Jeta literaria libro

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LA JETA LITERARIA Santiago del Estero – Argentina – 2010




GRACIAS A Alicia Chávez, Adrián Carrascosa, Juan M. Aragón, Oscar y Walter Ortiz, Heraldo Pastor, Rita Corral y Lucas Funes Olivera APORTE GRÁFICO A LA CAUSA Omar Layús Ruiz

Santiago del Estero, Noviembre de 2010. 6


Decir sin bozal. Escuchar sin tapones. Articular entre iguales. Complementar entre distintos. Decir de nuevo. Por la libertad creativa. Tomar la palabra y darla. Decirnos. Perder el miedo, la chatura, la abulia, la nada. Abrir. Escucharnos. Descubrir lo que nos mueve, estimula, empuja, alimenta. Lo que potencia y libera. Darlo. Pasarlo. Hacerlo circular. Comunicarnos. Desamarrar. Desencadenar. Decir. Escuchar. Crear. 7


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CRÓNiCA DE iNTERRUPCiONES VARiAS (El sentido práctico de las galletas)

Gabriela del Pilar Yauzá

I

A

noche en el cine había unos chicos de gran charla en medio de la película. Me dieron ganas de tirarles algo. Justo tenía una caja de galletitas, así que

volaron un par. Fue un segundo. Después me dio un ataque de risa. Él estaba sentado en la butaca siguiente, y apenas si podía concebir tamaña conducta. Se sorprendió. No me creía capaz. Tampoco fue gran cosa, las galletitas eran justamente eso, pequeñas. Se me ocurrió que estaría genial tener a mano un paquete, siempre. Dado que mi margen de tolerancia para las imprudencias ciudadanas es bajísimo, sería todo un presupuesto. $ 20 por semana destinado a la compra de galletas para tirarle a la gente desconsiderada. A saber: cajeras de supermercado; gente que se mete en la cola; empleados que atienden mal; parlanchines en el cine. Se sintió tan bien… se callan, miran para atrás, luego salen rápido de la sala. La operación fue un éxito. Así debe comenzar la violencia entre países. Debe estar mal. II Esta vez me levanto temprano y mientras desayuno leo el diario. Sale algo sobre el tipo ese de Mendoza. El chacal argentino. Me da tanto asco que arruina mi café y decido cerrar la ventana y buscar en otro lado una noticia feliz. La bocina me llama, con más poder convocante que la mismísima vocación docente. Y bue, subo nomás, como todas las semanas. Algunos colegas duermen en la camioneta, otros escuchan radio y se ríen. No deja de ser un fastidio escuchar chistes a las siete, una mañana de invierno mayúscula. Los chicos esperan en la ruta. Sentados en nuestras piernas, abrigadísimos, casi dormidos todavía. Quedan atrás las llamitas que dieron calor durante la espera. El humo impregna la ropa. Rebotamos un poco y por fin llegamos a la escuela. Todavía está oscuro, de a poco los chicos se despabilan y empiezan a correr por el patio, abstraídos del frío. La mañana pasa en medio de mates y conjugaciones verbales. No sé qué cosa estaba diciendo, cuando me interrumpe el profe de educación física e improvisa una reunión en la galería. 9


Pregunta sobre el embarazo de una alumna. Quedo helada. La primera consideración tiene que ver con mi ceguera: no vería una vaca dentro del baño. La segunda se relaciona con la edad de la niña. Luego vendrían algo así como 27 consideraciones. Se habla del padre de la criatura, que según dicen las malas lenguas, es un tío. Sigo con cara de burra y el resto de compañeras me pone al día. Niñas sexualmente activas, adultos oportunos. De nuevo al curso. Inicio el parloteo que incluye ideas amistosas acerca de los adolescentes, las hormonas alteradas y el sexo seguro. Del otro lado, una docena de ojitos sorprendidos hacen silencio. Es tan íntima la cuestión que tal vez ellos no entienden cómo esta mujer pretende justamente que hablen. En público. Pregunto por la familia: “La madre no la quiere. Ella vive con la abuela. La madre está en la ciudad”. Y todo es común aquí, y tan perverso allá. Volvemos. Durante el viaje no puedo sacar de mi cabeza la idea de comprar una tonelada de galletas. Con una caja me quedo cortísima. III Domingo peronista. Seguramente los compañeros recordarán jornadas electorales más felices que este maldito día en el que un empresario derechoso gana las legislativas porteñas. Ya hemos cumplido con los deberes cívicos, haciendo poco caso a la gripe. La ciudad es una fiesta. Según los estadistas, sólo fue a votar la mitad de los santiagueños. Ya que estamos en el barrio, concretamos la visita del mes a la familia. Locro, el primero del invierno en curso, y vino para la digestión. Felicidad simple y plena. Vuelta a casa, mates para descansar. Hacemos planes, algunos más importantes. Que el albañil, que la máquina, que mis botas, que La Era del Hielo con los chicos, que un pantalón más porque los dos que me quedan enteros tienen algo así como tres años. Entra un mensaje, mi jefe exige que me conecte al chat. Dice que lo de la gripe es grave, que mañana compra los barbijos y el alcohol en gel. Que se viene jodida la mano. Pregunto si tiene información extra para estar tan preocupado y contesta que sí, que le pasaron el dato que se suspende todo, que hay personas asintomáticas que podrían estar transmitiendo el virus. Seguimos en el chat unos minutos más. Estado: angustia superlativa. Primera medida: suspendo la ingesta sistemática de acido fólico. De repente un crío no parece un buen plan. 10


