Fauna Iberica 07.El lince la ultima fiera de españa.Blanco y Negro.20.05.1967

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FAUNA ÍBERICA/7; Por

el Dn Rodríguez de la Fuente

EL UNCE LA ULTIMA FIERA DE EUROPA 3

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N la introducción a esU serie de relatos sobm la fauna, haci'amo; un rápido viaje hasta el origen de la vida en nuestro planeta. En el retorno, contemplábamos la fantástica d¡versificación / complejificación de los organismos, a partir de los primeros granulos de materia orgánica. Y veíamos también que en esta evolución ascendente, el mantenimiento del equilibrio entre vegetales, herbívoros y carnívoros eKÍgi'a una diferenciación y perfeccionamiento constante de los seres vivos. Pese a la falsa impresión que pueda darnos la figura de fos giganlosaurios, que hollaron la tierra cual verdaderas montañas de carne, en la era de los reptiles, o ei aspecto pavoroso cíe mamíferos ya extinguidos, podemos afirmar que fa fuerza, la agilidad, la velocidad y la destreza, tanto de los cazadores como de los cazados, ha ido constantemente en aumento hasta nuestros dias. Y asi' seguirá, si los hombres no acabamos antes con el concierto de IB vida sobre la tierra. Entre el carnívoro y el herbívoro, la competición empieza ya por la sutileza de los sentidos: es preciso ver sin ser visto; oír e interpretar fos más leves sonidos, procurando hacer el menor ruido; olfatear, evitando que el antagonista reciba los efluvios propios. Localizada la presa y avistado el cazador, comienza el |uego terrible de la persecución. Porque sólo el hombre puede matar a distancia, £1 carnívoro debe alcanzar a su víctima para darle muerte. Pero si esld poderosamente armada, asfixiado por e! peso de su masa muscular, como un caballero feudal por su coraza, se cansa antes que un anlíFOIOGÍAHA5 DE PAUL B I C Í ^ Í M B A C Í -

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lope o un équido que, en la carrera, no soporta más peso muerto quo et del aparato digestivo. Por ello, los animales bien dolados para el combale son pésimos corredores de fondo. Conseguida la toma de contacto, aún está muy Ifijos la victoria. Es preciso luchar; matar sin sufrir lesiones. Son muchos los leones atravesados por los cuernos afilados como dagas de un gran antílope, o los lobos con el cráneo fracturado de una coz. Y no se trata sólo de evitar la muerte; una herida, una fractura, pueden debilitar al cazador, imposibilitándole para ejercer su siempre arriesgado oficio. En resumen, es preciso alcanzar a la presa, con fuerzas aún para combatir. Y la lucha debe ser la más breve posible; sin riesgos de ninguna dase.

LA CAZA A LA CARRERA Y EL SALTO AL ACECHO Los grandes carnívoros actuales han resuelto esta difícil problema de estrategia viral siguiendo dos tendencias; un grupo ha preferido desarrollar la velocidad y la resistencia, aunque para ello se haya visto obligado a sacrificar armamento. Son Todos los cánidos: lobos, chacales, coyotes y perros. Lo que no pueden matar un par de mandíbulas, lo consiguen veinte pares. Por ello, los cánidos cazan en manada. Y se combinan en tal manera sus dotes para el ataque, que un grupo de licaones o perros africanos pueden enfrentarse con un león y abarlrle. Una manadí» de lobos vencorá a los más grandes rumiantes paleárticos. La caza en grupo, por otra parte, DIBUJOS DE JOSÉ ANTONIO U [ * N D A

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La hembra acade al festín gastronómico en

T r a s el »atto exacto, un» don(etlada «n la Rar^anta pone fin a la afionía de U TÍcünuu La cámara ha captado este iíistantc p r e d i o (foio de a r r i b a ) . Bajo estas lÍDeu: oculto entre la« carrizos, el lince devora ávidamente 5U presa, empezando par« la cabeza, se^iín costumbre atávica de la pequeña fícra^ SV)ia dejará la piel v n d t a , que cubre cuidadosa y esmeradamente con arena como un acto ñtual-

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Especialistas en la caza al ojeo y a la carrera 0S

permite, como ^a hemos visto^ el cerco y el ojeo. Los cánidos, pues, son especialistas en la caza a la carrera y aclüan generalmente en manadas.

zadores de la fierra: el tigre y el león. Porque, si es cierto que ésta último actúa en grupos famíliaresn el matador es siempre un solo individuo.

