“EL EXPEDIENTE BÁRTOLI”: EL MISTERIO DE LA HUELLA DEL CERRO PAJARILLO 34 AÑOS DESPUÉS

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“EL EXPEDIENTE BÁRTOLI” EL MISTERIO DE LA HUELLA DEL CERRO PAJARILLO 34 AÑOS DESPUÉS Por Fernando Jorge Soto Roland*

Fue Jefe del Cuartel de Bomberos Voluntarios de Capilla del Monte durante una etapa clave en la historia del pueblo. Cumplió sus funciones cuando la “huella/marca” del cerro El Pajarillo inauguró la locura extraterrestre que aún hoy ―algo alicaída― se mantiene y festeja en un Festival Alienígena que, no sin cierta ironía, conmemora y difunde la presencia de seres de otros planetas (o dimensiones) entre nosotros. Fue un crítico insobornable. Un orgulloso funcionario que defendió a capa y espada el prestigio de su querido cuartel, sin dejarse comprar por nadie, ni por nada. Polémico. Directo. Sin pelos en la lengua, casi un destructor de mitos y uno de los últimos sobrevivientes ―como él mismo se define― de aquellos atribulados días en los que una simple quemazón en la ladera de un cerro selló el destino de toda una comunidad. Su nombre: Luis María Bártoli, “El Puma” para sus amigos. Mecánico de profesión y vecino de Capilla del Monte desde hace más de 50 años.

Luis “El Puma” Bártoli y el autor en Capilla del Monte (enero 2019)

Tenía deseos de conocerlo. Charlar con él y preguntarle personalmente sobre algunos aspectos “misteriosos” de Capilla. Quería oír de sus propios labios la “desencantada” y racional versión que defiende desde enero de 1986, cuando una supuesta “astronave” extraterrestre habría dejado su sello en la ladera de un cerro cercano al pueblo. *

Profesor en Historia por la Facultad De Humanidades de la UNMdP (Argentina).


2 Y así fue. Afortunadamente, gracias a las gestiones del ex-Secretario de Prensa del pasado gobierno municipal, el periodista e investigador Fernando Diz, el 30 de enero de 2019 me acerqué hasta la casa de Bártoli y mantuvimos una larga conversión por espacio de una hora y media. Lamenté mucho no poder quedarme más tiempo. Su testimonio es un elemento relevante en toda esta historia de más de 34 años. Que un testigo privilegiado hable “a calzón quitado” sobre el tema, lo considero un hecho importante. No quería que sus palabras se olvidaran en medio de un inmeso océano de conjeturas ufológicas monocausales. Si sus dichos, en los que se mezclan recuerdos personales ―tanto como “dimes y diretes” propios de un pueblo chico― son ciertos, el acontecimiento fundante de la actual Capilla del Monte podría ser puesto en duda una vez más. Sin nada qué ganar, un ex bombero manipula como pocos esa navaja que dicen fue de Ocam, argumentando de modo llano y coloquial una verdad que, en lo personal, encuentro por demás interesante. Muchos de los conceptos vertidos fueron oportunamente divulgados con anterioridad.1 Otros, no tanto. Lo que sigue a continuación es la transcripción de gran parte de lo que Luis Bártoli me contó.2 Por razones lógicas, y dado que muchas de las personas involucradas en el relato aún viven, decidimos obviar los nombres propios de las mismas.

La famosa Huella del Pajarillo La “hipótesis” extraterrestre- La “marca” en su esplendor

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Véase del autor: Serpientes de Verano: El extraordinario caso de la Huella del Pajarillo de Capilla del Monte. Disponible en Web: https://issuu.com/fernandojorgesotoroland/docs/serpientes_de_verano. En este artículo hay una puesta al día de los informes y artículos previos escritos tanto por Alejandro Agostinelli como los programas de radio de Fernando Diz. Ambos, principales investigadores de la temática. 2 Archivo del autor.


