Acto de confianza a María claves de meditación

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Propuesta para la Novena de María Auxiliadora 15 – 23 mayo 2016 Para don Bosco, María Auxiliadora era una presencia viva en su misma experiencia, en el oratorio y en la vivencia de los niños pobres que lo frecuentaban. María está presente en la historia de la Iglesia, de la humanidad y de nuestras comunidades. Una presencia materna y mediadora de gracia para sus hijos, una Madre que continúa su lucha contra el mal que nos rodea y amenaza. Cuando don Bosco proponía a las personas hacer una "novena", lo hacía convencido de la maternidad y la mediación de María. No dudaba que María se manifestaba de muchas formas para ayudar a todos los que la invocaban con amor y con fe. Decía: "Si queréis obtener gracias de la Virgen, haced una novena" (MB IX, 289), es decir, intensificad la oración a María. Hoy, también, nosotras comenzamos la novena a María Auxiliadora tan querida por don Bosco y por toda la Familia Salesiana. Queremos pedir, con fe, a María que interceda ante el Señor por la conversión de cada una de nosotras, sus hijas, para que podamos vivir este año de la misericordia en la convicción de que es un año de gracia del Señor, una oportunidad para ir siempre más y más al centro el misterio de Dios y de nuestra fe, para recibir misericordia y dar misericordia, para cambiar nuestro corazón y nuestras comunidades en espacios más misericordiosos, menos fríos, más cálidos de amor y de solidaridad entre nosotras y con nuestros hermanos y hermanas más necesitados, especialmente los jóvenes. Recordemos que pedía don Bosco a los que querían obtener una gracia especial por medio de María Auxiliadora: una fuerte confianza en Dios, unida a la convicción de que Él conoce lo que es mejor para nosotras, y la disponibilidad de aceptar, como su voluntad o su consentimiento, todo lo que suceda. Además, don Bosco insistía en la necesidad de disponer el corazón para vivir la novena con fe: invitaba a acercarse al sacramento de la Reconciliación y a la Eucaristía: a reavivar la fe en Jesús Sacramentado y en la mediación materna de María Auxiliadora; a hacer una limosna para las obras dedicadas a la educación de la juventud. En nuestro caso, no haremos una oferta material, sino que renovaremos el ofrecimiento de nuestra vida por la salvación de la juventud. Se nos invita a rezar todos los días la novena, tradicionalmente, propuesta por don Bosco1, y reanudar un elemento del itinerario de la profundización de la oración de confianza en María Auxiliadora que hemos vivido durante todo el año, todos los 24 de 1

3 veces el Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Alabado sea Jesús Sacramentado; 3 veces Salve Regina y María Auxiliadora, rogad por nosotros. Se puede concluir con Acordaos, ¡Oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir...

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cada mes. De esta manera, queremos preparar nuestro corazón para recibir la gracia de la conversión personal y comunitaria y para renovar, solemnemente, nuestra fidelidad a María Auxiliadora el 24 de mayo. Se invita a cada comunidad a encontrar el modo mejor, según su situación, para celebrar juntas este momento2.

Propuesta para la Novena de María Auxiliadora 1er día: «Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, nosotras nos entregamos enteramente a ti para poder vivir totalmente disponibles a Dios para la redención del mundo». En nuestra vida diaria, tenemos muchas pequeñas o grandes ocasiones, para completar, en nuestra carne, «lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24); pero, a veces, corremos el riesgo de perder la oportunidad porque el Señor no nos encuentra preparadas para acoger de sus manos ni una sola espina de su corona. En algún momento, imaginamos poder morir mártires por la fe, pero no damos cabida a un imprevisto que altera nuestros planes... Compromiso: Me confío a María para estar, como ella, disponible para acoger con amor y sin perder la paciencia la voluntad de Dios. 2° día: «Tú que eres Madre y Auxiliadora de la Iglesia, protege a nuestro Santo Padre Francisco, a los Obispos, Sacerdotes y Religiosos». El segundo párrafo del acto de confianza nos invita a reconocer en María, «Madre de Jesús y Madre nuestra», la «Madre y Auxiliadora de la Iglesia». Ella, en efecto, que, en la «plenitud de los tiempos», (Gal 4,4) dio un cuerpo de carne al Hijo de Dios, hasta el final de los tiempos colaborará con la Espíritu Santo, para que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, sea regenerado continuamente en el amor del Padre (1Pt 1,3). En este Cuerpo, nos dice san Pablo, hay muchos miembros (1Cor 12,12). De cada uno de ellos, María está llamada cuidarse, a través de su poderosa intercesión y de su luminoso ejemplo de vida totalmente entregada. Compromiso: Con María, meditamos las palabras de Jesús «En esto, conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros». (Jn 13,35), dirigidas

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En el día 24, se puede añadir una pequeña introducción a la oración de consagración, en el que hacen hincapié en el deseo y el compromiso de renovar nuestra confianza en ti. O bien, se puede solemnizar el rezo del rosario, o pensar en otra pequeña celebración, para vivir in un otro momento de la jornada, en el que unir a la oración del acto de Confianza, también, un gesto simbólico. Por ejemplo: poner al lado del altar una imagen de María Auxiliadora, a cuyos pies cada hermana deposita una tarjeta con su nombre o el nombre de los jóvenes que queremos recomendar… después de haber hecho el gesto se recita el acto de Confianza. O bien, puede reunirse en torno a una imagen de María particularmente significativa que se encuentre en la Casa: cada hermana puede llevar consigo una flor para ofrecer a la Virgen Auxiliadora. Después de la ofrenda floral, se reza el acto de Confianza. Dependiendo del contexto, se puede, también, pensare en la participación de los jóvenes o de la comunidad educativa…

