Dexter y el ladrón de zanahorias

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todavía estaban corridas. Percibió un olor dulce que se hacía más intenso cuanto más se acercaba a la cama. Debajo

de

ella

encontró

una

canasta

llena

de

zanahorias. Todo señalaba que había descubierto quién era el ladrón. Cuando alzó la cabeza, Dexter vio un par de orejas largas sobre la almohada y un bulto tapado por las cobijas. Era Dani que aún dormía plácidamente. ―Para ser un ladrón se ve muy tranquilo ―pensó Dexter,

dudando

dormilón―.

de

la

culpabilidad

del

pequeño

Dani, Dani, ¡Despierta, conejo perezoso!

―Lo llamaba al tiempo que lo empujaba con el hocico para que saliera de su sueño profundo. ― ¿Queeeé pasaaa? ―preguntó Dani mientras sacaba la cabeza de las cobijas y daba un largo bostezo. ― ¿Cómo que qué pasa, Dani? Ya mismo me explicas que hacen las zanahorias de Don Carlos debajo de tu cama ―contestó Dexter antes de ir a descorrer las cortinas para que entrara la luz.

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