Con un lenguaje lúdico, íntimo y a veces alucinado, José Alberto Velázquez hace un recorrido por el Dasein sexual tunero, ese que a veces está tan lejos de la Habana como de Moscú, aunque intervenga y goce en ambos lugares. Espacios que no solo son narrados desde una mezcla de escritura y experiencia (ojo: en esta novela la escritura es un personaje más), sino desde una particular monstruosidad. Esa que hace que los personajes se desplacen dentro de una suerte de telaraña agónica y, a la vez, se comporten como si no hubiera mañana. Esa que convierte a todo el libro en un territorio de bocas, secreciones y hospitales.