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a las hermanas de mi comunidad o Inspectoría, a todos los hermanos en la fe que viven en la parroquia, ciudad, diócesis, en donde estamos insertadas. er 3 día: «Abre el corazón de los jóvenes a la llamada del Señor y haz que lo sigan con valentía y fidelidad». Estamos invitadas a ayudar a la juventud para que sea «feliz en el tiempo y en la eternidad», acompañándola en el descubrimiento de su vocación. Si todos son llamados, el discernimiento vocacional no puede ser un privilegio reservado a los buenos. Ciertamente, el camino es distinto para cada uno, porque todos son diferentes sea en el punto de llegada como en el punto de partida, pero, a pesar de esto, todo joven tiene derecho a saber que son amados por Dios de forma única y personal y que, como cualquier enamorado, Dios desea ser correspondido. Los jóvenes podrán creer en el amor de Jesús si los queremos gratuitamente como Él los ama y compartimos, con ellos, nuestra experiencia de encuentro con Dios (ACGXXIII). Compromiso: Con María y en comunidad, podemos preguntarnos si nuestra comunidad es vocacional y si se favorece la cultura vocacional a través de una presencia educativa que promueve el discernimiento y el acompañamiento de los jóvenes. 4° día: «Vela por nuestro Instituto y por toda la Familia Salesiana, por nuestros parientes y bienhechores, por las exalumnas y por todos los jóvenes que nos están confiados». Somos una Familia nacida del corazón de Dios y confiada a María desde el primer momento de su nacimiento, cuando don Bosco tuvo el sueño de los nueve años. Siempre es conmovedor recordar aquel primer sueño que es el fundamento de la vida apostólica de nuestro Padre; en él todas las palabras y los gestos tienen una dimensión profética. María se le presenta como la Madre y la Maestra pero también como la protectora de toda su obra. Nosotras, FMA pertenecemos a esta Familia: “Nuestro Instituto es parte viva de la Familia Salesiana. En la Familia Salesiana, compartimos la herencia espiritual del Fundador y, como en Mornese, ofrecemos la aportación original de nuestra vocación” (C 3). Compromiso: Hoy, nos ofrecemos a María no solo como Instituto, sino también como Familia Salesiana y rezamos por todos sus grupos, para que podamos experimentar que María “lo ha hecho todo” en la obra de don Bosco y también en nuestra vida. 5° día: «Madre y modelo de la Iglesia, enséñanos a vivir, como tú, la caridad paciente, la humildad gozosa, y la pureza de corazón». La caridad paciente, la humildad gozosa y la pureza de corazón de María, no son mérito de su compromiso personal, sino fruto de su comunión íntima e indisoluble con Jesús: su amor por nosotras es participación en el infinito amor de Jesús por nosotras, su humildad es hechura de la humildad de Jesús, su pureza es la irradiación de la presencia de Dios en ella, una presencia que la invade toda y la posee. Por esto María está también llena de alegría hasta rebosar: Ella es la Casa de ¡Dios-con-nosotros! Ser la Casa de Dios entre los hombres: ¡esto es lo que espera Dios de la Iglesia y de cada una de nosotras! 4


Compromiso: Con María, haré una visita a Jesús Eucaristía para escucharle y darle gracias, para que me haga partícipe de su misericordia, de sus sentimientos y de aprender el secreto de un auténtico encuentro con las hermanas, con los miembros de la Comunidad Educativa y con cuantos hoy me encontraré (Cfr. C 40). 6° día: «para que podamos ser signos de tu presencia en el mundo». Ser, en el mundo, la presencia viva de María es, también, lo que don Bosco deseaba de las FMA. Don Rua, expresando este deseo del Fundador, gustaba repetir: «Vosotras debéis llegar a ser su imagen. Ella, Auxiliadora del pueblo cristiano, vosotras, sus Hijas, prepararos a convertiros en auxiliadoras de las almas en el camino del Paraíso». Esto nos implica insertarnos en la escuela de María, aprender “su actitud de fe, de esperanza, de caridad y de perfecta unión con Cristo, y abrirnos a la humildad gozosa del Magníficat” (C 4). Compromiso: Hoy, me tomeré un poco de tiempo para meditar uno de los artículos marianos de nuestras Constituciones y pediré a Ella la gracia de sentirla presente en mi vida y que me ayude a salir de mí misma para llevar a Cristo a los otros. 7° día: «Oh María Auxiliadora, haznos fieles a nuestra vocación y danos la certeza de tu protección en cada circunstancia de la vida y en el momento de la muerte». El acto de entrega, recogiendo en pocas líneas la sabiduría de vida de los Fundadores, nos sugiere abandonar a la intercesión materna de María este importante deber de madurar en la fidelidad el don de la vocación recibida. La Virgen misma, en el sueño de las dos columnas, dice a don Bosco y a sus jóvenes: «Si vosotros sois, para mí, hijos devotos, yo seré, para vosotros, Madre Amorosa». Con estas simples palabras, María nos asegura que podremos experimentar la «certeza de su protección en cada circunstancia de la vida y en el momento de la muerte», en la medida en la que nos confiemos a Ella, no solo con palabras, sino «con hechos y en verdad» (1Jn 3,18). Compromiso: por la mañana, confío, enteramente, a María los encuentros y las obligaciones de la jornada pidiendo la gracia de ser ayudada en todo por Ella. Por la noche, en el examen de conciencia, me pregunto: ¿qué hubiera hecho María en mi lugar… con aquella persona… en aquella situación…? 8° día: «Ayúdanos a vencer el mal y el pecado». En la lucha contra el pecado, María es nuestra primera aliada. La invitación que el Papa Francisco nos vuelve, reiteradamente, a considerar la misericordia de Dios va en la misma dirección: renovando, cada día, la entrega de nuestra fragilidad, de nuestros puntos débiles y de nuestras malas actitudes a la misericordia del Padre, poco a poco, pero, realmente, somos liberadas, sanadas, santificadas por su amor. Dios, en efecto – gusta repetir el Papa - no se cansa nunca de perdonarnos. El problema es que somos nosotras las que nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotras, a veces, nos cansamos de pedir perdón. ¡Dios desea hecernos, siempre, más semejantes a María! ¡Cuánto mayor sea nuestro deseo de ser perdonadas, mayor serán los frutos de su misericoridia! Compromiso: junto a María, me preparé para vivir el sacramento de la reconciliación en una humilde actitud de fe para aceptar en la paz de mi pobreza y 5