El o i r o poderoso grupo de carniceros^ los félidos o felinos, ha elegido la caza Individual; \ñ suficiente potencia en las armas agresivas como para no tener que recurrir a la ayuda del vecino, aun a costa de perder movilidad- Esta vocación indivldualisia para matar ha engendrado a los más acabados y lemibles ca-

En los cánidos, las extremidades están perfeclamenie adapiadas a ta carrera. Son finas y alargadas. Los felinos se sirven de ellas como terribles armas: las uñas< falsiformes y afiladas, se mantienen otuiías durante la marcha, para evitar el desgaste. En el ataque, unos músculos especiales tiran de ellas y las


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rtiímienlo.

Y el macho» poco caíanle, dcfimcie su postrer bocado. E l l o s súlo se m u t s i r a n amables en las nocbcs de; enero.

t o l o c a n en p D s j d ó n de h e n r . Se da la c l r cunsfancía de q u e el ú n i c o f e l i n o corred o r , ef g u e p a r d o , ha p e r d i d o esfa fac u l l a d , tan ú»il para !a agresión pero i n conveniente para la c e r r e r a Í O ^ t e n i d a . •Las patas de un guepardo son c o m o las do un perro.

Ja d i s t a n c i a crítica en el m e n o r Tiempo p o s i b l e : d e un salto o en un s p r i n t fant á s t i c o . Los felinos están d o l a d o s de un sistema m u s c u l a r que les p e r m i t e desencadenar u n t o r r e n t e de energía d u r a n t e un c o r t o t i e m p o . Superado este m a r g e n , se a g o t a n .

Es evidente que ú n cazador b i e n arm a d o que n o puede c o r r e r largos Trechos ha de cazar p o r sorpresa. Pero, I n cluso la sorpresa f-xige unas cierras facultades persecutoria?;- Hay que salvar

Para cazar al acecho es preciíO c i c o n derüe bien y vestir un r o p a j e perfectamente c a m u f l a d o . La piel de los felinos — p a r a su desgracia, p o r la pasión que i n s p i r a n a las señoras—-, desde el ocelo-

le á la pantera d e las nieves, es la más bella c o m b i n a c i ó n c r o m á t i c a que la naturaleza ha p r o d u c i d o af servicio del m i metismo. S u m a m e n t e versátiles, los felinos se han extendido por l o d o el m u n d o . Hay tigres en los fríos bosques de coniferas siberfanos, y en Jas cálidas y húmedas junglas i n d i a s . Hay panteras, c o m o el i r b i s , a 3.000 mearos de a l t u r a . Hay felinos de las espesuras, c o m o el leopard o , y de fos espacios abiertos, c o m o el S9


Elegancia de gato, fuerza leopardina y dura faz de tigre león y el guepardo. En Europa, I O Í liltímo£ felinos son et gato salvaje y el Unce. Esfe reúne todas las características de una auléniica fiera; la última fiera de Europa,

ES LA ULTIMA FIERA QUE QUEDA EN EUROPA La primera v e i que vi un unce, en el coto de Doñana, descubrí la auténtica belleza del felino, pese a haber contemplado antes numerosos leones en África y tigres en los parques zoológicos. Eran dos ejemplares: macho y hembra. Se habían metido aquel invierno en una de las trampas empleadas para capturar palos vivos con fines científicos. Con seguridad, fueron atraídos por el aleteo de las ánades cautivas y, atravesando a nado la lagunilla, penetraron en la gran [aula para darles caza, y ya no pudieron safir. Ef doctor VaJverde, director de la Estación Biológica de Doiíana, verdadero enamorado del lince español, y, sin duda, el hombre que mejor ha estudiado a este animal, les conservó celosamente en un amplio recinto de lela metálica. Con el lince me ocurrió lo mismo que con el primer halcón peregrino cfue tuve en mis manos; me causó un verdadero impacto físico; me quede atónito ante la súbita presencia de la belleza animalUna belleza que, para mr, siempre ha superado a la del paisaje, ei mar o las estrellas. Porque creo que es la síntesis de todas ellas. Una belleza viva, palpitante, hecha de vigor, armonía e inteligencia; tallada paso a paso, milímetro a müímetro. por millones de años de selección implacable. Por fortuna — / por amabilidad de mi buen amigo José Antonio Valverde—, estos Imces vrnreron a la Estación Zoológica del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caía y tuve la oportunidad de coniemplerlos largamente; de espiar todos sus movimientos: su marcha silenciosa y ondúlame, sus actitudes de acecho, sus ataques fulguraniei, sus saltos, su pétrea quietud en el reposo. Jamás descomponen la figura. Y en anAliíiÍ5 de SUS formas, compactas a la v e ; que esbeltas, vigorosas a la par que elegantes, me permitió explicarme la razón del impacto que me causó su aparición. Cuando no había visto más felino que 100

