido y remachado 50 x 20 x 15 cm 1975 pág. 58 Divertimento Hierro batido pintado y madera 50 x 40 x 20 cm 1975


pág. 59 Personaje I Madera policromada 35 x 20 x 10 cm 1978 Colección Fundación Alon pág. 60 y 61 Doña Panchita en la puerta Madera policromada 60 x 35 x 25 cm 1980 pág. 62 y 63 Personaje II Madera policromada 70 x 25 x 40 cm 1979 pág. 64 La Menina y la Urpila Madera policromada 130 x 25 x 25 cm 1982

pág. 67 Figura alada Mármol 100 x 30 x 50 cm 1983 pág. 68 y 69 Figura alada Hierro forjado 350 x 110 x 90 cm 1999 Exterior del Edificio Avda. del Libertador y Blanco Encalada, Buenos Aires OBRA / PINTURAS pág. 71 Leda y el Cisne Pastel a la tiza sobre tela 80 x 100 cm 2000 Colección del artista

pág. 65 Detalle de la Menina y la Urpila Pintura 1982

pág. 72 Ataque violatorio I Pastel a la tiza sobre tela 80 x 100 cm 2000 Colección del artista

pág. 66 Figura Hierro forjado 250 x 80 x 25 cm 1999 Pallier de entrada Edificio Avda. del Libertador y Blanco Encalada, Buenos Aires

pág. 73 Ataque violatorio II Pastel a la tiza sobre tela 150 x 100 cm 2002

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pág. 74 Después del baño Pastel a la tiza sobre tela 150 x 100 cm 1999

pág. 80 Ángel seductor II Pastel sobre tela 140 x 100 cm 2001

pág. 75 Estigmas Óleo 80 x 100 cm 2002

pág. 81 Ángel seductor III Pastel sobre tela 140 x 100 cm 2001

pág. 76 Ataque violatorio III Pastel a la tiza sobre tela 80 x 100 cm 2002

DIBUJOS

pág. 77 Estigmas Pastel a la tiza sobre tela 80 x 100 cm 1999 pág. 78 Ángel caído Óleo sobre tela 150 x 100 cm 1998 pág. 79 Ángel seductor I Óleo sobre tela 150 x 100 cm 1998 Colección privada

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pág. 83 Dos figuras Tinta y aguada 50 x 60 cm 1977 pág. 85 Armadura para pájaro Tinta sobre papel 50 x 50 cm 1978 pág. 84 Personaje Tinta sobre papel 30 x 20 cm 1994 pág. 86 Proyecto para monumento Tinta sobre papel 35 x 30 cm 1988


pág. 87 Escultura para espacio abierto Tinta sobre papel. 35 x 30 cm 1990

pág. 93 Proyecto para cuadro. Tinta, acuarela y lápiz de color. 25 x 30 cm 2004

pág. 88 Escultura para pueblo de provincia de San Juan Tinta sobre papel 35 x 30cm 1992.

pág. 94 Proyecto para cuadro. Tinta y lápiz color. 30 x 30 cm 2004 Colección del artista

pág.89 Escultura para pueblo de provincia de San Juan. Tinta sobre papel. 35 x 30cm 1992

pág.95 Proyecto para cuadro. Tinta y lápiz color. 30 x 30 cm 2005

pág. 90 Escultura para espacio abierto. Tinta y acuarela sobre papel 30 x 30cm 1992 pág. 91 Proyecto para cuadro. Tinta negra y fibras de colores. 30 x 30cm 2000

pág. 96 y 97 Estudio Carlos de la Mota Buenos Aires Argentina 2008 FOTO DE TAPA Carlos de la Mota Personaje I Madera policromada 35 x 20 x 10 cm 1978 Colección Fundación Alon

pág. 92 Proyecto para cuadro. Tinta y lápiz de color. 25 x 30cm 2000

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BIBLIOGRAFÍA Teoría de la Inteligencia Creadora. José Antonio Marina, Editorial Anagrama Diccionario de símbolos. Juan Eduardo Cirlot, Editorial Labor S.A. Surrealismo, Alcances. Paul Reverdy, Documentos para la comprensión del arte moderno. Recopilación de Walter Heiss Movimientos en arte a partir de 1945. Edward Lucie Smith, Editorial Emece Panorama de la pintura argentina contemporánea. Aldo Pellegrini, Editorial Paidós, Capítulo IV Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos y voces. Roland Barthes, Editorial Paidós Comunicación Introducción a la pintura. Mario Dionisio, Alianza Editorial Historia Crítica del Arte Argentino. Asociación Argentina de Críticos de Arte. Telecom, Argentina La metáfora en las Artes Plásticas. Lic. Elena Oliveras, Editorial Emece El octavo hábito, de la fe a la grandeza. Stephen Covey, Editorial Emece

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CARLOS DE LA MOTA

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Presentación del Ingeniero Jacobo Fiterman

pág. 4

I “El arte es un fuego que alimenta varias hogueras” por MICAELA PATANIA

pág. 6

II SU OBRA por MICAELA PATANIA

pág. 16

III EXPOSICIONES

pág. 26

IV ESCULTURA

pág. 32

V PINTURA

pág. 70

VI DIBUJOS

pág. 82

VII CRONOLOGÍA

pág. 98

LISTA DE OBRAS

pág 102

BIBLIOGRAFÍA

pág. 107

ÍNDICE

pág. 109



Imagen de Tapa Escultura de Carlos de la Mota Personaje I Madera ensamblada y policromada 35 x 20 x 8 cm Año 1978 Colección Fundación Alon para las Artes

Impresión Trama S.R.L C2008 Fundación Alon Todos los derechos reservados Hecho el depósito que marca la ley 11.723 ISBN 978-987-24659-1-9 Impreso en Argentina

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Publicaciones más recientes de la Fundación Alon Hay que comer (2005) Textos de Fabián Lebenglick y Alberto Giudici Carolina Antoniadis. Domus Referencial (2006) Textos de Vivian Lofiego y Elena Oliveras Bonevardi. Primera etapa. Obras tempranas 1948 – 1959 (2006) Textos de Nelly Perazzo, Micaela Patania y Gustavo Bonevardi Matilde Marin, Desplazamientos (2006) Textos de Victoria Verlichak, Manuel Neves y Matilde Marin Batlle Planas. Una imagen persistente (2006) Textos de Rosa María Ravera y Gabriela Francone El Matadero (2006) Ilustraciones de Carlos Alonso. Textos de Esteban Echeverría Prólogo de Alberto Giudici Horacio Zabala. Anteproyectos 1972 – 1978 (2007) Textos de María José Herrera, Fernando Davis y Danielle Perret Miguel Carlos Victorica (2007) Texto de Ana Canakis Carlos Alonso Ilustrador (2007-2008) Textos de Alberto Giudici, Elena Oliveras, Sylvia Saítta, José Pablo Feinmann, Gabriela Francone, María Teresa Constantin, Laura Malosetti Costa, Diana B. Wechsler y Mario O’Donnell Policastro (2008) Texto de Alberto Giudici Raquel Rabinovich. Antología del lecho de los ríos (2008) Texto de Julia P. Herzberg


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