realizar con más empeño el camino de liberación del pecado, y acoger la misericordia del Padre. 9° día: «Para que, contigo y como tú, podamos glorificar al Señor ahora y siempre. Amen». Dios eligió a María, humilde doncella de Nazaret, para llevar a cabo su salvación. Él ha querido inclinarse a Ella para pedir su consentimiento. Sabemos que esta lógica continúa. Dios continúa a escoger a los pequeños para hacer cosas grandes, ha elegido a Juanito Bosco, el pequeño pastorcito de I Becchi, ha elegido a una ignorante campesina de Mornese, María Mazzarello y hoy te escoge a ti, a mí, a todos nosotros para continuar su historia de salvación. Es una lógica que altera los esquemas humanos. En el Magnificat, María alaba la fidelidad y el amor de Dios. Él se acordó de la su promesa hecha a Habrahan y a su descendencia para siempre. Una promesa que se hace realidad en Jesús. Compromiso: Cantamos con María el Magnificat glorificando al Señor por las maravillas que ha hecho en nosotras y en toda la Humanidad.

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Transformadas por el encuentro con Maria 2015-2016

Objetivo: ayudar a que todas nosotras FMA, a través de una clave mensual de meditación inspirada en la oración de confianza, a tomar mayor conciencia de aquello que implica el confiar a María nuestra vida y nuestra vocación, para prepararnos a renovar en modo solemne el acto de confianza a Ella, el próximo 24 de mayo.

Octubre Noviembre Diciembre Enero Febrero Marzo Abril Mayo

Qué significa confiarse Disponibilidad sin límites Madre y Auxiliadora de la Iglesia Abre el corazón de los jóvenes Vela sobre la Familia Salesiana Enséñanos a vivir como Tú Dónanos la certeza d etu protección Ayúdanos a vencer toda forma del mal y del pecado -Celebración del acto de confiarnos a María

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Transformadas por el encuentro con María: OCTUBRE 2015 1. QUÉ SIGNIFICA CONFIARSE? «Nosotras sentimos a María presente en nuestra vida y nos confiamos totalmente a Ella», afirma el artículo 4 de nuestras Constituciones. Cada una de nuestras jornadas, entre otras cosas, inicia con un acto explícito de confianza en María. La expresión «acto de confianza» nos ayuda a comprender que no se trata simplemente de «recitar una oración», sino de un «hacer» que, para ser auténtico, requiere determinadas condiciones, o disposiciones interiores, y comporta consecuencias concretas para la vida. Qué es lo que “hacemos”, o que deberíamos hacer, confiándonos a María? En el acto de confianza nosotras entregamos en las manos de María nuestra vida, nuestra vocación y todo aquello que tenemos de más querido. Lo hacemos porque hemos madurado la certeza de que Ella es “auxilio potente” y que bajo su protección podemos sentirnos seguras. Sor María Romero expresa eficazmente esta disposición interior cuando, detrás de una imagencita de la Virgen enviada a Sor Clelia Genghini, en la cual se ve a una niña en brazos de María sobre el lado opuesto al cual se encuentra el pequeño Jesús, escribe: «Heme aquí, pequeña niña, en los brazos de la Madre, cercana a Jesús». Infancia espiritual y filialidad mariana, en efecto, son experiencias íntimamente ligadas entre sí y constituyen el presupuesto necesario para poder ser como María «auxiliadoras» de los jóvenes (cf Mt 18,1-3). Del abandono confiado en la protección y la guía de nuestra Madre del Cielo, en efecto, nace en nosotras la disponibilidad a acoger, momento por momento, aquello que Dios nos pide a través de las personas que encontramos y de las situaciones que vivimos. Sobre todo, madura en nosotras una actitud de disponibilidad continua a la conversión, una especial docilidad a la acción del