Los ojos del animal brillan de satisfaodún. El banquete está consiimado. El lince

El lince soistícnF una guerra implacable uvu los zorros, a loa que coiL^dera E s U particularidad hace del felino un animal beneficioso Cn los cotos de caza.


fo5 gaTos d o m é í í i t o s , imaginé ías f o r (fias idoíles de estos anrmales según los cánones gatunos. Poro el g a l o , a r m o n i o so V b o n i t o , carece de r o b u s i e ? ; denota a g i l i d a d , p e r o no fuerza; gusta, p e r o no ¡ n i p r e i i o n a , Af observar las fieras p o r p r i m e r a vez. en la jaula de un zoo, me parecieron pesad a £, con excesiva o b r a rnuerla. Tenían b o n i t a s e i m p o n e n t e s cabezas, r e c i o í m i e m b r o s , p e r o sus vientres r e s u l t a b a n f l d c i d o í o d i l a t a d o s Pensé que estarían d e m a s i a d o gordas p o r la f a l l a d e e j e r c i c i o . Mas, al e n c o n t r a r fa? años más t a r d e en el W e l d a f r r c a n o , recibí idéntica i m p r e s i ó n . Un león marchando perezosamente p o r la llanura del Serengueti, en busca de ia s o m b r a de una acacia para pasar el d í a , da sensac i ó n de que el peso de la m e l e n u d a cabezota y el e s t ó m a g o r e p l e t o de c a r n e de cebra, se le hace i n s o p o r t a b l e . Es una f i g u r a q u e no tiene nada q u e ver con las o b r a s maestras de los escultores anJmalíatfls. Sólo d u r a n t e las rápidas acciones dft caza — p a r t i c u l a r m e n t e las h e m b r a s — el rey de las fieras recobra su legendaria belleza.

relame con g:lt>tonerí3 ante la cdm^ra.

mo m u y peligrosos caladores rivales, ir ello S.U conservación resulta útil.

Así es el cráneo de la pequeña fiera.

El lince está en BÍ t é r m i n o m e d i o : posee la elegancia y la a g i l i d a d del g a t o , la solidez c o r p ó r e a del l e o p a r d o , la faz i m p r e s i o n a n t e del t i g r e . Es Una fiera a la m e d i d a h u m a n a - Casi, d e ¡uguate. Invar i a b l e m e n t e , las personas amantes d e los a n i m a l e s q u e v i s i t a n la Estación d e Zoología, me p r e g u n t a n si p o d r í a n tener un lince en casa. Sólo conozco u n f e l i n o que puede e q u i p a r á r s e l e en a r m o n í a y belleza. Es el ocelote. Sin e m b a r g o , el lince es lo suficientem e n t e f u e r t e c o m o para matear un c o r z o O un v a r e t o . Y su r u g j d o , ^u aspecto c u a n d o se enfurece, pone en m a r c h a esos v i e j o s mecanismos psíquicos q u e a u n o solamente le f u n c i o n a n en las situaciones v e r d a d e r a m e n t e peligrosas. Puede a f i r m a r s e , sin t e m o r a I n c u r r i r an exageraciones, q u e el lince — y , c o n c r e tamente el unce e s p a ñ o l , p o r q u e el n ó r d i c o es más basto y deslavado d e ' p e l a j e — es el m a m í f e r o más b o n i r o de E u ropa. Hay algunos caracteres a n a t ó m i c o s q u e d i s t i n g u e n el género Lynx del r e s t o de los f e l i n o s : en la m a n d í b u l a s u p e r i o r , los linces tienen un p r e m o l a r m e n o s ; su cola es m u y c o r t a y, en la punta de las • r e j a s , les crece un enhiesto pincetillo de pelos negros. Destacan, t a m b i é n , entre sus a r m o n i o s a s p r o p o r c i o n e s , el cuerpo m u s c u l a d o , de v i e n t r e recogido; los m i e m b r o s largos y recios, sobre t o d o los p o s t e r i o r e s , p e r f e c t a m e n t e adaptados al salto; el cuello c o r t o , la cabeza r e d o n d a , rpás bien pequeña y adornada p o r un par de amplías y espesas patillas. El d o c t o r V a l v e r d e da para el fínce las siguientes medidas y pesos: el m a c h o a d u l t o , 9B c m s , desde la p u n t a del hocico a la de la cola, q u e m i d e 12 c m s . La h e m b r a , n^ds pequeña, llega sólo a los 38 c m s . El peso m e d i o para los a d u l t o s es d e unos ! 2 kJlos, aunque hay n o t i cias de eiemplares de IB k i l o s . U l i í m a -

