Espora 29

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poesía

arte digital

ensayo


El feminismo es legado, que no nos pertenece más que para vivirlo y nombrarlo». Lydia Cacho, "Fragmentos del diario de una feminista", Tsunami 2


c a r ta e d i t o r i a l Reunimos 14 voces en este número del #8M. Especial por lo que conmemora y lo que representa, siendo nuestro primer número como jefas editoras. Nos unimos a un equipo que nos abraza y modifica sus expectativas para permitir nuestra expresión en esta nueva dirección, donde queremos generar un espacio seguro para todo el equipo y quienes se acerquen a nuestra revista. Empezamos con este número que nos enorgullece tanto en contenido como en resultado; las voces que invitamos logran reflejar diferentes perspectivas de lo que es ser mujer. Estamos agradecidas con las colaboradoras que confiaron en nosotras para compartir su historia. El resultado es un texto para cada mujer, una revista para todas.

3 Diana Rojas, Paula Gutiérrez, Fernanda Loutfe Jefas editoras


directorio Editor responsable Clemencia Corte Velasco Editoras responsable de este número Diana Rojas Ruiz Paula Gutiérrez Ramírez Fernanda Loutfe Orozco

Consejo Editorial Paula Gutiérrez Ramírez Fernanda Loutfe Orozco Verónica Meneses Pérez María José Martínez Díaz Paulina Meyer Cal y Mayor Carolina Aranda Cruz Daniela Navarrete Diana Rojas Ruiz María Paulina Martínez Velázquez José Carlos Antonio Colohua

Colaboradores Paulina Meyer Mapi Díaz Lina Martínez Marcia Ruiz Olguín Adrianna Matsubi Natcisa Valentina Rentería María Inés Flores Nachón Antonella Guagnelli Cuspinera Athena Las Tlacuaches Michelle Gendreau Millet

Portada María Mena Ponce de León Dirección de diseño María Mena Ponce de León

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Diseño Paola Duhalt Vázquez Elvira Cornish Macías Triana Abraham Haces María Guzmán González Daniela Andreina Chacón Ramírez María Mena Ponce de León Comunicación José Carlos Antonio Colohua

ESPORA, Año 5 No. 29, es una publicación editada por la Universidad de las Américas Puebla a través de la Escuela de Artes y Humanidades. Ex hacienda Santa Catarina Mártir s/n, San Andrés Cholula, Puebla, México, 72810, tel. 222 2292000, www.espora.udlap.mx, esporarevista@gmail.com. Editora responsable: Clemencia Corte Velasco. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo no. 04-2016-102014364800-102, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Verónica Meneses Pérez, Ex hacienda Santa Catarina Mártir s/n, 72810, San Andrés Cholula, Puebla, México. Fecha de última modificación: 7 de abril del 2021. Queda prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio, del contenido de la presente obra, sin contar con autorización por escrito de los titulares de los derechos de autor. Los artículos, así como su contenido, su estilo y las opiniones expresadas en ellos, son responsabilidad de los autores y no necesariamente reflejan la opinión de la UDLAP.

N Ú M E R O 2 9


índ i c e 6

Sirenas en el estenio

7

AntiTRANSitividad del encierro

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Mujer-ES

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Un pedazo de carne

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Incorpóreo

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¿Lo bonito México?

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Mitad ángel, mitad marisco: Maruja Mallo

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Déficit de atención

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El rosa es de niñas

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El rosa es de niñas

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A través de la ventana

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Maternidad monstruosa

50

La lucha sigue

Marcia Ruiz Olguín

Adrianna Matsubi

Natcisa

Paulina Meyer

Valentina Rentería

María José Martínez Diaz

María Inés Flores Nachón

Antonella Guagnelli Cuspinera

Athena

Athena

Las Tlacuaches

Michelle Gendreau Millet

Lina Martínez

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6

Sirenas en el estenio Marcia Ruiz Olguín Cholula, Puebla @markibreet


Adrianna Matsubi

AntiTRANSitividad

DEL ENCIERRO Entre clases tenía los únicos respiros del día en esta cuarente-

Cada día tengo que aguantar adjetivos y pronombres mas-

na. En algún momento decidí volver a probarme algunas cosas

culinos que solo me hacen sentir incómoda. Otros días es

que llevaba tiempo sin usar. Tomé una vieja falda y me llevé

tener a alguien en la sala mientras estoy en una reunión por

una sorpresa al tratar de cerrarla en mi cintura: no dejaba de

Microsoft Teams y buscar la forma de no referirme a mí con

pensar qué me había panzado en todo este tiempo. De la nada,

pronombres femeninos, porque Dios no quiera que les haya

se escuchó la puerta de la entrada principal. Mi única reacción

salido desviada a sus ojos. Pero por sobre todas las cosas, lo

fue quitarme la falda, buscar unos jeans para cubrir mis pier-

más cansado es tener que escuchar un nombre que me asig-

nas porque traía mallas, y buscar mi “máscara de vato”, porque

naron al nacer pero que no es mío y no representa quién soy.

en esta casa es inconcebible ser una mujer trans.

Ya ni sé cuánto tiempo ha pasado desde que el en-

cierro verdaderamente comenzó para mí. ¿Cinco años? ¿Siete años? ¿Veintiún años? Lo único que sé es que desde el 16 de marzo del 2020 solo dos

Cada día es una lucha entre ceder y perderme de nue-

vo, o resistir y terminar agotada, lo cual se empeora debido a mi trastorno del estado de ánimo. Poco importa tener redes de apoyo y gente que te estima por quien realmente eres cuando el peso de la negación

palabras me han acompañado: esconderse

de tu identidad es lo suficientemente grande

y disforia. No hay día en el que vivir en estas

como para derrumbar el progreso que has

cuatro paredes con gente que dice ser mi

hecho por aceptarte. Y aún menos importa

familia no sea difícil.

cuando todos los días estás al borde de la

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desesperación o te sientes vacía sin razón alguna. Aunque decirme que he sido fuerte a lo largo de esta situación parecería alentador, no lo es. ¿Acaso es fuerza sentir cada día que poco a poco pierdes tu identidad? Porque, hasta donde recuerdo, fue más fuerte para mí decidir usar en público la ropa que me gusta en vez de la asociada al género que me asignaron al nacer. ¿Acaso es fuerza sentir cada día que poco a poco pierdes tu identidad? Porque antes la fuerza venía de poder pararme y defender mi identidad ante cualquiera que dudara.