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Espíritu Santo, que le permite a Dios obrar en nosotras para irnos configurando, también a través de la renuncia y la aceptación del sufrimiento, a Jesús por las manos de María. La prueba de la autenticidad de nuestro confiarnos a María no es difícil de constatar: si nos manifestamos ansiosas, fácilmente irritables, si tendemos a controlarlo todo y a todos y nos cuesta renunciar a nuestras opiniones, si somos incapaces de obedecer a las superioras, si rumiamos por largo tiempo los males sufridos y somos incapaces de perdón, todos estos son signos de que estamos todavía aferrando nuestra vida estrechamente en nuestras manos. En la medida en que dejemos de tomarla y aprendamos a entregar de verdad todo a María, vigilando para no volver a tomar nada de aquello que hemos donado, entonces sentiremos nacer en nosotras nuevas energías espirituales y nos descubriremos capaces de vivir la caridad, la humildad, la paciencia, así como las ha vivido María. Un pequeño «ejercicio espiritual» para crecer en la entrega a la Auxiliadora: en el transcurso de la jornada, cuando sienta que me estoy dejando llevar de la ansiedad, de la impaciencia, del nerviosismo o del desaliento, probaré a renovar con fe el acto de confianza que he hecho en la mañana, repitiendo interiormente una jaculatoria mariana o un Ave María. 2. DISPONIBILIDAD SIN LÍMITES "Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, nosotras nos entregamos a ti para poder vivir totalmente disponibles a Dios para la redención del mundo." El inicio del acto de entrega confiada nos sitúa ante el amplio horizonte de nuestra misión: colaborar con Dios en la redención del mundo. Cada mañana, se nos invita a ponernos enseguida en el lugar que Dios nos ha preparado: al lado de Maria, a los pies de la cruz. Es a los pies de la cruz donde María se convierte en nuestra Madre (Jn 19,2627). También a los pies de la cruz nuestro regazo virgen se vuelve fecundo por el don de Dios. La cruz es el momento culminante de la misión de Jesús: en la cruz es donde lleva a cabo su obra. Todo lo que la precede - la encarnación, la predicación, las curaciones - es una preparación para la cruz. Lo que la sigue - la resurrección, la venida del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia - es fruto de su entrega sin condiciones. Desde la cruz Jesús extiende el abrazo misericordioso del Padre a toda la humanidad, a los que están cerca y a los alejados, venciendo de una vez por todas a la muerte y abriendo a todos la puerta del Cielo (cfr. Deus caritas est 12). Las primeras FMA nos han transmitido a menudo el recuerdo del gesto con el que la madre Mazzarello “en las conferencias y en las buenas noches, e incluso durante los recreos, les hablaba con frecuencia del amor y de la Pasión de nuestro Señor, animándolas a amarlo y a hacerlo amar, y a sufrir todo por su amor […] Tomaba en sus manos el crucifijo que llevaba colgado al cuello, y, señalando con el dedo la imagen de Jesús, decía: "Él aquí – después, dándole la vuelta y señalando la Cruz - y nosotras aquí". Así hacía comprender sensiblemente que se debía vivir crucificadas con nuestro Señor" 9


(Maccono II, 119). Permanecer en íntima comunión con el Crucificado es el camino seguro para vivir nuestra acción educativa sin perder de vista que en el centro de nuestra vocación está la invitación a colaborar en la redención. Lo mismo deseaba para nosotras Don Bosco, cuando, en las Constituciones de 1885, nos invitaba a ser lo que tenemos que ser, "es decir, esposas de Jesucristo Crucificado e hijas de María Auxiliadora" (XVIII, 1). Serenidad del corazón y fecundidad pastoral nacen las dos de una profunda Virgen de la Misericordia, Hans comunión de sentimientos e intenciones con Clemer, Siglo XV Jesús: solo si estamos unidas a Él "las cargas se hacen ligeras, las fatigas suaves, las espinas se convierten en dulzura... Pero debéis venceros a vosotras mismas, si no, todo se hace insufrible y las malas tendencias, como pústulas, resurgirán en vuestro corazón" (L 22,21). Este es el proyecto de vida que hemos abrazado en nuestra Profesión, con mucho entusiasmo y, quizás, con un poco de inconsciencia. Tampoco María sabía, en su casita de Nazaret, que su sí la llevaría al Calvario, pero a lo largo de toda la vida no se cansó nunca de perseverar en la fe, acogiendo, momento por momento, las alegrías y los dolores en que se sentía implicada por Jesús. En nuestra vida cotidiana, muchas pequeñas o grandes ocasiones de completar en nuestra carne "lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia.", (Col 1,24), corren el riesgo de ser desperdiciadas porque el Señor no nos encuentra dispuestas a recibir de sus manos ni una sola espina de su corona. A veces imaginamos que podemos morir mártires por la fe, pero no somos capaces de aceptar un imprevisto que deshace nuestros planes… Un pequeño "ejercicio espiritual" para renovar concretamente la disponibilidad a colaborar en la redención del mundo: en la oración de la mañana le ofrezco al Señor, con la ayuda de María, la disponibilidad a aceptar con amor - sin perder la paciencia, sin rebelarme - las pequeñas o grandes espinas que se presentarán a lo largo del día. Por la noche, al hacer el examen de conciencia, revisaré si lo he cumplido.

