Guía de estudio u 3 parte II 2014

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CURSO EN SEGURIDAD CIUDADANA CON ENFOQUE DE GENERO Unidad 3: Medición de la Seguridad Ciudadana con Enfoque de Género SEGUNDA PARTE

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Centro Regional para América Latina y el Caribe Área Práctica de Prevención de Crisis y Recuperación Área Práctica de Género Escuela Virtual Elaborado por: Nadine Jubb Adaptado para edición 2014-2015 por: Esperanza Franco Rodríguez

Material didáctico del curso Seguridad Ciudadana con Enfoque de Género desarrollado por la Escuela Virtual del PNUD. Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los y las autores/as y no representan necesariamente las de las Naciones Unidas, incluido el PNUD, o las de los Estados miembros de la ONU.

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Índice SEGUNDA PARTE I. II.

Introducción Principales problemas de la medición de la seguridad ciudadana con enfoque de género A. Diseño de los indicadores, herramientas y sistemas de información a) Escasez de datos i) La escasez de datos desagregados por sexo ii) La escasez de datos sobre la violencia de género b) Categorización i) Sesgos y vacíos en las reformas legales ii) ¿La violencia y las mujeres todavía relegadas a la esfera privada? iii) Femicidio/Feminicidio iv) Sesgos en las encuestas de victimización B. La recopilación de la información a) Encuestas de victimización y percepción de inseguridad de las mujeres b) Estudios epidemiológicos sobre la violencia contra las mujeres c) Subrregistro d) Desafíos encontrados en las Comisarías de la Mujer C. Análisis de la información a) Problemas encontrados en el análisis debido al subrregistro y la escasez de datos desagregados b) Algunos errores comunes en el análisis c) Las causas y los factores que generan la violencia de género

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I. Introducción El propósito de esta unidad es comprender los principales elementos metodológicos de la medición de la seguridad ciudadana con enfoque de género. Para ello, esta hoja de ruta está guiada por las siguientes preguntas.

PREGUNTAS CLAVE EN LA UNIDAD

1. ¿Cuáles son los problemas que dificultan la medición de la seguridad ciudadana con enfoque de género? 2. ¿Cuáles son los elementos clave para la medición de la seguridad ciudadana con enfoque de género?

II. Principales problemas de la medición de la seguridad ciudadana con enfoque de género A. Diseño de los indicadores, herramientas y sistemas de información a) Escasez de datos Esta sección considera algunos problemas que contribuyen a la escasez de datos confiables en las dos fuentes tradicionales para la seguridad ciudadana, los registros institucionales (principalmente de la policía y los órganos del poder judicial) y las encuestas de victimización. Todos contribuyen a la invisibilización de la manifestación de las relaciones desiguales de género en experiencias diferenciadas de la seguridad ciudadana entre hombres y mujeres, especialmente las formas silenciadas de violencia contra las mujeres.

i) La escasez de datos diferenciados por sexo Los datos reportados en los informes institucionales de la policía y el sistema judicial, además de las encuestas de victimización, frecuentemente son globales, algunos están desagregados por sexo pero muy pocos incluyen datos sobre otras categorías sociales, como edad y etnia. En otras palabras, es como mirar una fotografía digital de baja resolución, porque no deja ver los detalles. Sin estos detalles no se puede captar cómo los hombres y mujeres u otros grupos sociales son afectados por la violencia de manera diferenciada (Widyono, 2009; Dammert et al., 2010; CIDH, 2007; Consejo de Derechos Humanos, 2008).

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ELEMENTOS FUNDAMENTALES EN UN ENFOQUE DE GÉNERO SOBRE LA VIOLENCIA Y LA (IN)SEGURIDAD

Las víctimas

Los victimarios

La relación entre víctima y victimario

El lugar de ocurrencia de los hechos

La percepción de (in)seguridad de mujeres y hombres

#1 Las víctimas Los datos desagregados por sexo revelan claramente que hay diferencias de género marcadas entre las formas de violencia que sufren las mujeres y los hombres:  Hombres y mujeres no sufren por igual los delitos, ni los mismos delitos.  Ni todos los hombres ni todas las mujeres sufren los mismos delitos.  Hay patrones relativamente constantes en la región latinoamericana, como que el homicidio y la violencia callejera afectan más a los hombres, mientras que las violencias doméstica y sexual afectan más a las mujeres. Con respecto a los homicidios, la desagregación demuestra tendencias relevantes tanto por edad como por sexo. La desagregación por sexo (Cuadro 1) demuestra que la gran mayoría de las víctimas de homicidio en la región son hombres. Al mismo tiempo, la ausencia de datos para la mayoría de los países revela uno de los mayores obstáculos en la temática. Cuadro 1: Tasas de homicidio, desagregado por sexo, por 100,000 habitantes, año más reciente reportado País (año) Argentina (2009) Belice (2010) Chile (2009) Colombia (2010) Dominica (2009) Jamaica (2010) Panamá (2009) República Dominicana (2008) Uruguay (2010)

Tasa Hombres 10,8 73,5 6,5 6,9 35,3 96,3 42,8 46,0 10,3

Fuente: OEA, 2011: 18-19

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Tasa Mujeres 1,7 10,1 1,0 5,4 1,0 10,3 4,1 3,2 2,4


Cuadro 2: Número y porcentaje de homicidios registrados en la República de Panamá, por sexo según grupo de edad de la víctima

Fuente: SIEC, con base en información suministrada por la División de Análisis, Estadística y Difusión de la D.I.J.

