Homenajes I

Page 40

Rubén W. Cavallotti

por D. L.

Al igual que a René Mugica y José Martínez Suárez, a Cavallotti le costó acceder a la dirección, tras largos años de integrar equipos de rodaje. Como todo uruguayo con ganas de hacer cine, también él se instaló en Buenos Aires, cuando apenas sumaba 17 años. Consiguió meterse como meritorio de dirección y poco después, gracias a la mediación de Hugo Fregonese, ingresó a la recién constituida productora Artistas Argentinos Asociados (AAA), convirtiéndose en uno de los pocos –si no el único– en permanecer en la empresa hasta que dejó de producir, hacia mediados de los cincuenta. Cavallotti dirigió su primer film en el año en que el cine argentino atravesó su más profunda crisis y casi no hubo estrenos: quizá por eso Cinco gallinas y el cielo fue ciertamente sobrevalorado, lo cual le permitió, no obstante, establecerse como un sólido profesional que tenía muy en claro la cuestión técnica y también un buen olfato para adivinar el gusto de los espectadores. Toda su obra (escasa: apenas dieciséis largometrajes) ha estado dirigida al público: lo suyo estaba lejos de la experimentación y aun de la renovación del lenguaje que asomaban con Torre Nilsson a la cabeza. Sus años como asistente de directores de todo tipo –particularmente Demare, a quien consideraba su maestro– le dieron el suficiente oficio como para resolver rápidamente cualquier encargo. Sin embargo, no es casual que sus mejores films fueran producidos por Enrique Faustín, uno de los socios iniciales de AAA: Faustín fue el productor de Procesado 1040, Gringalet, El romance de un gaucho, El bruto y Convención de vagabundos; esto es, films atractivos, con historias atrapantes, elencos estelares y un nivel de producción por encima de la media. Todo lo contrario de aquellos (Bettina, Subí que te llevo y Mire que es lindo mi país) en los que se involucró con Germán Szulem, un productor que solía montar sus proyectos dependiendo sólo del crédito oficial. Rodolfo M. Taboada fue el más asiduo de sus guionistas, seguido por el uruguayo Wilfredo Jiménez. Tres de sus films derivan de piezas teatrales: Procesado 1040 del también uruguayo Juan Carlos Patrón, Gringalet del belga Paul Vanderberghe y Bettina del porteño Joe Makia, seudónimo del empresario y productor teatral Pablo Bueno; film este último en el que Cavallotti intentó asimilarse, con resultados funestos, a la moda de la nouvelle vague aborigen. Otros tantos adaptan literatura: al litoraleño Velmiro Ayala Gauna en Don Frutos Gómez, al gran Benito Lynch en El romance de un gaucho y a Dalmiro Sáenz en Mujeres perdidas. El costado más superficialmente industrial de su obra se integra con dos films “de cantante”, Rodolfo Zapata en La gorda y Sandro en Subí que te llevo, así como con el film-disco Mire que es lindo mi país. Momentos aislados de legítimo buen cine se vislumbran en Procesado 1040 –una historia de

39


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.