El Filibusterismo : (continuacion de Noli Me Tangere) : novela Filipina

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EL FILIBUSTERISMO J

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Tip.

EL ANUARIO DE LA EXPORTAC!6N,

(9bra compl!&!ta

Paseo de S. J uan, 51

COil m"'I"illfl5 L!NOTYPE)

1


BibJioteca Contemponinea

EL FILIBUSTERISMO /'

(Continuacion dEl HOLI ME TAH6EHE) NOVELA FILIPINA

,

, Facilrncnte se puede suponer que un filibustero ha hechizado en secreto a la Jiga de los fraiJeros y retr6grados para que, siguiendo inconscicntes sus inspiraclones, favorezcan y fomenten aqueJla politica que s6)0 ambiciona un fin: extender las ideas del filibusterismo por todo el paisyconvencer al ultimo filipino de que no existe c>tra salvaci6n tuera de la separaci6n de Ja Madre-Patria. FERDINAND BLUMENTRlTT.

AYALA MUSEU\! tIDAllY F. GRANADA Y C.", 344, DIPVTACION, 344

BARCELONA

E~ITORES

SUCURSAL: PIAMONTE,

II

MADRID

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2<163 fare

V~ (p 1b,(c

,

.


iNoIeE Caps.

I.-Sobre cubierta n.-Bajo cubierta. III.-Leyendas. . IV.-Cabesang Tales. V.-La Nochebuena de un cochero. VI. -Basilio. . . . VII. -Simoun. . VnI.-Buenas Pascuas. IX.-Pilatos. . . . X.-Riqueza y miseria. XL-Los bauos. . . . XII.-Placido Penitente. XIII.-La clase de fisica .. XIV.-Una casa de estudiantes. XV.-El senor Pasta. . . XVI.-Las tribJllaciones de un chino. XVn.-La feria de Kiapo . XVln.-Supercherias. XIX.-La mecha. .

P3.gs.

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A uA mEmoRIA de los presbiteros D. Mariano GOMEZ (85 afios) D. Jose BURGOS (30 alios) y D. Jacinto ZAMORA (35 alios) '-\

EJECU'l'ADOS EN EL PATIBULO DE BAGUMBAyAN EL

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DE FEBRERO DE

1872

La Religion, al negarse a degradaros, ha puesto en dud a el o.rimen que se os ha irnputado; el Gobierno, al rodear vuestra causa de mist erio y sombras, hace creer en algun e1'r01', cometido en momentos fatales, y Filipi as entera, al venera?' vuesi1-a memo'I'm y ZZamaros marti'res, no reconoce de ninguna manera vuestra culpabilidad, En tanto, pues, no se demuestre claramente v~,es足 tra pa1,ticipaci,6 n en la alga:rada cavitefia, hayais sido 6 no patriotas, hayais 6 no abrigado sentimientos por la justicia, sentimientos por la libertad, tengo derecho a dedica'ros mi trabajo como a victimas del mal que trato de comhatir. Y mientras esperamos que Espana os rehabilite un d'ia y no se haga solidaria de vuest'ra muerte, sirvan estas paginas como tardia corona de hojas secas sobre vuestras ignoradas tumbas, y todo aquel que sin pruebas e'videntes ataque vuestra memoria, que en vuestra sangre se manche las manos! J. RIZAL



SOBRE CUBIERTA

Sic itur ad astra.

En una mafiana de diciembre, el vapor Tabo subia trabajosamente- el tortuoso curso del Pasig conduciendo numerosos pasaje~'os' hacia la provincia de In Laguna. Era el vapor de forma pesada, casi redonda como el tab!'c de donde deriva su nombre, bastantc sucio a pesar de sus pretensiones de blanco, majestuoso y grave a fuerza de andar con calma. Con todo, Ie tenlan clerto carino en la comarca, quizas por su nombre tagalo <'> por IIevar el caracter peculiar de las cosas del pals, algo as! como un triunfo sobre el progres'o, un vapor que no era vapor del todo, un organismo inmutable, imperfecto perQ indiscutible, que, cuando mas queria echarselas de progresista, se contentaba soberbiamente .con darse una capa de pintura. Y j si eI dichoso vapor era genuinamente filipino! Con un poquito de buena voluntad basta se Ie podia tomar porIa nave del Estado, construlda bajo la inspecci on de Reverendas e I1ustdsimas personns. Banada por el sol de la manana que hacia vibrar las ondas del rio y cantar el aire en las flcxibles cafias que se levantan en ambas orilIas, aHa va su blanca silueta agitando negro penacbo de burno j la nave del Estado, dicen, humea mucho tambienL .. El silbato chilla a cada momento, ronco e imponente como un tirano que quiere gobernar a gritos, de tal modo que dentro nadie se entiende. Amenaza a cuanto encuentra; ora parece que va a triturar los salambaw, escu_aIidos aparatos de pesca que en sus movimientos


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semejan esqueletos de gigantes saludando a una antediluviana tortuga j ora corre derecho ya contra los canaverales, ya contra los anfibios comedo res 0 luirihan, que, entre gumame1as y otras flores, parecen indecisas banistas que ya con los pies en el agua no se resuelven aun a zambullirse ... A veces, siguiendo cierto camino senalado en e1 rio por troncos de cana, anda el vapor mlly satisfecho; mas, de repente, un choque sacude a los viajeros y les haee perder el equilibrio: ha dado contra un bajo de cieno que nadie sospechaba ... Y, si el parecido de la nave del Estado no es completo aun, vease la disposicion de los pasajeros. Bajo cubierta asoman rostros rnorenos y cabezas negras, tipos de indios, chinos y mestizos, apinados entre mercancias y baMes, mientras que alIa arriba, sobre cubierta y bajo un toldo que les protege del sol, es路路 tan sentados en comodos sWones algunos pasajeros vestidos a la e' ropea, frailes I empleados, fumandose send os pmos, cont!emplando el paisaje, sin apercibirse al parecer de los esfuerzos del capitan y marineros para salvar las dificultades del rio. El capitan era un senor de aspecto bondadoso, bastante entrado en anos, antiguo marino que: en su juventud y en naves mas vel eras se habia engolfado en mas vastos mares y ahora en su vejez tenia que desplegar mayor atencion, cuidado y vigilancia para orillar pequenos peligros ... Y eran las rnismas dificultades de todos los dias, los mismos bajos de cieno, la misma mole del vapor atascada en las mismas curvas, como una gorda senora entre apii\ada muchedumbre, y por eso a cad a momento tenia e1 buen ,sefior que parar, retroceder, ir a media maquina enviando, ora a babor ora a estribor, a los cinco marineros armados de largos til<-ines para acentuar Ia vuelta que el timon ha indicado. Era como un veterano que, despues de guiar hombres en azarosas campai\as, fuese en su vejez ayo de muchacho caprichoso, desobediente y tumbon! Y dona Victorina, la unica sefiora que se sienta en el grupo europeo, podni. decir si el Tabo era tumbon,


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desobediente y caprichoso, dona Victorina, que como siempre esta nerviosa, lanza invectivas contra los cascos, bankas, -balsas de coco, indios que navegan, y aun contra las lavanderas y bafiistas que la molestan con su alegria y algazara! Si, el Tabo iria muy bien si no hubiese indios en el rio, indios en el pais, sf! si no hubiese ningun indio en el mundo, sin fijarse en que los timoneles eran indios, indios los marineros, indios los maquinistas, indios las noventa y nueve partes de los pasajeros e india eJIa misma tambien, si Ie raspan e[ blanquete y la desnudan de su presumida batao Aquella manana, dona Victorina estaba mas inaguantable que nunca porque los pasajeros del grupo hadan poco caso de ella, y no Ie fa 1taba razen porque . consider en ustedes: encontrarse aIH tres fraiJes convencidos de que todo el mundo audarla al reyeS el dia en que ellos anduviesen al derecho; un in fatigable don Custodio que duerme tranqui10, satisfecho e sus p.t;oyectos; un fecundo escritor como Ben-Zayb (anagrama de Ibanez) que cree que en Manila se piensa porque el, Ben-Zayb, piensa; un canenigo como e1 P. Irene que da lustre al clero con su faz rublcunda bien afeitada donde se levanta una hermosa nariz judia, y su sotana de seda de garboso corte y menudos botones; y un riquisimQ joyero tal como Simoun, que pasa pOl' ser el consultor y el inspirador de tod'os los actos de S. E. el capitan general. Consideren ustedes que encontrarse estas columnas sine quibus non del pais, alIi agrupaditas en agradable charla y no simpatizar con una filipina renegada, que se tine los cabellos de rubio, i vamos que hay para hacer perder la paciencia a una Joba, nombre que dona Victorina se aplica siempre que las ha con alguno. _ Y el mal humor de la senora se aumentaba cada vez que gritando el capitan i baborp! i estriborp! sacaban rapidamente los marineros sus largos tikines, los hincaban ya en una ya en otra oriJIa, impidiendo, con el esfuerzo de sus piernas y sus hombros, a que el vapor dieS\'! en aquella parte con su casco. Vista asi la nave del Estado, diriase que de tortuga se


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convertia en cangrejo cada vez que un pe1igro se acercaba. -Pero, capitan, ~ por que sus estupidos timoneles se van pOl' e&e lado? preguntaba muy indignada la senora. -Porgue aIH es muy bajo, senora, contestaba el capitan con mL!cha pausa y guinando lentamente elojo. El capitan habia contraido esta peguena costumbre como para decir a sus palabras que saIgan: j despacio, muy despacio! - j Media maquina, vaya, media m ,iquina! protesta desdenosamente dona Victorina; 2 por que no entera? -Porque navegadamos sobre esos arrozaIes, senora, cont~sta imperturbable el capidn sacando los labios para senalar las sementeras y haciendo dos guinos acompasados. Esta doila ictorina era m y conocida en el pais pOl' sus extra agancias y oaprichos. Frecuentaha mucho la &ociedad y se Ia toleraba siempre que se presentaba con su sobrina, la Paulita G6mez, bellisima y riquisima muchacha, huerfana de padre y madre, y de quien dona Victorina era una espccie de tutora. En edad bastante avanzada se habia casado con un in.feliz llamado don Tiburcio de Espadana, y en los momentos en que Ia vemos, lleva ya quince an os de matrimonio, de cabell os postizos y traje semi-europeo. Forque toda su aspiraci6n fue europeizarse y desde el infausto e1ia de su casamiento, gracias a tentativas criminaIes, ha conscguido poco a poco transformarse de tal suerte que a la hora presente Quatrefages y Virchow juntos no sabdan clasificarla entre las razas conocidas. Al cabo de - tantos arios de matrimonio, su esposo, que Ia habia sufrido con resignaci6n de fakir sometiendose a todas sus imposiciones, tuvo un aciago dia, el fatal cuarto de hora, y Ie administr6 una soberbia paliza con su muleta de cojo. La sorpresa de la senora Joba ante semejante inconsecuencia de caracter hizo por de pronto no se apercibiese de los


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cfectos inmediatos y solo, cuando se repuso del susto y su marido se hubo escapado, se apercibio del dolor guardando cama por algunos' dlas con gran alegria de la Paulita, que era muy amiga de reir y burlarse de su tla. En cuanto al marido, espantado de su impiedad que Ie sonaba a horrendo parricidio, perseguido por las furias matrimoniales (los dos perritos y el loro de la casa) diose a huir con toda la velocidad que su cojera Ie permitla, subio en el primer coche que encontro, paso a la primera banka que vio en un do, y, Ulises filipino, vaga de pueblo en pueblo, de provincia- en provincia, de :sla en isla seguido y perseguido por sU Calipso con quevcdos, que abune a cuantos tienen la desgracia de viajar con ella. Ha tenido noticias de que else encontraba en la provincia de la Laguna, escondido en un pueblo, )' alla va ella a seducirle con sus cabell os teilidos. Los combarcanos habian tornado el partido de defenderse, sosteniendo entre sI tanimada conversacion~ diseutiendo sobre cualquier asunto. En aquel momento, por las vueltas y revueltas del do, habIabase de su rectificacion y naturalrnente de los trabajos de las obras del puerto. Ben-Zayb, el escritor que tenia cara de fraile, disputaba con un joven religioso que a su vez tenIa cara de artillero. Ambos gritaban, gestieulaban, levantaban los brazos, abdan las manos, pateaban, hablaban de niveles, de corrales de pesea, del do de San Mateo, de cascos, de indios, etc., etc., con gran contento de los otros que les eseuchaban y manifiesto dis gusto de lin franciscaho de edad, extraordinaria-' mente Haco y maeilento, y de un guapo dorninico que dejaba ... dejaba va gar por sus labios una sonrisa burlona. EI franciscano Haco que comprendIa la sonrisa del - dominico quiso cortar la disputa interviniendo. Debian respetarle sin dud:! porque con una serial de 1a mano corto la palabra a ambos en el mornento en que el fraile-artillero hablaba de experiencia y el escritor-fraile de hombre1! de cienda. -Los hombres de cieneia, Ben-Zayb, c: saoe us ted


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10 que son? dijo el franciscano con voz cavernosa sin moverse casi en su asiento y gesticulando apenas con las descarnadas manos. Alll tiene usted en la provincia el Puente del Capricho construido por un hermano nuestro, y que no se termino porque los hombres de ciencia, fundandose en sus teorias, 10 tacharon de poco solido y seguro, y j mire usted! esta el puente que resiste a todas las inundaciones y terremotos! - j Eso, punales, eso precisamente, eso iba yo ~l decir! exc1C).mo el fraile-artillero pegando punetazos en los brazos de su silla de cafia; I eso, el puente del Capricho y los hombres de ciencia; eso iba yo a decir, P. Salvi, punales! Ben-Zayb se quedo callado, medio sonriendo, bien sea pOl' respeto 0 porque reaImente no supiese que replicar, y sin embargo, j el era la unica cabeza pensante en Filipinas!-EI 路P. Irene aprobaba con Ia cabeza frotando su larga nariz. EI P . Salvi aquel religioso flaco y descarnado, como satisfecho de tanta sumision, continuo en medio del silencio. -Pero esto no quierc clecir que usted no teng-a tanta razon como el P. Camon'a (que as! se llamaba el fraile-artillero) ; el mal esta en la laguna ... - j Es que no hay ning-una laguna decente en cste pais! interca16 dona Victorina, verdaderamente indignada y disponiendose a dar otro asaIto para entrar en la plaza. Los sitiados se miraron con terror y, con la prontitud de un general, el joyero Simoun acudio: -El remedio es muy sencilIo, dijo con un aceoto raro, mezc1a de ingIes y americano del Sur; y yo verdaderameote no se como no se Ie ha ocurrido a nadie. Todos se volvieron prestandole la mayor atencion. incluso el dominico. El joyero era un hombre seco, alto, nervudo, muy moreno, que vestia a la inglesa y usaba un casco de tinsin. Llamaban en ella atenci6n los cabellos largos, eoteramente blancos que contrastaban con J~ barba negra, rata, denotaodo un origen


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mestizo. Para evitar la luz del sol usaba constantemente enormes anteojos azules de rejilla, que ocultaban por completo sus ojos y parte de sus mejillas, dandole un aspecto de ciego 0 enfermo de la vista. Se man tenia de pie con las piernas separadas como para gllardar el equilibrio, las wanos metidas en los bolsillos de su chaqueta. -El remedio es mtly sencillo, rt:>pitio, j y no costaria un cuarto! La atencion se redoblo. Se decia en los circulos de Manila que aquel humbre dirigia al general y todos veian ya el remedio en vias de ejecucion. El mismo don Custodio se volvio. -Trazar un canal recto desde la entrada del rio a su salida, pasando por Manila, esto es, hacer un nuevo rio canalizado y cerrar el antiguo Pasig. j Se economiza terreno, se acortan las comunicaciones, se impide la formacion de bancos! El proyecto dejo atontados a casi todos, acostumbrad os a tratamientos paliativos. - j Es un phm yanqui 1 observo Ben-Zayb que queria agradar a Simoun. El joyero habia estado mucho tiempo en la America del Norte. Todos encontraban grandioso el proyecto y as! 10 manifestaban en sus movimientos de cabeza. Solo don Custodio, e1 liberal don Custodio, por su posicion independiente y sus altos cargos, creyo deber atacar un proyecto que no venia de el-j aquello era una usurpacion l-y tosio, se paso las manos por los bigotes y con su voz importante y como si se encontrase en plena sesi6n del Ayuntamiento, dijo: -Dispenseme e1 senor Simoun, mi respetable amigo, si Ie digo que no soy de su opinion; costarfa muchisimo dinero y qllizas tuviesemos que destruir poblaciones. -I Pues se destruyen! contest6 friamente Simoun. -<! Y el dinero para pagar a 105 traba jadores ... ? -No se pagan. Con los presos y los presidiarios. - j Cal j no hay bastante, senor Simoun! - j Pues si no hay bastante, que todos los pueblos, que los viejos, los jovenes, los ninos trabajen, en vez


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de los quince dias obligatorios, tres, cuatro, cinco mcses para e1 Estado, con la obligaci6n ademns de llevar cada uno su comida y sus instrumentos! Don Custodio, espantado, volvi6 la cara para vcr si cerca habia algun indio que les pudicse oir. Afortunadamente los que alli se encontraban ernn campesinos, y los dos timoneles parecbn muy ocupados con las curvas del rio. -Pero, senor SimoLln ... -路Desengaiiese usted, don Custodio, continuo Simoun secamente; s6lo de esa manera se cjecutan grandes obras con pocos medios. Asi se llcyaron ~ cabo las Piramides, el lugo :r-.locris y el Colisco en Roma. Provincias enteras vellian del desierto cargando con sus cebolla para alimentarsc; viejos, j6venc-; y ninos tr~bajaban acarreando piedras, labrandolas y cargandol~s sobre sus hombros, bajo la direccion dcl hitigo ofioial ; y despues volvian a sus pueblos los que sobrevivian, 6 perecian en las arenas del desierto. Luego veni<\n otras provin ias, y luego otras, sucedicndose en la tarea durante anos; el trabajo se concluia y ahora 110sotros los admiramos, viajamos, vamos al Egipto y aRoma, ensalzamos a los faraones, a 1u bmilia Antonina ... Desenganese usted; los muertos muertos se quedan y solo al fucrte k da In raz6n la posteridad. -Pero, senor Simoun, semejantes medidas pueden provocar disturbios, observ6 don Custodio, inquieto por el giro que tomaba el asunto. - j Disturbios, ja, ja! i Se rebel6 acaso el pueblo egipcio alguna vez, se rebe!aron los prisioneros judios contra el piadoso Tito? I Hombre, Ie erda a usted mas enterado en hlstoria! j Esta visto que aque! Simoun 6 era muy presumido 0 no tenia formas! j Decir a1 mismo don Custodio en su cara que no sabia historia, es para sacarle a cualquiera de sus casillas! Y asi fue; don Custodio se olvido y replica: - j Es que no esta usted entre egipcios ni judios! - Y este pais se ha sublevado mas de una vez, afiadi6 el dominico con cierta timidez; en los tiem-


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pos en que se les obligaba a acarrear gran des arboles para la construcci6n de navios, si no fuera por los religiosos ... -Aquellos tiempos estan lejos, contest6 Simoun riendose mas secamente aun de 10 que acostumbraba i estas islas no volveran a sublevarse por mas trabajos e impuestos que tengan ... 2 No me ponderaba usted, P. Salvi, anadi6 dirigiendose al franciscano delgado, la casa y el hospital de Los Banos donde ahora se encuentra su excelencia? E1 P. SalvI hizo un movimiento con la cabeza y mir6 extranando la pregunta. -2 Pues no me habia dicho usted que ambos edificios se levantaron obligando a los pueblos a trabajar en ellos bajo ellatigo de un lego? Probablemente el Puente del Capricho se construyo de la misma manera! Y digan ustedes, 2se sublevaron estes pueblos? -Es que ... se subl varon antes, observo el dominico i y i ab actu ad posse val~t illatio! - i Nada, na~a, nada! cont~nu6 Simoun disponiendose a bajar a la camara por la escotilla i 10 dicho, dicho. Y usted P. Sibyla, no diga ni latines ni tonterias. 2 Para que estaran ustedes los frailes, si e1 pueblo se puede sub1evar? Y sin hacer caso de las protestas ni de las replicas, Simoun baj6 por la pequena escalera que conduce al interior repitiendo con desprecio: i Vaya, vaya! El P. Siby1a estaba palido i era la primera vez que a el, Vicerrector de la Universidad, se Ie atribuian tonterias i don Custodio estaba verde: en ninguna junta en que se habia encontrado habia visto adversario semejante. Aquello era demasiado. - i Un mulato americano! exc1am6 refunfunando. - i Indio ingles! observo en voz baja Ben-Zayb. -Americano, se 10 digo a usted csi 10 sabre yo? contesto de mal humor don Custodio i S. E. me 10 ha contado i es un joyero que el conoci6 en la Habana y que segun sospecho Ie ha proporcionado el destino prestandole dinero. Por eso, para pagarle Ie ha hecho venir a que haga de las suyas, aumente su fortuna vendiendo brillantes ... falsos, i quien sabel Yes 2.-TOMO I


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tan ingrato que despues de sacar los cuartos :i los indios todavia quiere que ... j Pf! Y termin6 la frase con un gesto muy significativo de 1a mano. Ninguno se atrevia a hacer coro a aquellas diatribas; don Custodio podia indisponerse con S. E. si queria, pero ni Ben-Zayb, ni el P. Irene, ni el P. Salvi, ni el of en dido P. Sibyla ten ian confianza en la discreci6n de los demas. '-Es que ese senor, como es americano, se cree sin duda que estamos tratando con los Pieles Rojas ... j Hablar de esos asuntos en un vapor! j Obligar, forzar a la gente! ... Y es- e e el que aconsej6 1a expedici6n a Carolinas, Ia campana de Mindanaw que nos va a arruinar infamcment'c ... Y cs el quien se ha ofrecido a 'ntervenir en la construcci6n del cruccro, y digo yo cque entiende Illn joyero, por rico c ilustrado que fuese, de const'rucciones na\'alcs? Todo esto se 10 decia en voz guturol don Custodio a su vecino Bc~-Zayb gcsticuJando, cncogiendose de hombros, consuItando de tiempo en tiempo con Ia mirada a los dem.is que hacianl11o\'imienlos amuiguos de cabeza. EI can6nig-o Irene se permitla una sonr~a bastante equl\'oca que medio ocultaba con la mano aI acariciar su nariz. -Le digo a usted, Bcn-Zayb, continuaba don Custodio sacudiendole al escritor del brazo; todo el mal aqui esta en que no se cOllsulta a las personas que tienen Iarga residencia. Un proyecto con grandes palabras y sobre todo con un gran presupuesto, can un presupuesto en can tidades rcdondas, alucina y se acepta en seguida ... i pOl' esto! Don Custodio frotaba la yema del dedo pulgar contra las del lndice y del medio. -Algo de eso hay, algo de eso, crey6 deber contestar Ben-Zayb que, en su calidad de periodista, tenia que estar enterado de todD. -Mire usted, antes que las obras del puerto, he presentado yo un proyecto, origin::!l, sencillo, util, econ6mico y factibIe para jimpiar la barra de 1a Laguna y no se ha aceptado porque no daba de esto.


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Y repitio e1 mismo gesto de los dedos, se encogi6 de hombros, miro a todos como diciendoles: i Ustedes han visto semejante desgracia? - Y i se puede saber en que consistia?-i Y ... ?I Hola! exc1amaron unos y otros acercandose y aprestandose a escuchar. Los proyectos de don Custodio eran farnosos como los espedficos de 105 curanderos. Don Custodi0 estuvo a punto de no decirles en que consistla, resentido pOl' no haber encontrado partidarios cU:J.ndo sus diatribas contra Simoun . 芦Cuando no hay peligro quereis que hable, i eh? i y cuando 10 hay os callais?)) iba a decir, pero era perder una buena ocasion, y el proyecto, ya que no se podia realizar, al menos que se conozc:J. y se admire. Despues de dos 0 tres bocanadas de humo, de toser y de escupir por una corriisura, pregunto a BenZayb, dandole una palmada sobre e1 muslo: -I. Usted ha visto patos? -Me parece ... los hemos cazado en e1 1ago, respondi6 Ben-Zayb extrafiado. -No, no hablo de patos sl1vestres, hablo de los domesticos, de los que se crian en Pateros y en Pasig. Y <I. sabe usted de que se alimentan? Ben-Zayb, la unica cabeza pensante, no 10 sabia: el no se dedicaba a aquella industria. - j De caracolitos, hombre, de caracolitos'! contesto e1 P. Camon'a; j no se necesita ser indio para saber10, basta tener ojos! - j Justamente, de ' caracolitos! repetia don Custo- ' dio gesticulando con el dedo indice; y i usted sabe de donde se sacan? La cabeza pens ante tampoco 10 sabia. -Pues si tuviera usted mis afios de pais, sabria que los pescan en la barra misma, donde abundan mezclados con la aren路a. -~ Y su proyecto? -Pues a eso voy. Obligaba yo a todos los pueblos . del con torno, cercanos a la barra, a criar patos y vera usted como ellos, por si solos, la profundizan pescando caracoles ... Ni mas ni menos, ni menos ni mas.


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Y don Custodio abda ambos brazos y contemplab:1 goz_,J el estupor de sus oyentes: :i ningll!10 sc k habla oeurrido tan peregrina idea. - i Me permite usted que eseriba un artIculo aCCl"ea de eso? pregunt6 Ben-Zayb; en estc pals se piensa tan poco ... -Pero, don Custodio, dijo dona Vietorina haciendo dengues y monadas; si todos se dediean ~l erial' patos van a abundar los huevos baZvt. i Uy, que ::Isco! j Que se eiegue antes la barra!

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II

BAJO CUBIERTA

Alla abajo pasaban otras escenas. Sentados en bancos y en pequefios taburetes de madera, entre maletas, cajones, cestos y tampipis, a dos pasos de la maquina, al calor de las calderas, entre vaho humano y olor pestilente de aceite, se veia la inmensa n;layoria de los pasajeros. Unos cont~mplan silenci050s los variados paisajes de la orilla, otros juegan a las cartas 0 conversan en medio del es ruendo de las palas, ruido de la maquina, silbidos de vapor que se escapa, mugidos de agua removida, pitadas de la bocina. En un rincon, hacinados como cadaveres, dormian 0 trataban de dormir algunos chinos traficantes, mareados, paliGOS, babeando por 105 entreabiertos labios, y bafiados en el espeso sudor que se escapa de todos sus poros . Solamente algunos jovenes, estudiantes en su mayor parte, faciles de reconocer por su traje blanquisimo y su porte aliiiado, se atrevian a circular de popa a proa, saltando por encima de cestos y cajas, alegres con la perspectiva de las pr6ximas v~cacio足 nes . Tan pronto discutlan los movimientos de la maquina, tratando de recordar pociones olvidadas de Flsica, como rondaban alrededor de la joven colegiala, de la buyera de labios rojos y collar de sampagas, susurrandoles al oido palabras que las hadan sonreir 6 cubrirse la cara con el pintado abanico. Dos, sin embargo, en vez de ocuparse en aquellas galanterias pasajeras, discutlan en la proa con un senor de edad, pero aun arro~ante y bien derecpo. Am-


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bos debian ser muy conocidos y considerados a juzgar por ciertas deferencias que Ics mostraban los dcmas. En efecto, el dc mas edad, e1 que va ycstido todo de negro, era el estudiante de mcdicina Basilio, conocido por sus buenas curas y maraviUosos tratamientos. E1 otro, mas grande)' mas robusto con scr mucho mas joven, era Isagani, uno de los poctas <'> cuando menos versisLas que salieron aquel ano del Ateneo, caracter original, de ordinario poco comul1icativo, y bastante taciturno. El scfior que habbba con eUos era el rico capitan Basilio, que vcnia de hacer compras en Manila. -Capitan Tiago va muy rcgular, si senor, decla el estudiante moviendo 1a ca1)cza j no sc somcte it ningun tratamiento ... Aconsejado pOI' algl1110 me envia a San Diego so prctexto de visitar la casa, peru es para qu~ Ie deje fumar el opio con elltera libertad. El estudiaJ+te, cuando decJa alguno, daba a cntcndel' el P. r ren , gran amigo gran consejero del capitan Tiago en sus ultimos di s. -El opio es Ull8 de las plagas de los ticmpos modemos, repuso el capitan con un dcsprecio c indignacion dc senador romano; los antiguos 10 conocieron, mas nunca abusaron de (:1. Mientras duro Ia aficion ,\. los estudios clasicos (obscrycnlo bien, jovencs), cl opio solo fue mcdicina, y sino, diganme quicnes 10 fum an mas. j Los chinos, los chinos que no sabcn una palabra de latin! j Ah! si cl capitan Ti;'lgo se hubicse dedicado a Ciceron ... Y el disgusto mas clasico se pinto en su cara de epicureo bien afeitado. Isagani lc contcmpJaba con atencion: aquel sefior padecia la nostalgia dc la antiguedad. -Pero, volyiendo a csa Academia de Castellano, continuo el capitan Basilio, les aseguro a ustedcs qut.: no 10 han de rea1izar ... -Si, senor, de un dia :i otro espcramos cI permiso, contesta Isagani j el P. Irene, que usted habra vista arriba, y a quien regalamos una pareja de castaiios, nos 10 ha prometido. Va :i verse con el general. - j No importa! i el P. Sihyla sc orone!


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- i Que se oponga! Por eso viene para ... en Los Banos, ante el general. Y el 'estudiante Basilio hacia una mimica coo sus dos punos haciendolos chocar uno contra el otro. - i Entendido! observo riendo e1 capitan Basilio. Pero aunque ustedes consigan el permiso, ide clonde sacara.n fond os ... ? -Los tenemos, senor; cada estudiante contribuye con un real. -Pero, i y los profesores? -Los tenemos; la mitad filipinos y la mitad peninsulares. -Y ila casa? .-Makaraig, e1 nco Makaraig, cede una de las suyas ... El capitan Basilio tuvo que darse por vencido: aquellos jovenes 10 tenian todo dispuesto. -Por 10 demis, dijo encogiendose de hombros, no es mala del to 0, no es mala la idea, y ya que no se puede poseer e latin, que al menos se posea el castellano. Ahi tiene usted, tocayo, una prueba de como vamos para atras. En nuestro tiempo aprendlamos latin POt'que nuestros libros estaban en latin; ahora ustedes 10 aprenden un poco pero no tienen libros en latin; en cambio sus libros estan en castellano y no se ensefia este idioma: i (Etas parenturn pejor avis tuLit nos nequiores! como decia Horacio. Y dicho esto se alejo m3.jestuosamente como un emperador romano. Los dos jovenes se sonrieron. -Esos hombres del pasado, observo Isagani, para todo encuentran dificultades; se les propone una cosa yen vez de ver las ventajas solo se fijan en los inconvenientes. Quieren que todo venga Ii 0 y redondo como una bola de billar. -Con tu tio esta a su gusto, observo Basilio; hablan de sus antiguos tiempos ... Oye, a proposito i que dice tu tio de Paulita? Isagani se ruborizo. -Me echo un sermon sobre la e1eccion de esposa ... Le con teste que en Manila no habla otra como ella, hermosa, bien educada, huerfana... '


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-Riquisima, elegantc, graciosa, sin mas defectos que una tIa ridicula, anadio Basilio riendo. Isagani se rio a su vez. -A proposito de la tia, csabes que me ha encargado busque a su marido? -2 Dona Victorina? 2 Y tt:'t se 10 habras prometido para que te conserve la novia? -I Naturalmente! pero es el caso que el marido se esconde precisamente ... j cn casa de mi tio! Am bos sc eel-iaron a reir. Y he aqui, continuo Isagani, el por que mi tio, que es un hombre mu)' concienzudo, no ha querido entrar en la camara, tem~roso de que dona Victorina Ie prcgunte por don Tihurcio. j Figurate! Dona Victorina, cuando supo que yo era pasajero de proa, me miro con oierto desprecio ... En aquel instante bajaba Simoun y al vcr a los dos jovenes: - j Adios! d0n Basilio, dijo . aludando en tono protector, 2 se va d vacaciones? GEl senor es paisano de usted? Basilio presento a Isagani y dijo que no cran compoblano!>, pero que sus pueblos no distaban mucho. Isagani vivia a orillas del mar en la contracosta. Simoun examinaba a Isag'ani con tanta atencion, que molestado este se volvio y Ie miro cara a cara con un cierto aire provocador. - Y 2 que tal es la provincia? pregllnto Simolln volviendose a Basilio. -2 Como, no la conoce usted? -2 Como diablos la he de conocer si no he pucsto jamas los pies en ella? Me han dicho que es mu)' pobre y no com~ra alhajas. -No compramos alhajas porque no las nccesitamos, contesto secamente Isagani, picado en su orgu110 de provinciano. Una sonrisa se dibujo en los palidos labios de Simoun. -No se ofenda usted, joven, repuso, yo no tenia ning-una mala intencion; pero como me habian ascf?urado que casi todos los cuartos estaban en mano:;


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de clerigos indios, yo me dije: los frailes se mueren por un curato y los franciscanos se contentan con los mas pobres, que cuaf1do unos y otros los ceden a los cIerigos, es que alIi no se conocera jamas el perfil del rey. I Vaya, senores, venganse ustedes a tomar conmigo cerveza y brindaremos por la prosperidad de su provincia! Los j6venes dieron las gracias y se excusaron diciendo que no tomaban cerveza. -Hacen ustedes mal, repuso Simoun visiblemente contrariado; la cerveza es una cosa buena, y he oldo decir esta manana al P. Camorra que la falta de energia que se nota en este pals se debe a la mucha agua que beben sus habitantes . Isagani, que casi era tan alto como el joyero, se irgui6. -Pues digale usted al P. Camorra, se apresur6 a decir Basilio tocando con el codo disimuladamente a Isagani, digale usted que si el bebiese agua en vez de vino 6 de cerveza, acaso gamlsemos todos y no diese mucho que hablar... ' - Y digalc, anadi6 Isagani, sin hacer caso de los codazos de su amigo, que el agua es muy dulce y se deja beber, pero ahoga al vino y a la cerveza y mata al fuego; j que caJentada es vapor, que irritada es oceano y que una vez destruy6 a la humanidad e hizo temblar al mundo en sus cimientos! Simoun levant6 Ia cabeza, y aunque su mirada no se podia leer oculta por sus gafas azules, en el resto de su semblante se podia ver que estaba sorprendido. - j Bonita replica! dijo; pero temome que se guasee y me pregunte cuando se convertirci el agua en vapor y cuando en oceano. j El P. 路 Camorra es algo incredulo y muy zumb6n! -Cuando el fuego 10 caliente, cuando los pequenos dos que ahora se encuentran diseminados en sus abruptas cuencas, empujados por la fatalidad, se rellDan en el abismo que los hombres van cavando, contest6 Isagani. -No, senor Simoun, anadi6 Basilio tomando l.m


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tono de broma. Repitale usted mas bien estos n:rsos del mismo amigo Isagani: Agua somos, deds, vosotros fuego: Como 10 querfais j sea! j Vivamos en sosiego Y el incendio jamas luchar nos vea. Sino que unidos por b ciencia sabia De las calderas en ci sene ardiente, Sin coleras, sin rabia, Formemos c1 vapor, quinto clemen to, Progreso, vida, luz y movimiento! - j Utopia, utopia! contesto secamente Simoun; la maquina esta por encontrarse... en c1 entretanto tome mi cen路eza. Y sin despedirse dejo a los dos amigos. -Pero i que tienes tu hoy que estas bataHadorr pregunto Bas 路Iio. -Nada, no lose, pero esc hombre me da horror, miedo casi. -Te estaba tocando con el codo; i no sabcs que a esc Ie Haman el cardenal Moreno? - i Cardenal Moreno? - 0 Eminencia Negra, como quieras. - j No te entiendo! -Richelieu tenia un consultor capuchino a quien llam:lban Eminencia Gris; pues este 10 cs del general.. . -iDe yeras? -Como que 10 he oido de alguno ... que siempre habla de cl mal detnis, y Ie adula cuando Ie tiene delante. - i Visita tambien a capitan Tiago? -Desde el primer dfa de su llegada, y por cierto que un cierto Ie considera como rival... en la herencia ... Y creo que va a verse con cl general para la cUf'stion de la ensefianza del castellano. En aquc1 momento un criado vino para decir a Isagani que su tio Ie llamaba. En uno de los bancos de popa y confundido con


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los demas pasajeros se sentaba un c1erigo contemplando el paisaje que se desplegaba sucesivamente a su vista. Sus vecinos Ie hadan sitio, los hombres, cuando pasaban cerca, se descubrian y los jugadores no osab::m poner su mesa cerca de doude el estaba. Aqucl saccrdote hablaba poco, no fumaba ni adoptaba maneras arrogantes, no desdefiaba mezc1arse con los dem:)s hombres y devolvla el saludo con finura y gracia como si se sintiese muy hom'ado y mu)' reconocido. Era ya de bastante edad, los cabellos casi todos canos, pero su salud pareda aun robusta y, aunque sentado, tenIa ('1 tronco erguido y la cabeza recta, pero sin orgullo ni arrogancia. Diferenciabase del vulgo de c1erigos indios, pocos por demas, que por aquella epoca servian como coadjutores 6 administrab.an algunos curatos provisionalmente, en cierto aplomo y gTClvedad como quien ticne conciencia de la dignidad de su persona y de 10 sagrado de su cargo. Un ligeto examen de su exterior, si no ya sus cabellos blancos, manifestaba al in stante que perteneda a otra epoca, a ot1'a generacion, cuando los mejores jovencs no temlan exponer su dignidad haciendose sacerdotes, cuando los c1crigos miraban de ig"ual a igual a los frailes cualesquiera, y cuando 1a c1ase, aun no denigrada y envi1ecida, pedla hombres libres y no esc1avos, intc1igencias superiores y no '"0luntades sometidas. En su rostro triste y serio se lela 1a trangui1idad del alma forta1ecida por el estilo y la meditaci6n y acaso puesta a prueba por intimos sufrimientos morales. Ague! clerigo era el P. Florentino, el tio de Isagani, y su historia se reduce a mlly poco. Hijo de una riquisima y bien relacionada familia de Manila, de gallardo continente y felices disposiciones para brillar en el mundo, jamas habia sentido yo路 cacion sacerdotal; pero su madre, por ciertas promesas 0 vot05, Ie obligo a entrar en el seminario despues de no pocas lucbas y violentas discusiones. Ella tenIa grandes amistades con e1 arzobispo, era de una voluntad de hierro, e inexorable como toda mujer deyota que cree interpretar la vohllltad de Dios. En


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vano se opuso el joyen Florentino, en vano suplic6, en vano se excus6 con sus amores y pro\'oc6 escandalos, sacerdote tenIa que ser a los vcinticinco ailos, sacerdote fue: e l arzobispo Ie confiri6 las 6rdenes, la primera misa se celebro con mucha pompa, hubo tres dias de festfn y Ia madre muri6 contenta y satisfccha dejandoIe toda su fortuna. Pero en aquella lucha recibi6 Plorentino una herida de la que jamas se cur6: seman as antes de su primera misa, la mujer que mas habla amado se caso con un cualquiera, de desesperacion; aguel golpe fu~ el mis rudo que sintiera jam~i.s; perdi() su encrgra moral, In vida Ie fue pesada e insoportable. Si no la virtud y el respeto a su estado, aguel amor desgraciado Ie salvo de los abismos en que eaen los Cllras regularcs y seglares en Filipinas. Dedicosc a sus feligreses POI' deber, y por aficion a las ciencias naturales. • Cuando acontecieron los s cesos del setenta y do<" temio el P. Fl rentino que su urato, por los grand,'s beneficios que endia, lbmase In atencion sobre el, y pacifico antes que todo solicito su retiro, vivicncio desde entonceS como particular en los terrellO~ de su familia, situados a orillas del Pacifico. Alii adopt6 ,i un sobrino, a Isagani, segun los maliciosos hijo suyu con su antigua novia cuando elwiudo, hijo natural de una prima suya en Manila segun los mas serios y enterados. El capitan del vapor habia visto al c1crigo e instadole a que entrara en la camara y subiese sobre cubierta. Para decidirle habia afiadido: -Si usted no va los frailes creedn que no quiere reunirse con ellos. EI P. Florentino no tUYO mis remedio que aceptar y mando llamar a su sobrino para enterarle de 10 que sucedia y recomendarle no se acercase a Ia camara mientras estuviese alli. -Si te ve el capitan, te va a invitar y abusariamos de su bondad . - j Cosas de mi tio! pensaba Isagani; todo es para que no teng-a motivos de hablar con dona Yictorinn.


tIl . LEYENDAS

Ieh weiss oiehl was soil cs bedeuten Dass iell so traurig bioi

Cuando el P. Florentino salud6 a la pequena sociedad ya no reil1aba el mal humor de las pasadas discusiones. Quizas influyeran en los - animos las alegres casas del pu\!blo de Pasig, las copitas de Jerez que habian tornado para prepararse <'> acaso la perspectiva de un buel almuerzo; sea una cosa 11 otra el caso es que reian y b11omeaban, incluso el franciscano fiaco, aunque sin hacer mucho ruido: sus risas paredan muecas de 路 moribundo. - j Malos tiempos, malos tiempos! deda riendo e1 P. Sibyla. - j Vamos, no diga usted eso, Vicerrector! contestaba el can<'>oigo Irene empujando la silla en que aquel se sentaba; en Hong Kong hacen ustedes negocio redondo y construyen cada tinea que ... j ya ya! - j Tate, tate! contestaba: ustedes no v.en nuestros gastos, y los inquilinos de nuestras haciendas empiezan a discutir. .. - j Ea, basta de quejas, punales, porque sino me pondre a llorar! grit<'> alegremente el P. Camorra. Nosotros no nos quejamos y no tenemos ni haciendas, ni bancos. Y sepan que mis jndios empiezan a regatear los derechos y me andan con tarifas. j Miren que citarme a ml tarifas ahora, y nada menos que del arzobispo don Basilio Sancho, punales! como si de entonces ad no hubiesen subido los precios de los artlculos. j Ja, ja, ja! 2 POl' que un bautizo ha de ser


lUZA1.

menos que una gallina? Pero yo me hago el suceo, cobro 10 que pucdo y no me quejo nuncu. Nosolros no somos codiciosos, cverda usted, P. S::dvl? En aquel momenta aparecio por In cscotilla la ca¡ beza de Simoun. -Pero cd6nde se ha metido usted? Ie grito dOll Custodio, que se habia olvidado ya por completo del disgusto; j se perdio usted 10 mas bonito del viaje! - j Psh! eontcsto SimOlll1 aeabaJ1llu de subir; hl~ visto ya tantos rios y tantos paisajcs que solo me intcresan los que recuerdan lcyendas ... -Pues leyendas algunas tiene cl Pasig, contesto cl capitan que no Ie gustaba que Ie dcspr<!ciasen el rio por donde na\-egaba y ganaba ~u vida; ticnc ustcd h de M alapad-na-bato raca sagrada antes de la lleg-ada de los espatioles como habitacion de los cspiritus; despues, de trulda la supersticion y profanada la roca, convirtlose en nido de tulisanes, dcsde Cll)'H cima apresaban facilmente a as pobres bankas que ten ian ala vez qlle luchar contJra la cOl-rientc y contra los hombres. Mas tarde, en nuestros ticmpos, ~l pesar del hombre que ha puesto en ella la mano, menciona tal 0 cual historia de banka volcada y si yo, al doblarla, no anduviese con mis seis sentidos, me estreUarJa con tra sus costados. Tienc ustcd otm Ic),C'nda, In de la cueva de dona Jeronima, que cl P. Florentino sc 1:1 podd a listed con tar. .. • - j Todo cl mundo la sabel obscrvo cl r. Sibyla QCSc1e:1csu. Pero ni Simoun, ni Ben-Za) b, ni el P. I rene, Ili c1 P. Carnorra la sablan y pidieron el cuento unos por guas~ y otros par verdadera curiosidad. E1 c\crigo, adoptando el mismo tono guason con que algunos sc 10 pedlan, como un ayo cuenta un Cllcnto a los ninos, dijo : -Pues erase un estudiante que habia dado palabra de casam iento :i una joven de su palS, Y de la que al parecer no se voh'i6 a acordar. Ella, fiel, Ie estuvD esperando anos y anos j paso su juvcntud, se hizo jamona y un dla tUYO noticia de que su antiguo novio era arzobispo de l'vlan:la. Disfrazose de hombre, se J


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vino por el Cabo y se pres en to a su Ilustdsima rec1amandole la promesa. Lo que pedia era imposible y el arzobispo man do entonces construir la cueva que ustedes habnin visto tapiada y adorn ada a su entrada por cncajes de enredaderas. AlH vivio y muri6 y alH fue enterrada, y cuenta la tradicion que dona Jer6nirna era tan gruesa que para entrar tenia que perfilarse. Su fama de encantada le vino de su costumbre de arrojar al do la vajilla de plata de que se servia en los opiparos banquetes a que acudian muchos senores. Una red estaba tendida debajo del agua y recibia las piezas qu~ asi se lavaban. No hace aun veinte arios el rio pasaba casi besando la entrada misma de la cueva, pero poco a poco se va retirando de ella como se va olvidando su memoria entre los indios. - j Bonita leyenda! dijo Ben-Zayb, yoy a escribir un articulo. j Es sentimental! Dona Victorina pensaba habitar otra cueva c iba a decirlo cuando Simoun Ie quito la palabra: • -Pero cque opina usted de ello, P. Salvi? pregunto al franciscano que ~staba absorto en alguna meditaci6n; cno Ie pare~e a usted que su Ilustdsima, en vez de darle una cueva, debia haberla puesto en un beaterio, en santa Clara, por ejemplo? Movimiento de ascmbro en el P . Sibyla, quien vi6 al P. Salvi estremecerse y mirar de reojo hacia Simoun. -Porque no es nada galante, continuo _Simoun con la mayor naturalidad, dar una pena por morada a la que burlamos en sus esperanzas; llO es nada religioso exponerla asi a las tentaciones, en una cueva, a orillas de un rio; huele algo a ninfas y a ddadas. Habria sido mas galante, mas piadoso, mas romantico, mas en conformidad con los usos de este pais encerrarla en santa Clara como una nueva Heloisa, para visitarla y confortarla de cuando en cuando. cQue dice listed? -Yo no puedo ni debo juzgar la conducta de los arzobispos, contesto el franciscano de mala gana. -Pero usted que es el gobernador ec1esiastico, el


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que esta en lugar de nuestro arzobispo, ~ que haria usted si tal caso Ie aconteciese? El P. Salvi se encogio de hom bros, y afiadi6 'on calma: -No vale la pena pensar en 10 que 110 puede suceder ... Pero puesto que se habla de lcyendas, no 51.! olviden ustedes de la mas bella por ser la mas verdadera, la del milagro de San Nicolas, las ruinas d(~ cuyo templo habran ustedes visto. Se la voy a con tar al sefior Simoun que no debe sabcrb. Parece que antes, el rio como ellag-o, estaban infestados de caimanes, tan enormes y vOeaces, que atacaban a las bankas y las hacfan zozobrar de un coieta70. Cuentan nuestras cronicas que un dia un chino infiel, que hasta entonces 0 hab!a querido convertirse, pasaba por delante de 111, iglesia, cuando de repente cl demonio sc Ie presento n forma de caiman, Ie voko 1a banka para devorarl~ y llevarle al nfierno. Inspirado por Dios, el chino l~voco en el m mento a San Nicohis y al instante el caIman se com'irtio en piedra. Los antiguos refieren que en ~u ticrnpo se podia reconocer muy bien al monstruo en los tro2'os de roc a que de (路1 quedaron; por m! puedo asegurar que todavia dislingUI clararnente la cabeza y a juzgar par ella ci monstruo debio haber sido enorme. - j Maravillosa, maravillosa leyenda! exclamo BenZayb, y se presta para un articulo. La dcscripcion del monstruo, el terror del chino, las aguas del rio, los cafiaverales ... Y se presta para un estudio de rcligiones comparadas. POl'que mire usted, un chino inficl invocar en medio del mayor peligro precisamentc ~'t. un santo que solo dcbia conocer de oidas y en quicn no crda ... Aqui no reza el refran de m,is 'pale 10 malu canacida que la buena par canacer. Yo, si me encontrase en la China y me \'iese cn semejante apuro, primere invocaba al santo mas desconocido del calcndario que a Confucio 0 a Budha. Si esto es superioridau manifiesta del catolicismo 0 inconsistencia ilogica e inconsecllente de los cerebros de raza amarilla, el estudio profundo de la antropologia 10 podnl. solamenle dilucidar.