Con respecto a otros tipos de delitos, los hombres tienden a ser víctimas de los delitos de amenazas, golpes, robo armado, robo a la casa, robo de vehículo o motocicleta y estafa (PNUD, 2009). Estos datos contrastan con la violencia de pareja íntima, la violencia intrafamiliar y la violencia sexual, en los que la gran mayoría de las víctimas son mujeres y niñas (OPS/OMS, 2003). Además, aún quedan invisibilizados otros aspectos como la violencia sufrida por mujeres y hombres afectados por la interseccionalidad de género con otras categorías de poder desigual, especialmente la etnia, capacidad física o mental, personas LGBTI, entre otros. Los pocos estudios que existen demuestran que estos grupos de mujeres sufren mayor nivel de violencia sexual. Por ejemplo, hay mayor violencia sexual contra mujeres indígenas y afrodescendientes en la situación de conflicto en Colombia y en otros países (Carrasco et al., 2010; CLADEM, 2007; FIMI, 2006; Muñoz, 2011; PCS, s.f.).

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#2 Los victimarios Al desagregar los datos por sexo de quiénes son los victimarios, se encuentra tendencias o un perfil de los mismos. Cabe notar que existe menos información desagregada sobre los victimarios en comparación con las víctimas.  Hombres y mujeres no tienen la misma participación en la perpetración de los delitos ni cometen el mismo tipo de delitos. Aspectos del perfil de los hombres:  Cometen más delitos que las mujeres.  Generalmente perpetran crímenes violentos y agresiones físicas.  Cometen la mayoría de homicidios y delitos de violencia de pareja íntima, violencia intrafamiliar y violencia sexual.  Forman la mayor parte de las pandillas o maras.  Poseen más armas de fuego que las mujeres. Aspectos del perfil de las mujeres:  Cometen generalmente delitos ordinarios (pequeños robos y fraudes, narcomenudeo, prostitución o agresiones leves).  La mitad de las mujeres internadas en cárceles están acusadas de venta de narcóticos.  Tienen un protagonismo creciente en el tema de trata y tráfico de personas (América Latina Genera, 2010).

Foto: UN Photo/Sophia Paris

Foto: UN Photo/Sophia Paris

Estudios recientes sobre hombres jóvenes violentos y el uso de armas en Brasil señalan que un motivo para sus acciones es participar en una cultura que celebra y reproduce las identidades dominantes masculinas y femeninas. Al mismo tiempo, se ha demostrado que es posible cambiar las actitudes y comportamientos para que los jóvenes sean menos violentos (Barker et al., 2005; Page, s.f.).

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#3 La relación entre víctima y victimario

Si indagamos la relación entre víctima y victimario junto con la desagregación por sexo de estas categorías, descubrimos que el género también marca este aspecto de los delitos.  Hombres y mujeres víctimas de delitos no tienen las mismas relaciones con agresores/victimarios. Relación hombre víctima con victimario:  Los homicidios de hombres suelen ser producto de violencia interpersonal. Relación mujer víctima con victimario:  En los viejos escenarios de femicidios el victimario suele ser la pareja o ex pareja u otro familiar, como sigue siendo el caso en la mayoría de países en la región. En los nuevos escenarios, que son vinculados a las políticas de ‘mano dura’ contra el narcotráfico, la mayoría son cometidos por hombres desconocidos, especialmente en El Salvador, Guatemala y México (CEFEMINA, 2010; Medina, 2010)1  La violencia sexual es muchas veces perpetrada por hombres de la familia o del entorno.  La gran mayoría de situaciones de violencia de (ex) pareja íntima –sea sexual, física, psicológica o patrimonial– es cometida por hombres contra mujeres (OMS, 2002). Estos datos revelan un patrón en donde los delitos contra la persona que sufren las mujeres son cometidos sobre todo por hombres conocidos y muchas veces por su pareja íntima o ex pareja. Esto varía en situaciones de conflicto, como sucede en Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Perú (CLADEM, 2007), o la militarización de México (Medina, 2010). #4 El lugar de ocurrencia del delito

Hay también patrones por género con respecto al lugar de ocurrencia del delito y la violencia.  

Los hombres: La mayoría de homicidios contra hombres suelen ocurrir en sitios públicos. Las mujeres: La mayoría de las formas de violencia que sufren es en sus propios hogares y por sus parejas y en espacios públicos mal iluminados.