El lince está a r m a d o de uñas retráctiles que d u r a n t e la marcha permanecen ocultan para evitar el desgaste. Ea el mumentu del ataque, unos niúsculoA cspei^alca i i r a n de ellas y las colocan en la posición adecuada p a r a herir. Esta facultad, por lo demás^ es uomtin a todos lo*» leímos. La ocultación de las carras les p r r m i t e un paso rápido y ¿nlenlc hsaa la presa*


Un olfato pobre, una vista "de lince" y un oído finísimo mente ^e ha matado un viejo macho que pesaba veintiocho. En la fa^ <Jel lince, serena e inescrutable como la de un oráculo silvestre, destacan los ojo5, redondos, grandes, de Inquietante brillo amarillento. No es nada extraño que. en fos fugaces encuentros del hombre con la fiera, aquél recordará sobre lodo la asombrosa mirada. Con esta circunalencia. purameníe anatómica, coincidía o i r a . mitológica; La vista prodigiosa de Linceo, h"io de Afareo y de Arene, piloto de los argonautas, que veía las personas y las cosas a través de los cuerpos sólidos. El mítico Linceo no sólo d¡o al lince su nombre: le regaló también su leyenda, Al margen de estos prodigios, el biólogo Undeman ha tratado de comprobar la agudeza visual de los linces de una maneta experimental. Para ello domesticó una pareja de ejemplares y los acostumbró a capturar ciertas presas habituales, como ralones, conejos y liebresPos ter¡orn-ien te. inició una serJe de observaciones, introduciéndose con sus fefjnos en una garita elevada, desde donde los animales veían muy bien el terreno que tenían delante- Un ayudante, escondido también, al recibir una señal luminosa del investigador, tiraba de una

cuerda que arrastraba diferentes anímalos disecados, Al vtrloin desde su torre, los linces reaccionaban de un modo agresivo, tratando de abalanzarse sobre ellos. Asi pudo comprobar Lindeman que el lince ve un ratón a 75 m e l r o j , j n a liebre a 300 y un corzo a medio kilómetro. Sin traspasar las rocas, como creían en el medievo, puede asegurarse oues. que ios linces no son miopffs. Quizá más notable que su alcance es Ea sensibilidad de la vista del lince a la luminosidad escasa. Este animal caza perfectamente de noche, aunque en esta actividad se guíe particularmente por el oído, también finísimo. Los largos pelos táctiles que le crecen en el hocico completan el perfecto disoosillvo para la marcha nocturna. El olfato es muy pobre. He visto a los linces buscando afanosamente un pedazo de carne, hasta que lo tienen prácticamente debajo de la nariz. SU TERRENO: PARAJES AISLADOS Y ESPESOS El Unce español no es un felino fcn restal como el Unce europeo o el canadiense. Prefiere los parajes muy aislados y espesos. Los lentiscares, jaguarzales y jarafes, cubiertos de encinado, donde los conejos abundan. Es indudable quG. en la elección de estos biotopos agrestes, solitarios y cubiertos, interviene, además de sus particulares gustos naturales, la necesidad de mantenerse a saTvo de los cazadores. Porqiíe la gran capacidad de adaptación deí lince le ha permitido vivir en las marismas y arenafes de Doñana, en las espesuras de los montes de Toledo y en las frías escarpas de los Pirineos. En estas zonas, donde puede disfrutar de una cierta seguridad, el lince impera en un territorio de Ires a cinco ki-