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Y Bcn-Zayb habia adoptado el tone de un catedratico y con el indice trazaba circulos en cl aire adminindose dc su imaginaci6n, que sabia sacar de las cosas mas insignificalltes tantas alusiones y consecuencias. Y como viera a Simoun preocupado y creyese que meditaba sobre 10 que acababa de decir, Ie pregunto en que estaba pensando. -En dos cosas muy importantes, respondi6 Simoun, dos pregunt<ls que puede listed afiadir a su articulo. Primera ~ que habra sido del diablo al verse de repente encerrado dentro de una piedra? ~ se escap6? ~ se qued6 alli? ~ qued6se aplastado? y segunda, ~ si los animaIes petrificados que he visto yo en varios museos de Europa no habr.an sido victimas de algun santo antediluviano? El tone can que hablaba el joyero era tan serio, y apoyaba su irente contra Ia punta del dedo indice como en scfia~ de gran cav>ilaci6n, que eI P. Camorra contest6 muy serio: - j Quien sab'e, quien sabel - y pues gu de leyendas se trata, y entramos ahora en cllago, repuso el P. Sibyla, e1 capitan debe conocer muchas ... En aquel momenta el vapor entraba en la barra y el panorama que se extendia ante sus ojos era verdaderamente magnifico. Todos se sintieron impresionados. De1ante se extendia el hermoso lago rodeado de' verdes orilhs y montafias aZllIes como un espejo colosal can marco de esmeraldas y zafiros para mirarse en su luna el cielo. A Ia derecha se extendfa la orilla baja, formando .senos con graciosas curvas, y alIa a 10 lejos, medio borrado, el gancho del Sugay: delante y en el fonda se levanta el Makiling majestuoso, imponente, coronado de ligeras nubes y a la izquierda la isla de Talim, eI Susong-daIaga, con las m6rbidas ondulaciones que Ie han valido su nombre. Una brisa fresca rizaba dulcemente la extensa s\lperficie. -A prop6sito, capitan, dijo Ben-Zayb volviendose; ~ sabe usted en que parte del lago fue muerto l.Hl tal Guevara, Navarra 6 Ibarra? ~.-TOMO


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Todos miraron al capitan menos Simoun que \'01vio la cabeza a otra parte como para buscar algo cn la orilla. - j Ay, sl! dijo dona Victorina, ~ donde, capitan? ~ habra dejado huellas en el agua? El buen senor guifio varias veces, prucba de que estaba muy contrariado, pero vicndo la suplica en los ojos de todos, se adelanto algunos pasos 11. proa )' escudrifio la orilla. -l\liren ustedes a11a, dijo en voz apenas perceptible despues de asegurarse de que no habia personas extrafias; segun el cabo que organizo ]a persecucioll, Ibarra, al verse cercado, se arrojo de la banka alii cerca del Kina butasan y, nadando y nadando ent re aos aguas, atra\'eso toda csa distancia de mas de dos millas, saludado pOl' las balas cacla \"(:z qlle saC':lba la cabeza para. rcspirar. l\Lh; alhi rUl' dondf' perdit'ron su traza y un poco mas Icjos, cerca de In orilla, dcscubrieron algo como color de sangre... Y j prccisamente! hoy hac trece ailos, d1a por dia, qU(' csto ha sucedido. -~ De manera que su cadaver?... prcgun to BCllZayb. -Se "ino a reupir con el de SlI padre, contcst6 cl P. Sihyla; ~ no era tambien otro filibustero, P. Sal"l? -Esos si que son entierros baratos, P. Camorra ~ eh? dijo BeL-Zayb. -Siemprc he dicho yo que son filibusteros los que no pagan enticrros pomposos, contcstcS el aludido riendo con la mayor alegria. -Pero ~ que Ie pas a a usted, seilor Simoun? prcguntO Ben-Z;:tyb viendo al joyero, inmovil y mcditabundo. 2Esta usted mareado? j usted, viajero! ~y en una gota de agua como esta .. . ? -Es que Ie dire a usted, contest6 cI capitan que habla conc1uldo por profesar carino ~l todos aquellos sitios; no lIame usted cl esto gota de agua: <.'s mas grande que cualquier lago de Suiza y que todos los de' Espana juntos; marinos viejos he visto yo que se maf(~aron aqul.


IV

CABESANG TALES

Los que han leido la primera parte de esta historia, se acordaran tal vez de un viejo lei'iador que vivia aHa en el fondo de un bosque. Tandang Selo vive tQdavia y aunque sus cabellos. se han vuelto todos canos, conserva no obstante Stl buena salud. Va no va a cazar ni a cortar arboles; como ha mejorado de fortuna solo se dedica a hacer escobas. Sll hijo Tales (abreviaeion de Telesforo), primero habia trabajado como apareero en los terrenos de un capitalista, pero mas tarde, dueiio ya de dos karabaos y de alguros centenares de pesos, quiso trabajar pOl' su cuenta ayudado de su padre, su mujer y sus tres hijos. Talaron, pues, y limpiaron unos espesos bosques que se encontraban en los confines del pueblo y que creian no pertenecian a nadie. Durante los trabajos de roturaeion y saneamiento, toda la familia, uno tras otro, enfermo de calenturas, sucumbiendo de marasmo la madre y la hija mayor, la Lucia, en 1a flor de la edad. AqueJ!o que era cons~cuencia natural del suelo _removido, fecundo en organism os varios, 10 atribuyeron a la venganza del espiritu del bosque, y se resignaron y prosiguieron sus trabajos creyendole ya aplacado. Cuando iban a recoger los frutos de la primera cosech;:'-, una corporacion religiosa que tenia terrenos en el pueblo vecino, reclamo la propiedad de aquellos campos, alegando que se encontraban dentro de sus Ullderos) '1 para proQarlo trato de p.1antG\f en el mis~


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mo momento sus jalones. EI administrador de los re1igiosos, sin embargo, Ie dejaba por humanidad el usufructo de los campos siempre que Ie pagase anuaImcnte una pequeiia canlidad, Ull1. bicoc::t, yeintc 0 tt"einta pesos. Tales, pacifico como el que mas, enemigo de plcitos como muchos, y sumiso ,\. los hailcs como pocos, por no romper nn palyoh contra un ha7ClQ)) como t'! deda (para el los frailes cran vasijas de hierro y el de barro), tU\'O Ia debilidad de ceder ,\. semcjantc prctension, pensando en que no sabia cl castellano), nu tenia con que para pagar abogados. Por 10 dem,is Tandang Sel0 If' deda: - j Paciencia! mas has dc gastar en un ano pleiteando quc si pagas en dic.Z 10 que e~~igen los Padrcs blancos. j Hmh! Acaso te 10 paguen e110s en misas. Haz como s' esos treint~ pesos los hubieses perdido en el juego, 6 sc hubiesen cal 0 en cl agu3 1rag,lndolos el caiman. La cosecha f q buena, se yqndi6 bien, y Tales penso en construirse una casa de tabla en cl barrio de Sagpang del pueblo de Tianl, "crino de San Dicg-o. Paso otro aiio, vino oim cosec ha buena y por cste y aquel motivo, los [railes Ie subic1'On el canon ~l cincuenta pesos que Tales pag6 para no rcfiir y porque contaba vender bien su azllcar. - j Paciencia! Haz cuenta como si (>1 raiman hubiese crecido, deda consoHndol(> el yiejo Selo. Aquel ano pudieron al fin realizar su ensueiio: vivir en poblado, en su casa ele tabla, en el barrio de Sagpang y e1 padre y el abuelo pen sa ron en dar alguna educacion a los dos hermanos, sobre todo a la nina, a Juliana 6 Juli como la Ihmaban, que prometia ser agraciada y bonita. Cn mue-hacho, amig-o de la casa, Basilio, estudiaba ya entonces en Manila )' aquel joven era de tan humilde cuna como ellos. Pero este sueno parecia destinado a no realizarse. El primer cuidado que t11\'O la sociedad al ver a la familia prosperar peco a poco, fue nombrar cabeza de barangay a1 miembro que en ella mas trabajaba; Tano, el hijo mayor, s610 contaba catorce anos. Se


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llam6 pues Cabesang Tales, tuvo que mandarse hacer chaqueta, comprarse un sombrero de fieltro y prepararse a hacer gastos. Para no renir con el cura ni con e1 gobierno abonaba de su bolsillo las bajas del padr6n, pagaba por los idos y los muertos, perdia muchas horas en las c~branzas y en los viaje!? a la cabecera. - j Paciencia! Haz cuenta como si los parientes del caiman hubiesen acudido, decia Tandang Selo sonriendo placidamente. - j El ano que viene te vestiras de cola e iras a Manila para estudiar como las senoritas del pueblo! decia Cabesang Tales a su hija siempre que la oia hablar de los progresos de Basilio. Pero el ano que viene no venia y en su lugar habia otro aumento de canon; Cabesang Tales se ponia serio y se rascaba la cabeza. El puchero de barro cedia 路su arroz al caldero. Cuando cl c3fon ascendi6 a doscientos pesos, Cabesang Tales nq se content6 <Fon rascarse la cabeza ni suspirar: protest6 y murmur6. El fraile administrador di jole entonces que si no los pDdia pagar, otro se encargarla de beneficiar aquellos terrenos. Muchos que la codiciaban se ofrecian. Cabesang Tales crey6 que el fraile se chanceaba, pero e1 fraile hablaba en serio y sei1alaba a uno de sus criados para tomar posesi6n del terreno. El pobre hombre palideci6, sus Didos Ie zumbaron, una nube roja se interpuso delante de sus ojos y en ella vi6 a su mujer y a su hija, paIidas, demacradas, agonizando, j vlctimas de fiebrcs intermitentes! Y luego vela el bosque espeso, convertido en campo, vela arroyos de sudor regando los surcos, se veia a11f, a Sl mismo, pobre Tales, arando en medio del sol, destrozandose los pies contra las piedras y ralces, mientras aquel lege se paseaba en su coche, y aquel que 10 iba a hereda.r segula como un esclavo detd.s de su senor. I Ah, no! I mil veces no! que se hundan antes aquellos campos en las profundidades de la tierra y que se sepulten ell os todos. ~ Quien era aquel extranjero para tener derecho sobre sus tierras? ~ I-Iabia


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traido al venir de su pais un punado solo de aquel polvo? ~ Se habia doblado uno solo de sus dedos para arran car una sola de las rakes que los surcaban? Exasperado ante las amenazas del fraile, que prctendia hacer prevalecer su autoridad a toda cosh dt:lante de los otros inquilinos, Cabesang Talcs se rebelo, se nego a pagar un solo cuarto y teniendo siempre delante la nube roja, dijo que solo cedcria sus campos al que primero los regase con la sangrc de sus venas. El viejo Selo, al ver el rostro de su hijo, no SI.! atrevio a mencionar su caiman pero intcnto calmarle hahlandole de vasijas de barro, recordandolc que en los pleitos el que gana se queda sin camisa. - j En polvo nos hemos de cOt1vcrtir, padre, y sin camisa he~os nacidol contest<>. Y se neg6 resueltament~ a pagar ni a ceder un palmo siquiera de su~ tierras si antes no probaban los frailes la I gitimidad de us pretcnsiones con la exhibicion de documento uulquiera. Y como los frailes no la teoian, hubo pleito, y Cabesang- Tales 10 acepto creyendo que, si no todos, algunos a1 menos amaban la justicia y respetaban las leycs. -Sirvo y he estado sirviendo much os alios al ref con mi dinero y mis fatigas, dccia a los quc Ie dc.5alentaban; yo Ie pido ahora que me haga justicia y tiene que hacermela. Y arrastrado por una fatalidad, y cual si jug-ase en el pIe ito todo su porvenir y el de sus hijos, fui.! gastando sus economias en pagar abogados, cscribanos y procUl-adores, sin con tar con los oliciales y escribientes que explotaban su ignorancia y su situaci6n. Iba y venia a la cabecera, pasaba dias sin comer y noches sin dormir, y su conversacion era toda cscritos, presentaciones, apelaciones, etc. \ ' i6se entonc(!s una lucha como jamas se ha visto bajo <;1 cicIo de Filipinas: la de un pobre indio, ignorante y sin amigos, fiado en su derecho y en la bondad de su causa, combatiendo contra una podcrosisima corpUI-acivn ante la cual 1a justicia dob1aba e1 cueno, los juc('e., dejaban caer la balanza y rend Ian la espada. Comoa-

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tfa tenazmente como la hormiga que muerde sabiendo que va a ser aplastada, como la mosca que ve el espacio al traves de un crista!' I Ah! la vasija de barro dcsafiando a los calderos y rompiendose en mil pedazos tenIa algo de imponente: tenIa 10 sublime de la desesperacion. Los dlas que Ie dejaban libres los viaje!'>, los empleaba en recorrer sus campos armado de una escopeta, diciendo que los tulisanes merodeaban y nccesitaba defenderse para no caer en sus manos y perder el pleito. Y como si tratase de afinar su punteda, tiraba sobre las aves y las frutas, tiraba sobre las mariposas con tanto tino que el lego administrador ya no se atrevio ir a Sagpang sin acompafiamiento de guardias civiles, y el paniaguado, que diviso de lejos la imponente estatura de Cabesang- Tales recorriendo sus campos ' como un centinela sobre las murallas, renuncio Ileno de miedo a arrebatarle su propiedad. Pero los juec s de paz y. los de la cabecera no se atrevlan a dade la razon, temiendo la cesantfa, escarmentados en la cabeza de uno que fue inmediatamente depuesto. Y no eran malos pOl' cierto aquellos jueces, eran hombres concienzudos, morales, buenos ciudadanos; excelentes padres de familia, buenos hijos .. _, y sabfan considerar la situacion del pobre Tales mejor de 10 que el mismo Tales podia. Muchos de ell os conodan los ÂŁundamentos cientfficos e historicos de la propiedad, sabfan que los frailes, por sus estatutos, no podIan tener propiedades, pero tam bien sablan que venir de muy lejos, atraYesar los mares con un destino ganado a duras penas, correr a desempefiarlo con la mejor intencion y perderlo porque a un indio se Ie antoje que la justicia se ha de hacer en la tierra como en el cielo, I vamos, que tambien es ocurrencia! Ellos ten ian sus familias y con mas necesidades seguramente que la familia de aquel indio: el uno tenia una madre que pensionar y ~ que cosa hay mas sagrada que alimentar a una madre? el otro tenia hermanas todas casaderas, el de mas alIa numerosos hijos pequefiitos que esperan el pan como pajaritos en el nido y se moridan de seguro el dia en que

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su destino Ie faItase; y el que menos, el que menos, tenia aUa lejos, muy Iejos, un::t mujer que si no reci. be Ia pensi6n mensual puede verse en apums.,. Y todos aquellos jucces, hombre:; de conricnci'l los mll.'" y de la mas sana moralidad crcian haecr todo 10 que podian aconsejando b transaccic-I1, que Cabcsang Tales pagase el canon exigido. Pero Tales, como todas las eoneieneias seneillas, una vcz que vcia 10 jus. to, a eUo iba dereeho . PecHa prllcbas, doeumentos, papeIes, tltulos, y los frailes no tenbn ningllno y 5610 se fundaban en las complaceneias pasad~s, Pero Cabesang Tales rep1ieaba: -Si yo todos los dias doy 1imosna :\ un pobre pOl evitar que me moleste iquicn me obligar:\ il mi de..,路 pues que Ie siga dando 5i abusa de mi bondad? Y de al11 nadia Ie podia sa ar y no h'lbla amcnnza eapaces de intimidarie. En 'ano cl f;obrrnador 1\l, hizo un viaje expresamente para hablarle y meted" miedo; el a to 0 respondla: I -Podeis haeer 10 que quedis, senor g-obern::tdor, yo soy un ignorfinte )- tiO teng-o fuerz:l", Pero he cuItivado esos campos, n,j mujcr y mi hija han mlwrio ayudandome a limpiarlos y no los he de ('cder sinn ;i aquel que pueda haecr pOl' ellos mas de lo que he hreho yo , Que los riegue primCl'o con Sll san~re y qlj(~ entierre en eUos a su csposn Y {I <:u hijn. Resu1ta de esta tcrquec1nd los hom'ados jucecs claban la raz6n a los frailes y todos sc ]c reian c1iciendo que con la raz6n no se ganan los pkitos. PeTo apelnba, cargaba Sll cseopcta y recorrl1. pausndamentc 10 linderos. En estc intervalo su \ i(h par (1<1 un delirio. Su hijo Tano, un mozo alto como Sll padre y bueno como su hermana, cay6 quinto; {J le dej,) partir en vez de eomprarle un sustituto. -Tengo que pagar abogados, dccia a su hija que 1I0raba; si gano e1 pJcito yn sabre h~.cer1e \'olver y si 10 pierdo no tengo neeesidad de hijos. E1 hijo parti6 y nada 1m1s sc supo sino que Ie raparon e1 pelo y que dormia debajo de una earrf'ta. Sei~ meses despues se dijo que Ie hablan yjsto em1Jar(':::do


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para las Carolinas; otros creyeron haberle visto con el uniforme de la guardia civil. - j Guardia civil Tana! j 'Susmariosep! exclamaban unos y otros juntando las manos: j Tana tan bueno y tan honrado! i Requimiternam! El abuc10 estuvo muchos dias sin dirigir la palabra a I padre, Jull eay6 enferma, pero Cabesang Tales no derramo una sola l<i-grima; durante dos dias no sali6 de casa como si temiese las miradas de rep roche de todo el barrio, temia que Ie llamasen verdugo de su hijo. Al tercer dia, sin embargo, volvi6 a salir con su eseopeta. Atribuycronle propositos asesinos y hubo bien intencionado que susurro haberle oido amenazar con enterrar allego en los surcos de sus campos; el fraile entonees II" cobro yerdadero miedo. A consecuencia de esto, bajo un decreto del capitan goeneral prohibiendo a todos c1 uso de las armas de fuego y mandandolas recoger. Cabcsang Tales tuvo que entregar su escopeta, pero armado de un brgo bolo prosiguio sus rondas. -c: Que vas a hacer con ese bolo si los tulisanes tienen armas de fuego? Ie decia c1 viejo Selo. -Necesito yigilar mis sembracios, respondla; c~da C::lfl~ de azucur que alli crece es un hueso dc mi esposa. Le recogieron el bolo por encontrarlo demasiado largo. EI entonces cogi6 la yieja hacha de su padre y con ella al hombro proseguia sus tetricos pnseos. Cada vez que salla de casa, Tandang Selo y Jult temblaban por su vida. Esta se levantaba de su telar, se iba a la ventana, oraba, hacia promesas a los santos, rezaba novenas. EI abuelo no sabia a veces como terminar el aro de una escoba y hablaba de volver al bosque. La vida en aquella casa se hacia imposiblc. Al fin sucedio 10 que temian. Como los terrenos estaban lejos de poblado, Cabesang Tales, a pesar de su hacha, cay6 en manos de los tulisanes, que tenian revolvers y fusiles. Los tulisanes Ie dijeron que, pues que tenia dinero para dar a los jueces y a los abogados, debe tenerlo tambien para los abandonados y


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perseguidos. POI' 10 cllal Ie exigieron qUlnlCnto" pesos de rescate por medio de un campesino asegurando que si algo Ie pasaba al mensajcro, c1 pri~ioncro 10 pag-aria con su vida. Daban dos dias dt; tregua. La noticia sumi6 a la pobrc familia en el mayor It:rror y mas al111 cuando se supo que la guurdiLl civil iba a salir en persecuci6n de los bandidos. Si lIegab.l a haber un encuentro, el primer ~acrifjcado ~erla cl prisionero, eso 10 sabian todos. EI viejo se quedo sill movimiento y la hija, paIida y aterrada, intcnto var ias veces hablar y no pudo. Pero un pensamiento mas terrible, una idea m :ls cruel les saco de su estupor. El campesino en viado de los tulisancs dijo que probablemente la banda tendria que alejarse, y si tardaban mucho en entrega rle el rescate, pasarian los dos dias y abesang Tales seria deg路ollado. Esto volvi6 locos a aquellos dos seres, ambos debiles, ambos Impotentes. Tal1dang Sclo se levantaba, se sentaba, bajaba las escalcras, s ubia, no Sabia .i don de acudir. Jull acudla a SLlS imagcnes , contaba y recontaba e1 d ;nero, y los doscicntos pesos no se aumentaban, 00 querian multiplicarse; de pronto sc vestla, reunia todas sus alhajas, pecHa consejos al abuelo, iria aver al gobernadorcillo, al jucz, a l escribieote, al teniente de la g'uardia civil. EI vicj l) a todo decia si, y cuando ella decia 00, no dccia tam bien. ,\1 fin vinieron algunas vecinas entre parienles y amigas, uoas mas pobres que otras, a eual mas seneillas y aspaveoteras . La mas lista de todas era Hermana Ball, un'! gran panguinguera que habia csl:ado en Manilll. para hacer ejercicios en el beaterio de la Compania. Jult venderfa todas sus alhajas menos un relicario de brillantes y esmeraldas que Ie habia regalado Basilio. Aquel relicario tenia su historia: 10 habia dado una monja, la hija de capitan Tiago, a un lazarino; Basilio, habicndole asistido a cste en su enfermedad, 10 recibi6 como un regalo . Ella no podia venderlo sin ayisarselo antes. Se yendieron corriendo las peinctas, los aretes y c1 rosario de Jul! a la vecina mas rica, y se aiiadieron


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einCllenta pesos; faltaban aun doscientos cincuenta. Se empeliaria el re1icario, pero Jult sacudio la cabeza. Ilna vecina propuso vender la casa y Tandang Sela aprob6 b ;dea muy cont...nto COil voh'er al bosque a cortr,i" otra yez lena como en los antiguos tiempos, pero Hma. llalt observo que aquello no podia ser por no estar el dueno presente. - La muj~r del juez me vendio una \'ez su tapis por un peso, y e1 marido dijo que aquella venta no servia porque no tenia su consentm"liento. j Aba! me S?CO cI tapis y ella no me ha devuelto el peso hasta ahora, pero yo no la pago en el panguingui, cuando gana, j aba! AS1 Ie he podido cobrar doce cuartos, y por ella solamente voy a jug·ar. Yo no puedo sufrir que no me paguen una deuda, j aba! Una vecina iba a preguntarle a Hma. BaH por que entonces no Ie pagaba un piquillo, pero 1a lista panguinguera 10 olio, y afiadio inmediatamente: - i Sabes, J u11, 10 que se puede hacer? pedir prestado doscientos <;incuenta pesos sobre la casa, pagaderos cuando el pleito se gane. Esta rue la mejor opinion y decidieron ponerla en pnictica aquei misl110 db. Hma BaH se presto a Qcon~pai1aria y ambos recorrieron las casas de los ricos de Tianl pero nadie aceptaba la condicion; el pleito, declan, estaba perdido y favorecer a un enemigo de frailes era exponerse a sus venganzas. Al fin un::t vieja deyota se compadecio de su suerte; presto la cantidad J. condici6n de que J ulJ se quedase con ella a servir hasta tanto que no se pagase la deuda. Per 10 dcm1s JuH no tenia mucho que hacer; coser, rezar, aeompanarla a misa, y ayunar de cuando en cuando por ella. La joven acepto con higrimas efl los ojos, recibio e1 dinero prometieildo entrar al dh siguiente, dia de la Pascua, a su scrvicio. Cuand0 c1 abuelo supo aquella especie de venta pusose a 110rar como un chiquillo. i Como? aquella nieta suya que el no dejaba ir al sol para que su cutis 1;0 se €juemase, Jult la de los dedos finos y talones de color de rosa, i como? aque11a joven, la mas hermosa del barrio y quizas del pueblo, delante de cuyas


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yentanas muchos vanamente han pas:1do la noche tocando y cantando, ~ como? su unica nieta, su unica hija, la unica alegria de sus cansados ojos, aquclb que el sonaba vestida de cola, hablando c1 espaiiol y dando,,-e aire con un abanico pintado como las hijas de los ricos, aquella entrar a selTir de eriuda para que la riiian y la reprendan, para echar ,\ perder sus dedos, para que duerma en cualquiera parte y se levante de cualquiera manera? Y el abuelo lloraba, hablaba de ahorcarse y dejarsc morir de hambre. -Si tll te vas, decla, yueh'o al bosque y no pongo los pies en el pueblo. Jull Ie calmaba diciendo que era men ester qu Sli padre volviese, que ganarlan cl pleito y pronto la podrian resca,tar de la servidumbre. La noche rue triste: ningul10 de los dos pudo prubar un bocado y el viejo se obstino en no acostarsc pasando toda 1 noche sentad en un rincon, silcncioso, sin decir u~a palabra, sin moverse siquiera. Jull por su parte quiso dormir, pero por mucho tiempo no pudo pegar los ojos. Algo mas tranquiJa ya sobre la suerte de su padre, ella pen saba en si misma y 110raba y lloraba ahogandGo. sus sollozos para que el viejo no los oyese. Al dia siguiente serb una criada, )' era precisamente cuando Basilio solia llegar de Manila a traer regalitos ... En adelante tenia que renunciar a aquel amor; Basilio, que pronto sed mc-dico, no deGe casarse con una pobre... Y ella Ie vcia cn su imaginaci6n dirigirse a la iglcsia en compania de la mas hermosa y rica muchacha del pueblo, bien vestidos, felices y sonriendo ambos, y mientras que ella, Juli, seguia detds de su ama, llevando novenas, bu:, t s y la escupidcra. Yaqui la joven scntia un inmenso nudo cn la garganta, una presion en el corazon y pedia a la Virgen la dejase antes morir. -Pero, al menos, decla su concicncia, 61 sabr6. que he preferido cmpeilarmc a empefiar el relic3rio que el me ha regalado. Este pensamiento Ia consolaba en alga y sc hacia vanas ilusiones. c: Quien sabe? puede suceder un mi-


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lagro: encontrarse ella doscientos cincuenta pesos debajo de la imagen de la Virgen; habla leldo tanto!) milagros parecidos. El sol podia no salir y no venir el manana y ganarse entretanto el pleito. Podia volver su padre, Basilio presentarse; ella encontraria un talego de oro en la huerta, los tulisanes Ie enviarian el talego, el cura, el P. Camorra, que siempre la embromaba, pf>dia venir con los tulisanes .. . sus ideas fueron cada vez mas confusas y mas desordenadas hasta que por fin, rendida por la fatiga y el dolor, se durmi6 sonando en su infancia en el fondo del bosque: ella se banaba en el torrente en compania de sus dos hermanos, habla pececillos de todos colo res que se dejaban coger como bobos y ella se impacientaba porque no encontraba gusto en coger unos pececillos tan tontos. Basilio estaba dentro del agua, pero Basilio, sin saber ella el por que, tenia la cara de .su hermano Tano. Su nueva ama les observaba desde la orilla.


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v LA NOCHEBUENA DE UN COCHERO

Basilio llego a San Di go en et momento en que 1a procesion de la Nochcbuena recorda las calles. Se habia retrasado en su camino pcrdiendo l1lucLas horas porquc, c1 cochero, que habh olvidado su ddula. fue detenido por la guardia ei,路il, sacudido Lon algunos culatazo y Ilevado despucs al cllartd del comandante. Ahora 1a car ornata se detehb otm vez para dejar pasar 1:1 procesioll, y e1 cor hero ao:>Ie:ldo se dcsclIbria reverentemente )' rezaba un padrcllllC'stro antI; Ia primera imagen cn aodas que Yt:nla y que pareda ser un gran santo. Reprcsentaba un ancial1() de I:t rguisima barba, sentado al borde de una fosa, debajo de un arbol 11eno de toda clasc de pajaros disccauos; un lwlan can una oIla, un almirez y un lwllh!t par:> triturar el buyo cran sus unicos muebles, como para indicar que el yiejo vivia al borde mismo del sepulcro y alli cocinaba. Aquc1 era !\fatllsalern en la konograHa religiosa de Filipinas: s u col ega y quizas contemponineo se llama en Europa No;.;1 y era mas risueno y mas alegre. -En tiempo de los santos, pcnsaba el cochero, de seguro que no habla guardias civiles, porque con los culatazos no se puede vivir mucho. Despues del gran anciano, venlan los tres Reyes Magos en caballitos que se encabritaban, partieularmente el del rey negro Melchor, que parecla iba [1 atropellar a los de sus companeros. -No, no debla haber guardias civiles. concluia cl


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cochero, envidiando en su interior tan fe1ices tiempos ; porque sino ese negro que se permite tales juegos al lado de esos dos espafioles (Gaspar y Baltasar), ya habria ido a la carcel. Y como observase que e1 negro llevaba corona y era rey como los otros dos espafioles, penso naturalmente en el rey de los indios y suspiro. -c! Sabeis, sefior, pregunto respetuosamente a Basilio, si el pie derecho esta suelto ya? Basilio se hizo repetir la pregunta: -c! Pic derecho de quien? - j Del rey! contesto el cochero en voz baja, con mucho misterio. -c!Que rey? -Nuestro rey, e1 fey de los indios ... Basilio se sonri6 y se encogio de hombros. EI cochero volvio a suspirar. Los indios de los campos conservan una leyenda de que su rey, aprisionado y encadenado en la cu va de San Mateo, vendd un d!.a a l'ibertarles de la opresion . Cad a cien afios rompe una de sus cadenas, y ya tiene 1as manos y el pie izquierdo libres; solo Ie queda el derecho. Este rey causa los terremotos y temblores cuando forcejea 0 se agita; es tan fnerte que, para darle la mano, se Ie alarga un hueso, que a su contacto se pulveriza. Sin poderse explicar e1 por que, los indios Ie lIaman el rey Bernardo, acaso por confundirle can Bernardo del Carpio. -Cuando se suelte del pie derecho, murmurO el cachero ahogando un suspiro, Ie dare mis caballos, me pondre :i su servicio y me dejare matar ... El nos librara. de los civiles. Y con mirada melancolica seg-ula a los tres reyes que se alejaban. ~ Los muchachos venlan despues en dos 51as , tristes, serios, como obligados por la fuerza. Alumbraban unos can huepes} otros con cirios y otros con faroIes de pape1 en astas de cana, rezando a voz en grito el rosario como si rifiesen con alguien. Despues venia San Jose en modestas andas, con su fisonomia resigflada l triste y Sl,l baston cop flares d,e az~ceQG!,S! en


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medio de dos guardias civiles, como si Ie Ilc\'asen prcso: ahora comprendla e1 cochero In expresi6n de la fisonomla del santo. Y sea pOI-que In vista de los guardias Ie turbase 6 no tuviera en gran rcspeto al santo que iba en semejante compafifa, no rcz6 ni siquiera un requiem ccternam. Detras de San Jose ,"cnian las niiias alumbrando, cubiertns la cabeza con c1 paiiuelo anudado debajo del manton, rczando igualmente el rosario, aunque con menos ira que los muchachos. En medio se yelan algunos arrastrando (0nejitos de papel de J apon, iluminados con una candelita raja, levantada la colita, hecha de papel recortado. Los chicos acudlan .t la procesion con aqucllos juguetes para alcgrar el nacimiento del Mc::.ias_ \' los anima,litos, gordos y redondos como un hue\'o, paredan tal! contentos que a 10 mejor daban un brinco, perdlan el equilibrio, se caian y se quemaban; d duefio acudla a apagar tanto ardor, soplaba, soplaua, extingula las ~amas a fuerza ell' golpes y vicndolo destrozado se ponia a 10 mejor a lIorar. EI cochero observaba con cierta tristeza que la raza de los nnimalitos de papel desapareda cad a ailo como si tambien les atacase la peste como a los animales vivos. EI, Sinong el apaleado, se acordaba de sus dos magnfficos caballos que para prescr\'arlos del contagio habia hecho bendecir, segun los consejos del cura, gastandose diez pesos :-ni el gobierno ni los curas habfan encontrado mejor remedio contra la epizootia -y con todo se Ie murieron. Sin embargo, se con solab a porque, desde las rociadas de agua bendita, los latines del Padre y las ceremonias, los caballos ccharon unos humos, se dieron tal importancia que no sc dejaban enganchar, y el, como buen cristiano, no s('. atrevla a castigarlos por haberle dicho un Hermano tercero que estaban benditados. Cerraba la procesi6n la Virgen, vestida de Divina Pastora con un sombrero de frondeuse de anchas alas y largas plumas, para indicar el viaje a Jerusalen. Y a fin de que se explicase el nacimiento, el cura habfa mandado que abultasen algo mas el talle y Ie pusiesen trapos y algodon debajo de las faldas, de:


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modo que nadie pudiera poner en duda el estado en que sc cncontraba. Era una bellisima imagen, triste igualmente de expresion como todas las imagenes quc hacen los filipinos, con un aire algo avergonzado, dc como la habia pucsto el P. Cura tal yez. Delantc venian algunos cantores, detras alg"unos musicos y los correspondicntes guardias civiles. El cura, como era de esperar, despues de 10 que habia hecho, no venia: aquel ano estaba muy disgustado por haber tenido que scrvirse de toda su diplomacia y gramatica parda a fin de convcncer a los vecinos a que pagasen treinta pesos cad a misa de aguinaldo en vez de los veinte que solia costar. -Os estc.lis volviendo filibusteros, habia dicho. Muy preocupado debla de estar cl cochero con las cosas que habia visto en la procesion porque cuando esta acabo de pasar y Basilio Ie mando prosiguiera su camino, no se apercibio de que el farol de la carromata se habia \lpagado. Basili<D por su parte tampoco 10 noto, ocupado en mirar hacia las casas, iluminadas por dentro y por fuera con farolillos de papel de formas caprichosas y colo res varios, por estrellas rodeadas de un aro con largas colas que, agitadas por el aire, producian dulce murmullo, y peces de cola y cabeza movibles con su vaso de aceite por dentro, sus- pendidos de los aleros de las yentanas con un aire tan deliciosamente de fiesta alegre y familiar. Basilio observaba tambien que las iluminaciones decaian, que las estrellas se eclipsaban y aquc1 ano tenian menos perendengues y colgajos que el anterior, y este menos que el otro aun .. " Apenas habia musica en las calles, los alegres ruidos de la cocina no se dejaban oir en todas las casas y el joven 10 atribuyo a que hacIa tiempo todo iha mal, el aZlkar no se vendia bien, la cosecha del arroz se habia perdido, se habian muerto mas de la mitad de los animales y las contribuciones subian y aumentaban sin saberse como ni por que, mientras que menudeaban los atropellos de la guardia civil, que mataba las alegrias en los pueblos. En esto precisamente estaba pensando cuando un +-TOMO T


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-=----------- ------. I alto! energico resono en el aire. Pasaban dclantc del cuartel y uno de los guardias habia \'i~tu (:I farol apagada de la carromata y nquello no podia seg uir :.lsi. Empezo a Hoyer una granizada de insultos sobre c1 pobre cachero, que en yano sc excusaba can Ja duracion de las J3rocesiones, ) como ib:J. ;'l scr detcniclo par contru\"cncion a bandos y pLlCS~O CkSPUlS en los P<'riodicos, e.J pacitico y pruuente lJa"ilio b:lj,'> de Ja carrO!11ata y continuo su camino cargando can Sll maleta. Aquel era San Diego, su pueLlo, clonde no iL lib un solo pariente ... La {mica casa que Ie p'areci6 nlrgre era la de capidn Basilio. ponos y ~;allinas piaban C:"ltOS lk muerte con 8eOmp:.ll1::.mi(n~ de g-oIp..:s ~,cco..; y menuditos com de uien pic.l L;lrtlc ~obre lin lajo, y del chirrido de In nantcca 'lu(' hien-e CIl la 'Sadvn. En cas a habia festin y lleg-aba hasta la callc uti uwl nifaga de aire i preg-nada de .' lpores sw::uknt('s, tufi110 de guisado:.; y confitllras. En el entrcsueio Basilio \"tJ ;'( Sinang, tan L tjita como cuando la conocicron nuestro!> lectorcs, :.tunquc algo mas gruesa y mas redcncla desoc que Sl: h;l casado_ Y con gran 501 presa E,uya divisu alLl en cl fOil路' do, charlando con el capit~1I1 B~btlio, el cura )' el alferez de h guardia ci\'iJ, J<Hd:.t 11 1(.:11 os qlle ;d juyero Simoun sle,l;prc con SL!S ,mtcf)jo ...; <l%td';-; y su aire desembaraz3.do. -Entendido, !iciinr Simolln. dC-el'l L! capiUll Basi路 lio; iremos ;i Tiani :'1 \"e1' sus ;ll;l~lji1S. -Yo tambitn ida, deci:t cl alfercL, l'0rquc Ilcccsito una cadena de rcl(lj, peru 1eng!) hntas ()cllp~l!'ioncs __ . Si capitan Basilio gui~jcra r路lll'.trgal Capitan Basilio se eneargaba con !11ucho 'usto, y como queria tCller propicio al militar IXlra que no Ie molestase en las person~!s de ~LlS trnbajadnTcs, no queria aceptar la cantidad que cJ alfcrez sc csforzaba en sacar de su bolsillo. - j Es mi reg,do de Pasl'llas! - j No 10 permito, capit,~n, no 10 permito! - j Bueno, bueno! j 1:a arrt:glal路cmv" cucnins des-


