EXPEDICIONES Y CRIPTOZOOLOGÍA - EL MÓKELE MBÉMBE

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EXPEDICIONES Y CRIPTOZOOLOGÍA EL MÓKELE MBÉMBE Por Fernando Jorge Soto Roland1

Dinosaurios en África – “Eran brontosauros” La Tribuna Ilustrata, suplemento semanal de La Tribuna Año XXVIII – N°3- del 18-25 de enero de 1920

CONCEPTOS PRELIMINARES No es novedoso señalar que al estudiar el universo de la criptozoología más que de la pseudociencia nos encargamos en tratar de entender y explicar los móviles que persiguen los criptozoólogos que la practican. Nessie, Bigfoot o el Yeti dicen mucho más sobre sus empedernidos cazadores que sobre ellos mismos.

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Profesor en Historia por la facultad de Humanidades de la UNMdP (Argentina).


2 En lo personal ―ya lo he repetido más de una vez― me encantaría que Pie Grande existiera o que el monstruo del Loch Ness asomara definitivamente su cabeza, dejándose fotografiar y atrapar. De igual forma sería para mí una delicia que Papá Noel estacionara su trineo en el tejado de mi casa. Pero sé que nada de eso ocurrirá. Al menos en la vida real. Exageraciones y mentiras, deseos y sueños, errores y delirios ―concientes e inconcientes― se conjugan desde hace siglos a la hora de representar la alteridad por medio de monstruos y seres extraños; aquellos que han poblado (y pueblan) las paginas de centenares de libros de intrépidos exploradores y viajeros. Por tal motivo, nunca deja de sorprenderme la total falta de autocontrol que la mayoría de los criptozoólogos actuales demuestran en sus declaraciones y escritos. Todo parecería reducirse a una mera cuestión de fe y no tanto de ciencia (que es a lo que tanto aspiran). Como los ufólogos, jamás encuentran nada y, aún así, el convencimiento se mantiene incólume. Ni siquiera los fraudes, cuando se los denuncian y revelan como tales, los retrotraen en sus convicciones. Por el contrario, éstas se vuelven más fuertes y empedernidas. Tipos duros de roer que se calzan las vestiduras de renovados Galileos para personificar el rol de incomprendidos mártires del conocimiento.

Es una práctica muy común entre los ilusos amantes de esta disciplina darle nombres científicos a especies cuya existencia aún no ha sido confirmada. El mismísimo padre de la criptozoología, Bernard Heuvelmans, incurrió en este error basándose simplemente en supuestos avistamientos y rumores, muy comunes en zonas aisladas. Ello alcanzó para que confeccionara un nutrido catálogo de “animales invisibles” intentando volver más seria y positiva la búsqueda de los mismos.2 Las palabras latinas siguen infundiendo un alto status a todo aquello que denominan. ¿O acaso no inspira más respeto la etiqueta de Nessiteras Rhombopteryx que la de “monstruos del Lago Ness”?3

Diferentes formas de pensar y analizar la realidad se superponen unas a otras, como si fueran las tejas españolas de un techo, conviviendo en conflicto y compitiendo por la atención y adhesión del gran público (que, en última instancia, es el que termina pagando las becas, las revistas, los libros y las producciones documentales).

Véase: Martínez, Gabi, “El Yeti” en Animales Invisibles, Nórdica Libros, España 2019, pp. 87-104. Véase: Palta Rosas, Luis Javier, “Biología aberrante” en La Ciencia y los monstruos. Todo lo que la ciencia tiene para decir sobre zombis, vampiros, brujas y otros seres horripilantes, Editorial Siglo XXI, Argentina, 2017, pp. 135-153. 2 3


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Los antiguos bestiarios medievales se llaman hoy Enciclopedias Criptozoólogicas y son ellas las encargadas de instalar una perspectiva cosmovisional un tanto anacrónica. Si denominamos misterio a la imposibilidad de relacionar un hecho con leyes establecidas y comprobadas; desatender esas leyes nos conduciría indefectiblemente a un universo maravilloso en donde ese arcano dejaría de existir, retrotrayéndonos a épocas en las que cualquier cosa es factible (como ocurrió en el Medioevo y gran parte de la Edad Moderna). Esto es lo que precisamente sucede en el onírico mundo de la criptozoología. Desatendidas las leyes vigentes, “lo normal” se trastoca y por más que se intente exponer ideas en un lenguaje aparentemente científico y técnico, ciertas criaturas imaginarias cobran vida sin contradicciones. Algunas, legitimadas con nombres propios en latín.

Claro que también están los cultores de la desmesura. Los típicos chiflados que, viviendo en una realidad alternativa, no descreen absolutamente de nada ni de nadie. Todos los testimonios son válidos, sea cual sea el tenor de los mismos. “Todo colectivo los deja bien” con tal de que los lleve a donde ellos quieren llegar (la fantasía pura y llana), sin advertir que con ese accionar no hacen más que desprestigiar una disciplina que, desde su origen en la década de 1950, lucha denodadamente por elevar su status frente a la zoología científica y sus representantes. Por tal motivo, muchos autodenominados criptozoólogos, proclives rescatar historias referidas a Hombres-Lagartos, Hombres-Polillas, Hombres-Perros, vampiros y mutantes de toda laya, (incluso de origen extraterrestre) son públicamente rechazados por los cazadores de monstruos más conservadores, tildándolos de ser partícipes de una “para-criptozoología” que nada tiene que ver con el “serio metier” que ellos dicen encarnar.

Monstruos y… monstruos


4 Es una sensación extraña la que experimento cuando incursiono en estos temas. Lo primero que emerge es el placer de sumergirme en un tópico que desde niño me moviliza de un modo muy especial. Como a tantos otros, los monstruos (críptidos, en terminología técnica) me atraen enormemente. Me generan la sensación (hoy sólo por instantes) de vivir en un mundo que no está del todo explorado. En el que todavía es posible toparse con cosas que nos obligue a replantearnos la realidad. Renovar nuestra capacidad de asombro y volver a conectarnos con aquel inocente púber que todos seguimos siendo muy en el fondo. Creo que en eso radica mi interés por el abominable hombre de las nieves y demás “animales ocultos”. La necesidad de conservar el misterio del que hablábamos es también otro motivo. ¿Acaso no es ese impulso infantil lo que nos lleva a buscar sitios inexplorados? Desde que tengo uso de razón quise ser explorador. Me nutrí, a lo largo de los años, de autores de lo más heterogéneos: Julio Verne, Arthur Conan Doyle, Rider Haggard o Emilio Salgari. No quedaron excluidas las crónicas españolas de la época de la conquista de América, ni los libros de viajes redactados por personajes de la talla de Richard Burton, Percy Harrison Fawcett o Henry Morton Stanley. Todos ellos me llevaron a recorrer partes del mundo que seguramente nunca conoceré y que comparten un gran factor movilizador: el exotismo.

Siempre amé los contrastes. Es lo que nos aleja de la rutina y nos permite soñar con otras realidades, otros valores, costumbres y modos de ser. También con otras biologías, todas ellas ficticias. Es una forma de tomar distancia de nosotros mismo y reafirmarnos ―después― dentro de nuestros propios límites. Los reales. Aquellos que se sustentan en evidencias y nos permiten entender nuestras limitaciones, sentimientos, creencias y deseos.

Como historiador tengo a diario esa posibilidad. Me la paso conversando con muertos que me relatan historias increíbles; que hablan de sociedades diferentes, de arquitecturas maravillosas (posibles gracias al esfuerzo comunitario y a una cosmovisión ajena a la nuestra); enseñándome que todo es el producto de una construcción histórica y que lo que entendemos por “realidad” es algo diacrónicamente cambiante, variable. Épocas distintas creen en cosas diferentes. Con cada cambio de paradigma la línea divisoria que separa lo natural de lo sobrenatural, lo posible de lo imposible, se ve modificada. Se traslada. Cambia. Y con ello, cambia también nuestra concepción del mundo y el lugar que ocupamos en él.

La criptozoología está formada por monstruos que se mueven siempre por los límites. Son criaturas fronterizas y ―como tales― saltan a un lado y otro de la frontera epistemológica


5 estatuida por el conocimiento actual. Desconcertándonos, remodelan el mundo a voluntad, en contextos muy diferentes a los habituales y entrando de lleno, no en la historia de las ciencias biológicas, sino en el ámbito de una historia cultural en la que el imaginario se constituye como elemento indispensable a tener en cuenta. Las fantasías son también parte de la historia. Interactúan con el hombre, lo movilizan. Para los exploradores, por ejemplo, tanto como para el sociólogo, el antropólogo y el historiador, dice Michel Pastoureau, “lo imaginario no es de ningún modo lo opuesto a la realidad. Forma parte de ella. Si un investigador estudia una sociedad determinada y deja de lado todo lo que pertenece a la esfera imaginaria, mutila totalmente sus investigaciones y sus análisis, y no podrá comprender nada de dicha sociedad”.4 Por lo tanto, explicar la popular creencia en criaturas misteriosas, divulgadas por los medios, ensalzadas en miles de libros y programas de televisión, es una forma diferente de entendernos y observar las permanencias que toda creencia supone. Quimeras que hablan claramente de quienes las creen y publicitan, así como de aquellos que las combatimos. Porque, a no dudarlo, de lo que estamos siendo testigos es de una competencia cosmovisional en la que materialistas e idealistas debatimos y batallamos con el fin de instaurar una mirada homogénea sobre el mundo. No dejaré mis convicciones de lado. No estoy dispuesto ―hasta tanto me demuestren lo contrario― a creer en la existencia concreta de Bigfoot o en la de Nessie. No abandonaré la vara con la que mido aquello que escucho y observo: la del escepticismo. De todos modos seguiré disfrutando de los delirios, mentiras, fraudes y también honestas creencias por las que muchos han dado su tiempo, su dinero, prestigio, incluso la vida. Quiero entender porqué piensan tan distinto de mí. Porque adornan la “realidad” con fenómenos incomprobables, sosteniendo una resistencia marcada y evidente. Incólumes ante las críticas y las teorías que sostienen todo lo contrario.

Hace algunos años escribí un librito sobre el imaginario de los exploradores de la Era Victoriana.5 De seguro, en este trabajo que tiene el lector ante sus ojos, hay mucho de aquel temprano ensayo y no rehuí a las ideas rectoras que me guiaron entonces. Las adapté para entender mejor a algunos de los criptozoólogos actuales, explicar sus contextos y analizar cómo la ideología y sus creencias influyeron en sus formas de interpretar el mundo.

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Pastoureau, Michel, Animales Célebres. Del caballo de Troya a la oveja Dolly, Ed. Periférica, España, 2019, Pág.214. Véase del autor: Exploradores: visitantes de otros mundos. Aproximación al imaginario del explorador del siglo XIX. Disponible en Web: https://issuu.com/fernandojorgesotoroland/docs/libro-exploradores-visitantes_de_ot 5


6 Desde hace años tenía una deuda personal con un críptido, no tan famoso como Bigfoot o el yeti. Un animal que aparecía una y otra vez en los cómics de ciencia ficción que leía de chico (muchísimo antes que los filmes de Steven Spielberg impactaran en nuestras pupilas). Una bestia enorme, capaz de enfrentarse al mismísimo King Kong sin que le temblara un solo pelo. En pocas palabras: un dinosaurio. Una criatura jurásica viva en plena época actual. Calcémonos, púes, la mochila, el sombrero stetson y salgamos a recorrer una de las regiones más recónditas del plantea en pos de uno de los más elusivos monstruos de la criptozoología: el Mókele Mbémbe.