3 Fecha: 30 de enero de 2019 Lugar: Capilla del Monte, Córdoba (Argentina) ―Bártoli, hace tiempo que estoy con el tema de la huella del Pajarillo y le soy totalmente honesto de entrada: no creo nada de todo esto. No sé usted… Para mí hay muchas cosas sin explicar debidamente. Luis Bártoli: Mire, (…), han venido varios [periodistas]. Uno de ellos ―no recuerdo el nombre― de una revista de España. Y a todos les hice la misma pregunta: ¿ustedes quieren escuchar lo yo sé o lo que ustedes quieren saber? Porque, de acuerdo a lo que uno quiere, es lo que uno le vende o le da. Yo llevó acá, en Capilla del Monte, casi 50 años. Soy fanático cazador y pescador. El primer día que yo pisé Capilla del Monte estuve con mi suegro cuatro días, atrás del dique Los Alazanes. Estuvimos acampando ahí, pescando, cazando. Y después de esa vez ya me vine a vivir, a radicar acá. De ahí a hoy ―50 años― jamás he visto una lámpara más que la del pueblo; que la de una linterna o la de algún otro colega cazador. Ojo, no quiere decir que no… Yo nunca dije “no”. Yo dije, no lo vi. No sé. ¡Capilla del Monte era un lugar muy tranquilo! Espectacularmente tranquilo. Apacible. Lindo. Hermoso. Hasta que a alguien se le prendió la lamparita que vio un marciano. Y ahí, cagamos. ―Antes, del 9 de enero de 1986, ¿Capilla del Monte tenía fama de ser el escenario de sucesos extraños?

Luis Bártoli: ¡Jamás! Nada extraño. De no ser algún vecino que se mudaba o algún vecino que se iba del pueblo. Acá no había nada extraño. ¡Nada extraño! Mire, yo le voy a hacer un relato y usted se va a dar cuenta. A ver, saquemos mi función de más de veinte años en el Cuartel de Bomberos. Corramos eso a un lugar. Yo le hablo como habitante del pueblo Capilla del Monte. Cuando llegué acá abrí un taller mecánico. Lo cerré hace poco, cuando me jubilé. Toda mi vida estuve apretando tornillos. Cazador, pescador. Por todos lados. En Ongamira, en traslasierra… Yo creo que no dejé río sin pescar en él. Hemos ido prácticamente a todos los lugares a pasar las noches (porque la trucha es un bichito que hay que estar muy temprano en el


4 río para tener buen pique; por tanto, la mejor manera es ir a dormir ahí). Hemos soportado frío, heladas, inundaciones, crecidas de ríos, pero “luces” jamás he visto nada. Hasta que un día, a un vecino de acá, junto con otro vecino, se les ocurre la idea de programar un estacionamiento de ovnis. “¡Se vio un ovni en el Uritorco!”. De ahí en adelante empezaron a aparecer todos estos personajes que hay acá en el pueblo… Le supieron sacar tajada. Mire, yo con Fernando Diz hablé varias veces y le dije: “Acá hubo dos o tres tipos que se les tendrían que haber caído los dedos antes de empezar a escribir”. Porque han mentido, han hecho cualquier cosa. Personajes de la municipalidad. Personajes de la parte gubernamental. Personajes conocidos de los conocidos. Se arman circos, se arma la charla en un café muy conocido de acá. Ahí se armó todo. Hasta uno dijo: “Se nos escapó esto de las manos. No lo podemos detener más”. ―En todos los libros aparece, citados el intendente de entonces, el secretario de gobierno, el… Luis Bártoli: Sí, pero yo le voy a decir una cosa. Cuando dijeron eso de que “se les había ido de la mano”, [fue] en el ochenta y algo. Porque ellos lo hicieron con la vista de atraer turismo y resulta que el turismo que trajeron es todo este turismo visionario, que ven cosas… ¡Y no ven nada! ¡Si acá no hay nada! O sea, le vuelvo a repetir: no quiere decir que no hay. Porque a lo mejor abrimos ahora esa puerta y ahí hay un marciano (sonríe). ―A mí lo que me llamó mucho la atención, después de haber leído varias notas, es que siendo usted Jefe de Bomberos, no lo llamaran cuando apareció esa mancha, esa quemazón en El Pajarillo.

Luis Bártoli No. No lo hicieron. Mire, yo tuve muchos problemas a raíz de esto. Muchos problemas y agarradas con José De Zer. Pero, agarradas mal, eh. Como de echarlo del cuartel. Para colmo yo tengo [¡un carácter!]. Fernando [Diz] siempre me dice antes de empezar a hablar [en la radio]: “frená la lengua”. Pero hay momentos en que no se puede frenar la lengua. Porque yo tengo una manera muy particular de hablar. ¿Me entiende? No tengo palabras difíciles. No sé palabras difíciles. Las mías son claritas. ―¿Qué pasó con José de Zer?


