PENALVA La identidad del educador

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«Por supuesto que ni hay ni habrá nunca una obra mía sobre temas filosóficos, porque no se pueden exponer como se hace con otras ciencias. A lo sumo, cuando se ha intimado mucho con estas cuestiones por haber convivido con ellas, de pronto, como surgida de un rayo, se hace la luz en el alma y a partir de entonces va aumentando por sí misma.» 107 Aunque es la razón la que accede a comprender, a la verdad se llega por la vivencia. No hay razón sin experiencia, ni experiencia sin vivencia. Esto significa que el camino de búsqueda a la “verdad” lo debe recorrer cada uno. La verdad es un camino personal e intransferible

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. De hecho, la acción educativa de Sócrates comienza con

una exhortación, una “invitación” al hombre para que piense que el fin de la vida está más allá, que todavía hay una cima por conseguir, y que merece la pena el esfuerzo. Y lo dice Sócrates como una confesión personal, de amigo a amigo, pues no hay otro modo de comunicar esta “vivencia”. Las experiencias más íntimas sólo se pueden revelar a los amigos. La filosofía, por tanto, no admite como género propio el de los tratados, el libro

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, sino el consejo experimentado del maestro, la palabra dicha en

confianza, el secreto confiado y confesado a un amigo. En definitiva, el diálogo.

14.4. Vivencia como experiencia de sentido. En La República concluye Sócrates la explicación de la idea del Bien –después utilizar la analogía del sol, y, abundando en ella, la imagen de la caverna- con una afirmación sobre la índole de lo que acaba de decir: «Sabe Dios sólo si es conforme con la verdad. En cuanto a mí, lo que me parece en el asunto es lo que voy a decirte. En los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que se percibe con dificultad; pero una vez percibida no se puede menos de sacar la consecuencia de que ella es la causa primera de todo lo que hay de bello y de recto en el universo; que, en este mundo visible, ella es la que produce la luz y el astro de que esta procede directamente; que en el mundo invisible engendra la verdad y la inteligencia; y en fin, que ha de tener fijos los ojos en esta idea el que quiera conducirse sabiamente en la vida pública y en la vida privada.» (R 517b-c; el subrayado es mío).

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Carta VII, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1995, p. 182. Montaigne dirá que no hay un camino de la verdad; hay, sí, un método, pero el camino, en la medida en que lo debe andar cada uno, es único. 109 «Pues la escritura, que en esto se parece a la pintura, tiene de grave que sus obras están delante de ti como si fueran personas vivas. Pero si las interrogas, callan majestuosamente. Así sucede con los discursos escritos.» (Fedro 275d). 108

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