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pues! deda capitan Basilio con un gesto elegante. Tambicn el cura qucda un par de pendienl c~ de senora y encargaba al capitan se los com prase. -Los quiero de mabuti. j Ya arregIaremos cuentas! -No tenga usted cui dado, Padre Cura, decia el bucn hombre que tambien queda estar en paz con lei iglesia. Un informe malo del cura podia causarle mucho perjuicio y hacerle gas tar el doble: aquellos pelldien~ tes cran regal os forzados. Simoun, entretanto, ponde~ raba sus alhajas. - j Este hombre es atroz! pens6 e1 estudiante; en todas partes haee neg'ocios ... Y si hemos de creer a a 1.[[1111 0 compra de ciertos senores en Ia mitad de su precio las alhajas que el mismo ha vendido para que sean regaladas ... j Todos hacen negocio en este pais menDs nosotros! Y se dirigi6 a su casa, 6 sea a la de capitan Tiago, habitada por un hombrCi 1e confianza. Este, que Ie tenia mucho respeto desde el dia en que Ie vio haeel' operaciones quirurgicas con Ia misma tranquilidad como si se tratase de gallinas, Ie esperaba para darle noticias. Dos de los trabajadores estaban pre~ sos, uno iba ~t ser deportado ... se habian muerto varios karabaws. - j Lo de siempre, cos as viejas! repIicaba maIhumorado Basilio; j siempre me recibis con las mismas quejas! El jOYCil, sin ser tirana, como a menudo era renido pOl' capit<ln Tiago, Ie gus.taba a su vez refiir a los que estaban bajo Sll direccion. El viejo busco una noticia nueva. - j Se nos ha muerto un aparcero, el viejo que cuidaba del bosque, y el cura no Ie ha querido enterrar como pobre, y aIeg'ando que eI amo es rico! -~ Y de que ba muerto? - j De vejez! - j Vaya, morirse de vejez! j Si al menos hubiese sido de alguna enfermedad! Basilio, en su afan de hacer autopsias, qlleda enfermedades. J


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-~ No teneis nada nueyo que contarme? 1\fe qui~ tais ;~S ganas de comer contandomc las misrnas cosas _ ~ Subcis algo de Sagpang? EI yiejo conto entonces el secucstro de Cabcsan~T Tales_ Basilio se qued6 pensati\'o y no dijo n.ld:l. Sc Ie habra ido por completo el apetito _


VI

BASILIO

Cuando las ca01panas empezaban a repicar para la misa de la media noche t los que preferian un buen sueno a todas las fiestas y ceremonias se despertaban refunfunando contra el ruido y 1a animaci6n, Basilio baja cautelosamente de la casa, di6 dos 6 tres vueltas por a1gunas calles y, Gonvencido de que nadie Ie segU1a ni Ie observaba, tom6 por senderos poco frecuentados e1 cGl{nino que conduda al antiguo bosque . de los Ibarras adquirido POl" capitan Tiago, cuando, confiscados los bienes de estos, se vendieron. Como aque1 ano 1a Nayidad correspondJa a luna mcnguante; reinaba alH obscuridad completa. EI repique hab1a cesado y s610 los tanidos resonaban en medio del silencio de 18. noche, al traves del murmullo de las ramas agitadas por la brisa y cl acompasado clamor de las ondas del vecino lago, como poderosa respiraci6n de la natura1eza sumida en grandioso suefio. Impresionado por ellugar y e1 momento, caminaba cabizbajo e1 joven como si tratase de ver en la obscuridad. De cuando en cuando levaritaba la cabeza para bus car las estrellas a1 traves de los claros que dejaban entre S1 las copas de los arboles, y proseguia su camino apartando los arbustos y rasgando las lianas que Ie entorpecian la mareha. A veces desandaba 10 andado, su pie se enredaba en una mata, tropezaba contra una raiz saliente, un tronco caido. Al cabo de una media hora llega a un pequeno arroyo, en cuya opuesta orilla se levantaba una especic de colina l


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masa negra e informe que adquiria en b obscurid:\d proporciones d~ montalia. Basilio paso cl arroyo saltando sobre piedras que se destacaban negras sobre el fondo brillante d芦:l agua, subi6 In colina y sc: cncamin6 a un pequeno recinto encerrado por yicjos y medio desmoronados muros. Dirigi6se al ,trbol de balitl que se leyantaba en el centro, enorme, misterioso, venerable, formado de rakes que sublan y bajnban como otros lantos troncos entrelazados coniusamcilte. Detllvose ante un monton de piedras, se descubrit) y pareci6 orar. Alli estaba sepultada su madre, y <;u primer a visita, cada yez que iba al pueblo, era para aqueUa tumba ignorada, desconocida. Tl'nicnuo (]ll(' visitar a la familia de C ~tb('s[1 ng- '1'[1I('s al dia siguiente, aprovechaba b neche para cumplir Ion aquel debe' . Scntose sQbre una piedra y pareci6 rene.路iooar. Sc: Ie presentaba su pasrrdo como una larga ('inta He."!'a, rosada en su omicnzo, somb -b despul's, con nwnchas de S:.ll1gr , c1c.spnc,s neg ra, gris y cbra, Jll,\~ clara cada ,-ez. ~a extrcmidad no In po(lh \cr, OCUlt.1 por una nube que dejah::l ~ransrJart'ntar hw('s y auroras ... Bada trece anos, dla por dia, hora por hora ea"i, que se habia muerto alii Sll madre en medio de la mayor miseria; en una espl6ndidn noche ell que la lUl1:1 brillaba y los cristianos en todo el mundo se cntl ega ban al regoeijo. Herido y cojeando habia lIeg-ado alii siguiendoIa; ella, loca y lien a de terror, hula d(: su hijlJ como una sombra. Alli muri6; \'ino un dc.o eonocido que Ie !TIand6 formase una pira, <',I obedec-io m2quinalmente y cuando \'oh'i6, se eneontn.'> ron otro desconoeido junto al cadayer del primcro. j QUI: manana y que noche fucron aquellas! El desconocido k ayucl\', a levan tar la pira donde quemaron rI cad:lvcr del hombre, ca\'o la fosa en que enterraron it su madre y despues de darle algunas monedas Ie mand,) abandonase el lugar. Era la' primera \'ez que "cia :i aqu() hombre: alto, los oj os rojos, los labios palidos, la nariz afilada ... Bj.lerfano pOl' completo, sin padres ni hf'rmanos:


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abandono el pueblo cuyas autoridades tanto miedo Ie infundf an y se fue a Manila para servir en casa de algLII1 rico y estudiar i la vez como hacen muchos. Su viaje fue una odisea de insomnios y sobresaltos en los que el hambre entraba por poca cosa. Alimentabase de frutas en los bos ques, donde se solla intern~r cuando de lejos descubria el uniforme de la guardia civil, l1niforme que Ie record abo. el origen de toclas sus desdichas. Una vcz en :Manila, a ndrajoso y enfermo, rue de pucrta en puerta ofreciendo sus servicios. j Un muchacho provinciano qu e no sabia una palabra de cspanol y por encima enfermizol Desalentado, harnbricnto y tristc recorda las calles, Ilamando la atencion su miserable tra je. i Cuantas veces no estuvo ten tado dc alTojarse a los pies de los caballos que pasaban como rel;impagos, arrastrando coches reluci eiltes de plata y barniz, para acabar de una vez con su.s miserias! Por fortuna vi6 a capitan Tiag o pasar a ompal1ado d e J da Isabel; el los conoda desde San Diego y" en su alegria creyo haber visto en ellos casi a unos compoblanos. Siguio al coche, 10 perdio de viEita, prcgutlto por su easa y como era precisamentc el dia en que Maria Clara acababa de entrar 路 en el convento y capitan Tiago estaba muy abatido, fue admitido en calidad de criado, sin sueldo, por supuesto, permitiendole en cambio e_studiar, cuando quisiera, en San Juan de Letra.n. Sucio, mal yestido y por todo calzado un par de zuecos, al cabo de algunos meses de estar en Manila, ing-reso en d primer ano de lat in. Sus companeros, al ver su traje, procuraban a!ejarse, y su catedratico, un guapo dominico, Dunea Ie dirigio una pregunta )" cad a vez que Ie veia, frunda las cejas . Las LlOicas palabras que en los echo meses de clase se cruzaron entre ambos, eran cl nombre propio leldo en 1a lista y el adsmn di a rio con que el alumno contestaba. j Con que amargura salb cada vez de la clase y, adivinando cI movi! de la conducta que con el se seguia, que lagrimas no se asomaban sus ojos y cmintas quejas estallaban y morian dentro de su corazon! j C::;6mo habia IIorado y solIoz;ado sobre la tumpa de

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su madre contandole sus ocultos dolores, humillaciones y agravios, cuando al acercarse la avidad, capitan Tiago Ie habla lleyado consigo a San Diego! Y sin embargo, se aprendia de memoria In It'ccion sin dejar una coma, aunqlle sin comprcnder mucho de ella. ~ras al fin llego a resignarse yiendo que entre los trescientos 0 cllatrocientos de su c1ase solo uno!' cuarenta mereclan la honra de ser preguntados porque llama ron la atencion dd catedratico, ya sea por el tipo, por alguna truhaneria, par simpatia U otra causa cualquiera. Muchos por 10 oemas se felicitaban porque as! se e"itaban el trabajo de discurrir y comprender. -Se \"a a los colegios, no para saber ni cstudiar, sino para ganar el curso y si sc puede s:1ber cl lihrfl de memoria ~ que meL se les podia exigir? se ganaba el ano. Basilio paso los examenes respondienoo a la unica prcgunta que I dirigierol1, como una m~\quina, sin pararse ni respirar, y gano, con gran risa de los examinadores, la nota de aprobado. Sus nueyc com paneros-se examinaban de dle.1- en di z para scr m:\s pronto despachados,-Ilo tll\'ieron la mismn suertc y fueron condenados ,\. repetir el ano de cmhruteeimiento. Al segundo, habiendo ganado una enormc suma cl gal10 que cuidaba, recibi6 una buena propina (Itcapitan Tiago y la indrti6 inmediatamente en la compra de unos zapatos y de un sombrero de fi(路ltro. Can esto y con las ropas que Ie daba su amo y que t:1 arreglaba {l su talla, su aspecto fue hacicndose m.is clecente, mas no pas6 de alii. En una c1ase tan nUJ11':rosa se necesita de mucho para llamar In atencil)n del profesor, y cl alumno que dcsdc el primer ano no se haga notar por una cualidad salientc 0 no sc capte las simpatias de los profesores, diflcilmentc se had conocer en el resto de sus dias de cstudiante. Sin embargo, continuo, pues la constancia era su principal caracter. Su suerte parecio cambiarse un poco cuando paso al tercer ailo. Tocole por profesor un dominico mu>' T


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campechano, amigo de bromas y de hacer reir a los alumnos, bastante comodon, porque, casi siempre hacia explicar la leccion a sus favoritos: verdad es tambien que se contentaba con cualquier cosa. Basilio por esta epoca ya gastaba botinas y camisas, casi siempre limpias y bien planchadas. Como su profesor Ie observase que se rcia poco de los chistes y viese en sus ojos, tristes y gTandes, algo como una eterna pregunta, teniale por imbecil y un dia quiso ponerle . en evidencia preguntandole la leccion. Basilio la recit6 de cabo a rabo, sin tropezar en una f; motej61e e1 profesor de papagayo, conto un cuento que hizo reir de buena gana a toda la clase, y para au men tar mas la hilaridad y justificar la legitimidad del apodo, hizole algunas preguntas guifiando a sus favoritos, como diciendoles: - ÂŤ Vais a ver como nos vamos a divertir.Âť Basilio entonces ya sabia el castellano, y supo contes-tar con el intento manifiesto de no hacer reir a nadie. Aquello disgusto a todos, el disparate que se esperaba no vino, nadie pudo reir y el buen fraile jamas Ie perdono el haber defraudado las esperanzas de toda la clase y desmentido sus profecfas. Pero 2 quien se iba a esperar que algo discreto pudiese salir de ua cabeza tan mal peinada en que terminaba un indio tan mal calzado, clasificado hace poco entre las aves trepadoras? Y asi como en otros centr~s de ensefianza, donde hay verdaderos deseos de que los muchachos aprendan, tales descubrimientos suelen alegrar a los profesores, asi tambien en un colegio dirigido por hombres convencidos en su mayor parte de que c1 saber es un mal, al menos pa ra los alumnos, el caso de Basilio tuvo mal efecto y nunca mas se Ie pregunto en todo el res to del ano. 2 Para que si no hacla reir a nadie? Bastante desanimado y con ganas de dejar los estudios paso al cuarto ano de latin . 2 Para que aprender, por que no donnir como los otros y confiarlo todo al azar? Uno de los dos profesores era muy popular, queri00 de todos; pasaba por sabio, gran poeta y tener


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ideas muy avanzadas. Un dla que acompaflaba .I. los colcgiales a paseo, tuvo un pique con algunos cadetes, del que resulto primero una escaramuza y dcspues un reto. EI profesor, que sc acordarJa tal YCz de su brillante juventud, levanto una cruzada y prometio buenas notas a todos los que en el paseo del domingo siguiente tomasen parte en la batalla. Animada fue In scmana: hubo encuentros parciales en que se cruzaron el baston y el sable y en uno de eUos se distinguio Basilio. Llevado en triuofo por los estudiantcs y prescntado al profesor, fue desde entonces conocido, lIegando ,\. ser su favorito. Parte por esto y parte por su aplicacioo, aquel afio se llevd sobresalientes con medullas inclusive. En vista de esto, capitan Tiago que, ciesde que su hija se hizo monja, manifestaba cicrta aversion a los frailes, en un momento de buen humor indujole a que se trasladase al Ateneo Municipal, cuyn fama estaba entonccs en todo su auge. Un mundo uevo se abrio a sus ojos, un sistem:l de ensefianza que el no se sospechaba enaquel colegio. Aparte de nimiedades y ciertas cosas puerilcs, Ie 1Ienaba de admiracion c1 metodo alii seguido )' de gratitud el {If:l.n de los profesores. Sus ojos sc llenaban ,\. \"eces de Iagrimas pens an do en los cuatro aoos allteriores en que por falta de medios no habia podido estudiar en aque! centro. Tu\'o que hacer esfu,;rzos inaudito5 para ponerse al nivcl de los que habi,ln principiado bien y pudo decirse que en aque! solo ario aprendio los cinco de la segunda enseiianza. 1 lim cl bachillerato con gran contento de sus profl'sorcs qUl: en los ex:tmenes se mostraron orr::-ullosos de el antt' los jueccs dominicos, alH enyiados para inspC'({'ionarles. Uno de estos, como para apagar un poco tantu entusiasmo, prcgunto 81 examinando donc!c bHbi:t cursado los primeros arios de latin. -En San Juan de Letdn, Padre, contestc) Basiliu. - j Va! en latin no esta mal. obsen'o entonccs medio sonriendo el dominico. Por aficion y por caracter escog io la tlfcdicim'; capitan Tiago preferi a el Derecho para tencr un aho-


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gada de balde, pero no basta saber y conocer a fonda las leyes para tener c1ientela en Filipinas; es menester ganar los pleitos y para esto se necesitan amistades, influencia en ciertas esferas, mucha gramatica parda. Capitan Tiago se plego al fin acordandose de que los estudiantes de Medicina andaban con los cadnveres a vue1tas; hacla tiempo que buscaba un veneno en que templar la navaja de sus gallos y eI mejor que sabia era la sangre de un chino, muerto de enfennedad sifilitica. Con iguaI aprovechamicnto, mayor si cabe, curs6 el joven los aflos de la facultad, y ya desde e1 tercero empezo a curar con mucHa suerte, cosa que no s610 Ie preparaba un brillante porvenir sino que tam bien Ie producia bastante para vestirse hasta con cierta e1egancia y ~1acer algunas economlas. Este afio era el -ultimo de su carrera y dentro de dos meses seM. medico, se retirara a su pueblo, se casad con Juliana para v~vir elices. EI exito de su licenciatura no 010 era seguro sino que 10 esperaba brillante como la corona de su vida escolar. Estaba designado para el discurso de accion de gracias en el acto de investidura, y ya se vela en medio del paraninfo, dclante de todo el claustro, objeto de las miradas y atencion del publico. Todas aquellas cabezas, emi'nencias de 1a ciencia manilense, medio hundidas en sus mucetas de colores, todas las mujeres que alli acudfan por curiosidad y que afios antes Ie miraban, si no con desden, con indiferencia, todos aquellos senores, cuyos coches, cuando muchacho, Ie iban a atropellar en medio del barro como si se tratase de un perro, entonces Ie escuchadan atentos, y cl les iba a decir algo que no era trivial, algo que no ha resonado nunca en aquel recinto, se iba a olvidar de sf para acordarse de los pobres estudiantes del porvenir, y haria la entrada en la sociedad con aquel c11scurso .. _


VII

SIMOU:-\

En cstas cosas pensr.ba Ba,,:lio £11 \"i~;t 'Ir l:t tllll1h. 1 de su madre. Disponlasc :i \"olver <11 pucblc" r.ua nd .. crey6 vel' una claridad proyec t£1tla en medio de los :\1'boles y oil' una crcpitaci'Sn de r.lmas, I'uioo de pis:!: das, roce de hojas ... La ILIZ sc extin~'l1ir) p ro el ruid,) se hizo c£1da ,'ez mas distinto marc-hando dirertan:cn· te hacia donde 61 cstaba. , Basilio, de or si no era Sllpci"s licioso y InC'IlO :; despues de habfr des(:,ua rtizado tantos c~,I:l\"ercs :' asistido a tantos moribundos; pero bs anti."'lI:ls leyend£1s sobre aqllel funebl'e paraje, la hm3 , hol: 'curid<!.d, el silbido melc1l1colic') del ,' icn~l) \. cicrtos euentos oidos en su nifiez influyeron algo en 5u animo y sintio que SLl eorazon latia con "ioleneia. La sombra se detuyo al otro bdo del baliti y cl joven la podia vel' al traves de una hendidur:l que dej;:lban entre 51 dos rakes CJl1e hahian adquirido con cI tiempo las proporcioncs de dos troncos. Produjo de'bajo de Sll traje lIna lampara de podero~o lcnte refractor, que deposito sobre el suelo, alumbrando una'; botas de montar: el resto qucdaba oell1to en 1£1 obscuridad. La sombra pareeio registrar sus bolsillos, de"pues se eneorvo para adaptar la hoja de £1zada al extremo de un grueso baston: BLlsil!o ercyo distinguir con gran sorpresa suya algo de los eontornos dc:1 joyero Simoun . Era el mismo en efeeto. EI joyero eavaba la tierra, y de cuando en euandu la lampara Ie iluminaba e1 rostro: no tenia los anteI


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ojos azules que tanto Ie desfiguraban. Basilio se estremeci6. Aquc1 era el mismo desconocido que trece aoos antes habia cavado aqui Ia fosa de su madre, s6Jo que ahora habia enyejecido, sus cabellos se habian yuelto blancos y usaba bigote y barba, pero la mirada era la misma, Ia misma exprcsion amarga, la misma nube en Ia frente, los mismos brazos musculo50S, algo mas secas ahora, Ia misma energia iracunda. Las impresiones pasadas renacieron en el: crey6 sentir el calor de Ia hoguera, cl hambrc, el desaliento de entonccs, el olor de la tierra removida ... Su descubrimiento Ie tenia aterrado. De modo que el joyero Simoun, que pasaba por indio ingles, portugues, americano, mulato, el Cardenal l\loreno, Ia Eminencia Negra, el espiritu malo del capitan general, como Ie llamaban muchos, no era otro que el misterioso desconocido, cuya aparici6n y desaparicion coincidian con la muerte del heredero de aquelJos terrenos. Pero de los d05 desconocidos que se Ie presentaron, del muerto y del vivo ~ quien era el Ibarra? Esta pregunta, que else habia dirigido varias veces siempre que se hablaba de la muerte de Ibarra, acudia de nueyo 1l su mente ante aquel hombre enigma que alii veia. EI muerto tenia dos heridas que debieron ser de arm as de fuego, segun 10 que el estudi6 despues, y serian las resuItas de Ia persecucion en el lago. El mucrto seria entonces c1 Ibarra que vendria para morir sobre Ia tumba de su antepasado, y su deseo de ser quemado se explica muy bien por su estancia en Europa don de se estila la cremacion. Entonces ~ quien era el otro, el viyo, este joyero Simoun, entonces de apariencia miserable y que ahora voh-ia cubierto de oro y amigo de las autoridades? AlIi habia un misterio y el estudiante, con su sangre fria caracteristica, se prometio aclararlo, y aguard6 una ocasion. Simoul1 ca\'aba y cavaba en tanto, pero Basilio veia que el antiguo vigor se habia amenguado: Simoun jadeaba, respiraba con dificultad y tenia que descansar a cada momento. Basilio, temiendo fuese descubierto, toma una re-


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solucion sl!bita, se lcvant6 de su asiento }' con lu ,".1Z mas natural: '-i Le puedo ayudar, sefior ... ? prcgunto saliendo de su escondite. Simoun se enderezo y dio un saIto como un tigre atacado infraganti, se 11evo Ia mana al bolsillo de su americana y mira al estudiante p~Uido y sombdo. -Haee trecc aoos me ha prestado usted un gran servieio, sefior, prosiguio Basilio sin inmutarse, c'n este mismo sitio, enterrando el cadch'er de mi madre y me eonsiderada feliz si yo Ie pudiese servir. Simoull, sin apartar los ojos del joven, saco de su bo],;i11o un revolver. Oyuse un chasquido como el de un arma que se amartilla. - i POl' quico me toma usted? dijo rctrocediendo dos pasos. -l'or una persona para m! sagnlda, contcsto Basilio algo CI "ocionado ereyendo lkgada SLl ultima hora: por una persona que tpdos, menos yo, erC<':11 I11uerta y cuyas desgracias he lamentado sicmprc. Imponente si encio siguio d estas palabras, silencio que para el joven Ie sonaba a eternidad. Simoun, no obstante, despues de larga vacilaci(Jn, sc Ie ac<.:rcu y poniendole una mano sobre el hombro Ie dijo en \ ' OZ conmovida: -Basilio, usted posee un secrcto que 111(; puede perder y ahora aeaba de sorprenderme en vtl'O que me pone enteramente en sus manos y cuya di\ ulgacion pueae trastornar todos mis planf.:~. Para rni 51" guridad y en bien del objeto que, me propol1go, yo debia sellar pam siempre sus labios porquc ~ qllt: ('S la vida de un hombre ante el fin que persigo? La oea路 sion me es propicia, nadie sabe que he n~nido, estoy armado, usted indefenso; su muerte se atribuiria ;i los tulisanes, si no a otra causa mas sobrenatural. .. y sin embargo, yo Ie dejare vivir y eonfio ('n que no me ha de pesar. Usted ha trabajado, ha luchado con energica constancia ... y como yo, tiene usted C'ucntas que arreglar con la sociedad; su hermanito fue asesinado, a su madre la han vuelto Ioca, y la sociedad no ha perseguido ni al ascsino ni al yerdugo. Cstcd y yo


ÂŁL F1LlBUS1'ERISMO

pcrteneccmos a los sedientos de justicia, y, en vez de destruirnos, debemos ayudarnos. Simoun se detuvo ahogando un suspir~ y despucs continuo lentamente con la mirada vaga. -Si, yo soy aquel que ha venido hace trece anus enfermo y miserable para rendir el ultimo tributo a un alma grande, noble, que ha querido morir por m1. Victima de un sistema viciado he vagado por el mundo, trabajando noche y dia para amasar una forma y J1evar a cabo mi plan. Ahora he vuelto para destruir ese sistema, precipitar su corrupcion, emplljarle al abismo a que corre insensato, aun cuando tuviese que emplear oleadas de higrimas y sang-re ... Se ha condenado, 10 esta y no quicro morir sin verIe antes hecho trizas en el fondo del precipicio. Y Simoun extendia ambos brazos hacia la tierra como si con aquel movimiento quisiese mantener alii los restos destrozados. Su voz habia adquirido un timbre siniestro, lugubre, que hacia estremecerse al estudiante. -Uamado por los vicios de los que g'obiernan, he vuelto a estas islas y, bajo la capa del comerciante, he recorrido los pueblos. Con mi oro me he abicrto camino y donde quiera he visto a Ia codicia bajo las formas m,'ts cxecrables, ya hipocrita, ya impudica, ya cruel, ccbarse en un organismo mucrto como un buitre en un cadaver, y me he prcguntado ~por que no fermentaba en sus entrafms Ia ponzona, Ia ptomaina, el veneno de las tumbas, para matar a la asquerosa ave? EI cadaver se dejaba destrozar, el buitre se hartaba de carne, y como no me era posible dade Ia vida para que se volviese contra su verdugo, y como la corrupcion venia lentamente, he atizado la codicia, Ia he favorecido; las injusticias y los abuses se mllltiplicaron; he fomentado cl crimen, los actos de crueldad, para que el pueblo se acostumbrase a la idea de Ia muerte; he mantenido Ia zozobra para que, huyendo de ella, se huscase una solucion cualquiera; he puesto trabas al comercio para que, empobrecido e1 pais y reducido a la miseria, ya nada pudiese temer; he instigado ambiciones para empobrecer el tesoro, y


iUZ,\L

no bastandome esto para despertar Ull \cvanLlmil'nto popular, he herido al pueblo en su fibra mas sensible, he hecho que el buitre mismo insultdse a1 mismo cadaver que Ie daba la vida y 10 corrompiesc ... ~las, cuando iba a conseguir que de la suprema podrcdumbre, de la suprema basura, mezcla tic tantos productos asquerosos, fermente el veneno, cuando la codida exacerbada, en su atontamiento sc daba pri5a por apoderarse de cuanto Ie "'cnia a Ia mana como una ,;ieja sorprcndida por el incendio, he aquJ que ,"05otr05 surgl5 con g'rit05 de espaiiolismo, con cantos do: confianza en el Gobierno, en 10 que no ha de Ycnir; he aqui que Ulla carne palpitante de calor y vida, pura, jovcn, Iozana, vibrante en sangre, en cntLlsiasmo, brota de repente para ofrecerse de nuevo COIllI) fresco alimento ... I Ah, la ju, entud siempre incxpcrt.l y sonadora, siempre corricnuo tra5 las maripos:l5 )' las flores! j Os Iigais para con vuesUos esfucrzos unir vuestra patria a la Espana cqn guirnaldas de ro-as cuando en reall{:lad forj;,)i,; cadcnas mJs tluras que.' d diamante! i Pedh igualdatl de derechos, cspaiiolizaci6n de vuestras costumbres y no vei.:; que 10 que pc路 dis es la muerte, Ia destrucci6n de Yuestra nacionalidad, Ia aniquilaci6n de vuestra patria, ]a t'olisa,.,raci6n de Ia tirania! ~ Que sere is en 10 futuro? j Pueblo sin caracter, naci6n sin. libcrtad; todo en \osotro'> sera prestado, hasta los mismos defcctos. Pcclis espai10Iizaci6n y no palideceis de verguenza cuando os la niegan! Y aunque os la concedicran (. qUl' quereisr ~ que va is a ganar? j Cuando mas feliz, pais de pronunciamientos, pals de guerras ci\ iles, republica de rapaces y descontentos como algunas rcpublieas de la America del Sur! (. A que \'cnis ahora con \'ucstra enseilanza del castellano, pretension que seria ridku1a si no fuese de consecuencias deplorables? j Quer(js afiadir un idioma mas a los cuarcnta y tantos que s(! hablan en las islas para cntenderos cada \'c;.; l11f'IlfJS! .. -AI contrario, repuso Basilio; j si cI eonocimicnto del castellano nos puede unir al gobierno, en camllio puede unir tambien a todas las islas en Lre 51! - j Error craso! interrumpi6 Simolln; os dcjais en-


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ganar por grandes palabras y nunca vais al fondo de las cosas a examinar los efectos en sus ultimas manifestaciones. El espanol nunca sera lenguaje general en el pals, el pueblo nt:nca 10 hablara porque para las concepciones de su cerebro y los sen"timi-e ntos de su corazon no tiene frases ese idioma: cada pueblo tiene su manera de sentir. ~ Que vais a consegl,lir con el castellano, los pocos que 10 habeis de hablar? Matar vuestra originalidad, subordinar vuestros pensamientos a otros cerebros, y en vez de haceros libres haceros verdadcramente esclavos. Nueve por diez de los que os presumis de ilustrados, sois renegados de vuestra patria. EI que de entre vosotros habla ese idioma, descuida de tal manera e1 suyo que ni 10 escribe ni 10 entiende y j cuantos he visto yo que afectan no sab~.r de eIfo una sola palabra! Por fortuna teneis un gobierno imbeci!. Mientras la Rusia para esclavizar a Ia: Polonia Ie impone el ruso, mientras la Alemania proh'be el frances en las provincias conquistadas, vues ro gobierno p gna por conservaros el vuestro y vosotros en cambio, pueblo maravilloso bajo un gobierno incrdble, vosotros os esforzais en despojaros -de vuestra nacionalidad. Uno y otro os 01vidais de que mientras un pueblo conserve su idiorna, conserva la prenda de su libertad, como el hombre su independencia mientras conserva su manera de pensar. EI idioma es el pensamiento de los pueblos. Felizmente vuestra independencia esta asegurada: lIas pasiones humanas velan por ella. _.! Simoun se detuvo y se paso la mano por la frente. La luna se levantaba y enviaba S11 debil claridad de luna menguante al traves de las ramas. Con los cabellos blancos y las facciones duras, iluminadas de abajo arriba por la luz de la Iampara, pared a el joyero el esplritu fatidico del bosque meditando algo siniestro. Basilio, silencioso ante tan duros reproches, escuchaba con la cabeza baja. Simoun continuo: -Yo he visto iniciarse ese movimiento y he ,pas?-do noches enteras de angustia porque comprendia que entre esa juventud habia inteligencias y corazones excepcionales sucrificandose por una causa que crefan 5.-TOMO I


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bu;na, cuando en realidad trabajabQn contra su pais ... I Cuantas veces he querido dirigirme a vosotros, desenmascararme y desengafiaros, pero en vista de la fama que disfruto, mis palabras se habrian interpretado mal y acaso habrlan tenido efecto contraproducente ... ! j Cuclntas veces he qucrido acercarme a vuestro Makaraig, a vuestro Isagani; a veces pense en su muerte, quise destruirlos ... ! Detuvose Simoun. -He aqui la razon por que Ie dejo :it usted VIVlr, Basilio, y me expongo a que por una imprudencia cualquiera me delate un dia ... Usted sabe quien so)" sabe 10 mucho que he debido sufrir, cree en mJ; ustcd no es el vulgo que ve en el joyero Simoun al traficante que impulsa a las autoridades a que cometan abusos para q e los agraviados Ie compren alhajas ... Yo soy el juez G.ue quiere castigar a un sistema valiendome de sus propios crlmenes, hacerle la guerra halagandole ... Ne esito que uste me ayude, que usc de su influencia e la juventud para combatir esos insensatos deseos de espaiiolismo, de asimilacion, de igualdad de derechos ... Por ese camino se lIega a 10 mas a ser mala copia, y el pueblo debe mirar mas alto. Locura es tratar de influir en la manera de pcnsar de los gobernantes; tienen su plan trazado, tienen la venda puesta, y, sobre perder el tiempo inutilmente, enganais al pueblo con vanas esperanzas y contribuis a doblar su cuello ante el tirano. Lo que debeis hacer es aprovecharos de sus preocupaciones para aplicarlas a vuestra utilidad. i No quieren asimilaros al pueblo espanol? Pues, I enhorabucna! distingulos entonces delineando vuestro propio caracter, tratar de fundar los cimientos de la patria filipina .. . l No quieren daros esperanzas? I Enhorabuena! no espereis en el, esperad en vosotros y trabajad. i Os niegan la representacion en sus Cortes? I Tanto mejor! Aun cuando consigais enviar diputados elegidos a vuestro gusto, (. que "ais a hacer en elias sino ahogaros entre tantas voces y sancionar con vuestra presencia los abusos y faltas que despues se cometan? Mientras menos derechos reconozcan en vosotros l


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mas tendreis despues para sacudir el yugo y devolverles mal por mal. Si no quieren ensenaros su idiorna, cultivad el vuestro, extendedlo, conservad al pueblo su propio pensamiento, y en vez de tener aspiraciones de provincia, tenedlas de nacion, en vez de pensamientos subordinados, pensamientos independientes, Ii fin de que ni por los derechos, ni por las costumbres, ni por el lenguaje, el espanol se considere aqui como en su casa, ni sea considerado por el pueblo como nacional, sino siempre como invasor, como extranjero, y tarde 0 temprano tendreis vuestra libertad. j He aqui pOl' que quiero que usted viva! Basiiio respir~ como si un gran peso se Ie hubiese quitado de encima y respondio despues de una breve pausa: -Senor, el honor que usted me hace conflandome sus planes es demasiado grande para que yo no Ie sea franco y I'e diga que 10 que me exige esta pOl' encima de mis fu rzas. Yo no hago politica, y si he firmado la peticiol) pat;a la enseflanza del castellano ha sido porque en ella vela un blen para los estudios y nada mas. Mi destino es otro, mi aspiracion se reduce a aliviar las dolencias fisicas de mis conciudadanos. El joyero se son rio. - i Que son las dolencias Hsicas comparadas con las dolencias morales? pregunto: i que es la muerte de un hombre ante la muerte de una sociedad? Un dla usted sera tal vez un gran medico si Ie dejan curar en paz; pero mas grande sera todavia aquel que infunda nueva vida en este pueblo anemico. Usted i que hace por el pals que Ie dio el ser, que Ie da la vida y Ie procura los conocimientos? i No sabe usted que es inMiI la vida que no se consagra a una idea grande? Es un pedruzco perdido en el campo sin formal' parte de ningun edificio. -No, no senor, contesto Basilio modestamente; yo no me cruzo de brazos, yo trabajo como todos trabajan para levan tar de las ruinas del pasado un pueblo cuyos individuos sean solidarios y cada uno ~e los cuales sif;!1t?1, ~n si mismt? 1ÂŤ. c()ncien,ci<;l la,

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vida de la totalidad. Pero, por entusiasta que lluestra generaci6n sea, comprendcmos que en Ia gran hl.brica social debe existir la subdivisi6n del trabajo; he escogido mi tarea y me dedico a la ciencia. -La ciencia no es el fin del hombre, obsern) Simoun. -A ella tienden las naciones mas cultas. -Sf, pero como un medio para buscar su fc1icidad. - j La ciencia es mas eterna, es mas humann, mas universal! replic6 el joyen en un transporte de entusiasmo. Dentro de algunos siglos, cuando In humanidad este ilustrada y redimida, cuando ya no haya razas, cuando todos los pu e,blos sean libres, cuando no haya tiranos ni esclavos, colonias ni metr6polis, cuando rija una justicia y el hombre sea ciudadano del mundo, s61Q quedani el culto de la ciencia, Ia palabra patriotismo sonara a {anatis mo, y al que alardee entonces de vir udes patri6ticas Ie cnccrrndn sin duda como a un enf~rmo peligroso, a un perturbador de la armonia social. Simoun se sonrio tristemente. -Si, 51, dijo sacudiendo la cabeza, mas, para que llegue ese est::>.do es menester que no haya pueblos tiranos ni pueblos esclavos, es mencster que el hombre sea adonde vaya libre, sepa respetar en el derecho de cualquiera el de su propia individualidad, y para esto hay que vel ter primero mucha sangre, se impone la lucha como necesaria... Para yencer al antig-uo fanatismo que oprimfa las conciencias fue mcnestcr que muchos pereciesen en las hogueras para que, horrorizada la conciencia social, declarase libre a la conciencia individual. Es menester tam bien que todos respondan a la pregunta que cada d{a Ies dirige Ia patria cuando les tiende las manos encadenadas . El patriotismo s610 puede ser crimen en los pueblos opresores porque entonces sera la rapiiia bautizada con un hermoso nombre, pero par perfecta que pueda ser la hurnanidad el patriotisrno sera siempre virtud en los pueblos oprimidos porque significara en todo tiempo arnor a la justicia, a la libertad, a Ia dignidad misma. i Nada, pues, de suefios quirnericos, nada de


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idilios mujerilesl La grandeza del hombre no esta en anticiparse a su siglo, cosa imposible por demas, sino en adivinar sus deseos, respo~der a sus necesidades y guiarle a marchar adelante. Los genios que el vulgo cree se han adelantado al suyo, s6lo aparecen as! porquc el que los juzga los ve desde muy lejos, 6 toma por siglo la cola en que marchan los rezagados. Simoun se cal16. Viendo que no conseguia despertar el entusiasmo en aquella alma fria, acudi6 a otro argumento, y pregunt6 cambiando de tono: - y por la memOria de su madre y de su hermano, i que hace usted? i Basta venir aqui cada ano y llorar como una mujer sobre una tumba? y se ri6 burlonamente. EI tiro di6 en el blanco; Basilio se inmut6 y avanz6 un paso. - i Que qulere usted que haga? pregunt6 con ira. Sin medios, sin posici6n social i he de obtener justicia contra sus verdugos? Seria otra victima y me estrellarla como un pedazo de vidrio lanzado contra una roca. I Ah, hace usted mal en recordarmelo porque es tocar inutilmente una llaga! -~ Y si yo Ie ofrezco a usted mi apoyo? Basilio sacudi6 la cabeza y se quedo pensativo. - j Todas las reivindicaciones de la justicia, todas las venganzas de la tierra no hadn revivir un solo cabello de mi madre, refrescar una sonrisa en los labios de mi hermano! Que duerman en paz ... i Que he de sacar aun cuando me vengue? -Evitar que otros sufran 10 que usted ha sufrido, que en 10 futuro haya hijos ascsinados y mad res forzadas a la locura. La resignaci6n no siempre es virtud, es crimen cuando alienta tiranias: no hay despotas donde no hay esc1avos. jAy! el hombre es de suyo tan malo que siempre abusa cuando encuentra complacientes. Como usted pensaba yo tambien y sabe cual fue mi suerte. Los que han causado su desgracia Ie vigilan dia y noche; sospechan que usted acecha un momento oportuno; interpretan su atan de saber, su amor al estudio, su tranquilidad misma


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por ardientes deseos de venganza ... El dia en que puedan deshacerse de usted 10 hanin como 10 hicieron conmigo y no Ie dejanl.n crecer porque Ie temen y Ie odian. - i Odiarme ami? i odiarme todavia despues del mal que me han hecho? pregunt6 el joven sorprendido. Simoun solt6 una carcajada. -Es natural en el hombre odiar a aquellos a quienes ha agraviado, decla Tacito, confirmando el quos lceserunt et odemn de Seneca. Cuando usted quiera medir los agravios 6 los bienes que un pueblo hacc a otro, no tiene mas que ver si Ie odia 6 Ie ama. Y as! se explica el por que algunos que aqu! sc han enriquecido desde los altos puestos que desempeilaron, vueltos a la Peninsula se deshacen en injuriaii y en insultos contra los que fueron sus victimas. Prr,priuHI humani ingenii est odisse ql拢em lceseris. -Pero si el mundo es gra de, si uno les deja gozar tranquilam nte del poder .. si no pido mas que trabajar, que me dejen vivir.., - j Y criar hijos pacificos para irlos despues a someter al yugo! continu6 Simoun remedando cruelmente la voz de Basilio. j Valiente porvenir les prepara usted, y Ie han de agradecer una vida de humil1aciones y sufrimientos! j Enhorabuena, jovenl Cuando un cuerpo esta inerte, inutil es 路galvanizarlo. Veinte ailos de esclavitud continua, de humillaci6n sistematica, de postraci6n con stante, Began a crear en el alma una joroba que no la ha de enderezar el trabajo de un dia. Los sentimientos, buenos 6 malos, se hcredan y se transmitcn de padres a hijos. Vivan, pues, sus ideas idilicas, "ivan los sueilos del esclavo que s610 pide un poco de estopa con que envolver la cadena para que suene menos y no Ie ulcere la riel. Usted aspira a un pequeno hogar con alguna comodidad; una mujer y un pufiado de arroz: i he ahi el hombre ideal en Filipinas! Bien; si ~e 10 dan, considerese afortunado. Basilio, acostumbrado a obedecer y a sufrir los caprichos y el mal humor de capitan Tiago, y subyugado por Simoun, que se Ie apareda terrible y sinies-


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tro destacandose de un fondo tefiido en Iagrimas y sangre, trataba de explicarse diciendo que no se consideraba con aptitudes para mezclarse en Ia politica, que no tenia opinion alguna porque no habla estudiado Ia cuestion pero que siempre estaba dispuesto a pres tar sus servicios el dfa en que se los exigiesen, que por el momento solo vela una necesidad, la ilustracion del pueblo, etc., etc. Simoun Ie corto la palabra con un gesto y como pronto iba a amanecer, dijo: - Joven, no Ie recomiendo a usted que guarde mi secreto porque se que la discrecion es una de sus buenas cualidades, y aunque usted me quisiere vender, el joyero Simoun, el amigo de las autoridades y de las corporaciones religiosas, merecera siempre mas credito que el estudiante Basilio, sospechoso ya de filibusterismo por 10 mismo que siendo indlgena se sefiala y se distingue, y porque en la carrera que sigue se encontrara con poderosos rivales. Con todo, aunque usted no ha respondido a mis esperanzas, el dfa en que cambie de opinion, busqueme en mi casa de la Escolta y Ie servin~ de buena voluntad. Basilio dio brevemente las gracias y se alejo. -~ Me habre equivocado de clave? murmuro Simoun al encontrarse solo; ~ es que duda de mf 0 medita tan en secreto el plan de su venganza que teme confiarlo a la misma sol"dad de la noche? i 0 sera que los aiios de servidumbre han apagado en su corazon todo sentimiento humano y solo quedan las tendencias animales de vivir y reproducirse? En este caso el molde estarla deforme y hay que volverlo a fundir... La hecatombe se impone pues; j perezcan los ineptos y sobrevivan los mas fuertes! Y aiiadio lugubremente como si se dirigiese a alguien: j Tened paciencia, vosotros que me habeis legado un nombre y un hogar, tened paciencia! I Uno y otro los he perdido, patria, porvenir, bienestar, vuestras mismas tumbas ... pero tened paciencia! j Y tu, esplritu noble, alma grandiosa, corazon magnanimo, que has vivido para un solo pensamiento y has sacrificado


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tu vida sin contar con la gralitud ni la admiracion de nadie, ten paciencia, ten paciencia! Los medios de que me valgo no seran tal vez los tu),os, pero son los mas breves... El dia se ace rca y cuando brille ire yo mismo a anunciaroslo a \'osotros. j Tcned paciencia!