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LIBROS, NOTICIAS, DINOSAURIOS Y RUMORES “Existen aún animales a los que se supone de la época jurásica, monstruos que derribarían y devorarían a los más feroces y grandes de nuestros mamíferos. Lo sé porque he visto algunos de esos animales con mis propios ojos”. Arthur Conan Doyle, El Mundo Perdido, 1912.

Arriba de izquierda a derecha: The New York Herald 13 febrero 1910 / Fresno Bee 19 febrero 1828 / Zanesville Signal 29 noviembre 1925 Abajo: región africana en la que se concentra la leyenda de Mókele Mbémbe

“Congo”. Su sola pronunciación es sinónimo de exotismo, peligro y aventura, dramatismo y muerte; negros sedientos de sangre y selva, mucha selva. No en vano Michael Crichton tituló una de sus más taquilleras novelas con ese solo y único topónimo. Un antiguo territorio colonial que por sí


8 mismo pareciera encarnar ―erróneamente― el espíritu de todo el continente africano. Continente que despertara desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX las más calenturientas fantasías. Algunas de ellas inocentes, otras no tanto.

África es la cuna de la humanidad y uno de los últimos continentes en ser conquistado por Europa, a pesar de su cercanía geográfica. Permaneció aislada y protegida por las enfermedades (fiebres) durante siglos, permitiendo sólo una tímida presencia “blanca” en sus costas. Siguió siendo el Continente Negro, especialmente en sus tierras interiores. La terra incognita. Desconocida, misteriosa y ajena a los ojos occidentales. Una usina de leyendas y rumores que los medios de comunicación y la literatura (especialmente la del género de aventuras) explotaron al máximo, exaltando la imaginación europea e impulsándola satisfacer sus deseos de gloria y fortuna en esas “desoladas” inmensidades. Desiertos, sabanas, pantanos y junglas densas y húmedas se convirtieron en los nuevos escenarios soñados en donde cualquier cosa era posible. Desde civilizaciones perdidas, de origen romano, fenicio e incluso babilónico, pasando por enormes minas de oro y diamantes, tribus asesinas protectoras de recursos naturales, monarquías ignotas, marfil, animales desconocidos y ―entre ellos― las criaturas extrañas y elusivas que hoy nos convocan: los monstruos. Por tal motivo, a nadie sorprendió que, desde los inicios del siglo pasado, se empezara a hablar de la existencia de un dinosaurio vivo en el interior africano. Una reliquia biológica que desató una adrenalínica búsqueda por el Congo y otros países vecinos, en los que exploradores, cazadores y colonos europeos y americanos, creían ubicarlo. Curiosamente, esa búsqueda ―todavía sin éxito― continúa hasta el día hoy.

Exploradores: arquetipos y exageraciones literarias

Si existe un gremio en el que la exageración y la piadosa mentira literaria se dan la mano con fines diversos ―exaltar la valentía y el heroísmo; hacer más entretenida y emocionante una anécdota; distinguir de los simples mortales al protagonista de la aventura; recrear una situación


9 cotidiana hasta convertirla en algo extraordinario, fuera de lo común y exótica―, ese gremio es el de los exploradores. Casi todos ellos, incluidos los más reconocidos y famosos (el “Gran” Henry M. Stanley incluido) cometieron ese pecado y no fueron pocos los que terminaron creyéndose, con el paso del tiempo, sus propias invenciones.6 Las tramas inquietantes, extravagantes y peligrosas han venido siempre acompañadas con una dosis muy clara de romanticismo fabulero, tan necesario desde el punto de vista estético como reprochable desde lo ético. Libros de viajes, reportes de expediciones y crónicas de exploradores por sitios lejanos adulteraron las experiencias acumuladas casi siempre en pos de emociones fuertes. El libro A través de la Selva Amazónica, escrito por Percy Harrison Fawcett es uno de los mejores ejemplos al respecto. Una cabal prueba de la pretendida búsqueda del misterio y la intensión del escritor por dar una imagen ―de sí mismo y sus maravillosos trances― vendible y atractiva.7 ¿Qué serían las obras de ese tipo sin el condimento del que hablamos? Con toda seguridad ―salvo honrosas excepciones― algo insulso y aburrido. Un mero atajo de descripciones que, a la postre, llevaría al lector a saltear hojas y capítulos enteros en busca de adrenalina.

Bernard Heuvelmans (1916-2001)- Padre de la criptozoología (posando en su estudio)

Véase: Marchena, Domingo, “El explorador más famosos del siglo XIX era un miserable” en La Vanguardia, 24 mayo 2019. Disponible en Web: https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20190524/462281112491/henry-morton-stanleyexplorador-famoso-siglo-xix-africa.html 7 Véase del autor: Percy Harrison Fawcett y su delirante universo esotérico. Disponible en Web: https://issuu.com/fernandojorgesotoroland/docs/percy-harrison-fawcett-y-su-deliran_14f91e03175907 Asimismo véase: Percy Harrison Fawcett: sus expediciones, sus mentiras y el Mundo Perdido de Arthur Conan Doyle. Disponible en Web: http://letrasuruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/percy_harrison_fawcettsus.htm?fbclid=IwAR2Mn85__5R_4PkAF2Gc3f cyNGvCSqpHHeB8xrB_cBlsB-Yjs3IcXlu_0j4 6


10 Justamente de todo esto la criptozoología se nutre y nutrió desde sus comienzos. El mismísimo Bernard Heuvelmans lo dejó bien claro cuando sentenció que la “ciencia dedicada a la búsqueda de animales ocultos” debía que basarse en leyendas, tradiciones populares, rumores, testimonios de viajeros/exploradores, folclore y la necesaria cuota de elusividad, requerida por todo monstruo que se digne de ser tal. Porque, según él: “Tras cada relato, tras cada historia, se encuentra siempre una observación real y no un sueño ni una alucinación”.8 De todos modos ―muy a pesar de las declaraciones del eminente criptozoólogo belga― la criptozoología nunca encuentra nada concreto. Únicamente relatos y pistas falsas. Demás está decir que ninguna ciencia se funda sólo en testimonios, por más que lo intente. Se requieren evidencias concretas. Al menos un cuerpo que termine de una vez por todas con los escépticos diagnósticos que pregonan la improbabilidad de toparse, por ejemplo, con un dinosaurio vivito y coleando en el corazón del Congo.9 Por eso no deja de sorprender la rebeldía con la que los cazadores de criaturas extrañas siguen insistiendo “en su aplicación del método científico a sueños e ilusiones”.10 Romanticismo puro. Influyente y movilizador, por cierto.11

La historia del moderno Mókele Mbémbe es más reciente de lo que se cree. Muchos escritores cometen el error de extenderla hasta la segunda mitad del siglo XVIII (1776), fecha en la que un misionero francés, el Abad Liévan Bonaventure Proyart (1743-1808), hizo una escueta referencia a ciertas misteriosas huellas encontradas ¿en el Congo?, durante sus viajes de evangelización por la zona, en la década de 1760.

Liévan Bonaventure Proyart (1743-1808)

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Heuvelmans, Bernard, Tras la pista de los animales desconocidos, Luis de Caralt Editor, Barcelona, 1958, Pág. 152. Véase del autor: La elusividad como telón de fondo para una historia de lo extraordinario. Disponible en Web: https://www.academia.edu/36320690/LA_ELUSIVIDAD_COMO_TEL%C3%93N_DE_FONDO_PARA_UNA_HIST ORIA_DE_LO_EXTRAORDINARIO 10 Angulo, Eduardo, Monstruos, Talleres Gráficos GELV, España, 2007, Pág. 11. 11 Véase: Deroy, David, Rebelle de la science. Disponible en Web: https://imagecreation.be/film/rebelle-de-la-science/ 9


11 En su libro Histoire de Loango, Kakongo, et autres royaumes d'Afrique (Historia de Loango, Kakongo y otros reinos africanos, 1776) Bonaventure describe a los animales de África occidental y central utilizando los reportes que otros misioneros del área hacían de ellos. De las huellas en cuestión sólo escribió un párrafo, pero fue suficiente para que los futuros criptozoólogos se agarraran de él y proyectaran la presencia de un supuesto dinosaurio en los días de Luis XVI. Muy lejos era la intensión del religioso. En ningún momento hizo referencia a un animal prehistórico (imposible, cuando ni siquiera el concepto prehistoria existía). Él hace mención, simplemente, de un “monstruo”. Lo que no equivale a dinosaurio, ni mucho menos. La cita textual es la siguiente: “Los misioneros observaron, mientras pasaban a lo largo de un bosque, la huella de un animal que no vieron, pero que debía ser monstruoso: las marcas de sus garras se veían en el suelo y formaban una huella de aproximadamente 91 centímetros de circunferencia. Al observar la disposición de sus huellas, se reconoció que no corría a su paso, y que llevaba las piernas a una distancia de 2.13 a 2.44 metros de distancia una de la otra”.12

Deducir o sugerir de la frase anterior lo que Heuvelmans y su troupe escribieron al respecto es ir demasiado lejos. Ningún zoólogo, con tan pocos datos, concluiría racionalmente que el “monstruo” fuera ―como sostienen los criptozoólogos actuales― un apatosaurio (antes conocido como brontosaurio) o cualquier otra bestia del jurásico. El siglo XVIII ― y en el contexto particular de la obra― la palabra “monstreux” tiene un significado diferente al que se le da hoy en día en la bibliografía referida a críptidos. Con ella Bonaventura sólo significó aquello que le pareció “muy grande”. Nada que ver con la acepción que de “monstro” daba Cicerón, guardando una sólida relación con el terreno de lo visual (mostrar) o la idea de advertencia y peligro ―“moneo”― usada por Varrón. El monstruo, entonces, “como una suerte de hecho prodigioso, como un aviso de los dioses, como algo que excede los parámetros de la naturaleza, como algo insólito, sobrecogedor o excesivo (…)” no está presente en el texto del valiente abad francés.13 El párrafo está inmerso en una descripción en la que leones y elefantes aparecen citados. Nada indica que alguien haya sentido terror al ver las huellas. Nadie imaginó lo que imaginan hoy los cazadores de monstruos. Los criptozoólogos incurren en lo que se ha dado en llamar la “falacia de 12

Proyart, Liévin-Bonaventure, Histoire de Loango, Kakongo, et autres royaumes d'Afrique, París, 1776, pp. 38-39. Véase texto original en francés pp.-38-39D disponible en Web: https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k104398b/f3.image 13 Véase: Piñol Lloret, Marta, Monstruos y monstruosidades. Del imaginario fantástico medieval a lo X-Men, Sans Solei Ediciones, Buenos Aires, 2016, Pág.12