SON TIEMPOS DIFÍCILES, SÍ, PERO NO POR ESO LAS LUCHAS INDIVIDUALES DE TODAS NOSOTRAS DEBEN SER IGNORADAS. Y AUNQUE LA IDENTIDAD DE UNA NO DEBE ESTAR LIGADA A MANIFESTACIONES FÍSICAS, A VECES LA EXPRESIÓN DE NUESTRA IDENTIDAD ES AQUELLO QUE NOS VALIDA EN UN MUNDO TAN ENREVESADO Y RÍGIDO. HOY DÍA NO ME QUEDA MÁS QUE SER PACIENTE Y ESPERAR A QUE LA

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PANDEMIA ACABE Y PUEDA REGRESAR A UN ESPACIO SEGURO. PERO SÉ QUE EN EL HORIZONTE ESTÁ LA LIBERTAD DE HABITAR MÁS ALLÁ DE SÓLO UN ESPACIO SEGURO Y QUE AHÍ AL FIN PODRÉ VIVIR MI FEMINIDAD COMO LO MEREZCO.


Natcisa

M u j e r - ES

Tuxtla Gutiérrez @natcisaa

Es que nomás mírala, no me sorprendería si terminara con novia. Es que tienes esa onda. Ya sabes cuál, ¿no? ¿Por qué te vistes así? Ya déjate crecer el cabello. ¿Acaso quieres ser hombre? ¿Por eso también usas adjetivos masculinos? Tu sexo y tu género son lo que hay entre tus piernas. Compórtate como una señorita. Deja de juntarte con puro hombre. Eres mujer, ciertos deportes y trabajos no te corresponden. Miren, una marimacha.

M

e han preguntado si soy «mari-

Marimacha, un término despectivo. Un

macha». Lo han hecho mientras término que asume binariedad: «mujer» me ven de arriba abajo, con la y «hombre», «femenina» y «masculino»,

ceja enarcada y la cara horrorizada. Lo y ya, eso es todo, sanseacabó. Un término han afirmado con una expresión petulante que me roba mi rebeldía ante la inconfory despectiva, una media sonrisa y un aire

midad con lo que debo ser. Un término ho-

de superioridad, como si quisieran darme rrendo, espantoso, despectivo. La expresión a entender que saben quién soy y debería en francés me disgusta aún más, garçon de avergonzarme.

manqué, puesto que el verbo manquer

¡¿Eres «marimacha»?! A ciencia cierta lo puede ser perder, faltar, fallar o carecer. han preguntado o asumido por cómo me Entonces, ¿soy un chico fallido? ¿un chivisto, por las personas con quienes convivo, co que se perdió? ¿carezco de lo que «me por mi forma de ser y de expresarme. Sin embargo, no dudo que también hayan

hace» un chico completo? De la forma en la cual lo vean, marimacha

querido utilizarlo con el afán de asumir, implica tres cosas: una, tengo caracteburlonamente, mi sexualidad.

rísticas, gustos y expresiones que no me

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corresponden, se las es- un constructo social, lo hemos creado y lo hemos intentoy tratando de robar a

tado imponer a todo el mundo. Sin embargo, a aquellos que

alguien más, soy alguien

hemos intentado librarnos de ello nos toca sufrir las conse-

a medias o a tres cuar- cuencias, aceptar el rechazo y el disgusto. Si no soy una «mutos, nunca completo; dos, jer» al cien por ciento, soy un intento de «hombre», tampoco no estoy cumpliendo so- lo soy al cien, por lo tanto, soy una marimacha, un híbrido al cialmente con mi «rol»,

cual ver con recelo, al cual cuestionar y señalar. Y peor es el

por lo tanto, merezco te- trato hacia la comunidad trans. ner esta etiqueta pegada

Pero, ¿qué es «mujer» y qué es «hombre»? Debemos en-

en la frente para que los

tender que «mujer-ES»: hay muchas formas de serlo, no hay

demás se burlen de mí, de

una sola correcta; la línea que nos quieren obligar a seguir

quién soy; y/o tres, creen que

es inventada y hace más daño que cualquier otra cosa. El

soy lesbiana y que por eso

ser es un acto performativo igual que el género, como diría

me visto como «hombre»,

Judith Butler. Mujer-ES; ser «mujer» implica performati-

lleno, o más bien dicho, in- vidad y cada quién decide cómo ponerlo en práctica.

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tento llenar el «papel del hombre» de la relación. Vaya. ¿Acaso no puedo ser

El género no es sinónimo de sexo, ni los pronombres lo son del género. Si yo me siento «mujer» y aún así me presento, además de ser, más «masculina» o «andrógino»; o

más «masculina» que «feme- si uso adjetivos «masculinos» y «femeninos» como se me nino»? ¿y si quiero ambos?

dé la gana para con mi persona, ¿qué tiene de malo?

¿y si no quiero ninguno? El No porque también me gusten las «mujeres» soy marimaser «mujer» no debería im- cha; soy bisexual. Mi cabello se queda corto y mi ropa no plicar ser o expresarse «fe- «femenina» no va a desaparecer. Me arreglo si quiero o no. meninamente», ni a «qué Me voy a comportar como yo más me sienta cómodo. Mis hay entre mis piernas». Me

objetivos y planes a futuro tampoco los regirá, ni un sexo,

rehúso a creer que sólo hay ni un género. ¿A los demás qué? ¿qué les debe importar? Indos opciones. El género es tenten definir «mujer» sin darse de topes. Ahora intenten serlo, a ver cómo les queda el ojo.


Un pedazo de ca r ne Un pedazo de carne, herido por fuera y tierno por dentro. Rollizo gotea sangre del centro. Un pedazo de carne rebota epicúreo. Un pedazo de carne erotismo muerto. Matadero. Carnicero hambriento. Sus ojos destazan, cortan cuchillo, martillo.

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La gota, un charco, el charco, un lago, el lago, el mar. Pedazo de carne. Nimiedad. Mi parque, la esquina, la plaza, la casa, la escuela, el infierno. Matadero. Dientes, saliva, bolo, quimo, masticado, desgarrado, regurgitado en la calle. Un pedazo de carne. Un pedazo, nada más.