5 Luis Bártoli: José [De Zer] vino y me plantea un viaje al Uritorco. Perfecto. Hasta ahí veníamos bien. Que yo le pusiera unos guías para que llevara al camarógrafo, para hacer unas filmaciones. Bueno, mire, le digo, yo no tengo problema, mientras le pongan algo a la alcancía del cuartel. Yo le presto a los muchachos, cada uno va a ir donde usted le pida. Lleven comida, lleven todo. Eso a cargo todo de ustedes. Los muchachos los van a llevar. Hasta ahí veníamos bien. Entonces viene uno de los muchachos (bomberos) y me dice: “Jefe, mire quieren hacer esto y lo otro”. No, no, no… (querían armar un circo). Yo no me voy a prestar a la estupidez. Ya soy grande para la boludez. Ahora estoy grande y viejo. Antes era joven y jodido. Entonces lo llamo y le digo: “Mire don José, no se ofenda, pero esto no es así. El Cuartel de Bomberos no puede estar en la boca de los demás”. ¿Qué querían hacer? Ir todos de naranja [en uniforme]. Poner unas cosas por allá, ustedes filman y venimos… Una puesta en escena. Le digo: NO. “Bueno, está bien, me dice (De Zer). Yo en algún lado lo voy a hacer”. Hágalo donde usted quiera, pero no con uniformes del cuartel. Con uniformes del cuarte, no. Entonces, viene el agente 86 que tenía en aquel momento, y me dice: Mire que están así, así y así… Abajo, en un sótano de un hotel de acá, habían montado en una pared, el dibujo del cerro, como si fuera la pasarela de La Toma. Todo dibujado. Pero claro, cuando usted lo ve es dibujado porque la está viendo, pero cuando lo ve por la televisión, parece que estuviera ahí. Entonces, De Zer les enseñaba como caminar, como agitarse (”Acá estamos subiendo el cerro”) y no estaban subiendo nada porque estaban en un sótano. Entonces, a mí me dio tanta indignación, tanta bronca, que lo esperé ahí en el cuartel y le dije que era un sinvergüenza, un caradura. Y el me dice: “Yo a vos te puedo levantar o te puedo hundir”. Mirá, a mí no me interesa lo hagas conmigo. Soy una persona igual que vos, pero lo que a mí sí me interesa es el nombre de la institución. Y mi institución no se va prestar a una pelotudez como esta, (para) salir por televisión. En ese momento [De Zer] era un furor. Había marcianos por todos lados. Uno levantaba un plato y había un marciano ahí abajo. ¡Dejémonos de joder! Entonces me dice: “Yo tenía pensado darte un autobomba”. Usted a mí no me va a dar nada. Y así lo tenga (el autobomba) parado en puerta del cuartel, le pido, haceme el favor subite al autobomba y mandate a mudar de acá. Esto no es un circo. Y usted es un triste payaso de un circo. “Te voy a demandar”, me dijo. Hacé lo que quieras. Acá estoy, y si no estoy acá [cuartel], me encontrás en el taller. Así que con mucho gusto te voy a atender. No te quedés con las ganas conmigo… No vino más. Ni él ni ninguno de esos estúpidos que andaban detrás de él.


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―Bueno, la televisión hizo su propio circo, pero acá, en Capilla, ¿por qué no lo llamarón a usted?

Luis Bártoli: No sé. A mí, acá, jamás me llamaron para nada. ―¿Cómo se enteró de la “huella”? Si acá en Capilla había un incendio, ¿no lo tienen que llamar sí o sí ?

Luis Bártoli: Sí. ―¿Siempre?