L» expedición cineírétíea del lince ha sido sa-flsfactoria. Con el »túmago

lleno

lómetros; en él no admite congéneres competidores. Su carácter feroz y eitclusivisia le lleva a combatir a los í o r r o s , nutrias, garduFjas y otros carnívoros más pequeños, entre los que causa verdaderos estragos. Tal intolerancia hace del lince un animal muy beneficioso en los cotos de caza, por el control que ejerce sobre los zorros, predatores más prolíficos y dolados de buen olfato. Detalle éste muy importante, porque el tínce, calador nocturno flde oído*, está pOco capacitado para capturar perdices. Estas aves permanecen inmóviles y silenciosas durante la noche, al resguardo de cualquier maiojo. El felino no las puede localizar y sí e! zorro, que va rastreando en sus rondas nocturnas como un perdiguero, DenTro de su feudo el lince es de costumbres ordenadas y hasta monótonasMarcha siempre los mismos caminos y se alberga en determinados refugios; las grietas y hoquedades del roquedo, el tronco hueco de una vieja encina, una cama en la impenetrable espesura o una cueva abandonada de zorro, constituyen para él adecuados cobijos. Su importancia decrece desde el que podríamos llamar refugio central, hasta los más alejados de su zona residencia!. Porque este animal no se oculta de un modo aventurado en la primera maleza donde le sorprende el día. Los apostaderos del lince para la caza, generalmente peñas dominantes, ramas bajas y gruesas o terraplenes bien cubiertos, sobre el paso de los conejos, son también usados con mucha frecuencia,

COWO TODO FELINO, CAZA DE D Í A Y POR LA NOCHE El lince, como la mayor par^e de los felinos, puede actuar de día o de noche, Pero sus horas más activas coinciden

(tiquicrda)

sestea en su refugio favorito.

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Tras ima p a d u i t ^ espenh ta lugar eslratégiGO la pre^a üe pone a su alcance. El Hnce ^ t a como u n a centella s o b r e el eonejo ante» d e q u e se aperciba.

El lince escucha detenidamente todos los ruidos de la noche y puede localizarlos e identificarlos con seguridad; un ratón royendo unas semillas, la sorda patada de un conejo, el paso de una liebre por la hojarasca. La aproximación a la presa es rápida y silenciosa. Sus patas acolchadas le permiten desptaiarse como un fantasma. Generalmente, el conejo no 56 apercibe del ataque hasta que tiene las uñas del lince clavadas en el cuerpo. Si el golpe falla, el lince no pierde el tiempo en la persecución. Prefiere escuchar y localizar otra piezaHay algo que le atrae de un modo irresistible: ea el chillido de los conejos. Los expertos imitan este grito para cazarle. Creo que eata tendencia del lince se debe a su intransigencia lerrltoriaL Sabe muy bien que el grito agónico de un conejo delata la presencia de un competidor; un zorro, un turón o un congénere. Y, despreciando su propia segundad, incluso en pleno día, el Ifnce corre hacia él para darle muerte. Este hábito ha sido catastrófico para la especie, desde que comenzó a emplearse en nuesfros cotos el sistema del cepeo para capturar conejo^.

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con la pue$ra del sol y el amanecer. La nocturnidad del lince está más determinada por la persecución de que es objeto, que por sus propias tendencias. En la? zonas donde no se le acosa, i:omo en el coto de Doñana^ se le ha uisio con frecuencia desplazarse y cazar en pleno

día. En la oscuridad sus presas más fáciles son las que se mueven / hacen ruido, es decir, fos roedores y, muy parErcularmenie. Jos conejos. Hay quien cree que para los cazadores nocturnos sería muy fácil capturar a los animales dormidos. Pero lo cierto es que para no ser cazado durante ía noche lo mejor es no

despertarse; dormir profundamente en un lugar seguro. Porque los animales que cazan en la oscuridad, aunque están dotados de una vista bien adaptada, no ven, ni mucho menos, como los animales diurnos en pleno día. Incluso en las noches más claras su capacidad visual podría compararse a [a del hombre en el crepúsculo avanzado. Por lo tanto, los seres inmóviles son prácticamente invisibles y hay que localizar a las presas mediante el oído. Los grandes especialistas en la caza nocturna, buhos y lechuzas, actúan guiados por su oído finísimo, como veremos en próximos capítulos.

