FACTUM - Revista Literaria No. 27

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FACTUM REVISTA LITERARIA

diciembre, 2015. NO. 27.

Biografía: Mariano Azuela. Creación: Zambra, Rosa María Bodas Pérez, Luis Ángel Escobar Pérez, Clara Vizuete Tenías, Fernando Bermúdez, Gemma Cardera Gil, Dante Vázquez M., Cristina Pérez Carmona, Eloy Andrés Gómez Motos, Zafiro Merlión, Ernesto Adair Zepeda Villarreal, Jonay Castro Casañas, Mariena Padilla, Diana Salazar, Kim Bertran Canut, Ximena Correa Valero, Daniela Albarrán, Tacho, Fabián Luna y Aglae Ponce Torres. Artículo: Carlos Ortega Pardo y Fernando Cabrera. El Fragmento: Ignacio Manuel Altamirano.






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CONTENIDO biografía

Creación

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12 - 58

artículo 60 - 65

el fragmento 68 F A C T U m - Revista Literaria

libros 72 - 77 5


Presentación

La revolución beneficia al pobre, al ignorante, al que toda su vida ha sido esclavo, a los infelices que ni siquiera saben que si lo son es porque el rico convierte en oro las lágrimas, el sudor y la sangre de los pobres. — Mariano Azuela.

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Biografía

Mariano Azuela Nació el 1 de enero de 1873 en Lagos de Moreno, Jalisco. Sus primeros estudios los cursó en instituciones docentes de Lagos; más tarde se trasladó a Guadalajara, donde siguió la carrera de médico cirujano. Terminó sus estudios de medicina en 1898, y en 1899 regresó a Lagos de Moreno, donde adquirió una botica y contrajo matrimonio con Carmen Rivera. En 1896, siendo practicante en un hospital de Guadalajara, escribió para una revista de la ciudad de México algunos artículos que fueron bien recibidos. En 1903 obtuvo en los Juegos Florales de Lagos un diploma por su narración “De mi tierra”, y en 1907 publicó su primera novela, María Luisa, que se deriva de una de aquellas primeras publicaciones. En 1908 apareció Los fracasados, donde se observan sus preocupaciones sociales. Mala yerba (1909) es su primera obra importante; en ella pinta la corrupción de hacendados y autoridades. Durante el gobierno de Madero fue nombrado jefe político de Lagos y posteriormente director de Educación en Jalisco. Tras la caída del gobierno de Francisco I. Madero, a consecuencia del golpe de estado de Victoriano Huerta, se incorporó a las fuerzas villistas de Julián Medina, cuya causa pretendía restaurar el estado de derecho, como médico militar. De sus experiencias militares y de lo que contempló en el campo de batalla surgirá el tema para Los de abajo (1915), la novela que lo haría famoso, publicada primero como folletín en Texas. Mariano Azuela fue miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana y, en 1942, la Sociedad Arte y Letras le otorgó el Premio de Literatura. Un año después, en 1943, se integró a El Colegio Nacional como miembro fundador. En esta última institución impartió una serie de conferencias sobre novelistas franceses, españoles y mexicanos, parte de cuyo material le serviría de base para componer el libro Cien años de novela mexicana (1947). Obras como Los de abajo, Los caciques, Pedro Moreno y El desquite dieron lugar a otras tantas escenificaciones. En 1949 recibió el Premio Nacional de Artes y Ciencias. De ese mismo año data su última novela, Sendas perdidas. Son póstumas Esa sangre (1956) y La maldición (1955). Murió el 1º de marzo de 1952 en la ciudad de México; sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores de la ciudad de México.

Sus obras: María Luisa (1907) Los fracasados (1908) Los triunfadores (1909) La casa (1908) Mala yerba (1909) La rueda del aire (1908) Andrés Pérez, maderista (1911) Los de abajo (1915) Los caciques (1917) Las moscas (1918) Las tribulaciones de una familia decente (1918) La malhora (1923)

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“Todo lo que sabemos del amor es que el amor es todo lo que hay.� Emily Dickinson. F A C T U m - Revista Literaria

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No He Hecho El Amor Desde El Año Pasado La tos lo confirma es un encierro silencioso en la codicia del regodeo del ego José Alfredo, el poeta beatnik de México suena más actual que esos maullidos Si fue anoche, no lo recuerdo mi último viaje a roma y de regreso asalto de suvenires sorpresa ahora que nada nos asombra tanto como antes Divago nado en ríos fríos en venas ardientes hasta el estiaje vuelvo a toser la tarde pinta pero hasta ahí nomás párale de contar Los ojos no mienten pero no es el punto ni la tos, ni las letras, ni lo profundo ni – solo lo escribiré una vez “la poesía”… La política y la poesía engañan satanizan la más pura imagen en golpes y no del pecho

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Reactor nuclear sistema sinapsis como en los viejos tiempos sinrazón a pesar de las victorias técnicas impredecibles arriesgar la misión decisión de combate y vivir las consecuencias Miradas miradas telepáticas detalles y promesas lenguaje venganzas de herida abierta tirando dientes fuera candidatos al turno estelar orientando la compatibilidad 1 año y más… Así es esto del ROCK - dicen los que saben el error, el nombre, la obediencia el respeto, el problema… yo de mente a mente, si así, de mente a mente demente

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¿Qué haz hecho? ¿qué ves? gitana vida sin arneses el juego, el enlace, los artículos especifico instinto salvaje bestias impresionistas individualistas todo se vale… descontrol del recuerdo al presente voces en off abortar misión en cualquier momento o - como siempre siempre no “...Llevo más de un mes con el mismo pantalón, ¿y qué?” Garras y huesos 12 o 15 meses sin intereses busca algo de polvo y potencia sin disculpa, sin sacrificio desaparecer es la excelencia síntomas o el ser y hacer actitud en posición al infinito en la batalla de los monstros shock difícil shock pérdida crítica de altitud…

Zambra. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Promotor contracultural y músico.

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SUEÑOS, ILUSIONES Y ESPERANZAS

Todo ello es un lujo que nos permitimos los humanos. Soñamos que seremos grandes, felices, indomables y fuertes. Nos ilusionamos con todas las fantasías que nuestra mente es capaz de hacernos ver y nos quedamos con la esperanza de poder observar y presenciar lo soñado e ilusionado. Ahora bien, si todo ello no se cumple, ¡cuidado! Porque nos podemos destruir en un solo instante. El milagro ocurre cuando aparece un personajito, encantador, precioso y dulce que aún no ha sabido de los sinsabores futuros y nos reconcilia con todo lo que nos rodea. Nos hace volver a soñar, ilusionarnos y esperanzarnos. En definitiva, nos hacer volver a sentir la vida. La presencia de un nuevo ser, una nueva vida es algo grande, hermoso y fascinante. Llegando a hacernos olvidar todo lo que no hemos logrado. Los sueños, ilusiones y esperanzas, vuelven a abrirse en los caminos que deseamos se allanen a la nueva vida y consiga que ésta, se llene de esos sueños, ilusiones y esperanzas que se harán realidad.

Rosa María Bodas Pérez, 57 Años. Toledo, España. Escritora.

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Vorágine No me presiones con tu banalidad pues tengo un revólver por boca y una bala con tu nombre en ella; aunque quizá jamás podré usarla pues el gatillo de mi corazón está bloqueado con sangre en ebullición. El día a día carcome lentamente el silencio, para demostrar al sinsentido que el poder de las alabanzas se obtiene mediante el indulto insípido que el Rey Supremo de la Memoria otorga a malaventurados como tú. Desatasco al corazón del líquido rojo en hervor para disparar contra tu sentimiento y aniquilarlo; mientras tú te esfuerzas en creer que la suerte está de tu lado para finalmente caer sin volver a levantarte. Ahora que has muerto te honraré con el recuerdo y te adoraré como a un condenado a vivir.

Luis Ángel Escobar Pérez. 22 años. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Estudiante de Lengua y Literatura Hispanoamericanas.

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Me despierta el alba, quien me lo diría que tu hermoso rostro contemplar pudiera no, no eres fantasía, es mi realidad. Entre blancas sabanas a medio cubrir descansas el cuerpo delinean tus formas, las puedo admirar mientras tú mi amor ni cuentas te das. Despiertas en mí tantas emociones hay deseos locos de besar tu boca recorrer tus calles, pintar las caricias sentir que me abrazas, estrechas, asfixias... Suspiro profundo, se me ha hecho tarde tengo que marchar. Con mucho cuidado apago la luz grabo en el espejo la pequeña nota: “Cariño, observa tu espalda marcadas en rojo te deje mis huellas quiero agradecerte por las emociones de cada mañana, al contemplarte... desnudo entre mis sabanas blancas”.

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SISTÓLICAMENTE HABLANDO Si es cuestión de ritmo, podríamos curar las arritmias con canciones. ¡Bendita música! Si es cuestión de ritmo, me ofrezco para clases de rimas a corazones. ¡Bendita poesía! Al final va a ser verdad; no lato igual sino me cantas y yo también puedo ser cirujana con un lápiz por bisturí. Todo es cuestión de ritmo. Y los cardiólogos deberían decir que, sistólicamente hablando, vamos a ser su mejor verso.

Clara Vizuete Tenías, 20. Barcelona, España. Estudiante de Genética.