3. MADRE Y AUXILIADORA DE LA IGLESIA «Tú que eres Madre y Auxiliadora de la Iglesia Protege a nuestro santo padre Francisco, a los obispos, sacerdotes y religiosos». El segundo párrafo del acto de confianza nos invita a reconocer en María, «Madre de Jesús y Madre nuestra», la «Madre y Auxiliadora de la Iglesia». Aquella, que en efecto, en la «plenitud de los tiempos» (Gal 4,4) ha dado un cuerpo de carne al Hijo de

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Dios, hasta el final de los tiempos colaborará con el Espíritu Santo, para que el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia sea continuamente regenerado en el amor del Padre (1Pt 1,3). En este Cuerpo, enseña San Pablo, hay muchos miembros (1 Cor 12,12). A cada uno de ellos María está llamada a tomarlos bajo su cuidado, a través de su potente intercesión y su luminoso ejemplo de vida totalmente donada. Esta especial vocación de María está bien representada en la antigua iconografía de “la Virgen del Manto” o “Virgen de la Misericordia”, en el cual la Virgen acoge bajo su protección a hombres y mujeres de todos los estados de vida y de todas las condiciones sociales. El gesto de cubrir con el manto, en la antigüedad, comprometía a aquel que lo realizaba a cuidar en modo particular de su protegido (1 Re 19,19; Ez 16,8; Rut 3,9). De este modo, quien está bajo el manto de María goza en modo particular de su materno cuidado y protección. Como Hijas de María Madre y Auxiliadora de la Iglesia, estamos llamadas no solo a refugiarnos bajo su manto, sino también a unir nuestra oración y nuestra vida a la suya. De este modo participamos de su solicitud materna hacia la Iglesia entera, en la unidad y diversidad de sus miembros, comenzando por el Sucesor de Pedro, a quien Cristo mismo le ha querido confiar su grey. Orando por el Papa, por los obispos y por los sacerdotes, oramos por la unidad y la santidad del Cuerpo de Cristo y nos anclamos firmemente en la voluntad de Jesús, que ha fundado la Iglesia sobre el ministerio de los apóstoles. Como recuerdan nuestras Constituciones, en efecto, “el mandato apostólico lo confía la Iglesia al Instituto, que lo actúa insertándose en la comunión y en la acción evangelizadora de las Iglesias particulares a través de las comunidades inspectoriales y locales” (C 64). Pero para que nuestra oración no sea solamente un “decir”, sino también un “hacer”, esta debe estar acompañada de un concreto “testimonio de comunión y de catolicidad” (C 115). Lo cual significa en primer lugar empeñarse en “hablar bien” del Papa, de los Obispos, de los Sacerdotes y de los otros Religiosos (si no podemos hablar bien, amonesta Don Bosco, «mejor callar»). En segundo lugar significa conocer profundamente la doctrina de la Iglesia, transmitirla con fidelidad y actuar en consecuencia, aun cuando esto nos obligue a entrar en contraposición con la cultura contemporánea (R54). En tercer lugar, se trata de combatir dos feas «tentaciones pastorales»: la autorreferencialidad y la excesiva autosuficiencia, que nos pueden llevar a rechazar la confrontación y la colaboración con otras realidades eclesiales, o incluso a entrar en competición con ellas (C 61, 110). Un «ejercicio espiritual» para hacer crecer el deseo de la comunión eclesial es: meditar las palabras de Jesús «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13,35), pensando que no se refieren solo a las hermanas de mi comunidad o Inspectoría, sino a todos los hermanos y hermanas en la fe que viven en la parroquia, en la ciudad, diócesis, en las que estoy inserta.

4. ABRE EL CORAZÓN DE LOS JÓVENES "Abre el corazón de los jóvenes a la llamada del Señor y haz que lo sigan con valentía y fidelidad."