Una explicación de este patrón es que el uso del espacio público por parte de mujeres y hombres adultos es diferente (Massolo, 2006).

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El tema de los asesinatos de mujeres es desarrollado más adelante en esta misma unidad

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#5 La percepción de (in)seguridad de mujeres y hombres

El cuadro 3 muestra las diferencias entre las percepciones de hombres y mujeres en seis países de América Central. Cuadro 3: Percepciones de inseguridad para mujeres y hombres PERCEPCIONES DE INSEGURIDAD PARA LAS MUJERES Y HOMBRES (PORCENTAJE)

País

Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua Panamá

Personas que se sienten algo inseguras o muy inseguras Mujeres 29 41 37 37 31 28

Hombres 24 36 34 39 26 26

Personas que creen que los niveles de violencia son altos en la ciudad o pueblo en el que viven Mujeres 20 26 24 18 26 25

Hombres 18 24 22 20 20 24

Personas que creen que el nivel de delincuencia actual representa una amenaza para el bienestar del país Mujeres Hombres 76 73 82 83 72 76 46 48 76 75 65 61

Fuente: Encuesta Lapop para IDHAC 2009-2010

Tal como indica el cuadro 2, usualmente las estadísticas de victimización y los registros institucionales demuestran que los hombres suelen ser víctimas de más delitos y violencia que las mujeres. Sin embargo, según las encuestas de victimización, las mujeres tienen mayor percepción de inseguridad (Carcedo, 2006; CISCSA, 2007; Massolo, 2006). La aparente incoherencia entre las dimensiones objetiva y subjetiva se explica por la aplicación del género como categoría de análisis de poder. 

Las mujeres son expuestas a comportamientos masculinos como los ‘piropos’ o ser agarrada o tocada de manera inapropiada. Estas acciones no constituyen delitos y aún no están condenadas socialmente, sin embargo aumentan la sensación de inseguridad de las mujeres.

Las mujeres, además de los riesgos generales, están sometidas y son conscientes de determinados riesgos particulares (agresiones sexuales y violaciones, violencia en el hogar), más difícilmente expresados en una encuesta.

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La socialización diferenciada de niños y niñas también es relevante. Por un lado, los niños aprenden a no tener miedo, a no llorar, a ser fuerte. Por lo tanto, se les hace difícil reconocer el miedo o la inseguridad. Por otro lado, las niñas son enseñadas que deben tener cuidado cuando salen de su casa y desconfiar de los desconocidos, que son débiles y que necesitan ser protegidas por un hombre (América Latina Genera, 2010; Falú, 2009; Massolo, 2006).

ii) La escasez de datos sobre la violencia de género La ausencia de información y análisis sobre la violencia de género es tan grave que uno de los cinco pilares de la campaña “Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres” es el “establecimiento de sistemas de recolección y análisis de datos, sobre las diversas modalidades de violencia hacia las mujeres y niñas” (CEPAL, 2009). También hacen falta datos sobre las circunstancias de los delitos. Es a través de detalles –por ejemplo la relación entre víctima y victimario– que se puede percibir cómo se ejerce el poder desigual a través del género. En el cuadro 4 encuentra los siete indicadores sobre la violencia seleccionados por las Naciones Unidas y el Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).2

Cuadro 4: Características para el cálculo de los indicadores sobre violencia contra las mujeres en los países de América Latina y el Caribe Variables Tipo de violencia Gravedad Relación con el perpetrador Edad de la víctima Frecuencia Actual/única Muerte Fuente: Fríes y Hurtado, 2010: 35.

Caribe 63,5 9,1 18,2 27,3 18,2 9,1 9,1

América Latina 77,3 40,9 59,1 63,6 31,8 31,8 22,7

Los estudios sobre la violencia de género han aumentado. Sin embargo, puede haber debilidades en la aplicación del análisis de género en el diseño, análisis o presentación del estudio.

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Hay que tomar en cuenta que estos son los datos que los Estados miembros enviaron a la Base de Datos; no necesariamente son los únicos datos en cada país.

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Una encuesta de victimización en el Caribe reveló que también los hombres sufren violencia perpetrada por alguien conocido, aunque menos frecuentemente que las mujeres. Este estudio marca un hito importante por los pocos datos disponibles hasta la fecha. Lamentablemente combina preguntas dispares sobre violencia de pareja íntima y violencia perpetrada por otro/a familiar no definido, por tanto su aporte al análisis de género es limitado.