Luis Bártoli: ¡Siempre! ―¿Y siempre lo habían llamado? Luis Bártoli: Sí, sí, sí… Acá hicieron la llamada de que apareció la huella. Huella, porque no hubo fuego (…). Ahí apareció el círculo de un día para otro (…) y entraron a aterrizar marcianos por todos lados. Desgraciadamente, de esa fecha hasta hoy, yo soy el último que queda vivo. Y me estoy cuidando en formol, porque creo que soy el último que queda de ese montón de gente. Un día me dicen, Vos que no crees: acá en la Clínica La Cumbre está internada una señora que tuvo un encuentro con un marciano. Voy a la clínica y no estaba. Estaba en la casa. Voy a la casa. Señora, ¿puedo hablar con usted? Sí. No le dije quien era. Mire, estoy en antecedentes que usted vio así y así… Yo vengo a ver si es cierto porque vamos a venir a investigar. ¡Se despachó la vieja! “¡Usted no sabe lo que yo vi! No, no sé. “Medía como dos metros y medio, casi tres. Tenía unos pies así.” Me lo describe como si fuera un caballero de las cruzadas, con armadura y todo. Le digo: señora, usted no está bien de la cabeza. ¿A dónde vio un hombre de tres metros vestido en hojalata? No, sí, eso es lo que yo vi. Chau, señora. Usted no vio nada. Usted está peor que yo. De esos, ¡de esos personajes hay un montón! Lo mismo la viejita esa [se refiere a Doña María Gómez, testigo del Pajarillo] que calculo ya debe haber muerto y el nieto… ¡Dejémonos de joder!


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―¿Usted cree que la huella del Pajarillo fue una centella, un rayo?

Luis Bártoli; No. Eso fue armado por un grupo de colaboradores de la municipalidad en el afán de la atracción turística. ―Y Jorge Suárez, ¿estuvo metido en eso?

Luis Bártoli: ¡Sí! ¡Si ése es el principal cabecilla! ―Alejandro Agostinelli habló con un funcionario ―del que no dio su nombre en su momento― que también había contado que era todo un circo.

Luis Bártoli: Mire, yo lo he vivido. Así como lo estoy viendo a usted, he vivido todos esos años de asentamientos [“aterrizajes”] y demás. ¡Me he aguantado cada cosa! En el verano paraban turistas en el taller mecánico y preguntaban: Che, ¿es cierto lo de los platos voladores? ¡Hasta me llegaron a preguntar si había un estacionamiento de ovnis! Pero, por Dios. ¡Bajemos los pies a la tierra! ―Le hago una pregunta técnica. Haga de cuenta que esto se prende fuego hoy (señalo un centro de mesa) y que en agosto del año que viene hay otro incendio. ¿Se quema de nuevo? Porque dicen que la marca del Pajarillo… Luis Bártoli: …No se tocó. ―Bueno. ¿Es posible que esto (el centro de mesa) se queme ahora y dentro de un año y medio, un fuego desde afuera, no lo toque?

Luis Bártoli Es posible, porque como eso fue hecho con productos químicos. Es muy probable que el producto químico haya degradado a la materia y el fuego no la ataque. ¿Cómo la va a atacar si ya está quemada? ―Entonces, ¿el producto químico sería ahí la clave?


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Luis Bártoli Claro. ―Se lo pregunto porque el otro día me encuentro con una persona y me dice: “Yo no creo en la huella, pero cuando se cayó el helicóptero (hace dos años aproximadamente) se prendió fuego una parte del cerro y al año y medio, hubo otro incendio y, esa huella que estaba quemada, se volvió a quemar. Entonces ¿cómo fue lo del Pajarillo? ¿Se volvió a quemar en 87?

Luis Bártoli No, no. Quedese tranquilo que no. ―¿Usted dice que hubo un elemento químico?

Luis Bártoli Sí. ¡Se lo firmo! ―Leí el nombre de una persona de apellido Lobo que…

Luis Bártoli: ¡Ah, Pancho! Francisco Lobo. ―¿Qué rol cumplía en ese momento? Porque yo leí que era jefe de bomberos en ese momento…

Luis Bártoli: No, no era jefe. Él estuvo un tiempo a cargo de una patrulla. Estaba yo de jefe. Ellos [los Lobo] eran cuatro hermanos. Ahora Pancho está de guarda fauna en el Cerro Colorado. Y bueno, tal es así que las recomendaciones a nivel gobernación se la di yo. Él estudió, pero lo ayudé yo desde el cuartel. ―Le pregunto porque leí que él era creyente de todo este tipo de cosas… Luis Bártoli; Posiblemente… Mire, no tanto él sino la señora de él. Porque ellos tenían una trafic de viaje y ellos llevaban gente de un lado a otro. Y… hay que vender el producto.