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Después de haber confiado la Iglesia a María, el acto de confianza nos invita a rezar por los jóvenes: la “parte de heredad" (Sal 15,5) que Dios confía de modo particular a nuestros cuidados. Al encomendarlos a la Virgen Madre, pedimos para ellos lo más importante: que puedan acoger la llamada de Dios y corresponder plenamente a ella, como lo hizo Maria. Don Bosco estaba firmemente convencido, lo escribe en sus Memorias, que "de la elección del estado depende ordinariamente la eterna salvación o la eterna perdición". Con un lenguaje un poco alejado de la sensibilidad contemporánea, nuestro fundador expresaba una gran verdad: cada ser humano es llamado, desde el seno materno, a colaborar de modo único y personal con Dios para la salvación del mundo (Jer 1,5). Por esto, la mejor manera de ayudar a los jóvenes a ser "felices en el tiempo y en la eternidad", consiste precisamente en acompañarlos en el descubrimiento de su propia vocación. Si todos son llamados, el discernimiento vocacional no puede ser un privilegio reservado a los buenos chicos. Sin duda, el camino tiene que ser diferente para cada uno, ya que para cada uno son diferentes el punto de llegada y el punto de partida, pero, a pesar de ello, cada joven tiene derecho a sentirse decir que Dios le quiere de modo único y personal y que, como todo enamorado, también Dios desea ser correspondido. El camino ordinario para llevar a los jóvenes a encontrar al Dios que llama, consiste en iniciarlos en la escucha de la Palabra. Así lo enseña Iglesia, que, tradicionalmente, representa a Maria recibiendo el anuncio del ángel mientras está en oración, inmersa en la meditación de la Escritura. Aprender a rezar con la Palabra es también el modo más seguro para aprender, gradualmente, a reconocer a Dios, que habla en los acontecimientos de la vida. Las dificultades que podemos encontrar para proponer a los jóvenes este camino, no tienen que hacernos dudar del hecho de que Él desea y espera este esfuerzo de nuestra parte. Cuanto más nos vayamos convirtiendo en expertas oyentes de la Palabra, más capaces seremos de discernir en cada caso, los modos más apropiados para abrir el corazón de los jóvenes a la oración (R 25). Sobre este punto, las Constituciones son muy exigentes: la meditación tiene que ser el "momento fuerte" de nuestro diálogo cotidiano con Jesús “Palabra de Verdad y de Vida" (C 39). Para ser fieles a este encuentro, es necesario tener la valentía de dejarse desconcertar por la Palabra - como le ocurrió muchas veces a María, a causa de las palabras y los gestos de Jesús (Lc 2,48) -, que es ciertamente "dulce como la miel” (Ez 3,3), pero que también es cortante como una "espada de doble filo”(Heb 4,12). Además, es necesario dejarse llevar por el Espíritu al "desierto" (Os 2,16), aprendiendo a soportar e interpretar los momentos de aridez, sin ceder a la tentación de evitar - reemplazándolo con la lectura o con otras oraciones - la dureza del encuentro con la Palabra. Con la ayuda del artículo 39 de las Constituciones, comprobemos la autenticidad de nuestro amor a la Palabra, conscientes de que cuanto más crezcamos en la docilidad a ella, más capaces seremos de ser auxiliadoras del encuentro entre Cristo y los jóvenes.

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5. VELA POR NUESTRO INSTITUTO Y POR TODA LA FAMILIA SALESIANA Las primeras palabras del Carta de la Identidad Carismática de la Familia Salesiana son estas: " Con humilde y gozosa gratitud reconocemos que Don Bosco, por iniciativa de Dios y por la materna mediación de María, dio comienzo en la Iglesia a una experiencia original de vida evangélica. El Espíritu plasmó en él un corazón habitado por un gran amor a Dios y a los hermanos, especialmente a los pequeños y pobres, y le hizo de ese modo Padre y Maestro de una multitud de jóvenes, además de Fundador de una extensa Familia espiritual y apostólica"3. Somos por lo tanto una Familia nacida del corazón de Dios, pero confiada a María desde el primer momento de su nacimiento, cuando Don Bosco tuvo el sueño de los nueve años. Siempre es conmovedor recordar aquel primer sueño que es el fundamento de la vida apostólica de nuestro Padre. Todas las palabras y los gestos tienen una dimensión profética. Allí María se presenta como la Madre y la Maestra, pero también como la protectora de toda su obra: En ese momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso. Contemplándome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercara a Ella y, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo: —Mira… En tal instante, siempre en sueños, me eché a llorar y rogué a aquella Señora me hablase de forma que pudiera comprender. Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza, diciéndome:—A su tiempo lo comprenderás todo.4 En este sueño María toma de la mano al pequeño Juan, que cuando se encuentra delante de una misión tan grande, se echa a llorar y, cuenta don Bosco, en aquel momento de angustia y extravío María me puso la mano sobre la cabeza. Don Bosco siente vivamente la presencia de María como guía y protectora de aquella obra que tendrá que cumplir como Padre y Fundador de una gran Familia totalmente entregada a los jóvenes. Don Bosco, habiendo experimentado en la fundación y desarrollo de su obra que "María lo ha hecho todo”, incluso con intervenciones extraordinarias, dedicó la naciente Congregación a la Virgen con el título de Auxilio de los Cristianos. Recibiendo más tarde la inspiración de María de fundar el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, quiso que fuera un monumento vivo de su gratitud a la Auxiliadora. A Ella le confió también a los Salesianos Cooperadores, para que los protegiera y encontraran en Ella inspiración en la tarea apostólica. También instituyó la Asociación de los Devotos de María Auxiliadora, vinculada al santuario de Turín como una señal de gratitud por la presencia materna de la Virgen en toda su obra. Esta especial referencia a María ha marcado vivamente la identidad carismática y espiritual de los varios Grupos de la Familia Salesiana surgidos a lo largo del siglo XX. María es considerada no solamente como Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los Cristianos, sino también como Madre de la toda la humanidad, de modo que colaboradores y colaboradoras de diversos Grupos de la Familia Salesiana, pertenecientes también a otras religiones, alimentan una sincera devoción hacia Ella. Por lo tanto, se puede afirmar con fundamento que la Familia Salesiana es una Familia Mariana.5 La devoción a María fue (junto a la de Jesús Eucaristía y al Papa) una de las tres devociones que marcaron la vida espiritual y apostólica di Don Bosco. Toda la Familia Salesiana es y se siente 3

Carta de la Identidad Carismática de la Familia Salesiana, art. 1. www.conoceadonbosco.com/.../Memorias%20del%20Oratorio.doc 5 Cfr. Carta de la Identidad Carismática de la Familia Salesiana, art. 11. 4

