<< A&P Periódico Mayo 2017. Nº4
CONTANDO LA HISTORIA W FACULTAD DE ARQUITECTURA PLANEAMIENTO Y DISEÑO UNR Riobamba 220 bis- 2000 Rosario Tel. (0341) 4808531/35 W Autoridades Decano Adolfo del Río (mg.arq) Vicedacana Ana Valderrama (mg. arq.) Sec. Académico Sergio Bertozzi (arq.) Sec. de Autoevaluación Bibiana Ponzini (arq.) Sec. de Asuntos Estudiantiles Damián Villar (arq.) Sec. de Extensión Lautaro Dattilo (arq) 2
Sec. de Postgrado Jimena Cutruneo (dra. arq.) Sec. de Ciencia y Tecnología Bibiana Cicutti (dra. arq.) Sec. Financiero Jorge Rasines (CPN) Sec. Técnica María Teresa Costamagna (arq.) Dir. Gral. Administración Diego Furrer (CPN) W AyP PERIÓDICO AyP.periodico@fapyd.unr.edu.ar W ISSN 2 4 6 9 - 2 0 9 3 W DIRECTOR EDITORIAL Darío Jiménez (arq.) W comite EDITORIAL María Pía Albertalli (arq.) Andrea Basso (arq.) Pablo Florio (arq.) María Paula Lapissonde (arq.) Pablo Vicente (arq.) W DISEÑO GRÁFICO Sara Nakatsuka W pRODUCCIÓN AUDIOVISUAL DE ENTREVISTAS Centro de Documentación Visual W imagen de tapa Adrián Nicolás Raggi W impresion DWP SRL Ayolas 241 bis Rosario dwpsrl@gmail.com
¿Cómo se despertó tu interés por la Historia de la Arquitectura? ¿A quiénes considerás tus maestros, en cuanto a la docencia en la disciplina? - AMR: Recién recibida, y ante la posibilidad de una adscripción, decidí hacer justamente aquello que la facultad -dominada por una clase de modernismo a ultranza- nos había negado, que era conocer “la disciplina”. Además, debo confesar… mi padre fue un arquitecto frustrado que estudió hasta quinto año de la carrera; mi madre fue profesora de Historia. Si el inconsciente tiene que ver, es necesario tenerlo en cuenta como causa. En cuanto a mis maestros, el que me enseñó el camino, fue quien estaba a cargo del Departamento en esos años: Rafael Iglesia. Él estimuló una aproximación a la enseñanza que se basaba en una investigación que tenía que ver con el proceso de diseño, o sea reconstruir las elecciones del arquitecto. Siempre el sujeto de la Historia de la Arquitectura era el arquitecto proyectista más que las obras, y eso me ha guiado en toda la carrera. - BC: En mis años de estudiante (los lejanos ‘70) la preocupación pasaba, a nivel internacional, por el “proceso de diseño”, la metodología proyectual: debates infinitos acerca del mecanismo por el que se abría la “caja negra” y se producía el gesto creativo. Como podía esto sistematizarse, utilizando inclusive, modelos matemáticos y la incipiente cibernética. Simposios (el de Portsmount, iniciático), conferencias, textos (Ensayo sobre síntesis de la forma, de C. Alexander), inclusive con la presencia algunos de sus augures en nuestro medio (J. Christopher Jones, Geoffrey Broadbent, Juan Pablo Bonta…). Pero aquí, en nuestras escuelas de Rosario, Córdoba, Buenos Aires, buena parte de estudiantes y docentes estábamos interesados en “el modo de producción de la arquitectura”, en una instancia más política que profesionalista. Más preocupada por el “derecho a la ciudad” (H. Lefebre, M. Castells y J. H. Cardozo) que en cómo se generaba la forma. - SD: A mí me encantaba escuchar las clases de Historia: me fascinaban las de Ernesto Yaqüinto, antes que lo “echaran” en la dictadura. Yo andaba con el Benévolo bajo el brazo y me divertía ayudar a mis compañeros a “estudiar historia”. Un día, yo tendría 21 años, Roberto De Gregorio me dijo: “vos tenés condiciones para la docencia y para la investigación” y armé un grupo de unos veinte compañeros para salir a relevar arquitectura art decó, dirigida por Roberto y por Ernesto. Hablar de “maestros” es fuerte, pero indudablemente mi “maestra” fue Beatriz Chazarreta. No sólo por su sólida formación
con Tafuri y Rella, en el IUAV, por su manera de pensar la historia de la arquitectura, sino también por su manera de entender la docencia como “ayudar a pensar” (especialmente, pero no sólo), la disciplina). - AB: Cuando estudiaba Historia III, en los ‘80, la cátedra realizó un viaje a las Estancias Jesuíticas en Córdoba, lo que permitió vincular lo desarrollado en las aulas con los ejemplos concretos y me despertó el interés por profundizar en este campo disciplinar. En aquel entonces el abordaje de la arquitectura local era incipiente en relación a lo dedicado a la historia de la arquitectura europea y de EEUU. El viaje fue un grato descubrimiento. Formas, colores, texturas, vinculación con el entorno, olores... sirvieron para iniciar un largo