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A veces te pienso A veces te pienso, te miro en suspiros, camino en el tiempo te vuelvo a mirar cuando nadie me mira, a veces te quiero & muchas otras te olvido, no te compenso con nada, eres alba que muere entre días, eres mi piel que se en fría, te mantengo como llama en mi ser, te me haces lejana cuando te pierdo la pista, te me haces kilómetros en un camino lleno de atajos, a veces eres fantasma que me persigue en mis noches de insomnio, te quisiera para mi & para hacerte eterna, pero en días como hoy con tanto que extrañar & poco que perder suelo acariciar tú recuerdo diciendo te quiero. Tal vez me encuentro vacío o solo este lleno de nada, estoy temblando de frío me estoy quedando sin recuerdos, desde que te marchaste este corazón ya no es habitable, estoy tratando de olvidar tu nombre, tu color de piel, el lunar 27 que tienes en la espalda, esas piernas que contaba a besos, ya ordenado borrar tus huellas del mapa, por cualquier situación que pueda ocurrir me he pegado un tiro por si no muero en el transcurso de mi vida. Puede ser poco realista extrañarte tanto, pero lo hago; te extraño como extraño a la luna en tiempo de sequía, eres un silencio que atrapa miradas & recuerdos, podría tenerte en mis dudas, en mi piel como perfume de ternura ahí en la intemperie, escondida de mi tacto huyendo de una historia entre mis días, efusiva con tropiezos, aunque a veces debería dejar que te marcharas para respirarte al compás de mis destierros, de mi clama & mis sombras.

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Siento un calor que recorre mi cuerpo hirviente, vulcano con ganas de erosionar entre espacio & tiempo, tengo ganas de que llegue la noche & volarme a tu morada, abatirte los sueños & quedarme contigo. Tengo ganas de ser inmune a la distancia & tomarte a cada legua, tengo muchas ganas de quedarme perpetuo entre tu piel, ahí tatuado como los recuerdos que se marchan hasta el último aliento, tengo ganas de no pensarte ahora pero no puedo, ya eres una fiel mensajera de mi pluma, ya eres tertulia, eres musa, eres una luna llena que abate a mis labios en tiempo de abstinencia, ya eres un pensamiento intenso que canta & llora al mismo tiempo. Aunque a veces te pienso, muchas otras te siento como se siente el frio & el calor del clima, el de tu cuerpo, ahora te dejo ardiente entre mi pluma para sentirte al despertar, cada vez que te recuerdo, se me pinta una sonrisa, pero cuando te me haces kilómetros hay una silueta de tristeza que me abate & dejo de sonreír. La distancia es de mares & de playas, las leguas no van conmigo, son demasiado largas, bellas, pero largas, solo dejare mis ojos en cierre, dejare que la mañana sea mi próximo verano, dejare que te mermes en mi mente, así como la muerte nos merma con el tiempo, igual te llevo conmigo en mi último camino. “El amor es ciego, a veces sordo, es verbal, de tacto & el resto de su vida emocional”.

Fernando Bermúdez, 23 Años. Chiapas, Mexico. Escritor, Fotografo y Poeta.

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Te volviste mi mar...

Siempre has sido mi mar... Ese mar que va y viene, que su brisa te acaricia para luego desaparecer. Lleno de mareas y dudas, tan profundo, tan lejano que parece imposible llegar al otro lado... Y te ahogas... Caes mientras la tormenta levanta tempestades y notas como te hundes lentamente, con todos sus tesoros, sus recuerdos, su pasado.... Te absorve y te olvida. Eres ese mar, sólo, sereno e impasible frente a un cielo que no cambia de color, que siempre es igual y que parece que llora. Y en el fondo de ese inmenso océano, buscando tu corazón, no dejo de gritar... Pero nadie me oye y tú has vuelto a quedar en calma como si nunca hubiese nadado en tus aguas. Como si nunca me hubiera enamorado de tu tranquilidad...

Gemma Cardera Gil, 23 años. España. Estudiante de Psicología.

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Mesura Para Ángela Guerrero Sanz De ángel, la rosa mística carmín cautiva en el pecho del ruiseñor. Suave caricia, diáfano confín, es el trazo tierno del soñador. De ángel, la noche estrellada sinfín atrapada en el lienzo del pintor. Es el canto humilde del serafín, brisa nocturna, cálido rumor. De ángel, la platinada fantasía, mágica poesía femenina, manantial perfumado de alegría: es la suave y cálida ventolina del pintor soñador en sincronía con la luz que al ruiseñor ilumina.

Dante Vázquez M. 34 años. México, D.F. Poeta.

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Y DORMIMOS El sonido de tus cuerdas vocales La dulzura de tu canto. Parecieras quimera en el fundo del mar, Al cerrar los ojos observo poliedros Girando. Trastornas mi juicio Sin prácticas supersticiosas Abro los ojos, los calabozos se Abren. Tus labios y tu cintura, El croquis de tu cuerpo, Un cuartel militar ardiendo. Me lees un cuento al oído Y los dos caemos, poco a poco, Descendemos, te recuestas En mi pecho y dormimos.

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Agustín nunca vio el mar Agustín nunca vio el mar 1. Utilizamos el pretérito perfecto simple porque una acción tan sencilla como acercarse a la orilla, junto al agua peregrina y voluble, nunca le llegó a suceder cuando era niño, joven o adulto. Agustín es ahora viejo. De esas personas tan viejas que te hacen sonreír y respirar hondo del tiempo que llevan viviendo. - Yo tengo noventa y tres años, y nunca he visto el mar. Esa es la frase que más le gustaba decir. Utilizamos el pretérito imperfecto porque una cosa que ocurría con frecuencia se ha interrumpido en el momento en que Agustín ve el mar. Le lleva de la mano una mujer. Es vieja, y ella ha visto el mar millones de veces, aunque no sabe nadar. Nunca supo, y a pesar de no sentirse orgullosa de ello, sí lo reconoce ante algunas personas reconfortantes, y que no se ríen de los pequeños defectos. - Yo tengo noventa años, y no sé nadar. Esa es la frase que unos pocos interlocutores oyeron pronunciar, y a la que ninguno contestó con sorna. Sin embargo, esta historia es mucho más simple que todo esto: Cristina (que así se llama desde antes de nacer, a pesar de que todos los que pensaban en ella la llamasen de otras formas. Cuando nació, todos vieron que tenía boca, ojos, dedos y nariz de Cristina) ha decidido acompañar a Agustín a ver el mar. Se aman lo suficiente como para haberse visto una vez más y haberse dicho: - Yo tengo noventa y tres años, y nunca he visto el mar. - Yo tengo noventa años, y no sé nadar. 1

Así ha sido llamado este cuento. No por falta de títulos, que cuando no hay inspiración, siempre aparece, de forma casual, una excelente forma de llamar a una historia que no existe. Simplemente, es una frase lo suficientemente bonita como para que quieras seguir leyendo.

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El encuentro se ha llevado a cabo de forma natural, como saber de repente que estás enamorado, que estás vivo o que tienes hambre. Él disponía una tostada sin mermelada y ella preparaba café para uno. Inmediatamente, han tomado un tren, y ahí están. Apenas queda nada de lo que Cristina recordaba. Ha querido llevarle a un lugar excepcional, de los que de tantos recuerdos marean, y eres capaz de verlo una vez más al cerrar los ojos. Sin embargo, ni las casas, ni las rocas, ni el color de la arena son ahora iguales. Ahora, los espacios de tierra en que ella miraba al horizonte intentando orientarse, los trozos de cielo rotos por siluetas de casas desconchadas, el agua, son distintos. Ante sus ojos, la arena es parda, a pequeñas dunas irregulares que parecen de terciopelo recién extendido, u omóplatos de gato que ronca suavemente. Aquí y allí descubres restos de vida poco inteligente, ropa, elásticos, piedras pertenecientes a otros lugares. Como si solo quedaran ellos dos en el mundo. El agua moja de manera fría con espuma tan blanca la tierra, que apenas deja marca oscura, como si la discreción se le hubiese impuesto, como si le diera miedo salir hacia afuera. Era la estúpida idea de una fotografía del agua. El cielo está surcado de guerra: las nubes han quedado redondas como ovejas y el color es vago, apenas una niebla blanca y azul, a medio pintar. Pero no hace frío. Agustín no abre los ojos, lo acaba de prometer. Nunca ha visto el mar, y eso le hace temblar, porque el olor salado y la brisa le mueven el cuerpo con evidente entusiasmo. - Así que es verdad. - ¿El qué? - Que existe el mar. - Sí.


CREACIÓN - ¿Es bonito? - Sí. - ¿Cómo es? Descríbemelo. - Hay millones de personas. - Las oigo. - Al no haber empezado el verano, se distingue perfectamente el aroma del bronceador, del calor, del jabón para lavar las toallas. - Sí, es verdad. - El agua brilla. Serán, aproximadamente, las doce del mediodía, y el sol está pegado a ella. Puedes verte los dedos de los pies a través de su cuerpo transparente. Parecen ojos, ondulados, que no paran quietos, y te envuelven si te mueves. Si te hundes, suena en tus oídos un crepitar de fuego, pero es el plancton. La sensación de flotar es similar a la de dormir, pero mediante una inercia y una serenidad que no podrás conseguir ni en la bañera de casa. - Sí, siempre me lo dices. - El mar está lleno de almas en pena. - ¿Hablas de magia? - No. Hablo del amor. - Ah, entiendo. - Algunas están separadas por montones de gente, y apenas se intuyen. Otras, enlazadas bajo el agua. Algunas esperan que el movimiento de las mareas les facilite el trabajo, y las últimas hablan, hablan, nadan, nadan, se ríen, y se besan con la sed de saliva dulce. - Sí, lo veo – ríe. - Sólo me falta decirte algo más del mar. - Dime. - Hay muchos mares. - ¿Cuántos? - Millones. - Dime dos. - Mar Adriático y mar de abrazos. Se abrazan. - Yo tengo noventa y tres años, y ya he visto el mar. Agustín toma la mano de Cristina, y se marchan del lugar. Agustín sabe que Cristina no sabe nadar, así que algún día, cuando conozca el camino a la playa, le enseñará.

Cristina Pérez Carmona, 26 años. Murcia, España. Profesora.