12 la prueba incompleta”, que consiste en citar casos o datos individuales que parecieran confirmar una posición o proposición previa, ignorando las evidencias que las contradicen. En una palabra, es hacerle decir al texto lo que el texto no indica, únicamente para que encaje con juicios o creencias anteriores.14 Por otra parte, Bonaventure no estaba presente. Sólo repite lo que otros misioneros le contaron, sin especificar en qué parte de África estaban las improntas. Colocarlas en el Congo ―hábitat habitual, según la leyenda, del Mókele Mbémbe― es tambien un dato arbitrario y por lo tanto resulta un error inferir con esa información que las huellas pertenecían a un dinosaurio. Lo cierto es que “la idea de un esquivo animal parecido a un dinosaurio africano parece haberse desarrollado sólo después del descubrimiento de fósiles de dinosaurios y otros reptiles en el siglo XIX (…)”15 y, muy especialmente, con el auge de la paleontología a principios del siglo XX. De ahí que la descripción canónica, instalada en la cultura popular por la criptozoología, esté basada en un informe escrito por un oficial alemán: el Barón Ludwig Freiherr von Stein zu Lausnitz, capitán de las fuerzas coloniales en Camerún, por entonces colonia alemana. La empresa se había iniciado en 1913 con el objetivo de llevar a cabo un relevamiento geodésico y cartográfico, así como para recopilar datos sobre las riquezas mineras de la zona. En una parte del informe técnico/militar, el susodicho capitán hacia referencia a ciertas noticias recibidas que hacían alusión sobre “(…) una criatura que producía horroroso pavor entre los negros de determinadas zonas del Congo, del bajo Ubangui, del río Sanga y del Ikelemba, y a la que suelen dar el nombre de mokele-mbembe. Se cuenta que la criatura en cuestión no vive en los pequeños cursos de agua, tales como los dos Likualas, ni tampoco en aquellos otros de rápida corriente y en los que se hallan muy frecuentemente bruscas caídas o saltos de agua; se asegura también que sólo existen algunos pocos ejemplares. “En la época en que nuestra expedición tenía efecto, se señaló o localizó uno de tales animales en la parte no navegable del río Sanga, o sea, más o menos, entre los ríos Mbalo y Pikunda y en una zona por tanto que no pudimos llegar a visitar a causa del inesperado y brusco fin de nuestro viaje [había comenzado la Gran Guerra de 1914]. “También oímos decir que este misterioso animal mora por los contornos del río Ssombo. De los relatos que hacen los indígenas se puede deducir su descripción general que, más o menos, vendría a ser ésta: El animal es de color gris obscuro (sic) y de piel lisa; su tamaño se acerca al del elefante o, en todo 14

Véase: La falacia de los datos insuficientes. Disponible en Web: https://pseudociencia.miraheze.org/wiki/Falacia_de_los_datos_insuficientes 15 Loxton, Daniel y Prothero, Donald, Abominable Science! Origins of the yeti, Nessie, and others famous cryptids, Columbia University Press, New York, 2013, Pág. 267.


13 caso, sobrepasa el del hipopótamo. Parece ser que posee un cuello largo, flexible y un solo colmillo, pero éste es muy largo; otros aseguran que no se trata de un colmillo, sino de un cuerno. Hay quien cuenta también que tuene una gruesa y musculosa cola, a la manera de la del cocodrilo. Los rumores señalan que mediante el empleo de tal cola hace zozobrar cuantas canoas caen bajo su radio de acción; luego el animal mata a los ocupantes de tales embarcaciones, pero sin llegar a devorarlos. “Se asegura que este extraño ser vive en las cavernas u oquedades que forma el río en la arcilla de sus márgenes. Pero sale también de ellas y se traslada a tierra firme para buscar allí su alimento; su régimen parece ser vegetariano en exclusiva. Tal detalle viene a ser incompatible con la hipótesis que mantiene que se trata de u simple mito. Unos indígenas me han enseñado, incluso, la planta predilecta del referido monstruo; es una especie de liana con grandes flores blancas y que da una cierta savia lechosa; tiene también ésta unos frutos parecidos a las manzanas. Allá por el río Ssombo pude ver una especie de sendero o camino que había trazado el bicho en cuestión al dirigirse a tierra a buscar qué comer. Más como quiera que aquella especie de ruta había sido luego frecuentada por elefantes, hipopótamos y muchos otros animales, no pudimos sacar demasiado en claro de su estudio”.16

El Mókele Mbémbe adquiría así el aspecto que se repetiría en decenas de supuestos avistamientos hasta el día de hoy. Pero hay un punto importante a tener en cuenta con respecto al escrito del capitán von Stein: nunca fue publicado. El párrafo en cuestión es una traducción realizada en la década de 1940 por un singular personaje llamado Willy Ley, quien aseguró leer y traducir el informe. Aún así, se desconoce la fecha exacta de su redacción, las circunstancias en las que se escribió, incluso si todavía existe (o existió alguna vez). Demasiadas dudas.17 Loxton y Prothero, autores de uno de los mejores libros de criptozoología escéptica ―Abominable Science― se preguntan si podemos confiar en W. Ley.

Willy Ley, su Ex Libris y parte de su nutrida obra

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Texto completo extraído del libro de Heuvelmans op.cit. Pág. 277 Véase: Loxton y Prothero, op.cit. Pág. 275.


14 Willy Ley (1906-1969) fue un escritor alemán, radicado en Estados Unidos en 1935. En su juventud empezó la carrera de paleontología en la Universidad de Berlín, pero la abandonó cuando descubrió que su verdadera pasión era ―la por entonces nueva― ciencia de la cohetería y los viajes espaciales. En 1926 escribió su primer libro sobre el tema, Viaje al Espacio Exterior, y fue uno de los primeros impulsores (junto a Werhber von Braun) de un grupo amateur llamado Sociedad Alemana de Viajes Espaciales (1927). Allí empezaron a pergeñarse distintos proyectos que más tarde tomarían forma, siendo verdaderos pioneros en el tema. Willy muy pronto se vio escribiendo en diarios y colaborando como asesor en diversos emprendimientos relacionados con “el espacio”. En 1935, escapando del nazismo, se radicó primero en Inglaterra y más tarde en Estados Unidos, en donde adquirió la ciudadanía en 1944 y aconsejó al gobierno en cuestión de misiles. Sin trabajo fijo, se dedicó a escribir ficción. Muy pronto sus novelas se hicieron famosas y sus artículos empezaron a ser publicados en numerosas revistas de la época, siendo convocado a colaborar en publicaciones de ciencia ficción, tan de moda por entonces.18 A los temas espaciales les sumó otro: la zoología exótica o romántica, como la denominó. Un verdadero antecedente a la criptozoología, oficialmente iniciada en 1958 con el libro de Bernard Heuvelmans. En ese sentido Ley se adelantó al belga en varios años y si bien publicó Exotic Zoology en 1959 (un compendio de rarezas biológicas en las trataba temas referidos a serpientes marinas, el yeti y demás animales misteriosos, escondidos en partes remotas del mundo) el libro es una compilación de artículos y columnas previamente publicados, durante la década de 1940, en diversas revistas.19

Artículos y libros de Willy Ley Véase Do Prehistoric Monsters Still Exist? (1949)

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Véase: La Enciclopedia de la Ciencia Ficción. Disponible en Web: http://www.sf-encyclopedia.com/entry/ley_willy Artículos de Willy Ley [década 1940/1950]: The lungfish and the unicorn: An excursion into romantic zoology (1941); The lungfish, the dodo and the unicorn (1948); Dragons in Amber: further adventures of a romantic naturalist (1951). 19


15 El propio Heuvelmans admiraba su trabajo y lo cita en numerosas ocasiones en su obra cumbre Tras Las Huellas de los Animales desconocidos (1958). Ley fue un verdadero cronista temprano de la criptozoología, como señala Loren Coleman en un artículo conmemoratorio.20 “Disfrutaba escribiendo sobre misterios de la historia natural. (…) Escribió (…) sobre las posibilidades de dinosaurios vivos y fue quien sugirió que algunas criaturas legendarias, como el Sirruch de la Puerta de Ishtar en Babilonia, el unicornio y el cíclope podían haberse basado en especies reales”.21 Con relación al Sirruch babilónico afirmó que era la fiel representación (sic) de un dinosaurio corredor del tipo iguanodonte y que los mesopotámicos de los días del rey Nabucodonosor habían recorrido el corazón de África. De allí la información recabada sobre la bestia.22

Puerta de Ishtar, reconstrucción en el Museo de Pérgamo en Berlín Desenterrada por el arqueólogo Robert Koldewey en 1902

Volviendo a la pregunta de Loxton y Prothero: ¿podemos confiar ciegamente en los juicios de W. Ley? Convengamos algo: Ley era parte interesada en todo este asunto de las criaturas misteriosas. Creía en críptidos, escribía sobre ellos (incluso, como vimos, con anterioridad al padre de la criptozoología). Sus especulaciones iban mucho más allá de las evidencias recabadas y no le puso freno a casi ninguna de sus afiebradas elucubraciones de escritorio. Fantaseó románticamente (palabra que él mismo utiliza en el título de uno de sus más famosos artículos) y dejó a un costado el sentido crítico, en pos del divertimento y el misterio.23 20

Coleman, Loren, Recordando a Willy Ley. Disponible en Web: http://cryptomundo.com/cryptozoo-news/exotic-ley/ Ibídem. 22 Véase: Heuvelmans, B. op.cit. pp. 286-287 y 289. La presencia mesopotámica en el corazón de África se sustentaba solo en el hallazgo de ciertos ladrillos vidriados (comunes en Babilonia) que supuso no podían haber hecho “los negros”. Por otra parte, el imaginario europeo de entonces estaba acostumbrado a creer (erroneamente) en la presencia de europeos e israelitas en el continente oscuro desde tiempos bíblicos. La leyenda de Ophir y las minas del rey Salomón por ejemplo. Para ver la evolución de las creencias de Ley véase: Guimnt, Edward, Cazando dinosaurian en África central, 2019. Disponible en Web: https://contingentmagazine.org/2019/03/18/hunting-dinosaurs-africa/ 23 En 1953, y a raíz de una publicación hecha por Willy Ley en relación al “Dragón de Ishtar”, el conservador de la Sección de reptiles y anfibios fósiles del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, el Dr. Edwin Colbert, lo acusaba públicamente de presumir tener conocimientos de la vida animal que no tenía; y que su trabajo carecía de seriedad y autoridad alguna. [Heuvelmans op.cit. pág. 293] 21


16 ¿Con qué sesgo pudo haber leído (y traducido del alemán) el informe técnico/militar del capitán Ludwig Freiherr von Stein zu Lausnitz? Desde mi humilde punto de vista, deja mucho que desear como “autoridad” académica en la materia. Reconociéndole, eso sí, su enorme capacidad como escritor y difusor de la temática. De alguna manera. W. Ley fue uno de los que moldearon con su pluma el imaginario occidental a mediados de siglo XX. No hay duda de que, junto con B. Heuvelmans y otros tantos, es el responsable de algunas de las muchas fantasías que siguen circulando en nuestros días; repetidas una y otra vez ―como dijimos antes― más allá de todas las pruebas en su contra.