Paulina Meyer

Querétaro @the_hangry_vamp


INCORP


PÓREO

Valentina Rentería Mexicali, Baja California


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Mapi Díaz

Puebla, Puebla


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Zannie, M. (2020, 23 junio). Estos son 10 de los pueblos más atractivos de todo México. Recuperado de https:// www.eluniversal.com.mx/destinos/estos-son-10-de-los-pueblos-mas-atractivos-de-todo-mexico


M.I. Flores Nachón Xalapa, Veracruz @mariainesfn

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"En caso de llevar sombrero, llevaría un globo atadito a la muñeca con el sombrero puesto, y así cuando me encontrara con alguien conocido, le quitaría el globo al sombrero para saludar". - Maruja Mallo


Mitad ángel, mitad marisco:

M A RU J A M A LLO Me sorprende que dentro del campo he escuchado muy pocas veces su nombre, incluso siendo ella tan grande como lo fue. Ana María Gómez González Mallo (Maruja), nació en 1902 en Viveiro, España. Leía un artículo en el que se hablaba de su trabajo y su trayectoria, la describían como una mujer importantísima que se codeó con los grandes de su tiempo. ¿Por qué no se habla de ella? ¿por qué no es ella la grande de su tiempo? En la historia del arte se ha dado luz al artista genio, creador. La mujer permanece en segundo plano, como objeto y como sujeto menor al hombre. Se le otorga apenas cierto valor a partir de las relaciones personales que establezca con el hombre. ¿Cómo se llama? ¿Ella... la esposa de él? “Maruja tuvo una gran amistad con Salvador Dalí“, “Maruja tuvo un romance con Alberti", “Maruja se relacionó muy bien con García Lorca” , “Luis Buñuel no soportaba a Maruja”. Maruja Mallo es un nombre de importancia en la historia del arte. Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, hasta que en 1926 el sistema le quedó corto, ella buscaba libertad. Se quitó el sombrero — literalmente — y abrió su mente de una forma nunca antes vista, transgresora del orden social patriarcal, totalmente desvinculada del estereotipo de La Mujer de los años 20. Una mujer mitad ángel, mitad marisco, como la llamaría Dalí. La Sinsombrero. ¿Qué es lo que provoca que las ideas de una mujer sean tan incómodas a los hombres? ¿por qué es que nuestros gritos, nuestras voces, nuestras manos en puño, nuestros paisajes surrealistas y nuestras cabezas sin sombrero son una falta de respeto? Maruja Mallo no encajó en lo que el historiador del arte consideraba válido para el mundo cultural de la época. Su nombre ha sido ignorado, borrado de libros de texto añadido únicamente al lado de los nombres de los demás grandes de la Generación del 27. Maruja Mallo no vale por sus relaciones interpersonales. Maruja Mallo no vale por haber mantenido una cercana amistad con los genios creadores. Maruja Mallo no vale por haber sido la pareja de un artista. Maruja Mallo vale porque todas las mujeres lo hacen. Porque ella, quitándose el sombrero, nos permitió no tenerlo ahora. Sostuvo en su mano la llave de lo que sería la mujer del S. XXI, fuerte por sí misma, valiosa por su nombre y por el mero acto de respirar libre ante las academias y sistemas. Es.wikipedia.org. Las Sinsombrero. [en línea] <https://es.wikipedia.org/wiki/Las_Sinsombrero#Origen_del_nombre> [5 Febrero 2021]. Leer.es. Maruja Mallo - leer - leer.es. [en línea] <https://leer.es/proyectos/las-sinsombrero/vidayobra/detalle/-/asset_publisher/MBTSgFRnp2nW/content/maruja-mallo> [ 5 Febrero 2021].

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Antonella Guagnelli Cuspineda Puebla, Puebla @antonella_gc

d é f i

c

i

t

d

e

a

t

e

n

c

i

ó

n

No entiendo por qué escribo, por qué ahora las palabras fluyen más que el color,

más que cada pincelada y cada lienzo que no puedo terminar.

Es interesante que lo que me tuvo trabada muchos años hoy se expresa, pareciera que se desahoga de todas las veces que lo dejé encerrado

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por temor a la equivocación o al que dirían

Hoy parte de mí es libre y me asusta que se exprese con desdén, solo de cosas tristes, recuerdos vagos y cariños olvidados.

Hoy quiero que se exprese con alegría, con optimismo, que sea honesto, firme y dispuesto a reconocer

la creatividad que en sí conlleva.


El rosa

Athena

Ig: @shadowy.draws_ @write_my_stars

Cuando era niña le dije a mi papá que quería mi cuarto rosa.

do conmigo que tuviera el mínimo detalle de rosa en cual-

Por años esas cuatro paredes me abrazaron y me vieron

quiera de sus variantes. Cuando me preguntaban por qué,

crecer. Aunque claro, no era lo único que tenía de ese color.

de nuevo, lo más fácil era decir que ya me tenía harta, pero

Dos banquitos con mi nombre, ambos regalos personaliza-

no había explicación de por qué tampoco el morado.

dos; playeras, vestidos, accesorios para el cabello; también

No es que hubiera un momento de transición entre el rosa

lo de mi lapicera, los plumones, los colores, las libretas. Y así

y el morado como mis colores favoritos hacia unos nuevos.

seguí, creciendo en un mundo rosa hasta que lo odié. En-

Que digo, no es tan importante, pero me gustaría tener este

tonces las paredes se volvieron blancas de nuevo, mi ropa

tipo de respuestas. Hay algo de identidad y personalidad en

se volvió de colores oscuros y lo que tenía de papelería tam-

qué color te gusta más. Los reemplazos oficiales fueron el

bién fue reemplazado. Los regalos y cosas de valor queda-

azul y el negro. Para ser sincera, en ese momento no pensé

ron arrumbados en el clóset, simplemente no los quería ver.

ni me llamó la atención el hecho de que mi mente hiciera

No tenía razón, ni lógica. Solo empecé a detestar el rosa

dicha sustitución. Tardaría años en darme cuenta de lo que

con todo mi ser. Cada que veía el color en algo sentía disgusto. Odiaba algo que no me hizo absolutamente nada. Es más, no quería nada que estuviera remotamente relaciona-

esto implicaba. No fue hasta que empecé a investigar acerca de los movimientos feministas actuales que empecé a cuestionarme

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esto. Vi mujeres marchando con una pañoleta morada car-

Naturalmente, después del morado cuestioné mi odio al

gada de significado. Mi primera reacción fue de disgusto, no

rosa. Hasta la fecha, cuando ya ni siquiera vivo en la misma

de la marcha, sino del color. Entonces me preocupé y em-

ciudad de mi niñez, me sigue causando repulsión. Aunque

pecé a pensar: ¿por qué? No estaba en mi cuarto o en mis

pudiera ser obvio, me tomó más tiempo ver que mis senti-

cosas como para decir que me había hartado, sino que era

mientos hacia el rosa tienen las mismas raíces. No fue hasta

asociado con el estereotipo de la feminidad. A las niñas les

que vi un atardecer hace menos de un año que me pregunté

gusta el morado y el rosa. Tal vez esto ya no era cuestión de

por qué odiaba un color tan bonito como aquella nube. En-

preferencia o estética, sino de una misoginia internalizada

tonces vi un patrón: toda cosa material con ese color no me

de la que no tenía ni la menor idea. Cuando me di cuenta,

gusta, pero una flor de color rosa se me hace preciosa. Lo

vi de nuevo las fotos de las marchas y ya no sentí disgusto.

