Antologia (1)

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-No es difícil entenderlo, amigo –contestó Garay-. Lo que usted me quiere decir es que si los historiadores no han podido resolver el misterioso caso del envenenamiento de Sánchez Carrión, es porque al rompecabezas le falta una pieza… No se gaste. ¿No se lo dije desde el principio? ¡Claro que le falta una pieza! De eso se trata. Carecemos de documentos… Yates levantó la cabeza de la almohada con aire de triunfo y propuso: -Pero podemos rellenar el hueco del rompecabezas, ¿no? –y de reojo miró la lámina de Las Meninas. -Poco científico. No hay pruebas… -¡Justamente! Que no hay pruebas es la prueba. Quienes rodeaban a Bolívar, por lealtad o por miedo, ocultaron los hechos, acallaron los rumores… Sí. Que no haya pruebas es la prueba… -Una linda frase, pero ¿qué significa? -Significa que ya que nos han hecho trampas en el juego suprimiéndonos los documentos tenemos derecho a dedicarnos a los ilícitos goces de la ficción… ¿Por qué no divertirnos rellenando el hueco del rompecabezas? ¿Le parece bonito dejar un cuadro mutilado? Se me ha ocurrido, pues, que la pieza que falta en el cuadro histórico del asesinato de Sánchez Carrión es, como en el rompecabezas de Las Meninas, un espejo donde se refleja la cara de una persona real que estaba allí. Nadie ha sospechado de ella precisamente porque estaba fuera del cuadro, aunque presente en la acción; y se me ha ocurrido también que la forma en que esa persona perpetró su homicidio tiene que figurar en cualquier antología de narraciones con envenenamientos. Recuerdo una que podría explicar las circunstancias y métodos del envenenamiento: Rex v. Burnaby, de Austin Freeman. Y la persona de la que nadie ha sospechado podría ser… Manuelita… Garay dio un respingo. -¿Manuelita Sáenz? Pero… -Sí. La más famosa de las muchas queridas de Bolívar. ¿Puede ser? -Bueno. Todo puede ser, pero… -Algo sé de Manuelita. Cuando estudié en Lima los retratos de Gil de Castro (uno de ellos, el de Bolívar, con tremendos bigotazos) leí algo sobre sus relaciones con Manuelita. ¡Espléndida mujer! -No le digo que no, pero… ¿Manuelita asesina? ¿La Libertadora, como la llaman lo de la Gran Colombia? Tenga cuidado. Si la llega a calumniar no lo dejarán entrar más en esos países… Y ahora que usted lo dice, en efecto, era una mujer de armas tomar… El patriotismo y la retórica han desdibujado la semblanza de Manuelita que trazó Jean Baptiste Boussingault en sus Mémoires …

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