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LA CUESTIÓN DE LOS ORÍGENES El racismo, que todavía persiste en algunos sectores sociales de algunos países, me ha hecho pensar en la cuestión de los orígenes. De esta forma, algo que podría parecer en principio arcaico, como son los conceptos racistas o de los orígenes, se tornan de plena actualidad si analizamos la realidad social imperante en algunos lugares. Pero no sólo desde el punto de vista político, sino también económico, étnico, cultural o religioso, entre otros factores susceptibles de discriminación. El hecho de ser de un lugar o de otro constituye, lo queramos o no, un factor clave de nuestra identidad, tanto a los ojos de los demás como a los nuestros. Asimismo, la ascendencia social o condición llegan a caracterizar en gran medida la percepción que los/ as demás tienen de nosotros/as y, por tanto, que de nosotros/as mismos/as tenemos. La adaptabilidad a los cambios de cada uno/a de nosotros/as, que no somos más que especímenes aislados de una gran especie llamada “Homo Sapiens Sapiens” marca, en apariencia, un antes y un después en nuestro éxito en la vida… ¿es esto así? Porque en caso de ser cierto, habríamos de aceptar sin ambages las teorías neo-darwinianas-sociales, según las cuales el medio y la genética condicionan nuestra existencia. Ante esto yo, y otros al igual que yo, anteponemos el poder de la conciencia (por no hablar de espiritualidad, ya que no creo en espíritus) y la capacidad de pensar (“pienso luego existo”, Descartes), que debe caracterizar al ser humano. O, si no pensar, sí al menos razonar, lo cual nos diferencia del resto de especies del reino animal (y no solo nos diferencia eso). Aceptemos esto o no, esta capacidad ha permitido al ser humano llegar a ser lo que es hoy. Pero yo, que me considero un inconformista, no puedo menos que invitar a la crítica de eso que llamamos “progreso humano” así, sin más. No obstante, y a pesar de mi poder de convicción, no puedo ni debo renegar de mi especie y, por el contrario, deposito mis esperanzas en futuros más placenteros para el conjunto de la humanidad, empezando por mí, y acabando por el resto (hay quien diría que es al revés: primero el resto, y por último yo).

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La raza humana es una especie que, para nuestra desgracia, se haya condicionada en su totalidad por múltiples factores impuestos por unas élites, y aceptados por una parte de la población, y que subyugan al resto. Contra ello, yo antepongo el sentido crítico, frente al mimetismo social, contra el que lucharon y luchan muchos teóricos y estudiosos de los movimientos fascistas de la historia del mundo, y que constituyen, a mi entender, la mayor amenaza a la paz en Occidente. Y es que creo, como Freud y otros, que los seres humanos aprendemos los unos de los otros, y que el entorno (sobre todo el entorno familiar y cercano) resuelve a nuestro favor o en nuestra contra, según los casos. Esto parece inevitable. Ahora bien: una cosa es una cosa y otra muy diferente la otra cosa, ya que el ser humano no es un autómata, ni una máquina, ni un ordenador, ni una cámara de vídeo, sino que es mucho más. Quién sabe, yo estoy pensando en la “filosofía del sujeto”.

Eloy Andrés Gómez Motos.

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¿¡QUÉ!? Feliz cumpleaños Pecan. ¿Qué haré sin ti, amor de noviembre? ¿Qué haré contigo deseo hiriente? ¿Qué maleza llenará mi vientre? ¿Qué tormenta lacerante llegará en diciembre? Ya no pasa por mi casa tu sombra. La luz de tus ojos ya no alumbra mis días. Las pupilas se volvieron ciegas. Mis labios están desazonados. Nada calma la aspereza de mi cuerpo. Todo es una carrera contra el tiempo. Mi mundo camina, saturado de insomnios por no poderte encontrar. ¿El amor es nombrado también anhelo? El concepto de caricia lleva tu nombre. El significado de mi vida porta tu sonrisa. Mi alfabeto está cercado por w, h, m, l, c, i, v, s. Todo es tan simple. Mis besos en tu cuello, mi cuerpo en tu cuerpo. Apetito desbordante de trazos en el infierno de una cama. Te saboreo con sólo imaginarte. Silénciate alma mía. Abstén tu afán de quererlo tuyo. Enmudece deseo. Memoria; recuerda no perderte en su silencio.

Zafiro Merlión, Oaxaca de Juárez México. Escritora.

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YO SOY LA TRISTEZA a Ana Azucena R P

Yo soy la tristeza que vive en mí, la oscuridad escurriendo de la charola del destino como una baba. Aguardo mientras los rostros pasan, con las expresiones fijas en una mueca aburrida; son efímeros e ineficaces, con su abandono al fluir en mares lejanos, huyendo de ciertas (¿desiertas?) bocas. Yo soy la tristeza, única e indefinible, revestida con los fragmentos de otros cuerpos, notando asientos vacíos en el carro del metro, calcomanías despegadas en las libretas del colegio, manchas de moho, violines que no se tocan, señas que no indican a ningún sitio. Las facciones arden, y el consuelo de mejores días no parece tener presencia. Se fermenta el vino de la evocación en el tonel, vetusto, de mi pecho, y cantan sobre insufribles sirenas mutiladas; ¿qué es un suspiro sino un grito temeroso que se ahoga en las entrañas? Soy una libélula aprisionada en las manos de un anciano senil y ciego, alguien que sujeta un quinqué que ya no tiene aceite. La pesadumbre invade, trepa sinuosa, simulando el respirar ingenuo de los dementes, vertiendo un vaho que me entume; llega a las cavernas del cerebro y empuja los ojos con enormes manos de agua y sal.

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VUELTA A DELFOS Cuando no queda más nada en el corazón es importante ser honesto, digno, mostrarle al sol las llagas en la espalda; hay que tocar el rostro más allá del borde del agua y entender que todo es una mentira, un banal deseo, escuchar las mariposas convertidas ya en cenizas, saberse estúpido o único, ambos quizás, servir la copa con vaho del Estigie, cuerpo sin destino, fermentados la entraña y el sueño. La fuerza de una palabra depende del azar. Enaltezco a la negación como una virtud perfecta, y discurro ajeno a las razones de la vida y la muerte. Las veces en que me adentré al rio de las pasiones lleve a los labios el fango hasta perder el hambre; el amor es una ilusión insatisfecha en sí misma, una búsqueda tragada por lo infinito, y el odio crece con tanta sutileza que le puede sustituir; el odio crece más rápido que nosotros. No tengo la necesidad de mentir. Soy un visitante de hábitos que nadie antes ha cultivado; sólo estallan por el gas bajo la piel, y arden.

Ernesto Adair Zepeda Villarreal, 29 años. Texcoco de Mora, México. MC Economista.

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¡Ciao Bella Ciao!

Y en aquel preciso instante, solventada aquella conversación en donde él quedaba fuera de cualquier foco que alcanzara a iluminar su luz, supo que debía sentarse a escribir, que necesitaría alumbrar otra historia en donde encontrarla de nuevo. Sin embargo, aquella muchacha plateada; dorada por el sol y la belleza escrutada con lupa, parecía acercarse más y más con sus acciones peligrosamente al precipicio en donde él había marcado con tiza, y con pedacitos de su corazón destrozado tiempo atrás, la fina línea que separaba la inversión de su salud y de sus textos con la más absoluta perdida de tiempo. Y en esta última estadía parecía balancearse de manera inexorable aquella muchacha, tras unos cuantos extraños reveses cada vez que hablaba con él; cada vez que la conversación entre ambos se limitaba a la incondicional espera por una parte - la de él- y a la más estrafalaria ausencia en presencia de monosílabos a cuenta gotas, si acaso -por la de ella-. Por lo tanto, el hombre, sopesó las opciones que se dibujaban frente a él, y no tuvo por más que enjuiciar si Ana se trataba de una estupidez en ciernes o de algo por lo que seguir leyendo más paginas de aquel libro. Aquel ejercicio de madurez fue planteado el domingo 07 de Septiembre a las 12 y 36 de la madrugada. Dejaría pasar un tiempo prudencial de uno o dos días para dictar sentencia. Dictada la cual, no habría marcha atrás en ninguno de los casos. Al día siguiente y bajo la misma premisa de preguntas al cielo sin respuestas, opto meramente por limitarse a “observarla”.

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Y de repente, cuando caía la noche y de manera placida él repasaba sucedidos múltiples en el sillón, ella le contesto a todos los mensajes que él le había enviado entre todos aquellos días; de golpe y porrazo todas las preguntas habían obtenido respuesta, y lo que es más importante, el dictado del juicio era claro: PERDIDA DE TIEMPO. Mujer falta de cariño, aterrada por la soledad = Fragilidad y fácil estribillo. No obstante, le concedió o más bien se concedió otra oportunidad aquel hombre, y hasta quedo embelesado por las palabras de aquella muchacha, que lo emplazaban de manera directa a verlo en persona de nuevo. Sin embargo, cuando el hombre parecía casi tocar la punta del parnaso con la nariz, y oler las delicadas flores de los Dioses, Ana lo volvió a bajar de la nube con un martillazo de circunstancias. En ella pesaba aún la carga de un amorío fallecido apenas hacía un año. Y en nada, todo cambio; su verbo, su poca prisa, sus ganas de verlo; En definitiva, desapareció del Facebook y del whatsapp sin explicación alguna. Para ser del todo ciertos, tenemos que admitir que el hombre volvió a sufrir cuando creyó experimentar algo que nunca más se daría la ocasión de saborear ni vivir. Entonces, armado en la trinchera de los perros apaleados por sus dueños, y revistiéndose las magulladuras de sus entrañas con hilo de color negro, se dispuso a dictar sentencia en firme. Ana = PERDIDA DE TIEMPO. Mujer frágil enamorada aún de un tipo que se ríe de ella, que la utiliza pero (...); eso ya no es asunto de este perro mutilado ni de su jurado y mucho menos de su JUICIO. ¡¡Ciao Bella Ciao!!