que me relaciona con el rosa lo rechazo, lo demás, no impor-

El morado no representa una expectativa sino una realidad,

ta. La naturaleza no tiene ningún subtexto social, mientras

una lucha, una sororidad.

que lo material puede connotar una idea de mujer perfecta. Sin darme cuenta, rechacé la distinción femenina más básica: el rosa es de las niñas. Tal vez sentí que esos aspectos —mi color favorito y mi cuarto— sí los podía controlar a di-

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ferencia de las expectativas de género. Tampoco es que odie todo lo que simboliza la feminidad. Poco a poco he ido aprendiendo con qué cosas me quedo y con cuáles no. Me gusta el maquillaje, pero no el rosa y eso está completamente bien. El hecho de rechazar aspectos tradicionalmente femeninos no me hace menos mujer. Es cuestión mía qué versión de feminidad me gusta y con cuál me siento cómoda momentáneamente. Si mi cabello es largo, corto, chino o lacio. Si mis cortinas tienen flores rosas o son de azul fuerte. Si los tacones son de aguja o negros en botín. Si uso pantalones oscuros o una falda morada. Al final de cuentas son cosas materiales y ya. Mañana puede que el rosa regrese a ser mi color favorito o siga siendo el azul por muchos años más, lo que importa es que ahora entiendo la razón de mi odio y puedo trabajar en ello. No creo volver a mi cuarto rosa de nuevo, pero empezaré por adorar el rosa en las nubes cuando se mete el sol.


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El rosa es de niñas Athena

Ig: @shadowy.draws_ @write_my_stars


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Las Tlacuaches Puebla, Puebla


I

II

Estiras los brazos. Tu abuelo te levanta para cargarte, junto

Corres el pestillo y mueves la chapa. Cierras todas las venta-

a él está tu abuela. Caminan por el centro de Puebla; el aire

nas. Te aprendes todos los ruidos de la casa, quieres dormir.

inundado de burbujas, los coloridos globos, el sonido de la

El teléfono se vuelve insoportable.

canción que se repite una y otra vez. Todo es enorme y tú tan pequeña.

Estás en la sala con ella. Es de noche y acabas de terminar la tarea. Sonríe. El fleco pachón le cubre los ojos redondos,

Después de un rato, tu abuelo te baja y le da tu mano a

enormes. Alguna vez notaste la tranquilidad previa al sonido

su esposa. Entra a una tienda repleta de periódicos con nú-

del teléfono. Buscas esa sensación aunque sea con nostalgia

meros, canjea unos papeles con un hombre que está del

y no puedes rescatarla en ningún recuerdo.

otro lado del cristal. Sonriendo se aplaude a sí mismo, el que

Cuando te suelta para contestar, su cara pierde expre-

está detrás le da uno billetes. Jamás lo habías visto tan feliz, y

sión. Está ansiosa. Le preguntas qué pasa pero no te contes-

cuando sonríe puedes ver su diente de oro.

ta. Cuelga y te lleva a la regadera, te desviste y te deja bajo el

“¡Qué linda niña!, ¿cuánto quiere por ella?”. Una señora más vieja que tus abuelos se acerca a ustedes, huele a lavanda. Tu abuela te sujeta más fuerte. “¡Cheo!”, grita el nombre de tu abuelo, quien voltea bruscamente y mete el dinero en su cartera. La señora te agarra de la otra mano, sus dedos ásperos presionan tu muñeca. Duele. Comienzas a llorar. “Cheo, ¡ayuda! ¡Fuego, fuego!”. Los gritos de tu abuela te asustan, la señora jala con más fuerza. Tu abuelo corre, se le cae la cartera. “Agarren a esa mujer”, grita y su voz se escucha tan fuera de sí. Solo has escuchado ese tono cuando hablan de tu padre, pero él no está ahí. Hace mucho que no lo ves. Lloras, las muñecas te duelen, por un lado te jala tu abuela, por el otro la señora. Un líquido caliente recorre tu pierna. Tu abuelo empuja a la señora, te carga con un brazo y te sujeta con tanta fuerza que clava su reloj en tu muslo; con la otra mano agarra a tu abuela. Comienza a correr, tus gritos van aumentando, la vista se te nubla. Quieres a tu mami, la quieres ya.

chorro tibio con el cancel abierto. Se va. Se lo llevaron. ¿A dónde? ¿Quiénes? Te enseña una nueva palabra. Esta palabra que acabas de aprender no la debes decir. Te sientes más desnuda. Piensas que esta tristeza la absorbiste de ella. Es distinta a otras. Te seca y te pone el mameluco. La acompañas a correr el pestillo y cerrar se vuelve un rito. Por la mañana le quieres contar a tu amiga, pero te dijo que no le dijeras a nadie. Hablar puede matarlo. No te concentras en clase y te quieres ir a casa. Coloreas una cara feliz. No dices nada. Esa noche sueñas que pisan el techo de la escuela unos hombres armados. Se parecen a los que salen en las películas gringas que no te dejan ver "porque son B". Corres por los salones, todos se conectan, los conoces todos. Aún así no logras salir y te atrapan. Entonces llega la maestra de inglés, pero no te va a rescatar. Es amiga de esos hombres.

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III Tienes seis años, acabas de salir de la escuela. Tu mamá te

¡Es fin de semana! Y como todos cuando está papá en casa,

da permiso de jugar con tus amigos mientras ella espera a

te despiertas temprano, te pones tu ropa deportiva y estás

otra mamá. Eres muy feliz porque siempre tienes que irte

lista a las 8:00 en la sala: irán a Cañahueca, un parque de-

rápido, comer en el carro y después a las clases de piano en Yamaha. Corres con los niños de tu salón y empiezan a jugar “las traes” en un estacionamiento grande junto a tu escuela y aparentemente seguro, porque los que viven en ese conjunto nunca estacionan sus coches en ese estacionamiento de afuera. El juego empieza y tu te escondes detrás de un

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IV

portivo público cercano. No te importa haberte levantado temprano sin ser día de escuela, y es que nunca sales. No vas a la casa de tus amigos, ni a la plaza, ni nada; esta pequeña salida es lo que a los diez años te mantiene emocionada durante la semana. Papá baja y lo ves preocupado, le preguntas pero dice: «No pasa nada», porque así siempre ha sido: nada pasa. Tu mente infantil no se detiene más en

arbusto. El niño que la trae te descubre y corres lo más rá-

el asunto y salen de la casa. Don Nico está sentado en la ba-

pido que puedes hacia un coche. Él se distrae con otro que

tea de la camioneta de doble cabina, «de lujo», como dicen

le queda más cerca y de repente todo se interrumpe por un

tus tíos. Tú no sabes de autos, ni te interesa, sólo sabes que

grito: “¡Agáchense o disparo!”. Todos los niños se agachan,

mamá y papá trabajan mucho y se merecen cualquier tipo

incluida tú. Las madres se esconden, pero al mismo tiem-

de auto. Le das los buenos días y te subes.