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Familia mariana, nacida por la solicitud materna de la Inmaculada Auxiliadora. Todos los Grupos, en efecto, expresan esa convicción en los textos constitucionales propios.6 Nosotros, FMA pertenecemos a esta Familia: "Nuestro Instituto es parte viva de la Familia Salesiana… En la Familia Salesiana compartimos la herencia espiritual del Fundador y, como en Mornese, ofrecemos la aportación original de nuestra vocación"7, y por eso sentimos la necesidad de confiarnos a María no solo como Instituto, sino como Familia y confiarle a Ella todo lo que nos es más querido. El acto de entrega a diario a María caracteriza, pues, nuestra espiritualidad. La entrega es un dinamismo ascendente: es realizar el gesto del don de sí para responder con generosidad a una misión que llevar a cabo; pero es también un dinamismo descendente: acoger con confianza y reconocimiento la ayuda de la que guio a Don Bosco y sigue guiando a la Familia espiritual que en él tuvo su origen.8

6. ENSÉÑANOS A VIVIR COMO TÚ "Madre y Modelo de la Iglesia, enséñanos a vivir como tú la caridad paciente, la humildad gozosa, la pureza de corazón, para que podamos ser signos de tu presencia en el mundo". En una pequeña capilla de la ciudad de Lodz en Polonia, la joven artista Aleksandra Adamczuk ha pintado un fresco que puede ayudarnos a profundizar la comprensión de este fragmento de nuestro acto de confianza. La pintura representa el encuentro entre María e Isabel: las dos mujeres se sonríen y se estrechan las manos. La originalidad del cuadro está en el hecho de que el sagrario de la capilla se encuentra precisamente en el seno de María. La artista subraya esta coincidencia situando el encuentro entre las dos mujeres en medio de un campo de trigo. María es Madre y Modelo de la Iglesia porque lleva consigo la presencia viva de Jesús: quien la encuentra a Ella, lo encuentra a Él. Quien busca a Jesús lo encuentra fácilmente si se encomienda a Ella. María es una sola cosa con Jesús y, sin lugar a dudas, este es su secreto. La presencia de Jesús niño en el seno de la Virgen se prolonga, después del nacimiento, por la presencia en Ella del Espíritu, de su capacidad de acoger y custodiar cada palabra y cada gesto del Hijo y, después de la Pascua, de su participación en las primeras Eucaristías celebradas por los apóstoles. La caridad paciente, la humildad gozosa y la pureza de corazón de María, no son mérito de su empeño personal, sino fruto de su comunión íntima e indisoluble con Jesús: su amor hacia nosotros es participación en el infinito amor que nos tiene Jesús, su humildad es conformación con la humildad de Jesús, su pureza es irradiación de la presencia de Dios en Ella, una presencia que la invade y la posee enteramente. Por ello María también está llena de alegría hasta rebosar: ¡Ella es la Casa del Dios-con-nosotros! Ser la Casa de Dios entre los hombres: ¡Esto es lo que Dios espera de su Iglesia y de cada uno de nosotros! 6

Cfr. Ibi, art. 37 C3 8 Cfr. Carta de la Identidad Carismática de la Familia Salesiana, art. 37. 7

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Ser en el mundo la presencia viva de María también es lo que Don Bosco quería de las FMA. Don Rua, expresando este deseo del fundador, solía repetir: "Vosotras tenéis que convertiros en una imagen suya. Ella es Auxiliadora del pueblo cristiano; vosotras, sus Hijas, tenéis que convertiros en auxiliadoras de las almas en el camino del Paraíso". María misma nos indica el camino: hacer de Jesús Eucaristía el centro y el todo de nuestra vida, aprender de Él, igual que lo ha hecho Ella, la caridad paciente, la humildad gozosa y la pureza de corazón. El propio Jesús lo ha prometido, cuando ha dicho a los suyos: " El que me come, también vivirá por mí " (Jn 6,57). Como religiosas tenemos la suerte de poder alimentarnos cada día en la mesa de su cuerpo y de su palabra. Este privilegio, desafortunadamente, amenaza con convertirse fácilmente en una costumbre. El artículo 40 de las Constituciones nos invita explícitamente a participar con fe y amor en la Eucaristía cotidiana y a recordar que únicamente de Jesús Eucaristía podemos aprender el secreto de un auténtico encuentro con el prójimo. Tomémonos hoy el tiempo necesario para examinar nuestra manera de participar en la Eucaristía y de renovar nuestra fe y nuestro abandono en Él. "Tened fe en Jesús Sacramentado y en María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”, nos asegura Don Bosco.

7. DANOS LA CERTEZA DE TU PROTECCIÓN "María Auxiliadora, haznos fieles a nuestra vocación y danos la certeza de tu protección en cada circunstancia de la vida y en el momento de la muerte." En su bondad infinita, Dios Padre nos ha elegido desde el seno materno, (Sal 138, 13-14; Jer 1,5) para convertirnos en "Esposas de Jesús Crucificado e Hijas de María Auxiliadora". Esta llamada, esta elección, es un don gratuito de Dios, al que solo podemos responder dignamente dándonos a nosotras mismas enteramente y sin retractaciones. ¡Al amor solo se puede responder con el amor! Y, si lo pensamos bien, también la capacidad de responder al don con un don, es don de Dios: ¡todo lo que tenemos y somos procede de Él! Nos lo dice claramente la Palabra de Dios, cuando, en la segunda carta de Pedro, nos invita a reconocer que el poder divino “nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y potencia” (2Pd 3-4). Precisamente porque hemos recibido estos dones, podemos comprometernos en "en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad” (5-7), y hacer así cada vez más segura nuestra vocación y nuestra elección: " Obrando así nunca caeréis. Pues así se os dará amplia entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”(10-11). El acto de confianza, resumiendo en pocas líneas la sabiduría de la vida de los fundadores, nos sugiere confiar a la intercesión materna de María la importante tarea de 15