Jonay Castro Casañas, 36 años. Tenerife, Islas Canarias, España-

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Prisión de luz Apenas despertó, sin abrir los ojos, pensó en el mar. No porque quisiera hacerlo, simplemente esa idea se fijó en su cabeza: un mar plateado y amarillo que alcanza la arena en forma de espuma, que lleva y devuelve en su vaivén caracoles incompletos, piedrecillas, una que otra rama. Ahí está ella en su imaginación, viendo el mar. Unas figuras, a lo lejos, parecen reír al ser revolcados por las olas. Se levantan, corren, vienen hacia ella pero nunca llegan: es demasiada la distancia que los separa. Quizá por eso mismo no logra recordar el rumor del oleaje, apenas el aroma salino de la playa. En ese instante no está segura de estar despierta o dormida. Sigue con los ojos cerrados, como si de ese modo pudiera ver con más precisión. La luz del día atraviesa las cortinas, sus párpados y las sábanas, ella se arrebuja aún más en la frazada, hasta dar la apariencia de un capullo. Sin embargo, la luz entra, se implanta y no la deja ver nada más, sólo una brillantez que deslumbra, que borra cualquier otra cosa; por eso se tapa la cara para defenderse, pero es inútil, cuando llega lo blanco no hay nada que hacer. Quizá enconcharse más, formar un nido con las cobijas. Un olor conocido y agradable la saca de su prisión de luz, la lleva a la cocina donde un niño está bebiendo chocolate de un enorme tazón. Ella lo ve de lejos y quisiera besarlo, es aún pequeño y admitiría sin remilgos la caricia, pero sus pasos no la acercan. Desde donde está, se superpone la imagen de un joven que se desespera, aunque lo disimule, por la discapacidad de su vejez. “¡Todo se te olvida, mamá!”, le oye decir. “No todo, me acuerdo que quedaste de venir a comer el domingo y nunca llegaste”, desea contestarle, pero no lo hace porque sabe que él volverá los ojos y los brazos al cielo y se alejará, dejándola sola en su intento de anudar los recuerdos.

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Después de la cocina, otra vez la luz. Se da vuelta en la cama y al estirar un brazo toca un cuerpo. Sonríe al pensar en sus párpados cerrados y la respiración tranquila. Ella y él, bajo las sábanas, desnudos; su piel recuerda la tibieza de sus manos. Se da vuelta de nuevo, ahora con el fin de sentir su abrazo como un abrigo. Es reconfortante tener a alguien que aún la abrace. Él. Quiere recordar los detalles de aquel rostro, pero un ruido la distrae, ¿el abrir de una puerta?, después una neblina se estaciona en sus ojos. Una voz suave llega y se convierte en manos que la descobijan, le ayudan a levantarse y la conducen al baño. Él se ha ido. No quiere ducharse para que el agua no se lleve los recuerdos, ni peinarse ante el miedo de que sus ideas se pierdan. Se empeña en no abrir los ojos, prefiere continuar solo consigo misma, con el resto que queda de ella antes de que esa pared blanca reemplace para siempre a su memoria.

Mariena Padilla. Monterrey, Nuevo León, México.

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DULCE NOVIEMBRE Coincidimos sin ni siquiera pensarlo, Compartimos sin ni siquiera soñarlo, Y entonces fue real, y estábamos ahí. Tú decidido y seguro, yo incrédula pero ilusionada. Aquellos días y tantas tardes de cada estación, Pues no nos bastó solo una. Pero te fuiste cuando el invierno estaba por llegar, Y aunque el frio toco hasta el alma por mucho tiempo, Ahora eres dulce noviembre, que el corazón agradece con gratas sonrisas, De esas, que no se desvanecerán. Te quedaste con la sonrisa de niño, Y te fuiste llevándote contigo la juventud que tanto disfrutaste. Fuimos instantes y coincidimos sin pedirlo; Pero te vi marchar, sin saber que te desvanecerías para ser eternidad. ¡Tantas pláticas! ¡Tantos momentos vividos! que en mi mente quedarán, Tú has viajado, y yo camino; pero sin duda, El amor que los dos experimentamos, se plasmó en el libro de nuestro corazón; Siendo hoy, de esas grandes historias para contar. Dulce noviembre vuelve, Dulce noviembre se va. Quien fuera agua para recordar, Quien fuera viento para acariciar, Quien fuera fuego para alumbrar. Quien fuera ave para volar. Dulce noviembre que entre tus días te marchaste con él, Sopla fuerte con tu viento y hazle saber, que mi corazón está en paz, Y que si escribo estas líneas, es solo porque sé que él también lo está.

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A LA VIDA Y ALA MUERTE Porque te elevas más allá de la enorme montaña Y sobrevuelas por encima de las nubes; Porque te fusionas con la luz del señor sol, Y sin embargo brillas por esencia propia. Porque en cada montaña generas grandeza, Y sin embargo a veces también mueres. Mueres en cada sonrisa que matas, En cada abrazo limitado, en cada “te amo” callado” Y en cada minuto no valorado. Porque es noviembre y los muertos vienen Y se confunden con un poco de la muerte Que a veces nosotros tenemos. Porque cuando te permites vives, Y cuando te abandonas mueres.

Diana Salazar, 31 años. México. Docente.


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Guiños de Incienso… (Fulgores)

Sueños bordados con hilos de seda de colores… Dibujos de flores y cielos azules, casi siempre nubes blanquecinas de infancias tiernas… Días del circo de los gitanos y dulces de limón…Invasiones de recuerdos…tus ojos de manzanilla: Tomabas tu infusión en aquella vieja cafetería, de ornamento modernista de chispazos de otro siglo… Por la avenida vagábamos, gesticulando autómatas el uno al otro… Éramos almas de río… Por sus orillas ladeábamos ilusiones de candelas, encendidas en misteriosos candores de chiquillo, niños que hablaban con el tiempo, en esos terrenos verdes, que se eternizaban al finito del pueblo… Donde las viviendas dejaban su aposento a la Natura, a la hierba y al ganado… Donde tu te aventurabas a sorprenderme, acogiéndome la mano en tu mano. Rozaban tus labios… Soplos de mariposa… Caricias de trigo… Bebía tus auras en esta tierra de fértil cosecha… Tú me regalaste una mueca y una estampita de la virgen de las galletas… Yo te ofrecí la flor del verano.

Kim Bertran Canut, 55 años. Barcelona, España. Escritor- Fotógrafo literario.

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ACTO CONSUMADO El acto estaba consumado. Una vez acabada la cena Ursula sintió una embriaguez especial, válgase aclarar que la sobremesa no había sido otra que agua mineral y que no había consumido ninguna sustancia psicoactiva, sin embargo su cara ardía, se levantó de la silla y puso un disco compacto de BB King, se acostó en el sofá, encendió un cigarrillo y contempló la luna por la escotilla del techo, estaba redonda y amarilla, ¡que linda era la luna! y pensar que siempre estaba ahí y no la veía desde hacía tanto tiempo, cerró los ojos y deliberó en lo afortunada que era, pensó en los atardeceres que le esperaban, en las formas y colores de las flores, en el canto de los pajaritos - en el caso de que lograran escapar de la sonrisa del gato - y en todas las cosas bellas, grandes y pequeñas; su cerebro era un derroche de serotonina, filigranas de colores, dopamina, amaneceres. De repente la música dejó de oírse, era hora de cambiar el disco, se levantó del sofá y levitó, un centímetro por encima del tapete, hasta el equipo de sonido. El paso anterior no había sido el mas agradable de todos pero “alguien tenía que hacer el trabajo sucio”… el cuchillo japonés de ‘dientes poderosos’ era una buena herramienta, o al menos eso decía el comercial en televisión, si puede cortar un zapato en dos podría hacer un buen trabajo sacando un corazón humano de su sitio habitual. Comer corazones humanos no era precisamente su comida predilecta, en realidad prefería el hígado con cebollas, que tampoco era su plato mas apetecido, pero el fin justifica los medios…y se dispuso a darle ‘cristiana sepultura’ al que fuera en su momento un hermoso corazón. La noche era fría y se acompañaba de una recia tormenta, propia de una escena de terror, la noche tempestuosa en este caso era premonitoria; esto complicaría un poco las cosas, pero con lluvia o no la decisión estaba tomada y no había marcha atrás; Rambo entró por la puerta trasera y se sacudió, al hacerlo mojó a Úrsula quien no lo regañó por ser el día de su cumpleaños número tres, al contrario, lo premió con unas sabrosas galletas con sabor a ‘suave filete de cordero´ compradas en la tienda de la esquina. Alguien llama a la puerta. -Hola ¿como estás? -Es bueno verte -En eso estamos de acuerdo… pasa por favor. Quieres tomar algo? Ursula tomó la cafetera con la intención de preparar la rica bebida propia de las cafeteras, el se acercó, sus manos se entrelazaron sobre su abdomen como un segundo cinturón -Quiero tomarte Las manos de Manuel dejaron su interés en aquello llamado abrazo y se dedicaron a recorrer la geografía tan amada, Ursula arguyó de la mejor manera, como en los viejos tiempos, no sin antes preguntarse si volvería a encontrar otras manos como esas, tan

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conocedoras de su oficio, a lo que respondió inmediatamente con un “Dios proveerá”, luego se preguntó si debía seguir sus instintos o si al contrario debía de ponerse a trabajar muy juiciosamente en el logro de su objetivo, a lo que de nuevo se respondió “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, sabiduría popular que cobraba mas vigencia que nunca ya que en el caso de él no habría mañana, sobretodo porque el “temita” de la necrofilia no le interesaba para nada, aunque había escuchado sobre una mujer que asesinó a su amante y guardó su miembro en el congelador en caso de que la nostalgia la invadiera; pero este definitivamente no era su caso, no creía que la nostalgia fuera útil, así es que dejó de hacerse mas preguntas y se concentró en lo que la ocupaba… Una vez terminada la faena, sentada en la mesita auxiliar de la cocina medio muerta pero muy viva, se estiró, largamente, estiró sus brazos, su columna y su mano izquierda; el, que había encendido un cigarrillo no podía resistirse a lo que veía, estos movimientos de alguna manera siempre lo enloquecían, apagó el cigarro como pudo y se lanzó sobre ella, era el momento de empezar de nuevo, Ursula respondió pero de otra forma… el cuchillo entró una vez, dos veces, trescuatrocinco y seis, era extraño pero la sensación era muy similar a la de partir una torta, pero lo mas extraño fue como en su cabeza sonaba una sinfonía, una sinfonía alegre y muy familiar. Este momento aunque sublime era agotador, entonces recordó que debía de hacer unos ‘arreglitos’ en su patio interior y se puso manos a la obra.