Más t a r d e (foto sisfuietite). el animal bebe en una futntc cercana a -«u cazadero.

Cuando uno de estos roedores cae en fa trampa y no muere en el acto, chilla fuertemente. El lince acude, se habitúa a comer estas piezas fáciles y acaba dejando una pata entre las farreas mandíbulas de un cepo. Durante el día el lince se embosca cerca de tos pasos y comederos de los conefos, para saltar sobre ellos cuando les tiene muy cerca. También acecha a las aves y no desprecia las ratas y ratones. Afgunos fuertes machos atacan a los varetos, coraos o ciervas viefas. Les dan muerte clavándoles los finos colmillos en Ja garganta. Comen parle de fa presa y abandonan el resto. Porque sus necesidades diarias de alimenio son del orden de un conejo grande. El lince, aunque cubre muy bien con arena los restos de sus festines, no acostumbra a volver para terminarlos, como hacen siempre los grandes felinos. LUVMADA DE AMOR EM LAS LUNAS DE ENERO En las ciaras noches del mes de enerOn se escucha el maullido ronco y sonoro del lince: su llamada de amor. Machos y hembras, sc^itarios durante el resto del año, se buscan en esa época. Pero no íe ha podido comprobar sí es el macho quien abandona la zona nupcial de su territorio para conquistar una compañera, o si se limita a llamar y marcar su residencia, esperando que las hembras lleguen voluntariamente. Porque, durante la época de celo, ei lince macho orina en ciertos puntos culminanies de su feudo, dejando alli un olor muy persistente, que constituye un atractivo para las hembras y una frontera territorial para los machos competido resEn las noches de enero pueden oírse [amblan los pavorosos rugidos de los 103


La pareja de linces aciíSa d calor del mediodía. En la.s horas diurnas le gusta reposar para salir de caía en los anocheceres.

Sobrecogedoras peleas de linces al llegar enero linces c o m b a t i e n t e s . He v i s t o v a r i a r peleas y p u e d o a f i r m a r que el espectáculo resulta sobrecogedor- Saltan con gran i m p u l s o u n lince c o n t r a o t r o , chocan en el aire ruidosa m e n t e , se a b r a z a n , clavándose las uñas en el d o r s o , m i e n t r a s tratan de m o r d e r s e la garganta y estiran las patas posteriores para desgarrarse el v i e n t r e . Ya en t i e r r a , ruedan ladera abajo, sin s o l t a r la presa, m i e n t r a s r o n c a n Y r u g e n d e u n m o d o dcsprc^aorcionado para el t a m a ñ o d e sus c u e r p o s . En e i t o s 104

duelos puede m o r i r uno de los contendientes o resultar m a l h e r i d o s a m b o s , l_a h e m b r a pare de dos a c u a t r o crías en p r i m a v e r a , en un seguro c u b i l , al a m p a r o de m a t o r r a l e s , troncos huecos o covachas. Los pequeños nacen con los Ojos cerrados y t o t a l m e n t e desvalidos, c o m o g a t i l o s . Permanecen u n o o dos meses en c\ i n t e r i o r de su r e f u g i o . M a í t a r d e a c o m p a ñ a n a la m a d r e en las cacerías / no la a b a n d o n a n hasta m u c h o s meses mas t a r d e , p e r f e c t a m e n t e i n s t r u i d o i para s o b r e v i v i r . La m a d r e e n t r a , entonces, d e nuevo en celo y se siente atraída p o r un m a c h o , q u e no tolera la presencia de los fóvenes.