Pero, a fuer de ser exactos, no fue Willy Ley el primero en aludir a la existencia de un dinosaurio reliquia en el centro de África. Ese honor recae en otro personaje de película. Un cazador, showman y empresario alemán, dedicado a la captura, adiestramiento y provisión de animales exóticos a diversos circos y zoológicos del mundo, incluido el suyo propio. Un emprendedor exitoso y archiconocido en su época llamado Carl Hagenbeck (1844-1913)

Carl Hagenbeck y sus exhibiciones (entre ellas los llamados zoológicos humanos)

Hagenbeck organizó decenas de expediciones por todo mundo con el fin de conseguir las bestias que le demandaban sus clientes. Contrató a los mejores cazadores y guías especializados; y para la década de 1860 ya se había convertido en el principal traficante de fauna exótica de toda Europa. Hacia 1870, el auge e interés del público por la etnografía lo llevó a organizar verdaderos zoológicos humanos, en los exhibió a tribus traídas de diferentes partes del orbe con el objeto mostrar sus costumbres y tradiciones exóticas a la leudante burguesía europea. “En 1881-1882,


17 raptó a docenas de hombres, mujeres y niños de tribus de Tierra del Fuego. En esta operación contó con la colaboración de los gobiernos chileno y alemán y con el apoyo científico del profesor Rudolf Virchow de Berlín. Los indígenas fueguinos fueron transportados a la capital alemana y, tras ser expuestos en diversas ciudades, utilizados para la experimentación en diversos laboratorios y hospitales. En 1883-1884 Hagenbeck exhibió en Berlín a un grupo de catorce mapuches (indígenas araucanos), con los que recorrió diversas ciudades de Alemania. Asimismo, en 1884-1885 realizó una gira mostrando a más de sesenta hombres, mujeres y niños cingaleses junto con un espectáculo de elefantes amaestrados”.24

C, Hagenbeck.

En 1909, ya en el ocaso de su vida, publicó con enorme éxito su autobiografía, Bestias y Hombres.25 Con este libro Hagenbeck entra de lleno ―sin proponérselo―en el universo de la futura criptozoología. Bastó sólo un párrafo para que ello ocurriera. Es el siguiente: “He recibido, de dos fuente competentes distintas, dos informes relativos a la existencia de un animal enorme y totalmente desconocido que parece vivir en el mismo corazón de Rhodesia. Relatos similares me han llegado primo, por medio de un hombre que viajaba por mi cuenta y secundo por un gentleman inglés que se dedica a la caza mayor en África central. “Tales informes eran, pues, total y absolutamente independientes el uno del otro. Parece que los indígenas han relatado así a mis dos informadores que en las profundidades de las grandes zonas pantanosas habita un enorme monstruo, mitad elefante, mitad dragón. “Todo esto, sin embargo, no constituye la única prueba de la existencia de tal animal. “Hace muchas décadas que Joseph Menges [célebre viajero alemán que capturaba animales para Hagenbeck], quien tanto y tanto crédito merece, recogió una historia parecida entre los negros; y lo que es Ruiza, M. Fernández T., Tamaro E., “Biografía de Carl Hagenbeck” en Biografías y Vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea (20024). Disponible en Web: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/hagenbeck.htm 25 Véase para leer online: Hagenbeck, Carl, Beast and Men. Disponible en Web: https://archive.org/details/beastsmenbeingca00hage 24


18 más curioso aún, es que se encuentran, sobre los muros de determinadas cavernas de África Central, representaciones actuales de tan extraña criatura. “Según lo que yo he oído contar sobre este enigmático animal, me da la impresión que ha de tratarse de una especie de dinosaurio, emparentado sin duda con los brontosaurios. “Como quiera que estas informaciones me han llegado de fuentes distintas y no relacionadas, vienen así a corroborarse mutuamente. “Así, pues, estoy casi convencido de que un reptil de tal tipo debe aún hallarse con vida”.26

La fama internacional lo precedía. Sus palabras no cayeron en saco roto. La experiencia y conocimientos que tenía de la fauna local y extranjera lo convertía, a ojos vista, en una autoridad experta en la materia. Trataba con animales, vivía con animales. Los adiestraba. Parecía conocerlos como nadie. Por eso, cuando el contenido del párrafo arriba transcripto llegó a los medios masivos de comunicación (diarios y publicaciones periódicas) fue como si estallara una bomba de alcance planetario. Desde Nueva York a Nueva Dehli la noticia de la existencia de un dinosaurio vivo en África central se desparramó como una mancha de aceite.27 Y el contexto general de la época, caracterizado por sorprendentes descubrimientos paleontológicos y exhibiciones grandilocuentes de fósiles en museos famosos del mundo, también ayudó mucho. Las décadas de 1910 y 1920 estuvieron marcadas por el fenómeno. Salir a cazar dinosaurios no resultó algo del todo extraño. “Así se inició la leyenda criptozoológica del Mókele Mbémbe (…) en la excitadísima prensa occidental”.28

Primera plana del Washington Post, domingo 23 de enero de 1910

26

Véase. Bestias y Hombres Cap IV, Pág. 96. https://archive.org/details/beastsmenbeingca00hage/page/96/mode/2up?q=brontosaurus 27 Loxton y Prothero, op.cit., Pág. 270. 28 Ibídem, op.cit. 270.


19 Hagenbeck desató la locura y no dejó pasar la oportunidad para ganar dinero. En su zoológico de Hamburgo mandó a construir en cemento la imagen de un diplodocus de 21 metros de largo. Aquellos que no tenían la suerte de viajar a África podían darse una idea aproximada de lo que sería toparse con una bestia semejante, caminando holgadamente por los pantanos del Continente Negro.29 La imaginación seguía siendo alimentada.

Zoológico de Hamburgo, 1911 Dinosaurio de cemento mandando a construir por Carl Hagenbeck

En 1912, Arthur Conan Doyle, publica su novela El Mundo Perdido (The Lost World) y otros tantos autores, imitando la redituable estela dejada por el creador de Sherlock Holmes, empezaran a mandar a sus personajes e ficción a recorrer rincones desolados de la Tierra, repletos de monstruosas criaturas jurasicas.

The Lost World, 1912 Primera Edición

29

Véase: Un jardín zoológico antediluviano. Disponible en Web: http://godzillin.blogspot.com/2008/12/


20 Fue un coctel perfecto. Prensa sensacionalista + rumores provenientes de reconocidos exploradores + auge de las ciencias paleontológicas + exhibiciones de fósiles en museos + novelas y Pulp cómics de aventuras que explotaban la temática. Los dinosaurios estaban bien vivos en las mentes de millones de personas y potenciales exploradores; quienes, en años sucesivos, se lanzaron ―como ya vimos― a la búsqueda real de esos monstruos.

Alfred Aloysius Horn (”Trade Horn”), Y libro basado en su vida y escrito por Ethelreda Lewis

Galés de nacimiento, analfabeto, traficante de marfil y cazador, Alfred Aloysius Horn (18611931) fue el arquetipo del aventurero de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. Parecía sacado de una película de Tarzán o encarnar al mismísimo profesor Challenger, protagonista principal de la novela de Conan Doyle. Entre las muchas cosas que fue, resultó ser uno de los primeros “viajeros blancos” que hizo referencia sobre un monstruo prehistórico de gran tamaño y anfibio en África Central. Pero sus aventuras ―llevadas al cine algunos años después de su muerte― no se hicieron públicas sino hasta 1927, fecha en la Ethelreda Lewis (1875-1946), exitosa y prolífica novelista, las puso por escrito. El clima de época era el adecuado. La década de 1920, antes del inicio de la Gran Depresión, permitió soñar con delirios exploratorios de todo tipo. La fantasía estaba al alcance de la mano, al menos a nivel del imaginario. Fue así que, con cierto atraso, pero con un agudo olfato editorial, el libro Trade Horn le dio al público lector nuevas referencias sobre monstruosas criaturas africanas. “Pues sí; allá por los montes Camerún y más allá aún, viven unos seres de los que no se sabe nada. Yo podría escribir libracos y más libracos sobre una buena cantidad de cosas. ¡Toma!, el jago-nini, por ejemplo, que dicen se encuentra siempre por las marismas y los ríos, el buceador gigante, que es lo que la palabreja quiere decir. Se sale él del agua y devora a todo el que pillan. Los viejos os contarán que sus ‘agüelos’ lo conocían al dedillo; y también que ellos mismos creen que el tal bicho sigue estando por allá. Yo sigo emperrado en la idea que es el mismo animal que el amali [animal con forma de brontosaurio]. Yo


21 he visto, con estos ojos, las huellas de sus patazas. Eran algo más, algo menos, tan grande como sartenes, pero tan solo con tres garras, ¡fíjate! Y no cinco. “Hay bastantes lagos por detrás del Camerún. Antes estaban llenos todos a rebosar de focas [posiblemente se refiere a manatís], manga, las llamaban. Pero el jago-nini ha ‘acabao’ con todas y con los cocodrilos que no matan jamás hombres (…) Y yo me digo: ¿Quién sino un gran animal como el amali podrá ser causa de los colmillos quebrados sobre los que hemos caído más de una vez en los cementerios de elefantes? (…) ¡Una dentellada con tales colmillos y se queda uno hecho viruta…! Hay lugares en África en donde uno se va dando una idea de lo que son las fuerzas primitivas”. 30

La alteridad de todo el continente queda perfectamente reflejada en el párrafo anterior. Hasta su fauna era otra y desconocida por el occidental. Sólo los negros la conocían y hasta la pintaron, según Horn. Él nos habla de cierto arte rupestre en el que el monstruo mencionado aparece representando.31 El muestrario de maravillas crecía con el paso del tiempo. Muchos creyeron que los Mundos Perdidos de los que hablaba Conan Doyle eran posibles. No en vano los criptozoólogos, herederos de ese parecer, siguen tomando a muchas novelas como si fuera documentos históricos fiables, con referencias a hechos y animales verdaderos.32 Como dijo Aloysius Horn: “En África, el pasado casi no ha acabado de respirar aún”.33

Los rumores y las leyendas cobraban vida en los libros de viajes y en los informes de exploradores. No necesariamente se requerían narraciones demasiado elaboradas. Bastaba con que un conjunto de dichos se reunieran en torno a una idea central para que muchos se lanzaran en pos de historias y eventos extravagantes, pero que creían plausibles. En ese sentido, el contexto histórico ayudó mucho.

Hubo muchos otros informes extraordinarios provenientes de naturalistas y viajeros, pero todos fueron conocidos después del libro de Hagenbeck de 1909. En 1923, H.C. Jackson, gobernador británico en Egipto habló de una serpiente de desmesurado tamaño a la que los aborígenes llamaban Lau. Poco tiempo después el ornitólogo

30

Véase: Lewis, Ethelreda, Trade Horn, Simons & Schuster, New York, 1927, Pág.257 Disponible en Web: https://archive.org/details/traderhornbeingl00horn/page/n7/mode/2up 31 Citado por Heuvelmans, op.cit. Pág. 256. 32 Inclusive en América, el famoso explorador Percy Fawcett (desaparecido en la amazonía en 1925) buscó bestias prehistóricas en el territorio de Bolivia (selvas del Madidi). 33 Heuvelmans, op.cit., Pág.256.


22 inglés John Guille Millais volvió a referir sobre esa bestia en 1924. Y así, año tras año, algún nombre raro volvía a impactar en la prensa, escondiendo el misterio de supuestas criaturas jurásicas.

La fuerza de las leyendas está siempre en el hecho de que deben ser creídas. Basta con que alguien, en algún lado, alguna vez, las haya considerado verdaderas para que su impulso se perpetúe; ya sea afirmando, negando o poniendo en duda algo.34 Por tal motivo, aún a principios del tercer milenio, hay personas que siguen buscando ―en un clima de debate permanente― dinosaurios vivos en África.