El hastío

Los días transcurrían monótonamente, los asuntos laborales en orden, aunque en realidad el trabajo nunca representó mayor esfuerzo, trabajar en lo que te gusta y además no tener jefe es estar en una situación privilegiada, los amigos tan encantadores como siempre, el dinero nunca fue motivo de preocupación al igual que los hombres, que siempre los hubo; las celebraciones estaban a la orden del día, cada una mas descabellada que la anterior, pero por mas innovadoras que fueran se tornaban terriblemente rutinarias, sin embargo en su cabeza o en su corazón, o quizás en los dos no había nada, nada… la vida era para Ursula una suerte de nebulosa, no por la explicación científica de lo que es, sino por su efecto óptico sumado a la sensación de tener su propia nebulosa en la cabeza, acompañada, quizás, de un mono tocando un tambor; nada era relevante, podía tomar cerveza tibia sin verse afectado su gusto.. constantemente buscaba estados de inconciencia, inducidos de cualquier manera posible… la existencia era tan amena como ver pintura secarse, es decir, los días transcurrían monótonamente …

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Han pasado un par de semanas sin verlo y la vida misma se hace intolerable, pero estar con el no mejoraba las cosas… y pensar que tiempo atrás todo resplandecía! Estando en medio de uno de sus pocos tradicionales momentos existencialistas, situación en la que desemboca generalmente el hastío, Úrsula decidió que el indulto no era la mejor opción, nunca había creído en la ley del mas fuerte ni en cosas semejantes pero cuando se trataba de buscar la felicidad era completamente egoísta; había recordado a Manuel, de hecho no era fácil dejar de pensar en el, pero esta vez el recuerdo era mas diáfano que nunca, además iba acompañado de una decisión, una decisión irrevocable!!! Manuel La vida en aquel tiempo estaba hecha de dulzura, llena de noches épicas, desayunos en la cama, paseos en las tardes tomados de las manos, entremeses deliciosos… Hasta Manuel había decidido dar el gran paso que era no solo irse a vivir juntos sino además comprarle a Úrsula, (de sorpresa ¿como no?) un cachorrito de dos meses; cachorro al que bautizaron Rambo, nombre bastante popular entre los caninos de estas tierras. No obstante esa tarde en el parque fue especial, acompañados de una botella de sangría con fruticas de colores y un espléndido sol, y lo demás que hay en los parques: risas infantiles, fuentes de agua fresca, pelotas saltarinas… hablaron del amor, del amor romántico de ese del que hablaba Novalis o Shakespeare, o cualquier autor contemporáneo con esa mentalidad ‘tan escasa en estos tiempos’, tema que coincidencialmente era de especial trascendencia para ambos, por encima del dinero y de las posesiones, Manuel habló de envejecer juntos, de que el amor verdadero es el sentimiento que perdura después de la pasión, ese sentir que se fortalece con el paso del tiempo, que no depende de la belleza física sino que supera todo; habló de tener una casa llena de niños juguetones y de mascotas, -cualquier animal domestico, estaría bien, menos los pájaros, que deben de estar volando-, pero principalmente llena de amor. Ursula pensó que este sentimiento era definitivo, que jamás se iba a agotar, que Manuel era su boleto al infinito y que las remodelaciones del patio interior de su casa iban a llegar a su fin, al igual que su colección personal de antiguos amantes consagrados que yacían durmiendo el sueño de los justos desde hacía unos años atrás.

Ximena Correa Valero, 40 años. Colombia. Socióloga.

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CREACIÓN N “No podía ser él” le dije sin reticencia Y a lo lejos de una perspectiva cruel Estaba ahí inmóvil inmutable e infernal Era él pero también era otro Una especie de polilla que me llenaba de asco Besos Recuerdos La enfermedad Sin nada de ropa en los ojos Con un velo en el cuerpo lo sentí Y le puse todos los circuflexos a las î No estábamos para tanto ni para menos Materia vacìa lo que estaba adentro de todo No vine al mundo a llorar la mierda que dejaste Entonces le quité las comas a mis blancos fáciles. La diferencia no existe de ningún modo en los colores Ni hay cabellos que no se enrreden entre sí O que se descompongan las formas de las rosas --¿lo ves? La unidad es lo que desciende Narcolpescia, narcotráfico, narcoletas, narcomundo, Nacomítico, nacoetílico, nacofísico, nacoléptico Se me olvida lo que digo Lejos lejos las hojas de tu boca vuelan No hay belleza en azul no dejes que te mientan No hay orden en lo antiguo ni rima en la parálisis No hay risa en lo antiguo ni rima en la No hay vida en lo antiguo ni rima en No hay cima en lo antiguo ni rima No hay modo en lo antiguo ni No hay pena en lo antiguo No hay poder en lo No hay calor en No hay besos No hay No n

Daniela Albarrán. México. Poeta y narradora.

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Yo fui la que se ilusionó. ¡Va!. ¿Para qué recordar algo que ya dolió? Fue inútil vivir esperanzada, no fueron dos días y medio, fueron años, años enteros y la esperanza se extinguió. Por eso me voy amigo, tu amistad no es suficiente para mi. Te firmo mi desistimiento con lágrimas, y. En silencio, con las zapatillas en la mano, semidesnuda. . . Renuncio a ti.

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Adiós La melancolía llega al sol de mis ojos guardando tu bella locura, tu rareza inconfundible, aquella sabiduría tuya de amar los momentos cuando había lo inesperado lo anhelado por aquella niña oculta en tu interior, la belleza cuando la primavera tocaba tus pies en la incertidumbre de los momentos mágicos de aquellos poemas de amor los cuales inspirabas con tus sonrisas, eso es bastante para que el resto del verano llegue una vez más a los bosques de la esperanza perdida reencontrada en loa recuerdos de aquella tarde lluviosa, los momentos, los paisajes se mueven armónicamente acorde a tus sentimientos indiferentes confusos pero encantadores en instantes de soledad poética, tu cuerpo tan cerrado pero frágil , encerrado pero divino, busco los efectos de las causas de tu distancia, pensando que soñar en el amor es una pérdida de tiempo cuando sólo lo conozco en sueños, pero son palabras muertas, inútiles e indebidas, para este soñador loco perdido en el cuento de Alicia intentando alcanzar al conejo en esa realidad monótona y temporal, sólo espero llegar a la orilla recoger las rosas que esperaban tu llegada de tu corazón fantasma, distinto a las estrellas brillantes de los cielos del paraíso, miro a la distancia bajo los sonidos del mundo nuestras siluetas besándose en las postales de las navidades pasadas cuando éramos uno mismo bajo la evidencia de la luz crepuscular, llena de incesantes bordes de la nimbus de tus recuerdos, la timidez reflejada en la luminosa esencia que corre por tus venas, es aquella que ansía la vida de cada día al momento en el que pienso en ti, tras un viaje agotador hacía el reino celestial de tu figura he decidido caminar una vez más en las fronteras de aquellas curvas que amo, invocando a los poetas muertos en aquellas ruinas de la persepolis pérdida, de aquellas rosas de Milán, de aquellos besos en la playa de mi sentir, de aquellos momentos escritos por la ironía de mi ser, simplemente que en paz descansen tu a besos desdibujados pero anhelados en los últimos días de mi estadía de mi espera infinita, que en paz descansen tus caricias delicadas cual bailarina , conquistando a los presentes con tu belleza enigmática, sé que un día cuando llegue el aire fresco que mueve las banderas de los barcos de los mares de Irlanda y el eco retumba en las cuevas del tiempo al final del segundero será hora de decir adiós.....

Tacho, 22 años. México. Estudiante de licenciatura comunicación y escritor.

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Amando Poéticamente Miro y vuelvo a mirar tus ojos oscuros, tu silueta. La habitación esta oscura nuevamente, y tu piel se eriza. Tu bello cabello sobre mi cara, versos y versos, eres un poema. Mi poema preferido, en verso o en prosa, épica, delirante. La belleza inunda las cuatro paredes, él contacto de nuestras manos. El poema comienza a ser recitado, somos nosotros, los viajeros en el tiempo. Arrebatando nuestras vidas Penetrando la realidad, sabes a poesía. con la sonrisa más brillante que el día. Amando poéticamente, sin tregua a la muerte.

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Noción Abstracta La noción abstracta, sin final. Belleza te haces llamar, como la luz penetrando a la oscuridad. Armonía y naturaleza, subjetiva, una dicha terrenal. Como relámpago del catatumbo, acompaño tu presencia. Aurora Polaris sobre el cielo nocturno, alcanzando la órbita de mi cuerpo estelar. Las partículas de el viento solar besándonos a pequeña velocidad, empujando la magnetosfera sin cesar.

Fabián Luna.