VIII j BUENAS PASCUAS!

Cuando Jull abrio los doloridos ojos, vio que Ia cas a estaba todavla obscura. Los gallos cantaban. Lo primero que se Ie acunio flle quc quizas la Virgen hay a hecho el m.ilagro, y el sol no iba a salir a pesar de los gaIloS\ que 10 invocaban. LevantOse, se persigno, rezo con mucha devocion sus oraciones de la manana y procurando hacer el menor ruido po~ible, salio al batalan. No habia mil'agro; e1 sol iba a salir, la mafian路a prometla ser magnifica, la brisa era deliciosamente fria, las estrellas en el oriente palidecian y los gallos cantaban a mas y mejor. j Aquello era mucho pedir; mas faci! lc era a la Virgen enviar los doscientos cincuenta pesos! i Que Ie cuesta a ella, la Madre de Dios, darselos? Pero debajo de la imagen solo en contro la carta de su padre pidiendo los quinientos pesos de rescate ... No habla mas remedio que partir. Vien路路 do que su abuelo no se movla, Ie creyo dormido, e hizo el salabat del desayuno. j Cosa rara! ella estaba tranquila, hasta tenia ganas de reir . i Que tenia, pues, para acongojarse tanto aquella noche? No iba lejos, podia venir cad a dos dlas a visitar la casa; el abuelo podia ver la y en cuanto a Basilio, el sabia hace tiempo el mal giro que tomaban los asuntos de su padre pOl"que solia decirla a menlldo: -Cuando yo sea medico y nos casemos, tu padre no l1ccesitara de sus campos. - j Que tonta he sido en Horar tanto! se deda mientras arreglaba su tampipi.


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Y como sus dedos tropezasen con el reiicario, 10 llevo a sus labios, 10 bes6, pero se los frot6 inmediatamente temiendo el conta/i:"io; aquel relicario de brilIantes y esmeraldas habia venido de un lazarino ... j Ah! entonces si, si ella contraia scmejantc enfcrmcdad, no se casada. Como empezaba a elm'ear y viera a su abuelo sentado en un rincon, siguiendo con los ojos todos sus movimientos, cogio su tampipi de rosas, se acerco sonriendo a besarle la mano. El viejo Ie bendijo sin decir una palabra. Ella quiso bromear. -Cuando el padre vuelva Ie dirt:is que al fin me he ido al coleg io: mi ama habla espano!. Es cl colegio mas barato que se puede encontrar. Y viendo que los ojos del viejo se JIenaban de I,\,grimas, pu 0 sobre su ca bez<.( el tampipi y bajo aprcsuradamente, las escalcras. Sus chinelas rcsonaban alegremente obre las gradas de madera. Pero cuand volvi6 el rost 0 para mirar una vcz mas hacia su c sa, la casa do de se habfan evaporado sus ultimos ensuenos de nina y se dibujaron sus primeras ilusiones de joyen; cuando la "io triste, solitaria, abandonada, con las ventanas a medio cerrar, vadas y obscuras como los oj os de un muerto i cuando oyo el debil ruido de los canaverales y los ",io balancearse al impulso del fresco viento de b manana como diciendole "adios, entonces¡ su vivacidad sc disipo, detuvose, sus ojos se llenaron de lagrimas y dejandose caeI' sentada sobre un tron co que habia caldo junto al camino, lionS deconsoladamente. Hada horas que Jult se habra ido y el sol estaba ya bastante alto. Tand ..mg Selo, desde la vcntana, miraba a la gente que en traje de fiesta se dirigla al pueblo para oir la misa mayor. Casi todos llevaban de la mano, cargaban en brazos un niilo, una nilla, ataviados como para una fiesta. EI dia de la Pascua en Filipinas es, segun las pcrsonas mayores, de fiesta para los ninos; los niflo'> acaso no sean de la misma opinion y se puede presumir que Ie tienen un miedo instintivo. Con cfecto: sc

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les despierta temprano, se les lava, se les viste y pone encima todo 10 nuevo, caro y precioso que tienen, botines de seda, enormes sombreros, trajes de lana, de sed a 0 de terciopelo sin dejar cuatro 0 cinco escapularios pequefios que llevan el evange1io de San Juan, y as! cargados los llevan a la misa mayor que dura casi una hora, se les obliga a sufrir el calor y el vaho de tanta gente apifiada y sudorosa, y si no les hacen rezar el roc:;ario tienen que estar quietos, aburrirse 0 dormir. A cad a movimiento 0 travesura que pueda ensuciar el traje, un pellizco, una reprimenda; asf es que ni den ni estan alegres y se lee en los redondos oj os la nostalgia por la vieja cam isola de todos los dfas y la protesta contra tanto bordado. Despues se If's lleva de cas a en casa a visitar a los parientes para el besamanos; allf tienen que bailar, can tar y decir todas las gracias que sepan, tengan 0 no humor, esten 0 no incomodos en sus atavios, con los pelIizcos y las reprensiones de siempre cuando hacen alguna de las suyas. Los parientes les dan cuartos que recogen los padres y de los que regularmente no vuelven a tener noticia Lo unico positivo que suelen sacar de la fiesta son las sefiales de los pellizcos ya dichos, las incomodidades y, a 10 mejor, una indigestion por un 째a tracon de dulces 0 bizcochos en casa de los buenos parientes . Pero tal es la costumbre y los nifios filipinos entran en el mundo por estas pruebas que, dcspues de todo, resultan ser las menos tristes, las menos duras en la vida de aquellos individuos. 째째 Las personas de edad que viven independientes participan algo en esta fiesta. Visitan a sus padres y dos, doblan una rodilla y deseao las buenas pascuas: su aguinaldo consiste en un dulce, una fruta, un vasa de agua 0 un regal ito cualquiera insignificante. Tandang Selo vefa pasar a todos sus amigos y pensaba tristemente en que aquel afio no tenfa aguinaldo para nadie y que su nieta se habia ido sin el suyo, sin desearle las felices pascuas . i Era delicadeza en JuH 0 puramente un olvido? 째 Cuando Taodang Selo quiso saludar a los parientes que venfan a visitarle trayendole sus nifios, con o


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no poea sorprcsa suya encontro que no podia articular una palabra: en vano se esforz6, ningun sonido pudo modular. Llevabase las manos a Ia garganta, saeudla la eabeza, j imposible! trat6 de reir y sus labios se agitaron eonvulsivamentc: Ull ruido opaeo, como el soplo de un fuelle, era 10 mLls que pudo producir. Midronse las mujeres cspantadas. - j Esta mudo, esta mudo! gritaron llenas de consternaci6n, armando inmediatamente un regular alboroto.


IX

PILATOS

La noticia de aquella desgracia se supo en el pueblo; unos 10 lamentaron y otr05 se encogieron de hombros. Ninguno tenia la culpa y nadie 10 cargaba sobre su conciencia. E1 tenicnte de la guardia civil ni se inmut6 siquiera; tenia ord~n de recoger todas las armas y habia cumplido con u deber; perseguia a los tulisanes siempre que po~la, y cuando secuestraron a Cabesang Tales, el organiz6 inmediatamente una batida y trajo al pueblo maniatados codo con codo a cinco 6 seis campesinos que Ie parecieron sospechosos, y si no apareci6 Cabesang Tales era porque no estaba en los bolsillos ni debajo de la piel de los presos que fueron activamente sacudidos. El lego hacendero se encogi6 de hombros. El nada tenia que ver: j cuestion de tulisanes! y el s6lo cumpHa con su obligaci6n. Cierto que si no se hubiese quejado, acaso no hubieran recogido las armas y el pobre Cabesang no habria sido secuestrado, pero el, Fr. Clemente, tenia que mirar por 5U seguridad y aquel Tales tenia una manera de mirar que pareda escoger un buen blanco en alguna parte de su cuerpo. La defensa es natural. Si hay tulisanes, la culpa no es de el; su deber no es perseguirlos, eso Ie toea a la guardia civil. Si Cabesang Tales en vez de vagar por sus terrenos se hubiese quedado en casa, no habria caido prisionero. En fin, aquello era un castigo del cielo, contra los que se resisten a las exigencias Oe su corporaci6n, .


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Hermana Penchang, la vieja devota en cuya casa servia Jull, 10 supo j solto dos 0 tres i susmariosep! se santiguo y afiadio: -Muchas veces nos enyja Dios csas cos as porque somos pecadores 0 porque tenemos parientcs pccadores quienes dcbieramos ha ber cnsefiado la piedad y no 10 hemos hecho. Estos pariclltes pecadores querian decir J llliana j para la dcvota, J ull era una gran pecadora. --j Figuraos una joven ya casadera que no sa be todavia rezar! j Jesus, que escandalo! Plies no dice la indigna el Dios te salve !If aria sin pararse en es contigo, y el santa Po! arIa sin hacer pausa en pecadores, como toda buena cristiana que tcme aDios debe hacer? I Susmarioscp! j No sabe eI oremus gratiam y diC\e mentibus pOl' mentibus! Cualquicra al oirla creeria que esta hablanclo de suman de ibus. j Susmariosepl Y se hacia ~na cruz escandalizada y daba gracias a Dios que habia permitido [uese secucstrado el padre para que la hija salga del pecado y aprcnda las virtudes que, segun los curas, deben adornar a tocla mujer cristiana. Y por esto la retcnia en su servicio, no la dejaba volver al barrio para cuidar de su abuc10. Jult tenia que aprender a rezar, leer los libritos que distribllycn los frailes y trabajar hasta que pague los doscientos cincllenta pesos. Cuando supo que Basilio se habia ido a Manila para sacar sus economias y rescatar a Jull de la cas a en donde servia, creyo la buena mujer que la joven se perdla para siempre y que el diablo se Ie iba a presentar bajo la forma del estudiante. j Fastidioso y todo, cuanta razen tenIa aquel librito que Ie habla dado el cura! Los jevenes que van a Manila para aprender, se pierden y pierden a los demas. Y creyendo salvar a J ult la hacia leer y releer el librito de Tandang Basio 1Ifacunat recomendandola fuese siempre a yerse con el cura en el convento, como hacia 1:-1 heroin a qUE tanto ensalzaba el fraile, su autor. Entretanto los frailes estaban de enhorabuena: harlan ~anado definitivamente el pIe ito y aprovecharon.

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el cautiverio de Cabesang Tales para entregar sus terrenos al que los habia solicitado, sin el mas pequeno pundonor, sin la menor pizca de verguenza. Cuando volvi6 e1 antiguo dueno y se enter6 de 10 que habia pasado, cuando vi6 en poder de otro sus terrenos, aquellos terrenos que Ie habian costado las vidas de su mujer e hija; cuando haB6 a su padre mudo, a su hija sirviendo como criada con mas una orden del tribunal transmitida por el teniente de barrio, para desalojar la casa y abandonarla dentro de tres dias, Cabesang Tales no dijo una sola palabra, sent6se al lado de su padre y apenas hab16 en todo el d.ia.


x RIQUEZA Y MISERIA

Al dia siguiente, con gran sorpresa del barrio, pedla hospitalidad en casa de Cabesang Tales cl joyero Simoun, seguido de dos criados que cargaban sendas maletas con fundas de lona. En medio de su miscria, aquel no se olvidaba de las buenas costumbrcs filipinas y estaba mily confuso al pensar que no tenia nada para agasajar al extranjero. Pero Simoun trala' todo consigo, criados y prov siones, y solo dcseaba pasar el dia y I noche en aqu 11a cas a por ser la mas comoda del barrio y por encontrarse entre San Diego y Tiani, pueblos de donde esperaba muchos compradores. Simoun se enteraba del estado de los caminos y preguntaba a Cabesang Tales si con su revolver tendrla bastante para defendcrse de los tulisanes. - j Tienen fusiles que aIcanzan mucho! obsen'o Cabesang Tales algo distraido. -Este revolver no aIcanza menos, contesto Simoun disparando un tiro contra una palmera de bonga que se encontraba a unos doscientos pasos, Cabesang Tales vio caer algunas Dueces, pero no dijo nada y continuo pensativo. Poco a poco fueron I1egando varias familias atraidas por la fama de las alhajas del joyero: se saludaban deseandose buenas pascuas, hablaban de misas, santos, malas cosechas, pero con todo iban a gastar sus ecoDomias en piedras y baratijas que vicnen de Europa. Se sabia que el joyero era amigo del capitan general y no estaba de mas estar en buenas relaciones COD el por 10 que pueda suceder.


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Capitan Basilio vino con su senora, su hija Sinang y su yerno, dispuestos a gastar 10 menos tres mil pesos. Hermana Pen chang estaba alH para comprar un anillo de brillantes que tenia prometido a Virgen de Antipolo: a J ult Ie habfa dejado en casa aprendiendo de memoria un Ii brito que Ie habia vendido e1 cura por dos cuartos, con cuarenta dias de indulgencia concedidos por el arzobispo para todo el que 10 leyere u 10 oyere leer. - I Jesus! deda la buena devota a capitan a Tild; j esa pobre muchacha creci6 aqui como un hongo sembrado por e1 tikbcllangl ... Le he hecho leer el librito en voz alta 10 menos cincuenta veces y nada se Ie queda en Ia memoria: tiene la cabeza como un cesto, Ileno mientras esta en el agua. 1Todos, de oirla, hasta los perros y los gat os, habremos ganado cuando menos veinte afios de indulgencias! Simoun dispuso sobre la mesa las dos maletas que trala: la una era algo mas grande que la otra. -Ustedes no querran alhajas de double ni piedras de imitaci6n ... La seilora, dijo dirigiendose a Sinang, querra brillantes ... -Eso, sf senor, brillantes y brillantes antiguos, piedras antiguas, ~ sabe usted? contest6; paga papa yael Ie gustan las cosas antiguas, las piedras antiguas. Sinang se guaseaba tanto del mucho latin que sabia su padre como del poco y malo que conoda su marido. -Precisamente tengo alhajas muy antiguas, contest6 Simoun, quitando la funda de lona de la maleta mas pequefia. Era un cofre de acero pulimentado con muchos adornos de bronce y cerraduras s61idas y complicadas. -Tengo collares de Cleopatra, legitimos y verdaderos, hallados en las piramides, anillos de semidores y caballeros romanos encontrados en las ruinas de Cartago ... -I Probablemente los que Anibal envi6 despues 6.-TOMO I


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de la batalla de Canne:.! anadi6 capitan Basili0 muy seriamente y estremeciendose de jubilo. EI buen senor, aunque habia leido mucho sobre los antiguos, por [alta de museos en Filipinlls, jam{ls h:!bia visto nada de aquellos tiempos. -Traigo, ademi.\s, co:.tosisimos pendientes de damas romanas, encontrados en la quinta de Annio l\lucio Papilino en Pompeya ... Capitan Basilio saclldla la cabeza dando a en tcnder que estaba al corriente y que tenia pri~a por vcr tantas preciosas reliquias. Las mujeres dedall que tambicn querian tener de Roma, como rosarios bellditos por el Papa, rcliqllias que perdonan los peeados sin necesidad de confesi6n, etc. Abierta la maleta y I.. , antado el algodon en r:lIna que la pro1;egia, descubriose un compartimento Ilene de sortijas, relicarios , guardapelos, cruces, aJfilcres, etcetera. Los briJlantes, combinados con piedras de diferentes coJ~res, lanzaban chis pas y 5C agitahan entre flores de oro de matiee, "arios, con ,das de esmalte, con caprichosos dibuj05 y raros arab('~cos. Simoun levant6 la bandeja y dcscubri6 otra Jlena de fantasticas alhajas que hubicran podido hartar In imaginaci6n de siete j6venes en siete v!5peras de hailes dados en su honor. Formas ci cLlal m:h cHprichosas, combinaciones de piedras y perlas imitando insectos de azulado lomo) elitros transparelltes; cl zafiro, Ja esmeralda, el rub!, la tUl'quesa, cl brillante, se asociaban para crear libeiulas, mariposas, a\'ispas, abejas, escarabajos, serpientes, lagartos, pcces, flores, racimos, etc.: habia peinetas en forma de diadcmas, gargantillas, collares de perlas .y brilblltes tan hermosos que "arias dalagas no pudieron contencr Lln i naktl! de admiraci6n y Sinang castanctco con Ja lengua, por la que SLl madre, capitana Tic{l, la pellizc6 temiendo que pOl' ello encareciesc mas sus alhajas el joyero. Capitanu Tildl. seguia pellizculldu a su hija aun despues que se hubo casado. -Ahf tiene usted brillantes antiguos, repuso el joyero; ese anil\o perteneci6 a Ia pril)ccsa de Lamballc, y esos pendientes a una dama de ~Iaria Antonieta.


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Eran unos hermosos solitarios de brillantes, grandes como granos de maiz, de brillo algo azulado, llenos de una severa elegancia, como si conservasen aun el estremecimiento de los dias del Terror. - j Esos dos pendientes! dijo Sinang mirando hacia su padre y protegiendo instintivamente con la mana el brazo que tenia cerca de la madre. . -Otras mas antiguas todavia, las romanas, contestaba capitan Basilio guifiando. La devota Hermana Penchang penso que con aquel regalo la Virgen de Antipolo se ablandaria y Ie concederia su deseo mas vehcmente: hacla tiempo que Ie pedia un milagro ruidoso en que vaya mezclado su nombre para inmortalizarse en la tierra yendo al cielo despues, como la capitan a In es de los curas, y preg unto por el precio. Pero Simoun pedia tres mil pesos. La buena mujer se santiguo. j Susmariosep! Simoun descubri6 el tercer compartimento. Este estaba lleno de relojes, petacas, fosforeras y relicarios guarnecidos de brillantes y de finlsimos esmaltes con miniaturas elegantisimas . El cuarto con tenia las piedras sueltas, y al descubrirlo un murmullo de admiracion resono en la sala; Sinang volvi6 a castafietear con la lengua, su madre la volvio a pellizcar no sin soltar ella misma un i Sus Maria! de admiracion. Nadie habla visto hasta entonces tanta riqueza. En aquel cajon forrado de terciopelo azul obscuro, dividido en secciones, velanse realizados los suefios de las Mil y una naches, los suefios de las fantasias orientales. Brillantes, grandes hasta como garbanzos, centelleaban arrojando chispas de movilidad fascinadora como si fuesen a liquidarse 6 a arder consumidos en las reverberaciones del espectro; esmeral- ' das del Peru, de diferentes formas y tallado; rubles de la India, rojos como gotas de sangre; zafiros de Ceybin, azules y blancos; turquesas de Persia; perlas de nacarado ol'iente, de las cuales algunas, rosadas l plomizas y negras. Los que han visto durante la noche un gran cohete deshacerse sobre e1 fondo azul obscur~ del cielo en millares de lucecitas de todos co-


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lores, tan brillantes que hacen palidecer a las eternas estrellas, pueden imaginarse el aspecto que presentaba el compartimento. Simoun, como para aumentar la admiracion de los presentes, removia las piedras con sus morenos y afilados dedos gozandose en su canto cristalino, en su resbalar luminoso como de gotas de agua que colora el arco iris . Los refiejos de tantas facetas, la idea de sus elevadisimos precios fascinaban las miradas. Cabesang Tales, que se habia acercado curioso, cerro • los ojos y se alejo inmediatamente como para ahuyentar un mal pensamiento. Tanta riqueza insultaba su desgracia; aquel liombre venia alii a hacer gala de su inmensa fortuna precisamente en l::t "ispera del dia en que el, por falta de dinero, por falta de padrinos, tenia 'que abandonar la casa que habla levantado con sus rna os. -Ahi tienen ustedes dos brillantcs negros, de los mas grandcs que existen, repuso cl joyero: son muy dificilcs de talJ'ar por ser los mas duros ... Esta piedra algo rosada es tambi en brill ante, 10 mismo que esta verde que muchos toman por esmeralda. El chino Quiroga me ha ofrecido por el seis mil pesos para regalarselo a una poderosisima senora .. . Y no son los verdes los mas caros sino estos azules. Y separo tres piedras no muy grandes, pero gruesas y muy bien talladas, con una ligera coloracion azul. -Con ser mas pequenos que e1 verde, continu6, cuestan el doble. Miren ustedes este que es el mas pequeno de todos, no pesa mas de dos quilates, me ha costado veinte mil pesos y ya no 10 doyen menDs de treinta. He tenido que hacer un viaje expresamente para comprarlo. Este otro, encontrado en las minas de Golconda, pesa tres quilates y medio y vale mas de setenta mil. EI virrey de la India, por una carta que recibf anteayer, me ofrece doce mil libras esterlinas. Ante tanta riqueza, reunida en poder de aquel hombre que se expresaba con tanta naturalidad, los circunstantes sentian cierto ref;peto mezclado de te-


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rror. Sinang varias veces castaneteo y su madre no la pellizco, quizas porque estuviese abismada 0 porque juzgase que un joyero como Simoun no iba a tratar de ganar cinco pesos mas 0 men os por una exc1amacion mas 0 menos indiscreta. Todos miraban las piedras, ninguno manifestaba el menor deseo de tocarlas, tenian miedo. La curiosidad estaba embotada por la sorpresa. Cabesang Tales miraba hacia el campo, y pen saba que con un solo brillante, quizas con el mas pequeno, podia recobrar a su hija, conservar la casa y quizas labrarse otro campo ... j Dios! j que una de aquellas piedras valiese mas que el hogar de un hombre, la seguridad de una joven, la paz de un anciano en sus viejos dias! Y como si adivinase su pensamiento, Simoun decia dirigiendose a las familias que Ie rodeaban: - Y yean, yean ustedes; con una de estas piedrecitas azules que parecen tan inocentes e inofensivas, puras como aren illas desprendidas de la b6veda del cielo, con una como- esta, regalada oportunamente, un hombre ha podido desterrar a su enemigo, a un padre de familia, como perturbador del pueblo ... y con otra piedrecita igual a esta, roja como la sangre del corazon, como el sentimiento de la venganza y brillante como las lagrimas de los huerfanos, se Ie ha dado la libertad, el hombre ha sido vuelto al hogar, el padre a SliS hijos, eI esposo a la esposa y se ha salvado quiz as a toda una familia de un desgraciado porvenir. Y dando golpecitos a la caja: -Aqui tengo yo, como en las cajas de los medicos, anadla en voz alta en mal tagalo, la vida y la n1Uerte, eI veneno y la medicina, y con este punado puedo sumir en Iagrimas a todos los habitantes de Filipinas. Todos Ie miraban con terror y comprendian que tenia raz6n. En la voz de Simoun se no tab a cierto timbre extrano y siniestros rayos parecian pasar al traves de sus anteojos azules. Como para hacer cesar la impresion que aquellas piedras hadan sobre tan sencillas gentes, Simoun levanta Ja bapdeJa y des~ubrio el fondo don!le ~ncerp~.-


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ba los sancta sanctorunl. Estuches de piel de Rusia, separados entre sl por capas de algod6n, llenaban el fondo forrado de terciopelo gris. Todos esperaban maravillas. EI marido de Sinang confiaba Yer carbunclos, piedras arrojando fuego y brillando en medio de las tinieblas. Capitan Basilio estaba ante las pucrtas de la inmortalidad; iba aver algo positivo, algo real, la forma de 10 que tanto habia sonado. -Este es el collar de Cleopatra, dijo Simoun sacando con mucho cuidado una caja plana en forma de media luna; es una joya que no se puede tasar, un objeto de museo, s6lo para los gobiernos ricos. Era una especie de collar formado por diferentes dijes de oro reoresentando idolillos entre escarabajos verdes y azules, y en medio una cabeza de buitrc, hecha de una Riedra de un jaspe ram, entre dos alas extendidas, simbolo y adorno de las rein as egipcias. Sinang, al verlo, arrugo la nariz e hizo una mucca de infant.il de~precio, y capjt~1l Basilio con todo su arnor a la antig"i.iedad no pud contencr un i a/Hi! de desencanto. -Es una magnifica joya bicn conservada y cuenta casi dos mil aiios. - i Psh! se apresuro a decir Sinang para que su padre no cayese en la tentaci6n. - j Tonta! d1jole este, que habia podido "encer su primer desencanto; ~ que sabes til si se debe a esC' collar la faz actual de toda la sociedad? Con ese habra cautivado Cleopatra a Cesar, a Mar'c o Antonio." " ese ha oido las ardientes declaraciones de amor de los dos mas grandes guerreros de su ticmpo, esc oy6 frases en e1 mas puro y elcgante latin y ya quisieras til habertelo puesto. -~ Yo? i no doy tres pesos! -Veinte se pueden dar; i gonga! dijo capitana Tika en tono de conocedor; el oro es bueno y fundido servin\. para otras alhajas. -Este es un anil10 que debi6 perteneccr a Sila, continu6 Simoun. Era un anillo ancho, de oro macizo, con un sello. -Con e1 habia firmado la~ sentencias de muerte


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durante Sll dictadura, dijo capitan Basilio palido de emocion. Y trato de examinarlo y descifrar el sello, pero por mas que hizo y Ie dio vueltas, como no entendla de palcografia, nada pudo leer. - j Que dedo tenia Sila! observo al fin; caben dos dc los nllcstros; como digo, decaemos. _. Tcngo aun otras mllchas albajas ... -Si son todas por cl estilo, j gracias! contesto Sinang; preficro las modernas. Cada uno escogio una alhaja, quien un anillo, quien un reioj, quien un guardapelo. Capitana Ti!ul compro un rciicario qu e con tenia un pedazo de la piedra sobre la cual se apoyo N. S. en su tercera carda; Sinang un p~ll de pendientes y capitan Basilio 1a cade 1a de' reloj para el alferez, los pendientes de sei'iora p~l... a el cura con mas otras cos as de regalo; las otras familias del pueblo de Tianl, por no quedarse menos que ~as de San Diego, vaciaron igualmente sus bolsillos. Simoun compraba tambien alhajas viejas, hada cambios, y las eGonom icas madres habian traido' las que no les servian. - Y 2 usted, no tiene nada que vender? pregunto Simoun a Cabcsang Tales, viendole mirar con ojos codiciosos todas las yentas y cam bios que se hadan. Cabesang Tales dijo que las alhajas de su hija hablan sido \cndidas y las que qucdaban no vallan nada. -2 Y el rclicario de Marb Clara? pregunto Sinang. - j Es vcrdad! exclamo c1 hombre, y un momento sus ojos brillaron. -Es un relicario con brillantes y esmeraldas, dijo Sinang al joyero; mi amiga 10 usaba antes de entrar de monja. Simoun no contest6: seguia ansioso con la vista a Cabesang Tales. Dcspucs de abrir yarios cajones dio con la alhaja. ContempIO Simoun detenidamente, 10 abrio y 10 cerro repetidas veces: era el mismo relicario que Marfa Clara Ilevaba en la fiesta de San Diego y que en un


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movimiento de compasi6n habia dado a un la~arino. -Me gusta la forma, dijo Simoun, Gcuanto quiere usted por ella? Cabesang Tales se rasco la cabeza perplejo, despues la oreja y mira a las mujeres. - Tengo un capricho por ese relicario, repiti6 Simoun; quiere usted ciento ... quinientos pesos? GQuiere usted cambiarlo con otro? i Escoja usted 10 que quiera! Cabesang Tales estaba silencioso, y miraba embobado a Simoun como si dudase de 10 que oia. - i Quinientos pesos? murmuro. -Quinientos repitio el joyero con voz alterada. Cabesang Tales cogio el relicario y Ie dio varias vueltas: sus sienes Ie latian violentamente, sus manos temblaban. GSi picliese el mas? aquel rclicario les podria salvar' era excelente ocasi6n aquclla, y no sc volveria a pl1esentar otra. Toclas las ]ieres Ie guina an para que 10 vendicse menos la enchang que, temiendo t cscatasen a Jull, observo d votamente: -Yo 10 guardaria como reliquia .. . Los que vieron a Maria Clara en el convento la hallaron tan flaca, tan flaca, que dicen apenas podia hablar y se cree que morira como una santa .. . EI P. Said habla muy bien de ella; como que es su confesor. Por eso sed que J ult no ha querido desprenderse de el prefiricndo empefiarse. La observacion surtio cfecto. EI recuerdo de su hija detuvo a Cabesang Tales. -Si me permitfs, dijo, ire al pueblo a consultarlo con mi hija; antes de Ia noche estare de vuelta. Quedaronse en ello y Cabesang Tales baj6 inmediatamente. Mas cuando se encontro fuera del barrio, divis6 a 10 lejos, en un sendero que se internaba en eI bosque, al fraile hacendero, y a un hombre que el reconocio por el que Ie habra tornado sus terrenos. Un marido que ve a su mujer entrando con un hombre en una secreta alcoba, no habria sentido mas ira, ni mas ~eIos que Cabesang- Tales viendo a aquellos dos did-


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girse sus campos, a los campos por el trabajados y que creia poder legar a sus hijos. Se Ie figuro que aqueUos dos se relan; se burlaban de su impotencia; Ie vino a la memoria 10 que el habia dicho «no los cedere sino al que los regase con su sangre y enterrase en eUos a su mujer y a su hija» ... Parose, se paso una mano por la frente y cerro los ojos; cuando los abri6, vio que el hombre se retorcia riendo y el lego se cogia el vientre como para evitar que estalle de alegria y luego vio que senalaban hacia su cas a y volvian a reir. Un ruido vibr6 en sus orejas; sintio alrededor de las sienes el chasquido de un latigazo, la nube roja reaparecio ante sus ojos, volvio a vel' los cadaveres de su mujer e hija, y al lado el hombre y el fraile riendo y cogiendose la cintura. 01vid6se de todo, dio media vuelta y siguio el sendero por donde marchaban aqueUos: era el sendero que conducia a sus terrenos. Simoun aguardo en vano que volviese aquella noche Cabesang Tales. Al dla siguiente, cuando se levan to, observo que la funda de cuero de su revolver estaba vada: abriola y dentro encontro un papel que con tenia el relicario de oro con las esmeraldas y brillantes y algunas !ineas escritas en tagalo que ded~n: ((Perdonareis, senor, que estando en mi cas a os prive de 10 que es vuestro, mas, la necesidad me obliga, y en cambio de vuestro revolver os dejo el relicario que tanto descabais. Necesito armas y parto a reunirme con los tulisanes. »OS recomiendo no sigais vuestro camino, porque si caeis en nuestro poder, como ya no sois mi huesped, os exigiremos un considerable rescate.» TELESFORO JUAN DE DIOS.

- I Al fin tengo a mi hombre! murmur6 respirando Simoun; es algo escrupuloso ... pero tanto mejor: sabra. cumplir con sus compromisos. Y Qrqeno a su criado que por el lago se fuese ci, LO~


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Banos, se llevase Ia mal eta grande y Ie esperase alii, porque el por tierra iba a seguir su yiaje lledndosc la. que contenia su" famosas piedras. La llegada de cllatro guardias ci, iles acabo de ponerIe de buen humor. \'cnlan ,.\. prender a Cabesang Tales y no encontnindole se lIeyaban a Tandang' Selo. Tres asesinatos se habian cometido durante ]a \l0che. EI fraile hacendero y cl nue\'o inquilino de 105 terrenos de Cabesang Tales Sl.: hablan cncontrm\(, muertos, rota la cabeza y !lena de tierra In boca, ell los linderos de los terrenos de aque\; en el pueblo, la mujer del inquilino mucrto amanecio tambil'n a51'sinada, Ia boca lIena igualmente de tierra y d cuello cortado, con un papel a1 lado donde se lela e1 nornbn' "Tales禄 eserito en sangre como trazado por un (ILclo .. . j Tranquilizaos, pacificos "ecinos de Kalamha! j Ninguno de vosotros se llama T~It路s, ninguno <\1.; vosotros ha cometido el crimen! j \ ' osotros os lIam;lis Luis Habana, Matias BeJarmino, Nicasio Eigasalli, Cayetano de Jesus, Mateo E1 jorde, Leandro L(lp(';t, Antonio Lopez, Silvestre Cba1do, l\Ianucl Hidalgo, Paciano Mercado, os llam:l.ig todo el pueblo de KaIamba!. .. j Habeis limpiado yuestros campos, habi路is empleado en ellos e1 trabajo de tocta yucstra ,ida, economias, insomnios, privaciones, y os han dcspoj'ldo de ellos, lanzado de yucsiros hog'ares y han pnr hibido a los demas os diesel1 hosp:talidad! Nose COIltentaron con violar 1a justicia, hollaron las sagrad:l" tradiciones de yuestro pais ... \"osotros habeis sen ido a. Espana y al rey, y cuando en nombre de ellos pedisteis justicia, se os desterro sin proccso, se os arranco de los brazos de vuestras esposas, de los besos de vuestros hijos ... Cualquiera de vosotros ha sufrido mas que Cabesang Tales, y, sin embargo, ninguno, ninguno se ha h~ho justicia ... No huho piedad ni humanidad para vosotros y se os ha pefseguido hasta m,\.s alia de Ia tumba ('orno a MariaJJo IIerhlisa ... j Llorad 0 reid en las islas solitarias donde \'agais ociosos, inciertos del pon-enir! i La Espana, la generosa Espana vela sobre yosotros y tard(' <> tC'mprano obtendreis jus ticia!


XI

LOS BANOS

Su excelencia el capitan general y gobernador de las Islas Filipinas habia estado cazando en Bosoboso. Pcro como tenia que ir acompanado de una banda de musica, porque tan elcvado pel'sonaje no iba a sel' menos que las imagenes de palo que Ilevan en procesion, y como la aficion al divino arte de Santa Cecilia aun no se ha popularizado entre los ciervos y jabaBes de Bosoboso, su excelencia, con la banda de musica y su col'tejo de frailes, militares y empleados, no pudo pillar ni un solo raton, ni una sola ave. Las primeras autol'idades de la provincia previeron futul'as cesantlas 0 cambios de destino; los pobres gobernadorcillos y cabezas de barangay se inquietaron y no pudieron dormir, temiendo no yaya a antojarsele al divino cazador substituir con sus personas la falta de sumision de los cuadrupedos del bosque, como ya 10 habia hecho antes un alcalde viajando en hom bros de polistas porque no habia caballos tan mansos para responder de su persona. No falto un mal intcncionado susurro de que su excel en cia estaba decidido a hacer algo, porque en aquello veia los primeros sintomas de una rc'uelion que con venia sofocar en su cuna, que una caza sin resultados desprestigia el nombre espanol, etc., y ya se echaba el ojo a un in feliz para vestirle de venado, cuando su excelencia en un acto de clemencia, que Ben-Zayb no sabia con que frases encomiar, disipo todas las inquietudes, declarando que Ie daba pena sacrificar a su placer los animales del bosque.


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A decir verdad, su excelencia estaba contento y satisfecho inter se, pues t que habria sucedido si hubiese fallado una pieza, un ciervo de esos que no estan al tanto de las conveniencias politicas? U\ donde iba a parar el prestigio soberano? i Como? i Todo un capitan general de Filipinas errando una pieza, como un cazador novel? t Que dirian los indios, entre los cuales hay regulares cazadores? Pe1igraria la intcgridad de la patria ... Asi es como su excelencia, con una risa de conejo echandoselas de cazador descontcnto, ordeno la inmediata vuelta a Los Banos, no sin hablar durante el viaje de sus hazanas cincgcticas en tal 0 cual soto de la peninsula como quion no quiere la cosa, adoptando un tono algo despreciativo, muy con\'cniente al caso, para las cacerias de Filipinas, iPse! Los banos en el Dampalit (Daang pa liit), las estufas a orillas del lago, y los tre illos en e1 palacio con tal 0 cual c.'curs ion a la vecina ca cada 0 a la laguna de los caimanes, of redan mas atractivos y menos ricsgos para la integridad de la patria, Alla en los ultimos dias de diciembre encontdbase su cxcelencia t n la sala jugando al tresil\o, en tanto espcraba la hora del almuerzo. Venia de tomar cl bano con e1 consabido \'aso de agua y came tierna de coco, y estaba en la mejor dis posicion posible para conceder gracias y favores. Aumentaba su buen humor la circunstancia de dar muchos codillos, pues c1 P. Irene y el P. Sibyla, que con el jugaban, des pi egaban cada uno toda su inteligencia para hacersc perder disimuladamente, con gran irritacion del P. Camorra que por haber llegado, tan solo aquclla manana no estaba al tanto de 10 que sc intrigaba. EI fraile artillero, como jugaba de buena fe y ponia atencion, sc ponla colorado y se mordia los labios cada vez que el P. Sibyla se distraia 0 calculaba mal, pero no se atrevia a decir palabra por el respeto que eI dominico Ie inspiraba; en cambio se desquitaba contra el P. Irene a guien tenia por bajo y zalamero y despreciaba en medio de su rudeza. El P. Sibyla ni Ie miraba siquiera; Ie dejaba bufar i el P. Irene, mas humilde, pro-


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curaba excusarse acariciando la punta de su larga nariz. Su excelencia se divertla y se aprovechaba, a fuer de buen tactico como se 10 insinuaba el can6nigo, de las equivocaciones de sus contrarios. Ignoraba el P. Camorra que sobre la mesita se jugaba el desenvolvimiento intelectual de los filipinos, la ensefianza del castellano, y a haberlo sabido, acaso con alegrla hubiera tornado parte en el juego. Al traves del balcon, abierto en todo su largo, entraba la brisa, fresca y pura, y se descubrla el lago cuyas aguas murmuraban dulcemente al pie del edificio como rind'endo homenaje. A la derecha, a 10 lejos, se vela 1;1 isla de Talim, de un puro azul, en medio del lago y, enfrente casi, una islita verde, la isla de Kalamba, desierta, en forma de media luna; a la izquierda, la hermosa costa bordada de cafiaverales, un montecillo que dom~na el lago, despues vastas sementeras, despues techos rojos por entre el verde obscuro de los arboles, (ll pueblo de Kalamba, despues la costa se pierde a 10 lejos, y en el fondo, el cielo cierra el hodzvute descendiendo sobre las aguas, dando al lago las apariencias de mar, justificando la denominacion que los indios Ie dan de dagat na tabang. Hacia un extremo de la sala, sentado y delante de una mesita donde se vefan algunos papeles, estaba el secretario. Su excelencia era muy trabajador y no Ie gustaba perder tiempo; as! es que despachaba con el mientras servia de alcalde en el tresillo y en los momentos en que se daban las cartas. En el entretanto el pobre secretario bostezaba y se desesperaba. Aquella manana trabajaba como todos los d!as en cam bios de destino, suspension de empleos, deportaciones, concesion de gracias, etc., y no se tocaba todavia la gran cuestion que tanta curiosidad despertaba, la peticion de los estudiantes solicitando permiso para la creacion de una Academia de castellano. Paseandose de un extremo a otro, y conversando animadamente aunque en voz baja, se veia a don Custodio, a un alto empleado, y a un fraile que llevaba la


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cabeza baja con aire de pensativo 0 disgustado; llamabase el P. Ferml.ndez. De una habitacion contigua saBan ruidos de bolas chocando unas con otras, risas, carcajadas, entre elIas la "oz de Simoun seea e incisiva: el joyero jugaba al billar con Ben-Zayb. De repente el P. Camorra se levanto . . - j Que juegue Cristo, pUl1ales! exclamo arrojando las dos cartas que Ie quedaban, a la cabeza del P. Irene; j punales! la puesta cstaba segura cuando no el codillo, y 10 perdemos por endose. j Punales, que juegue Cristo! Y furioso, explicaba a todos los que estaban en 1a sala el caso, dirigiendose especialmente a los trcs paseantes como tQm:indoles pOI' juecc . Jugaba cl general, el hacia la contra, el P. Irene y:1 tenia su baza; arrastra el con c:spadas y j punalcs! cl camok del P. Irene no rinde, no rinde la mala. j Que jueguC' Cristo! El hljo de su madre no se habia ido alll ;1 romperse la cabeza inutilmentf y a perder su dinero. -Si creed. nene, anad ia muy colorado, que los gano de bObilis b6bilis . j Tras de que mis indios )'a empiezan a regatear! ... Y grunendo y sin hacer caso de las disculpas del P. Irene que trataba de explicarse, frodndose In trompa para ocultar su fina sonrisa, sc rue a1 cuarto de billar. -P. Fernandez, (. quierc usted sentarsc? pregunto el P. Sibyla. - j Soy muy mal tresillista! contesta el fraile haciendo una mueca. -Entonces que venga Simolln, dijo cl gt'l1cral; j eh, Simoun, eh, mister! (. quiere usted cchar ulla partida? -2 Que se dispone acerca de las armas de salOn? pregunto el secretario aprovcchando la pausa. Simoun asomo la cabeza. -2 Quiere usted ocupar el puesto del P. Camorra, senor Simbad? pregunto el P. Irene; usted pondra brillantes en lugar de fichas. -)10 tengo ningun inconvenientc, contesto Si-

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moun acercan.iose y sacudiendo la tiza que manchaba sus man os ; y ustedes, i que ponen? - i Que vamos a poner? contesto el P. Sibyla. El g-encral pondni 10 que guste, pero nosotros, religiosos, saeerdotes ... - i Bah! intcrrumpio Simoun, con ironia; usted y c1 P. Irene pagadn con aetos de caridad, oJ-aciones, virtudes, i eh? - Sabe ustcd que las virtudes que uno pueda tener, arguyo gravemente el P. Sibyla, no son como los brilIantes que pued.en pasar de mano en mano, venderse y revenderse ... residen en el ser, son accidentes inherentes en el sujeto ... -l\Ie contento entonces con que ustedes me pag-tlcn de boquilla, replic6 alegremente Simoun; usted, P. Sibyla, en vez de darme cinco tantos me did., por cjemplo: renuncic por cinco dias a la pobreza, a la humildad, a la obediencia ... usted, P. Irene, renuncio a la castidad, a la largueza, etc. i Ya yen que es poca rosa y yo doy !Vis brillantes! - i Que hombre mas singular es este Simoun, que ocurrencias tiene! dijo el P. Irene riendo. - Y este, continuo Simoun tocando familiarmente en c1 hombro :i su excelencia, este me pagara cinco tantos, un vale por cinco dias de carcel; un solo, cinco meses; un codillo, orden de deportacion en blanco; una bola ... digamos una ejecuci6n expedita poria guardia civil mientras se Ie conduce a mi hombre de un pueblo a otro, etc. El envite era raro. Los tres paseantes se acercaron. ~Pero, sefior Simoun, pregunto el alto empleado, i que saca usted con ganar virtudes de boquilla, y vidus y destierros y ejecuciones expeditas? - i Pues mucho! Estoy cunsado de oir hab1ar de Yirtudes y quisiera tcnerlas todas, todas las que hay en e! mundo encerradas en un saco para arrojarlas al mar, uun cuando tuyiera que servirme de todos mis brillantes como de lastre ... - j \Taya un capricho! exclamo el P. Irene riendo; i y de los destierros y ejecuciones expeditas?