Seguidamente, cuenta la anécdota de un mozo llamado Constantino Acuña, el segundo al mando en el cuartel de bomberos, en la cual un turista le pregunta dónde estaba la ciudad perdida y


9 el mozo (Constantino) le responde con ironía: “Mire, de la ruta para allá (en dirección a Capilla,) está todo perdido”.

Luis Bártoli: Pero, ojo, dentro de todas las cosas negativas, yo veo la voluntad que tuvieron en tratar de traer gente al pueblo, como atractivo turístico. ―Aquello marcó un antes y un después, ¿no?

Luis Bártoli Si, si, si. ¿No le digo que hasta ese momento esto era una tranquilidad bárbara? Nadie veía nada. Todo estaba fenómeno. El Uritorco, por ejemplo. ¡Si usted supiera los quilombos que ha generado! ¡Todo el mundo viene a cargarse de energía ahí! Esa es otra cosa que yo no entiendo… ―Pero, ¿antes de la huella?

Luis Bártoli: Antes de la huella era un paseo como cualquier otro. Como El Zapato. Nada más que era más alto. Escalaban ahí. El asunto era llegar a la cruz que está arriba. Sacar fotos al valle. Después del “avistamiento marciánico”, la gente subía allá arriba por cualquier cosa. Yo lo he visto. Enfrente del cuartel hay una casita que se alquilaba por temporada a una gente de Mar del Plata. En pleno invierno, frío, todos envueltos en una manta, en una reposera, con un telescopio mirando al cerro. Nosotros los mirábamos desde el cuartel. Abríamos la ventana y los veíamos. Yo decía: “Vos lo podés creer al pelotudo ése. ¡Se viene de Mar del Plata! En vez de estar pescando se viene acá.” ¿Qué carajo viene hacer acá? Y por ahí yo salía y le preguntaba: ¿cómo anda la cosa? Y decía: todavía no hemos visto nada. Y pensaba: ni vas a ver. ¿Qué carajo querés ver? ¡Dese cuenta hasta dónde había llegado la idiosincrasia de la gente! Después, toda esa gente empezó a traer un turismo extraño. Porque si ahora usted se para, como si fuera el hombre invisible, en el centro, fíjese la calidad de turismo que tenemos. Un turismo esotérico. Están creídos de que han visitado Erks, que han entrado por las puertas de otras dimensiones…


10 ―¿Sabe quién me dijo que entró a Erks? Un conocido vecino del pueblo que sale por tele y YouTube diciendo que tiene contacto con la gente de Erks…

Luis Bártoli: Mire, ese señor es una persona muy capacitada y un muy buen muchacho. Pero se envolvió con este tema. Desde entonces hace todo tipo de charlas. Yo no perdería ni una hora en una charla de esas. De ir, iría a decirle: “No, pará. Me estás vendiendo una milanesa que no es”. ―Pero no el el único. Hay quienes incluso venden armonizaciones dentro de pirámides,

Luis Bártoli:. Todos están metidos. Ojo, están llevando agua para sus molinos. Si hay 50 boludos que creen en eso y uno se hace el mesías, yo los felicito. Yo no tengo la habilidad que tienen ellos de versear. ¿Me entiende? Una noche, venía bajando de San marcos, a caballo, veo un grupo de gente mirando para allá, y el personaje de la pirámide hablándoles de las puertas de entrada y salida de las luces que se veían. Lo escuché un rato y… ¡Nooo! Me fui, si no voy a terminar matándolo yo mismo. ¿Qué le estaba mostrado a toda esa gente? Si usted se pone en ese punto, donde está un arco de piedra, se pone a mirar hacia Cruz del Eje, usted va a ver la ruta hace toboganes. En el último tobogán, de noche, usted ve una luz que hace así (sube y baja la mano). Son autos. Bueno esa es “la puerta”. Y todos los boludos mirando la puerta. Porque siempre está el que cree y el que hace creer. Y si a usted lo convencen de que es así, es así. Y si a usted le dicen: de acá va a salir sangre, póngale la firma de que el tipo la va a ver. Es más: la estoy tocando (va a decir). Ese es el poder de convencimiento. El poder de toda esta milonga y el poder de toda esta movida. Así trabajaba el principal impulsor de estas historias con su compañera, con todos los libros que escribió. Fíjese los libros. Usted los empieza y los termina y es siempre lo mismo. No dicen un carajo. Un montón de boludeces. Fotos que los vecinos vieron… Pero nadie vio nada. ―Hubo una mancha que apareció en el cerro Overo. ¿Cómo fue esa historia?