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De cómo atravesé medio país para poderte coger Mañana pal´ norte paso del tren, mañana pal´ norte paso del tren se va mi amorcito y con él me iré, se va mi amorcito y con él me iré. pasando montañas, valles y llanuras, pasando montañas valles y llanuras, Va el aventurero en busca de fortuna… Celso Piña

La cumbia de Los Ángeles Azules nació en Iztapalapa y estas perras ganas de cogerte La cumbia de Los Ángeles Azules nació en Iztapalapa y estas perras ganas de cogerte nacieron a 19 horas de esta banqueta desde la que te estoy gritando; nacieron en los pinches XV años de tu prima. ¿Recuerdas aquella noche? Cuando la luna brillaba tan bella, que en el cielo aquellas estrellas radiaban de luz y color… pues esa noche te arreglaste tan bonito porque tu prima favorita cumplía años y le habían comprado un vestido feísimo. Y sí, no te miento; fuiste a la primera morra que vi apenas llegue, todavía José no me presentaba a su hermana, con la que yo quería quedar, cuando te vi cruzar de un extremo a otro del patio. Si me pidieran que te describiera, si el poli me hubiese alcanzado en esa calle de Querétaro, luego de robarle dos tamales a la doña, y si me hubiese preguntado por qué chingados no estoy en la universidad, entonces tendría que decirle que llevo 12 horas siguiéndote, que eres igualita a la niña mala que describe Llosa; morenita, delgadita y culito respingón. Entonces el poli me diría que a las morras no les gustan los batos que roban tamales, entonces le miraría y seguro me aguantaría las ganas de pegarle unas patadas en los huevos, en su lugar una pinche respuesta pendeja: “tenía hambre, poli”. Cuando la música sonó y empezaste a bailar yo quise que fueras mi novia, quise agarrarte de la cintura y convencerte para que te dejaras besar. Pero me quede sentado como idiota, mirándote pasar cada vez que la víbora de la mar se medio moría porque tu prima se soltaba. Durante una semana te vi cruzar las calles de la colonia, te vi de la mano de tu prima cuando las dos salían a la plaza. A esas alturas seguro ya sabias que te quería, ya sabias que odiaba a tu pinche prima porque no te dejaba ni a sol ni a sombra, pero yo no te decía nada, yo siempre he sido bien pendejo, yo solo te veía pasar. La semana completa falte a la universidad nomas pa´ver como movías las nalgas al caminar. Me iba a la otra cuadra y debajo de un nogal me quedaba todo el día, solo me movía cuando me calaba el sol o cuando te perdía de vista cuando entrabas a la tortillería. Mis padres creían que estaba estudiando pa´ser abogado pero la verdad es que contaba las hormigas en la banqueta debajo del nogal. El miércoles me decidí a preguntarte si querías ser mi novia, cuando vi a tu prima doblar la esquina sin ti se me enfrió la sangre. La pare a mitad de calle y le pregunte por ti.

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Me dijo que hacía dos horas te habías regresado al DF. Que tú y tus papás se habían ido. Cuando me dijo que no regresarías hasta el próximo año sentí la necesidad de seguirte. Entonces le pedí bien bonito tu dirección en el DF, me la dio. Ahora que lo pienso si fui un pendejo al robarle el tsuru a mi jefa y haberme gastado los tres mil pesos que estaba ahorrando para el play Station. Pero si sentía que te merecías todas esas cosas. La navidad anterior habíamos ido al DF a visitar a la hermana de mi jefa, entonces ahí estaba yo, conduciendo a 110 k/h, entrando a la autopista 57, cuando sales de Nuevo León te topas con Saltillo y antes de que puedas divisar la ciudad ya estas entrando a San Luis Potosí. Luego de cinco horas de viaje estaba poniéndole gasolina al tsuru, orillado en un pequeño pueblito llamado el Huizache, tus nalgas me venían a la mente, pensaba en ponerte una casa ahí, a la horilla de la autopista. Para cuando llegue a San Luis Potosí ya me andaba de hambre, me pare enfrente de una tienda y me compre unos pingüinos y una coca-cola. Para ese entonces ya comenzaba a sentirme bien pendejo, ¿cómo chingados te iba a encontrar en el D.F. ? ¿cómo chingados se me había ocurrido empezar todo este pedo? Tu prima me había dicho que vivías en Iztapalapa y yo de esa pinche colonia solo sabía lo que decían en televisión; nunca tenían suministro de agua, vivian llenando tambos y cubetas, la gente salía de sus casas para hacer fila a un costado de la pipa de agua. Sabía también sobre la representación en semana santa, mi tía vive en Coatzacoalcos, ¿cómo te iba a encontrar? ¿Cómo no acordarme de ti? ¿De qué manera olvidarte? Si todo me recuerda a ti, en todas partes estás tú…si en cada respirar estás tú. En la última caseta antes de llegar a Querétaro quise preguntarle a la señorita si te había visto, y ya me imaginaba yo, todo pendejo, preguntando por una morra igualita a un montón de muchachitas de 16 años, para cuando vi el acueducto atravesando la ciudad me sentí tan culeado que tenía unas inmensas ganas de regresarme, soportar los trancazos que me iba a meter mi jefe y ver a mi jefecita llorando, pensando en que su pobre hijo estaba tan metido en las drogas que la granadera un día de tantos llegaría a darle levantón para meterlo preso.

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Y no te miento, lo que me obligo a seguirle fue mi intención de fajarte nomas llegar a tu casa. Quien no crea que la calentura de un morro de 19 lo obliga a uno a hacer pura pendejada nunca se ha topado con una niña mala. Entonces otra vez el Tsuru me pedía gasolina y ahí estoy yo, pagando con pura feriecita nomas para no gastar los billetes. Y ahí se me ocurrió chingarme dos tamales, no solo por hambre, por maldad, porque cuando uno está en una ciudad que no es la suya le vale madre. Noche, madrugada, entre estado y estado. El trafico del DF no es comparable al de ninguna otra pinche ciudad, todas las avenidas son estacionamientos de Godinez, aquí me gustaría inventar que fue sencillo encontrar tu dirección, quisiera decirte que el amor, o la calentura, o las ganas de cogerte, hacen que uno se dote de una orientación geográfica bien cabrona, pero no sucede así, yo soy un pendejo en el norte y lo soy aquí. Pregunté por Iztapalapa a cada poli que me topaba, a cada estudiante, a cada mujer con las compras para la comida y así di con esta pinche colonia fea, más culera de lo que me imaginaba. Desde el asiento del conductor le gritaba a los morros de la esquina por tu dirección, y los veía despegar la jeta de la caguama para voltear a verme: “No sé wey, no sé.” “Allá, pa´ arriba, pa´ allá esta esa calle”. “¿A quién buscas? ¿Cuánto te va a vender?” “¡Bájate perro, bájate y grítame aquí, puñetas!”. Y por fin di con tu casa, construcción sencilla, despintada y con un barandal parecido a un juguete perimetral, y quise toparme con tus ojos tan plenos, despiertos, con tu corazón lleno y radiante, alucinante, tan lleno de amor. No sucedió nada, media hora fuera de tu casa y no saliste a pesar de que casi tumbo la puerta a puro chingazo. Pienso que tal vez no vives aquí, que la maldad de tu prima es cabrona y que se la cobro por aquella vez que no quise besarla cuando jugamos a la botella. Le di tanto pa´delante que ahora no puedo echar pa´tras, traigo 32 pesos, apenas pa´ llamarle a mi jefe y decirle que el DF esta bonito, que no hace tanto calor y que tal vez me quede a estudiar leyes. Me he sentado en el cofre del Tsuru a escribirte todo esto, pa´ que cuando regreses te des cuenta que si te quiero.

Aglae Ponce Torres, 21 años. San Luis Potosí, México. Estudiante

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Si me lo p

Por: Carlos Ortega Pardo, 32 añ

Si me lo permiten, y me lo perdonan, hoy arrancaré con un tópico —conviene resaltar que los lugares comunes no carecen de cierta sensatez compartida, consenso sin el cual supondrían, más bien, lugares “particulares” o “privados”, “vedados” incluso; en cuyo caso poco, ningún valor tendrían, pese al escaso crédito que, así de elitistas intelectuales nos volvimos, ya les concedemos. Lo dicho, ahí va: llegó el otoño y con él las circunstancias climatológicas más propicias para la lectura. “Locus” tramposo donde los haya —como la mayoría, y ello no desdice, espero, lo antes afirmado—, toda vez que quien tenga la costumbre, siempre sospechosa, de leer lo hará cualquiera que sea la situación —ni que se tratara de escalar el Annapurna a la pata coja—, mientras aquellos que, como nuestro mefistofélico ministro de Hacienda, y siempre en palabras de su colega de Exteriores, tengan la desgracia —o la suerte, según se mire— de ser ágrafos y no hacerlo, encontrarán algo más interesante en que ocuparse, caigan afuera chuzos de punta, internet no funcione y en la tele pasen sólo programas de entrevistas, o de cocina. En cualquier caso, seamos consecuentes y sometámonos al silogismo, mal que me duela, casi cartesiano: llueve, luego leo. Por mi parte, los dos breves volúmenes de poesía firmados por el Conde de Lautréamont, acompañados de su correspondencia. Lamento reconocerles que la decepción ha sido mayúscula, especialmente a la tenebrosa luz que dimanan sus “Cantos de Maldoror”, cuya sombra, como la del ciprés, es alargada —de nuevo mis disculpas, me levanté juguetón esta mañana—. En cuanto a las cartas, se cuentan apenas cinco, todas referidas a las cotidianeidades de un “fill de pare ric”, como se dice por estos predios, o sea “hijo de padre rico” literalmente y “niño de papá” en su acepción más habitual. Dotadas, en fin, de un interés por demás discutible. Las “Poesías” —el entrecomillado no es caprichoso, créanme— no van más allá de una “boutade” postadolescente en que su autor, todo vacua pose iconoclasta, transfigura a discreción unas cuantas máximas de quienes parecen ser sus filósofos de cabecera, principalmente el proscrito —de los planes educativos— Pascal y el muy menor Vauvenargues. Tal vez resulte aventurado conjeturar el rumbo que la carrera literaria de Lautréamont

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permiten

ños. Valencia, España. Profesor.