po quieren ir por sus hijos. Buscas a tu mamá con los ojos, cuando la encuentras te vas corriendo lo más agachada posible, pero el tipo de la pistola te dispara y tú alcanzas a esconderte detrás de un eucalipto. La bala roza el tronco y te quedas viendo la pared de roca volcánica que está enfrente de ti. Estar entre un árbol y las rocas te da tranquilidad porque sientes que estás protegida por la naturaleza. No sabes

El viaje al parque es rápido, está a menos de cinco minutos. Siempre que vas corres con tu hermana en la pista, mamá va detrás suyo, tu hermano mayor anda por su lado y papá va hasta atrás, cuidándolos, y sólo camina porque todo el tiempo va con el teléfono en la mano, habla mucho. Sin embargo, esta vez papá les dice que no se separen. «Todos andaremos juntos», dice, antes de que nos dispersemos por el parque. Ves cómo él voltea a ver a todos lados, está

cuanto tiempo pasas ahí, tal vez algunos minutos. Luego de

preocupado, más no hay por qué estarlo. De repente, papá

esto escuchas que los niños corren con sus mamás, mien-

le dice a mamá que se suban a la camioneta. «¡Pero no han

tras la policía de la escuela se enfrenta con los pistoleros,

pasado ni quince minutos!», reclama tu hermana. «¡Vámo-

que finalmente huyen en un coche.

nos!», insiste papá. Mamá las toma de la mano y las sube rápidamente a la cabina trasera de la camioneta. Tu hermano se sube con ustedes y papá arranca como si el parque


V estuviera en llamas y hubiera que dejarlo cuanto antes.

Te despiertas con el movimiento del coche que acelera. Le-

Mamá tiene miedo, lo puedes ver. Papá también, pero lo

vantas la cabeza y cruzas miradas con tu hermano: tus pa-

esconde. Don Nico se sienta bien en la batea y observa a

dres hablan en voz baja para no despertarte, están asusta-

todos lados. «Mami, ¿qué pasa?», preguntas. «Nada, nada»,

dos. Tu papá se asoma por el retrovisor y le dice a tu mamá

responde ella. «Ahí está de nuevo», dice tu papá. «¿Quién,

que no volteé. Tu mamá les dice que mantengan la cabeza

qué cosa?». Le tomas la mano a tu hermana porque parece

abajo y que sigan durmiendo. Te incorporas un poco y ves

que quiere llorar. «La camioneta roja», responde tu herma-

que en la carretera acaban de pasar junto a un coche viejo

no. Papá va como a noventa en pleno Bulevar y sabes que se

del que salían personas con sombreros y con lo que creíste

aleja de casa; quiere despistar a alguien. Sin avisar, da vuelta

que eran bates de béisbol. Escuchas a tu mamá rezar.

en un retorno y se mete al estacionamiento subterráneo de

Días después, platican con el resto de tu familia en una

Plaza Cristal. ¿Qué hacemos aquí?, te preguntas. Papá apaga

cena de cumpleaños sobre el viaje. Tu mamá les cuenta que

las luces y busca dónde estacionarse. Para entonces, cuan-

pasaron junto a un coche donde unos hombres armados

do ya no se mueve la camioneta, tú y tu hermana de nueve

agarraron a otro que parecía gringo y que apuntaron al co-

años ya están llorando. Tu hermano, de quince años, intenta

che donde ibas. Escuchaste las palabras “guerra”, “persecu-

hacerse el fuerte y las abraza. «Vamos a intentar guardar

ción” y, por primera vez, “narco”. No sabes lo que significan.

silencio, ¿sí?», dice tu mamá. Ves que toma la mano de papá.

La mañana siguiente vas al café internet de tu tío y las

Don Nico está escondido, bien escondido. Asomas tantito la

tecleas. No entiendes los títulos sugeridos y ves las fotos. En-

cabeza por la ventana, con cuidado para que no te regañen:

tonces reparas en que se repiten las imágenes de bultos en

entra la camioneta roja al estacionamiento. Pasa dos, tres,

lo que parecen ser diferentes lugares. Te inclinas para mirar

seis veces. El que haya más camionetas como la tuya sirve

mejor y te toma unos minutos entender que son pedazos de

para pasar desapercibidos.

humanos. Las sigues viendo y te das cuenta de que cono-

La siguiente semana ni tú ni tu hermana van a la primaria, no salen a ningún lugar. Tu hermano sí va, pero lo acompaña

ces un lugar. Había un bulto detrás de la cancha de la iglesia donde solías jugar básquet.

un nuevo trabajador, alguien extraño. Papá tiene que volver

No te atreves a salir sola a la calle a la mañana siguiente.

a irse. Antes les decía que si salían anduvieran con cuidado,

Algunos vendedores ambulantes tocan el timbre de tu casa

siempre pendientes. Esta vez está prohibido salir. Aún no en-

pero no les abres. Durante una semana no saliste a jugar

tiendes qué está pasando. «Una obra está parada», es todo

con tus vecinos. El resto de aquel año no volviste a viajar en

lo que dice.

coche al Norte.

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VI Parecía ser una noche calmada. Tú en casa de la bisabuela Hermelinda acostada en la recamara principal junto a tu mamá y hermanos durmiendo, destapados, por el húmedo clima que se sentía en Tlapacoyan, Veracruz. La familia se reunía en el pueblo natal de tu abuela la Prietita para celebrar el novenario de la bisabuela. Tú adorabas ir a ese pueblito, pasear en el parque, comer mariscos, visitar a la familia y tomar siempre una nieve de limón.

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cuchar gritos y gente corriendo cerca de la casa. —¡Se fue por acá, alcáncenlo! Tu tío pidió con señas que no hicieran ruido y que se agacharan, mientras se escuchaba la cacería. Pasó un tiempo y cuando parecía que todo se había calmado, tu tío Álvaro se levantó y dijo que iba a echar un ojo. Escuchabas cómo hablaba con alguien afuera de la casa ya en la calle. De regreso les dijo: —Ya acabó, atraparon aquí atrás al que estaban buscando.