Repuesta: Sí. Eso fue, más o menos, como la otra. Fue posterior. No me acuerdo cuándo. Se pretendió generar un circo. Que no se pierda un eslabón con la otra y que sea un “estacionamiento”. Pero no se llegó a hacer. No sé porqué, pero no se hizo. ―¿Y usted sabe quién estaba metido en todo eso?


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Luis Bártoli Por eso le digo: debo ser yo el último que queda vivo. Porque todos los que estuvieron en el enjuague éste murieron todos. El secretario de gobierno, el secretario de turismo y Roberto Basso. Él fue el que dijo, en una charla, “esto se nos escapó de las manos”, ahí en el City [café tradicional del pueblo]. ―¿Usted estaba ahí?

Luis Bártoli: No, no estaba, pero tengo la oreja grande. Escucho todo. Cuando se tienen que dar todas las boludeces que se tienen que dar, yo estoy siempre metido en el medio. No sé por qué, pero estoy siempre en el mismo. ― “Se les fue de la manos”

Repuesta: Sí. Y yo, como soy muy respetuoso de las personas y las cosas, nunca los mencioné. Pregúntele a Fernando si yo alguna vez le di un nombre. Yo jamás le di un nombre, a pesar de que lo sabía. Pero, cuando empezaron a morirse toda esta gente, bueno, yo seguí hablando con Fernando y le digo: ¿Te acordás cuando te conté tal cosa? Bueno era tal persona. Lo que pasa es que yo no te lo podía decir por una cuestión de honorabilidad. ―Y el intendente de entonces, ¿también estaba prendido?

Luis Bártoli ¡Claro! Pero el intendente era un buen muchacho. Una buena persona. ¿Vio esos tipos que el colectivo va para allá y él va para allá, y el colectivo vuelve y él vuelve al rato? Bueno, él lo mismo. A él le hicieron la cabeza. Él estaba en otra cosa. Él quería ver a su pueblo lindo, lleno de gente, con el balneario florido. Le importaba tres carajos los ovnis. ―Pero le vino bien a Capilla… Es decir, estamos, según usted, frente a una mentira que trajo un resultado positivo.

Luis Bártoli Mire, a nosotros nos conocen en todo el mundo. Perfecto. Pero, ¿en base a qué? Y ¿qué referencias tenés vos de cómo te conocen? Porque yo te puedo conocer a vos como un buen periodista o como un mentiroso. Y es lo mismo. Te estoy conociendo igual. Yo puedo ser un buen


12 funcionario o un mal funcionario y a mí me conocen igual. De la misma manera. Ahora, yo quiero saber los comentarios que hay por detrás... Miré, una vez pusieron un cristal, un cuarzo en la plaza y ¡se iban a cargar las baterías! A pesar de que han pasado tantos años, me sigue cayendo mal que me pregunten por los platos voladores. ¡No me preguntés más boludeces! Yo vine a vivir acá porque me gustó. Tengo mi familia acá. Acá está mi vida. Entonces me duele que me pregunten boludeces. Me hace mal. ―Y dígame, el aluvión de turistas a Capilla, después de José De Zer y la huella ¿fue inmediato?