hubiera tomado de no haberse convertido en un prematuro cadáver exquisito, pero, de acuerdo con bastantes de sus estudiosos, presumo que había dado ya su do de pecho con los mencionados, brillantísimos “Cantos de Maldoror”. Sin embargo, el saldo del anhelado reencuentro con Lautréamont no ha sido del todo negativo. Así, el travieso coqueteo que se trae con el pensamiento de Pascal ha alimentado mi hasta hace bien poco muy relativo —por no admitir que inexistente— interés por un autor al que la “intelligentsia” ha venido relegando a un oscuro segundo plano, en tanto, supongo, azote del mecanicismo en que acaba por incurrir el cartesianismo triunfante. Sin paños calientes, Descartes es objeto de una benevolencia inopinada, disculpándosele incongruencias de bulto tales que el mencionado mecanicismo o su abracadabrante concepción de la glándula pineal como receptáculo del alma. Para saber más acerca de aquel “outsider” genial —no sólo osó refutar al enaltecido turenés con apenas catorce años sino que, entre otros hallazgos matemáticos (en esta disciplina sí le son reconocidos sus enormes méritos), inventó la “Pascalina”, primera calculadora de que se tiene noticia (hablamos de 1632, para que se hagan una idea de la talla del logro) a los diecinueve— me ha sido muy útil el volumen que Gonzalo Muñoz Barallobre le dedica en la colección “Descubrir la filosofía”, del diario “El País”, a la que me he referido en otras varias ocasiones. No sé si me atreveré con sus “Pensamientos”, ni cuánto me costaría —encontrarlos a la venta siquiera—, pero entre lo atisbado en el divulgativo librito de Muñoz Barallobre se intuye a un filósofo digno de mayor atención, aunque fuera sólo por su célebre sentencia, que parece rima de Bécquer —cierto que también, un poco, verso de Pablo Alborán—, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Metido, como ando, en autores franceses —aunque, como en el caso de Pascal, sea por fans interpuestos (¿“Pascaliebers”?... discúlpenme semejante mamarrachada también)—, una mención a “El lugar de la estrella”, pobre —pero única posible, en nuestro idioma— traducción del mucho más ambiguo, y por ende sugestivo, “La place de l´étoile”, primera novela del nobel Modiano —valga la tosca aliteración—, publicada por Gallimard en aquel ya lejano 68 de “estudiantes con flequillo”, “dulce guerrilla urbana” y “niñas en minifalda”, y

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aquí incluida por Anagrama, junto a “La ronda nocturna” y “Los paseos de circunvalación”, en un solo tomo bajo el título, a mi juicio algo prosaico, de “Trilogía de la ocupación”. La chocarrería, antisemita y “celiniana”, que preside sus 130 páginas escasas habría levantado ampollas en estos sofocantes días nuestros de pacatería mal disfrazada de corrección política. Una lectura hilarante, en cualquier caso. Y, por cierto, Modiano es judío. Que nos crucifiquen. Releyendo este remedo de artículo antes de ponerle punto final, me doy cuenta de los farragosos excursos con que los he castigado sin piedad —ni pudor—. Más que probable influjo de, un español al fin, Javier Marías —por cierto que en las quinielas para el nobel desde hace años— con cuya “Los enamoramientos” he estado batiéndome el cobre en los últimos días. Las digresiones marca de la casa entorpecen el natural flujo de una trama a la que, por otra parte, falta algo de enjundia, lo cual constituye quizá la causa de que los circunloquios, habitualmente atinados, parezcan en este caso un tanto artificiosos. Ni que decir tiene que mi admiración por Marías no se ha resentido en lo más mínimo. Porque, si me lo permiten una vez más —y prometo que será la última, por hoy—, hasta “el mejor escribano echa un borrón”.

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artículo

mencionados, brillantísimos “Cantos de Maldoror”. Sin embargo, el saldo del anhelado reencuentro con Lautréamont no ha sido del todo negativo. Así, el travieso coqueteo que se trae con el pensamiento de Pascal ha alimentado mi hasta hace bien poco muy relativo —por no admitir que inexistente— interés por un autor al que la “intelligentsia” ha venido relegando a un oscuro segundo plano, en tanto, supongo, azote del mecanicismo en que acaba por incurrir el cartesianismo triunfante. Sin paños calientes, Descartes es objeto de una benevolencia inopinada, disculpándosele incongruencias de bulto tales que el mencionado mecanicismo o su abracadabrante concepción de la glándula pineal como receptáculo del alma. Para saber más acerca de aquel “outsider” genial —no sólo osó refutar al enaltecido turenés con apenas catorce años sino que, entre otros hallazgos matemáticos (en esta disciplina sí le son reconocidos sus enormes méritos), inventó la “Pascalina”, primera calculadora de que se tiene noticia (hablamos de 1632, para que se hagan una idea de la talla del logro) a los diecinueve— me ha sido muy útil el volumen que Gonzalo Muñoz Barallobre le dedica en la colección “Descubrir la filosofía”, del diario “El País”, a la que me he referido en otras varias ocasiones. No sé si me atreveré con sus “Pensamientos”, ni cuánto me costaría —encontrarlos a la venta siquiera—, pero entre lo atisbado en el divulgativo librito de Muñoz Barallobre se intuye a un filósofo digno de mayor atención, aunque fuera sólo por su célebre sentencia, que parece rima de Bécquer —cierto que también, un poco, verso de Pablo Alborán—, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Metido, como ando, en autores franceses —aunque, como en el caso de Pascal, sea por fans interpuestos (¿“Pascaliebers”?... discúlpenme semejante mamarrachada también)—, una mención a “El lugar de la estrella”, pobre —pero única posible, en nuestro idioma— traducción del mucho más ambiguo, y por ende sugestivo, “La place de l´étoile”, primera novela del nobel Modiano —valga la tosca aliteración—, publicada por Gallimard en aquel ya lejano 68 de “estudiantes con flequillo”, “dulce guerrilla urbana” y “niñas en minifalda”, y aquí incluida por Anagrama, junto a “La ronda nocturna” y “Los paseos de circunvalación”, en un solo tomo bajo el título, a mi juicio algo prosaico, de “Trilogía de la ocupación”. La chocarrería, antisemita y “celiniana”, que preside sus 130 páginas escasas habría levantado ampollas en estos sofocantes días nuestros de pacatería mal disfrazada de corrección política. Una lectura hilarante, en cualquier caso. Y, por cierto, Modiano es judío. Que nos crucifiquen.

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Matemos a Pa

Por: Fernan

Cada vez que me piden recomendar un libro clarificador, me viene a la mente la palabra ‘utopía’ cuya semántica etimológica significa ‘un lugar que no existe’, lo cual sería del todo negativo si no fuese que las utopías, desde tiempos inmemorables, han hecho andar al hombre por diversos caminos. En el apasionante mundo de la lectura ha pasado de igual manera, siempre. A simple vista es descabellado decirlo, pero imaginar una obra literaria tan completa y suficiente en sí misma como para no aludir ni afirmarse en otros escritos, representaría, ni más ni menos, el fin de la lectura. Por todo esto, es preciso traer a colación una de las más formidables características del texto: la intertextualidad.

éstos suscriban.

Y, ¿qué vendría a ser esto? Bueno, en principio podría definirse tal cosa como la “relación” de forma o contenido que hay entre un texto y otro, para lo cual nunca faltará un teórico grandilocuente y sofista que nos hable del “diálogo” entre los textos, sin importar la época o el estilo a los que

Viene al caso ejemplificar con la correlación existente entre el Ulises de Joyce, el Cantar del Mío Cid, el Quijote de la Mancha e infinidad de obras que configuran un personaje sometido o condenado a un viaje lineal, concéntrico, o espiritual, en donde los aliados, los antagonistas, los obstáculos, los trofeos y las luchas que se libran en contra de las limitaciones personales y externas, son moneda corriente.

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artículo

aulo Coelho

ndo Cabrera

No está de más observar que cada uno de estos textos nos da la feliz sensación de que nunca llegaremos a colmar nuestras expectativas como lectores y que para completar la historia y la figura del héroe, nos veremos obligados a recurrir a otras lecturas. Con esto podemos establecer que si los seres humanos somos capaces de dialogar con nuestro prójimo para solicitarle cordialmente algo que no poseemos y que necesitamos, con los libros ocurre de igual manera. De modo que un volumen, por mera relación de precariedad, nos lleva y nos comunica con otro, tornando infinitesimal nuestra lectura, ávida del esclarecimiento que jamás llegará a nuestras retinas porque la incertidumbre es la médula de la literatura y una buena pieza literaria nunca cierra ninguna puerta. ¿Serían éstos los fundamentos por lo cual en necesario dejar de denominar “Literatura” a la “Literatura de auto ayuda”? Claro que sí porque en el afán de pretender brindarnos fórmulas para solucionar nuestras vidas, estas publicaciones intentan sembrar la certidumbre. Y le certidumbre es tan utópica como el hallazgo de un libro esclarecedor y total que, afortunadamente, no podré recomendar jamás. Al intentar mentirnos que las soluciones para la vida están en un libro, los autores de auto ayuda niegan no sólo el principio de intertextualidad, sino también la precariedad o “incompletitud” que cada libro resguarda en la entrelínea de su texto pasando por alto la verdadera esencia del ser humano que, en definitiva, es tan vestigio de la humanidad como un libro lo es de la literatura toda. Siempre será saludable ser incompletos como los verdaderos libros de literatura. Siempre será preciso escribir columnas incompletas como ésta que escribo. Siempre será bueno encontrar gente que, aún leída en cantidad y calidad, no se sienta esclarecida en ningún aspecto de la vida.