La noche antes de la misa todos en la casa se encontra-

Todos regresaron a dormir. Pero desde esa noche ya no

ban dormidos. Ustedes, tu abuela la Prietita, tu tío abuelo

viste igual la casa de tu bisabuela. Ahora cada vez que pa-

Álvaro, su esposa y su hijo Pepe. La noche parecía trans-

san a saludar a la familia viajan de día y ya no pasean por el

currir plácidamente, justo como te gustan las noches de

parque a las diez de la noche. A partir de esa noche tienes

Tlapacoyan, cuando de repente escuchas cómo entra a la

miedo en Tlapacoyan.

recamara principal tu tío Álvaro y le pide a tu mamá que los despierte y los traiga a la sala. Adormilados se cambian de cuarto. Tu tío hace énfasis en que guarden silencio con expresiones calmadas, no quiere que entren en pánico. Tu mamá, con el chiquito de 4 años en brazos, se sienta entre tú y tu hermano y se hacen conchita. La casa de tu bisabuela tiene un patio enorme y la parte

VII Un sábado en la mañana después de la algarabía de un ensayo de baile te subes a la Windstar azul 2005 de mamá. En el asiento trasero también se sienta tu primo para que lo lleven a casa. Detectas un olor a coche caliente y tu padre

trasera da a un lote baldío con mucha vegetación. Justo hacia

enciende el clima acondicionado. En la calle, los autos circu-

ese lote el patio cuenta con un balcón enorme, técnicamente

lan con normalidad. El tráfico atascado de siempre, los mis-

no hay pared, solo una pequeña barda decorada con plantas

mos siete minutos del semáforo para cruzar a División del

para que puedas admirar la vista. Nunca le habías dado tanta

norte. En el alto de ese semáforo, los vendedores ambulan-

importancia, incluso te agradaba jugar a lanzar piedras y ja-

tes pasan ofreciendo cigarros y chicles; se acerca un hombre

más le viste un problema al balcón, hasta esa noche. Sin entender qué sucedía tu permaneciste quieta e incluso trataste de volverte a dormir. Entonces empezaste a es-

con una botella llena de jabón e intenta limpiar el parabrisas mientras tu madre mueve el dedo diciendo que no. El rayo del sol se dirige justo hacia ti y bajas la ventana para atorar


un suéter que te dé un poco de sombra porque te molesta el

jo, dobla tu espalda para que te agaches y no veas más de la

exceso de luz. Tu primo te ayuda a subir el vidrio y gran parte

escena. Mientras la camioneta sigue su camino se escucha el

del suéter rosa queda por fuera de la ventana.

ruido de lo que parece ser un disparo. En eso, Billie Joe Arm-

El camino es largo, vamos hasta la colonia Nápoles. Te preparas para que los próximos cuarenta minutos sean más

strong termina de cantar y se escucha el eco de Wake Me Up When September Ends, bombardeando tu oído.

amenos. Dentro de tu bolsa está tu iPod; conectas los au-

VIII

dífonos y abres la aplicación de música. Se reproduce Wake Me Up When September Ends, de Greenday. Suena la guitarra

Vas al súper con tu mamá. Es un trayecto de unos diez minu-

arpegiada y justo cuando te preparas para cantar, el coche

tos, pero no le gusta ir caminando porque al regreso hay que

se detiene abruptamente.

subir una colina enorme, así que toman el carro. Es una cadena

Diriges la vista hacia el frente y hay un Mercedes Benz

24 horas y casi siempre tiene gente. Hoy no es la excepción.

blanco atravesado a la mitad del Periférico frente a Perisur.

Toman un carrito en la entrada y caminan por los pasillos;

Del vehículo se baja un hombre de forma apresurada; viste

no son muchas cosas las que llevan y terminan por formar-

pantalón de mezclilla y una camisa negra. Destaca la hebilla

se en la primera caja que está cerca de la salida. Junto a las

ovalada de su cinturón. "Here comes de rain again", alcanzas

puertas que siempre están abiertas hay un policía. Otra mu-

a escuchar en tu oído derecho. Detrás del Mercedes hay un

jer frente a ustedes habla con la cajera como si la conociera

sedán color arena del que baja un muchacho que no pasa

de toda la vida.

de los veintitrés años; trae puesta una playera azul agua y unas bermudas a cuadros. Inmediatamente, corre sin im-

No sabes cómo, pero de un momento a otro las personas en las demás cajas gritan.

portarle que los coches aún no dejan de pasar. El periférico

—¡Ahora sí hijos de la chingada!, escuchas decir a un

colapsa, todos se detienen y el muchacho corre hasta el otro

hombre cuya cara está cubierta por un pasamontañas. Trae

lado. Volteas a ver al hombre calvo de la hebilla ovalada y

una pistola que apunta a la cabeza del policía. En la entrada

ves como, de su cintura y junto al cinturón, saca una pistola

aparece otro hombre y dispara al aire, haciendo resonar las

negra con la que apunta hacia el muchacho.

láminas del techo.

—¡Te vas a morir, hijo de tu puta madre!

Tu mamá te jala del brazo y te hace meterte debajo de la

Gritas y las lágrimas corren por tus mejillas. No sabes qué

caja registradora. Ella se cubre con el estante de los dulces. La

hacer, tienes miedo; y en ese momento, tu tía dice: “¡Chobi,

cajera les dice que no se levanten, que ahí están más seguras.

acelera!”. El brazo de tu primo te jala fuertemente hacia aba-

No puedes dejar de mirar el arma del primer asaltante.

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Sabes que tu papá tiene pistolas, pero nunca habías visto

sando porque tu hermano nunca te llama. Él te da la noticia:

una en la vida real.

unos narcos se han apoderado de la marina. Te cuenta que

El hombre que tiene amagado al policía lo lleva hasta la caja donde tu mamá y tú se encuentran. En ese pequeño espacio que no habías notado está la caja de seguridad; una estructura enorme de metal con un cilindro en la parte de arriba. —Saca todo el dinero o te vuelo la pinche cabeza, ¡rápido!— le grita al policía mientras este intenta abrir la caja. Desde donde estás puedes escuchar a otros clientes moviéndose por los pasillos. Muchos están escondidos, se mueven muy cerca del suelo. Se escuchan a lo lejos las sirenas de las patrullas. —¡A la chingada wey! ¡Vámonos!—, grita el segundo asaltante, el que disparó al techo. Parece que el primero no quiere irse, pero termina por empujar al policía y ambos escapan