Véase: Mullen, Patrick, “Teoría de la leyenda y el rumor” en Journal of the folklore Institute, Vol. IX, N° 2/3, pp.95106 en Narrativa Folklórica I, CEAL, Buenos Aires, 1994. 34


23

UN MUNDO INACABADO “Observar una costa mientras se desliza ante el barco es como pensar en un enigma. Allí está ante ti, sonriente, ceñuda, insinuante, grandiosa, mezquina, insípida o salvaje, y siempre muda, con aire de estar susurrando:’Ven y descúbreme’.” Joseph Conrad, El Corazón de las Tinieblas, 1902

Iván T. Sanderson: criptozoólogo

Dentro de a larga lista de criptozoólogos que han venido encantando el desencantado mundo en que vivimos, Iván T. Sanderson (1911-1973) es uno de los más conocidos, simpáticos y populares. Este escocés, proveniente de una acaudalada familia productora de whisky, graduado en Cambridge dentro del área de las ciencias naturales, resultó ser uno de los viajeros/exploradores más entretenidos de la primera y segunda mitad del siglo XX. Recorrió África a principios de la década de 1930, buscando animales exóticos que proveer al Museo Británico, amén de practicar otras incursiones con propósitos semejantes, por el Caribe y América central. En la década de 1940, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se instaló en Estados Unidos, naturalizándose estadounidense y volviéndose realmente famoso por sus intervenciones en la prensa, en la radio y en la televisión. Publicó más de una docena de libros y, según algunos, fue el inventor de la palabra “criptozoología”, “ciencia” que ―como ya sabemos― recibió su espaldarazo con el libro de Bernard Heuvelmans35, de quien fue amigo entrañable durante muchos años (al menos hasta la década de 1960, cuando ciertas discrepancias con relación al origen del Hombre de Hielo de Minnesota, los distanció).36

Cita de Loxton y Prothero: “La palabra criptozoología a menudo se remonta a Lucien Blancou, quien en 1959 dedicó un libro al zoólogo belga B. Heuvelmans como el ‘maestro de la criptozoología’ (…). Pero Heuvelmans le dio el crédito al explorador escocés Iván T. Sanderson”. (op.cit.pág. 17). 36 Naish, Darren, Una revisión de Neanderthal. La extraña saga del hombre de Minnesota, Scientific American, 2017. Disponible en Web: https://blogs.scientificamerican.com/tetrapod-zoology/a-review-of-neanderthal-the-strange-saga-ofthe-minnesota-iceman-part-1/ 35


24 Sus participaciones en programas referidos a cuestiones puramente zoológicas empezaron a virar hacia finales de los años 40; alineando sus intereses, cada vez más, detrás temas fronterizos y lanzándose de lleno a la pura especulación. Las serpientes marinas, el yeti, lo paranormal, los ovnis y, por supuesto, los dinosaurios relictos de África coparon toda su atención. Sus libros y artículos en revistas de ciencia ficción, como Fantastic Universe y Fate, permitieron que develara su veta más fantasiosa y fabulera. Mintió y exageró en no pocas ocasiones; ya sea en cuestiones que le representaban ingresos seguros como en simples anécdotas personales. Por ejemplo, aludía tener tres riñones y que su padre, muerto en 1925, había sido “asesinado por un rinoceronte” en Kenia (lugar en el que por entonces la familia estaba instalada). Investigaciones posteriores probaron que todo eso era falso: Sanderson padre murió de neumonía en un hospital tras ser atropellado, si, previamente por un rinoceronte.37 Hacia el final de su vida, fundó, en 1967, la excéntrica Sociedad para la Investigación de lo Inexplicable, en Nueva Jersey; y empezó a publicar una revista que bautizó con el nombre de Pursuit y cuyo lema era. “La ciencia es la búsqueda de lo desconocido”. Al momento de morir de cáncer en 1973, Iván T. Sanderson había perseguido bichos raros de todo tipo. Al menos es lo que dejó escrito. En 1967, en el libro de ensayos More Things, relató una vieja experiencia que tuviera en el Congo en 1932 y en la que se viera envuelto nada menos con el mismísimo Mókele Mbémbe. Dejemos que sea él mismo quien la relate: “La puesta del sol se acercaba cuando entramos en la garganta. Gerald Russell estaba en la canoa con el líder Bassi; los seguía unos treinta metros por detrás con Bensun. Había sombras cada vez más profundas en el desfiladero y, a lo largo de sus imponentes paredes verticales al nivel del agua, estaban las cimas arqueadas de enormes cuevas... Cuando estábamos en medio de la sinuosa milla y media de largo garganta, el ruido más terrible que yo he oído, salvo un terremoto que se avecina o la explosión de un torpedo aéreo a corta distancia, estallar repentinamente de una de las grandes cuevas a mi derecha. (....) Empecé a remar como un loco, pero fui arrastrado cerca de la entrada de la cueva de donde venía el ruido. Por lo tanto, tanto Gerald como yo estábamos frente a su boca; en ese momento llegó otro rugido gigantesco y algo enorme surgió del agua, la convirtió en una espuma de color jerez y luego, nuevamente rugiendo, se precipitó hacia abajo. Esta "cosa" era de color negro brillante y era la cabeza de algo, con forma de sello pero aplanado de arriba a abajo. Era del tamaño de un hipopótamo adulto, me refiero a esta cabeza”.38

37

Véase: Iván T. Sanderson como forteano. Disponible en Web: https://www.joshuablubuhs.com/blog/ivan-terencesanderson-as-a-fortean 38 Sanderson, Iván, T., More Things, Pyramid Book, 1969.


25

Este testimonio ―único elemento de prueba de aquel suceso― ha recorrido y sigue recorriendo las páginas de docenas de libros de criptozoología. Aún así, ¿podemos decir a ciencia cierta qué fue lo que vio o creyó ver? No. Imposible resulta diferenciar, en autores como Sanderson (quien fuera capaz de sugerir que un pingüino gigante asolaba las playas del estado de Florida en 1948)39, qué es verdad, error o un romántico invento literario. Pero ese episodio no fue el único que lo acercó a una prehistoria viviente. En otra oportunidad afirmó haber sido atacado, en Camerún, por un animal semejante ―según él― a un pterodáctilo. “Entonces solté también un grito e instantáneamente me sumergí bajo el agua, porque, viniendo directamente hacia mí a solo unos pies sobre el agua, había una cosa negra del tamaño de un águila. Sólo había vislumbrado su rostro, pero eso fue suficiente, ya que su mandíbula inferior colgaba abierta y tenía un semicírculo de dientes blancos puntiagudos separados unos de otros a su propia anchura. Cuando emergí, ya no estaba... Y justo antes de eso se volvió demasiado oscuro para ver, vino de nuevo, precipitándose de regreso río abajo, sus dientes castañeteando, el aire "shss-shss" mientras batía las grandes alas negras como Drácula”.40

Sus exageraciones y fallos son antológicos. De todos modos, nunca pareció importarle. Sus seguidores y colegas actuales siguen ensalzando su figura de sabio transgresor y valiente zoólogo heterodoxo. Algo muy común en el universo de los enigmas y los misterios.41

Representación naif de la experiencia de Sanderson en Camerún en 1932

39

Véase: El misterio del pingüino gigante de Clearwater (2014). Disponible en Web: http://floridazone.blogspot.com/2014/04/clearwaters-giant-penguin-mystery.html . El engaño del pingüino Gigante. Disponible en Web: https://es.qwe.wiki/wiki/Giant_penguin_hoax. Asimismo véase: Pingüino gigante de Florida. Disponible en Web: https://es.fullersociety.com/floridas-giant-penguin-985403 40 Citado por Heuvlemans, op.cit. pág. 307. Véase asimismo: El Kongomato. Disponible en Web: https://www.taringa.net/+info/criptozoologia-el-kongomato_1ef0em 41 En el mundillo de los investigadores ufológicos pasa lo mismo. Personas desquiciadas, desequilibradas mentalmente (locos), delirantes y hasta esquizofrénicos son elevados, tras difundir tonterías inimaginables, al Olimpo de la sabiduría. El sentido critico desaparece en pos de panegíricos ridículos y sin fundamento alguno,


26

Para cuando Iván Sanderson hizo pública su experiencia, en 1967, la leyenda del dinosaurio relicto del Congo ya había tomado forma y popularidad durante los años ´40 y ’50. Una nueva etapa se iniciaba. Una que se prolonga hasta la actualidad, y en la que se mezclan una interesante acumulación de errores, nuevas expediciones y creencias religiosas. Los aportes de W. Ley, B. Heuvelmans e Iván Sanderson resultaron decisivos a la hora de conformar la leyenda y de crear el estímulo necesario para que otros soñadores salieran en pos de monstruos prehistóricos africanos. Numerosas expediciones se organizaron en los años ’60, ’70 y ’80; siendo éstas las que terminaron dándole al Mókele Mbémbe su fama dentro del mundillo criptozoólogico. A 71 años de la publicación (1909) del libro de Carl Hagenbeck la leyenda se aggiornó. Los medios masivos volvieron su atención hacia la bestia. La televisión terminó dándole algo más que necesario para que incrementara su fama e interés: visualización. Dibujos y grabados invadieron los documentales sobre misterios, aumentando la credibilidad de la historia y la credulidad de la gente. La selva húmeda del Congo podía ser vista n colores. Las trabas de las expediciones, sufridas virtualmente frente a la pantalla. La tecnología aumentaba, pero contrariamente a lo que se podía suponer, el animalejo seguía siendo cada vez más esquivo. Una extraña ecuación empezó a ser evidente: a mayores avances técnicos, menor era la evidencia incontrovertible. Los rumores ya no bastaban. Nunca bastaron. Tampoco las filmaciones, fotografías, grabaciones de sonido, aviones o helicópteros para prospecciones más detalladas y rápidas. Aún así, los intentos no cejaron. Todo lo contrario.

James H. Powell Jr. - cazador de Mókele Mbémbe- Lago Tele (Congo)

James H. Powell Jr. (1933-2011), un herpetólogo estadounidense graduado en la Universidad de Columbia, se dejó llevar por el entusiasmo que le despertaran los libros de Ley, Heuvelmans y las aventuras de Aloysius Horn; lanzándose en busca de la criatura en 1976. Toda esa década y parte de la siguiente la utilizó en la infructuosa pesquisa.


