No sucede así con la reconstrucción que se hizo
dela ciudad tras ser arrasada durante la 2ª Guerra Mundial.
Bloques monótonos, impersonales y feos han sustituido a las viejas mansiones señoriales y casas de estilo veneciano. Pero, claro, cuando la necesidad aprieta, la estética pasa a segundo plano. Además, ¿quién iba imaginar en los años cuarenta y cincuenta el boom del turismo?
La calle principal está llena a rebosar: multitud de músicos callejeros animan el ambiente y no hay forma de encontrar hueco en alguna mesa de los
numerosos cafés y bares que ponen sus terrazas sin demasiado respeto a los monumentos y lugares idílicos.
También nos llama la atención la pobre iluminación. La, digamos ”ronda de las murallas”
está llena de coches aparcados y no hay ni una sola farola. Tenemos que desistir de dar un
paseo por ella ya que no vemos dónde pisamos.
A poco de dar las once el bullicio se disipa como por arte de magia. El pavimento de la calle
principal, ahora casi desierto, resplandece.