Aún menos información es recogida sobre las formas de violencia que no figuran en el discurso hegemónico (Santos, 2005). Esto se refiere a la desagregación de los datos por etnia o por sexualidad y también datos sobre las formas específicas de violencia que sufren (Crenshaw, 1991). Otro ejemplo sería que las Comisiones de la Verdad en la región frecuentemente han ignorado varias formas de violencia sexual (CLADEM, 2007; PCS, s.f.). b) Categorías de análisis i) Sesgos y vacíos en las reformas legales Una de las razones que explica la escasez de datos desagregados por sexo, los análisis de género de la inseguridad o sobre la violencia contra las mujeres es que, a pesar de las obligaciones estatales de reconocer la violencia contra las mujeres y llevar a cabo reformas legales y otras medidas para sancionarla,3 muchas de las leyes nacionales en la región aún no tipifican la violencia contra las mujeres de manera explícita (CIDH, 2007). Así pues, casi todas las reformas legales de la década de 1990 contenían leyes contra la violencia familiar o intrafamiliar. A pesar del enfoque de género plasmado en la Convención de Belem do Pará, estas primeras reformas fueron producto de la influencia del sesgo familista en el sentido de que el sujeto de derecho es la familia, y como consecuencia la unificación familiar es privilegiada por encima de los derechos individuales de las mujeres (Jubb et al., 2010; Sagot, 2000). Más aún, las definiciones de los convenios internacionales y regionales no necesariamente están recogidas en la legislación nacional. Los tipos de delitos reconocidos en la legislación no son reflejados en las categorías utilizadas por la policía o las instituciones del sistema judicial penal (Carcedo, 2010; Dammert et al., 2010). La ausencia de categorías en la norma legal e institucional (o doctrina) – especialmente de categorías coherentes con la normativa regional e internacional– es una manera primordial de invisibilizar la violencia contra las mujeres. Un vacío actual importante tiene que ver con la trata de personas, especialmente tomando en cuenta que es una forma de violencia en aumento (OIM, 2010).

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Se refiere principalmente a la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres (1994), conocida como la Convención de Belem do Pará que tiene carácter vinculante y también la Resolución 52/86 de la Asamblea General de las Naciones Unidas llamada Medidas de prevención del delito y de justicia penal para la eliminación de la violencia contra la mujer.

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Recientemente varios países han aprobado leyes integrales sobre la violencia contra las mujeres o están en proceso. Estos países son Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Venezuela y Panamá. Los países que tipifican el femicidio o feminicidio son: Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Perú, Panamá, Ecuador, Honduras y Argentina. ii) ¿La violencia y las mujeres todavía relegadas a la esfera privada? Este vacío de la no tipificación y el sesgo familista es una manifestación del mayor sesgo que subyace a los registros policiales y del sistema judicial penal, al igual que las encuestas de victimización, que es la dicotomía entre las esferas pública y privada. En esta bifurcación fundamental de la civilización occidental, el ámbito público es privilegiado, siendo la esfera de lo político, lo económico y lo social, y al mismo tiempo reservado a los hombres. Éste se contrasta con la esfera privada, subordinada, que se considera natural, pre- o no-político y el lugar donde las mujeres han sido relegadas (Scott, 1996). Esta división es reproducida en la definición del crimen como algo que sucede en la esfera pública y que afecta fundamentalmente a los hombres (América Latina Genera, 2010; Policía Nacional y GTZ, 1999). iii) Femicidio y feminicidio Quizás la ausencia más emblemática es la no tipificación del femicidio, definido como el homicidio de mujeres por razón de género, es decir, por ser mujer (Widyono, 2008). La mayoría de los países no lo han incluido en su legislación, ni tienen datos oficiales al respecto. Hay diferencias en las formas de tipificación del femicidio que limitan su medición y comparación.

 En algunas leyes el femicidio es un tipo penal autónomo (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México) mientras en otras, es un agravante al tipo homicidio (Chile, Colombia).  Algunas leyes solo tipifican el femicidio íntimo, es decir perpetrado por el marido o pareja íntima (Costa Rica) o también incluye a la ex pareja (Chile).  Otras leyes son más amplias (El Salvador, Guatemala) en el sentido de precisar una serie de condiciones relacionadas al asesinato mismo y sus circunstancias, sin limitar la definición a la relación entre víctima y victimario. Estas precisiones en la aplicación de la ley también podrán facilitar la recopilación de los datos.  A pesar de los debates sobre la responsabilidad del Estado y la impunidad asociada a la violencia contra las mujeres en general y al femicidio en particular, este elemento aún no ha sido recogido en las leyes nacionales (CLADEM, 2011).

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Si bien este delito recién ha cobrado importancia en la región, no es porque sea una forma de criminalidad nueva, sino porque ha sido puesto en la agenda hasta hace poco. Es relevante contrastar el poco reconocimiento del femicidio, mucho menos de los datos al respecto, con la importancia que tiene el homicidio por ser considerado como el indicador más importante de la seguridad ciudadana, tanto por ser la forma de violencia más extrema, como el delito con la definición más uniforme a nivel mundial (Dammert et al., 2010).

