ISDIN MEDIO Cuento

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Cuento

VILLA SOMBRA NIVEL MEDIO

- ¡Nos vamos a Villa Sombra!- Gritaban Tomás, Ainhoa y Helena mientras daban botes de alegría encima de la cama.

Sus padres les habían dejado escoger dónde pasar las vacaciones. Al principio no se ponían de acuerdo. Tomás quería ir a un lugar donde pudiese practicar muchos deportes, Ainhoa soñaba con bañarse en el mar y Helena imaginaba un rincón encantado.

Al final, decidieron elegir el destino por azar. Tomás desplegó un gran mapa encima de la cama y vendó los ojos a Helena. Le pidió a Helena que moviese el dedo por encima del mapa mientras Ainhoa y él contaban hasta diez. Y, al llegar a diez, el índice de Helena señaló: Villa Sombra.

Helena estaba feliz porque Villa Sombra sonaba a lugar mágico. Y Ainhoa y Tomás también: alrededor había varias playas, campos y bosques.

Llegaron a Villa Sombra al mediodía después de un largo viaje. El pueblo era de postal y los habitantes, muy simpáticos y hospitalarios. Pero había algo muy curioso… Todos iban con paraguas. Y justo, ese día, hacía mucho sol y no había ni una nube en el cielo.

Los niños y las niñas también llevaban paraguas de todos los colores, con dibujos, de rayas, de topos…

- Hola, yo soy Pedro. ¿Cómo os llamáis? - les preguntó un niño muy rubio y de piel clara.

Tomás, Ainhoa y Helena se presentaron.

-¿Queréis jugar con nosotros?

Tomás, Ainhoa y Helena dijeron que sí, felices de haber hecho amigos enseguida.

P

Primero jugaron a fútbol, pero los paraguas eran un problema: desviaban la dirección de la pelota, hacían que los niños chocasen, el portero no podía parar la pelota con las dos manos… Después jugaron a baloncesto. ¡El paraguas era aún más estorbo! Encestar y pasar la pelota con solo una mano todavía era más difícil. Y ya os podéis imaginar lo que pasó cuando intentaron jugar a voleibol o a tenis… Ainhoa propuso jugar a las carreras. Parecía una buena alternativa porque no había que utilizar ninguna pelota, solo las piernas. Pero los paraguas de Nicolás y Olivia, que iban los primeros, se engancharon y acabaron todos en el suelo.

Al principio, a Tomás, a Ainhoa y a Helena les había parecido muy divertido que todos los niños y niñas jugasen con el paraguas, pero ahora ya no les hacía ninguna gracia.

- ¿Y si jugáis sin paraguas? - preguntó Helena.

- ¡No! - Contestaron todos a la vez. Tomás, Ainhoa y Helena se miraron sorprendidos. Y todos los niños y niñas del pueblo, también. ¿Cómo podían haber preguntado eso?

- ¡Los rayos de sol nos volverían a quemar! - dijo Pablo, asustado.

- ¿Vais todo el día con paraguas para protegeros del sol? - exclamó Tomás.

Ahora lo entendían todo.

A

Tomás, Ainhoa y Helena pidieron a sus amigos que reuniesen a niños y mayores en la plaza del pueblo. Todos estaban expectantes…

Los tres hermanos empezaron a explicar lo que habían aprendido en el colegio.

Helena les contó que el sol es muy importante para la vida porque nos da energía en forma de luz y calor y porque ayuda a las plantas a crecer y a producir oxígeno. Y que, además, es muy beneficioso para nuestra salud porque nos hace estar más contentos y fortalece los huesos y los dientes.

Sus nuevos amigos no parecían muy convencidos. Sabían que el sol también podía ser muy peligroso. Habían buscado información en internet y habían descubierto que algunos de sus rayos, los que se llaman ultravioleta (UVA y UVB), podían dañar la piel.

- Tenéis toda la razón, - les dijo Tomás- pero hay una solución: el protector solar.

- ¿Protector solar? - preguntaron algunos.

- El protector solar previene los rayos UVA y UVB y así la piel está protegida- les aclaróTomás.

- Yo me puse protector solar y me quemé igualmente- dijo Pedro.

- ¿Qué factor de protección usaste? - preguntó Ainhoa.

- Si tu piel es clara, como la tuya, y eres rubio, pelirrojo o con ojos claros y pecas, tu piel es más sensible y por eso tienes que usar un factor de protección alto.

En la cara de Alberto se dibujó una sonrisa porque pensó que, al tener la piel muy oscura, no tenía que temer a los rayos del sol, pero enseguida se dio cuenta de que estaba equivocado.

- En cambio,- continuó explicando Ainhoa- si tu piel es más oscura, es menos sensible pero, ¡cuidado! también puedes quemarte si estás mucho rato al sol.

- Yo utilicé factor de protección 50, que es muy alto, y me quemé- dijo Tina.

- ¿Y cuántas veces te pusiste protector?preguntó Helena- Una aplicación no te protege todo el día. Hay que aplicarlo varias veces.

Tina solo se lo había puesto una vez, como Pedro, Jorge, Eva…

- A mí se me quemó la nariz una vez que fui a la nieve- dijo Irene.

- La nariz, los labios y los pies son zonas muy sensibles y por eso necesitan mucha protecciónrecordó Tomás. Y tambien les recordó que hay que tener especial cuidado cuando estamos en la nieve, el agua, la arena o la hierba porque los rayos de sol rebotan en estas superficies y su efecto puede ser aún más dañino.

- Y en la montaña- añadió Helena- donde los rayos del sol son más intensos.

La mañana siguiente los niños y niñas de Villa Sombra se encontraron con una sorpresa.

Tomás, Ainhoa y Helena habían preparado unas olimpiadas muy especiales, Las Olimpiadas de Villa Sol. Para participar tan solo había que hacer dos cosas muy importantes: ponerse protector solar media hora antes de salir de casa y renovar la aplicación varias veces, sin dejar de lado el equipo imprescindible: gorra y gafas de sol.

¡Ah! Y no olvidarse de cuidar también el planeta! una vez vacío, el envase debe ir al contenedor de reciclaje.

Se pasaron el día compitiendo, menos de las 12.00 del mediodía a las 4.00 de la tarde, cuando los rayos del sol eran más intensos.

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Por la tarde se nubló y hubo quien dijo que no hacía falta volverse a poner protector solar. Por suerte, Tomás lo oyó y les explicó que los días nublados también es necesario protegerse del sol.

Helena también les contó que la piel tiene memoria. Y que si no usaban protección solar, cuando fueran mayores tendrían la piel envejecida, con arrugas y manchas.

A

Su piel seguro que no recordaría ese día porque la habían protegido bien. Los niños y niña de Villa Sol (porque decidieron cambiar el nombre del pueblo) sí que lo recordarían. ¡Fue un gran día!

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