27 Mucho antes de salir en pos del Mókele Mbémbe, Powell ya tenía en su haber varias expediciones en México, Kenia y Tanzania (que pagaba de su propio bolsillo). Su interés estaba enfocado en los cocodrilos, pero cuando el dinosaurio del Congo copó tu atención no dudó en organizar varias incursiones a la zona del rumor. La imparable fuerza de la leyenda lo arrastró como si fuera un tsunami, siendo uno de los “cazadores de Mókele Mbémbe” que más veces intentó capturarlo. Lo buscó en Gabón y Camerún en 1976. Insistió otra vez en Gabón en 1979 con el apoyo del famoso y prestigioso Explorer’s Club. Si bien en varias de esas ocasiones su misión oficial estaba dirigida a buscar información sobre cocodrilos, Powell usaba parte de su tiempo (y dinero) en pos de bestia. No la encontró, pero pudo recabar variados testimonios de los aborígenes de la zona, a los que influía ostensiblemente mostrándoles dibujos de diplodocus y apatosaurios para que pudieran identificarlo, sesgando así sus opiniones. Ésta ha sido una mala práctica llevada a cabo por numerosos criptozoólogos en diferentes artes del mundo.42 En esa última oportunidad conoció a un misionero evangélico yanqui, partidario del creacionismo, llamado Eugene Thomas; quien lo conectó con caciques locales de los que pudo obtener historias fantásticas que incrementaron sus “adolescentes “ deseos por hallar a la criatura. De regreso a Estados Unidos entró en contacto con un famoso criptozoólogo llamado Ray Mackal y juntos prepararon la que fuera su más famosa incursión en el Congo. Corría el año 1980 y, según Loxton y Prothero, es la expedición que colocó al monstruo en el imaginario de millones de personas por primera vez. Centraron su atención en la zona norte del país, en los pantanos de Likouala, que por entonces estaban prácticamente sin explorar. Intentaron llegar a un aislado lago llamado Tele, pero los inconvenientes de la jornada se lo impidieron. No encontraron (como era de esperarse) al monstruo. Siguieron recopilando historias, enfocando la atención en el lago mencionado que, a la postre, terminaría convirtiéndose en el hogar más famoso del mentado dinosaurio. Fue también en esa ocasión cuando, a través del reverendo Thomas, se enteraron por los pigmeos de la región que un grupo de éstos había matado un Mókele Mbémbe en 1959 y que, tras comérselo, todos los comensales había muerto intoxicados por su carne. Un historia famosa dentro del ambiente del misterio.

42

El ornitólogo David Oren hizo lo mismo en la selva amazónica mientras buscaba al perezoso gigante que supuestamente habita las selvas de Sudamérica, conocido como mapinguarí. Véase el autor: “De chupacabras a Mapinguarí” en Revista El Escéptico, N° 50 Anuario, España, 2018, pp. 50-62.


28

Escenas como esta ―muy comunes en la Web― le otorgan verosimilitud a una historia jamás comprobada

Mackal prosiguió con la posta. Powell, aparentemente enfermo de cierta dolencia mental, se fue aislando lentamente del mundo y murió ignorado por todos y en completa soledad en febrero de 2011 (su cuerpo, cremado, no fue puesto en tierra sino un año más tarde, cuando ciertos conocidos se enteraron de su deceso).43

Roy Mackal, famoso criptozoólogo

Roy Mackal (1925-2013) fue uno de los pocos criptozoólogos con un doctorado en biología y una cátedra en la universidad de Chicago. Claro que lo que no se dice es que estaba especializado en microbiología y que, por lo tanto, su autoridad académica era por completo endeble a la hora de estudiar animales exóticos. Donald Prothero lo acusa de haber practicado “tráfico de credenciales”, 43

Coleman, Loren, Líder de la expedición Mókele Mbémbe, descansando. Disponible en Web: http://www.cryptozoonews.com/powell-obit/


29 con el aval, por supuesto, de todos sus colegas buscadores de monstruos (que creían que con sólo tener entre sus filas a un académico de renombre era suficiente para encolumnar a la criptozoología en dirección al reconocimiento científico).44 Pero eso nunca fue suficiente. Mackal tuvo un final anodino. Su muerte en 2013 pasó desapercibida por toda la comunidad que antes lo había encumbrado. La noticia se conoció tres meses después de su fallecimiento y eso se debió, en parte, a la inactividad en la que había caído después de su última expedición al Congo en los ’80. Con él, dice Prothero, se fue uno de los últimos criptozoólogos de la “Edad de Oro”, dándoles paso a los amateur que hoy pululan por las pantallas.45

Mackal fue un comprometido buscador de dinosaurios relictos. Sus primeros pasos los inició a fines de los ’60 en el Lago Ness, donde se enamoró de Nessie y ―tras una crisis personal y profesional― decidió dejar la ciencia para entrar de lleno en la pseudociencia. Se convirtió en un defensor de a existencia del monstruo escosés y, partiendo de especulaciones sin contenido probatorio alguno, concluyó que la bestia anglosajona era una ballena extinta que aún deambulada por las frías aguas de la Tierras Altas escocesas (un zeuglodón).

Libros de Roy Mackal

Escribió tres libros: Los monstruos del Lago Ness (1976), Buscando animales ocultos (1980) y ¿Un dinosaurio vivo? En busca de Mókele Mbémbe (1987). Estaba convencidísimo de la existencia de ambas criaturas; incluso aseguró haber visto a Nessie durante una investigación en 1970.46

Prothero, Donald, “Monitoreo de credenciales” en Skepticblog, 18 diciembre 2013. Disponible en Web: https://www.skepticblog.org/2013/12/18/credential-mongering/ 45 Ibídem. 46 O´Donell, Maureen, “De monstruos y misterios” en Sun Times, 29 diciembre 2013. 44


30 Fundador junto con Heuvlemans de la Sociedad Internacional de Criptozoología (SIC) en 1982 (desaparecida en 1998), Mackal acumuló mucha experiencia en el Congo, aunque ni un solo éxito. Jamás encontró lo que buscaba con tantas ansias. Se la pasó atosigando a un fantasma. De todas maneras, esta persecución dejó toda una serie de noticias y anécdotas que nos acercan de lleno al quehacer de la criptozoología en general y la búsqueda del Mókele Mbémbe en particular.

En 1980 organizó y dirigió su propia expedición, acompañado por James Powell. A año siguiente (1981) lo intentó por segunda vez, seguido por otro emblemático criptozoólogo inglés: Richard Greenwell (1942-2005), incansable buscador del Bigfoot y de su primo chino el Yeren; así como asesor de documentales sobre críptidos, cofundador de la SIC e investigador de ovnis. A pesar de no haber tenido doctorado alguno siempre intentó frenar la especulación desenfrenada dentro de la disciplina.

Richard Greenwell, recorrió el Congo junto a R. Mackal buscando al Mókele Mbémbe

En ambas expediciones llevaron a cabo un proceso de investigación repleto de “pecadillos” y errores que supieron acomodar convenientemente para que la historia del monstruo resultara, en principio, creíble. Enumeremos algunos de ellos, tan bien detectados por Loxton y Prothero en ¡Ciencia Abominable! •

La única base probatoria que manejaron fueron rumores, relatados por las comunidades negras que viven en la región y, por lo tanto, es dificilísimo diferenciar la fantasía de la realidad.

Sus informantes no son confiables en absoluto. En primer lugar porque es mentira que esos aborígenes “no tienen nada que ganar contando lo que cuentan”. Ganan y bastante. Se les paga para que cuenten historias y cobran para acceder al Lago Tele y otras zonas “misteriosas”. Son concientes de que las productoras de televisión tienen dinero y lo exigen. Además, casi siempre los guías son los mismos y saben como “negociar con el hombre blanco”. Todo indica que el negocio es promovido de un lado


31 y otro de la mesa de negociaciones. Todos obtienen lo que quieren y buscan (excepto al Mókele Mbémbe, claro). •

Se indujo a los aborígenes con dibujos a imaginar al monstruo con aspecto de dinosaurio, tal como lo había hecho antes Powell.

En ocasiones, cuando los congoleños negaban tener noticias sobre lo que buscaban, o incluso decían tener conocimiento de que todo era una mentira y la bestia no existía, Mackal y Greenwell rechazaban esos testimonios, buscándole una explicación conspianoica al asunto. “Mentime que me gusta”, parecían estar diciéndoles a sus “fuentes acreditadas”.

Hay informes ―indica Prothero― de que Mackal buscaba y premiaba los testimonios positivos regalando cerveza a los locales o presionando con militares armados a que colaboraran contando lo que sabían.

Todos los intentos por obtener buenas pruebas documentales, como fotos y filmaciones incontrovertibles, han fracasado estrepitosamente.

En 1989, el hijo de un poderoso anciano de una aldea llamada Boha le dijo a un investigador: “¿Sabés por qué dicen que han visto al Mókele Mbémbe? Para atraer a idiotas como tú y ganar mucho dinero”.

En síntesis, todos estos intentos por encontrar al dinosaurio relicto se resumen en libros (o documentales de televisión) que lo único que denotan como cierto es un espíritu de aventura divertido y soñado por las mayorías. Las anécdotas se circunscriben a sombras, movimientos “extraños” en el agua, chapoteos misteriosos y “rugidos o sonidos” imposibles de identificar. En pocas palabras: nada.47 Las numerosas modernas expediciones que intentaron encontrar a la bestia entre 1976 y 2012 no consiguieron el objetivo propuesto, aún contando con la tecnología que citamos más arriba Sólo ofrecieron cuentos y testimonios indemostrables.48 Eso sí, las historias interpersonales, peleas, competencia, ego desmedido, traiciones y entuertos entre los miembros constituyen los fundamentos para una verdadera telenovela venezolana.

Véase: Petsev, Nick, “Mókele Mbémbe” en Cryptozoology.com. Disponible en Web: https://web.archive.org/web/20080321012418/http:/www.cryptozoology.com/cryptids/mokele.php 48 Listado actualizado de expediciones hasta el 2012. Disponible en Web: http://thedailyjournalist.com/thehistorian/history-of-mokele-mbembe-and-expeditions-to-africa/ y desarrollo del fraude organizado en 2012 por la llamada Expedición Newmac 2012, que terminó (en verdad ni empezó) en un estrepitoso escándalo. Disponible en Web: https://haunted-trails.blogspot.com/2017/08/missouri-man-to-seek-living-dinosaurs.html Asimismo: http://www.dailystar.com.lb/GetArticleBody.aspx?id=173961&fromgoogle=1 . 47


32 Los supuestos “testigos fiables” que juraron y perjuraron haber visto en vivo y en directo a Mókele Mbémbe constituyen un selecto y reducido grupo de criptozoólogos en los que la vocación de creyentes es más fuerte que la ciencia misma, por más títulos universitarios que exhiban.49 Por ejemplo, el doctor en zoología Marcelino Agnagna dijo que una expedición a la región en 1983 vio y fotografió al monstruo. Lamentablemente se olvidó de sacarle la tapa al teleobjetivo de su cámara fotográfica.50

Marcelino Agnagna, zoólogo y pésimo fotógrafo

Rory Nugent, escritor y aventurero norteamericano, en 1985, aseguró tomar fotos extraordinarias. Todas ellas fuera de foco. Ninguna evidencia clara. Lo que se observa en las placas puede ser cualquier cosa, especialmente un tronco51

Rory Nugent- explorador aventurero (en pose de tal) y el sensacionalismo periodístico

Herman Regusters (1933-2005), un ex empleado del Laboratorio de Propulsión a Chorro de Pasadena (licenciado en física) aseguró ―en 1981― haber tomado fotos del Mókele Mbémbe en el Congo.52 Este antiguo socio de Roy Mackal, devenido en competidor y enemigo, resultó desacreditado por el microbiólogo de la Universidad de Chicago (“Como físico no está calificado en zoología”). 49

Véase del autor: Criptozoología: en buscando animales que nunca existieron. Disponible en Web: https://www.monografias.com/docs110/criptozoologia-buscando-animales-que-nunca-existieron/criptozoologiabuscando-animales-que-nunca-existieron2.shtml 50 Véase artículo disponible en Web: https://www.tarreo.com/blogs/271825/Mokele-mbembe-Enigma-en-pleno-sigloXXI 51 Referencias del escritor. Disponible en Web: http://www.rorynugent.com/bio.htm 52 Datos de Regusters. Disponible en Web: http://www.cryptozoonews.com/regusters-obit/