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CREACIÓN

pesadilla Se abrió la puerta y surgiste del frio prematuro que asolaba noviembre. Cuervo azulado, centellando con tus pantalones negros de piel ajustados. Depositaste lentamente los largos guantes, después la bufanda, el sombrero, los lentes oscuros, a medida que avanzabas hacia mí en la penumbra. Te esperaba resignado en el sillón bajo un concentrado haz de luz torturante. Recordando la última vez. Sonreíste, como siempre, no pude corresponder tu música interna, sabía lo que me esperaba, sólo bajé la mirada para verte completa por última vez. Te acercaste a mi lado, delicadamente ajustaste la luz e introdujiste un hisopo cítrico en mi boca, me observaste de cerca, mi cara cansada, el terror contenido dentro, tus dedos suavizando mi ceño, decidí cerrar mis ojos y dejarte en libertad. Con pequeños toques diste indicaciones a mi cuerpo esclavo, inyectaste directo al hueso, gracias a tu destreza no sentí nada, sólo un líquido transparente que helado entraba en mis quijadas, tus dedos fríos sobre mi mejilla, tratando de mitigar la fina aguja. Tu aliento de menta cerca de mí. ¿Listo? -preguntaste- sólo asentí leve con la cabeza, los ojos cerrados, concentrado en una súplica para que acabaras cuanto antes. Empezó un jaloneo fortísimo, sentí cómo tratabas de extraer de mi mandíbula superior una parte de mi cuerpo que había crecido en mí, que estaba ahí desde siempre, perfecta. La lucha me hacía sentir como si fuera a moverse mi nariz de lugar. Cedías un poco solo para acumular más fuerza y seguir con la tortura. De pronto te separabas un poco y preguntabas que si había dolor, con mi dedo índice te indique que no, tratando de no mover un solo musculo de mi cuerpo, entregándome de nuevo al suplicio, tu cuerpo pegado al mío, un mechón de tus cabellos se libera y roza mi rostro abierto. No había dolor solo un maltrato aberrante, luchaste con todas las fuerzas de tu pequeño cuerpo, hasta que un crujido de mi hueso cedió, un pedazo cayó en mi lengua ensangrentado, parecía que se iba a ir por mi garganta, pero un movimiento rápido de tus pequeñas manos lo extrajo de mi boca, así fueron saliendo uno a uno pequeños huesos de mi encía, hasta el final. La sangre corría hacia mi estómago, hasta que pusiste una compresa en el hoyo dentro de mí, por el que podía sentir el aire, que penetraba por mis fosas nasales hacia mi esófago, el palpitar de mi cerebro al pensar.

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CREACIÓN

Me diste indicaciones precisas, que escuché ausente sin mirarte a los ojos. Te despediste con un leve roce en mi brazo, parecías preocupada. Al salir tu risa a lo lejos, hizo eco en mi cabeza, como una cascada. Me empastillé para no sentir antes del tiempo indicado. Mi cara paralizada, esperaba conciliar pronto el sueño, para olvidar la pesadilla inmediata. Lo logre un momento, hasta que una punzada dentro de mi cabeza empezó a palpitar. Tratando de atraer el sueño que se espanta a cada martilleo, más pastillas. Como recordatorio el hueco enorme en mi boca. El sueño huye, parvada levantando el vuelo. Despierto en mi cama helada en medio de la oscuridad. Tu imagen extraviada en el pasado, me guiña un ojo y se aleja. Siento como si me hubieran golpeado la cara, todavía paralizada. El alba lejana amenazaba con encontrarme con los ojos abiertos. Un largo día de trabajo me aguarda al clarear el cielo. Suena el despertador, demasiado tarde. Tengo hambre pero el temor de que el alimento se desvié por ese nuevo túnel a lugares insospechados, me hace claudicar. Tomo agua para saciar el rugido de mi estómago. El sabor metálico de mi propia sangre no me abandona, mi boca permanece cerrada ante el temor de una nueva hemorragia o que el sabor en mi lengua escape de mí. Salió el sol en la mañana desvelada, el dolor se despedaza ante el tráfico, se integra al apremio de la labor diaria. Ante el espejo, no hay hinchazón en mi cara, todo parece normal. En el interior me falta un pedazo, que suplico a mi propio ser en su inteligencia suprema logre completar para seguir adelante, como si nada hubiera pasado. Deseo volver a verte.

Adriana Flores Tanguma, 51 años. Monterrey, México. Arquitecto.

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fragmento

El Zarco Él era joven, no tenía mala figura: su color blanco impuro, sus ojos de ese color azul claro que el vulgo llama zarco, sus cabellos de un rubio pálido y su cuerpo esbelto y vigoroso, le daban una apariencia ventajosa; pero su ceño adusto, su lenguaje agresivo y brutal, su risa aguda y forzada, tal vez le había hecho poco simpático a las mujeres. Además, él no había encontrado una bastante hermosa a quien procurase ser agradable. Por fin, cansado de aquella vida de servidumbre, de vicio y de miseria, el Zarco se huyó de la hacienda en que estaba, llevándose algunos caballos para venderlos en la tierra fría. Como era de esperarse, fue perseguido; pero ya en este tiempo, al favor de la guerra civil, se había desatado en la tierra fría cercana a México una nube de bandidos que no tardo en invadir las ricas comarcas de la tierra caliente. El Zarco se afilió en ella inmediatamente, y desde luego, y como si no hubiera esperado más que esa oportunidad para revelarse en toda la plenitud de su perversidad, comenzó a distinguirse entre aquellos facinerosos por su intrepidez, por su crueldad y por su insaciable sed de rapiña. Era el año de 1861, y organizados los bandoleros en grandes partidas, perseguidos a veces por las tropas del gobierno, pero atraídos más bien por la riqueza de los distritos azucareros del sur de México y de Puebla, penetraron en ellos sembrando el terror en todas partes, como lo hemos visto. El Zarco era uno de los jefes más renombrados, y las noticias de sus infames proezas, de sus horribles venganzas en las haciendas en que había servido, de su fría crueldad y su valor temerario, le habían dado una fama espantosa.

Fragmento del libro: El Zarco. De: Ignacio Manuel Altamirano.

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entrevista

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libros La guerra no tiene rostro de mujer De: Svetlana Aleksievich

Editorial: DEBATE ISBN: 788499925752 No. de páginas: 368 Lengua: ESPAÑOL

Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la segunda guerra mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Este libro reúne los recuerdos de cientos de ellas, mujeres que fueron francotiradoras, condujeron tanques o trabajaron en hospitales de campaña. Su historia no es una historia de la guerra, ni de los combates, es la historia de hombres y mujeres en guerra.¿Qué les ocurrió? ¿Cómo les transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Cómo era aprender a matar? Estas mujeres, la mayoría por primera vez en sus vidas, cuentan la parte no heroica de la guerra, a menudo ausente de los relatos de los veteranos. Hablan de la suciedad y del frío, del hambre y de la violencia sexual, de la angustia y de la sombra omnipresente de la muerte. Alexiévich deja que sus voces resuenen en este libro estremecedor, que pudo reescribir en 2002 para introducir los fragmentos tachados por la censura y material que no se había atrevido a usar en la primera versión.

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libros La mujer del teniente francés De: John Fowles

Editorial: ANAGRAMA ISBN: 9788433976130 No. de páginas: 456 Lengua: ESPAÑOL

Bahía de Lyme, 1867. El joven Charles Smithson ha ido a visitar a su prometida. Llevado por su afición a la paleon­tología, hace largas excursiones por los bosques en busca de fósiles. En una de ellas conoce a Sarah Woos­roff, a la que los lugareños llaman «la mujer del teniente francés», por el romance que vivió con un mar ino de esa nacionalidad que después la abandonó. Entre ambos personajes nace un amor apasionado que chocará violentamente con la rígida moral victoriana. Manipulando ingeniosamente las convenciones del narrador omnisciente decimonónico y los clichés de la novela victoriana, Fowles construye un brillantísimo libro que, por un lado, relata una apasionante historia de amor y, por otro, propone una aguda reflexión sobre el sentido último de la literatura.

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libros Los de abajo

De: MarianoAzuela

Editorial: Fondo de Cultura Económica ISBN: 9786071612090 No. de páginas: 192 Lengua: ESPAÑOL

Durante la revolución mexicana, el autor fue médico de una de las facciones -la que comandaba francisco villa-, de ahí que algunas de sus más notables obras literarias estén inspiradas por aquellos hechos de armas. entre todas ellas, los de abajo, sintetiza admirablemente lo que el ilustre escritor pensaba de la revolución y cómo vio él mismo su furia destructora. Se trata de una historia descarnada, concebida con la sinceridad y la valentía de un hombre que nunca se dio a la tentación de adornar artificiosamente o de falsear los acontecimientos, y escrita con un lenguaje directo que aúna la belleza a la sencillez.

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libros

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libros Las Diabolicas De: Jules Barbey D Aurevilly

Editorial: Sexto Piso ISBN: 9788420484389 No. de páginas: 367 Lengua: ESPAÑOL

Mujeres adúlteras, mujeres asesinas, duquesas convertidas en vengativas prostitutas, e incluso mujeres tan perversas como para morir fulminadas en los brazos de su amante, son algunos de los personajes cuyos avatares pasionales narra Jules Barbey d’Aurevilly en estas seis historias que, en sus propias palabras, «no son diabluras, son diabólicas, historias reales de este tiempo de progreso y civilización tan deliciosas, tan divinas, que, cuando uno se propone describirlas, parece siempre que el Diablo las ha dictado». Mediante una prosa exquisita, el autor busca exorcizar al mundo de los males que tan bien conoció; para ello decide revelarlos en su más desnuda y profunda impiedad, puesto que es ahí donde «reside toda la moralidad de un libro». Sin embargo, Las diabólicas termina por poseer y envolver al propio lector, que resulta ser una víctima más de los «inocentes monstruos» femeninos que Jules Barbey d’Aurevilly inmortalizó en estas páginas que han resistido de maravilla al paso del tiempo.

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libros Operacion Dulce De: Ian Mcewan

Editorial: ANAGRAMA

ISBN: 9788420407418 No. de páginas: 400 Lengua: ESPAÑOL

Inglaterra, 1972. En plena Guerra Fría la joven estudiante Serena Frome es reclutada en Cambridge por el MI5. A partir de ese momento nada en su vida será lo que parece. Cada verdad oculta una mentira y detrás de cada lealtad se agazapa una traición. La misión que le encargan es crear una fundación para ayudar económicament e a novelistas prometedores, pero la verdadera finalidad es generar propaganda anticomunista. Y en su vida dominada por el engaño entra Tom Haley, joven escritor del que acabará enamorándose. Hasta que llega el momento en que tiene que decidir si seguir con su mentira o contarle la verdad, y será entonces cuando acaso se sabrá quién está engañando a quién. Esta deslumbrante novela se organiza como un ingenioso y perverso juego de muñecas rusas que atrapa y sorprende al lector con sucesivas vueltas de tuerca en las que realidad y ficción se funden y confunden. El autor se sirve de una trama de espionaje con toques de thriller para construir una historia en la que indaga el choque entre la lealtad y la traición, el amor y la redención, la honestidad y el engaño, la literatura y la realidad.

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