Luis Bártoli: ¡Claro! Usted acuérdese cómo manejaba De Zer el noticiero de canal 9. Cómo le contaba las vivencias a la gente. Y estaban grabadas en el subsuelo del un hotel que antes se llamaba San Antonio, que estaba ahí, en la ruta, en la entada del pueblo. Ahora es una colonia. De ahí empezó a llegar gente. Porque hay gente que le picó el bichito y vino a ver si era cierto. Entonces usted veía gente rara, preguntas raras, que buscaban cosas raras. Ahora, yo como le digo a Fernando Diz: vos me traes siempre a mí acá. Macanudo. Pero, porque no me traes a la gente que salen en las revistas. ¡Son fantasmas! Tráeme gente que haya dicho que se subieron a las naves. Y bué, así se fue tejiendo la cosa. Jorge Suárez creó un centro de ovnis, hay otros que dan charlas… En camino a Ongamira verá un montón de gente que da charlas. Si usted viera la plata que mueven. Es increíble. ¡Tienen una parla! ¡Viven dando charlas! Yo no sé si la gente está con ganas de creer o realmente creen lo que le dicen. La gente viene de las capitales con una tremenda avidez de creer. ¡Le venden la piedra que se le cayó al marciano! Pero yo no le puedo hacer creer nada que yo no crea. Yo los conozco a todos estos chantas desde que llegaron a Capilla. Pero, ojo. No hay que mezclarlos con los del templo Zen. Esos zombis que andan con los platos voladores son otra cosa. ¡Cómo si nosotros fuéramos parte de una ciudad galáctica! ¿A qué hora pasa el plato volador que va a Las Gemelas? ¡Dejate de romper las pelotas! ¡No le digo que me preguntaban si en el Uritorco había un “estacionamiento” de platos voladores!


13 Mire, después del quilombo que tuvimos en la ruta 38, en el carrizal, aparecieron unos ingenieros de la Universidad Tecnológica. Eran alemanes. Ellos andaban buscando otra historia. Andaban por el tema del wólfram [wolframio]. En esa milonga de los minerales. Entonces me pidieron, ahí en el cuartel de bomberos, que peguntara si conocía a alguien. Vinieron con un equipo de descenso, sogas, arneses, etc. Porque no sé quién les vendió el pasaje al centro de la Tierra. Se imaginaban que acá iba a estar Julio Verne, los iba a recibir y llevar hasta el núcleo. Entonces yo les digo: “Miren, yo no tengo la más pálida idea de lo que me están hablando”. Entonces lo que hago es buscar a un especialista en el tema. “Juan, vení”. Juan es un muchacho que nació del otro lado del Uritorco. Ahí hay un puesto, en una pampa, el Puesto de los Ochoa, y ahí nació este chico. O sea que conoce eso como el patio de su casa. Entonces le digo: “Juan, hay que llevar a esta gente hasta el lugar. ¿Vos te animás?” “Sí, jefe. ¡Cómo no!”. Entonces fue Juan y otro muchacho más, también muy conocedor. Los llevaron hasta el lugar, al otro lado del cerro, que es una boca. Como un cráter. ¡Qué sé yo! Tiene forma de cráter. Hay que entrar primero horizontal y después bajar verticalmente. Lo que sí es que ahí, por momentos, se percibe un olor medio raro. Como una fuga de gas. Esta gente fue. Hicieron un intento. Yo le cuento lo que me contó ese chico Juan, con el que después hicimos un informe. Bueno, hicieron un descenso hasta cierto punto (un par de metros) y decían que el ambiente era muy pesado para respirar. Ahí la cortaron. Envolvieron la soga. Mucho gusto, Juan. Hasta luego y a la mierda… Vinieron acá al cuartel. Juntaron las cosas. Muy atentos. Agradecieron. No era lo que buscaban. Bueno, hasta luego. Chau. Terminó la historia. Después de ahí, yo no recuerdo que haya venido nadie. ¡Ni con un termómetro para medir la fiebre, vinieron a ver qué hay en el lugar! ―Pero a mí me dijeron que por acá anduvo la NASA. El Gitano me contó eso… Luis Bártoli: Sí, “la nata”. Pero no el periodista. ¡La crema de leche! Pero si ese Gitano era el dueño del paseo de La Toma. El vendía su artículo a su manera. ¡Porque La toma era el centro ovniológico de capacitación de todos estos salames!... ¡Ja! ¡Se venían a cargar de energía y no tenían fuerza ni para subir el cerro! No sé qué carajo de energía se cargaban. También tomaban agua bendita, que es el agua que salió de toda la vida del chorrito. ¡Desde que el cerro es cerro el agua sale de ahí!


