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A caballo se ganó

Equinos emblemáticos de la Revolución Mexicana

Por MVZ César Augusto Galaz Hernández

a historia del caballo al servicio del hombre ha estado vinculada desde tiempos inmemoriales al proceso de evolución económica y social de los pueblos. Al inicio, el valor del caballo sólo se resumía en la conveniencia de obtener con facilidad comida, vestido y combustible, pero esto no fue por mucho tiempo, ya que asumió un papel de mayor importancia al servir como medio de transporte, comunicación y, sobre todo, de conquista.

En México, ha estado presente desde la Conquista hasta nuestros días, lo mismo en los escenarios de la Independencia y la Revolución, en el campo, la charrería y el hipismo. Es innegable la trascendencia que tiene este animal ejemplar y de su papel en el desarrollo histórico de nuestro país, así como su contribución al enriquecimiento cultural de México. La introducción de caballos en el México colonial comenzó inmediatamente después de la caída de Tenochtitlán, la adquisición solo podía efectuarse en Cuba y otras islas antillanas donde operaban los únicos criaderos en el continente americano, en donde, en tierra firme, alcanzaban precios exorbitantes. Debido a ello, los caballos fueron un símbolo de estatus social.

Durante el virreinato existía la prohibición, por parte de los peninsulares, de que el indígena montara a caballo, no obstante, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, todo aquel que podía adquirir un caballo podía montarlo libremente, sin restricciones oficiales, el uso del caballo se extendió rápidamente a lo largo del entonces enorme territorio mexicano.

No se podría imaginar el desarrollo de la Revolución Mexicana sin 2 personajes no humanos, se dice que

la Revolución mexicana se hizo por ferrocarril y

a caballo. El ejército de aquella época, al iniciarse la Revolución, constaba aproximadamente de 30 mil hombres, de los cuales 23 mil pertenecían a tropas combatientes, en cuanto a la caballería, una de las armas más importantes, en el ejército federal existía un número considerable de regimientos entre los que podemos citar al cuerpo de rurales, escuadrón de gendarmes del ejército, el cuerpo irregular auxiliar y el escuadrón de guardia presidencial. Tanto para los revolucionarios como para los federales, el medio de locomoción y de combate utilizado fue el caballo, del cual había excelentes criaderos en el norte del país.

Desde aquel hermoso caballo, según las historias de la conquista, llamado “Molinero” y que acompañó a Cortés en la guerra, no existieron caballos famosos en nuestro país hasta que llegó un caballo alazán llamado “Águila” de Don Porfirio Díaz que acompañó al presidente mexicano durante mucho tiempo. Solo basta recordar que una de las imágenes más distintivas de la Revolución es la de Madero triunfante entrando al Centro de la Ciudad de México en un precioso caballo, incluso hoy a un costado del Palacio de Bellas Artes está un monumento ecuestre de este momento.

El “Grano de Oro” fue el caballo que perteneció a Francisco Villa y que era parte del mito del Centauro del Norte. Otros caballos famosos del General fueron “El Dorado” nombre que se le dio por su color y por formar parte fundamental en el ejército de Villa, a cuyos participes se les conocía como “Los Dorados”.

Otro no tan famoso fue “El Prieto” corcel que acompañó al famoso revolucionario por poco tiempo.

Pero tal vez el más recordado es “Siete leguas”, durante la ocupación de la Ciudad de México por las tropas Villistas a finales de 1914, el general Pancho Villa ordenó que todos los caballos fueran presentados en su cuartel general para elegir a los mejores. Entre ellos le gustó una yegua de media sangre árabe que cruzó con un caballo de pura raza árabe, propiedad de la Escuela de Agricultura. De este cruce nació una yegua a la que Villa llamó Muñeca por su magnífica estampa y que él en persona se encargó de domar.

Durante el último periodo de su vida militar como guerrillero (1917- 1920), el general Villa permanecía escondido en una cueva cerca del Valle de Allende, Chihuahua, cuando le avisaron que una columna del gobierno se acercaba con intenciones de rodear la cueva. Villa montó a “La Muñeca” mientras sus hombres abrían fuego y con ella salió a galope tendido, perseguido por varios jinetes. Corriendo entre los arbustos y encinos de la sierra llegó al camino que iba de Allende a la antigua fábrica de hilados de Talamantes, se topó con tres soldados que estaban durmiendo a la sombra de un árbol; uno de ellos, pistola en mano, le marcó el alto y se le puso enfrente para asustar a la yegua: Villa picó espuelas y el soldado hizo fuego a quemarropa, pero la yegua lo arrolló y siguió corriendo por cinco o seis kilómetros más hasta llegar a su destino, donde un anciano encargado de cuidar el edificio recibió al general y le ayudó a curar a su yegua, que había recibido el balazo en el pecho. Esa noche, mientras descansaba y cenaba en compañía del anciano, el general le dijo que, si la yegua se salvaba, en adelante la llamaría Siete Leguas, pues esa había sido la distancia que la bestia había corrido para salvar a su dueño.

En junio de 1920, al rendirse al gobierno de Adolfo de la Huerta, el general Villa envió a la capital a la Siete Leguas como regalo para el presidente, quien poco después, al observar que la yegua estaba siendo descuidada en las caballerizas de Palacio Nacional, la obsequió a su vez al general Lázaro Cárdenas.

Durante la Revolución Mexicana, la División del Norte era conocida por la efectividad de sus tropas a caballo, por su velocidad y audacia en sus ataques. El general Felipe Ángeles se unió a este ejército en 1914; tenía la amistad de Pancho Villa y de Madero, era respetado por Zapata, a pesar de haber luchado en su contra. El general Ángeles, encima de todo, amaba a sus caballos. A todos los bautizaba con el nombre de sus ideales. Tuvo a "Woodrow Wilson", en honor al presidente de los Estados Unidos; a "Alejandro Magno", por el gran conquistador; durante la batalla de Zacatecas en 1914, sus corceles hacían referencia a Napoleón: "Ney", mariscal de este, fusilado en 1815 y "Curély", general de la caballería ligera de Napoleón en Rusia. Tenía también a "Pancho Villa" caballo que le presentó a Pancho Villa en persona y quien quedó fascinado por la belleza del animal.

El inseparable caballo del General Emiliano Zapata tenía como nombre “As de Oros” y sin duda el más recordado en la historia de la Revolución, pues era el que montaba al momento de su asesinato el 10 de abril de 1919 en la hacienda San Juan Chinameca, en Morelos. Era un caballo alazán descendiente de caballo árabe, lo había recibido Zapata con todo y montura de madera fina poco tiempo antes, como regalo del general Jesús Guajardo, quien fingía ser su aliado y en realidad le preparaba una emboscada. Cuando el Caudillo del Sur finalmente aceptó la invitación de Guajardo para ir a la hacienda, los soldados que presentaban armas a su entrada las descargaron dos veces contra el revolucionario, que falleció al instante, a diferencia de As de Oros, que sobrevivió al incidente, relinchó y salió a galope como queriendo avisar que Zapata había muerto.

Son los caballos parte importante de hechos históricos como la Revolución Mexicana y hay que decirlo en voz alta, sin ellos muchos logros de esta lucha jamás se hubieran logrado.