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-Pues, para limpiar el pais y destruir toda semilla mala ... -I Vamos! todayJa estu usted furioso con los tulisanes y cuidado que bien podian haberle e,'igido un rescate mayor 6 quedarse can todas sus alhajas. 1 Hombre, no sea usted ingrato! Simoun contaba que habia sido atajado par una banda de tulisanes, quienes despues de agasajarle par un dia Ie dejaron seguir el viaje sin exigirle mas rescate que sus dos magnificos revo}Ycrs Smith y las dos cajas de cartuchos que consigo llevaba. Afiadfa que los tulisanes Ie habian encargado muchas memorias para su excelencia el capitctn general. Y por esto y como contase Simoun que los tulisanes estaban mLly bien provistos de es('opetas, fusiles y revolvers, y que contra semejantes indi\'iduos un hombre solo, por bien armado que estuyiese, no se podia defender, su excelencia, para evitar en 10 futuro que los tulisa cs adquieran 1rmas, iba a dictar un nuevo decreta oncerniente a las pistolas de salon. -I Al contrario, al contrario! protcstaba Simoun i si para mi los tulisanes son los hombres mas honrados del pais; son los {micos que ganan su arroz debidamente ... 2 Creen ustedes que si hubiera caldo en manos ... 1 vamos! de usted pOl' ejemplo, me habrla dejado escapar sin quitarme la mitad de mis alhajas, cuando menos? . Don Custodio iba a protestar: aquel Simoun era verdaderamente un grosero mulato americana que abusaba de su amistad con el capitan general para insultar al P. Irene. Verdad es tambien que c1 P. Irene tampoco Ie habrla soltado par tan poca cosa. -Si el mal no esta, prosiguio Simoun, en que haya tulisanes en los montes y en el despoblado; e1 mal est a en los tulisanes de los pueblos y de las ciudades ... -Como usted, afiadi6 riendo el can6nigo. -Si, como yo, como nosotros, seamos francos, aqui no nos oye ningun indio, continuo el joyero i el mal esta en que todos no seamos tulisanes declarados; cuando tal suceda y vayamos a habitar en los


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bosques, ese dla se ha salvado el'pais, ese dla nace una nueva sociedad que se arreglara ella sola ... y su excelencia podra entonces jugar tranquilamente al trcsillo sin necesidad de que Ie distraiga el secretario ... EI secretario bostezaba en aquel momento extendiendo ambos brazos por encima de la cabeza y estirando en 10 posible las piernas cruzadas por dcbajo de la mesita. Al verle todos se rieron. Su excelencia quiso cortar el giro de la conversacion y soltando las cartas que habia estado peinando, dijo entre serio y risueno: - j Vaya, vaya! basta de bromas y juegos; trabajcmos, trabajemos de. firme que a(m tenemos media hora antes del almuerzo. i Hay muchos asuntos que despachar? Todos prestaron atenci6n. Aque! dla se iba a dar la batalla sobre la cuesti6n dc la ensenanza del castellano por la que estaban alli d 'sde hace dlas el P. Sibyla y el P. It-eoe. Se sabia que el primero, como vicerrector, estaba opuesto al proyecto y que el segundo 10 apoyaba, y :ous gestiones 10 estaban a su vez por la senora condesa. - i Que hay, que hay? pregunt6 su exce1encia impaciente. -La juehion je lah jamah je jalon, repitio el secretario ahogandu un bostezo. - j Quedan prohibidas! -Perdone, mi general, dijo el alto empleado gravemente: vuecencia me permitira que Ie hag a observar que el uso de las armas de salon esta permitido en todos los paises del mundo ... El general se encogio de hombr~s. -Nosotros no imitamos a ninguna nacion del mundo, observo secamente. Entre su excelencia y el alto empleado habfa siempre divergencia de opinion y basta que el ultimo haga una observacion cualquiera para que el primero se mantenga en sus trece. El alto empleado tan teo otro camino', 7.-TOMO l


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-Las armas de salon solo pueden dafiar a los ratones y gallinas, dijo; van a decir que ... -e Que somos gallinas? continuo el general encogiendose de hombros; ey a mi que? Pruebas he dado yo de no serlo. -Pero hay una cosa, observo el secreta rio : hacc cuatro mescs, cuando se prohibio el uso de las armas, se les ha asegurado a los importadores extranjeros que las de salon sedan permitidas. Su excel en cia fruncio las cejas. -Pero la cosa tiene arreglo, dijo Simoun. -lComo? -Sencillamente. Las armas de salon tienen casi todas seis milimetros de calibre, al menos las que existen en el mercado. Se autoriza la venta solo para todas las qu~ no tengan esos seis mitimetros. Todos celebraron la ocurrencia de Simoun, menos el alto empleado que murmuro al oido del P. Fernandez que aq ello no era seri ni se llama g-obernnr. -El maestro de Tianl, continuo el sccretario hojeando unos pa,peles, solicita se Ie de mejor local para ... -i. Que mas local si tiene un camarfn para el solo? interrumpio el P . Camorra que habra acudido olvidan dose ya del tresillo. -Dice que esta destechado, repuso el secreta rio, y que habiendo com prado de su bolsillo mapas y cuadros, no puedc exponerlos a la intemperie ... -Pero yo nada tengo que ver con eso, murmuro . su excelencia; que se dirija al director de Administracion, al gobernador de la provincia 0 al Nuncio. -Lo que Ie dire a usted, dijo el P. Camorra, cs que ese maestrillo es un filibusterillo descontento: i figurense ustedes que el herej~ propala que 10 mismo se pudren los que se entierran con pompa que los que sin ella! i Algun dia Ie voy a dar de cachetes! Y el"P. Camorra cerraba sus pufios. -Y a decir verdad, observo el P. Sibyla como dirigiendose nada mas que a1 P. Irene; el que quiere ensefiar, ensefia en todas partes, al aire libre: Socrates ensenaba en las plazas publicas, Platon en los ja r -


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dines de Academo, y Cristo en las montanas y lagos. -Tengo varias quejas contra ese maestrillo, dijo su excelencia cambiando una mirada con Simoun; creo que 10 mejor sera suspenderle. - j Suspendido! repitio el secretario. Diole pena al alto empleado la suerte de aque1 infeliz que pedia auxilio y se encontro con la cesantia, y quiso hacer algo por el. -Lo cierto es, insinuo con cierta timidez, que la enseiianza no esta del todo bien atendida ... -He decretado ya numerosas sumas para la compra de materiales, dijo con altivez su excelencia como si quisiera significar: j He hecho mas de 10 que debia! -Pero como faltan locales a proposito, los materiales que se compre!1 se echaran a perder. -No todo se puede hacer de una vez, interrumpi6 secamente su ex;ce1encia; los maestros de aqui hacen mal en pedir edificios cuando \os de la peninsula se mueren de han<lbre. 1 Mucha presunci6n es querer estar mejor que en la misma Madre Patria! -Filibusterismo ... - I Ante todo la patria! I ante todo somos espanoles! aiiadi6 Ben-Zayb con los oj os brillantes de patriotismo y poniendose alga colorado cuando via que se qued6 solo. -En adelante, termino el general, todos los que se quejen seran suspendidos. -Si mi proyecto fuese aceptado, se aventuro a decir don Custodio como hablando consigo mismo. -~ Relativo a los edificios de las escuelas? -Es senoillo, practico y economico como todos mis proyectos, nacidos de una larga experiencia y del conocimiento del pais. Los pueblos tendrian escuelas sin que Ie costasen un cuarto al gobierno. -Enterado, repuso con soma el secretario; obligando a los pueblos a que los construyatl a su costa. Todos se echaron a re.ir. -No senor, no senor, grit6 don Custodio picado y poniendose colorado; los edificios eSotan levantados y solo esperan que se los utilice. Higienicos, inmejQ~ rables 1 esp<!,cio!!os,:! .


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Los frailes se miraron con cierta inquietud. GPropondria don Custodio que se convirticsen en escuelas las iglesias y los conventos <> casas parruquiales? - j Vea.moslo! dijo el general frunciendo eI ceno. -Pues, mi general, es muy sencillo, repuso don Custodio estin\ndose y sacando la voz hucca de ceremonia; las escuebs solo estin abiertas en los dJas de trabajo, y las galleras en los de fiesta ... Puc;; COIlviertanse en escuclas las galleras, al mcnos durante la semana. - ' j Hombre, hombre, hombre! - j Ya parecio aquello! -Pero j que cosas tiene usted, don Custodio! - j Vaya \-In proyecto que tiene gracia! - j Este les pone a todos 1a pata! -Pero, nores, gritaba don Custodio al oir tantas exclamaciones; s/!amos pnkticos, Gque local hay mas a prop6sito que las galleras? Son grandcs, estan bien construidas y 1aldito para 1 que sirvcn durante la semana. Hasta desde un pun to de vista moral, mi proyecto es muy aceptable: servirJa como una especie de purificacion y expiacion semanal del templo del juego, digamoslo asi. -Pero es que a veces hay jucgo de gallos durante la semana, observ~ el P. Camorra, y no cs justa que pagando los contratistas de las galleras al gobierno ... - j Vaya! j por esos dias se cierra la escucla! - j Hombre, hombre! dijo el capitan general escandalizado; j tal horror no sucedera mien tras yo gobierne! j Que se cierren las escuebs porque sc juega! j Hombre, hombre, hombre! j primero presento la dimisi6n! Y su excelencia estaba verdaderamente escandalizado. -Pero, mi general, vale mas que se cierren por algunos dias que no por meses. - j Eso es inmoral! afiadi6 e1 P. Irene, mas indignado todavia que su exce1cncia. -Mas inm~al es que los vidos tengan buenos edificios y las letras ninguno ... Seam os practicos, senores, y no nos dejemos llevar de sentimentalismos. En


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polltica no hay cosa peor como el sentimentalismo. Mientras por respetos humanos prohibimos eI cultivo del opio en nuestras cclonias, toleramos que en elIas se fume; resulta que no combatimos el vicio pero nos t!mpobrecemos ... --Pero observe usted que eso Ie produce aI gobierno, sin trabajo ninguno, mas de cuatrocientos cincuenta mil pesos, repuso el P. Irene que se hacia mas y mas gubernamental. .. -I Basta, basta, senores! dijo su excelencia cortando la discusion: yo tengo mis proyectos sobre el particular y dedico mi particular atencion al ramo de instruccion publica. l Hay algo mas? El secretario miro con cierta inquietud al P. Sibyla y al P. Irene. Lo gordo iba a salir. Ambos se pre~ pararon. -La solioitud de los estudiantes pidiendo autorizaci6n para abrir una I Academia de castellano, contesto el secrefario. Un movimiento general se nota entre los que estaban en Ie. sala y, despues de mirarse unos a otros, fijaron sus ojos en el general para leer 10 que dispondria. Haec seis meses路 que la solicitud estaba aIH aguardrmdo un dictamen, y se habia convertido en una especic de casus belli en ciertas esferas. Su excelencia tenia los ojos bajos como para impedir que se leyesen sus pensamientos. El silencio se hacia cmbarazoso y comprendiolo el general. - l Que opina usted? pregunto al alto empleado. - j Que he de opinar, mi general! contest6 el preguntado encogicndose de hom bros y sonriendo amargamente; j que he de opinar sino que la peticion es justa, justisima y que me parcce extrano se hayan empleado seis meses en pensar en ella! -Es que se atraviesan de por medio consideraciones, repuso el P. Sibyla friamente y medio cerrando los ojos. Volvio a encogerse de hombros el alto empleado como quien no comprende que consideraciones podian ser aqucUas.


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-Aparte de 10 intempestivo del prop6sito, prosigui6 el dominico, aparte de 10 que tiene de atentatorio a nuestras prerrogativas ... El P. Sibyla no se atrevi6 a continuar y mir6 a Simoun. -La solicitud tiene un car~kter algo sospcchoso, concluyo cste cambiando una mirada con el dominico. Este pestafleo don veces. El P. Irene que los vi6 comprendio que su causa estaba ya casi perdida: Simoun iba contra ella. -Es una rebe1i6n pacifica, una revolucion en pape1 sellado, afiadio el P. Sibyla . -c Revolucion, rebeli6n?" prcgunt6 c1 alto empleado mirando a unos y a otros como si nada comprcndiese. -La encabezan unos j6vcnes tach ados de demasiado rcformistas y avanzados por no decir otra cosa, afiadio el secreta rio mirando al dominico. Hay entre ellos un tal Isagani, cabeza poco sentada ... sobrino de un cnra clerigo ... -Es un disclpulo mfo, repuso el P. 1路 ernandcz, y estoy muy contento de e1... -j Puflales, tambien es contentarse! cxc1am6 el P. Camorra; j en el vapor por poco nos pcgamos de cachetes, porque es bastante insolente, Ie di un empuj6n y me contesto con otro! -Hay ademas un tal ~lacaragui 0 Macarai ... -Macarai, repuso el P. Irene terciando a su vez; un chico l11UY am able y simpatico. Y murmuro al oido del general: -De ese Ie he hablado a usted, es muy rico ... la senora condesa se 10 recornienda eficazmente. -jAh! -Un estudiante de Medicina, un tal Basilio .. . -De ese Basilio no digo nada, repuso el P. Irene levantando las manos y abriendolas como para decir d6minus vobiscum; ese para mi es agua mansa. Nunca he lIegado a saber 10 que quiere ni 10 que piensa. j Que Ustima que el P. Salvi no este delante para darnos algunos de sus antecedentes! Creo haber oldo que cuando nino tu\'o peras que partir con Ia guardia


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civil... su padre fue muerto en no recuerdo que motrn ... Simoun se son:i6 lentamente, sin ruido, ensefiando sus dientes blancos y bien alineados ... -I Aja! j aja! deda su excelencia moviendo la cabeza: ccon que esas ' tenemos? 1Apunte usted ese nombre! -Pero, mi general, dijo el alto empleado viendo que la cosa tomaba mal giro; hasta ahora nada de positivo se sabe contra esos j6venes; su petici6n es muy justa, y no tenemos ningun derecho para neg<:lrsela fundandonos s610 en meras conjeturas. Mi opini6n es que el gobierno, dando una prucba de su confianza en el pueblo y en la estabilidad de su base, acuerde 10 que se Ie pide; y libre a el despues de retirar el permiso cuando yea que se abusa de su bondad. Motivo~ nj excusas no han de faltar, podemos vigilarlos ... cJ>ara que disgustar a un os j6venes que despues puede~ resentirse, cuando 10 que piden esta mandado por r(\ales decretos? -El P. Irene, don Custodio y el P. Fernandez asentian con la cabeza . -Pero los indios no deben saber castellano, csabe usted? grit6 el P. Camorra; no deben saber porque luego se meten a discutir con nosotros, y los indios no deben discutir sino obedecer y pagar ... no deben meterse a interpretar 10 que dicen las leyes ni los libros, j son tan sutiles y picapleitos! Tan pronto como saben el castellano se hacen enemigos de Dios y de Espana ... lea usted sino el tandang Bas~o Macunat; j ese sr que es un libra! j Tiene verdades como esto! y ense5aba sus redondos punos . EI P. Sibyla se pas6 la mana por la corona en senal de impaciencia. - j Una palabra! dijo adoptando el tono mas conciliador en medio de su irritacion ; aquf no se trata solamente de la ensenanza del castellano, aquf hay una lucha sorda entre los estudiantes y la Universidad de Santo Tomas; si los estudiantes se salen con la suya, nuestro prestigio queda por los suelos, diran que nos han vencido y exultaran y j adi6s fuerza moral, adi6s


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todo! Roto el primer dique cquien conticllc a esa juventud? 1 Con nuestra caida no harcmos mas quc anunciar la de ustedes! Despues de nosotros el gobierno. - j Punales, eso no! g rit6 el P. Camorra; i vcrcmos antes quien tiene mas punos! Entonces hablo el P. Fernandez que durantc 1a discusion 5610 se habia contentaclo con sonreir. Todos se pusieron atentos porque sabian que cra una buena cabeza. -No me quiera usted mal, P. Sibyla, si dilicro de su manera de ver el asunto, pero es raro destino el mio de estar casi siempre en conlradiccion con mis hermanos. Digo, pues, que no debcmos scr tan pcsimistas. La ensei1anza del castellano se pucdc conceder; sin peligro ninguno y para que no aparczca como una derrota de la Vniversidad, debiamos los dominicos hacer un esfuerzo y ser los primeros en cch:brarla: al11 est路' la politica. i Para qu~ vamus ,i estar en continua tir ntez con el pueblo, si despucs de todo somos los POCO$ y ellos los m 'ls, si nusotrus nec(!sitamos de eUos y no cllos de nosotros? 1 Espcrc ust('u, P. Camorra, espere usted! Pase que por ahora d pueblo sea debil y no tenga tantos conocimicntos, yo tambien 10 creo asi, pero no sera manana, ni pasado. Manana 0 pasado seran los mas fuertcs, sabdn 10 que les convendnl y no 10 podemos impedir, como no se puede impedir que los ninos, llegadus a cierta edad, se enteren de muchas cusas ... Digo pues, cpor que no aproJ"echamos esle estado de ignorancia para cambiar por completo de politica, para fundarJa sobre u[.Ia base solida, imperecedera, 1;\ justicia por ejcmplo en vez de la ignorancia? Porque no hay como scr justos, esto se 10 he dicho sicmprc ~\. mis herm~IDOs y no me quieren creer. EI indio, como todo pueblo jOVCIl, . es idolatra de la justicia; pide el castigo cuanclo ha faltado, asi como Ie exaspera cuando no 10 ha merecido. 2 Es justo 10 que dcsean? pues a conc('dersclo, demosles todas las escuelas que quieran, ya se cansanin: la juventud es bolgazana y 10 que la pone en ar'o tividad es nuestra oposici6n. Nuestro lazo prcstigio,


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P. Sibyla esta ya muy gastado; preparemos otro, el lazo gratitud, por ejemplo. No seamos tontos, hagamos 10 que los cucos jesuitas ... --j Oh, oh, P. Fernandez! No, no; todo 10 podIa tolerar el P. Sibyla men os proponerle a los jesuItas por modelo. Tembloroso y palido se deshizo en amargas recriminaciones. - j PI imero franciscano ... cualquier cosa antes que jcsuita! dijo fue{a de Sl. - j Oh, oh! - j Eh, eh! Padre P-!! Vino una discus ion en que todos, olvidandose del capitan general, intervinicron; hablaban a la vez, /iritaban, no se entendian, se contradecian; BenZayb las tenia con el P. Camorra y se ensefiaban los punos, et U(lO hablaba de gansos y el otro de chupatintas, el P. Sibyla hablaba del CapItulo y el P. Fernandez, de la Summa de Santo Tomas, etc., hasta que entr6 el cura de. Los Baii.os a anunciar que el almuerzo estaba servido. Su excelencia se levanto y asI se corte la discusi6n. - j Ea, senores! dijo; j hoy hemos trabajado como negros y eso que estamos de vacaciones! Alguien dijo que los asuntos graves deben tratarse en los postres. Yo soy en absoluto de esa opinion. -Podemos indigestarnos, observ6 el secretario aludiendo al calQl de la discusi6n. -Entonces 10 dejaremos para mafiana. Todos se Ievantaron. --Mi general, murmuro el alto empleado j la hija de ese Cabesang Tales ha vueito solicitando la libertad de su abuelo enfermo, preso en lugar del padre ... Su cxcelencia Ie miro disgustado y se paso la mano por la ancha frente. --j Carambas! que no Ie han de dejar a uno almorzar en paz! -Es el tercer dIa que viene j es una pobre muchacha ... - j Ah, demonios! exclamo el P. Camorra j yo me decia: algo tengo que decir al general, para eso he venido ... para apoyar la peticion de esa muchacha.


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El general se rasco detds de la oreja. Vaya! dijo; que e1 secreta rio ponga un volante al teniente de la guardia civil, para que Ie sueltcn. i No didn que no somos clementes ni misericordiosos! y mir6 a Ben-Zayb. EI periodista pestafie6. -j


• XII PLACIDO PENITENTE

De mala gana y con los ojos casi 110rosos iba Placido Penitente por Ia Escolta para dirigirse a Ia Universidad de Santo Tomas. Hada una semana ape,nas que habfa 11egado de su pueblo y ya habia escrito dos veces a su madre reiteran do sus de~eos de dejar los estudios para retirarse y trabajar. S~ madre Ie habia contestado que tuviese paciencia, que cuando men s debfa graduarse de bachiller en aries, pues era triste abandollar los libros despues de cuatro an os de gastos y sacrificios por parte de uno y otro. ~ De donde Ie venia a Penitente el desamor al estudio, cuando era uno de los mas aplicados en el famoso colegio que el P. Valerio dirigla en Tanawan? Penitente pasaba a11i por ser uno de los mejores latinistas y sutiles argumentadores, que sablan enredar 6 desenredar las cuestiones mas senci11as 6 abstrusas; los de su pueblo Ie tenian por el mas listo, y su cura, influido por aquella fama, ya Ie daba el grado de filibustero, prueba segura de que no era tonto nj inca paz. Sus amigos no se explicaban aquellas ganas de retirarse y dejar los estudios; no tenia novias, no era jugador, apenas conoda el hUl1kian y se aventuraba en un revesina; no crda en los consejos de los frailes, se burlaba del tan dang Rasia, tenia dinero de sobra, trajes elegantes, y sin embargo, iba de mala gana a clase y miraba con asco los libros. • En el Puente de Espana, puente que solo de Espana tiene el nombre, pues hasta sus hierros vinieron


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del extranjero, encontr6se con la larga procesi6n de j6venes que se dirigfan a Intramuros para sus respectivos colegios. Unos iban yestidos a la europea, andaban de prisa, cargando libros y cuadernos, preocupados, pensando en su lecci6n y en sus composiciones; estos eran los alumnos del Ateneo. Los letranistas se distingulan por ,i r casi todos vestidos a la filipina, mas numerosos y menos cargados de libros. Los de la Universidad vis ten con mas esmero )' pulcritud, andan despacio )" en yez de libros, suelen lIeval' un baston. La juventud estudiosa de Filipinas no es muy bulliciosa ni bullanguera; va cbmo preocupada; al verla, cualquiera dirla que de1ante de sus ojos no luce ninguna esperanza, ningun risueno porvenir. Aunque de espacio en espacio alegran la procesion las notas simpaticas y ricas en colores de las educandas de la Escuela municipal, con la cinta sobre el hombr~ )' los libros en la mano, seguidas de sus criadas, sin embargo, apenas resuena una risa, apenas se oye una 1:) oma; nada d anciones, nada de salidas graciosas; a 10 mas brom~s pesadas, peleas entre los pequenos. Los grandes casi siempre yan serios y bien compuestos como los estudiantes alemanes. Placido segula el paso de Magallanes para entrar por la brecha, antes puerta de Santo Domingo, cuando de repente recibio una palmada sobre el hombro que Ie hizo volverse inmediatamente de mal humor. - j Ole Penitente, ole Penitente! Era el condisdpulo ] uanito Pelaez, c1 barbcro 0 favorito de los profesores, pillo y malo como el solo, de mirada picaresca y sonrisa de truhan. Hijo de un mestizo espanol, rico comerciante en uno de los arrabales, que cifraba todas sus alegrlas y esperanzas en el talento del joven, prometla mucho por sus picardlas, y gracias a su costumbre de jugar malas pasadas a todos, escondiendose despucs detnis de sus companeros, tenia una particular joroba que se aumentaba cada vez que hacia una de las suyas y se rda. - i Como te has divertido, Penitente? preguntaba dandole palmadas fuertes sobre el hombr~.


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-As!, aSl, contesto. Pi<icido algo cargado, CY t6? -I Pues, divinamente! Figurate que el cura de Tianl me invita a pasar las vacaciones en su pueblo, 1 me voy... chico! cIe conoces al P. Camorra? Pues es un cura liberal, muy campechano, franco, muy franco, de esos por el estilo del P. Paco ... Y como habla chicas muy guapas, dabamos cada jarana, el con su guitarra y sus peteneras y yo con mi violin ... Te digo, chico, que nos divertimos en grande; j no hay casa que no hayamos subido! Y murmuro al oido de Placido algunas palabras echandose a reir despues. Y como Placido manifestara cierta extraneza, anadio: - j Te 10 puedo jurar! j No tienen mas remedio, porque con un expediente gubernativo se deshace del padre, marido 0 hermano y santas pascuas! Sin embargo, nos hemos encontrado con una tonta, novia crco yo de Basilio, csabes? j l\jira que tonto es ese Basilio! j Tener u a novia que no sabe un a palabra de espanol, ni tiene dinero y que ha sido criada! Arisca como ella sola pero bonita: el P. Camorra la emprendio una noche de bastonazos con dos bagontaos que la daban serenata y yo no se como no los mato. Pero. con todo, sigue tan arisca como siempre. j Pero tendd. que pasar por ello como todas, como todas! Juanito Pelaez se rda con la boca lIena como si aquello Ie supiese a gloria. Placido Ie miro con disgusto. -Oye, cy que explico ayer el catedratico? pregunto cambiando de conversacion. -Ayer no hubo clase. - j Ojo! i Y anteayer? - j Hombre, jueves! -Es verdad 1 que bruto soy! cSabes, Placido que me voy volviendo bruto? Y i el miercoles? -c El miercoles? Aguarda ... el miercoles 110vizno. - j Magnifico! y i el martes, chico? -El martes era la fiesta del catednitico y fufmos a festejarle con una orquesta, un ramiJIete pe flores y algunos reg-alos.. . .


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- j Ah, carambas! exc1amo Juanito, que 10 he olvidado I que bruto soy! Oye, eY pregunto por ml? Penitente se encogio de hom bros. -No 10 se, pero Ie entregaron la lista de los festejantes. -I Carambas!. .. oye, y el lunes eque hubo? -Como era el primer dla de la clase, leyo la lista y sefialo la leccion: sobre los espejos. I Mira! desde aqui hasta alli, de memoria, al pie de la letra ... I se salta todo este trozo y se da esto! Y Ie indicaba con el dedo en la Fisica de Ramos los puntos que se tenian que aprender, cuando de repente saIto el libro por los aires, merced a una palmada que Ie aplico Juanito de aba.jo arriba. - j Hombre, dejate de lecciones; vamos a hacer dia

pichido!

Dia pichido lIaman los estudiantes de Manila al que encontrandose entre dos de fiesta, resuJta suprimido, como es rujado por voluntad de los estudjantcs. -e Sabes ttl que verdaderamente eres un bruto? replico fmioso Placido recogiendo su libro y sus papeles. - j Vamos a hacer dia pichido! repetla Juanito. Phicido no queria: por dos menos no cicrran una c1ase de mas de ciento cincuenta. Se acordaba de las fatigas y economias de su madre que Ie sustentaba en Manila privandose ella de todo. En aquel momento entraban por la brecha de Santo Domingo. -Ahora me acuerdo, exc1ama Juanito al ver la plazoleta delante del antiguo edificio de ta aduana; esabes que estoy encargado para recoger la contrioucion? -e Que contribucion? - j La del monumentol -e Que monumento? - j Toma! el del P. Baltasar i no 10 sablas? -Y equien es ese P . Baltasar? -I Sopla! 1pues un dominico! Por eso acudcn los Padres a los estudiantes. 1 Anda, larga tres 0 cuatro pesos para que yean que som~s esplendidos! Que no


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III

se diga jamas '.Jue para levantar una estatua han tenido que acudir a sus propios bolsiIIos. j Vamos, Placide.te, que no es dinero perdido! Y acompano estas palabras con un guino significativo. Placido recordo el caso de un estudiante que ganaba cursos regalando canarios, y dio tres pesos. - Mira, csabes? escribirc claro tu nombre para que el profesor 10 lea, ives? Placido Penitente, tres pesos. j Ah! j escucha! Dentro de quince dfas es la fiesta del profcsor de Historia Natural. .. Sabes que cs muy barbian, que no pone nunca faltas ni pregunta la leccion. j Chico, hay que ser agradecidos! - j Es verdad! -Pues cno tc parece q:J debemos festejarle? La orquesta no ha de ser menos que la que Ie lIevasteis al catedratico de Fisica. - j Es verdad! -c Que te pallece si ponemos la contribucion ados pesos? Anda, Placiding, empieza ttl por dar, asi te quedas en la cabeza de la lista. Y como viese que Placido daba sin vacilar los dos pesos pedidos, anadio: -Oye, pon cuatro, que ya despues te delvolvere los dos; es para que sirvan de gallo. -Pues si me los has de devolver, cpara que darte1os? basta con que pongas cuatro. - j Ah! es verdad j que bruto soy! csabes que me voy volviendo bruto? Pero damelos de todos modos, para ensenarlos. Placido, para no desmentir al cura que Ie bautizo, dio 10 que Ie pedian. Llegaron a la Universidad. A la entrada y a 10 largo de las aceras que a uno y a otro lado de la misma se extendian, estacionaban los estudiantes esperando que bajen los profesores. Alumnos d~l ano preparatorio de Derecho, del quinto de Segunda Ensenanza, del preparatorio de Medicina formaban animados grupos: estos dos ultimos eran faciles de distinguir por su traje y por cierto aire que no se observa en los otros: vienen en S1,.1 mayorfa del


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Ateneo Municipal y entre ellos vemos al poeta Isagani explicando a un compafiero la teoria de In refraccion de 1<1 luz. En un grupo se discutin, se disputaba, se citaban frases del profesor, text05 del libro, principios escolasticos; en otro gesticulaban con los libros agitandolos en el aire, se demostraba con cl baston trazando figuras sobre el suclo; mas alia, ('ntretenidos en observar a las devotas quc van a la YCcina iglesia, los estudiantes hacen alegres comcntarios. Una vieja, apoyada en una joven, cojea de"ota路 mente, la joven cam ina con los ojos bujos, timida y avergonzada de pasar delante de tnntos observadores; la vieja levanta la falda color de cafe, de las Hermanas de Santa Rita, para er,seiiar unos pies gorditos y unas medias blancas, rilie a su compaiiera y lanza miradaS' luriosas a los curiosos. _oj Saragates! grufie, i no les mires, baja los ojos! Todo llama Ia atencion, t odD ocasiona bromas y comentarios. Ora es una 'lnagnifica viet ria que se para junto (l la puerta para depositar Ii lIna familia devota; van a visitar a la Virgen del Rosario en su dia fa\'orito; los ojos de los curiosos se afilan para espim In forma y e1 tamafio de los pies de las senoritas al saltar del coche; ora es un estudiante que sale de la puerta con la devocion aun en el rostro: ha pasado por ('I templo para rogar a la Virgen Ie hiclese comprensible In Icccion, para ver si esta la novia, cambiar algunas miradas con ella e irse a c1ase can el recuerdo de sus am antes ojos. Mas en los grupos se nota cierto movimiento, cicrta espectacion, e Isagani se interrumpc y palidecc. Un coche se ha detenido junto a la pucrta: la parcja de caballos blancos es bien conocida. Es cl coche de la Paulita Gomez y ella ha saltado ya en tierra, ligcra como un ave, !>in dar tiempo a que los pj~aros Ie vic~ ran el pie. Con un gracioso movimiento del cucrpo y un pase de mana se arregla los pliegues de la saya, y con una mirada rapida y como descuidada ha visto a Isagani, ha saludado y ha sonreido. Doiia Victor i-


EL F1LlBUSTERISMO

na baja

a su vez,

mira al traves de sus quevedos, ve Pelaez, sonde y Ie saluda afablemente. Isagani, rojo de emocion, contesta con un timido saludo; Juanito se dobla profundamente, se quita el sombrero y hace el mismo gesto que el celebre carnico y caricato Panza cuando recibe un aplauso. - j Mecachis! ! que chica! exclama uno disponiendose a partir; decid al catedratico que estoy gravemente enfermo. Y Tadeo, que as! se I1amaba el enfermo, entro en la iglesia para scguir a la joven. Tadeo va todos los dias ala Universidad para pregun tar si hay cIase y cada vez se extrafia mas y mas de que la haya: tiene cierta idea de una cuacha latente y eterna y la espera venir de un dia a otro. Y todas las mananas, despues de proponer en vano que hagan novillos, se marcha pretextando gran des ocupaciones, con'lpromisos, enfermedades, precisamente en el momenta mismo en que sus compafieros entran en la cIase. Per por no se sabe que arte de birlibirloque, Tadeo aprueba cursos, es querido de los profesores y tiene delante un hermoso porvenir. Entretanto ' un movimiento se inicia y los grupos empiezan i moverse; el catedratico de Fisica y Quimica ha bajado a cIase. 路 Los alumnos, como burlados en sus esperanzas, se dirigieron al interior del edificio dejando escapar exclamaciones de descontento路. Pl<kido Penitente sigue a la multitud. - j Penitente, Penitente! Ie IIamo uno con cierfo misterio; I firma esto! -Y ique es eso? - j No importa, firmalo! A Placido Ie parecio que Ie tiraban de las oreias; tenia presente en la memoria Ia historia de un ca15eza de barangay de su pueblo, que por haber I1rmado un documento que no conoda, estuvo preso meses y meses y por poco fue deportado. Un tlo suyo, para grabarIe la leccion en la memoria, Ie habla dado un fuerte tiron de orejas. Y siel!1pre que ola hablar de firmas se reproduda en los cartHagos de sus orejas la sensacion recibida.

a Juanito

S.-TOMO I


- -Chico, dispensa, pero no firmo nada sin enterafme antes. _oj Que tonto eres! si 10 firman dos carabincros celestiales, i que tienes que temer? El nombre de cu.rabineros celestiales infundJa COllfianza. Era una sagrada compania, crenda para rtyudar a Dios en la guerra con el espiritu del mnl, )' para impedir la introduccian del contrabando heretico en el mercado de Ia Nueva Sian. PUcido iba ya a firmar para acabar porque tenia prisa: sus compafieros rezaban ya el 0 Thoma, pero Ie parecia que su tlo Ie cogia de la oreja, y dijo: - j Despues de clase! quiero leerlo antes. -Es muy largo, i enti ndes? se trata de dirigir una eontrapetician, mejor dieho, una prote. tao i Entiendes? Makaraig y, algunos han solicitado que se abra una academia de castellano, 10 eual es una verdadera tonte la .. _ _ oj Bien, bien! chico, luego sera, que ya estan empezando, dijo PMcido tratand de escapllrse. - j Pero si vuestro profcsor no le~ la listed -Sl, si, que la lee a ycecs. IDcspuL's, dcspucs! Ademas ... yo no quiero ir en cuntra de 1Iakaraig. - Pero si no es ir en contra, es solamente ... Ph\.cido ya no oia, ya estaba lejos y andaba de prisa dirigiendose a su clase. Oy6 difcrentes I adsum! 1 adsum! j carambas, se lela la lista! .. _ apreta los pasos y lIega precisamente a Ia plierta cuando estaban en Ia Ietra Q. - I Tinamaan ng ... 1 murmuro mordiendose los 1abios. \facila sobre si entrar 6 no: la raya ya estaba pucsta y no se la iban a borrar_ A la dasc no se va para aprender sino para no tener la I'aya; la clase se reducIa a hacer del.. .it" la lcccion de memoria, Jeer el libro y, cuando mas, a una que otra preguntita abstracta, profunda, capciosa, enigmatica; es verdad que no falta el sermoncito i el de siempre! sobre la humiidad, la sumis ion, el respeto a los rclig iosos y el, Placido, era humilde, sumiso y rl-spetuoso. Iba a mareharse ya, pero se acord6 de que los examenes sc acercaban


t;:L FiLlBUSTERISMo

y su profesor no Ie habia preguntado todavla ni parecla haberse fijado en el: j buena ocasion era aquella para llamar la atencion y ser conocido! Ser conocida es tener el ano ganado, pues si no cuesta nada suspender a uno que no se conoce, se necesita tener dura el corazon para no impresionarse ante la vista de un joven que con su presencia reprocha diariamente la perdida de un ano de su vida. . Placido entro, pues, y no sobre la punta de los pies como soHa hacer, sino meticndo ruido COIl sus tacones. Y j demasiado consigui6 su intento! El catedratieo Ie miro, fruncio las cejas y agito la cabeza como diciendo: - j Insolentillo, ya me las paf:aras!