Repaso minuciosamente cada película apocalíptica y me queda en mente un escueto pero contundente álbum de imágenes ilustrativas. Una ciudad vacía. Millones de muertos. Unos cuantos sobrevivientes circulando clandestinamente, todos con barbijo, obvio. Y me dio pena. Y me puse a llorar porque desde el estómago me subía la certeza de que el mundo se iba al carajo. Y mi gente amada seguro se iría primero, porque los de abajo lógicamente mueren así, primero. Alguna obligación desubicada me tira a la calle. El taxi circula, y desde la ventana descubro todo exactamente igual. Ni media pandemia en la cara de la gente. Cero exterminio. Claro, una estúpida atómica. Mirá si la tierra va a ser tan boba como para deshacerse de los hombres. Menos mal, se me ocurre. No sobreviviría ni media hora. Cerraron las escuelas, para evitar que el virus se extienda. Murió otro poco de gente. Exactamente un día después de las elecciones. Claro, podemos perder la mitad de los argentinos pero no unos cuantos diputados. Si pudiera, haría llover galletas en Buenos Aires.

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Narrativa La fuente de secretos

pág. 60

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KO

Andrés Navarro

E

stoy boxeando con una mujer. Golpe va, golpe viene, la tengo contra las cuerdas. La tipa ya está aflojando. En eso que le estoy por dar el golpe

knock out la muy perra me lo hace un amague. Ahí, en la misma posición contra las cuerdas. Flexión de rodillas, movimiento rítmico de cuello, cintura, todo en extraordinaria coordinación. Un pasito hacia su izquierda y otra vez al centro del ring. Entiendo algo que tal vez no tendría que entender. Giro hacia el centro del cuadrilátero y veo otra vez a ese fácil rival, frágil contrincante que parece convocar mis golpes. Muy distinta a aquella que en un flash de lucidez me había eludido segundos antes y había provocado que el asalto comience otra vez. Comprendo que ella no me iba a atacar si yo no lo hacía antes. Esta vez no continúo. Me doy media vuelta y bajo del ring. Me saco los guantes y se los paso a un joven pugilista al que miro de un modo que no comprendo. Dejo de entender lo que siento. Camino algunos metros de entera contemplación; tal vez mucho más que sólo metros. Un gentío ruidoso me llama la atención. En el centro puedo vislumbrar la sensualidad reencarnada. Una mujer. La dulzura hecha ojos. La suavidad hecha piernas. Tengo que ir a su encuentro. No sé si sentí antes este impulso. Me hago paso entre la multitud. Me encuentro de frente con un viejo que me mira de un modo que no comprendo pero no me importa. Tampoco entiendo por qué me da unos guantes, ¿hará frío? Ella está en una especie de entarimado, sola, parece esperarme. Subo, sorteo unas cuerdas que rodean esa especie de escenario, ¿será actriz? Mi corazón late a mil. ¿Cómo puede ser que estés tan sola? Me acerco. Es tan hermosa. ¿Le gustaré? Es tan hermosa…

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Narrativa

Poesía

Psicoanalistas sueltos

pág. 67

Vaquita de la suerte

pág. 58

Nicolasillo

pág. 53

Objeto-puta

pág. 24

Los putitos

pág. 37

De frío

pág.17

Vivero

pág. 55

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NOCHE

Néstor Mendoza Si uno pudiera decir algo algo de uno a cien algo de uno a la sien de otro Y a pesar del otro. Si uno pudiera escuchar algo algo menos que los ruidos propios si uno pudiera escribir algo que no sea sol ni luna ni amor ni dolor ni canto. No estaríamos así como este nopasanada solos y aburridos mirando telarañas en el techo de un lugar que no es.

enlaces internos Poesía

Narrativa

Amigos en la ruta pág. 54

Hormigas

Declaración

pág. 51

Corto y Social

pág. 57

Pag. 46

Poema encuesta pág. 41 Quemados

pág. 68

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MUSAS

Diana Beláustegui

M

e desperté con un ruido y al instante surgió la duda de si lo había escuchado o soñado.

