Percibí cómo sonreías cuando nos sentamos en aquellos escalones del Peristilo del Palacio Romano de Split, contemplando la imponente torre que teníamos delante, mientras saboreábamos un café y un trozo de tarta de
chocolate. Y cómo se escapaba un ¡oh! de tu garganta al entrar en el Mausoleo de Diocleciano, reconvertido en catedral.
Y vuelta a caminar. Salimos del recinto del antiguo palacio por la Puerta de Hierro para dar con una bonita plaza donde comprobamos la superposición de estilos que hacen a esta ciudad muy especial.