madurar en la fidelidad, don recibido en la vocación. La propia Virgen, en el sueño de las dos columnas, les dice a Don Bosco y a sus jóvenes: "Si vosotros sois para mí hijos devotos, Yo seré para vosotros Madre Amorosa". Con estas sencillas palabras, María nos asegura que podremos experimentar la "certeza de su protección en cada circunstancia de la vida y en el momento de la muerte", en la medida en que nos encomendemos a Ella, no solamente con palabras, sino "con obras y según la verdad" (1Jn 3,18). El icono de la Madre de Dios de Vladimir, llamado también Virgen de la ternura, expresa eficazmente la especial dulzura con la que la Madre estrecha al Niño, en un abrazo que culmina en el delicado contacto de las mejillas, señal de profunda unidad y cercanía. María y Jesús se encomiendan el uno a la otra, abandonándose en aquel abrazo en que cada uno de los dos custodia y es custodiado. Jesús y María quieren hacernos partícipes de este mismo amor, estrecharnos en su abrazo. Lo que nos piden es la docilidad a sus demandas, el deseo de escuchar y de hacer momento por momento "lo que Él nos diga” (Jn 2,5). Un pequeño ejercicio espiritual para crecer en esta docilidad minuto por minuto: por la mañana confío de modo explícito a María los encuentros y las tareas del día pidiendo la gracia de que Ella sea mi guía en cada circunstancia. Por la tarde, en el examen de conciencia, me preguntaré: ¿qué habría hecho María a mi lugar… con aquella persona… en aquella situación…? 8. AYÚDANOS A VENCER TODA FORMA DE MAL Y DE PECADO «Ayúdanos a vencer toda forma de mal y de pecado porque contigo es cómo podemos glorificar al Señor ahora y siempre. Amén».Don Fernando Maccono, en el primer volumen de la biografía de Madre Mazzarello, nos ofrece en pocos renglones detalles bien claros y preciosos de la devoción mariana de la Madre y de las primeras Hermanas de Mornés: “En modo especial honraban a la Virgen con el título de Auxilio de los Cristianos, como Don Bosco había recomendado. Visitaban su imagen, y no había ocasión en la que no recurriesen a su intercesión, invocándola con este título glorioso. La Madre en esto no tenía ninguna que, pudiera superarla, ni siquiera estarle al lado”. “Su devoción por María -escribe el Card. Caglierono tenía límites. La consideraba como la inspiradora y fundadora del Instituto. Y le rezaba incesantemente, para que se dignase protegerla y librarla del peligro de ofender a Dios; y para que ninguna de sus hijas, se manchase nunca con el pecado.» (Maccono, Santa I 309). Llama la atención el hecho de que la Madre se confiase a María en modo particular para pedir la gracia, para sí y para sus hijas, de ser protegidas y liberadas del pecado. No se trataba ciertamente, de algo de nuestras primeras hermanas, de moralismo o perfeccionismo exagerado, sino más bien de una profunda conciencia de que todo pecado, incluyendo el más pequeño y secreto, impide a Dios actuar, a través de nosotras, la salvación del mundo. En cambio, cuando dejamos a Dios campo libre, haciendo cuanto es posible para que su Voluntad se cumpla en nosotras y a través de 16


nosotras, entonces el Señor es glorificado en nuestra vida y la potencia de su amor puede difundirse a través de nosotras y alcanzar a los jóvenes que se nos han confiado. En esta lucha contra el pecado, María es nuestra primera aliada. Propiamente a Ella Dios Padre le ha confiado la tarea de colaborar con Jesús para que la “serpiente enemiga” (Ap. 12,9) sea derrotada de una vez por todas y ninguno caiga víctima de sus engaños. La incesante invitación que el Papa Francisco nos dirige a aprovechar la misericordia de Dios, va en la misma dirección: Renovando cada día la entrega de nuestra fragilidad, de nuestros puntos débiles y de nuestros malos hábitos a la misericordia del Padre, poco a poco somos liberados, curados, santificados por su amor. Sólo la misericordia de Dios puede cambiar de verdad el mundo, haciéndolo un poco menos frío y más justo. Sólo la misericordia de Dios puede renovar nuestras comunidades, con la condición de que la dejemos entrar allí donde hay mayor dificultad, sufrimiento, rigidez, resignación, tibieza, envidias, divisiones, hostilidades... Dios, en efecto, gusta repetir el Papa, no se cansa nunca de personarnos. “El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos”. (Angelus del 17 marzo 2013). En este mes de mayo pidamos a María la gracia de la verdadera conversión. Recemos unas por las otras para pedir este don: pidamos luz, para reconocer las raíces de nuestros pecados; fe y auténtico deseo de renovación, para gozar la plenitud de la gracia que viene del sacramento de la confesión. ¡Dios desea hacernos siempre más semejantes a María! ¡Entre más grande sea el deseo de ser perdonadas, más grandes serán los frutos de su misericordia!

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