ESTA PEQUEÑA FIERA HA SIDO DOMESTICADA T o d o parece i n d i c a r que después de una época f l o r e c i e n t e en la domesticac i ó n , el h o m b r e o l v i d ó las técnicas precisas para adueñarse de la v o l u n t a d de los animales salva|e;. En tas p i n t u r a s murales egipcias aparecen rebañcks de antílopes, conducidos p o r pastores; leo-

pardos tendidos a los pies de sus señores y o t r o s animales que hoy han vuelt o a la vida salvsfe. Las n u t r i a s se dom e s t i c a r o n para la pesca; los gueparóos. para dar caza a los antílopes, y los linces, para c a p t u r a r liebres, avutardas y pequeñas gacelas. Fue, c o n c r e t a m e n t e , el lince caracal, h a b i t a n t e d e las c s l e p a t africanas y de Asia m e r i d i o n a l , u n o de los colaboradc^ res más bellos y eficaces que el h o m b r e ha t e n i d o para la caza. Se le adiestraba por un p r o c e d i m i e n t o m u y parecido ai de los halcones, ya expuesto en los cap í t u l o s correspondientes. Con la cabeza c u b i e r t a p o r la caperuza, se le llevaba al c a m p o , sobre ia grupa del caballo. A la vhlñ de las avutardas u ofras presas, se descubría al caracaL El f e l i n o saltaba a tierra y, arrastrándose e n t r e las hierbas, iba acercándose a su presa sin ser v i s t o . En los ú l t i m o s metros, una carrera f u l m i n a n t e que t e r m i n a b a en un salto, le p e r m i t í a cazar a las aves, al emprender el vuelo. Se dice que los señores persas e indios organizaban competiciones e n t r e sus caracales f a v o r i t o s y


'•"^' •'/.^iWfm./'í,. E l lince caracal» q u e fue adiesirado en PersU p a r a la caza, saiia

s o b i e la avutarOa h u b a r a

y la engancha en

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El temible y ¿eil caaatlor sigue con su vista - d e lincev las tentadoras cvolucionrs ile un pájaro, presto a lanzarse subrc él10G


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l a fai de un viejo lince es inescrutable como la de un oráculo silvcstn.'. Destacan sus ojos de inquietante brillo amarillento. se lanzan hacía él sin dudarlo. En los linces adiestrados para la caza, esta tendencia se controlaba mediante el uso de la caperuzaEL LINCE, A PUNTO DE QUEDAR EXTINGUIDO Hace sólo cincuenta años. Cabrera podía decir que ef Unce habitaba en roda la Península, en los montes y cotos alejados de los centros de población, Y que. si bien en el norte y este parecía extinguido o muy escaso, en el centro y mediodía todavía abundaba. hubo algunos capaces de matar doce palomas en un bando antes de que escaparan volando. Nada se opone a que el lince español sea tan apto para la domesikación como el caracal, E>e hecho, se han tenido algunos ejemplares capturados muy jóvenes, mansos como gatos. Su inconveniente radica, por lo visto, en su formidable agresividad- Tan pronto como ven un gato o un perro de mediano tamaño. •tna

En I9ó3, Valverde describe un panorama mucho más triste, en el Boletín Técnico número 1 del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza: ^El problema se plantea con interés inlernacíünal. En *;feclo, la Survival Service Commission, reunida en Varsovia en 1960, incluía entra los cuatro mamíferos más amenazados de Europa a los dos Uncos, norteños y mediterráneo, al oso y al castor. El lince mediterráneo resultaba particu-

larmente en peligro; la raza oriental ha desaparecido de Italia y Sicilia, y en 1957 ya no se encontró en Cerdena, quedando sólo unos pocos ejemplares en Grecia, Albania y Macedonia, Y la raza occidental, o lince español («Lynx pardelluss), que antes llegaba al sur de Francia, ha desaparecido también de la mayor parte de nuestra Península, y sólo se conserva, en condiciones precarias, en unas pocas regÍone5,> En el año 19Ó6, la ley dijo Ea última palabra respecto a la conservación del lince. En el «Boletín Oficial del Estado» del 2 de marzo se publica la orden ministerial que prohibe la caía del lince en todo nuestro territorio naclonalAhora corresponde a todos los españoles amantes de la naturaleza salvaguardar la existencia de un animal bello, beneficioso y único. Porque no tenemos derecho a privar a las futuras generaciones de la presencia de fa última fiera de Europa.

Félix R. DE LA FUENTE


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