Uno nunca sabe y mucho menos en mi caso. Suelo tener una imaginación audaz y delirante que me sorprende en lugares y momentos muchas veces inadecuados. Contuve la respiración tratando de oír, entre la agitación y el corazón que me golpeaba los tímpanos, no podía percibir los pequeños sonidos. Silencio. ¿Lo había soñado, imaginado? ¿Lo había escuchado en realidad? Silencio. Más silencio ¿Qué había sido eso? Una respiración. ¿Era un pulmón que se llenaba de aire y contenía el aliento? No, no era nada. ¿O sí? Silencio. Silencio. Tal vez era mi mente. Recordé los acontecimientos de hacía unas horas. Durante esa semana una idea me había rondado por la mente y esa noche para poder contactarme con la inspiración había realizado unos rituales de aproximación. Cuando la idea es nostálgica pongo música lenta y en la oscuridad intento comunicarme con mis hadas apesadumbradas, enamoradas, engañadas, para que guíen la tinta que se derrama en el papel en garabatos que luego me cuesta descifrar. Pero la idea que últimamente me atormentaba era oscura, no podía traducirla, eran imágenes sueltas que se concatenaban con frases, pero nada más, poco definido. Anoche decidí que era el momento de llamar a mis demonios. Con las luces apagadas y unos cuantos sonidos de Marilyn Manson me escondí bajo la mesa para dejar que volaran tranquilos por la habitación. Para poder verlos sin que ellos me vieran. Necesitaba admirar sus danzas y que dejaran las puertas abiertas de la mente para poder escuchar los murmullos convertidos en gritos y lograr escribir la historia que dictaban. 14


Un relato sangriento y espeluznante había sido uno de los resultados, el otro era evidentemente este miedo que me tenía paralizada. Sin dudas había tenido alguna pesadilla y mi despertar sobresaltado era toda una manifestación de un inconsciente que seguía danzando con los demonios de esa noche. No hay ruidos… sé que no hay ruidos, ojalá y no escuche más ruidos. Silencio. Y allí está de nuevo. Es alguien que se acerca con sigilo, cuidando cada paso, cada acento que el pulso le marca en las venas. Al poco tiempo de mi separación, se me cruzó la idea de que tal vez alguien podría aprovechar la soledad de una mujer para invadir su morada… de pronto creo que no fui la única en pensarlo. Es irónico encontrarme en esta situación, habiéndome vanagloriado siempre de ser mujer fuerte y autosuficiente, estar ahora bajo la sábana tratando en lo posible de no temblar, levantando la manta lo suficiente como para poder ver alguna sombra o intuir al menos si se aproxima o no. Miro el reloj y son las tres y media. Hace escasas dos horas que me había acostado. Estoy transpirando. Silencio. Silencio. Un ruido. Es la banqueta que está cerca de la heladera. Quien sea que camina por el comedor, entre las sombras, la ha chocado. Silencio. Silencio. Cuando tengo que escribir y las palabras no salen y me veo en la obligación de llamar a mis demonios, el ritual me deja exhausta, luego duermo ocho a nueve horas que imagino son para que cada ente se incorpore nuevamente en las profundidades del alma. Ahora el miedo que siento y esta sensación de angustia se me ocurre que podría ser porque aún no estoy completa. Algunos demonios todavía deben estar recuperando el aliento o gritando enloquecidos para luego entrar en calma. Me levanto en puntitas de pie. Cuando intento acercarme a la puerta aspiro una bocanada de aire caliente. Me detengo. Nunca antes estuve despierta cuando mis demonios deciden entrar, no sé qué pensar. Los veo por el rabillo del ojo, hay dos que juegan a arrancarse las uñas, creo que se dieron cuenta de que los observo. Ya no sé a quién temer. Cuando danzan, siempre 15


