FO AGOSTO

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Terminamos el recorrido recogiendo a los compañeros y compañeras de ruta e iniciamos la salida de lo urbano, partimos con fe en que ésta, como las anteriores, será una buena jornada y una excelente aventura.

Al salir de Chusmiza iniciamos el lento ascenso por una cuesta muy empinada, asesina para muchos, para nosotros solo el triste espectáculo de una mala jornada coronada con cruces de madera y vehículos destruidos tirados en los costados. No perdemos la fe.

El paisaje es majestuoso, al internarnos en los desolados páramos precordilleranos, la puna nos regala una somnolencia que nos aturde a muchos y a otros, los más disidentes, los deja en un estado de sopor que les hace simular una claridad ausente. El sol ya apareció, nos saluda a través de los cristales del vehículo y nos abriga a medida que nos alcanza.

El paisaje altiplánico, groseramente hermoso, nos confirma que la vida es un atentado, llevándome a recordar un fragmento que leí en una noche de vinos desde un libro de una gran amiga, que decía algo así: “Pensé que volaba tal cual un insecto pensando que el mundo era diminuto. De pronto quise contemplarlo en su fiel dimensión y me posé sobre el borde pegajoso de una gran mandíbula cetácea... La ilusión se acabó, yo era el diminuto y la naturaleza el gigante”.

Podemos apreciar en el trayecto nieve, hielo y rocas escarchadas, los riachuelos semi congelados nos comentan de las temperaturas de los últimos días, las cuales, según reportes que estuvimos observando, llegaban hasta -17° en algunas localidades. Seguimos avanzando, a ratos detenemos la marcha para realizar micro caminatas en pos de aclimatarnos o para capturar la belleza que la pacha nos adelanta, peñones majestuosos que se elevan queriendo tocar el cielo, vegetación que lucha contra la adversidad meneándose al ritmo del viento frío y algunas vizcachas que nos miran a lo lejos, curiosas por saber qué nos proponemos y ciertamente cautas por algunas malas experiencias con otros viajeros de quienes no hablaremos esta vez. Nos detenemos en Chusmiza, nos hipnotizan esos cerros tallados por divinidades, obligándonos a hacer correr nuestras cámaras y atesorar el cuadro. Algunos nos estiramos mientras descendemos del furgón, otros se frotan la cara para ahuyentar el sueño. Terminamos nuestro cometido y continuamos rápidamente la marcha. Nos hidratamos constantemente para mantener lo más lejano posible el umbral del MAM (Mal Agudo de Montaña) pues en algunos lugares de la carretera alcanzamos abruptamente altitudes de hasta 4.300 msnm.

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Agosto 2014|FULLOUTDOOR

Nuestro vehículo comienza a sentir los estragos de la altura, debemos detenernos a ratos para revisarlo y darle un momento. En una de estas paradas pudimos apreciar, justo sobre una quebrada que atravesaba la carretera, cómo se encontraba congelada la caída de un chorro de agua de por lo menos unos 60 cm de diámetro deteniendo el tiempo para él. Lo más mágico de todo, que quizás fue opacado por este espectáculo, es que la vida seguía verdeando a su alrededor. No tengo ciencia aún para explicarlo. 12:30 hs: Por fin llegamos al poblado de Cariquima, nos recibe don Gregorio, nuevo amigo del club quien ya nos había prestado sus servicios en una expedición anterior. El pueblo, que en otras oportunidades se hallaba desolado, exhibía una sorpresiva presencia de turistas y algunos ecologistas, de entre los cuales nos escabullimos para continuar rápidamente con nuestra empresa. Saludamos afectuosamente al paisano y a su mujer, personas de edad, con la piel curtida por el clima extremo, con sus acentos e historias de demonios, cerros mentados, sacrificios y leyendas de montañas guerreras.


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