33 Por su parte, el portavoz de Regusters dijo a los diarios de entonces que “las fotos se tomaron mientras la criatura sacaba la cabeza del agua antes de volver a sumergirse y que las imágenes, aún sin revelar no pueden probar nada por las malas condiciones de iluminación”. Por su parte, el Laboratorio de Pasadena se desentendió de los dichos del explorador y dijo no tener nada que ver con él ni con su proyecto. Regusters describió al animal como “de color marrón oscuro y la piel parecía resbaladiza y suave, con un cuello largo y una cabeza pequeña. El cuerpo era más chico que el de un elefante y más grande que el de un hipopótamo”.53 Las fotos nunca se hicieron públicas, pero fue uno de los primeros occidentales en llegar al legendario Lago Tele, supuesta residencia del monstruo. Además, tomó algunos moldes de yeso de huellas que atribuyó a la criatura. Zoólogos especializados creen que pueden pertenecer a rinocerontes pigmeos u otros animales (como cocodrilos) abundantes en la zona. Sólo acumuló relatos de aparentes avistamientos en el lago y unas grabaciones de “rugidos” que atribuyó al Mókele Mbémbe.54 De todos modos los ataques que recibió a su regreso del Congo parece que fueron desmedidos. Algunos suponen que se debió a que era una figura nueva en la tribu de los criptozoólogos, celosos siempre de los “descubrimientos” ajenos. “Hay animales que se comen a sus crías”.55

Herman Regusters, criptozoólogo afro-americano, su informe publicado en 1982. Una huella del monstruo y un dibujo de lo dice haber visto un militar de la región. Regusters dijo: “Ese boceto cobró vida en uno de los avistamientos”

EN EL NOMBRE DE DIOS

Uno de los últimos y más persistentes buscadores del Mókele Mbémbe es un personaje más que controvertido que, como bien explicitan Loxton y Prothero, tiene “una agenda oculta” ―de la Véase: Goulding, Joan,“Afirmaciones de un científico de que fotografió a un dinosaurio” en UI, 21 diciembre 1981. Disponible en Web: https://www.upi.com/Archives/1981/12/21/Claims-by-a-scientist-that-he-photographed-a-dinosaurlike/8838377758800/b 54 Véase: A todos los niños les gustan los dinosaurio, en The Big Study, 24 de enero 2012. Disponible en Web: http://thebiggeststudy.blogspot.com/2012/01/every-kid-likes-dinosaurs-part-two.html 55 Ibídem. 53


34 que muy pocos dicen algo― que es la justificación más importante de toda su empresa. Su nombre: William Gibbons.

William Gibbons – Criptozoólogo y sus tres libros publicados sobre Mókele Mbémbe

Fanáticos fundamentalistas evangélicos, pertenecientes a la más recalcitrante derecha reaccionaria ―enemiga de la ciencia y de la teoría de la evolución― conforman un grupo numeroso; partidario del creacionismo bíblico y de la interpretación literal del Génesis, buscan convencer ―y convencerse― de que hombres y dinosaurios convivieron hace sólo 6000 años, cuando Dios creó el mundo y todos los seres que lo habitan.

A esta tribu de exploradores, que arrastran y promueven una perspectiva inmóvil de la naturaleza, pertenece William “Bill” Gibbons, un escocés devenido en explorador y criptozoólogo que, desde muy temprano (década de 1980), empezó su búsqueda del Mókele Mbémbe con el complejo fin de cumplir con una misión evangelizadora ―llevarle al mundo la Palabra del Señor― y a la vez difundir la certeza de que animales prehistóricos están compartiendo con nosotros el planeta. No está solo. Amigos y competidores participan con él de esos delirios religiosos, cada día más extendidos en las redes sociales y sitios de Internet. Espacios como Genesis Park se encargan de dar a conocer argumentos tendientes a comprobar que la Biblia dice la verdad en cada una de sus letras, y que la Tierra es muchísimo más joven de lo que afirma la ciencia “oficial y atea”. Su meta encabeza la


35 página principal del sitio: “El propósito de Genesis Park es mostrar la evidencia de que los dinosaurios y el hombre fueron creados juntos y han coexistido a lo largo de la historia.”56 Es aquí donde entra en juego la criptozoología y todo su arsenal de historias, leyendas y rumores. Una pseudociencia que pretende ser ciencia colaborando con creencias religiosas que atentan abiertamente contra el pensamiento racional, las evidencias de la paleontología, la genética, la geología, la historia y todo el saber acumulado en los últimos doscientos años. No hay duda de que estamos ante un fenómeno cultural por demás interesante, que cada vez con mayor asiduidad encuentra financistas y apoyo publicitario en canales privados de televisión controlados por grupos evangélicos que hacen pasar a estos misioneros fanatizados por la fe por científicos y especialistas acreditados, objetivos y confiables. No hay nada más lejano de la realidad. Están pecando. Mienten. Engañan al público y de muy poco sirve intentar convencerlos de lo contrario. Ellos mismos están engañados. Son verdaderos cruzados que esgrimen la palabra de Dios como arma defensiva y ofensiva, arrastrando a millones en pos de dinosaurios en el corazón mismo del continente que, sabemos hoy, fue la Cuna de la Humanidad.

Enemigos declarados de Charles Darwin y de su Teoría de la Evolución, los creacionistas aspiran a formar una nueva generación de piadosos y cristianos exploradores, destinados a persuadir a incrédulos, escépticos y negadores de la palabra divina, sobre los misterios de la Creación.57 Sueñan con tener al Mókele Mbémbe de su lado para derrotar a los científicos ateos con su sola presencia. Lo mismo se busca con Nessie, Bigfoot, el Yeti y toda una serie de pájaros prehistóricos que, sostienen, revolotean por las partes más inaccesibles del mundo.58

Algunos criptozoólogos creacionistas famosos De izquierda a derecha: Brian Sass- Ken Hovind- Eugene Thomas- Robert Mullin- Milt Marcy- Peter Beach

56

Véase: Genesis Park. Disponible en Web: https://www.genesispark.com/ Loxton y Prothero, op.cit., pp. 294-295. 58 Véase: Expedición 2015 en pos de un pterodáctilo en Papúa. Disponible en Web: https://www.floodofgenesis.com/pterosaurs/?p=3263&print=print 57


36 Descreen de los científicos, de los métodos de datación y de las cronologías confeccionadas tras años de estudios concienzudos. Muchos ni siquiera comprenden el proceso de fosilización, preguntándose con cierta sorna repleta de ignorancia: “¿cómo pueden los huesos, con células y proteínas, durar millones de años?”. Incluso no faltan aquellos que hablan de territorios africanos endemoniados, cuna del vudú y de prácticas rituales non sanctas, ligadas al mal y… a un solapado racismo, que algunos muy mal disimulan.59 En pocas palabras: la teoría de la evolución es vista como un obstáculo no sólo para las creencias religiosas, sino también para la llamada “ciencia bíblica” y la criptozoología (en estos casos, incondicional aliada del creacionismo).

Claro que no todos de los creacionistas arriba señalados (ver foto) se animan (o animaron) a tanto. Suelen interpretar el rol de investigadores serios y no niegan el título de “científicos” que acostumbran a darles los programas de televisión en los que aparecen periódicamente. No en vano ostentan diplomas que los acreditan como “doctores” y “profesores”, licenciados con maestrías y estudios especializados. Aunque en la mayoría de los casos esas acreditaciones no estén orientadas a calificarlos como estudiosos en temas zoológicos (y menos aún criptozoológicos). Por lo general, reciben sus diplomas de instituciones no oficiales, entidades (“fabricantes de diplomas”) que exigen poca o ninguna formación académica y rehúyen de la educación rigurosa. Por ejemplo, Bill Gibbons hace gala de una licenciatura y maestría, pero en… Educación Religiosa, emanada por un seminario evangélico de Atlanta, el Inmanuel Baptisi College. Por otra parte, su título de Doctor en Antropología Cultural le fue otorgado en el Warnborough College de Oxford, que no es la Universidad de Oxford, ni nada tiene que ver con la prestigiosa institución educativa.60 Por su parte, el Pastor Ken Hovind (Dr. Dino) es una autoridad reconocida en… Ciencia y Biblia; y no le tiembla el pulso al escribir que la “evolución es peligrosa” o que “la Biblia es científica”; explicando los avistamientos de dinosaurios en África a partir de la historia de la creación y el diluvio universal. Es jefe desde fines de los ’80 de la Creation Sciense Evangelism y administrador de un parque temático llamado Dinosaur Adventure Land, en donde se les enseña a los niños los principios bíblicos básicos para entender los piadosos preceptos “paleontológicos” de la Iglesia. 61

59

Véase este texto creacionista publicado en el link que adjuntamos: https://www.spiritdaily.com/screenmarcy.htm Dicha institución ha tenido serios problemas legales por sugerir esa conexión fraudulenta. 61 Véase: Dinosaur Adventure Land. Disponible en Web: https://www.al.com/news/2018/09/alabamas_dinosaur_adventure_la.html 60


37 Ambos (Gibbons y Hovind) son coautores de un libro titulado Garras, Mandíbulas y Dinosaurios (1999) del que, a modo de ejemplo, reproduzco el párrafo final de su introducción con el único fin de mostrar sus reales intereses evangelizadores y sermoneadores: “¡La Biblia enseña que Dios restaurará la tierra un día para que Sus hijos vivan aquí por 1000 años! ¡No sería genial si hubiera dinosaurios aquí para que los tengamos como mascotas durante ese tiempo! Si ha aceptado a Jesús como su Salvador, entonces es uno de los hijos de Dios y tiene una eternidad maravillosa que esperar. Si no ha aceptado a Jesús, la Biblia enseña que estará en el infierno para siempre. Dios no quiere que nadie vaya al infierno y nosotros tampoco. Llame o escriba si no está seguro de dónde pasará la eternidad. Nos encantaría ayudarlo a saber con certeza que va al cielo o responder cualquier pregunta que pueda tener.”62

El Dr. Dino y su parque temático creacionista en Alabama, Estados Unidos

Para estos exploradores de la verdad divina, “Una de las perversiones más exitosas de Satanás es que ha logrado separar la ciencia de la religión, y por medio de ese proceso ha corrompido nuestro entendimiento de nuestro Creador y su relación salvífica para con nosotros. De esta manera, la filosofía despojada del cristianismo no puede responder a las preguntas difíciles porque ignora a Aquel que es la respuesta”.63

Véase: “Creationism + criptozoology = Crapgasm” en Skeptical Humanities. Disponible en Web: https://skepticalhumanities.com/2012/02/14/creationism-cryptozoology-craptasm/ 63 Testimonio del pastor adventista argentino Carlos Fernández en Gigantes. La guerra de los dinosaurios en la Patagonia, Tusquets Editores, Buenos Aires, 2015, Pág. 102. 62


38 Guiados por ideas y creencias como éstas, William Gibbons y sus socios en la fe han salido en pos del Mókele Mbémbe en numerosas ocasiones. Gibbons ha sido uno de los más insistidores. Recorre el centro de África desde principios de la década de 1980 y ha entrado en contacto con los criptozoólogos más emblemáticos del rubro, entre ellos el ahora mítico Roy Mackal. Entre 1985 y 1986 buscó a la criatura en la zona del Lago tele con el heterodoxo zoólogo africano Marcelino Agnagna. La cosa no terminó bien. Gibbons acusó a su socio de ocultarle información y la relación se cortó definitivamente. Ninguno consiguió nada en esa oportunidad. En 1992, “Bill” ―como lo llaman sus amigos― se lanzó por segunda vez. Fue una incursión corta (según Loxton y Prothero). Más turística y evangelizadora que “científica”. De seguro habrá salvado algunas almas del infierno, pero de la bestia, ni la sombra.