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llegaron unos gorilas vestidos de negro (en coches oscuros, sin placas) y que sin dar A o traer algún tipo de orden, entraron y comenzaron a sacarlo todo al patio. Usaban una violencia y fuerza innecesaria, como si fueran actores mudos gesticulando exageradamente para una audiencia alejada. El Güero reaccionó rápido y se alcanzó a encerrar en la oficina para que los matones no pudieran meterse a destruir las computadoras o los planos o papeles importantes. Los huéspedes de la casa, una familia de gringos que de seguro nunca en su vida querrá regresar, huyeron despavoridos. Todos los yates que estaban en el puerto tuvieron que desembarcar inmediatamente ante las amenazas de los hombres de negro. Había una pareja de viejitos retirados que tenía a un gato gordísimo llamado Kokomo que vivía con

por la salida. Todo pasa muy lento. Llegan las patrullas, más policías, el murmullo de la tienda vuelve a la vida. Como si levantaran un peso que todos tenían encima. Sales de debajo de la caja y te levantas como todos los demás. La cajera termina de cobrar los productos de la mujer frente a ustedes. Las hace avanzar, pagan y de un momento a otro, ya están de vuelta en el carro. Estás más callada de lo normal, pero sientes que tienes

ellos en su barco. Te imaginas a la pobre señora buscando a Kokomo en el patio frenéticamente mientras era acosada por las sombras gigantes. Habían falsificado un préstamo de un millón de dólares en donde tu papá dizque firmaba de aval y como no se había pagado este, les habían embargado la marina. Te pidió que no le llamaras a tu papá, no quería hablar con ustedes todavía. Más tarde recibiste llamadas de la tía Chiquis, la tía Gaby y de Dani. Tu tía Gaby te pidió que ya no

que decir algo. —Oye ma… no le vamos a decir a mi papá, ¿verdad?

te fueras en camión a la uni y tomaras Uber y que no salieras de la casa más que para lo indispensable. Todavía no sabían

IX Acabas de despertar y tienes tres llamadas perdidas de tu hermano y una de tu mamá. Sabes que algo grave está pa-

realmente quiénes eran estos tipos y qué querían con ustedes. Honestamente, tu tía Gaby siempre ha sido una exagerada, pero aún así le hiciste caso. Tu padre contrató a unos abogados y pidieron el amparo


del sistema legal mexicano, pero perdieron el caso no por falta de pruebas, sino por falta de entendimiento de las nuevas reglas judiciales. Tu papá se rige por un sentido de la justicia quijotesco, oséase, anacrónico e idealista, pero la burocracia legal moderna se pone en marcha y da resultados sólo bajo el influjo de la mordida. La batalla legal lo ha desgastado mucho, ahora ve enemigos por todas partes. Una vez te marcaron preocupados. Tu papá balbuceaba, no era coherente y repetía eso de querer dejar este mundo. Tú no supiste qué hacer y sólo se te ocurrió enviarle mensajes diciéndole que lo querías. También le mandaste una foto de una foto de ustedes cuando todavía eran una familia y estaban en posesión de su propiedad privada. Tu papá solo dijo: “Qué hermosa es tu madre”. Tú también ves enemigos donde antes no. Uno piensa que este tipo de cosas es exclusivo del mundo de los delincuentes o los tranzas, aquellos que cuando ves en las noticias puedes decir “pues por eso”, pero en realidad a cualquiera le puede tocar la de malas. Nunca creíste que esto te fuera a pasar, estando calentita en tu cama queen size, en tu cuarto con vestidor y baño propio. Pero claro, no notas el cráter cuando has vivido amodorrado en su centro.

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Michelle Gendreau Millet Cholula,Puebla @m.yandro

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Maternidad monstruosa

I. Monstruosidad materna

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¿Qué sucede con ese rostro desfigurado de la materni-

A través de sus versos, Esther M. García crea un espacio

dad que queda fuera del ámbito público, del que nadie

para contar las perturbadoras historias de todas estas

habla o escribe, del que incluso las madres niegan dis-

“madres monstruosas”, regresándoles aquella voz que

tinguir en sí mismas? A menudo se hace de las madres

por siglos se les ha negado al reconocer ese lado oscuro

chivos expiatorios, culpabilizándolas por cada atrocidad

de la maternidad.

que cometen o se ven obligadas a cometer —exculpan-

Al igual que el infanticidio, el aborto ha sido para las

do minuciosamente, tanto al padre como a la sociedad.

mujeres y personas gestantes una forma para reafir-

A menudo se les sentencia como si ellas y el ámbito pú-

mar aquella autonomía que se les ha arrebatado. En su

blico que las rodea no estuvieran indisolublemente uni-

poemario Embryos, la escritora mexicana Camila Krauss

dos. Más violencia engendra violencia; y la maternidad

plasma el retrato de un cuerpo inmovilizado por diversas

no queda exenta.

violencias que lo atraviesan al transgredir las normas de

[...]


la institucionalización de la maternidad, la misma que

se encoge con la almohada

perpetúa el poderío del Estado sobre la reproducción

y la noche es un cielo de cenizas muertas […]

en un destino que desgaja y deshija. (Krauss 47)

femenina. Y es que dentro de la idealización de la maternidad, no caben aquellas mujeres que no quieren ser

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madres, mujeres que prefieren interrumpir clandestina-

Cada persona reacciona al aborto según sus propias

mente su embarazo, o incluso poner su vida en riesgo,

vivencias y temperamento, sin embargo, existe un ele-

antes de parir a une niñe que no pueden o no quieren

mento recurrente en algunas mujeres y personas ges-

maternar. Sin ánimos de caer en la estigmatización del

tantes que han interrumpido su embarazo: la culpa. ¿Y

aborto clandestino, cabe recalcar que la clandestinidad

cómo no van a sentir culpa después de toda una vida en-

no es sinónimo de inseguridad, sino una simple referen-

frentándose a la idea de los “pro-vida” de que el aborto

cia a un estatus jurídico. Empero, me atrevería a decir

es sinónimo de asesinato? (Rich 344). Y, para todo esto,

que ninguna mujer, o persona gestante, aborta por no

¿por qué llamarles pro-vida cuando no les importa nada

tener nada mejor que hacer, pues como escribe Rich,

más que controlar a las mujeres y personas gestantes?

“Quedarse embarazada con un hijo que no se desea es

Cínicamente, la postura anti-abortista adquiere una in-

una experiencia muy dura […] ninguna mujer libre, ca-

diferencia hacia el espectro total de la vida humana, ha-

paz de controlar del todo sus maternidades, elegiría el

ciendo caso omiso de los múltiples mecanismos de do-

aborto”, (344-345).

minación y sumisión de los cuales se beneficia (Rich 36).