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LA CLASF DE FisICA

La c1ase era un gran e pacio rectangular, con grandes ventanas enrejadas que daban paso abundante al aire y a la luz. A 10 largo de los muros se "cian trt's anchas gradas de piedra cubiertas de madera, llenas de alumnos colocados en orden alfabetico. Bacia el extremo opuesto a la entrada, debajo de una estampa de Santo Tomas de Aquino, se levantaba la catedra del profesor, elevada, con dos escaleritas a ambos costados. Exceptuando un hermoso tablero con marco de narra sin usar casi, pues en <':1 continuaba attn escrito el i viva! que aparecio desde el primer dla, no se veia alii ningun mueble Util 0 inutil. Las paredes, pintadas de blanco y protegidas en parte por azulejos para evitar roces, estaban cnteramente desnudas: ni un trazado, ni un grabado, ni un esquema siquiera de un instrumento de Fisica. Los alumnos no tenian necesidad de mas, nadie echaba de menos la ensefianza pnictica de una ciencia eminentemente experimental; por afios y afios se ha ensefiado asl y Filipinas no se ha trastornado, al contra rio continua como siempre. Alguna que otra vez bajaba del cicIo un instrumentillo que se ensefiaba de lejos a Ia clast', como el Santlsimo ,,\ los fie1es prosternados, miramc y no me toques. De epoca en epoca, cuando vcnia algun profesor complaciente, se sefialaba un dla del afio para visitar e1 misterioso Gabinetc y admirar desde fuera los enigmaticos aparatos, colocados dentro de los armarios j nadie se podia quejar; aquel db se veia mucho lat6n, mucho cristal, muchos tubos,


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discos, ruedas, campanas, etc. ; y la feria no pasaba de alH, ni Filipinas se trastornaba. Por 10 dermis, los alumnos estan convencidos de que aquellos instrumentos no se han comprado para ell os ; buenos tontos sedan los frailes. El Gabinete se ha hecho para ensefiarselo a los extranjeros y a los grandes empleados que venian de la Peninsula, para que al verlo muevan la cabeza con satisfacci6n mientras que el que les guIa sonrie como diciendo: -~ Eh? ~ ustedes se han cl'eido que se iban a encontral' con unos monjes atrasados? j Pues estamos a la altura del siglo; tenemos UD Gabinete! Y los extranjeros y los grandes empleados, obsequiados galantemente, escribian despues en sus viajes <'> memorias que La Real y Pontificia Universidad de Santo Tomas de Manila, Ii cargo de La ilustrada orden dominicana, posee un magnifico Gabinete de Fisica para la instr1~cci6n de la juventud ... Curs an anualmente esta asignatura uk-os doscientos cincuenta alumnos, y sea par apa'tia, indolencia, poca capacidad -del indio -It otm causa cualquierc~ etnol6gica 6 suprasensible ... hasta ahora no ha despuntado un Lavoisier, un Secchi ni un Tyndall, siquiera en miniatura de la raza melayo-filipina!!! Sin embarg"o, para ser exactos, diremos que en este Gabinete tienen sus clases los treinta <'> cuarenta alumnos de ampliaci6n y por cierto bajo la direcci6n de un cateddtico que cumple bastante con su deber, Vero, procediendo la mayor parte de estos del Ateneo de los jesuitas, donde la ciencia se ensefia practicamente en el gabinete mismo, su utilidad no resulta grande como 10 seda si se aprovechasen de ellos dosdentos dncuenta que pagan su matricula, compran su libro, estudian y emplean un ano para despues no saber nada. Resulta de ello que, exceptuando algun raro capista <'> sirviente que tuvo a su cargo los museos durante afios y afios, jamas se supo de ninguno que haya sacado provecho de las lecciones de memoria con tanto trabajo aprendidas. Pero volvamos a nuestra clase. J<;J cat~9nltico ~ra un dominico joven, que habia


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desempenado con mucho rigor y excclente nomhre algunas catedras en el colegio de San Juan de Letr:in. Tenia fama de ser tan gran dialectico como profundo filosofo y era uno de los de mas porvenir en su partido. Los viejos Ie consideraban, y Ie em'idiaban los j6venes, porque entre ellos tam bien existen partidos. Era aquel el tercer ano de su profesorado, y aunque era el primero en que explicaba Fisica y Quimica, pasaba ya pOl' ser un sabio no solo entre los complacientes estudiantes sino tambicn entre los otros n6madas profesores. El P. 11il1on no pertenecia al vulgo de los que cada ano caml>ian de caledra pam tener ciertos conocimientos cientificos, alumnos entre otros alumncs sin rna difercncia que 1a de cursar una sola ~signatura, preguntar en vez de ser preguntados, ent nder mejor el castellano y no examinarsc al fin del CUI' o. EI P. Millon profundizaba la ciencia, conocia la Fisica de Arist6te1~ y la del P. Amat; lela atentamente e1, Ramos y de cuando en cuando echaba un vistazo al Ganoi. Con todQ, sacudia muchas veces la cabeza con aire de duda, sonreia y murmuraba: transeat. En cuanto a Quimica, se Ie atribulan poco vulgar.es conocimientos desde que, fundandose en un dicho de Santo Tomas de que el agua era una mezcIa, prob6 palmariamente que cl Angelico Doctor se habfa con mucho anticipado a los Berzelius, Gay Lussac, Bunsen y otros materialistas mas <'> menos presumidos. No obstante, :i pesar de haber sido profesor de Geografia, todayia conservaba ciertas dudas de la redondez de la tierra y se sonreia con malicia al hablar de los movimientos de rotacion y reyoluci6n en torno del sol, recitando: El mentir de las estrellas Es un comodo mentir ... Se sonrefa con malicia ante ciertas teorlas flsicas y tenia por visionario cuando no por loco al )esuita Secchi imputandole el trazar triangulaciones sobre la liostia como efecto de sus manias astron6micas, por euya cal.jsa, decia, Ie prohibieron decir misa; muchos


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notaron tambien en el cierta inquin;t contra 1a ciencia que exp1icaba, pero tales lunares son pequeneces, preocupaciones de escuela y religion y se explican facilmcnte no solo porque las ciencias fisicas sean cminentemente practicas, de pura observaciQn y deduccion, mientras su suerte estaba en las filosoficas,路 puramente especulativas, de abstraccion e induccion, sino tambien porque, a fuer de buen dominico, amante de las glorias de su orden, no podia sentir carino por una ciencia en que ninguno de sus hennanos habia sobresalido j era el el primero en creer en la Quimica de Santo Tomas! y en que tantas glorias ,habian conquistado ordenes enemigas, digamos sus rivales. Este era el proIsor que aquella manana, leida la lista, mandaba decir la leccion de memoria, al pie de la letra, a vnuchos de los alumnos. Los fonografos funcionaban, unos bien, otros mal, otros tartamudeaban, se apuntaban. El que la deda sin falta se ganaba una ,yaya bt拢ena, y una mala. el que Cllmetia mas de tres equivocaciopes. Un chico gordo, con cara de sueno y cabell os ties os y duros como barbas de un cepillo, bostezaba hasta dislocarse la mandibula y se desperezaba extendiendo los brazos, 10 mismo como si estuviese en su cama. Viole e1 catedratico y quiso asustarle. ---,.j Oy! ttl, dormilon, j aba! 2 cosa? Perezoso tambien, seguro ttl no sabe 1a leccion, 2ja? El P. Millon no solo tuteaba a todos los estudiantes como buen fraile, sino les hablaba adcmas en lengua de tienda, practica que aprendio del cateddtico de Canones. Si el Reverendo queria con ello rebajar <1. los alumnos 0 a los sagrados decretos de los concilios es cuestion no resuelta todavia, a pesar de 10 mucho que sobre ello se ha discutido. La interpelacion, en vez de indignar a la c1ase, hlzole gracia y mllchos se rieron: era una cos a de todos los dias. Sin embargo, el dormi16n no se rio; levantose de un saito, se res trego los ojos, y como si una maquina de vapor hiciese girar e1 fonografo, empez6 a recitar: -"Se da el nombre de espejo a toda superficie pu-


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limentada, destinada a producir por la reflexion de 1a luz las imagenes de los objetos situados delante de dicha superficie; por las substancias que forman estas superficies se dividen en espejos metalico:; y espejos de cristal..." - j Para, para, para! interrumpio el cateddtico; j Jesus que matraca! ... Estamos en que los espejos se dividen en metalicos y de cristal ~ ja? Y si yo te presentase una madera, el kamagollg por ejemplo, bien pulimentada y barnizada, 0 un pedazo de m{u'mol negro bien bruflido, una capa de azabache que reflejase las imagenes de los objetos colocados delante, ~ como clasificarlas tu esos espejos? El preguntado, ya porque no supiese que responder 0 no entendiese la pregunta, intento salir del paso demostrando que sabia la leccion )' continuo como un torrente: -  Los primcros son formados por cl laton 0 por una aleacion d diferentes mctales y los segundos son formados por 'fla l:\mioa de c istal, cuyus dos sUPt'rflcies estao muy bien pulimentadas y una de elias tiene adherida una amalgama de estano." - j Tun, tun, tun! no es eso; i te digo d01llitllt~ ~'()­ biscum y me contestas requiescat in pace! Y el buen cateddtico repitio la pregunta en lengu<t de tienda, insertando cosas Y llbcis a cada momento. El pobre joven no salla de apuros: dudaba si incluir el kamag6n entre los metales, cl marmol entre los cristales y el azabache dejarlo como neutro, hasta que su yecino Juanito Pelaez Ie apunto disimuladamente: - j El espejo de kamag6n entre los espejos de madera! ... EI incauto 10 repite y media clase se desternilla de ri~;a. - i Buen kamagon estas tu! Ie dice eI catedratico riendo a su pesar. Vamos a ver a que lIamarias ttl espejo: a la superficie per se, in quantum est stlper)!cies 0 al cuerpo que forma esta superficie, la materia prima, modificada por el accidente superficie, porqut', claro csta, siendo la superficie accidcnte a los cuer-


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pos no puede existir sin substancia. Vamos aver: ~que dices? -~ Yo? 1 Nada!

iba a contestar el in feliz que ya no sabia de que se trataba aturdido por tantas superficies y tantos accidentes que Ie martilleaban crueImente el oido, pero un instinto de pudor Ie detuvo y, lJeno de angustia y empezando a sudar, pusose a repetir entre dientes: -Se da e1 nombre de espejo a toda superficie puIimentada .. -'-Ergo, per ie, e1 espejo es la superficie, pesco el catednl.tico. Pues bien, resuelveme esta dificultad. Si la superficie es el espejo, indiferente debe ser a la esencia del espejo cuanto detnis de esta superficie se pueda encontar, puesto que 10 que esta detnis no afecta a la escncia de 10 que esta delante, id est, de la superficie, qum super faciern est, quia vacatur superficies facies ea quce supra videtur; ~ concedes 0 no 10 concedes? Los cabellos ael pobre joven aun se pL1sieron mas tiesos como animados de una fuerza ascensionaI. -~ Concedes 0 no concedes? --Cualquier cosa, 10 que us ted quiera, Padre, pensaba el, pero no se <J.trevia a decirlo de temor se riesen. Aquello se Ilamaba apuro y jamas las habia visto tan gordas. Tenia cierta vaga idea de que a los frailes no se les podia conceder la cosa mas inocente sin que de ella sacasen todas las consecuencias y provechos imaginables; diganlo sino sus haciendas y sus curatos. Asi que su ang-el bueno Ie sugeria negase cualquier cosa con toda la energia de su alma y la rebe1dia de sus cabellos, y estaba ya para soltar un soberbio i nego! y porque quien niega todo no se compromete a nada, Ie habla dicho cierto oficial de un juzgado; mas, la mala costumbre de no escuchar la voz de la propia conciencia, de tener poca fe en la gente de curia y buscar auxilio en los otros cuando se basta UQO solo, Ie perdieron. Los compafieros hadan sefias de que 10 concediese, sabre todo Juanito Pelaez/ >' dejandose llevar de su mal sinal saito uq


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ÂŤconcedo PadreÂť con YOZ tan desfallccida como si dijese: In manus tuas contmendo sPililll11l melllll. -Concedo alltecedclltel1l, rcpitio el catedrMico sonriendo maliciosamentc; ergo, pucdo raspar cl azogue de un espejo de cristal, substituirlo pOl' lin pedazo de bibinha y siempre tcndrcmos el espejo, Gjn? i Que tendremos? EI jovcn miro a sus inspiradorcs y \'iendolos atl')nitos y sin saber que dccir, sc c1ibujo en SlI eara c1 mas amargo rcproche. Dens mens, DellS metiS, qllare' dereliquiste me, decian los atribulndos ojos mientra~ que sus labios murmuraban: Ilinillii/wn! En \'ano tosia, estiraba la pechcra de u camisa, sc apoyaba sobre un pie, lucgo sobre otro, no encontraba solucion. -Vamos, ique tenemos? repetin el cateddtico gozandose en cl ef cto de su argumcnto. -I La bibin/,a! opla ba Juanito Pel'lcz, Ila bibil1ha! --j Callate, bobo! grit6 al fin dcscspcrado cl jO\'Cll que queria salir del apuro t1' .. nsf orm,'lndolo cn querella. - I Aver, Juahito, si me resuclves la cuesti6n! pregunt6 entonces el cateddtico a Pclaez. Pelaez, que era uno dc sus fa\oriIOs, se lcvant<) lentamente no sin dar antes un codazo a PUeido Penitente, que era el que Ie seguia pOI' ordcn c](' lista. El codazo qucria decir: - j Atenci6n y apuntame! - I Nego consecuentiam, Padre! contest6 resucltamente. - I Hola, pues probo consecllentiam! Per te, la 5\1perficie pulimentada constituye la escl1cia dcl espejo ... - I N ego suppositum! interrumpio Juanito al sentir que Placido Ie tiraba de la americana. -~ Como? Per te ... - / Nego! -Ergo i tu opinas que 10 que esta detnis influye sobre 10 que esta deJante? - I N ego! grit6 con mas ardor toda\,ia, sintiendo otro tiron de su americana. , Juanito 6 mejor Placido, que era el que Ie ~pllnta-


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ba, empleaba sin sospechar la tactica china: no admitir al mas inocente extranjero para no ser invadido. -c En que quedamos, pues? pregunto el catcdrcitieo algo desconcertado y mirando con inquietud al intransigente alum no ; i infiuye 0 no infiuye la substancia que esta detrcis, sobre la superficie? Ante esta pregunta precisa, categorica, especie de ultimatum, Juanito no sabia que responder y su americana no Ie sugeda nada. En vano hacia sefias con la mana a Placido; Placido estaba indeciso. Juanito aprovechose de un momenta en que el catedrcitico miraba a un estudiante que se quitaba disimuladamente las botinas que Ie venian muy apretadas, y dio un fuerte pisoton a Placido, diciendo: -I Sop lame, anda, soplame! -Distingo ... 1Aray! j que bruto eres! grito sin querer Plcicido mirandole con ojos iracundos, mientras se Ilevaba la mano a sus ~otinas de charo!. El cateddticC\> oyo el grito, les vio y adivino de que se trataba. - j Oy, tu! espiritu sastre, Ie interpelo; yo no te pregunto a ti, pero ya que te precias de salvar a los demas, aver, s"ilvate a ti mismo, salva te ipsum, y resuelveme la dificultad. Juanito se sento muy contento, y en prueba de agradecimiento sacole la lengua a su apuntador. Este entretanto, rojo de verguenza, se levan to y murmuro ininteIigibies excusas. Considerole por un momento el P. Millon como quien saborea con la vista un plato. j Que bueno debia ser humillar y poner en ridiculo a aquel mozo coqueton, siempre bien vestido, la cabeza erguida y Ia mirada serena! Era una obra de caridad; asi es que el caritativo catedratico se dedico a ella con toda conciencia repitiendo lentamente ta pregunta: -EI libro dice, que los espejos metalicos estan formados por el laton 0 pOI' una aleaci6n de diferentes metales i es cierto 6 no es cierto? -Lo dice el libro, Padre ... -Libe1' dixit e1'go ita est; no vas a pretender saber l1}as que ~llibro ... Afiade qespues que los e~pej9~


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de cristal estan form ados por una lamina de crista] cuyas dos superficies estan muy pulimcntadas, tcniendo en una de eJlas adherida una amalgama de estafio i no tiL bene! una amalgama de estaflO. cEs esto cierto! -Si 10 dice el libro, Padre .. -c EI estaflo es un metal? -Parece que sl, Padre; 10 dice el libro. -Lo es, 10 es, y la palabra amalgama quierc decir que va un ida al mercurio que tambicn es otro metal. Ergo un espejo de cristal es un espejo de metal; crgll los terminos de la divisi6n se confunden, ergo la clasificaci6n es viciosa, ergo ... CC6mo te cxplicas tll, espiritll-sastre:> Y marcaba los ergos y los tues con una fruici()n indecible Y g'uiflaba el ojo como diciendo: I estas frito! -Es que ... es decir que .. . balbuceaba Phicido. -Es decir que no bas comprendido la icccion, 1 Csplritu mezquil10 que no te entiendcs y soplas al vecino! La clase no se indign6; al contrario, muchos encontraron el consonante gracioso y sc rieron. l'\:.icidu se mordi6 los labios. -c C6mo te llamas ttl? pregunt61e el catcddtico. -Placido, contest6 secamente. -I Aja! Placido Penitente, pues mas pareces Phlcido Soplon 6 Soplado. Pero te voy a impoller pcnitencia por tus sopladurias. Y feliz con el juego de palabras, Ie mand6 dijese la leccion. El joven, en el estado de animo en que se encontraba, cometi6 mas de tres faltas. El catcdnitico entonces, mO\'iendo la cabeza de arriba abajo, abri6 lentamente la lista y con toda pausa la fuc recorriendo mientras repetia el nombre en voz baja. -Palencia... Palomo.. . Panganiban... Pedraza .. . Pelado ... Pelaez ... Penitente, 1 aja.! Placido Penitente, quince faltas voluntarias de asistencia ... Placido se irgui6: -c Quince faltas, Padre? -<Juince faltas voluntarias de asistcncia, continua-


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ba el catedd.tico; con que no te falta mas que una para ser borrado. -e Quince faltas, quince faltas? repetia Placido aturdido; no he faltado mas que cuatro veces y con hoy cinco, 1si acaso! - j 1usito, jusito, senoHa! contest6 el cateddtico examinando al joven por encima de sus gafas de oro. Confiesas que has faltado cinco veces y, sabe Dios, si no has faltado mas. Atq-ui como leo la lista muy raramente, y cada vez que Ie cojo a uno Ie pongo cinco rayitas, ergo, eCUllntas son cinco por cinco? j A que te has olvidado de la tabla de multiplicar! GCinco por cinco? -Veinticinco ... -I Jusito, jusito! De manera que todavla te dragas diez, porque no te he pillado mas que tres veces ... j U y! si te pillo en todas... Y Gcuan tas son tres por cinco? -Quince ... -I Quince, p rejo camaron on cangrejo! conc1uy6 el catedratico cerrando la lista; si te descuidas una mas, i sulang! I apuBra de la fue 路rta.! j Ah! Y ahora una faltita de lecci6n diaria.. Y abri6 de nuevo la -lista, y busc6 el nombre y puso la rayita. j Vaya 1una rayita! deda; 1c6mo no tienes aun ninguna! -Pero, Padre, exc1amaba Placido conteniendose; j si Vuestra Reverencia me pone la falta de lecci6n, Vuestra Reverencia me debe borrar las de asistencia que me ha puesto por este dla ! La Reverencia no respondi6; consign6 primero lentamente la falta, la contempl6 ladeando la cabeza, la rayita debia ser artlstica, dob16 la lista y desplH~s con toda soma pregunt6: -I Aba! eY por que, nol? -Porque no se concibe, Padre, que uno pueda faltar a c1ase y a1 mismo tiempo decir la leccion en ella ... Vuestra Reverencia dice que , est:1r y no esta r ... -I Nacu! 1metaplsico pa, prematuro no mas! Con que no se concibe, e ja? Sed patet ex pe'yientia y contra


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experientiam negantem, fusilibus est argiietldum, tu, cabeza de fi16sofo, que se puede faltar a clase y no saber la lecci6n al mil>mo tiempo? cEs que la no asistencia implica neccsariamente la ciencia? cQue me diccs, filosofastro? Este ultimo mote fue la gota dc agua que hizo desbordar la vasija. Placido, que entrc sus amigos tenia fama de fi16sofo, perdi6 1a pacicncia, arroj6 el libro, se levant6 y se enear6 eon cl eatedratico: - j Bastante, Padre, bastante! Vucstra Revercneia me puede poner las faltas que quicra, pero no ticne dereeho a insultarme. Qucdese Vuestra Rc\"crcneia eon su clase, que yo no aguanto mas. Y sin mas despedida, sali6. La clase cstaba aterrada: semcjante acto de dignidad no sc veia casi nunea: equicn se iba a figurar que Placido Penitente ... ? EI catcdr:itico, sorprendido, se mordi6 los labios y Ie vi6 alejarse movicndo la cabeza algo amenazador. Con voz temblorosa cmpcz6 entonees el serm6n sobre el mismo tema de sicmpre, aunque con mas energia y mas elocuencia pronunciado. Versaba sobre el naeiente orgullo, la innata ingratitud, 1a presunei6n, el poco respeto ;1 los supcriores, 1a soberbia que e1 espiritu de las tinieblas infundia en los j6venes, la poca educaei6n, la falta de cortesanla, ete., etc. De alii pas6 a echar pullas y sarcasmos sobre 1a pretensi6n que tenian algunos sopladillos de ensefiar a sus maestros 1evantando una academia para 1a enseflanza del cal>tellano. - -I la, ja! deciaj cesos que antes de ayer apenas sablan dceir si, Padre, no, Padre, quieren ahora sabc~r mas que los que han encanecido enscnando? i E1 que quiere aprender, aprende, con academias 6 sin elias! i Seguramente ese, ese que aeaba de salir cs uno de los del proyeeto! i Bueno csta cl castellano con semcjantes partidarios! cDe d6nde habcis de sacar el tiempo para freeuentar la academia si apenas teneis 10 bastante para eump1ir eon los debe res de la clase? Nosotros queremos que sepais todos cl espano1 y que 10 pronuncieis bien para que no os rompais los timpanos con vuestros giros y vuestras pes, pero pri-

centiendes? eY no concibes


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mero la obligaci6n y despues la devoci6n; cumplid antes con vuestros estudios y aprended despues el castellano y meteos a escribidores si os da la gana ... Y a:)l sig-ui6 bablando y bablando basta que toc6 la campana y se termin6 la clase, y los doscientos trcim<l y cuatro alumnos, despues de rezar, salieron tan ignorantes como cuando entraron, pero respirando como si se hubiesen qUitcldo un inmcnso peso de encima. Cada joven habla perdido una hora mas ~n su vida, y con ella una parte de su dignidad y de la consideraci6n it Sl mismo y en cambio ganaba terreno el desaliento, eJ desamor al estudio y el resentimiento en los corazones . j Despues d~ esto pedirles ciencia, dignidad, gratitud! iDe nobi post hCX!c, tristis selentia fertur! y como Ibs doscientos treinta y cuatro, pasaron sus horas de cIase los miles X miles de alumnos que les prccedieron, y, si las cosas no se arreglan, pasaran todavla los que han de venir y se embrutecenin, y la dignidad herida y eI entusiasmo de la juventud viciado sc convertinin en odio y en pereza, como las olas que, volviendose fangosas en cierta parte de la playa, se sucedcu unas a otras dejando cada vez mayor sedimento de basura. Empero, Aquel, que ve desde la eternidad las consecuencias de un acto desenvolverse como un hilo cn el trascurso de los siglos, Aquel, que pes a el valor de un segundo y ha impuesto para sus criaturas como primera ley el progreso y la perfecci6n, Aquel, si es justo, pedid estrecha cuenta a quien debiere tendirla, de los millones de inteligencias obscurecidas y cegadas, de la dignidad humana rcbajada en milloncs de criaturas y del incontable numero dt; tiempo perdido y trabajo malogrado! j Y si las doctrinas del Evangelio tienen su fondo de verdad, tendn\n tam bien que rcsponder los tnillones y millones que no supielon guardar la luz de su inteligencia y la dig-nidad de su espIritu, como el sefior pide cuenta al siervo de los talentos que se dej6 cobardemente robar! J


XIV

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UNA CASA DE ESTUDL\:'O lOS

Era digna de visitarse la cas a <.lontil' vida l'I/akaraig. Grande, espaciosa, con dos pisos cntresudos provistos de elegantes rcjas, parecia un cokgio en las primeras horas de la mafwna y un pandemonium de las diez en adelante. Durante las h~ra:; dc recreaci(~>n de los pupilos, desde que se cntra en cl spacioso zaguan hasta que se liega al piso principal, bullen la risa, la algazara y el movimiento. Jon.:nes en trajc ligero de casa juegan a la sipa, hacen ejercicios gimnasticos, valiendose de trapecios improdsados: en las escaleras se sostiene un as alto entre ocho 6 nucvc, armados de bastones, picas, ganchos y lazos, pero asaltantes y asaltados no sc hacen daiio por 10 general j los golpes paran de rebote sobre la espalda del chino tendero que en la escalera vende 'omi~traj()s e indigestos pasteles. l\f ultitud de niilos Ie roclean, It' tiran de la coleta ya deshecha y desarreglada, Ie arrcbatan un pastel, Ie regatean cl pr<.:cio y Ie haccn mil diabluras. EI chino grita, jura y pcrjura en to<los los idiomas que chapurrea, incluso <.:n cl suyo, lloriquca, rie, suplica, pone buena eara euando la mala de nada Ie sin'e y viccversa. - j Ah, malo esi-Vo eosicsia-N'o quilistianoUste limofio--Salamaje!-j tusu, tusu! etc. - j Piff, paff! j no importa! Vueh'c la eara sonriente j si s610 sobre sus espaldas reeibe los baston3ZoS continua imperterrito su eomereio, contentandose con gritar:- ÂŤNo jugulo, i eh? i no jugalo!lI peru si 10


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rccibe sobre el bilaw que contiene sus pastas, en tonccs, jura no volver, arroja por la boca todas las imprecaciones y maldiciones imaginables; los muchachos redoblan para hacerle rabiar mas y cuando yen ya la fraseologia agotada, y estan satisfechos de tanta jopia y pepita de ~andia salada, entonces Ie pagan rcligiosamente y el chino se marcha contento, riendo, guifiando, y recibe como caricias los ligeros bastonazos que los estudiantes Ie propinan a guisa de despedida. - I I Huaya, homia!! Conciertos de piano y vioHn, de guitarra y acordeon, altern an con el chocar repetido de bastones de las 1ecciones de esgrima. En torno de una ancha y larga mesa los alumnos del Ateneo escriben, hacen sus composiciones, resuelven sus problemas al lado de otros que escriben a sus novias en rosados papeles calados, lIenos de dibujos; uno compone un melodrama al lado del que aprende la fJ.auta y los consonantes nacen siibados desde un principio. Mas alIa, los mayores, estudiantes de facultad que lucen calcetines de seda y zapatillas bordadas, se entretienen en hacer rabiar a los pequefiuelos tirandoles de las orejas, ya rojas de tanto recibir papirotazos; dos 0 tres sujetan a un pequefiito que grita, 110ra y defiende a puntapies los cordones de su calzoncil1o: cuestion de ponerle como cuando nacio ... pataleando y 1I0rando. En un cuarto, alrededor de una mesa velador, cuatro juegan al revesino entre risas y bromas con gran impaciencia de uno que hace de estudiar la leccion pero que en realidad espera que Ie llegue el turno 路para jugar a su vez. Otro viene con grandes aspavientos, muy escandalizado y se acerca a la mesa. - I Que viciosos sois! dice; 1tan de manana y ya al juego! 1 A ver, aver! i Tonto! 1 arrastra con el tres de espadas! Y cierra su libro y se pone tambien a jugar. Se oyen gritos, resuenan golpes. Dos se han pe1eado en el vecino cuarto: un estudiante cojo muy picon y un in feliz recien l1egado de provincias. Este, que apenas principia a estudiar, da con un tratadq de filo9.-TOMO I


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sofia y lee en voz alta, inocentemente y acentuandolo mal el principio cartesiano: - i Cogito, ergo sum' EI cojo se da por insultado, los otros inlctTicnen poniendo paz, pero en rcalidad metiendo cizana, )' acaban por pegarse. En el comedor un joven con una lata de sardina", una botella de vino y las provisiones que acaba de traer de su pueblo, hace heroicos esfuerzos para que sus amigos participen de su tente-en-pic, mientras que los amig05 oponen ~l su yez otra heroica resistencia. Otros se banan en la azotea, y con cl ngun del pozo se dedican a ejercicios de bombcros, traban combate a calderadas de agua con gran contento de los espectadores. Pero el J;:uido y la algazara resan paulatinamcntc a medida que lIegan c.aractcrizados estudiant('s, convocados por 'Makaraig para darks cuenta de In marcha de la Aca~emia de castel ano. lsagani fue sallldado cordialmepte 10 mismo que el peninsular Sandoval, que vi no de empleado tl. Manila y condula sus estudios, completamente identilicado con las aspiraciones de los estudiantes filipinos. Las barreras que la politica establece entre razas, desaparcl'cn en las aulas como derretidas al calor de la cicncia y de In juventud. A falta de Ateneos y centr~s cicntificos, litcrarios 6 politicos, Sandoval aprovecha todas las reunioncs para desarrollar sus grandcs dotes oratorias, pronunciando discursos, discutiendo sobre cualqukr tema y arrancando aplausos de sus amigos y oycntcs. En aquellos momentos el tema de la conversacion er;t Ia ensefianza del castellano. Como Makaraig no habla llegado aun, las conjeturas estaban a la orden del dla. -~ Que habra pasado?-~ Que ha dispuesto cl general?-~ Ha negado el permiso?-~ Triunfo el P. Jren<': -~ TriunfO el P. 5ibyla? Estas eran las preguntas que se dirigian unos a


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otros, preguntas cuyas respuestas solo podia dar Makaraig. Entre los jovenes reunidos los habla optimistas como Isagani y Sandoval que velan la cos a hecha y hablaban de pl,kemes y alabanzas del gobierno para cl patriotismo de los estudiantes, optimismos que Ie hadan a Juanito Pelaez reclamar para sl gran parte de la gloria en la creacion de la sociedad. A todo esto, respondla el pesimista Pecsoll, un gordinflon con risa amplia de calavera, hablando de extranas influencias, de si el Obispo A., e1 Padre B., el Provincial C .• , fueron 0 no consultados y de si aconsejaron 6 no que metiese en la carcel a todos los de la asociacion, noticia que ponia inquieto a Juanito Pelaez, quien entonces tartamudeaba: -Carambas, no me metan ustedes .. . Sandoval, a fuer de peninsular y liberal, se ponla furioso: -Pero, 1 p- ! deda; 1 eso es tener mala opinion de su excelenci ! Va se que es muy frailuno, pero en cuestion semejante no se deja influir de los frailes. ~ Me querni us ted decir, Pecson, en que se funda para creer que e\ general no tiene propio criterio? -No digo eso, Sandoval, contestaba Pees on sonriendo hasta ensenar su muela de juicio; el general para ml tiene propio criterio, esto es, el criterio de todos los que estan al alcance de su mano... 1 Eso esta claro! -I Dale bola! I Pero dteme usted un hecho, dteme un hecho! gritaba Sandoval; seamos enemigos de las discusiones huecas, de las frases vadas y vayamos. al terreno de los hechos, anadla gesticulando elegantemente. Hechos, senores, hechos, 10 demas es preocupacion, que no quiero llamar filibustera. Pecson se de Gomo un bend ito y Ie interrumpe. -I Va esta el filibusterismo! ~ Pero es que no se puede discutir sin acudir a acusaciones? Sandoval protesta, y pide hechos componiendo un pequeno discurso. . -Pues hace poco hubo aqui un pleito entre unos particulares y ciertos frailes, y el general interino 10


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fallo, haciendo que 10 sentenciase el Provincial de Ia orden litigante, contesto Pecson. Y se echo otra vez a reir como si se tratase de una cos a inocente. Citaba nombrcs, [('chas, y promdia traer documentos que prucban la mancra como se administro justicia. -Pero i en que podnln fundarse, dlgame usted, cn que podd.n fundarse para no permitir 10 que salta a los ojos como alta mente Util y necesario? pregunt6 Sandoval. Pecson se encogio de hom bros. -En que peligra la integridad de la patria ... repuso en el tono de un curial que lee un alegato. - j Esa si que e gorda! i Que tiene que vcr la integridad de la patria con las leyes de la sin taxis? -Doctores tiene la Santa Madre Iglesia ... l Que se yo? acaso se tema que comprendamos las Jeyes y las podamos bedecer. .. l Que sent de Filipinas el dia cn que nos co preodamos los unos a los otros? A Sandoval lijO Ie gustaba c giro dia)ogado y gunson de la conversacion. Por aquel camino no podia asomar ningun discurso que valga la pena. -No tome usted a guasa las cosas, exclamo; se trata de cosas muy serias. - j Ubreme Dios de guasearmc cuando hay frailes de por medio! -Pera, lY en que pueden basarse ... ? -En que teniendo que ser nocturnas las horas de clase, continuo Pecson con el mismo tono como si se tratase de formulas conocidas y sabidas, se puede invocar como inconveniente la inmoralidad como con In escuela de Malolos ... - j Otra! Pues, lY no se cobijan acaso bajo el manto obscuro de la noche las clases de la Academia dc Dibujo, Y los novenarios y procesiones? ... -Atenta a la dignidad de la Universidad, continllO el gordo sin hacer caso de la observacion. - j Que atente! la Universidad tiene que plegarse a las necesidades de los estudiantes. Y a ser eso cicrto l que es Universidad entonces? l Es una instituci6n para que no se aprenda? l Se han reunido acaso unos


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cuantos hombres apellidando ciencia e instrucci6n para impedir que se instruyan los otros? -Es que las iniciativas que vienen de abajo se Ilaman descontento ... - Y proyectos las que vienen de arriba, insinu6 otro: j ahi esta la Escuela de Artes y Oficios! - Poco a poco, senores, dijo Sandoval; yo no soy frailero, conocidas son mis ideas liberales, j pero al Cesar 10 que es del Cesar! De esa Escuela de Artes y Oficios, de la que soy el defensor mas entusiasta y cuya realizaci6n habre de saludar como la primera aurora para estas bienaventuradas islas, de esa Escuela de Artes y Oficios se han encargado los frailes ... - 0 el perro del hortelano que es 10 mismo, anadi6 Pecson interrumpiendo otra vez el discurso. -Vamos, I p-! dijo Sandoval furioso par la interrupci6n y perdiendo el hila de su perlodo i mientras no sepamos nada malo no seamos pesimistas, no seamos injusto sospechando de la libertad e independencia del gobierno ... E hizo en hcrmosas frases la apologIa del gobierno y de sus buenos prop6sitos, tema que Pecson no se atrevi6 a interrumpir. ' -El gobierno espafiol, deda entre otras frases, os ha dado todo, flO os ha negado nada. Tuvimos en Espana el absolutismo, y absolutismo tuvisteis, los frailes cubrieron nuestro suelo con sus conventos y conventos ocupan la tercer a parte de Manila; en Espana rige el 'garrote, y el garrote aquI es la ultima pena; somos cat6licos y os hicimos cat61icos; fuimos escoIasticos y el escolasticismo brilla en vuestras aulas, en fin, senores, lloramos cuando 1I0rais, sufrimos cuando sufds, tenemos los mismos altares, el mismo tribunal, los mismos castigos, y justo sera que os demos tam bien nuestros mismos derechos y nuestras mismas alegdas. - Y como nadie Ie interrumpfa se fue entusiasmando y entusiasmando hasta que paso a hablar del porvenir de Filipinas. -Como digo, senores, la aurora no esta lejos; Espana abre el oriente para su querida Filipinas, y los


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tiempos van cambiando y me consta sc hace mas de 10 que nos figurarnos. A ese gobierno que seg路un ustedes vacila y no tiene voluntad, bueno es que Ic

alentemos con nuestra confianza, que Ie hagamos vcr que esperamos en el; recordemosle con nuestra conducta (cuando se olvida 10 que no creo pueda stlceder), que tenemos fe en sus buenos des cos y que no debe guiarse por otra norma quc la de la justicia y cI bien de todos sus gobernados. No, sei'lores, continuo adoptando un tono mas y mas dcclamatorio; no debemos ni siquiera admitir en esta matcria la posibilidad de una consulta con otras cntidadcs mas 0 menos opuestas, pues la sola idca implicarfa la tolerancia del hecho; vue5tra conducta ha sido hast.l ahora franca, leal, sin vaciJaciones, sin recelos; os dirigis a el senciUa y directamente, las consideraciones que expusistcis no pueden ser mas atendibles; vuestro fin es aligerar la tar a de los profesores en los primeros a-os y facilitar c1 estudio Ii centenares de estudiantes que Henan las aulas y de los que no pucde cuidarse un solo profesor. Si hasta ahora el expediente no ha sido resuelto ha sido porquc, como me consta a mi, hay mucho material acumulado; pero auguro que la campana esta ganada, que la cita de Makaraig es para anunciarnos la victoria, y manana veremos premiados nuestros esfuerzos con el apfauso y agradecimiento del pais y quicn sabe, senores, si el gobierno no os propone a vosotros para alguna buena condecoraci6n como merecedores que sois de la patria! Resonaron entusiastas aplausos; todos creia..n ya en el triunfo y muchos en la condecoraci6n. - i Que conste, senores, dijo Juanito, que yo [ui uno de los primeros iniciadores! EI pesimista Pecson no estaba entusiasmado. - I Como no tengamos la condecoracion en los tobillos! dijo. Pero afortunadamente para Pelaez la observaci6n no se oyo en medio de los aplausos. Cuando se calmaron algun tanto, Pecson rcpuso: -Bueno, bueno, muy bueno. pero una suposi-


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cion ... t Y si a pesar de todo eso, el general consulta, consulta y consulta y despues nos niega la autorizacion? La suposicion cayo como agua fda. Todos miraron a Sandoval; este se hall6 entrecortado. -Entonces, murmuro titubeando .. . -c Entonces? -Entonces, exc1amo Sandoval todavla excitado pOl' los aplausos y en un arran que de entusiasmo, puesto que en escritos e impresos blasona de querer vuestra instruccion, y la impide y la niega cl1ando al terreno de los hechos se Ie cita, entonces, senores, Vl1estros esfuerzos no habnin sido en vano, habreis conseguido 10 que nadie ha podido, qu~ se arranql1e Ia mascara y os arroje el guante! - j Bravo, bravo! gritaron entusiasmados algunos. - j Bien por Sandoval! j Bravo por el guante! anadieron otros. - j Que nos arroje el guante! repitio Pecson desde' noso, y cdespues? Sandoval se quedo parado en medio de su triunfo, pero con la vivacidad propia de su raza y su sangre de orador sc repuso al instante. -c Dcspucs? pregunto; depues, si ninguno de los filipinos se atrc\'c a contestar al reto, entonces yo, Sandoval. en nombre de Espana. recojo el guante, porque tal poJJtica seria un mentis a las buenas in- _ tenciones que ella ha abrigado siempre en favor de sus proyincias, y porque quien de tal manera prostituye cl car!2'O que se Ie confia y abusa de sus omnlmodas facultades no merece la proteccion de la patria ni el amparo de ningun ciudadano espanol! EI entusiasmo de los oyentes rayo en delirio. IsaRani abrazo a Sandoval; los otros Ie imitaron ; se hablaba de patria, de union, de fraternidad, de fidelidad: los filipinos dedan que si no hubiese mas que Sandovales en Espana, todos sedan Sandovales en Filipinas; Sandoval tenia los ojos brillantes y se podia creer que si en aquel momento Ie hubiesen arrojado un gual1te cualquiera, habda montado sobre cual-


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quier cabalJo para hacerse matar por Filipinas. Solo el agua fria repuso: -Bien, esta muy bien, Sandoyal; yo tambien podria decir 10 mismo si fuese peninsular, pero, no siendolo, si dijese la mitad de 10 que usted, us ted mismo me tomaria por filibustero. Sandoval empezaba un discurso lleno de protestas cuando fue interrumpido. - j Albricias! amigos, j albricias! 1 \'ictoria! grito en aquel momento un joven entrando y abrazando a todos. -I Albricias, amigos! I Viva la lcngua castellana! Una salva de aplausos rccibi6 la notiria; todos se abrazaban, todos teniao los ojos brillalltes de lagrimas. Pecson era el tinico que conseryabu su sonrisa de esceptico. EI que venia a traer tan buena nue\'u era Makilraig, el joven que encabezaba 1 movimiento. Este estudiahee ocupaba e aqllella casa, para sf s610, dos habitaciones lujosHmente amuebladas, tenia criado y cochero para cuidarle su arafia y sus caballos. Era de gallardo continente, maneras finns, e1cgante y riquisimo. Aunque estudiaba Derecho s610 para tener un titulo academico, gozaba no obstante fama de aplicado y como dialectico a la manera escohl.stica no tenia nada que envidiar a los mas fllribundos ergotistas del claustro Univcrsitario. No estab:t sin embargo muy atrasado respeclo :i ideas y adclantos modern os ; su fortuna Ie proporcionaba todos 10<libros y revistas que la previa censura no conscgufil detener. Con estas cualidades, con su fama de valiente, sus encuentros afortunados en sus afios milS juveniles y su galanteria fina y delicada, no era extraiio que ejerciese tanto influjo sobre sus com pancros y fuera elegido para dar cima :i tan diflcil empresa como 10 era Ia enseiianza del castellano. Pasadas las primeras manifestaciones del entusiasmo que en Ia juventud siempre toma formas algo mas exageradas por 10 mismo que ella todo 10 vc hermoso, quisieron enterarse de c6mo hablan ido las cos as.


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Esta manana me vi con e1 P. Irene, dijo Makaraig con cierto misterio. - j Viva el P. Irene! grito un estudiante entusiasta. -- El P. Irene, prosiguio Makaraig, me ha enterado de todo 10 que ha pasado en Los Banos. Parece que estuvieron discutiendo 10 menos una semana, el sosteniendo y defendiendo nuestra causa contra todos, contra el P. Sibyla, el P. Hernandez, el P. Salvi, e1 g'eneral, cl segundo cabo, e1 joyero Simoun ... - j EI joyero Simoun! interrumpio otro, pero i que tiene que vel' es e judio con las cosas de nuestro pais? Y 110sotros que Ie enriquecemos comprando ... - j Callatc! Ie dijo otro, impaciente y ansioso de saber como pudo vel'lcer el P. Irene a tan terribles encmigos. -Hasta habfa grandes emplcados que estaban en contra de TIue iro proyecto, el Director de Administracion, el Gob mador civil, el c ino Quiroga ... - j 1 EI chino ~uiroga!! EI alcahuete de los ... - j Callate, hOfl\lbre! -AI fin, prosiguio Makaraig, iban a encarpetar cl expediente y dejarlo dormir por meses y meses, cuando el P. Irene se acordo de la Comision Superior de Instruccion Primaria y propuso, puesto que se trataba de la ensenanza de la lengua castellana, que el expediente pasara por aque] cuerpo para que dictaminasen sobre el. .. -Pero si esa Comision ya no funciona hace tiempo, observo Pecson. -Eso precisamente Ie contestaron al P. Irene, continuo Makaraig', y el replico que era buena ocasion aquella para que reviva, y aprovechandose de la presencia de don Custodio, uno de los voc~les propuso que en el acto se nombrase una comision y vista y conocida la actividad de don -Custodio se Ie nombro ponente y ahora esta el expediente en sus manos. Don Custodio prometio despacharlo en todo este meso -I Viva don Custodio! - i Y si don Custodio dictamina en contra? pr~gunto el pesimista Pecson. Con eso no contaban, embriagados con la idea de


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que el asunto no se archi'·aba. Todos mir:uoll :i ~b­ karaig para saber que se resol\'la. -La misma objecion se la he hccho all'. 1rl'lIl'. pero con su risa picaresca me dijo: lIemus g .• lIado mucho, hemos conseguido que el asunto sc l'IH:amin(; hacia una solucion, el enemi150 se 'e obligado :1 ac\:ptar la batalla ... si podemos inlluir en el ,inimu de dUll Custodio para que, siguiendo sus tendcllcias liberales, informe favorablemente, to do estu ganado; el general se muestra en absoluto neutral. Makaraig se detuyo. - i Y como influir? pregunt0 un impacilntc. -El P. Irene me indica dos medios ... - j EI chino Quiroga! dijo uno .. . - j Cal Valiente caso haec de Quiroga . - j Un buen regalo! -~fcnos, se pica de im.: orruptibk. - j Ah ya, ya 10 scI exdamo P ec~on ricndo; 1\'p:l: la bailarina. - j Ah, sil j Fepay la bailarina! dijeron algunos. Esta Pepay era una rozagante moza que pasaba pOl' ser muy amiga de don Custodio: a ella acudian los contratistas, los empleados y los intrignntes cuando algo querian conseguir del celebre concejal. .Juanito Pelaez que tam bien era amigo dc la bailarina S f' ofrecia a arreglar e! asunto, pero Isagani sacudit'> la cabeza y dijo que era bastante habersc servido del P. Irene y que seria demasiado \'alcrsc de In Pcpay en asunto semejante. - j Veamos el otro medio! -EI otro es acudir a su abogado consultor, al scnor Pasta, el oraculo ante quien se inc1ina don Custodio. -Prefiero eso, dijo Isagani ; el senor Pasta cs filipino y fue condiscipulo de mi tio. Pero ccomo interesarle? -Alii esta cl quid, repuso Makaraig mirando atentamente a Isagani; el seilor Pasta tiene una bailarina, digo ... una bordadora ... Isagani volvio a sacudir la cabeza. ·-No sea usted tan puritano, dijole Juanito Pelue7.;


EL

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i t::1 fin salva los medios! Yo conozco a la bordadora, b Matea, que tienc un taller donde trabajan muchas

chicas ... -No, senores, interrumpi6 Isagani; acudamos antcs a los medios honestos ... Ire yo a presentarme en cas a del senor Pasta y si nada consigo, entonces ustcdes hacen 10 quieran con las bailarinas y las bordadoras. Tuvieron que acceder a Ia proposici6n y quedaron en que Isagani hablarla aquel mismo dia al senor Pasta y a Ia tarde dada cuenta en Ia Universidad a sus compafieros del resultado de Ia entrevista.


xv EL SENOR PASTA

Isagani se presento en casa del abogado, una de las inteligencias mas privilegiadas de Manila que los frailes consultaban en sus g-randes apuros. Algo tuvo que espera el joven por haber muchos clicntcs, pero al fin lIego su turno y paso al estudio 0 bufetc como se llama gen ralmente en Fili~inas. . Recibiole el abogado con na ligera tosccilla midndole furtiva ente a los pi s; no se levanlo nl sc cuido de haccrle sen tar y siguio escribiendo. Isagani tuvo ocasion de observarle y estudiarle bien. El abogado habla envejecido mucho, estaba canoso, y la calvicie se extendia casi por toda la parte superior de la cabeza. Era de fisonomla a!?ria y adusta. En el estudio todo estaba en sllencio; solo se olan los cuchicheos de los escribientes 0 pascantes, que trabajaban en el aposento contiguo: sus plumas chillaban como si riiiesen con el pape!. Al fin concluyo el abogado con 10 que estaba escribien do, solto la pluma, levanto la cabeza y al reconocer al joven, su fisonomia se ilumino y Ie dio la mano afectuosamente. - j Adios, joven! pero sientese usted, dispense ... no sabia que era usted. i Y su do? Isagani se animo y creyo que su asunto ida bien. Con tole brevemente 10 que pasaba estudiando bien el efecto que haclan sus palabras. EI senor Pasta escucho impasible al principio y, aunque estaba enterado de las gestiones de los estudiantes, se hacla el ignorante como para demostrar que nada tenia que ver


EL FILIBUSTERISMO

con aquellas chiquiJIadas, pero cuando sospecho 10 que de cl se queria y oyo que se trataba de Vicerrector, frailes, capitan general, proyecto, etc., su cara se obscurecio poco a poco y acabo por exclamar: --I Este cs el pais de los proyectos! Pero continue, continue usted. Isagani no se desanimo; hablo de la solucion que se iba a dar y concluyo expresando la confianza de la juventud en que el, el senor Pasta, intercederia en su favor en el caso de que don Custodio Ie consultase, como era de esperar. Isagani no se atrevio a decir que aconsejaria en vista de la mueca que hacia el abogado. Pero el senor Pasta ya tenia tom ada su resolucion y era no mezclarse para nada en aquel asunto ni consultante ni consultado. EI estaba al tanto de 10 que habra pasado en Los Banos, sabia que existlan dos partidos y que no era el P. I rene el unico campeon del lado de lo~ estudiantes, ni fue quien propuso el pase del expediente a la Comidion de Instruccion primaria sino todo 10 contrario. El P. Irene, el P. Fernandez, la condesa, un comerciante que preveia la venta de materiales para la nueva Academia y el alto empleado que estuvo citando reales decretos sobre reales decretos iban a triunfar, cuando el P. Sibyla, queriendo ganar tiempo recorda la Comision Superior. Todas estas cosas las tenia el gran abogado presentes en su memoria; as! es que cuando acabo de hablar Isagani, se propuso marearle con evasivas, embrollar c1 asunto, llevar la conversacion a otro terreno. - j Si! dijo sacando los labios y rascandose la calva; no hay otro que me gane en am or al pals y en aspiraciones progresistas, pero ... no pu~do comprometerme ... no se si usted esta al tanto de mi posicion, una posicion muy delicada ... ten go muchos intereses ... tengo que obrar dentro de los Hmites de una estricta prudencia ... es un compromiso ... El abogado queria aturdir al joven bajo un lujo de palabras y empezo a hablar de leyes, de decretos y


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tanto habl6 que en vez de enrMar al joven, casi se enredo a si mismo en un laberinto de citaciones. -De ninguna manera queremos ponerle en compromiso, repuso Isagani con mucha calma; llbrenos Dios de molestar en 10 mas minimo a las persona!> cuya vida es tan Util al resto de los filipinos. Pero por poco versado que estc yo en las leyes, reales decretos, provisiones y disposiciones que rigen en nuestro pais, no creo que pueda haber mal ninguno, en secundar las altas miras del gobierno, en procurar su buena interpretacion; perseguimos cl misrno fin y solo divergimos en los medios. El abogado se soorio: el joven se dejaba Jlevar a otro terreno y alIi Ie iba el a embrollar, ya estaba embrollado. -Precisamente ahi esta el quid como se dice vulgarmente; claro esta que es laudable ayudar al gobierno cuando se Ie ayuda Con sumision, siguicndo sus disposiciones, el recto e plritu de las lcyes en consonancia CO,1 las rectas creencias de los gobernantes y no estando en contradiccion con cl primitivo y general modo de pensar de las personas que tienen a su cargo el bienestar comUI1 dc los individuos que constil:uyen una sociedad. Y por eso cs criminal, es pumble, porque es ofensivo al alto principio de autoridad, ten tar una accion contraria a su iniciativa aun suponiendo que fuese mejor que la gubernamental, porque semejante hecho podda lastimar el prestigio que es la primera base sobre que descansan todos los edificios coloniales. Y el viejo abogado, seguro de que aqueJla tirada habia por 10 menos vuelto loco a Isagani, se arn~足 llano en su sillon muy serio aunque rieJldose por dentro. Isagani, sin embargo, repuso: -Yo crda que los gobiernos buscadan bases mas solid as cuanto mas amenazados ... La base del prestigio para los gobiernos coloniales es la mas deb iI, porque no reside en ell os sino en la buena voluntad de los gobernados mientras quieran reconocerlo... La base justicia 6 razon me pareda mas duradera.