Identificar una situación de femi(ni)cidio requiere de información específica más allá del sexo de la víctima. Se necesita tabulaciones cruzadas de los datos desagregados de homicidio o lesiones, según el caso, con datos sobre la relación entre la víctima y el victimario, y los antecedentes de violencia (si fueron reportados o no) y el rol del Estado4. Para hacerlo, los protocolos y las bases de datos tienen que recopilar la misma información. 4

iv) Sesgos en las encuestas de victimización Las encuestas de victimización también tienen falencias en la medición. Son diseñadas suponiendo que las típicas formas de inseguridad ocurren en espacios públicos y son cometidas por personas desconocidas (Policía Nacional y GTZ, 1999). En algunos casos se utiliza la palabra “delincuente”, término que supone que la persona es un extraño, en vez de perpetrador (Dammert et al., 2010). Esta categoría corresponde a las características de las situaciones de inseguridad más enfrentadas por hombres (Carcedo, 2006). Empero, contrasta con los datos a nivel regional e internacional que demuestran que la forma de violencia más sufrida por las mujeres es la violencia doméstica, pues alrededor de un tercio de las mujeres una vez casadas sufren violencia a manos de su pareja íntima en algún momento (CEPAL, 2009; García-Moreno et al., 2005). B. La recopilación de la información Hay varias maneras en que el género –entendido como una categoría utilizada para ejercer el poder (Scott, 1986) – influye en la recopilación de información de tal manera que contribuye a la invisibilización y al subrregistro. Se manifiesta a nivel institucional, personal, cultural, social y estructural. Varias prácticas institucionales en el sector de seguridad (y justicia) tergiversan o de otra manera obstaculizan la calidad de los datos recogidos.

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En ciertas jurisdicciones se distingue el femicidio –cometido por cualquier actor– del feminicidio donde éste se refiere específicamente a que el Estado no ha cumplido con su debida diligencia en la penalización/acceso a la justicia de un femicidio, sea por acto u omisión. En este sentido admite un segundo nivel de violación de los derechos de la mujer asesinada (Naciones Unidas, 2009; OIG, 2011, Widyono, 2008).

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a) Encuestas de victimización y percepción de inseguridad de las mujeres Las encuestas de victimización que se realizan en varios países para comparar las dimensiones objetivas y subjetivas de la seguridad demuestran tener sesgos en la formulación de las preguntas. El Latinobarómetro de las Américas, hace la pregunta “¿Conoce a algún familiar o alguien en su entorno cercano que haya sufrido de violencia familiar hacia las mujeres?” (Latinobarómetro, 2011). Esta redacción no cumple con los estándares éticos y metodológicos internacionales para los estudios sobre la violencia, pues menciona explícitamente la violencia y no pregunta por varios actos específicos, entre otros criterios (Comisión de Derechos Humanos, 2008; Ellsberg y Heise, 2007; OMS, 2001). Por su parte, las percepciones de inseguridades vividas por mujeres y hombres de manera diferencial permiten evidenciar los mitos sobre los ámbitos privado y público. Pese a que según los hallazgos de la Encuesta Nacional de Violencia contra las Mujeres en Costa Rica, más mujeres agredidas por su compañero sintieron su vida en peligro en comparación con las mujeres agredidas por un no compañero, una cantidad menor de mujeres clasificaron la agresión como un delito. Esta es otra expresión de la perspectiva familista, en el sentido de que no reconocen al hogar como el sitio de mayor inseguridad para las mujeres, aun después de estar en una situación de violencia (cuadro 5). Cuadro 5: Mujeres que, en agresiones físicas y sexuales vividas después de los 16 años, sintieron su vida en peligro y consideraron el incidente como un delito, por tipo de perpetrador (absolutos y porcentajes) en Costa Rica Percepciones sobre las agresiones vividas Sintió su vida en peligro Consideró el incidente un delito

Perpetrador Compañeros

No compañeros

Total N % 296 291

100,0 100,0

Total N Sí 58,4 43,0

No 41,6 57,0

343 343

% 100,0 100,0

Sí 52,2 46,4

No 47,8 53,6

b) Estudios epidemiológicos sobre la violencia contra las mujeres Uno de los reportes importantes sobre la violencia contra la mujer fue realizado por la Organización Mundial de la Salud (“World Health Organization”), “London School of Hygiene and tropical Medicine” y “South African Medical Research Council”. Este reporte se encuentra basado en las regiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sus siglas en inglés (WHO). Incluye países de ingresos medio y bajos en la región de América como lo es América Latina y El Caribe, la región Africana, la región del Mediterráneo Oriental, la región Europea, la región de Asia Sudoriental y la región del Pacífico Occidental. Adicionalmente se considera una categoría de países de ingresos altos de las regiones nombradas.

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El reporte muestra una revisión a nivel global y regional de la información que mide la población en la que predomina la violencia contra la mujer en las parejas sentimentales e igualmente la violencia sexual contra la mujer en situaciones por fuera de la pareja sentimental. Las estimaciones se obtienen a partir de la información extraída de una muestra de 79 países y 2 territorios. Esta primera tabla expone la prevalencia de la violencia física o sexual dentro de parejas sentimentales entre las mujeres con pareja en las regiones de la OMS.