En 2000 la buscó por Camerún. Otra vez, sin suerte. Es como si Dios se empeñara en hacerle difícil su trabajo, muy a pesar de haber sido financiado enteramente por instituciones cristianas.

En 2001 Gibbons se asoció a la BBC y el Discovery Channel. Fue un nuevo intento fallido y la ruptura total con ambas productoras, que lo calificaron de “aficionado”.64 En esta oportunidad fue acompañado por sus colegas Robert Mullin y el joven entusiasta Scott Norman, Presidente de Cryptosafari: Exploring the World’s Hiddens Wonders, miembro activo de la Iglesia Eastside de Fullerton y Pastor de la Iglesia Thrid Day (fallecido, lamentablemente a los 43 años en 2008). Según Mullin, en esa ocasión pudieron recoger “valiosos” testimonios de los lugareños (testigos presenciales) y escuchado… “interesantes salpicaduras en un río”.65

En 2003 el millonario Milt Marcy (empedernido buscador de pterodáctilos vivos en EE.UU. y Nueva Guinea) pagó las facturas y Gibbons volvió a visitar Camerún, interesándose más (en esta oportunidad) por arañas gigantes que por monstruos anfibios prehistóricos. “El grupo hurgó durante unos días y pronunció algunos sermones con el pastor camerunés que los acompañaba (Nini). Incluso echó espíritus demoníacos”.66 De igual modo, recopilaron más testimonios y algunos moldes de yeso, tomados de “siempre misteriosas” huellas.

64

Loxton y Prothero, op.cit. Pág. 285. Véase reportaje y testimonios de Robert Mullin en Cryptozoonews. Disponible en Web: http://www.cryptozoonews.com/mullin-mm/ 66 Loxton y Prothero, op.cit. Pág. 286. 65


39 La generosidad y obsesión de M. Marcy no se amilanó con el fracaso. Al año siguiente (2004) volvió a subvencionar otra expedición. Esta vez a cargo de Peter Beach (otro enamorado de los pterodáctilos) y Brian Sass, quienes elaboraron una hipótesis de vanguardia dentro del campo criptozoológico: “los dinosaurios legendarios hibernan en las riberas por largos períodos (…). Los animales, primero se meten en cuevas o madrigueras en las orillas de los ríos y luego tapan las cuevas desde el interior, con pequeñas saldas de aire cerca de la parte superior”. 67 Dos años más tarde (2006) el propio Marcy, junto con Beach y Mullin, localizaron esas cuevas imaginarias y… eso fue todo. En 2009 ―tras el fracasado intento de la serie Destination Thruth en 2008― los productores de la serie MonsterQuest llevaron al África al gran experto en Mókele Mbémbe: Bill Gibbons. Encontró las madrigueras, filmó algunas alocuciones delante de ellas, pero no indagó dentro de ninguna. Más allá de las excelentes filmaciones en selvas tupidas y peligrosos pantanos, teatralizaciones y música de suspenso (a las que MonsterQuest nos tiene acostumbrados) no hallaron absolutamente nada; por más que dijeron que “habían estado cerca”.68

Un circo televisivo llamado MonsterQuest (2009) Paisajes exóticos en lugares lejanos, testigos también “exóticos”, problemas en el camino, peligros y aventuras, identificaciones debatibles y teatralizaciones en un documental del 2009 que tuvo a Bill Gibbons como actor principal mientras buscaba al Mókele Mbémbe.

67

Ibídem, Pág. 286. Véase capítulo de MonsterQuest “Evidencia de Mókele Mbémbe”. Disponible en Web: https://www.dailymotion.com/video/x3dnis8 68


40

¿Por qué no lo encuentran? ¿Acaso tendrá el Mókele Mbémbe alguna habilidad paranormal para evitar ser visto? ¿O estamos ante la presencia de una entidad inteligente desconocida que manipula la mente de los exploradores, engañándolos, vaya a saber uno con qué ignoto propósito, como establecen algunos escritores inclinados hacia el realismo fantástico?69 Tal vez el tema pase por otro lado. Algo mucho más sencillo de explicar, como le gustaba argumentar a Occam.

Más allá de la extremadamente poco probable existencia del monstruo (cosa que descarto por completo) quizás los criptozoólogos estén buscando en los lugares equivocados, a un animal con características muy diferentes a las que le suelen atribuir los africanos. Resulta extraño ―y a la vez muy revelador― observar que los supuestos testigos de la bestia siguen describiéndola de una manera idéntica a los primeros avistamientos de principios de siglo XX, cuando de los saurópodos (especie a la que se dice pertenece el Mókele Mbémbe) la paleontología tenía una imagen muy distinta de la que hoy posee. Nuevos descubrimientos fósiles han demostrado que la representación que antes aparecía en libros y revistas, exponiendo a esas criaturas prehistóricas como pesadas y lentas moles de carne y huesos, arrastrando la cola por el suelo, comiendo plantas acuáticas y pasando la mayor parte del tiempo sumergidas o semi-sumergidas en el agua de los pantanos, es por completo falsa. Tal como dicen Loxton y Prothero: “Los avistamientos se basan en una imagen anticuada de los dinosaurios saurópodos”.70

Saurópodos: antes y hoy (según la paleontología)

69

Véase: Keel, John, Operación Caballo de Troya, Reediciones Anómalas, 2017 (primera edición de 1970), Asimismo: Keel. John, Guía completa de los seres misteriosos, Edivisión, México, 1997. O el libro: Caravaca. José Antonio, Distorsión. Ovnis, apariciones marianas, bigfoots, hadas, fantasmas y extrañas criaturas. ¿Una teoría explicativa?, Guante Blanco, España, 2019. 70 Loxton y Prothero, op.cit. Pág. 288.


41 Actualmente se sabe que los restos fósiles de estos animales (de 208 a 144 millones de años de antigüedad) no provienen de depósitos pantanosos. Vivían en bosques secos y comían coníferas. No eran lentos, ni arrastraban la cola. Además, caminaban por tierra firme a bastante velocidad. Por lo tanto: ¿qué es lo que dicen ver los cazadores de monstruos y los “confiables” testigos africanos?

La imagen clásica sigue influyendo en los criptozoólogos y, a través ellos, en los relatos de las comunidades negras. La idea preconcebida que exponen con los dibujitos que suelen mostrarles no hace más que prolongar la vigencia de una anacrónica mirada sobre el animal. El poder de la imaginación resulta infinito e imprevisible.

El poder de la imagen y la imaginación


42

PALABRAS FINALES

“Esta vieja Tierra parece un poco más pequeña sin la presencia de Roy Mackal en ella”. Jerry Clark (Palabras dichas a la muerte del famoso criptozoólogo en 2013)

La criptozoología nos provoca, incita y entretiene. Nos hace soñar. Viajar. Descubrir mundos perdidos en los que algunos creen encontrar a Dios y su obra milagrosa. Captura nuestra imaginación. Nada hay más estimulante que el relato de un criptozoólogo, especialmente a la vera de un fogón. En lo personal, hubiera pagado por charlar con Heuvelmans, Sanderson o Mackay. Con seguridad habría resultado inolvidable. Por eso comprendo al pobre y malogrado Jordi Magraner, quien incentivado por esos relatos se lanzó al peligroso Pakistán de fines del siglo XX, en busca de un hombre-mono salvaje que llaman Barmanu; una especie de yeti regional, cuya pesquisa terminó con la muerte violenta del aventurero español.71

Seguimos soñando con un mundo inacabado. Nos desilusionamos cuando al viajar notamos que el exotismo y misterio de tierras que sentimos lejanas se convierten en paisajes comunes y corrientes, más habitados de lo que suponíamos y con los mismos conflictos, problemas e incomodidades de nuestra propia cotidianeidad. Sólo la escritura ―y posterior lectura― nos devuelven el romanticismo que la cruda realidad nos retacea. Y allí sí, una vez más, es posible reencontrarnos con los monstruos que inconcientemente tanto buscamos.

Siempre que hubo exploradores, existieron criaturas extrañas. Tarde o temprano aparecen. Ya sea a pie de página (en una cita), al margen o como protagonistas principales del texto, los monstruos, que los criptozoólogos se empeñan en llamar “críptidos, irrumpen desajustando nuestra noción de realidad, confundiendo las fronteras que separan las fantasías literarias de la exploración real, material y concreta. Archipiélagos de los extraño, decía Lucien Boia.72 Imaginación desbocada. Sin frenos. Auténtica vocación demiúrgica por reorganizar el mundo, generando otros mundos alternativos, poblados de bestias misteriosas. Siempre escondidas, elusivas. Mas sugeridas que observadas.

71 72

Véase: Martínez, Gabi, Sólo para gigantes, Editorial Rocco, España, 2011. Véase: Boia, Lucien, Entre el ángel y la bestia, Editorial Andrés Bello, Argentina, 1995.


43 Animales elucubrados a partir de un conocimiento previo y las más alocadas especulaciones, que no dejan de tener cierta lógica interna, semejante a la que propone la literatura de ficción. De este modo cobran vida. Invaden nuestro universo mental, en especial de niños; manteniéndose a veces indomable, infinitamente conjetural. Otras veces, controlado, desangeladamente medido. Racional. Nada romántico. Atado al materialismo positivista que, en ocasiones, tambalea. Duda, arrastrándonos a una lucha interna, sólo comprensible considerando al contexto socio-culturalemocional en el que vivimos. La búsqueda de monstruos ―y la del Mókele Mbémbe en particular― libera a muchos de todos los frenos, arrastrándolos a un mundo por completo imaginario; idealizado; pletórico de aventuras y trances extraños; en donde hasta lo grotesco tiene cabida y la evasión cobra un impulso desmedido. Incluso deseado; sin que ello implique necesariamente falta de sinceridad (aunque en ocasiones, sí escasa).

En este universo de creencias absolutas, la criptozoología convierte a sus partidarios en verdaderos renegados sociales. En rebeldes que ptretenden ir contra de los preceptos de la propia Academia que ―a muchos de ellos― formó. Subversivos teóricos que, calzándose sus mochilas, no temen adentrarse en selvas, desiertos, pantanos, montañas y bosques, persiguiendo un horizonte monstruoso que, en el fondo saben, jamás alcanzarán. Pero la propensión a la fantasía es inagotable. Ha estado siempre presente. Desde los más lejanos tiempos históricos. Sigue estando. No respeta clases sociales, niveles educativos, género o lugar de residencia. En tanto los rumores perduren y haya un oído atento a los relatos que provienen de las fronteras, de las regiones liminales del planeta, los críptidos seguirán estando, muy a pesar de escépticos como yo.

FJSR Buenos Aires Septiembre de 2020


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