
3 minute read
La anciana de Los Crestones
Por Oscar Esquivel Garrote, Ex Guarda parque Arcelio y yo decidimos subir y aventurarnos con la idea de encontrar algo nuevo. Caminamos silenciosamente entre los arrayanes y los bloques de grandes rocas que alguna vez formaron parte de Los Crestones y que ahora yacen dispersos en el piso rocoso, modelado, miles de años atrás, por la acción de un glaciar. El sol de mediodía pedía descanso, mientras que el aire, casi en reposo absoluto trataba de decirnos que algo podía pasar. Por su parte la bóveda celeste lucía más celeste que nunca y la Cordillera de Talamanca mostraba en su lejanía casi infinita, a sus joyas más preciadas en los Cerros de la Muerte, Chirripó, Dúrika, y Kämuk.
Seguimos nuestro andar, y en el momento exacto en que la sombra de Los Crestones nos cobijó, sentimos la presencia de algo que, de forma invisible,
Advertisement
Sociales
pero perceptible al oído, sacudía intensamente las ramas de la vegetación que nos rodeaba. Era como una criatura imaginaria girando rápidamente adelante y a los lados de nosotros. Se sentía como cuando alguien sacude un papel antiguo que se va moviendo sin denotar dirección o rumbo alguno. Parecía un remolino en movimiento de traslación alrededor nuestro. Fue tanto el asombro, que nos detuvimos, nos agachamos, levantamos la vista y aun buscando de donde parecía venir esa “presencia” no pudimos descifrar el misterio. Estábamos sobre los 3500 metros de altitud, no había huellas de animal, ni olor, ni pelos, ni plumas y al buscar explicación no pudimos encontrarla.
Al caer la tarde, bajamos muy lentamente la ladera y al amanecer del siguiente día, en la casa de guardaparques, nos despertamos al mismo instante y descubrimos que ambos habíamos soñado exactamente lo mismo: “Conversábamos con una anciana indíge- na que vivía en Los Crestones cuidando ese lugar sagrado”. En el sueño, ella nos dijo que para subir y ser acogido por la sombra de la gran roca, se debe pedir permiso; pero como nosotros no lo habíamos hecho, entonces ella nos llamó la atención con su aliento. También nos dijo que ella puede ser niña, mujer y anciana a la vez, y que, gracias a su bondad, y por ser nosotros guardaparques, fue que pudimos regresar por el mismo camino, sin perdernos y sin atrasos. Desde entonces cada vez que Arcelio y yo vamos al Chirripó, sentimos un deseo natural de saludar a la Anciana de Los Crestones, y ella, de forma misteriosa, nos sonríe como niña, nos mira como mujer y nos bendice como anciana. Sabemos que se trata de la hija mayor de la Madre Naturaleza, que nos hace recordar que cada lugar de la tierra es un continuo de vida que debe ser resguardado para bien de la creación.
Entre escombros
Encontrarás mi rastro donde las bestias marcan sus huellas: sabrás de donde traigo mi sonrisa a flor de labios y verás cómo se sacan esperanzas de los charcos.
VENGO A ENTREGAR MIS ARMAS
No traigo coronas, Tampoco insignias en la solapa: hoy les entrego mis armas, que no son más que palabras. IX
Convierte mi libro en tierra: haz que mis versos sean surcos y cada estrofa una huerta.
FILIACIÓN Bienvenidos
Los que recuerdan el sabor a tierra, los que traen su pantalón rasgado, los que traen inflamada el alma y el corazón dispuesto a los abrazos.
CON MI CÁNTARO A CUESTAS
Yo bebí de ese río que sacia sólo en sueños: de ese que va arrastrando, aguas intangibles.
Saludamos a la niña, Fiorella Collado Rodríguez, hija del señor Federico Collado y Marcela Rodríguez y quien el 20 de mayo pasado hizo la Primera Comunión. La ceremonia se llevó a cabo en el barrio San Luís.
Muchas felicidades para Federico, Marcela y su hija, Fiorella.
CON LA CAMISA HECHA JIRONES
¡Ha subido precipicios! Viene rasgada, hecha jirones, Con su sonrisa a cuestas. Y un abrazo a "olvidados" jornaleros. I Somos mínimos huéspedes, una mirada tuya es la medida exacta del Planeta. También el universo siente nuestra presencia hasta la última porción de su bóveda celeste.
Cada cosa que habita entre nosotros en cada rincón, entona su canción enamorada.
Observa cada gota de rocío: apréciala, acaríciala, acaso es una célula marina, que viene a festejarnos.
¡Despierta!
Sólo quiero que traigas tu alma dispuesta a fragmentarse de amor bajo el espacio.
XII
Al río Barranca
Te pareces a mí, fragmento de nieve fugitivo. Llevas en tu entraña el sueño de algún mar. Allá en otras praderas reciben con apego tu colección de lluvias. Te pareces a mí, porque vas de golpe en golpe estrellando tu piel refrigerada. ¡Amigo fugitivo!
Te invito a que amemos cada golpe porque es prueba, de que alguien conduce y confirma la preciosa pulsación de la existencia.