Es Madrid no Madriz Magazine

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Sobran las presentaciones cuando se trata de hablar de una leyenda de la escena como es Manuel Galiana, un actor madrileño que ha pasado casi toda su vida sobre un escenario. Son cientos los personajes a los que ha dado vida y numerosos los premios y reconocimientos que ha recibido, entre ellos el Premio Nacional de Teatro en 1998, el Premio Nacional de Teatro Pepe Isbert en 2012 y más recientemente la Medalla de Oro de Bellas Artes en 2014. En la actualidad, Manuel Galiana compagina su carrera de actor con la dirección de la compañía Martes Teatro, una joven compañía que con tan solo dos temporadas ya ha cosechado el premio más importante, el reconocimiento del público que fielmente asiste a sus montajes. Precisamente en la sala de esta compañía de la calle Moratines, en el castizo barrio de Embajadores, ha sido el lugar donde nos hemos reunido con Manuel Galiana para hablar con él de la compañía y de su apasionante vida sobre los escenarios en esta entrevista en la que, además, descubrimos a un personaje más allá de su vida profesional como actor, una persona cálida y generosa con una larga vida dedicada a satisfacer al público. Por: Ramón Rivas

— EMNMM. Manuel, toda su vida la ha dedicado al mundo de la escena, ¿cómo fue su primer contacto con el mundo del teatro? — M. Galiana. Empecé desde muy niño, yo creo que las primeras actuaciones las hice de pequeño, con los amigos de la calle, cuando nos contábamos películas sentados en el bordillo de la acera (risas). De manera más seria empecé cuando estudiaba bachillerato. Estudié en el Instituto de San Isidro, allí tuve la fortuna de que un profesor de literatura, don Antonio Ayora, formase un aula de teatro y yo me apunté a ella. Don Antonio era un maestro maravilloso, no solamente como maestro de teatro sino como maestro de la vida. Todos los que pasamos por sus clases guardamos un recuerdo maravilloso... Es muy importante tener un buen maestro y yo lo tuve. Después, en la adolescencia, ya tenía muy claro que quería ser actor, se podría decir que lo decidí la noche que fui al Teatro Español, que lo dirigía José Tamayo, al estreno de Enrique IV de Pirandello. Ese fue el primer estreno al que había ido en mi vida, yo iba mucho al teatro con mis padres pero esta era la primera vez que asistía a un estreno. Fue un estreno glorioso, inolvida-

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ble… Esa misma noche, después de salir del teatro, decidí que si el teatro podía ser eso que había visto ya no quería pertenecer a otra cosa, aunque también es verdad que lo que más ilusión me hacía era trabajar en el cine. Después me matriculé en la Escuela Oficial de Cine, les dije a mis padres que quería ser actor y ellos que ya me habían visto actuar en el instituto, supongo que vieron que yo ya apuntaba maneras y no pusieron pegas, en mi casa siempre hubo mucho respeto al arte y sobre todo al teatro. Me matriculé y desde el principio me fue muy bien, hice muchas prácticas y empecé a destacar. Por aquel entonces estaba convencido de que el cine era mi camino pero antes de terminar los estudios me surgió la posibilidad de hacer una obra de teatro, La casa de los siete balcones en el Teatro Lara en plan protagonista junto con Amelia de la Torre, donde me fue muy bien. Ese mismo curso acabé la carrera, me dieron el premio extraordinario de fin de carrera. Yo estaba convencido de que con este premio y con el éxito que tuve en el teatro la puerta del cine estaba abierta pero no fue así, se empezaron a encadenar las ofertas para hacer teatro y televisión.


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