Revista FeArCA N° 13

Page 15

a nadie. Las que matan, y a muchos, son las enfermedades que puede transmitir el mosquito, empezando por la malaria que, según diferentes fuentes, mata entre uno y tres millones de personas al año, y afecta a muchos más, fundamentalmente en el África. Pero, también tenemos que poner en la lista al dengue o fiebre hemorrágica, a la fiebre amarilla, la filariasis, la chikungunya, el Virus del Nilo y algunos tipos de encefalitis. No es poco. Vamos a concentrarnos un poco en la primera de estas enfermedades: la malaria. Hace unos 50 años la enfermedad fue erradicada de Europa y América del Norte, principalmente en base al uso del insecticida DDT. Así, se estima que el DDT salvó la vida de cerca de 500 millones personas desde que se comenzó a utilizar. Algo así como 12 veces la población actual de la Argentina. Albert Schweitzer llegó a referirse al DDT como “ese maravilloso polvito blanco” (Hoy, muchos, ante esa descripción, pensarían en otra cosa…). Pero, siempre hay un pero, posteriormente se descubrió que una de las grandes virtudes del DDT para el control del mosquito, su persistencia, dejaba de ser una virtud para transformarse en un defecto. Permanecía demasiado tiempo en la Naturaleza, era demasiado persistente. Y eso no es bueno. Y no sólo eso, sino que además se generaba el fenómeno conocido como “bioacumulación”. Es decir que, a medida en que se avanza en la cadena de alimentación de los seres vivos, la concentración del DDT es mayor. Y el último eslabón es, precisamente, el ser humano. Así las cosas, el DDT ha sido prohibido en la enorme mayoría de los países. Pero, lamentablemente, la realidad indica que no se ha encontrado un insecticida que fuera tan eficaz para el control del mosquito, y que, en muchos países tropicales, la malaria arrecia nuevamente. Y surgen voces reclamando que el DDT se vuelva a utilizar en forma masiva. Algo así como: “es cierto que es persistente, es cierto que se bioacumula en la cadena alimentaria…pero acá nos estamos muriendo a causa de la malaria”. Como puede verse, un dilema ético bastante complejo.

Volvamos a nuestro mosquito y a la Argentina. El Dengue es una amenaza siempre latente. De hecho, muchos sanitaristas realmente no entienden por qué motivo no se ha desarrollado con mayor fuerza cuando, aparentemente, están dadas todas las condiciones: veranos largos, calurosos y húmedos y presencia de la enfermedad en países vecinos. Pero si el dengue finalmente llega en serio, esperemos que no, lo vamos a tener que controlar básicamente en forma preventiva, eliminando la mayor cantidad de mosquitos mediante el uso de insecticidas. Y las aplicaciones van a tener que ser en las zonas donde se crían los mosquitos, pero también, directamente, en el corazón de las ciudades y pueblos. ¿Cómo se van a manejar esas aplicaciones? Principalmente, por una cuestión de extensión, deberán ser aplicaciones aéreas y lo que se debe lograr es que los mosquitos adultos “choquen” a las gotas en suspensión para que los insecticidas hagan su efecto. O sea que hay que lograr gotas muy pequeñas, a lo sumo de un tamaño de 50 micrones, pero idealmente de 20 micrones, para que floten en el aire durante un largo rato antes de llegar al suelo. Además, para que estas gotas no se evaporen, deberán ser pulverizadas en un medio oleoso. Hay que tener en cuenta la influencia del viento. Éste, en ningún caso debiera superar los 4 km/h, pero lo ideal sería que las aplicaciones se hicieran en una situación de “inversión térmica”, donde una capa de aire caliente captura a las gotitas e impide que caigan al suelo permaneciendo largo tiempo en el aire, con posibilidades de desplazamientos hasta distancias lejanas. Es decir, todo lo contrario a lo que hay que hacer en una aplicación sobre un cultivo agrícola. ¿Cuál sería el horario adecuado para hacer las aplicaciones? Desde un punto de vista de las condiciones climáticas, las mejores condiciones para lograr el objetivo son las primeras horas de la noche y las primeras horas de la mañana que es

cuando, con mayor frecuencia se dan las inversiones térmicas y cuando las temperaturas son las menores. Lamentablemente, los mosquitos tienen su mayor actividad desde media mañana y hasta poco después del mediodía, para luego reaparecer hacia la tardecita. Quizás, entonces, un horario de compromiso para llevar a cabo los trabajos sería a media mañana. La conclusión El tipo de gotas a producir, bien pequeñas, en un horario y un medio que garanticen su persistencia, son las más peligrosas para las personas, ya que las respiramos con absoluta facilidad. Además las aplicaciones necesariamente tienen que ser hechas en el medio de las ciudades. Y en un horario en que la gran mayoría de las personas se encuentra desarrollando su actividad laboral, por lo que está más expuesta. Y debemos tener en cuenta que todos los insecticidas que se utilizan para el control de mosquitos son mucho más tóxicos que el glifosato, el gran acusado por los ecologistas de afectar a la salud de las personas. Hechas estas breves reflexiones, creo que es interesante contar algo que me sucedió hace un par de años. Estaba en la localidad de Laboulaye, en una jornada en la que se discutía cómo debían manejarse las aplicaciones periurbanas de agroquímicos, ya que había numerosas quejas de los vecinos ante los riesgos que, entendían, implicaban para la salud: si había que definir zonas de exclusión, si había que prohibir el uso de productos de banda roja o amarilla, si había que dar aviso previo al municipio, etc. En eso, desde el salón donde se llevaban a cabo las discusiones, se escucha que pasa un vehículo municipal repitiendo a través de los altoparlantes: “Atención, se avisa a la población que, ante la notoria invasión de mosquitos, hoy a partir de las 19 horas aproximadamente, se procederá a la fumigación de todo el ejido urbano”. Evidentemente, en este mundo todo es relativo…

15


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.