me escondo bajo la mesa y una vez que termino de escribir me acuesto donde estoy y duermo. Ahora me encuentro al descubierto. Ya no me importa el intruso y su respiración cercana. Los demonios me ven. Ni siquiera cuando son las hadas me atrevo a mirarlas, y ahora estoy aquí cara a cara con estas bestias. ¿Debo creer que nunca estuve cuerda, y esto es sólo parte de mi caótica imaginación? Enloquecen y sé que me atacarán, grito y corro. En el comedor puedo ver la luz de una linterna y cuando llego agitada me espanta la idea del intruso y me paro en seco, ya no escucho a mis demonios pero los siento. El tipo me alumbra y la luz es tan fuerte que puedo ver su mirada, está asustado, está aterrado. Sus pupilas dilatadas saltan de mi persona hacia algo que está detrás de mí, nos mira y tiembla. Lo atacan. El hombre nunca más interrumpirá a las musas de un escritor. Estas no siempre son bellas y amables.

enlaces internos Narrativa El crío

pág. 70

¡Como en las películas!

pág. 34

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DE FRíO

Andrés Navarro el frío murió de poeta la muerte poetizó el frío el frío poetizó la muerte el poeta enfrió la muerte la muerte enfrió al poeta el poeta murió de frío

enlaces internos Poesía Vaquita de la suerte Objeto-puta

Narrativa Psicoanalistas sueltos pág. 58 Nicolasillo pág. 24 Los putitos Vivero KO

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pág. 67 pág. 53 pág. 37 pág. 55 pág. 12


PENSANDO

Abel Ernesto Miranda

Por el costado de las acequias, allá, verdeando está la lechuga, linda, que si yo fuera un gusano mirá qué mundo tendría. Ojalá que repita así no voy a ir al surco. Fiero es ir, fiero; la concha de la lora, cuando hace frío las manos te duelen y te dan ganas de llorar… Han soltado la agua del canal, van a regar los Sánchez; al papi le toca el viernes. Y cuando la señorita me diga cuál es el verbo yo me voy a hacer el pelotudo y no voy a contestar, cara de pavo voy a poner, así mirá. Ella se va a enojar, pero bueno…Y qué linda que es. Yo ya estoy gallito para ella. Pero qué se va a interesar en mí si ella es tan linda, y yo soy del campo. Y cuando noviemos vamos a hacer el rancho allá donde se juntan las acequias y yo de vez en cuando le voy a traer florcitas rojas… Ajá, soñá nomás. Aunque el Luís se la cogía a la señorita Susana que era linda. Hijo de puta el Luís y había sido su alumno. Si hasta la vieron llorando por el Luís cuando se juntó con la Ofelia. El Luís le dijo a los changos que esas no eran mujeres para los de aquí, que yo los quiero ver a ustedes…Y yo le creo. Aunque los otros se le caguen de risa, yo le creo. Los otros le dicen que no se le para la verga, que es medio puto. Ajá, claro, y por qué lloraba la señorita Susana. Así voy a hacer. Cara de boludo… Cómo se enoja la señorita cuando pongo esa cara. Pero yo, aunque la quiera, no quiero ir al surco. Tengo un año más… Ahí me voy a cagar. A veces pienso che, no sé vos, pero a mí me agarran esas ideas cuando a la hora de la tarde el sol deja rojo el horizonte, pienso que uno es como una piedra, como una piedra lanzada a una laguna. Así pienso yo… no sabés cuándo mierda te vas a hundir y no das más sapitos. Miralo al viejo Juan, muchos sapitos dio el viejo y se hundió, sabés las veces que se habrá cagao de frío el viejo, y él sabía decir que lo mejor era trabajar… Viejo pelotudo de mierda, trabajar para irse a morir como un perro. Sí patrón nomás sabía decir, sí patrón decía y bueno, se hundió nomás. ¿Vos le mirás las tetas a la madre de Ale cuando le da de mamar al hermanito? ¡Yo no! enlaces internos Narrativa El anarquista

pág. 30

La rata

pág. 48

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SUJETO TÁCiTO

María Julia Jorge Auad Cuidado con mi corazón. Puedes errarle. Muy lejos de la niebla, no puedo deshacerme de mi frío. Por más que escriba mil poemas. Nada podrá salvarme de estado que se oculta de mis propios ojos. (Papeles húmedos) No debo exhibir más gritos, ojos, flores, etcétera. Dejaré de ser, nunca seré tampoco. Quiero despertarme en una caverna donde este mal no se sienta incómodo. Donde mi sangre pueda correr también fuera de mi cuerpo y por el suelo. Pulso, silencio. Un pez, un ángel, un humano. Literalmente, la nada.

enlaces internos Poesía Tiempo

pág. 56

Técnica para salir del ser

pág. 59

A suspensión

pág. 52

Recorro

pág. 29

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¡ERAN GATOS! Luis María Rojas

A mí me ocurrió que en mitad de una reunión de negocios pensé sin saber por qué en los gatos -que no tenían nada que ver con el orden del díay descubrí bruscamente que los gatos son teléfonos. Cómo se pasa al lado. Un tal Lucas.