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EI abogado levan to la cabeza; i como? i aquel joven se atrevia a rePlicarle Y a discutir con el, el' el senor Pasta? i No estaba todavia aturdido con sus grandes palabras? -Joven, hay que dejar esas consideraciones a lin lado pues son peligrosas, interrumpio el abogado haciendo un gesto. Lo que yo Ie digo a usted es que hay que dejar obrar al gobierno. -Los gobiernos se han hecho para el bien de los pueblos, y para cumplir con su fin debidamente tienen que seguir las indicaciones de los ciudadanos que son los que mejor conocen sus necesidades. -Los que forman el gobierno son tambien ciudadanos y de los mas ilustrados. -Pero, como hombres, son falibles, y no deben dcsoir otras opiniones. -Hay que confiar en elIos; ellos todo 10 han de dar. -Hay un refnin puramente espanol que dice, el que no llora no mama. Lo que no se pide, no se da. _oj Al contral1'io! contesto el abogado riendo sarcasticamente; con el gobierno sucede precisamente todo 10 contrario ... Mas se detuvo de repente como si hubiese dicho demasiado, y quiso subsanar la imprudencia: -El gobierno nos ha dado cosas que no se 10 hemos pedido, ni se 10 podiamos pedir... porque pedir ... pedir supone que falta en algo y por consiguiente no cumple COll su deber ... insinuarle un medio, tratar de dirigirle, no ya combatirle, es suponerle capaz de equivocarse y ya se 10 he dicho a usted, semejantes suposiciones son atentatorias a la existencia de gobiernos coloniales... El vulgo ignora esto y los jovenes que obran a la ligera no saben, no comprenden, no eJUieren comprender 10 contraproducente que es pedir ... 10 subversivo que hay en esa idea ... -Usted dispense, interrumpio Isagani ofen dido de los argumentos que con el usaba e1 jurista; cuando por medios legales un pueblo pide algo a un gobierno, es porque Ie supone bueno y dispuesto a con-


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cederle un bien, y este acto, en vez de irritarle, Ie debiera halagar: se pide a la madre, nunca :i la madrastra. EI gobierno, en mi inexperta opinion, no ('s un ser omnisciente que puede ver y preyer todo y aun cuando 10 fuese, no podda ofenderse, porquc ahi ticne usted a la misma iglesia que no haec m<.\.s que pedir y pedir a Dios que todo 10 \'e y conoce, y usted mismo pide y exige muchas cosas en los tribunalcs de ese mismo gobierno, y ni Dios ni los tribunalcs hasta ahora se dieron por of en didos. Esta en la conciencia de todos que el gobierno, como institucion humana que es, necesita del concurso de los dcm,\s, necesita que Ie hagan \'or y sentir la rcalidad de las cosas. Usted mismo no esta COlwcncido de In \'crdad de Sll objecion; usted mismo sabc quc cs tirano y despota I gobierno que, para haccr alarde de [uerza e indep nctencia, todo 10 niega por micdo 6 por desconfianza y que solo los pueblos tiranizados y csclavizados so~os que tiene[ cl deber de no pedir nada jamas. pueblo que d testc a su gobicrno no debe exigirle m s sino que abandone el poder. El viejo abogado hacia muecas sacudiendo a un lado y otro la cabeza en senal de descontcnto y pasandose la mano por la calva; despues en tono de protectora compasion dijo: - j Hm! malas doctrinas son esas, maIns teorias, i hm! Como se conoce que es listed joven y no tiene experiencia de la vida. Vea usted 10 que les esta pasando a los chicos inexpertos que en Madrid pidcn tantas reformas: estan tachados todos de filibusterismo, muchos no se atreven a volver, y sin embargo i que piden? Cosas santas, viejas e inocentcs de puro sabidas ... Pero hay cosas que no se las puedo explicar, son muy d~licadas ... vamos ... Ie confieso que existen otras razones que las dichas que impulsan a un gobierno sensato a negarse sistematicamente a los deseos de un pueblo ... no ... puede suceder sin embargo que nos encontremos con jefes tan fatuos y ridiculos ... pero siempre hay otras razones ... aunque )0 que se pida sea 10 mas justo ... los gobiernos son de distintas condiciones ...


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Y el viejo vacilaba, miraba fijamente a Isagani, y despues tomando una resolucion, hizo con la mano un gesto como alejando una idea. -Adivino 10 que usted quiere decir, continuo Isagani sonriendo tristemente; usted quiere decir que un gobierno colonial, por 10 mismo que esta constituldo de un modo imperfecto y porque se funda en premisas ... - j No, no, no es eso, no! interrumpio vivamente el viejo haciendo de bus car algo entre sus papeles; no, querla decir. .. pero c:: donde estan mis anteojos? -Ahi los tiene usted, dijo Isagani. El sefior Pasta se puso los anteojos, hizo de leer algunos papeles y viendo que el joven esperaba, tartamudeo: -Yo queria decir una cosa ... queria decir, pero ya se me paso... usted, con su vivacidad me interrumpio ... es cosa de poca monta ... Si supiera usted como tengo la cabeza, j tengo tanto que hacer! Isagani comprendi6 que Ie despedia. -De manera, dijo levantandose, que nosotros ... - j Ah!. .. ustedes har<ln bien en dejar el asunto en manos del gobierno; ello resolvera a su gusto .. . Usted dice que el Vicerrector esta opuesto a la ensefianza del castellano. Quizas 10 estuviera, no en el fondo sino en la forma. Dicen que el Rector que va a venir trae un proyecto-reforma de la ensefianza ... esperense un poco, den tiempo al tiempo, estudien que los examenes se acercan y j que carambas! usted que ya habla bien el castellano y se expresa con facilidad, c:: a que se mete en Hos? c:: que interes ' tiene usted en que se ensene especialmente? j De seguro que el P. Florentino opinara como yo! Dele us ted muchas memorias ... -Mi tio, contesto Isagani, me ha recomendado siempre que piense en los demas tanto como en m!... no he venido por mi, he venido en nombre de los que estan en peores condiciones ... - j Que diantre! que hagan 10 que usted ha hecho, que se quemen las cejas estudiando y se queden calvos como yo me he quedado ponien~o_me parrafos 10.-TOMO I


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enteros en la memoria ... Y yo creo que si usted habla el espanol es porque 10 habra aprendido; usted no es de Manila ni es hijo de padres espailOles. Pues que aprendan 10 que usted y hagan 10 que yo ... yo he sido criado de todos los hailes, les he preparado el chocolate y mientras con la derecha 10 remoYia en el batidor, con la izquierda sostenla la gram;\tica, aprendla y, gracias a Dios, que no he necesitado de m~\s maestros ni de mas academias ni de permisos del gobierno ... Creame usted; j cl que quiere aprendcr, aprendL' y llega a saber! -(. Pero cuantos de entre los que quieren saber lleg~n a ser 10 que us ted? j Uno entre dicz mil yaun! - j Psch! i. y para que:! mas? contesto el viejo enco- 路 giendose de horr.bros. i. Abogados? los hay de sobra, muchos se meten :i escribientes. (. ~lcdicos? s(' insultan, se ca1umnian y se matan por disputarsc un eofermo ... j Brazos, senor, brazos son los que necesitamos para 1a agricultura! Isagani comprendi6 que perdia tiempo, pero quiso replicar. -Indudablemente, contesto; hay muchos medicos y abogados, mas no dire que nos sobran pues tenemos pueblos que carecen de elIos, pero si abundan en cantidad quizas nos faltan en calidad. Y, puesto que no se puede impedir qJe la juventud estudie yaquI no se nos prcscntan otras carreras (. por que dejar que malogren su tiempo y sus esfuerzos? Y si 10 defectuoso de la ensefianza no impidc el que muchos se hagan abogados 6 medicos, si los hemos de tener al fin, i. por que no tenerlos buenos? Y con todo, aun cuando solo sc quicra haeer del pais un pais de agricultores, un pais de braceros, y condenar en cl todo trabajo intelectual, no veo mal ninguno en ilustrar a estos mismos agricultores y braceros, en darlcs pOl' 10 menos una educacion que 1es permita despues perfeccionarse y perfeccionar sus trabajos, poniendoles en estado de comprender muchas cosas que al presente desconocen. - j Bah, bah, bah! exclamo el abogado trazando


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con la mano circulos en el aire como para ahuyentar las ideas evocadas; para ser buen cosechero no se necesitan tantas retoricas. i Suefios, ilusiones, ideologia! i Ea! ~ quiere usted seguir un consejo? Y se levanto y poniendole afectuosamente Ia mano sobre el hombro, continuo: -Le voy a dar uno y muy bueno porque yeo que es usted listo y el consejo no sera perdido. ~ Usted va a estudiar Medicina? Pues limitese a aprender como sc ponen los emplastos y se aplican las sanguijue1as y no trate jamas . de mejorar 0 empeorar Ia sucrte de sus scmejantes. Cuando se reciba de Iicenciado, casese con una muchacha rica y devota, trate de curar y cobrar bien, huya de toda cosa que tenga relacion con el estado general del pais, oiga misa, confiesese y comulgue cuando 10 hagan los demas, y vera usted como despues me 10 agradecera y yo 10 vere si altn vivo. Acuerdese siempre de que la caridad bien entendida empieza por s1 mismo; el hombre no debe buscar en la tierra mas que la mayor suma de felicidad propia como dice Bentham; si se mete usted en quijotismos ni tendra carrera, ni se casara, ni sent nada. Todos Ie abandonaran y seran sus mismos paisanos los primeros que se rei ran de su inocencia. j Creame usted, usted se acordara de mi y me dara la razon cuando tenga canas como yo, canas comO estas! Y el viejo abogado se cogia sus pocos cabellos blancos, sonricndo tristemente y agit::l11do la cabeza. -Cuando tenga canas como esas, seilor, contest6 Isagani con igual tristeza, y vuelva la vista hacia mi pasado y vea que solo he trabajado para mi, sin haber hecho 10 que buenamente podia y debia por el pais que me ha dado todo, por los ciudadanos que me ayudan a vivir, entonces, sefior, cada cana me sera una espina y en vez de gloriarme de ellas, me he de avergonzar. Y dicho esto, saludo profundamente y salio. El abogado se quedo inmovil en su sitio, con la mirada atonita. Oyo los pas os que se alejaban poco a poco y volvio a sentarse murmurando:


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- I Pobre joven! 1Tambien parecidos pensamientos cruzaron por mi mente un dial l Que mas quisieran todos que poder decir: he hecho esto por mi patria, he consagrado mi yida al bien de los -demas ... ? j Corona de laurel, empapada en neibar, hojas secas que cubren espinas y gusanos! j Esa no es la vida, e-.;o no da de comer, ni procura honores j los laurclcs apenas sirven para una salsa . .. ni dan tranquilidad ... ni hacen ganar pleitos, al contrario! j Cada pals ticne su moral como su eli rna y sus enfermedades ; diferentes del clima y enfermedades de otros paises ! Y despues anadi6: - j Pobre joven! .. . Si todos pensasen y obrasen como el, no digo que no .. . I Pobre joven! I Pobre Florentino!


XVI LAS TBIBULACIONFS DE UN CHINO

La noche de aque! mismo sabado, el chino Quiroga que aspiraba a crear: un consulado para su naeion, daba una cena en los altos de su bazar situado en la calle de la Escolta. Su fiesta estaba muy concurrida: frailes, empleados, militares, comerciantes, todos sus parroquianos soeios 0 padrinos, se encontraban alli; su tienda abastecIa a los auras y conventos de todo 10 necesario, adm'tla los vales d todos los empleados, tenia servidore fieles, complacientes y activos. Los mismos frailes n,o se desdefiaban de pasar horas enteras en su tienda, ya a la vista del publico, ya en los aposentos del interior en agradable sociedad .. . Aquella noche, pues, la sala presentaba un aspecto curioso. Frailes y empleados la lIenaban, sentados en sillas de Viena y banquitos de madera obscura y asiento de marmol, venidos de Canton,. delante de mesitas cuadradas, jugando al tresilio 0 conversando entre si, a la luz brillante de las lamparas doradas o a la mortecina de los faroles chinescos vistosamente adornados con largas borlas de seda. En las paredes se confundian en lamentable mezcolanza paisajes tranquilos y azulados, pintados en Cant6n y en Hong Kong, con los cromos chilIones de odaliscas, mujeres semi8esnudas, litograflas de Cristos femeniles, la muerte del justo y la del pecador, hechas por casas judias de Alemania para venderse en los paises catOlicos. No faltaban alH las estampa~ chinescas en papel rojo representando a un hombre sentado, de aspecto venerable y pacIfica y sonriente fisoQc;>wia! g~-


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tn.l.s del cual se levanta su servidor, feo, horroroso, diabolico, amenazador, armada de una lanza con ancha hoja cortante; los indios, unos 10 Haman Mahorna, y otros Santiago, no sabemos por que; los chinos tam poco dan una clara explicacion de esta popular dualidad. Detonaciones de botellas de champagne, chocar de copas, risas, humo de cigarro y cierto olor particular a easa de chino, mezcla de pebete, opio y frutas conservadas, completaban el con junto. Vestido como un mandarfn, con gorra de borla azul, se paseaba el chino Quiroga de un aposent a otro, tieso y dereeho no sin lanzar ad. y alia miradas vigilantes como para asegurarse de que nadie se apoderaba de nada. Y a pesar de esta natural desconfianza, cambiaba sendos apretones de manos, saludaba a unos con una sonrisa fina y humilde, a otros con aire protector, y a algunos con cierta sorna como diciendo: - I Ya se! u ted no viene pdr mr sino par mi cena. I Y el chino ~uiroga tenia razon! Aquel senor gordo que ahora Ie alaba y Ie habta de Ia conveniencia de un consulado chino en Manila dando a entender qllP para ese cargo no podia haber otro que Quiroga, cs el senor Gonzalez que se firma Pitili cuando en las columnas de los periodicos ataca la inmigracion china. Aquel otro ya avanzado en edad que examina de cerca los objetos, las Jamparas, los cuadros, etc., y haee muecas y exclamaciones de desprecio, es don Timoteo Pelaez, padre de Juanito, comerciante que clama contra la competencia del chino que arruina Sll comercio. Y el otro, el de mas aHa, aquel senor moreno, delgado, de mirada viva y palida sonrisa, es cl dlebre autor de la cuestion de los pesos mejicanos que tanto disgllsto dio a un protegido del chino QuirogH ; I aquel empleado tiene en I\1:anila fama de Jjc;to! EI de mas alIa, aque! de mirada fosca y big-otes descuidados, es e! empleado que pa!:ta por ser el mas digno po~que tiene el valor de hablar mal contra el negocio de los billetes de loteria, lIevado a cabo entre Quiroga y una alta dam a de la sociedad manilense. En efeeto, sino la mitad, las dos terceras partes de los hiJ1~-


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tes van a China y los pocos que en Manila se quedan se venden con una prima de medio real fuerte. El digno senor tiene la conviccion de que algun. dia Ie ha de tocar el premio gordo y se enfurece al encontrarse delante de semejantes trapicheos. La cena entretanto tocaba a su fin. Del comedor Ilcgaban hasta la sala trozos de brindis, risas, interrupciones, carcajadas ... El nombre de Quiroga se oia varias veces repetido, mezclado con las palabras de consul, igualdad, derechos ... EI anfitrion que no cornia platos europeos se habia contentado con beber de cuando en cuando una cop a con sus convidados, prometiendo cenar con los que no se habian sentado en la primera mesa. Simoun habia venido ya cenado y hablaba en la sala con algunos comerciantes que se quejaban del estado de los negocios: todo iba mal, se paralizaba el comercio, los cambios con Europa estaban a un precio exorbitant . pedlan al joyero luces 0 Ie insinuaban algunas ideas con la esperanza de que sc las comunicase al capi,t an general. A cad a r-emedio que proponian, Simoun respondia con una sonrisa sarca.stica y brutal: j Cal j tonterla! hasta que exasperado uno Ie pregunto por su opinion. -~ Mi opinion? pregunto; estudien ustedes por que otras naciones prosperan y hagan 10 mismo que ellas. -~ Y por que prosperan, senor Simoun? Simoun se encogio de hombros y no contest6. -I Las obras del puerto que tanto gravan al comercio y el puerto que no se terminal suspir6 don Timoteo Pelaez, una tela de Guadalupe, como dice mi hijo, se teje y se desteje .. . los impuestos ... -I Y usted se queja! exclamaba otro. 1 Y ahora que acaba de decretar el general el derribo de las casas de materiales ligeros! j Y usted que tiene una partida de hierro galvanizado! -Sf, respondia don Timoteo; 1 pero 10 que me ha costado ese decreto! Y Iuego, el derribo no se hace hasta dentro de un mes, hasta que venga la cuaresma j pueden venir otras partidas ... yo hubiera <lueri-


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do que se derribasen al instante, pero ... Y ademas, i que me van a eomprar los duenos de esas casas si son todos unos mas pobres que otros? -Siempre podra usted comprar las casitas por una bicoea ... - Y haeer despues que se retire el decreto y revenderlas a un precio doble ... I He ahl un negocio! Simoun se sonrio con una sonrisa fria, y ,路i<.-'nUo adelaotarse al chino Quiroga dejo a los quejicosos comcrciantes para saludar al futuro consul. Este, apenas Ie vio, perdio su expresion satisfecha, sarli una cara parecida a la de los corncrciantes )' medio se dobio. EI chino Quiroga respetaba mucho al jo)'cro no solo por saberle muy rico sino tarn bien por las susurradas inteli~eneias que Ie atribufan can c1 capitan general. Decl,ase que Simoun favorecia las ambieiones del chino, era partidario dC(1 consulado, y un cicrto periodieo ch"nofobo Ie aludfa al travcs de rnuchas perlfrasis, indirectas y puntos suspensivos, en la d路lebre polemica ton otro periodico partida rio de la gente de coleta. Personas prudentlsimas anadian entre guinos y palabras entreeortadas que Ja Emincncia Negra aconsejaba al general se valiese de los chinos para deprimir la tenaz dignidad de los naturales . .. -Para tener sumiso a un pueblo, habia dicho, no hay como humillarlo y rebajarlo a sus propios ojos. Pronto se habla presentado una ocasi6n. Los gremios de los mestizos y de los naturales, andaban siernpre vigiIandose el uno al otro y empleaban su esplritu belicoso y su actividad, en recelos y desconfianzas. Un dla, en la misa, el gobernadorcillo de los naturales que se sentaba en el banco clerccho y era cxtremadamente flaco, tuvo la ocurrenci:t de poner una pieroa sobre otra, adoptando una posicion nonchalant para aparentar mas muslos y lucir sus hermosas botinas; el del gremio de mt'stizos que se sentaba en el banco opuesto, como tenia juanetcs y no podIa cruzar las piernas por ser muy grueso y panzudo, adopto Ia postura de separM murho lac; pieroas para sacar su abdomen enccrrado cn \In


EL PILIBUSTERISMO

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chaleco sin pliegues, adornado con una hermosa cadena de oro y brillantes. Los dos partidos se comprendieron y empezo la batalla: en la mesa siguiente todos los mestizos, hasta los mas flacos, tenlan panza y separaban mucho las piernas como si estuviesen a caballo: todos los naturales ponlan una pierna sobre otra aun los mas gordos y hubo cabeza de barangay que dio una voltereta. Los chinos que 10 vieron, adoptaron tambien su postura: se sentaron como en sus tiendas, una pierna encogida y levantada y otra colgando y agitandose. Hubo protestas, escritos, expedientes, etc. j los cuadrilleros sc armaron prestos a encender una guerra civil, los curas estaban contentlsimos, los espafioles se diverdan y ganaban dinero a costa de todos, hasta que el gcneral resolvio el conflicto ordenando que se sentasen como los chinos por ser. los que mas pagaban, aunque no eran los mas catolicos. YaquI el apuro de los mestizos y aturales que p0r tener pantalones eshcchos no podl n imitar a los chinos. Y para que la intencion de humiIlarIes fuese mas manifiesta, la medida se Ilevo a cabo con pompa y apara.to, rodeando a la iglesia un cuerpo de caballerla mientras dentro todos sudaban. La causa Ilego a las Cortes, pero se repitio que los chinos como pagaban podlan imponer su ley aun en las ceremonias religiosas, aUn cuando despues apostaten y se burIen del cristianismo. Los naturales y los mestizos se dieron por satisfechos y aprendieron a no perder su J;iempo en semejantes futezas. Quiroga con su media lengua y sonrisa la mas humilde agasajaba a Simoun: su voz era acariciadora, sus genuflexiones repetidas, pero el joyero Ie cort6 la palabra preguntandole bruscamente: -2 Gustaron los brazaletes? A esta pregunta toda la animacion de Quiroga se dcshizo como un sueno; la voz de acariciadora se transformo en planidera, se doblo mas y juntando am bas manos y eIevandolas a la altura de su rostro, forma de la salutacion china, gimio: - j Uuh, siilo Simoun! i mia pe1ilo, rnia luinalo!


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- i Como, chino Quiroga, perdido y arruinado? I)' tantas botellas de champagne y tantos com idados! Quiroga cerro los ojos e hizo una mueca. I JS5! el acontecimiento de aquella tarde, la aventura de los brazaletes, Ie habia arruinado. Simoun se sonri(): cuando un comerciante chino se queja es porquc todo Ie va bien; cuando aparenta que todo va a las lI1il maravillas es porque preve una quiebra 0 sc va a cscapar para su pais. -~ Suya no sabe mia pelilo, mia Iuinalo? j Ah, sii'lo Simoun, mia lIupay! Y el chino, para hacer mas comprcnsiblc Sll sitU.lcion, ilustraba la palabra ILl/pay haciclld\) adcm.in de eaerse desplomado. Simoun tenIa ganas de reirsele, pero se contu\'o )' dijo que nada sabia, nada, absolutamente nada. Quiroga n~vole ~\. un aposento ellyn pllertn cerr\) con cuidado y Ie explico la ca sa de Sll dcsycntura. Loc; tres brazaletes de bril! ntes que habia pedido a Simoun para ensen:irselos a su senora, no eran para esta, pobre india el1cerrada en un cuarto como una china, eran para una bf'lla y encantadora dama, amiga de un gran senor, y cuya inlluencia Ie era necesaria para cierto negocio en que podia Rallar en limpio unos seis mil pesos. Y como el chino no entendia de gustos femeniles y queria ser galante, pidi6 los tres mejores brazaletes que el joyero tenIa, que costaban de trcs a cuatro mil pesos cada uno. EI chino, afectando candidez, con su sonrisa la m,is acariciadora dijo a la dama que escogiese el que m.ls Ie gustase, pero la dama, mas candida Y lids acariciadora todavia, declaro que todos los tres Ie gustaban y se qued6 con ellos. Simoun solto una carcajada. - j Ah, siiiolla! j mia pclilo, mia Iuinalo! gritaba cI chino dandose ligeras bofetadas con sus linas manos. ~ EI joyero continuaba riendo. - j Huu! j malo genti, sigul() no siiiola bilale!o! continuaba el chino agitando descontento la cabcza. ~ Cosa? No tiene biliguensa, mas que mia chino mia


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siempele genti. Ah, sigulo no sinola bilalelo; sigalela tiene mas biliguensa. -Le han cogido a usted, Ie han cogido a usted, exclamaba Simoun dandole golpecitos en eI vientre. - Y tolo mundo pile pilestalo y no pagalo, ~ cosa ese? y contaba con sus dedos arm ados de largas unas, impelealo, opisia, tinienti, sulalo, ah, sino Simoun, mia pelilo, mi I hapay! -Vamos, menos quejas, deda Simoun; yo Ie he salvado de muchos oficiales que Ie pedian dinero ... Yo les he prestado para que no Ie molesten a usted y sabia que no me pod ian pagar ... -Pelo, sino Simoun, suya pilesta opicia, mia pilesta muje, sifiola, malinelo, tolo mundo ... - j Ya, ya las cobrara usted! -~ Mia obaIalo? j Ah, sigulo suya no sabel Cuando pelilo ne ~uegQ nunca pagalo! Mueno suya Hene consu, pueIe obliga, mia no tiene ... Simoun estaba pensativo. -Oiga, chino Quiroga, di)o algo distraido: me cneargo de cobrar 10 que Ie deben los oficiales y marineros, deme usted sus recibos. Quiroga yolvio a gimotear: no Ie daban nunea recibos. -Cuando vengan a pedirle dinero, enviemelos siempre a mi; yo Ie quiero a usted salvar. Quiroga dio las gracias muy agradecido, pero pronto vol via a sus lamentaciones, habIaba de los brazaletes y repetia: - j Sigalela tiene mas biliguensa! -Carambas, deda Simoun, mirando de reojo al chino como para estudiarle; preeisamente necesitaba dinero y erda que usted me podia pagar. Pero todo tiene su arreglo; no quiero que usted quiebre por tan poca cosa. Vamos, un servicio y Ie reduzeo a siete los nueve mil pesos que me debe. Usted haee cntrar por 路 Ia aduana todo 10 que quiere, cajones de Iamparas, hierros, vajilla, cobre, pesos mejicanos i usted suministra armas a los con~,entos. El chino afirmaba con la eabeza; pero el tenia que sobornar a m\lcho~. .


RIZAL - j Mia dale tolo a los Pales! -Pues mire, anadio Simoun en voz baja: necesito que usted me haga entrar algunas cajas de fusiks que han llegado esta noche ... quiero que los guarde en sus almacenes; en mi cas a no caben todos. Quiroga se alarmo. -N 0 se alarme usted, no corre usted ningun ricsgo: esos fusiles se han de esconder poco a poco cn ciertas casas, y luego se opera una requisa y se enyian a much os a la carce!. .. usted y yo pod rem os ganar bastante procurando a los detenidos In lihertad. i Me entiende usted? Quiroga vacilaba; el tenia miedo a las annas. En su mesa tenia un revolver descargado que nunca tocab a sino volviendo la cabo,za y cerrando los ojos. -Si usted no puede, acudire a otro, pero en tone .-; necesito mis nueve mil pesos para untar las m:lnos y cerrar los ojos. - j Mueno, Ifueno! dijo al fin Quiroga: ipelo pone pileso mucha genti? c: manda liquisa, ja? Cuando Quiroga y Simoun voh'ieron a la sal a encontra ron en ella a los que "enlan de cenar, discutiendo animadamente: el chl1mpaf{ne habia soltado las lenguas y excitaba las masas cerebraIcs. lIahlaban con cierta libertad. En un grupo donde estaban mucho!> cl11pleados, algunas senoras y don Cu. todio se hablaba de una comision enviada a la India para hacer cicrtos cstudios sobre los calzados de los soldados. - i Y quienes la forman? pref{untaba una seiiora mayor. -~Un coronel, dos oficiales y el sobrino de su excclencia. - i Cuatro? pregunt6 un empleado: j vaya una comision! c: y si se dividen las opiniones? cSon comp('tent.es al menos? -Eso preguntaba yo, aiiadio otro: decfa qu(' debia ir un civil, uno que no tenga preocupaciones militares ... un zapatero por ejemplo ... -Eso es, repuso un importador de zapatos; pero como no es cosa de enviar a un indio ni a lin rnaca-


ti. FILtJ:10StEIHSMO

nista y cl tinico zapatero peninsular ha pedido tales dietas ... -Pero t y para que habran de estudiar el calzado? pregunt6 una senora mayor; j no sera para los artiHeros penillsulares! Los indios pueden seguir descalzos como en sus pueblos. -Justamente j y la caja economizaria mas! ailadi6 otra senora viuda que no estaba contenta de su pensi6n. -Pero, observen ustcdes, repuso otro de los presentes, amigo de los oficiales de la comision. Es verdad que muchos indios van descalzos en sus pueblos, pero no todos, y no es 10 mismo marchar a voluntad que estando en el servicio: no se puede escoger la hora, ni el camino, ni se descansa cuando se quiere. Mire usted, senora, que con el sol que hace a mediodJa, esta la tierra que cuece un pan. Y an de usted por arenales, por donde hay piedras, sol por arriba y fuego por abajo, y balas por delante ... -I Cuestion(le acostumbrarse! -I Como el l)urro que se acostumbro a no comer! En la presente campana, la mayor parte de nU,estras bajas son ocasionadas por heridas en las plantas de los pies ... 1 Digo 10 del burro, senora, 10 del burro! -Pero, hijo, replica Ia senora, considere usted tanto dinero perdido en suelas. Hay para pensionar a muchos huerfanos y viudas para sostener el prestigio. Y no se sonria usted, no hablo de mi que ten go mi pension aunque poca, muy poca para los servicios que prest6 mi marido, pero hablo de otras que arrastran una existencia infeliz: no es justo que despues de tanta instancia para venir y despues de atravesar el mar, concluyan aqui por morirse de hambre ... Lo que usted dice de los soldados sen\. cierto, pero es el caso que cuento con mas de tres anos de pals y no he visto a ninguno cojeando. -En eso opino como la senora, dijo su vecina, t para que darles zapatos si han nacido sin ellos? -t Y para que camisa? - t Y para que pantalones? - j Figllrese us ted 10 que ganariamos con un ejer-


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cito en cueros! concluyo el que defendia ~I los soldados. En otro grupo la discusion era mas acalorada. BenZayb hablaba y peroraba, el P. Camorra, como siempre, Ie interrumpia a cada instante. EI periodist.tfra11e, a pesar de todo su respeto a la gente de cogulIa, se las tenia siempre con el P. Camorra ~i quiclI consideraba como un semifraile muy simple; asi Sl: daba aire de ser indt:pencliente y deshacla la,; aeusaciones de los que Ie lIamaban Fray Ibanez. Al P. Camorra Ie gustaha su adversario: era cl unico que tomaba en serio 10 que el llamaba sus razonamientos. Se trataba de magnetismo, espiritismo, magia, etcetera y las palabras volaban por el aire como los cuchillos y las bola de los juglares: ellos los arrojaban y ellos los recogian. Aquel a'no llamaba mueho la ateneion en la feria de Kiapo ul\a cabeza, mal lIamada esfinge, expucsta por Mr. Leeds, un american . Grandes anuncios CLlbrian las paredes de las casas, misteriosos y [unebres, que excitaban la curiosidad. Ni Ben-Zayb, ni t:l P. Camorra, nl el P. Irene, ni el P. Salvi la habian visto aun ; solo Juanito Pelaez estuvo a verla una noche y contaba en e1 grupo su admiraci6n. Ben-Zayb, a fuer de- periodista, querla buscar una explicaci6n natural; el P. Camorra hablaba del diablo; el P. Irene sonrela, el P. SalVI se man tenia grave. -Pew, Padre, si cl diablo ya no viene; nos bastamos para condenarnos ... -De otro modo no se puede explicar ... -Si la ciencia ... - j Dale con la ciencia! j punales! -Pero, escucheme usted, voy a demostnl.rsclo. Todo es cuestion de optica. Yo no he visto todavla la cabeza ni se como la presentan. El senor, seiialand0 a Juanito Pelaez, nos dice que 110 se parecc a las cabezas parlantes que se enseIian de ordinario, I sea! Pero el principio es el mismo; todo es cuesti6n de optica; espere usted, se pone un espejo asf, un espejo


EL FILlBUS'):EIUSMO

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detras, la imagen se refleja ... digo, es puramente un problema de Fisica. Y descolgaba de los muros varios espejos, los combinaba, los inclinaba, y como no Ie resultaba el efecto, concluia: - -Como digo, ni mas ni menos que una cuesti6n de .6ptica. -Pero que espejos quiere usted, si Juanito nos dice que la cabeza esta dentro de una caja que se coloca sobre una mesa ... Yo vco en ello el espiritismo porque los espiritistas siempre se valen de mesas y creo que el P. Salvi, como gobernador eclesiastico que es, debfa prohibir el espectaculo. EI P. Salvi cstaba silencioso; no decia ni sf ni no. -Para saber si dentro hay diablos 6 espejos, repuso Simoun, 10 mejor es que ustedes vayan aver la famosa esfinge. La proposici6n pareci6 buena y flle aceptada, pero el P. Salvl y don Custodio manifestaban cierta repugnan cia. i Ellos a una feria, copearse con el publico y ver esfinges y cabezas parlantes! i Que dirian los indios? Los podian tomar por hombres, dotados de las mismas pasiones y flaquezas que los otros. Entonces Ben-Zayb, con su ingenio de periodista, prometi6 que suplicaria a Mr. Leeds no dejase entrar al publico mientras estuviesefl dentro: bastante honor Ie harfan con la visita para que no se prestase, y todavla no les ha de cobrar la entrada. Y para cohonestar esta pretensi6n df'cia Ben-Zayb: - i Porque figurense ustede.s si descubro la trampa del espejo delante del pl1blico de los indios! Le quitaria el pan al pobre americano. Ben-Zayb era un hombre muy concienzudo. Bajaron unos doce, entre ell os nuestros conocidos don Custodio, el P. SalvI, el P. Camorra, 'e! P. Irene, Ben-Zayb y J uanito Pelaez. Sus coches les dejaron a la entrada de la plaza de Kiapo.


XVI l LA FERIA DE Kl.\PO

La noche era hermosa y la plaza of red a un aspecto animadisimo. Aprovechando la frescura de la brisa y la esplendida luna tie enero, la gente lIenaba In feria para vcr, sel" vista), distraerse. Las mllsica-; de los cosmoramas y las luces de los fa roles comullicaban la an'hnaci6n y la alegrla a todos. Largas fila" de tiendas, brillantes de oropel y colorines, desplegaban a la vista acimos de pelotns, de m(lscaras cnsartad as por los oj S! juguetes de hoja de lata, trcnes, Caballitos mecanitos, coches, vaporcs COil SllS diminutas calderas, vajillas de porcebna liliputienses, h(;lencitos de pino, mufiecas extranjeras y del pals, rubias y risuefias aquellas, serias y pensativas estHs como pequefiitas senoras al lado de nilias gigantescas. El batir de los tamborcitos, el estn"pito de InÂť trompetillas de hoja de lata, la musica nasal de los acordeones y los organillos se mezclaban en concierto de carnaval, y en medio de todo, b muchcdumbre iba y venia empujandose, tropezandose, con la cara nldta hacia las tiendas de modo que los choques cran fn.:cuentes y no poco c6micos. Los coches lcnian qlll: contener la carrera de los caballos, cI i tuUl! i tU/Ji! de los cocheros resonaba a cad a momento; sr' cruzaban empleados, militares, frailes, est'udiantcs, guifiandose, interpebindose mas 6 menos alegrcmcnte. El P. Camorra cstaba en su quinto cie10 vicndo tantas muchachas bonitas; se paraba, yolvia Ia caheza, Ie daba un empuj6n :i Ben-Zayb, uloo,taiir'teaha con la lengua, juraba y deda: ~ Y esa, y esa, ( !Jura-


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tintas? y de aqu(路lla (. que me dices? En su contento sc ponia a tutear a su amigo y adversario. EI P. Salvi Ie miraba de cuardo en cuando, pero buen caso hacla el del .1:'. Sdlvi; al contrario, hacia de tropezar las muchachas para rozarse con elias, les g ui!'laba y ponia ojo" picarcscos. - j Punales! i Cuando sere cura de Kiapo? se preguntaba. De repente Bpn-Zayb suelta un juramento, salta y se Ileva una mana al brazo; el P. Camon'a en el colmo de su enlusiasmo Ie habia pellizcado. Venia una deslumbrante setiorita que atraia la admiraci6n de toda la plaza; el P. Camorra, no cabiendo en sl de gozo, tomo el brazo de Ben-Zayb por el de la joven. Era la Paulita G6mez, la elegante entre las elegantes que acompanabw Isagani; detras seguia dona Victorina. LIl joven estaba resplandeciente de hcrmosura: todas se paraban, los cuellos se torciall, se suspendian las c l1\'ersaciones, la segulan los ojos y dona Victorina recibla respetuosos saludos. Paulita G6mez lucia riquisima camisa y panuelo de pitia, bordados, dlferentes de los que se habia puesto aquella manana para ir a Santo Domingo. EI tejido vaporoso de la pitia hacia de su linda cabeza una cabeza ideal, y los incli05 que la velan, la comparaban a la luna rodeada de blancas y lig-eras nubes. Una saya de seda color de rosa, recog-ida en ricos y graciosos pliegues por la dim in uta mano, daba majestad a un erguido busto cuyos movimientos favorecidos por el ondulante cuello delataban todos los triunfos de Ia vanidad y de Ia coqueteria satisfecha. Isagani parecia disgustado: Ie molestaban tantos ojos, tantos curiosos que se fijaban en Ia hermosura de su amada: las miradas Ie parecian robos, las sonrisas de la joven Ie sabian a infidelidades. Juanito, al divisarla, acentllo su joroba y saluda: Paulita Ie contesto negligentemente, dona Victorina Ie llama. Juanito era su favorito, y ella Ie preferia a Isagani. - j Que moza, que moza! murmuraba el P. <;:amorra 路arrebatado. H,-TO~O

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- j Vamos, Padre, pellizquese cl \'ientre y dcjenos en paz! decia malhumorado Ben-Zayb. - j Que moza, que moza! repetia; I y tiene pOI' novio a mi estudiante, el de los empujones! - j Fortuna tiene que no sea de mi pueblo! anadi6 despues volviendo varias veces la cabcza para seguirla con la mirada. Tentado estuvo de dejar a sus compafieros y seg-uir a la joven. Ben-Zayb :i durrts penas pudo disuadirle. Paulita seguia andando y se vcIa su hermoso perfil, su pequena cabeza graciosamente peinada movcrse con natural coqueteria. Nuestros paseantes con t inuaron su camino no sin suspiros de parte del fraile-artillero, y lleg-aron a linn tienda rodeada de curioso_, que facilmenle les cedieron sus puestos. Era una ienda de figuritas de madera, hechas en eI pais, que representaban en todos los tamanos y formas, tipos, t azas y profe. iones del rchipiclago, indios, espafiol'~ , chinos, mestizos, frailes, cUrigos, empleados, gobernadorcillos, estudiantes. militarcs, etcetera. Sea que los artistas tuviesen m1s anci<'>n a los sacerdotes, los pliegues de cuyos h:lbitos Ie" conviniesen mas para SllS fines est<':ticos, <'> que 10<; frailes, desempeiiando tanto papcl en la sociedad filipina preocupasen mas la mente del escultor, sea una eosa 11 otra, el caso es que abundaban sus nguritas, muy bien hechas, muy concluidas, representandoles en los mas sublimes instantes de la vida, al reves de 10 que se hace en Europa donde se les pinta durmiendo sobre toneles de vino, jugando a las cartas, vaciando copas, refocilandose <'> pasando la mana por la fresea car a de una muchachota. No: los frailes de Filipinas eran otros: elegantes, pulcros, bien vestidos, el eerquiUo bien cortado, las facciones regulares y serenas, la mirada contemplativa, expresi<'>n de santo, algo de rosa en las mejillas, bastOn de palasan en la mann y zapatitos de charol en los pies, que dan ganas dl' adorarlos y ponerlos bajo campanas de rristaJ. En "ez de los slmbolos de la gula e incontinencia de 5U~ herman os en Europa, los de ~fanila tt'nian e) lihra.


