Crónicas de un Reportero Ciudadano

De Gonzalo

Portilla Fernández

Marchas peruanas de noviembre 2020

Crónicas de un

reportero ciudadano

El mes de noviembre del año 2020 abarcó sucesos muy fuertes y trascendentales en la historia contemporánea de mi país. Miles de personas salieron a manifestarse en las calles, tanto en la capital como en provincias. El motivo de dichos movimientos fue, en esencia la destitución del ahora ex presidente Martín Vizcarra de su cargo como mandatario de turno.

Manuel Merino entró en su reemplazo. Ocupó por algunos días el cargo de presidente del Perú.

Pero tanto fue el descontento, desaprobación, ira e impotencia, que las personas no dejaron de marchar. De manifestarse.

Con muertos y heridos, se escribió historia.

Aquí les mostraré lo que pude capturar como marchante. Como ser humano y fotógrafo.

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Había comenzado algo que solo podría habérmelo imaginado en una película o una serie. Un documental inclusive, de algún país no tan lejano pero no en el que yo vivía.

Un país que comenzó a unirse en grito, canto, baile y turbas. Algo que fue creciendo y poco a poco tocaba la puerta de mi casa. Una realidad. Un llamado que sentí que tenía que ser parte.

Ese noviembre de 2020 tomé mi cámara y salí a marchar.

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El Perú estaba despertando y aún no lo sabía. Los inicios de las grandes marchas dejaron en claro que no hacía falta días de organización. La respuesta fue inmediata. La primera marcha nacional, ocurrida el jueves 12 de noviembre, fue considerada como una de las más concurridas en las últimas dos décadas en el Perú.

Las redes sociales se convirtieron en aliados informativos. De la noche a la mañana solo habían reportes de marchantes y testimonios personales. Las transmisiones en vivo fueron lo que más saturó la red. Estaban inundadas también de comentarios despectivos hacia el nuevo gobierno… usurpador le decían.

No había bandos, edad, sexo o raza que distinguiera, sino una sola voz que tomó poco a poco los rincones del Perú y con mucha fuerza en su capital.

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Noviembre de 2020.

Lima Perú.

Había gente que gritaba. Cantaban.

Otros pintaron las paredes con graffiti. Un acto… ¿de bandalismo?

No apoyé esa acción, pero callé.

Ni tomé fotos, una indigna en el pecho me sostuvo, pero apaciguado fue al escuchar a la turba miraflorina abuchear al autor del graffiti.

Algo bueno. Íbamos por buen camino.

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Las mascarillas no fueron bozal para quienes salieron a gritar.

Las calles miraflorinas de aquel jueves estaba lleno de mudos que hicieron ruido por primera vez.

En mucho tiempo. Todo lo manifestado para poder dar a conocer el descontento frente a la categorización de “incapacidad moral permanente” que se le etiquetó a Martín Vizcarra.

Cantos, bailes, danzas en armonía y coros, no hubo ni un alma peruana que no se sumara a esta jarana del reclamo.

Cada vez aumentaba el número de personas que se sumaban de a pocos. La energía que emanaba las personas llegó a apaciguar la fatiga de nuestros pies. Solo podíamos seguir caminando.

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Cual nochebuena de la gran guerra, no hubo quienes discriminan. Por primera vez en mi corta vida pude ver a mi país unido.

Nadie los pudo separar.

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La fuerza y firmeza en la marcha se mantuvo fuerte en los días a venir.

La concentración de los enfrentamientos más fuertes se dio en el centro de la capital. Esta violencia no se pudo palpar en Miraflores, Barranco, Santiago de Surco…

Era claro que el epicentro solicitaba más apoyo de marchantes. Y fue así que el viernes 14 de noviembre pudimos ver mayor concentración de personas en la plaza..

No importó ver a quiénes no sabían el por qué de las cosas, ya que se sentía la aceptación por el acto de presencia. El apoyo intergeneracional.

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No solo fueron solo los jóvenes quienes hicieron temblar los suelos de la capital limeña, sino la frustración traída de años en todas las generaciones.

Indignación que potencia un grito hacia los cielos, exigiendo no solo justicia, sino decencia en el país andino.

Los enfrentamientos de la noche anterior, los heridos de aquel jueves fueron la gota que derramó el vaso para muchos.

Aquí es donde pudimos ver que las primeras líneas se convirtieron en una barrera fuerte y contundente.

