Estrategia No. Febrero 2020

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elección presidencial norteamericana sin duda tendrá sus efectos en el devenir del 2020 mexicano, sobre todo por la coincidencia entre los presidentes de ambas naciones, tal vez la única. Para el de Estados Unidos es imperativo frenar el flujo migratorio, para el de México también lo es. El flujo de recursos públicos para ese fin, junto a la sensibilidad política y diplomática con la que se atienda dicho tema, estará constantemente teniendo efectos en el ambiente de la seguridad y las finanzas públicas.

Por último, en el ámbito político, las elecciones locales que se celebrarán en diferentes partes del país tendrán repercusión en la vida pública, sobre todo en la conducción respetuosa y democrática que debiera mostrar el gobierno de la República en el proceso interno y externo de las elecciones, así como en la configuración del mapa de fuerzas políticas que indudablemente pudiera interpretarse en una calificación o evaluación del desempeño del presidente Andrés Manuel López Obrador.

En el ámbito político nacional inicia junto con el año nuevo el proceso de implementación de la mayoría de las reformas logradas por el Poder Legislativo durante el 2019. Hubo reformas de mucha trascendencia para nuestro futuro, por mencionar algunas de las más relevantes tenemos a la Ley de Extinción de Dominio, la Reforma Hacendaria respecto del isr, iva, el impuesto especial sobre producción y servicios, la Ley Federal de Derechos, la de impuestos sobre hidrocarburos, las reformas sobre consulta popular y revocación de mandato, la Ley Federal contra Delincuencia Organizada, la Ley del Servicio Tributario, entre otras que sin duda tienen alto impacto político y económico, la capacidad de implementar por gobierno y gobernados es todo un reto, consume tiempo, merece esfuerzo y cuidado, lo cual sin duda, generará un impacto durante el primer y segundo trimestres del año.

Pasando al escenario económico es importante observar e intentar prever lo que puede suceder. Es evidente que el crecimiento económico no sólo es inexistente, sino que además va en franco retroceso. Hasta ahora el factor del valor del peso contra el dólar se toma como una referencia por la 4T para decir que la economía está bien. Nada más lejano a la realidad, hay una desaceleración preocupante en el circulante, producida en gran medida por una inversión pública nula en infraestructura para el desarrollo económico. La inversión del escaso flujo de recursos públicos se ha enfocado en acciones totalmente infructuosas en términos de retorno a la economía formal, mismas que abonan a generar un ambiente de desconfianza para la inversión privada nacional y extranjera.

Al respecto, recordemos que todas estas reformas que normalmente se dan al inicio de una nueva administración, o en la misma época del año todos los años, tienen una característica distintiva en esta ocasión, la 4T tiene mayoría en el Poder Legislativo por ende el espíritu de las mismas prácticamente resulta inalterado —durante el proceso legislativo— por las otras fuerzas políticas con presencia en las Cámaras Alta y Baja. Es decir, el Poder Ejecutivo tiene la facilidad de producir cambios legislativos acorde a su visión, dejando al margen, como se ha dicho, a partidos políticos de oposición, pero sobre todo a la sociedad civil organizada la cual queda prácticamente con nula posibilidad de influir en ese proceso decisivo y fundamental para el desarrollo del país.

El contexto económico actual aún cimenta sus bases en la idea de que la paridad cambiaria sólo depende del delgado hilo de una, todavía atractiva, tasa a la inversión, misma que sin duda bajará en cualquier momento debido a las calificaciones negativas que empiezan a surgir en torno a las empresas estatales más importantes del país como Pemex y cfe. El fortalecimiento de la regulación tributaria al comercio formal, dejando de lado nuevamente a la informalidad, sin duda es un aspecto de negativas consecuencias, pero sobre todo esa tendencia a criminalizar las consecuencias fiscales y administrativas de la actividad económica, prenden los focos rojos de preocupación en el sentido de que además de la incertidumbre con la que tiene que arriesgar su capital un empresario para generar empleos y riqueza, pudiera además estar arriesgando su

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patrimonio y hasta su libertad. El resultado es inminente, desaliento total a la inversión. Si en democracia la mayoría de los mexicanos votaron por un cambio con las características de la Cuarta Transformación, habremos de aceptarlo y aprender a navegar con un sistema político totalmente nuevo, sin embargo, es de resaltar que las políticas públicas, tendientes a un balance más equitativo de la economía —para su población— no están concebidas para incentivar al sector productivo, después de todo la actividad económica es la que hace posible la recaudación de los impuestos con los que se forma el presupuesto de egresos del país, ¿qué sentido tiene querer ayudar al más necesitado si al mismo tiempo coartamos el desarrollo de quienes lo harán posible? Recordemos, los gobiernos no generan empleos ni riqueza, esta tarea es sin duda exclusiva de los sectores productivos.


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