camino. Me resulta difícil hablar de maestros como referentes precisos, mi influencia no recayó sobre un maestro en particular. Fueron los múltiples libros que leí, los viajes y personas que conocí; algunas por ser ejemplos a seguir, otras por lo opuesto. Hoy, innegablemente, me influyen los colegas y amigos con quienes trabajo y enseño, aprendo y discuto. - RB: Creo que mi interés por la Historia de la Arquitectura es anterior a mi interés por la arquitectura. Soy hijo de un abogado que tenía un profundo interés por la Historia Universal, y una licenciada en artes a la que le hojeaba los libros ya cuando estaba en la escuela primaria. Al ingresar a Arquitectura llegó mi primera referencia respecto a quién considero maestros en la docencia. En lo inmediato, en lo próximo, a Ebe Bragagnolo, que me ayudó a construir un entramado conceptual para organizar el conocimiento histórico. De ser un lector asistemático me dio las herramientas iniciales para construir ese entramado de ideas -la Episteme, diría Foucault- sobre la que uno organiza el pensamiento. ¿Qué características novedosas o diferentes advertís en la marcha de los talleres de hoy, respecto de tus épocas de estudiante? ¿Se ha producido una renovación? ¿Qué perfil tienen los docentes jóvenes? - RB: Llevo 34 años en la Universidad y no puedo ubicar ese momento estelar en el que, según dicen algunos, los alumnos de entonces eran mejores que los de hoy. Sigue habiendo estudiantes motivados, brillantes, y gente que sólo navega los días en busca de conseguir un título habilitante. En nuestro taller hacemos posible por acompañar esa transformación sin perder de vista los objetivos docentes ni los de cada asignatura. Sobre los docentes más jóvenes del taller, valoro que se impliquen en los modos de vincularse a los textos y las imágenes de los
estudiantes con las propuestas de los docentes más antiguos. Eso salva una distancia de 15, 20 años entre generaciones construyendo un puente imprescindible para obturar la distancia que los recursos tecnológicos abrieron entre -por ejemplo- titular y alumno de primer año. - SD: Luego del golpe de Estado del ’76 cambió el plan de estudios. Como planteamos con Mónica Puig, era un plan que pretendía formar arquitectos eficientes y no necesariamente reflexivos. Con la vuelta a la democracia todo cambió y lo más importante fue la generación de los talleres entendidos como espacios de formación, donde docentes y alumnos compartíamos un corpus teórico, articulado dialécticamente con ciertas prácticas. El Plan 1985 fue una fuerte apuesta a considerar al estudiante como un sujeto que decide sobre su formación, a entender y asumir al otro, a la diferencia como valor y a la arquitectura como productivo debate. Los docentes “más” jóvenes nacieron en democracia y no están atravesados por nuestros miedos. Para ellos, y más para los estudiantes, el debate resulta “natural”. Pero eso, por ser algo aparentemente dado, hace que, en ocasiones, se pierde cierta potencialidad que da la lucha. - AB: La enseñanza en el “Taller” al que pertenezco parte de concebir un aprendizaje basado en el trabajo colectivo e integrado de la teoría y la práctica. Se caracteriza por la investigación, el descubrimiento científico y el abordaje en equipo que se distingue también por el acopio sistematizado de material especializado teniendo como fin la elaboración de un producto tangible. Es también un espacio donde se enfatiza la capacitación para la solución de problemas y requiere la participación activa desde una relación simétrica en la que docentes y alumnos partimos juntos a la búsqueda del saber. Esto difiere respecto a la mi época de estudiante en el hecho de que el “conocimiento” era transmitido de forma tradicional donde solo el docente “detentaba el saber” y donde los alumnos éramos meros receptores, con escaso pensamiento autónomo. - AMR: No puedo referirme a la enseñanza o los talleres de Historia como estudiante porque no los tuve. Sí persistía la leyenda de la presencia y las clases de Franz Bullrich; se daba el lujo de estudiar un año a Miguel Ángel dando gala de una erudición notable, con una distancia respecto a la media de los estudiantes no sólo de conocimiento sino de clase. Esto nos representa la Historia de la Arquitectura en ese momento. Como solía decir Iván Hernández Larguía, permitía a los egresados “florearse en los salones”.
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