La juventud peruana, firmó la marcha con creatividad en protesta. Lo que alguna vez fue conocido banalmente como una imagen de goce o risa, fue ahora el canal para transmitir el repudio hacia un presidente aclamado como usurpador. Los memes tomaron un protagonismo como nunca antes en la historia del Perú. De las redes sociales a la pancarta impresa o trazada a puño y letra.

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Las piezas del ajedrez nunca antes tan bien colocadas en suelo peruano.

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Y frente a la escacez de barbarie, las cámaras permanecieron apagadas.

Solo estaban a la espera de que algo pasara.

Noviembre de 2020. Lima Perú.

Sentí mucha cólera. Indignación. Pero no pude decir nada. ¿Por qué no grabas esto?, ¿por qué no lo transmiten? Estas son las marchas verdaderas. El pueblo grita sin violencia.

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Es aquí entonces donde vemos que la generación más joven cumplió el rol del registro ciudadano. Nos acompañaron a todos a tomar fotos y ser vigilantes de las acciones de las marchas. Como dije, las redes se volvieron un aliado informativo. El verdadero cuarto poder.

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Escuché a varios gritar a los policías. Sentimientos encontrados. Una impotencia canalizada en un grito popular. Podía sentir mucha empatía con todos quienes me rodeaban, pero yo hacía honor a mi mascarilla. Un sin boca. Mudo total.

Aguanté mucho poder gritar, a pesar de haber salido también como integrante de la marcha. Hoy era para registrar… ¿Pero registrar, solamente?

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Terna le dijeron. Terna gritaron.

Molieron a golpes a un hombre a quien acusaron de terna. Un policía infiltrado.

“Un traidor a la patria”. Pudieron haberlo matado de tantos golpes que le dieron en la cabeza. Principalmente en la cabeza.

Lo que alguna vez fue vista en pantalla, ahora respiraba y sangraba frente a mi.

Los demás fotógrafos se pusieron a mi costado y pelearon por el mejor encuadre.

Pero él pudo morir.

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A pesar de los heridos, quienes marchaban aún se mantenían en primeras líneas. Pero aún así esto no pudo frenar la fuerza que se utilizó por parte de los policías. Los perdigones y gases lacrimógeno estaban siendo preparados para usarse en lo que veían como turbas.

Y su uso iba a ser de manera indiscriminada.

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El país se lo pudo imaginar. Ya muchos detrás de sus pantallas estaban con mucho miedo de poder darse cuenta de las identidades de muertos reportados.’

Y fue que entre explosiones, el gas y disparos salieron dos nombres: Inti y Bryan.

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Salí a marchar. Con cámara.

Salí… ¿a tomar fotos? Registrar, me decía en mi cabeza.

Pero, ¿no debí haber intervenido? Si no hubiera intervenido, algo diferente habría pasado. Habría tenido una buena foto, un hecho trascendental que pudo haber cambiado la mentalidad de muchas personas.

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Preferí hacer ruta para que llevaran a un herido a la ambulancia.

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Preferí arrastrar a un barrista para que no le cayera una lata de gas en la cabeza.

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Preferí ayudar a una fotógrafa a salir de primera línea, frente a policías listos a disparar.

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Aún así, fue una noche llena de caos.

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Y luego de una jornada de lucha, gritos y pérdidas, el país estuvo de luto.

A su manera.

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Muchos fueron los se presentaron para manifestarse en los días siguientes.

Incluso aquellos a quien algunos llamaban “héroe nacional”

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Noviembre de 2020. Lima Perú.

Pero dicho “héroe” ni se acordaba de los nombres de los fallecidos durante una pequeña entrevista que se le hizo junto a las marchas pacíficas.

Algo que, confieso, me dio mucha cólera como ciudadano.

Lo ignoré.

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Muchas personas fueron las que llenaron el centro de cartas, bailes, velas y lágrimas luego de la pérdida de las vidas de Inti y Bryan, ahora mártires para el pueblo peruano.

Fueron los artistas quienes se pusieron al frente a mostrar respeto, admiración y dar un registro a quienes estaban al frente. “Esto pasó aquí en el Perú”.

Una vez más vemos cómo el valor de la cultura es un arma poderosa para la historia y el recuerdo.

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En tiempo de luto y protesta, en los días que siguieron a la tragedia de los fallecidos los peruanos no dejaron de manifestar su respeto e indignación. Dos sentimientos fuertemente encontrados por una coyuntura fuerte y delicada.

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Un dolor que fue escuchado por miles de peruanos.

Con mártires en su haber, el usurpador no tuvo más remedio que irse.

El Perú, unido, triunfó.

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