14 Mire, mi suegro (un gallego macanudo) desde el año 1939 venía a Capilla del Monte de vacaciones. A pescar de la Toma para arriba, al dique Los Alazanes y jamás, jamás, jamás me comentó (desde 1939 hasta 1969) que haya visto o escuchado algo raro. ¡Nada! En esa época había solo dos o tres hosterías. Nada más. Era chiquito. Un pueblito hermoso. Él siempre decía que cuando se casara su hija (Chela, mi mujer) se iba a vivir a Capilla del Monte, porque le recordaba a su lugar en España. Bueno, así tal cual se dio. Yo vine. Me gustó también y mi suegro me dice: “Si vos querés irte a Capilla, te venís con nosotros”. Vendí todo en Buenos Aires y nos vinimos. Cuando llegamos estaba la pizzería Río Negro en la calle Deán Funes, y había una lamparita en esa esquina [señala afuera de dónde estábamos]. Otra lamparita en la calle Rivadavia. Otra en las 5 esquinas y así hasta llegar al río. ¡Una lamparita! ¡No una columna! Así que nosotros apuntábamos a las lámparas e íbamos a comer pizza. El primer taller lo armé en la ruta 38. 1000 metros cubiertos. Estaba solo en la ruta. Yo, la estación YPF y, en la esquina, una gomería. Nada más. A la noche, cuando regresaba, veía las lamparitas y las seguía derechito hasta casa. Mire, conozco este lugar como pocos. ¡Y nadie hablaba de platos voladores! ―Volviendo al tema inicial: ¿Usted cree, entonces, que la huella de El Pajarillo, se armó apropósito?

Luis Bártoli ¡Sí! ―¿No fue una centella o un rayo?

Luis Bártoli ¡No! ¡Qué centella! ―¿Y no se volvió a quemar en el 87 porque había algún tipo de químico?

Luis Bártoli Había un ingeniero que estaba en el circo ese. Por eso le digo que se usaban productos químicos. Incluso yo sé qué muchachos lo llevaron. El capataz de la municipalidad… ¡Desgraciadamente están todos muertos!


15 ―¿Y ese ingeniero sabría del tema? Luis Bártoli: Sí, claro. ¡Es extraordinario, un bocho! (…) Tenía un laboratorio espectacular. Se lo pusieron los franceses que explotaron el agua termal. Un tipo muy inteligente. Aparte, muy buen muchacho. ―De todos modos, muchos se beneficiaron con todo esto…

Luis Bártoli: Sí, le supieron sacar bien el jugo. Antes en Capilla se hospedaban choferes de micros y mieleros. Como ahora no se casa nadie, ¿a quién carajo iban a darle todos esos servicios? Algunos pensaron: acá voy a meter marcianos. Y dicho y hecho. Se llenó de Zerpas y charlas eternas. Usted pasa por todos lados y hay charlas interminables. ¡Con diapositivas y todo! ¡Ha venido cada uno! A ver, yo no reniego de que esos tipos sepan. Porque, por ahí, saben algo en serio. Pero mezclan todo. Como la serie Alienígenas Ancestrales. ¡Qué hijos de p… que son! Cada vez que lo veo me agarra ictericia hemorroidal. ¡Que las pirámides eran naves! ¡Usted tiene que escuchar las cosas que dicen! No puedo creer que haya 5 personas, aparte de mí, escuchando esas boludeces. ―Son millones, Bártoli. Luis Bártoli Sí, millones…

***

Antes y hoy


16 EL SABOR DEL ENCUENTRO Encaré por la calle Jujuy en dirección a las vías del ferrocarril ―lamentablemente muertas desde hace años― rumiando los conceptos que Bártoli había confesado, casi en un acto catártico. El que dejaba atrás era un hombre cansado de la irracionalidad y la supuesta mala fe de muchos mercachifles del esoterismo. Un hombre sencillo que conocía bien el contexto y a los personajes que transformaron aquel pueblo serrano, tranquilo y lindo ―como él mismo lo definió― en una “ciudad galáctica”, en la que las más descabelladas fantasías cósmicas eran posibles (incluso con retroactividad). Cuando llegué al bar, en el que mi esposa esperaba, no supe cómo resumirle el encuentro en pocas palabras. Decenas de ideas, nombres y adjetivos me rondaban desordenadamente en la cabeza. Aunque algo me resultó más que claro: Bártoli era parte de una Capilla del Monte que jamás volverá a ser lo que era. Bronca, nostalgia e impotencia. Todo entreverado. Todo sazonado con ironía y más de un chiste. Un relato que pone entre las cuerdas el falaz argumento que sostiene que la mentada huella “no tiene explicación lógica”. Las tiene. Hay muchas. La que acabo de exponer es sólo una de ellas.

FJSR Marzo 2019


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