Fuente: OMS, Global and regional estimates of violence against women: prevalence and health effects of intimate partner violence and non-partner sexual violence.5

Como se puede ver, la prevalencia fue más alta en las regiones de África, Mediterráneo Oriental y Asia Sudoriental, en las que al menos el 37% de las mujeres con pareja han reportado violencia física o sexual. En una segunda posición se encuentra la Región de América, reportando un 30% de violencia. Los resultados muestran una menor prevalencia en las regiones de altos ingresos (23%), al igual que en la región Europea y en el Pacífico Occidental (25%). Por otro lado, la siguiente tabla muestra la prevalencia de la violencia contra la mujer dentro de las parejas sentimentales dividida en rangos de edad. La violencia entre las mujeres jóvenes 5

Disponible en http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/85239/1/9789241564625_eng.pdf

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entre los 15 y los 19 años es alta, lo que indica que la violencia en las relaciones empieza de manera temprana. De igual forma, tiende a aumentar hasta llegar a su pico entre los 40 y 44 años. Sin embargo alrededor de los 50 y de ahí en adelante empieza a disminuir, pero es importante tener en cuenta que la información de estos grupos a partir de los 50 solamente viene de países de ingresos altos más que todo. Por lo tanto no hay información suficiente para estos grupos de edad sobretodo en los países de ingresos medios y bajos, lo que no permite concluir mucho un patrón de comportamiento de estas edades.

Fuente: OMS, Global and regional estimates of violence against women: prevalence and health effects of intimate partner violence and non-partner sexual violence 6

Sin embargo, los estudios epidemiológicos también cuentan con vacíos. De esta manera, la estandarización se logra en parte por la delimitación de las categorías con respecto a lo que queda fuera del universo de estudio. 

Todavía hay algunas inconsistencias o variaciones entre los estudios que limitan la posibilidad de compararlos. Algunos ejemplos son: la definición de violencia, criterios de selección de participantes, diferentes diseños metodológicos, la disposición de las informantes de hablar sobre sus experiencias de violencia (OMS, 2002).

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Disponible en: http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/85239/1/9789241564625_eng.pdf

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Por un lado, las encuestas epidemiológicas pueden corregir el subrregistro de la violencia contra las mujeres encontrado en las encuestas de victimización o seguridad, por otro, las encuestas de seguridad ciudadana visualizan la violencia contra los hombres y permite algún nivel de análisis de género (Carcedo, 2006).

En general algunos de los datos de la víctima, el agresor y la situación de violencia (de pareja íntima o abuso sexual) son desagregados por ciertas variables en las investigaciones epidemiológicas. Sin embargo, las formas de violencia más invisibilizadas y de mujeres más marginalizadas que fueron identificadas en el acápite anterior tampoco son tomadas en cuenta en las categorías o en el análisis de estos instrumentos de medición.

Con respecto a los factores de riesgo estudiados, se pone más énfasis en los factores de riesgo a nivel individual que a nivel social, estructural o institucional (OMS, 2002).

c) Subrregistro Si bien es cierto que existe cierto nivel de subrregistro para todos los delitos (PNUD, 2009), también hay factores específicos de género que explican la invisibilización y el subrregistro de la violencia contra las mujeres. Existen algunas maneras de apreciar el tamaño del subrregistro en las estadísticas policiales. 

Algunas encuestas epidemiológicas sobre la violencia doméstica brindan alguna información al respecto. La Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) de 2009 en Perú encontró que de las mujeres que reportaron ser víctimas de maltrato por parte de su pareja, tan solo el 16,1% acudió a alguna institución en busca de ayuda (INEI, 2010). La Encuesta de Demografía y Salud (ENDESA) realizada en Nicaragua en 2006-07 reveló que de las mujeres que reportaron violencia en los últimos 12 meses, el 26% buscó ayuda de alguna organización o institución (INIDE y MINSA, 2007).

Pueda ser que las mujeres buscan ayuda pero no reportan la violencia. Por un lado, en Brasil, Ecuador, Nicaragua y Perú algunas mujeres optan por un divorcio y/o hacen un juicio de alimentos (Camacho et al., 2008; Jubb et al., 2010); por otro, en Nicaragua y en otros países, más mujeres acuden a un centro de salud o el hospital en el caso de lesiones graves que a una delegación policial (INIDE y MINSA, 2007), aunque sea que la situación de violencia nunca sea detectada o reportada por el sistema de salud.

Al calcular en Costa Rica la suma de todas las peticiones de medidas de protección en un año más los trámites activos de pensión alimentaria (aun si no todos corresponden a situaciones de violencia), se reveló que la cifra es mayor que la cantidad de hurtos y robos en el mismo año, la categoría más frecuente de delitos registrados en el Ministerio Público (Carcedo, 2008).

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Otro factor a tomar en cuenta es que las mujeres muchas veces no denuncian la violencia desde el primer episodio. Pueden utilizar métodos informales para frenar la violencia y no acudir a la Comisaría de Mujer u otra institución hasta después de meses o aun años (Jubb et al., 2010; Sagot, 2001).