Nadie aborta porque sí, y es justamente esta la cues-

Es necesario que las escritoras alumbren la hetero-

tión que se plasma en el poemario Embryos de Camilia

geneidad de la experiencia materna, transgrediendo

Krauss. Con cada verso, la autora da una pincelada que

la imagen idealizada de la maternidad para posicionar-

en conjunto, enmarca un cuerpo invadido por otro cuer-

la en el sitio que merece: “en el centro de la dificultad

po; gestante, omnipresente y empapado por una brutal

inherente al ser humano” (Mitchell ix). Con cada verso,

realidad que se cuela hasta lo más recóndito de su ser:

ambas poetas mexicanas evidencian aquella monstruosidad materna que por siglos se ha excluido del ámbito literario. A través de su poesía, las autoras posicionan a

no eres diferente de las personas muertas que

nunca se van […]

le lectore en el núcleo de esa angustia que atormenta

una mujer se hace ovillo de mujer […]

a miles de mujeres al verse atrapadas en aquella insti-


tución de la maternidad patriarcal, dentro de la cual se

Nadia Contreras es una de las poetas mexicanas que

retuercen sin saberlo. Lo que la lírica de García y Krauss

deconstruye la imagen de la hija sumisa que guarda silen-

logra, es que le lectore se imagine, aunque sea solo por

cio ante la figura omnipotente y sacralizada de la madre,

un momento, que esa monstruosa historia podría haber

dialogando así con ese lado oculto de la maternidad (Ver-

sido la suya (Rose 143).

gara y Sánchez 146). A lo largo de su poemario “Ciertas luces”, la escritora consigue retratar a una madre que aban-

II. Hijas de la monstruosidad materna

dona, que es a la vez una niña perdida que ha sufrido todo tipo de atrocidades a manos de una sociedad machista

A partir de la segunda mitad del siglo XX, el estereotipo de la madre santa, buena, silenciosa y abnegada que se representa en la literatura mexicana, entra a una etapa de pulverización llevada a cabo por, nada más y nada menos, que las propias hijas (Vergara y Sánchez 142). Así

que le arrebata la inocencia para después escupirla sin piedad en la institución de la maternidad patriarcal. En su poema titulado “Declaración de odio”, Contreras expone el brutal contexto de aquellas madres embarradas por la depravación social:

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como las “madres monstruo” se encuentran invadidas

Nunca le dijiste cuánto lo odiabas,

Cuántas veces estuviste a punto de darle

Un tiro en la cabeza.

El cansancio de tu padre era tu condena,

imaginario colectivo, que las hijas se sienten culpables

Olga Lucía.

de criticar o incluso cuestionar a sus madres, desmoro-

Mirarlo sobre la cama […]

nándose ante la censura que ellas mismas se imponen.

Mientras él sin ternura ni piedad

Hurgaba en tu sexo. (Contreras 11)

de angustia, atravesadas por infinidad de violencias y sentimientos destructivos, sus hijas también lo están. El ideal de la maternidad permanece tan arraigado al

Afortunadamente, cada vez existen más escritoras que desafían la idealización maternal hegemónica para dar a conocer aquellas historias desgarradoras que llevan im-

Al deslindar a las madres del ámbito público, la idea-

presas en el alma, porque como Rich escribe, “no hay in-

lización de la maternidad obliga a creer que el ‘instinto

diferencia o crueldad que se pueda soportar menos que

maternal’ tiene cabida alguna en esta historia. ¿Qué tanto

la indiferencia y la crueldad de nuestras madres” (305).

“instinto maternal” se le puede exigir a una madre vio-


lada, obligada a parir una hija engendrada por la crueldad? Con el personaje de Olga Lucía, Nadia Contreras

Mi cuerpo. […]

Yo tampoco, Olga Lucía, estoy entre los vivos. (Contreras 16)

muestra hasta qué punto siguen vigentes los estereotipos que la institución maternal impone, lo que deja ver

A través de la escritura, la poeta mexicana encuentra

los patrones de violencia que se repiten con el abuso

una posibilidad para dialogar con aquella madre ausen-

sexual y el sometimiento de la mujer en el seno de la

te, Olga Lucía: un fantasma en las fotografías que olvidó,

familia (Vergara y Sánchez 151). Olga Lucía es la mujer

una mujer de vestido verde que desaparece olvidando el

violada, trabajadora sexual y usuaria de drogas, la que

pasado, olvidándola a ella. Así, la voz lírica del poemario

abandona; pero es también la madre huérfana que re-

se presenta como una hija atormentada por la ausencia

nuncia a su hija por amor, para no acabar asfixiándose

de su madre, aquella que no soportó el aplastante peso

a sí misma (149).

de la institución maternal que condena a las mujeres

“¿Cómo cabe esperar que sea este [amor maternal] lo

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que salve el mundo, cuando ni a sí mismo puede salvar-

más violentadas por las injusticias de su contexto.

[...]

se?” pregunta de manera retórica Jaqueline Rose, antes de

Analizando ambos poemarios, es posible concluir que

responder que a veces, “la única forma de ejercer de ver-

tanto Nadia Contreras como Cristina Rivera Garza desa-

dad de madre de sus hijos es abandonándolos” (110-114).

fían la institución de la maternidad patriarcal para dar a

Y es como si la voz lírica del poemario, la voz de aquella

conocer las desgarradoras historias que llevan impresas

hija abandonada, estuviera consciente de las circunstan-

en el alma, con lo que se deconstruye el estereotipo de

cias que obligaron a su madre a marcharse. Empero, esa

la hija obediente al exponer aquellos rostros silenciados

empatía no es suficiente para llenar el vacío que le dejó su

de la maternidad. Ambas obras poéticas, “Ciertas luces”

progenitora al partir y renunciar a ella, porque con la au-

y “La más mía”, actúan como instrumento por el cual las

sencia de la madre viene la ausencia de sí misma, la cual

autoras se enfrentan al vacío de la carencia maternal,

que se evidencia en el poema “Animal a cuatro patas”:

creando un diálogo con la madre ausente con el propósito de sanar las heridas que dejó su abandono. Las auto-

También fui yo la que se quedó sola.

No el dolor entre las piernas

Pero sí el abandono como una mina estallando

ras abren la ventana del lenguaje para vaciar esos sentimientos encontrados que surgen del complejo vínculo


materno-filial, empleando un “yo” lírico que sin dudas, pueden ser ellas mismas experimentando un arrebato de emoción ante la imagen de sus madres: Olga Lucía e Hilda Garza Bermea. A través de sus versos, Contreras y Rivera Garza crean un espacio de cicatrización desde donde son capaces de reconciliarse con aquella identidad fragmentada por la monstruosidad materna, mas no sin haberse astillado antes.

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L A LUCH A SIGUE Lina Martínez

Puebla, Puebla @lost_lassie

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«Las mujeres negras se despiertan por la mañana, se miran en el espejo y ven mujeres negras. Las mujeres blancas se despiertan por la mañana, se miran en el espejo y ven a las mujeres. Los hombres blancos se miran en el espejo y ven a la humanidad. Michelle Haimoff



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