EL FILIBUSTERISMO

el crucifijo, la palma del martirio; en vez de besar los de Manila claban de besar gravemente la mana a nifios y a hombres ya maduros, doblados y casi arrodillados: en vez de la despensa repleta y del comedor, sus escenarios de Europa, en Manila ten ian el oratorio, la mesa de estudio; en vez del fraile mendicante que va de puerta en puerta con su burro y su saco pidiendo limosna, el fraile de Filipinas derrama a manos lIen as el oro entre los pobres indios", - j Miren ustedes, aqui esta el P. Camorra! dijo Ben-Zayb a quien Ie duraba todavla el efecto del champagne. Y sefialaba el retrato de un fraile delgado, con aire meditabundo, sentado junto a una mesa, la cabeza poyada sobre la palma de la mana y escribiendo al parecer un sermon. Una tampara habIa para ltuminarle. Lo contrario del parecido hizo reir a muchos. El P. Camor a que ya se h;Jlbfa olvidado de Paulita, noto la intencion y preguntO a su vez: - Yea quien se parece esta otra fig-ura, Ben-Zayb? Y se echo a reir con su risa de paleto. Era una vieja tuerta, des~refiada, sentada sobre el suelo como los idolos indios plan chan do ropas. El instrumento estaba muy bien imitado: era de cobre, las brasas estaban hechas con oropel y los torbellinos de humo con sendos copos de algodon sucio, 'retorcido. -c Eh, Ben-Zayb, no es tonto el que 10 ideo? preguntaba riendo el P. Camorra. -Pues, I no Ie veo la punta! dijo el periodista. -Pero, I punalf!s! cno ve usted el tItulo, La prensa filipina? Ese instrumento. con que plancha la vieja, aqul se llama prensa. Todos se echaron a reir y el mismo Ben-Zayb se rio de buena gana. Dos soldados de fa guardia civil que tenIan por letrero, civiles, estaban colocados detnis de un homore maniatado con fuertes cuerdas y la cara tapada

a las simples campesinas,


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con el sombrero: se titulaba el Pals del AbukJ y parecia que Ie iban it fusilar. A muchos de nuestros visitantes no les gustaba la exposici6n. Hablaban de reglas del arte, busca ban proporciones, el uno deda que tal figura no tcni:l siete cabezas, que a la cara Ie faltaba una nariz, no tenia mas que tres, 10 que ponia algo pensati\'o aI P. Camorra que no ('omprendi6 c6mo una figura, para estar bien, debia tcner cuatro narices y sietc C<tbezas; otro decia que 5i eran mllsculosos, si los indios no 10 podlan ser; si aqllello era escultura 6 pllramente carpinteria, etc., cada eual meti6 su cucharada de critica, y c1 P. Camorra, por no scr men os que nadie, se aventur6 a pedir 10 mcnos treinta picrnas para cada muoeco. 2 Por que si los otros pcdian narices, no iba el a pedir muslos? Y alii mismo estuvieron discutiendo ~obre 5i el indio tenia 6 no disposiciones para ~a escultura; si convcniu fomentar dicho arte y se iniel una general disputa que cort6 don Custodio diciel\do que los indios tcnlan disposicion pero deblan dedicarse excIusiYGlmentc a haecr santos. - -Cualquiera diria, repuso Ben-Zayb que estaba de ocnrrencias aquella noche, quC' esc chino es Quiroga, pero observandole bien se parece al P. Irene. -2 Y que me dicen ustedes de ese indio-inglcs? i se pareee a Simoun! Resonaron nuevas carcajadas. EI P. Irene se froM la nariz. --j Es verdad! j Es verdad! i Si es el mismo! Simoun habia desaparecido, nadie Ie habia visto. - I Punales! dijo el P. Camorra; i que taeano es el americano! Teme que Ie hagamos pagar Ia entrada de todos en el g-abinete de Mr. Leeds. - j Quia! contest6 Ben-Zayb; 10 que teme es que Ie comprometan. Habra presentido la guasa que le espera a su amigo Mr. Leeds y se desentiende. Y sin comprar el mas pequeno monigote prosiguieron su camino para ver la famosa esfinge. Ben-Zayb se ofrecia a tratar la cuesti6n j eI americano no pod ria desairar a un periodista que puede vengarse en un articulo desacreditador . ,


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-Van ustedes a ver como todo es cuesti6n de espejos, deda, porque miren ustedes ... Y se intern6 de nuevo en una larga explicaci6n, y como no tenia delante ningun espejo que pudiera coropro meter su teoda, insert6 todos los disparates posibles que acab6 por no saber el roisroo 10 que se decIa. - En fin, ya venin ustedes como todo es cuesti6n de 6ptica.

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XVIII

SUPERCHERfAS

Mr. Leeds, I1n verdadero yanqui, vcstido todo de negro, los recibio con mucha ddcrclleia. Hablaba bien el castellano POl' haber estado muchos alios en In America del Sur: No opuso ninguna dificultad a la pretension de nuestros ,-isitadores, dijo que podlan examinar todo todo, antes y t,cspues de la representacion; durante ella les suplic ba estuvicsen tranquilos. Ben-Zayb se sonrefa y sa oreaba el disgusto que preparaba al americano. La sala, tapizada toda de negro, cstaba alumbrada por lamparas antiguas, alimcntadas con csp1ritu de vino. Una barrera cubierta de terciopelo negro la dividia en dos partes casi iguales, una, lIen a de siJlas para los espectadores, y otra, ocupada por un entarimado con una alfombra a cuadros_ Sobre este entarimado, en la parte media, se elevaba una mesa cubicrta por un rico palio negro, lleno de cala\'cras y otras figuras caballsticas. La mise en scelle resultaba lugubre, e impresiono a los alegres visitadores. Las bromas cesaron, se hablaba en voz baja y por mas que algunos se querian mostrar despreocupados, en los labios no cuajaba la risa. Todos scntian como si elltrasen en una casa dondc hay un mucrto. Cn olor a incienso y a cera aumentahan esta ilusion_ DOll Custodio y el P . Salvi se consultaron en voz baja 50bre SI seria 0 no cO:J\-eniente prohibir semejantes espectclculos. Ben-Zayb, para animar a los impresionabJes y poner en aprieto a Mr. Leeds, Ie dijo en tono familiar:


EL FILIBUSTERISMO

-Eh, mister, puesto que no hay mas que nosotros y no somos indios que se dejan pescar, ~ permite usted que les haga verla trampa? Ya sabemos que es cuestion de optica pura, pero como el P. Camorra no quiere convencerse ... Y se dispuso a saltar la barrera sin pasar por la dcbida puerta, mientras el P. Camorra se deshada en protes ta3 temiendo que Ben-Zayb tuviese razon. -G Y como no, senor? contesto el americano; pero no me rompa nada, ~ estamos? El periodista estaba ya sobre el entarimado. - GPermite usted? deda . Y sin aguardar el permiso, temiendo que Mr. Leed!:i no se 10 concediese, levanto el pano y busco los espejos que esperaba debia ba ber entre los pies. BenZayb solt6 una media palabrota, l'etrocedi6, volvi6 a introducir ambas manos debajo de la mesa agitandolas: se encontr'a ba con el vado. La mesa tenia tres pies delgados ue hi erro que se pun dian en el suelo. EI periodista mir6 a todas partes como buscando algo. - GD6nde estiin los espejos? pregunt6 el P. Camorra. Ben-Zayb miraba y miraba, palpaba la mesa, levantaba el pafio, y se llevaba de cuando en cuando la rna no a la frente como para recordar algo. -G Se Ie ha perdido algo? pregunt6 Mr. Leeds. -Los espejos, mister, ~ d6ndc estan los espejos? - Los de usted no se d6nde estaran, los mlos los tengo en la fonda ... Gquiere usted mirarse? Esta usted algo descompuesto y palido. Muchos, a pesar de la impresi6n, al ver la calma guasona del americano se rieron y Ben-Zayb muy corrido volvi6 a su asiento, murmurando: ' -No puede ser; venin ustedes como no 10 hace sin espejos; tendran luego que cambiar de mesa ... Mr. Leeds volvi6 a colocar el pafio sobre la mesa y dirigiendose a los ilustres curiosos les pregunt6: -~ Estan ustedes satisfechos? ~ podemos empezar? - j Anda, que tiene fiema! dijo la sefiora viuda.


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-Pues tomen asiento las senoras y senores y piensen en 10 que quieran preguntar. Mr. Leeds desaparcci6 por una puerta y al cabo de algunos segundos volvi6 con una caja de madera obscura, carcomida, con algunas inscripciones rep res entadas por aves, mamiferos, flores, cabezas humanas, etc. -Senoras y sei'iores, dijo ~Ir. Leeds con cierta gravedati: visitando una yez la gran pidmide de Khufu, fara6n de la cuarta dinastia, di con un sarcofago de granito rojo, en un aposento olvidado. Mi gozo fue grande creyendo encontrarme con una momia de la familia real, mas, cmil no o;;erla mi desencallto, cuando, abierto el sarc6fago dcspues de inl1nitos trabajos, no encontre m~\s que esta caja que ustcdes pueden examinar. Y pase6 la caja, a los qu estaban en primera fila. El P. Camorra ech6 el cuerpo hacia atras como si tuviese asco, el P. Salvi la mir6 de cerca como si Ie atrajesen las cosas sepucrales; el P. Irene sonreia can la sonrisa del inteligente; don Custodio afectaba gravedad y desden, y Ben-Zayb buscaba su espejo; alli debia estClr, pues de espejos se trataba: - j Como huele a cad.her! dijo una senora j I puff! y se abanic6 furiosamente. - j Huele- a cuarenta siglos! observo uno con enfasis. Ben-Zayb se olvid6 del espejo para ver quien habia dicho aquella Irase. Era un mil;tar que habia lcido la historia de Napoleon. Ben-Zayb Ie tuvo envidia y para soltar otra frase que molestase en algo al Padre Camorra, dijo: - j Huele a Iglesia! -Esta caja, senoras y seliores, continuo el americano, contenia un puliado de cenizas y un pedazo de - papiro, donde habia algunas palabras escritas. Vean10 ustedes, pero Its suplico no respiren con fuerza porque si parte de la ceniza se pierde, mi esfinge aparecera mutiiada. La farsa, dicha con tanta seriedad y conviccion, 5e imponia poco a poco, de tal suerte que cuando la cajn


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paso, ninguno se atrevi6 a respirar. El P. Camorra que tantas veces habia descrito en el pulpito de Tianl las torturas y sufrimientos del infierno mientras se reia para sus adentros de las miradas aterradas de las pecadoras, se tap6 la nariz; y el P. SalVI, el mismo P. Salvi que habia hecho en el dia de difuntos una fantasmagoria de las aIm as del Purgatorio, con fuegos y figuras iluminadas al trans parente, con Umparas de alcohol, trozos de oropel, en el altar mayor de la iglesia de un arrabal para conseguir misas y limosnas, el flaco y silencioso P. Salvi contuvo su respiracion y miro con recelo aquel puftado de cenizas. - I j'vl emento, homo, quia pulvis es! murmuro el P. Irene sonriendo. - j 1'-! soIto Ben-Zayb. El tenia preparada la misma reflexi6n y el canonigo se la quital;>a de 1a boca. -No sabiendo que hacer, prosiguio Mr. Leeds cerrando cuidados;lmemte la caja, examine el papiro y vi dos palabras de senticlo par~ mi desconocido. Las descifre, y trate de pronunciarlas en voz alta, y apenas articule la primera cuando senti que la Gaja se deslizaba de mis manos como arrebatada por un peso enorme y rodaba por el suelo de donde en vano la intente remover. Mi sorpresa se convirtio en espanto, cuando, abierta, me encontre dentro con una cabeza humana que me miraba con extraordinaria fijeza. Aterrado y no sabiendo que hacer ante semejante prodigio, quedcme at6nito por un momento temblando como un azogado ... Me repuse ... Creyendo que aquello era van a ilusi6n trate de distraerme prosiguiendo la lectvra de la segunda palabra. Apenas la pronuncio, la caja se cierra, la cabeza desaparece y en su lugar encuentro otra vez e1 pufiado de cenizas. Sin sospecharlo habia descubierto las dos pa1abras mas poderC'sas en la naturaleza, las palabras de la creaci6n y de la destruccioQ, la de la vida y la de 1a. muerte. Detuvose algunos momentos como para ver e1 efecto de su cuento. Despues con paso grave y mesura-


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do, se acerco i 10. mesa colocando sobrc ella In misteriosa caja. -I Mister, el pafio! dijo Ben-Zayb incorrcgiblc. -~ Y como no? contesto Mr. Leeds muy compl..lciente. Y levantando con Ia mana derecha la caja, rccogiu con la izquierda cl pano desc ubriendo complctamcntc la mesa, sostenida sobre sus tres pic. \'oh'io a colocar la caja encima, en el centro, y con mucha grnYcdad se acerco al publico. - j Aqui Ie quiero ver! decla Bcn- Zayb a ~u yecino; vera usted como se sale con alguna excusa. La atencion m~ls grande se lela en los r05tr05 dc todos; el silencio reinaba. Sc oian distinto.mcntc c1 ruido y Iq algazara de let calle, pero cstaban todos tan emocionados que un tr020 de di(tlogo que lIeg6 hasta ellos, no les cau::;6 ningl1l1 efecto. -~ Porque ba no di podl nis6s entd.? prcguntaba una voz de mu~ er. -Aba, nora, porque 'ta1l<\ e] manl prailes \ d mana emplcau, contestu un hombre; 'to. jas! '5010 para ilos el cabesa de espinge. - j Curioso tambit,!n el mana prailes ! dijo la YOZ de mujer alejandose; i no quiere pa que di sabe nisos cuando ilos ta salii ingafiau! j Cos a ! cquerido. ba de praile el cabesa? En medio de un prof undo silencio, y con \'02 emocion ada prosiguio el americano: --Senoras y scnores: 1 con una palabra voy ahora a reanimar el pUliado de cenizas y ustcdcs hablaran con un ser que conoce 10 pasado, 10 presentc, y mucho del porvenir! Y el magico lanzo lentamente un grito, primcro planidero, luego energico, mezcla de sonidos agudos como imprecaciones, y de notas roncas como amf'nazas que pusieron de punta los cabellos de Bcn-Zayb. -I Deremof! dijo el americano. Las cortinas en torno del salon se agitaron, las limparas amenazaron apagarse, la mesa cruji6. Un g-emido debil contcsto desde el interior de la cuja. Todos se miraron palidos e inquietos: una senora


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- - - - -- - - - - - - - - - - - - - - lIena de terror y sintiendo un Hquido caliente dentro de su traje, se cogio al P. Salvi. La caja entonces se abrio por 51 sola y a los ojos; del publico se presento una cabeza de aspecto cadaverico, rodeada de una larga y abundante cabell era negra. La cabeza abrio lentamente los ojos y los paseo por todo el auditorio. Eran de un fulgor vivisimo aumentado tal vez por sus ojeras, y como abyssus abyssum invocat, aquellos ojos se fijaron en los profundos y concavos del P . Salvi que los tenia desmesuradamente abiertos como si viesen algun espectro. EI P. Salvi se puso a tetnblar. -Esfinge, dijo Mr. Leeds, j dile al auditorio quien eres! Reino un profundo silencio. Un viento frio recOlTio la sala e hizo vacilar las azuladas llamas de las lam paras sepulcrales. Los mas incredulos se estrcmecieron. , -Yo soy Imuthis, contesto la cabeza con voz sepulcral pero extranamente a,nenazadora; naci en tiempo de Amasls y iul muerto durante la dominacion de los Persas, mientras Cambyses yolvla de su desastrosa expedicion al interior de la Lybia. Venia de completar mi educacion despues de largos viajes por Grecia, Asiria y Persia y me retiraba a mi patria para vivir en ella hasta que Thot me llamase delante de su terrible tribunal. Mas por desgracia mia, al pasar pOl' Babilonia descubd lin terrible secreto, el secreto del falso Smerdis que usurpaba el poder, el temerario mago Gaumata que gobernaba merced a una impostura. Temiendo Ie descubriese a Cambyses, determino mi perdicion valiendose de los sacerdotes egipcios . En mi patria entonces gobernaban estos; duefios de las dos terceras partes de las tierras, monopolizadores de la ciencia, sumlan al pueblo en la ignorancia y en la tiranla, 10 embrutecian y 10 hacian apto para pasar sin repugnancia de una a otra dominacion. Los invasores se vaHan de elIos y conociendo su utilid ad los proteglan y enriquecian y algunos no solo dependieron de su voluntad sino que se redujeron a ser sus meros instrumentos. Los sacerdotes egipcios


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prestaronse a ejecutar las 6rdenes de Gaumata con tanto mas gusto cuanto que me temlan y porque no revelase al pueblo sus imposturas. Valieronse para sus fines de las pasiones de un jcven sacerdote de Abydos que pasaba por santo ... Silencio angustioso sigui6 a estas palabras. AquelIa cabeza hablaba de intrigas e imposturas sacerdotales y aunque se referlan :i otra epoca y otras creencias, molestaban con todo a los frailes alli presentes, acaso porque vieran en el fondo alguna analogia con la actual situaci6n. El P. Salvi presa de temblor convulsivo, agitaba los labios y segula con ojos descncajados la miraja de la cabeza como si Ie fascinasc. Gotas de sudor empezaban a brotar de su descarnada frente, pero ninguno 10 notaba, vivamente distraidos y emocionados como estaban. -c Y c6mo fue la trama que contra ti urdieron los sacerdotes de tu pais? pregunt6 Mr. Leeds. La cabeza J nz6 un gemidQ doloroso como salido del fondo del oraz6n y los espectadores vieron sus ojos, aquellos ojos de fuego, nublarse y llcnarse de lagrimas. Estremecieronse muchos y sintieron sus pel os erizarse. No, aquello no era ficci6n, no era charlataneria; la cabeza era una victima y 10 que contaba era su propia historia. - j Ay! dijo agitandose con desconsue1o; yo amaba a una joven, hija de un sacerdote, pura como la IU2, como el 10to cuando se acaba de abrir. EI joven sacerdote de Abydos la codiciaba tambien, y urdi6 un motin valiendose de mi nombre y merced a unos papiros mios que sonsac6 a mi amada. EI motin esta1l6 en el momento en que Cambyses volvia furioso de los desastres de su desgraciada campana. Fui acusado de rebelde, preso, y habiendome escapado, cn In persecuci6n fuf muerto en el lago Mreris ... Yo vi desdc la eternidad triunfar a la impostura, veo al sacerdote de Abydos perseguir noche y dia a la virgen refugiada en un templo de Isis cn la isla de Philre ... yo Ie veo perseguirla y acosarla hasta en los subterraneos, vol verla loca de terror y de sufrimiento, como un gigantesco murcieJag0 a una blanca paloma ... j Ahl


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I sacerdote, sacerdote de Abydos, vuelvo a la vida para revelar tus infamias, y despues de tantos anos de silencio te llamo asesino, sacrilego, calumniador! Una carcajada seca, sepulcral, sig-uio a estas palabras mientras una voz ahogada respondia: - j No! j piedad! Era el P. SalvI que rendido por el terror extendia a'm bas manos y se dejaba caer. - 'i Que tiene Vuestra Reverencia P. Salvi? i Se siente mal? pregunto el P. Irene. -Es el calor de la sala ... -Es eI olor a muerto que aqui se respira ... -I Asesino, calumniador, sacrilego! repetia la cabeza; I te acuso, asesino, asesino, asesino! Y resonaba otra vez la carcajada seca, sepulcraJ y amenazadora como si absorta la cabeza en la contemplacion de sus ag-ravios no viese el tumulto que reinaba en la sala. EI P. Salvi se habIa desmayado por completo. -I Piedad! I vive todavia!. .. repitio el P. Salvi y perdio el con::>cimiento. Estaba palido como un muerto. Otras senoras creyeron deber desmayarse tambien y as! 10 hicieron. -Delira ... P. SalvI! -I Ya Ie deda que no comiese la sopa de nido de golondrina! deda el P. I rene, eso Ie ha hecho mal. -I Si no ha comido nada! contestaba don Custodio temblando; como la cabeza Ie ha estado mirando fijamente, Ie ha mag-netizado ... Aqui (ue e1 barullo; la sala pareda un hospital, un campo de Batalla. El P. Salvi pareda muerto y las senoras viendo que no acudlan a ellas tomaron el partido de volver en si. Entretanto la cabeza se habIa reducido a polvo y Mr. Leeds colocaba otra vez eI pano negro sabre la mesa y saludaba a su auditorio. -Es menester que el espectaculo se prohiba, deda don Custodio al sa1ir; I es altamente imp!o e inmoral! -I Sabre todo, porque no se sirve de espejos! anadie, Ben-Zayb. Mas, antos de dejar la sala quiso asegurarse par


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Ultima vez, saito la barrera, se acerco a la mesa y levan to el pano: nada, siempre nada (I). Al dia siguiente escribia un articulo en que hablaba de ciencias.ocultas, del espiritismo, etc. ; inmcdiatamente vino una orden del gobernador ec1csiastico suspendiendo las funciones, pero ya Mr. Leeds habia desaparecido llcvandose a Hong Kong su secreto. (1) Sin embargo Ben-Zayb no estaba muy errado. Los tres pies sobre de la mesa tienen ranuras por don de sc dezlizan Ins CSPl jOS, ocullOS d _bajo dcl entarimado y di~imulados por los cuadros d~ la alfombra. AI ~olo c ar la caja sobre la mesa se comprime un resorte y suben suav ~mente los espcJos: se quita de s pu~s el pano tcnicndo cuid:ldo de levantarlo en vez de dej a rlo de slizar. y entonces sc tlenc la me,. ordinaria de las cabez .. s parlantes. La mesa comunica con el fondo de Ja caja. Terminado el especuiculo. el prtstidigitador cubre olra vez la mesa, aprieta olro resorte y descienden los espcjos.


XIX

LA MECHA

Placido Penitente salio de clase con el corazon rebosando hiel y con sombrias lagrimas en la mirada. EI era muy digno de su nombre cuando no se Ie sacab a de sus casillas, pero una vez que se irritaba, era un verdadero torrente, una fiera que solo se podia detencr muri ndo 6 matando. Tantas airentas, tantos aIfiJerazos que ~fa por dIa, habIan hecho estremecerse su corazon de ositcindose en el para dormir con el sueno de viboras aletargadas, se Ievantaban ahora y se agitaban rugiendo de ira. Los silbidos resonaban en sus oidos con las frases burlonas del catedratico, las frases en lengua de tienda, y Ie parecia oir Iatigazos y carcajadas. Mil proyectos de venganza surgian en su cerebro atropellil.ndose \1n05 a otros y desapareciendo inmediatamente como imagenes de un suefio. Su arnor propio con Ia tenacidad de un desesperado Ie gritaba que debIa obrar. -Pl<kido Penitente, decia la voz, dernuestra a toda esa juventud que tienes dignidad, que eres hijo de una provincia ~Ierosa y caballeresca donde el insulto se lava con sangre. jEres batanguefio, Placido Penitente! j Vengate, Phkido Penitente,! Y el joven rugia y rechinaban sus dientes y tropezaba con todo el rnundo en la calle, en eJ puente de Espafia, como si buscase querella. En este ultimo punto vi6 un coche donde iba el Vicerrector P. Sibyla, acornpafiado de don Custodio, y dh~ronle grandes ganas de coger al religioso y arrojarlo al agua. Sigui6 por la Escolta y estuyo tentado de empezar


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a cachetes con

aos agustinos que sentados a la puerta del bazar de Quiroga reian y bromeaban con otros frailes que deblan cstar en cI fondo de la tienda ocupados en una tcrtulia; se oia sus alcg- res \'occs y sonoras carcajadas. Algo mas Icjos dos cadetes cerraban la accra charlando con un dcpcndicnte de un almacen, en man gas de camisa: l'l..teido Pcnitente se dirigi6 a ell os para at>rirsc paso, y los cadetes que vieron la sombria intencion del jO\'en y cstaban de buen humor, se apartaron prudentemente. l'Ucido estaba en aquellos momentos bajo el intlujo del hamoh que dicen los malayistas. Phicido, a medida que, se acercaba a su casa, In casa de un platero en don de vida como pupilo, procuraba coordir1ar sus ideas y maduraba un plan. l'etirarse a s 1 pueblo y vengarsc para demostrar ~i los frailes que no se insulta impuncmente c:\ un joyen oi se puede burlar de cl. Pensaba csc ribir inmediatamente unn ca ta ;i su madre a Cabesa ng t\ndang, para enterarla ill d io que habia pas ado y decide que las aulas se Ie ccrr:lban pal a slcmpre, que si bien existb el Atcnco de los jesuitas para cursar aque) aiio, era muy probable que no Ie conccdiesen los dominicos el traslado y que aun cU 路. lndo 10 consiguicra, en el curso siguiente tend ria que \'ol\'er a la Univcrsidad. - j Diccn que no sabemos vengarnos! decia; j que el rayo estalJe y 10 yeremos! Pero PI:.icido no contaba con 10 que Ie esperaba en casa del platero. Cabesang Anda.1g acababa de llcgar a Batang-as y venia a hacer complaS, visitar a su hijo y tracrJe dinero, tapa de venado y paflUelos de seda. Pasados los primcros saludos, la pobre mujer que desde un principio habin notado 1:1 sombria mirada de su hijo, no pUGO mas contenerse y empezo con sus preguntas. A las prim eras exp:icaciones, Cabcsan~ Andang las tom6 por ailagaza, se sonrio y estuvo apaciguando a su hijo, recordandole los sacrificios. las privaciones, etc.) y habla del hijo de capitana Simona que, por haber entrado en el Seminurio, sc daba ep el pueblo aire de obispo: capitana Simona sc


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consideraba ya como Madre de Dios, claro, j su hijo va a ser otro Jcsucristo! -Si el hijo se hace sacerdote, deda Cabesang Andang, la madre no nos ha de pagar 10 que nos debe ... equien la cobra entonees? Pero al ver que PlGl.cido hablaba en serio y leyo en sus ojos la tempestad que rugia en su interior, comprendi6 que pm desgracia 10 que contaba era la pura verdad. Qued6se por algunos momentos sin poder hablar y despues se deshizo en lamentaciones. -j Ay! decia; j y yo que he prometido a tu padre cuidarte, educarte y hacer de ti un abogado! j Me privaba de todo para que pudieses estudiar! j En vez de ir al panguingui donde se juega a medio peso, solo me iba al de a media real, sufriendo el mal olor y las cartas sucias! j Mira mis camisas zurcidas! En vez de comprar otras nuevas, gas to el dinero en misas y regalos a San Sebastiitn, aunque no creo mllcho en su virtud porque e1 cura las dice de prisa y corriendo y el santo es cnteramcnte nuevo, y todavia no sabe hacer milagros, y no esta hecho de batihulin sino de laniti ... jAy! eQue va a decirme tu padre cuando me muera y Ie yea? Y la pobre mujer se lamentaba y Iloraba; Placido se poDia mas sombr:o y de su pecho se escapaban ahogados suspiros. -e Que saco con ser abogado? respondia. -e Que va a ser de ti? continuaba la madre juntando las man os; j te van a Ilamar pilibistiero y scras ahorcadot j Yo ya te deda que tuvieses paciencia, que seas humilde! No te digo que beses la mano a los curas, se que tit.:nes el olfato delicado como tu padre que no podia com~r cI queso de Europa ... pero tenemos que sufrir, callarnos, decir a todo sf... eQue vamos a hacer? Los frailes tienen todo; si ellos no quieren, nin~uno saldra abogado ni medico ... fTen paciencia, hijo r.)io, ten paciencia! - j Si la he tenido mucha, madre; por meses y meses he sufrido! Cabesang Andang seguia sus lamentaciones . Ella no Ie pedia que se declarase partidario de los frailes, 12.-TOMO 1


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ella tampoco 10 era; bastante sabia que por uno bueno hay diez malos que sacan el dinero de los pobres y envlan al destierro a los ricos. Pero uno debe ca路 llarse, sufrir y aguantar; no hay mas remedio. Y citaba tal y tal senor que por mostrarse paciencioso y humilde, aunque en el fondo de su coraz6n odiaba a sus amos, de criado que era de frailes llcg6 a ser promotor fiscal; y tal fulano que ahara es rico y puede cometer atrocidades segura de tener padrinos que Ie amparen contra la ley, cra no mas que un pobrc sacristan, humilde y obediente que se cas6 ~on una muchacha bonita y de cuyo hijo fue padrino el cura ... Cabesang Andang continuaba con su letanla de filipinos humildes y pacien ciosos como ella deda e iba a citar otros que par no serlo se velan desterrados y perseguidos, cuando Placido, con un pretexto insignificante, dej6 la casa y se puso a vagar par las calles. Recorria Si~akong, Tondo, San Ni colas, Santo Cristo, distraldb y de mal hurnor, sin hacer caso del sol ni de 1a hora y solamente cuando sinti6 hambre y se apercibi6 que no tenia dinero por haberlo dado todo a fiestas y contribuciones, retir6se a su casa. Esperaba no encontrar a su madre por tener esta la costumbre, siempre que se iba a Manila, de ir a esa hora a una vecina casa donde se juega al panguingui. Pero Cabesang Andang Ie ag-uardaba para comunicarle su proyecto: ella se valdria del procurador de los agustinos para hacer entrar a su hijo en gracia de los dominicos. Placido Ie cort6 la palabra can un gesto. -Primero me arrojo al mar, dijo; primero me hago tulisan que volver a la Universidad. Y como su madre empezase con un sermon sobre la paciencia y la humildad, PUcido, sin haber comido nada, volvio a salir y se dirigio a los muelles donde fondean los vapores. La vista de un vapor que levaba anclas para Hong Kong Ie inspire una idea: irse a Hong Kong, esc aparse, hacerse rico alH para hacer la guerra :i los frailes. La idea de Hong Kong despert6 en su mente


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un recuerdo, una historia de frontales, ciriales y candelabros de plata pura que Ia piedad de los fieles habla regal ado a cierta iglesia; los frailes, contaba un platero, hablan mandado hacer en Hong Kong otros frontales, ciriales y candelabros enteramente iguales, pero de plata Ruolz, con que substituyeron los verdad eros que mandaron acunar y convertir en pesos mejicanos. Esta era la historia que el habfa oldo y aunque no pasaba de cuento 0 murmuracion, Stl resentimiento 10 pintaba con caracter de verdad y Ie recordaba otr05 rasgos mcis por el estilo. EI deseo de Yivir libre y cicrtos planes a medio bosquejar Ie hicieron decidirse por la idea de ir a Hong Kong. Si aIH lievaban las corporaciones todo su dinero, el comercio aebe ir bien y podni enriquecerse: - j Quiero ser libre, vivir libre!. .. Sorprendiole, la noche vag an do por San Fernando y no dando con ningun marinero amigo decidio retirarse. Y como 1 noche era he mosa y la luna brillaba en el cielo transformando la miserable ciudad en un fantastico reino de las hadas, fuese a la feria. AlIi estuvo yendo y viniendo, recorriendo tiendas sin fijarse en los objetos, con el pensamiento en Hong Kong para vivir libre, enriquecerse ... Iba ya a abandonar la feria cuando creyo distinguir a! joyero Simoun despidiendose de un extranjero y hablando ambos en ingIes. Para Placido, todo idiorna hab!ado en Filipinas por los europeos, que no sea espano!, tiene que ser ingles: adem as pesc6 nuestro Joven Ia palabra Hong Kong. Si el joyero Simoun pudiese recomendarle a aquel extranjero que debe partir para Hong Kong. Placido se detuvo. Conoda al joyero por haber estado en su pueblo vendiendo alhajas. Le habfa aCOffipan ado en un viaje y por cierto que Simoun se habia mostrado muy am able con el contandole la vida que se lleva en las U niversidades de los paises lib res : I que diferencia! Placido siguio al joyero. - j Senor Simoun, sefior Simoun! dijo.


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El joyero en aquel momento se disponia a subir en un coche. Asl que conocio a Pl<kido, se detuvo. - j Quisiera pedirle un fa\'or ... decirle dos palabras! dijo. Simoun hizo un gesto de impaciencia que Placido en su turbacion no observ~. En pocas palabras conto el joven 10 que Ie habia pasado manifestando su deseo de irse a Hong Kong. -c Para que? pregunto Simoun mirando a Placido fijamente al traves de sus anteojos azules. Placido no contesto. Entonces Simoun levanto h cabeza, sonriose con su sonrisa silenciosa y fda y dijo a Placido: --j Esta bien! vengase usted conmigo. I A la calzada del Iris! dijo al cochero. , Simoun permanecio silencioso durante todo el trayecto como si estuviese ahsorto en una meditaci6n muy import, nte. Placido, esperando que Ie hablasc, no deda una ~ola pala bra y se distraia mirando hacia los muchos p~ seantes que aprovechaban la claridad de la luna. ]o,'cnes, parcjas de novios, enamorados, seguidos detras de cuidadosas madres 6 tlas; grupos de estudiantes en traje blanco que la luna hacla rna" blanco todavlaj soldados medio borrachos, en coche, seis a la vez, yendo de visita en algun templo de nipa dedicado a Citeresj ninos que juegan al tllbir;an, chinos vendedores de canadulce, etc., llenaban el camino y adquirlan a la luz resplandeciente de la luna formas fantasticas y contornos ideales. En una casa tocaba la orquesta valses y se veian algunas parejas bailar a la luz de los quinques y himparas ... I que mezquino espectaculo Ie parecio comparado con el que se ofrecia en las calles! Y pensando en Hong Kong se pregunt6 si las noches de luna en aquella isla sedan tan poeticas, tan dulcemente mc1anc61icas como las de Filipinas y una profunda tristeza se apodenS de su corazon. Simoun mando parar el coche y ambos bajaron. En aquel momento pasaron a su lado Isagani y Paulita Gomez murmunl.ndose dulces palabras ; detds venia dona Victorina con Juanito Pelaez que hablaba en


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voz alta, gesticulaba mucho y se quedaba mas jorobado. Pelaez distraldo no vio a su excondiscipulo. -I Ese S1 que es feliz! murmuro Placido suspirando y mirando hacia el grupo que se convertia en vaporosas siluetas donde se distinguian muy bien los brazos de Juanita que subian y bajaban como aspas de un molino. - j S610 sirve para eso! murmuraba a su vez Simoun; j buena esta la juventud! eA quien aludian Placido y Simoun? Este hizo una sena al joven, dejaron la calzada y se intcrnaron en un laberinto de senderos y pasadizos que forma ban entre sl varias casas; tan pronto saltaban sobre piedras para cvitar pequefias charcas, como se bajaban para pasar un cerco mal hecho y peor conservado. Extraiiabase Placido de ver a1 rico joyero andar por s6{llejantes sitios como si estuviese muy familiarizado c;on elias. L1egaron a1 fin a una especie de solar grand~ donde habia una miserable casita aislada, rodeada de platanares y palmeras de bongl:\. Algunos armazones de cana y pedazos de tubos de Idem hicieron sospechar a Placido que se cncontraban en casa de algun castillero 0 pirotecnico. Simoun toco a la ventana. Un hombre se asomo. -I Ah! sefior ... Y bajo inmediatamente. -I. Esta la polvora? pregunto Simoun. -En sacos ; espero los cartuchos. Y las bombas? -Dispuestas. -Muy bien, maestro ... Esta misma noche parte usted y habla can el teniente y el cabo ... e inmediatamente prosigue usted su camino; en Lamayan encontrara un hombre en una banka; did usted ÂŤCabesaÂť y el contestad "TalesÂť. Es men ester que este aquf manana. i No hay tiempo que perder! Y Ie dio algunas monedas de oro. -e Como, senor? pregunto el hombre en muy buen espanol; ehay alga nuevo? -Sf, se hara dentro de la semana que viene. -I La sem;:ma ~ue vi~ne! repitio el descono~i4o

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retrocediendo: los arrabales no estan prcparados, esperan que el general retire el decreto ... yo creia que se dejaba para la entrada de la cuaresma. Simoun movio Ia cabeza. -No tendremos necesidad de los arrabales, dijo: con Ia gente de Cabesang Tales, los excarabineros y un regimiento tenemos bastante. 1 Mas tarde, aeaso Maria Clara ya este muerta! j Parta usted en seguida! EI hombre desaparecio. Placido habia asistido ,i esta corta entre\'ista y hubia oido todo; cualldo creyo eomprendcr algo se Ie erizaron los cabell os y mira a Simoun con ojos cspantados. Simoun se sonreia. -2 Le extrana a usted, dijo con su sonrisa fria, que ese indio tan mal "estido hable bien el espanol? Era un ma stro de escuela que se empeilo en ensenar el espanoI a os' ninos y no par6 hasta que perdio su destino y fue deportado por perturbador del orden publico y por abet; sido am ili'0 del desg racindo Ibarra. Le he saca 0 de Ia deportaci6n donde se dedieaba a podar cocoteros y Ie he hecho pirotccnico. Volvieron a la calzada y a pie se dirigieron hacia Trozo. Dela nte de una casita de tabla, de aspccto alegre y aseado, habia un espanol apoyado cn una muIeta, tomando la luz de 1ÂŁ1 luna. Simoun sc dirigio a el j el espanal al "erie procuro levantarse ahogando un quejido. -I Estese usted preparado Ie dijo Simoun. - j Siempre to estoy! -I Para Ia semana que viene! -2 Ya ? - ' j Al primer canonazo! Y se alejo seguido de Phicido que empezaba a preguntarse si no sonaba. -e Le sorprf:[;de a usted, preguntole Simoun, vcr a un espanol tan joven y tan maltratado por las enfermedades? Dos an os hace era tan robusto como usted, pero sus enemigos consiguieron enviarle a BaJabak para trabajar en una compania disciplinaria y alIi Ie tiene usted con un reumatismo y un paludismo


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que Ie lleva a la tumba. El infeliz se babia casado con una bermosisima mujer ... Y como un cocbe vado pasase, Simoun 10 paro y con Placido se hizo conducir a su cas a de la calle de la EscoltCl. En aquel momenta daban los relojes de las iglesias las diez y media. Dos horas despues, Placido dejaba la casa del joyero, y grave y meditabundo seguia por la Escolta, ya easi desierta a pesar de los cafes que aun continuaban bastante animados. Alguno que otro coche pasaba rapido produciendo un ruido infernal sobre eI gastado adoquinado. Simoun desde un aposento de su ca~a que da aI Pasig, dirigla la vista baCia Ia ciudad murada, que se divisaba al traves de las ventanas abiertas, con sus tech os de hierro galvanizado que la luna bacia brillar y sus torres que se dibujaban tristes, pesadas, melancolicas, en medio de la serena atmosfera de la noche. Simoun se habia quit do las gafas azules; sus eabellos bla.nco como un marco de plata rodeaban su energico semblante bronceado, alumbrado vagamente por una i<impara, cuya luz amenazaba apagarse por falta de petroleo. Simoun, preocupado at parecer p()r un pensamiento, no se apercibia de que poco a poco la lam para agonizaba y venia la obscuridad. - j Dentro de algunos dlas, murmura, cuando por sus cuatro eostados arda esa ciudad maldita, albergue de la nulidad presumida y de la impia explotacion del ignorante y del desgraciado; euando el tumulto estalle en los arrabales y lance por las calles aterradas mis turbas vengadoras, engendradas por la rapacidad y los errores, entonces abrire los muros de tu prision, te arrancare de las garras del f~natis足 mo, y blanca paloma, seras el F enix que renaceni de las eandentes cenizas ... ! j Una revolucion urdida por los hombres en la obscuridad me ha arrancado de tu lado; otra revolucian me traera a tus brazos, me resueitara y esa luna, antes que llegue al apogeo de su esplendor, iluminara las Filipinas, limpias de su repugnante basura!


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Simoun se callo de repente como entrecortado. Una voz preguntaba en el interior de su concicncia si el, Siruoun, no era parte tambicn de la basura de la maldita ciudad, acaso el fermento mas deletereo. Y Como los muertos que han de resucitar al son de la trompeta fatldica, mil fantasmas sangrientos, sombras dcsesperadas de hombres asesinados, mujeres deshonradas, padres arrancados a sus familias, Yicios estimulados y fomentados, virtudes escarnecidas, se levantaban ahora al ceo de Ia misteriosa pregunta. POl' primera vez en su carrera criminal desde que en Ia Habana, pOl' medio del viejo y del soborno, guiso fabricarse un instrumento para ejecutnr sus planes, un hombre sin fe, sin patriotismo y sin conciencia, por primera vez en aquclla vida se revelaba alga dentro de sl y protestaba contra sus ace-iones. Simoun cerro los ojos y se estuvo algt'1l1 tiernpo inmovil; despu(~s se paso In ma 0 por la h'ente, se nego a mimr en su conciencia y tuvo miedo. No, no quiso analizarse, Ie faltaba valor p, ra volver In v stn hacia su pasado ... j Faltarle el valor precisamente cuando el momento de obrar se acerca, faltarle la convicci6n, la fe en sl mismo! Y como los fantasmas de los infelices en cuya suerte habla el Il1fluldo, continuaban flotando dclante de sus ojos como si saliesen de la brillante supcrfiric del rio e invadiesen el aposento grit:indolc y tendicndoles las manus j como los reprochcs y los lamentos parecian que I1enaban el aire oyendose amenazas y acentos de venganza, aparto su vista de la ventana y acaso pOl' primera vez empezo if temblar. -No, yo debo estar enfermo, yo no debe sentirme bien murmuro; muchos son los que me odian, los que me atribuyen su desgracia, pero ... Y sintiendo que su frente ardla, levantose y se ao~rco a la ventana para aspirar la fresca brisa de la noche. A sus pies arrastraba el Pasig su corriente de plata, en cuyu superficie brillaban perezosas las espumas, giraban, avanzaban y retrocedian siguiendo el cursu de los pequeiios torbellinos. La ciudad se Icvantaba a la otra orilla y sus negros muros aparecian fatldicos, misteriosos, perdiendo su mezquindad a 1a.


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luz de la luna que todo 10 idcaliza y embellece. Pero Simol1n volvio a estremecersej Ie parecio vel' delante de sl el rostro severo de su padre, muerto en la d.rcel pero muerto por hacer el bien, y el rostro de otro hombre mas severo todavla, de un hombre que habia dado su vida por el porque creia que iba a procurar la regeneracion de su pals. -f\,;o, no puedo retroceder, ex clarno enjugando el sudor de su frentej la obra esta addantada y su exito me va a justificar ... Si me hubiese portado como vosotros, habrla sucumbido ... j Nada de idealismo, nada de falaces teorias! i Fuego y acero al cancer, castigo al vlcio, y r6mpase despues si es malo el instrumento! ;-Jo, yo he meditado bien, pero ahora tengo fiebre ... mi razon vacila ... es natural. .. si he hecho el mal es con el fin de haecr el bien y el fin salva los medios ... Lo que hare es no exponerme ... y con el cerebro trastornado acostose y trato de conciliar el sueno. Placido, a Ia manana siguiente, escucho sumiso y con la sonrisa eo los labios el serm6n de su madre. Cuando csta Ie habJ6 de sus proyectos de interesar al procurador de los agustinos, no protest6, ni se opuso, antes al contrario, se ofreci6 el mismo a hacerlo para evitar molestias a su madre a quien suplicaba se volviese cuanto antes a la provincia, si pudiese ser, aquel mismo dla. Cabesang Andang Ie pregunt6 por que. -Por que ... porque si el procurador llega a saber que esta us ted aqui no 10 had sin que antes usted Ie eovle un regalo y algunas misas.

FIN DEL TOMO PRIMERO


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