Asimismo, la poca denuncia sobre la violencia de género también constituye un componente del subrregistro. De esta manera, se demuestra que debido al temor a represalias por parte del victimario, la víctima decide no denunciar afectando las cifras. Esto se pone en evidencia cuando personas con estatus migratorio irregular, personas LGBTI o las que han sufrido violencia institucional sufren temor de posibles acciones policiales en su contra. De igual forma, en situaciones de violencia de pareja íntima, las mujeres pueden ser presionadas por familiares o su (ex)pareja a no poner la denuncia. Las víctimas de la trata pueden estar en una situación tan controlada que no pueden recurrir a ninguna instancia para buscar ayuda (Hidalgo, 2008; CIDH, 2007; Naciones Unidas, 2009; Ortiz y Granados, 2003), por lo tanto caen los registros de denuncia. C. Análisis de la información: Alcances analíticos de las formas tradicionales de medición DEFINICIÓN

Los alcances analíticos son la explicación de los datos, especialmente con respecto a las causas (o factores de riesgo) y las consecuencias de la violencia y la inseguridad. La operacionalización de las variables se refiere al establecimiento de una relación directa entre causa (variable independiente) y efecto (variable dependiente).

a) Problemas encontrados en el análisis debido al subrregistro y la escasez de datos desagregados La desagregación de los datos de cualquier delito –en el caso de femicidio, los datos de homicidios– es necesaria pero no suficiente para asegurar un enfoque de género en los sistemas de información, pues no brinda los datos suficientes para operacionalizar las variables requeridas para establecer relaciones de causa y efecto. Los indicadores que simplemente desagregan los datos por sexo (Dammert et al., 2010; OEA, 2008b), no cumplen con los criterios para un análisis de género propuestos por la Relatora Especial de la Violencia contra las mujeres de la ONU (Comisión de Derechos Humanos, 2008). Aún si agregan categorías y preguntas adecuadas sobre la violencia de género, no cambian la metodología o el marco analítico para hacer un análisis de género. Igual que lo encontrado en los informes producidos por los registros, no necesariamente las encuestas de victimización desagregan los hallazgos por género, etnia, edad, clase socioeconómica u otro marcador social, ni mucho menos hacen un análisis con enfoque de género al respecto. Por ejemplo la encuesta de seguridad de la OEA

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desagrega todos los datos y brinda cuadros por delito y por sexo, sin embargo no hace un análisis de género (OEA, 2008b). Por su parte, el subrregistro de datos es un problema en sí, pero también limita el análisis de los datos existentes, pues se desconoce con precisión las tendencias de incrementos/ reducciones o las experiencias de las personas que no denuncian o reportan. Las encuestas de victimización en general no preguntan por la violencia de género o sexual (Dammert et al., 2010). En aras de cumplir con la necesidad metodológica de tener un cuestionario sencillo y relativamente corto, suelen utilizar como indicador proxy la tasa de homicidios, lo cual no puede ser comparado a la violencia sexual contra las mujeres porque tanto el subrregistro como la tasa de impunidad es mucho mayor en comparación con los homicidios (Carcedo, 2006). b) Algunos errores comunes en el análisis Uno de los errores más comunes que ocurre en la etapa de análisis es utilizar informes estadísticos para hacer análisis de causa y efecto, sin tener datos que midan las otras variables necesarias para brindar evidencias. Esto suele suceder con los informes institucionales, que a menudo argumentan que cualquier cambio en los datos (incremento o descenso) es un efecto directo de las intervenciones realizadas por la misma institución. Estos tipos de argumentos ofuscan las múltiples dimensiones que afectan la violencia de género, particularmente cualquier debilidad en el accionar de la institución (Camacho et al., 2009; CIDH, 2007; Jubb et al., 2010). Si se precisa más en las formas de violencia e inseguridad se evidencia un nivel de invisibilización más profunda. Por un lado, hace falta aplicar un análisis con enfoque de género a las experiencias de los hombres con la violencia y la inseguridad, en vez de suponer que el género es menos relevante para los hombres. Por otro lado, hace falta precisión para entender cómo las situaciones de violencia difieren entre mujeres que sufren otras formas de discriminación que interseccionan con el género, además de la existencia y efectividad de respuestas estatales y sociales específicas (Carcedo 2006; CEPAL, 2007; Friederic, 2009; Muñoz, 2011). Con respecto a las diferencias entre las dimensiones objetiva y subjetiva de la seguridad, hay muchas limitaciones en los informes que intentan explicar esta aparente falta de coherencia. En algunos casos donde no se aplica un análisis de género, los informes admiten que no pareciera que el nivel objetivo y subjetivo se correlacionan, pero no utilizan herramientas analíticas adecuadas para explicar estos hallazgos (Torres, 2010). En otros casos, este hallazgo conlleva a un análisis que culpa a las mujeres por su miedo irracional (Stanko, 2009). c) Las causas y los factores que generan la violencia de género Existe un debate que tiene que ver con las causas y factores contextuales asociados con la violencia desde diferentes perspectivas feministas.

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DEFINICIÓN La norma regional e internacional reconoce que la violencia es “la manifestación de las relaciones históricamente desiguales entre hombres y mujeres” (Naciones Unidas, 1993; OEA, 1994). Este es un planteamiento que refleja que el enfoque de género no es solo una descripción de diferencias empíricas sino que está basado en el análisis de las relaciones de poder.

En los estudios en esta temática se presentan debates que giran alrededor de una mayor precisión con respecto a la variedad de factores sociales y cómo éstos influyen en el hecho de que algunas mujeres sufren violencia y otras no. Existen al menos tres ópticas al respecto. (1) Un solo factor: la causa estructural Una posición en este debate plantea que solo es relevante la causa estructural de la relación desigual de género que ubica a las mujeres en una situación subordinada o de opresión. Desde esta perspectiva todas las mujeres son víctimas potenciales de la violencia de género (si todavía no lo han sido). Además, todas las formas de violencia contra las mujeres están vinculadas porque existe un “continuum” entre ellas. Estas intervenciones dan poca o ninguna atención a factores contextuales (por ejemplo, el lugar de los hechos) o los efectos de otras relaciones de poder desigual (edad, clase socioeconómica, etnia). Un ejemplo sería señalar que la prevalencia de la violencia contra las mujeres en el tiempo no varía de manera significativa porque la causa estructural de la violencia es constante (Carcedo, 2006). (2) Hay que establecer una relación directa entre causa y efecto Este planteamiento llama la atención a que se requiere un análisis más preciso para entender cuáles factores inciden en las causas y las consecuencias de la violencia contra las mujeres. Desde esta perspectiva, señalar la causa estructural es insuficiente porque no hay una operacionalización de la relación entre causa y efecto. Sin embargo, puede resultar difícil brindar evidencias empíricas del poder estructural. Cabe señalar que estos aportes no cuestionan el argumento fundamental de las relaciones de poder de género. Un ejemplo específico sería el señalamiento de confusiones en la relación de causa y efecto entre la discriminación y la violencia misma, por ejemplo si la discriminación causa la violencia o si la violencia es una forma extrema de discriminación. Otro ejemplo sería poder explicar por qué ciertos grupos de mujeres tienen experiencias diferentes (Castro y Riquer, 2003). (3) El análisis multidimensional Desde otra perspectiva se plantea que ya existen maneras de precisar y concretar cómo se manifiesta la causa estructural de las relaciones de género históricamente desiguales en situaciones específicas de violencia. Una manera en la que se hace este planteamiento es precisando un marco que reconoce la interseccionalidad de género con otras relaciones de

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poder, sea clase socioeconómica, etnia u otras. Al mismo tiempo hay otros factores a tener en cuenta, como los factores personales, institucionales, ideológicos/culturales y sociales que inciden en explicar varios elementos de una situación específica de violencia de género o contra las mujeres (Jubb et al., 2010). Véase el recuadro 3 para un ejemplo de cómo se puede dimensionar este análisis.

Recuadro 3: Elementos abordados en un análisis multidimensional

 Los valores, estereotipos y normas aprendidas desde nuestra  infancia a través de la socialización de género.  Relaciones desiguales de poder de género que resultan de lo anterior y que determinan desigualdad de poder en todas las esferas de la vida.  Otras relaciones desiguales de poder, como son la etnia, clase socioeconómica, capacidad física o mental, entre otras.  Otros factores que van desde la historia personal del agresor hasta el contexto político, social y económico nacional, etcétera.  El factor de riesgo fundamental es ser mujer en una sociedad que discrimina a las ymujeres. Fuente: Propia adaptada de América Latina Genera, 2010.

El marco ecológico brinda otra manera de adentrarse en la violencia basada en género al investigar los factores de riesgo en diferentes ámbitos o niveles (Ellsberg y Heise, 2007). Ver figura 3.

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Figura 3: El marco ecológico

Fuente: Heise de 1998

Uno de los elementos menos medido o sistematizado es la efectividad o el impacto de las respuestas estatales y sociales, tal como plantea el Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra las mujeres del Secretario General de las Naciones Unidas (Asamblea General, 2006). Si bien existen varias investigaciones a nivel nacional sobre las respuestas sectoriales estatales por parte de los actores clave, utilizando una variedad de metodologías, muchos solo describen las acciones tomadas. Aún son pocos los estudios que han comparado intervenciones a nivel regional o subregional (CIDH, 2007; ICCLR, 1999; Jubb et al., 2010; Jubb et al., 2008; Morrison et al., 2004; Rioseco, 2005; UNODC y ONU Mujeres, 2011). Algunos de los retos para la construcción de estos análisis serán considerados en el siguiente acápite.

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