D

a un poco de pena caminar por el lomo mojado de las veredas y montar esas serpientes multicolores que terminan comiéndose la cola

indiferentes a nuestros pasos, pero da bronca al mismo tiempo, en días de lluvia, saltar esquivando sus escamas flojas por temor a mojar los pantalones hasta el ridículo y dar la nota en la casa de la señora Susana. Tal vez fueron esos saltos o el ritmo particular de las contorsiones corporales por evitarlas, las que provocaron que otra vez me sorprenda la cosa. Le digo así (la cosa) porque no sé muy bien de qué se trata, es como una especie de suspiro profundo y repentino, como esa bocanada de aire que da quien estuvo mucho tiempo sumergido en el agua y de repente, asciende con el corazón en la boca a la superficie y respira. Todavía no deja de sorprenderme, surge inesperadamente como las visitas de Coco o una puntada: estoy perfectamente asido a la realidad, inmerso en los problemas cotidianos cuando de pronto ¡zas! esa falta de aire que me provoca una profunda aspiración que a su regreso (cuando exhalo) me devuelve al mundo, pero no al mismo mundo sino a uno que está más abajo o más arriba de aquel (todavía no puedo determinarlo), muy parecido al primero pero distinto. Un mundo donde puedo ver perfectamente que las veredas no son serpientes y que en realidad al mundo lo maneja un gato o, mejor dicho, varios gatos. Abro los ojos nuevamente y me encuentro con mi conciencia tratando de palpar aquel mundo que se me escapa pero que sigue ahí, metamorfoseado, moviendo la cola nervioso, mirándome con los ojos bien abiertos y frotándose entre mis piernas como quien quiere llamar la atención. Retozo con este gato y me muestra cómo la realidad se multiplica, cómo se fragmenta en innumerables gatos que mueven y engañan a los 20


hombres. Me muestra cómo subidos a los hombros de las personas, les tapan los ojos con sus colas mientras les ronronean al oído las obligaciones, los deseos, los quedate callado, la ley de gravedad, los miedos, los horarios, el principio de no contradicción y los pero a la próxima le canto las cuarenta. Me muestra cómo estos gatos son los que a diario sostienen nuestras vidas, exagerándolas, haciéndolas parecer importantes, son los que quieren darnos un sentido y cegarnos de la liviandad de lo real, el gato ponete el traje que te queda mejor, el gato dale el asiento a la señora, el gato levantate rápido que llegas tarde al gato del trabajo, el gato afeitate esa barba, el gato vas a ver cómo para todo problema hay un gato que te lo soluciona y otros gatos, más o menos astutos, que pretenden dar un norte a la torpe existencia humana. Así, todo se vuelve claro y sencillo ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? ¡Eran gatos los que nos engañaban, los que querían dar sentido al sinsentido! Sin estos gatos que nos dicen qué es el mundo, el mundo es sólo el mundo, sin escalas, sin valor, sin angustias, sin sentido. Pero tropiezo con una escama que inmediatamente se transforma en una baldosa y el dolor frío del raspón en el piso y la mancha barrosa de mugre, sangre y lluvia en mis pantalones me devuelve otra vez al espectáculo y la tragedia. Y, aunque ya no lo sé, me envuelve otra vez el gato show must go on y me maúlla al oído que tengo que cambiarme el pantalón, porque no puedo causar una mala impresión en la casa de la señora Susana y mejor no hablar de la vergüenza de volver con el pantalón todo mojado y harapiento en la rodilla (ese debe ser otro gato) aunque por suerte es tarde y de todos modos los vecinos nunca salen cuando llueve.

enlaces internos Narrativa Claroscuro

pág. 72

El retiro

pág. 44

Los traumas infantiles de mi Microsoft Word pág. 38

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PLEGARiA

Verónica Pizzella También que la vida se desplume y no deserte en mí.

enlaces internos Poesía Ahora

pág. 65

Deja

pág. 32

Ojos

pág. 28

Ensueño

pág. 47

Notas al margen de la rayela

pág. 25

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ViEJA, LA NENA HACE POESíA Juan Anselmo Leguizamón

Vieja, la nena hace poesía Y es por tu culpa por tu gran culpa Por amamantarla con mil y un arrorrós Por darle calostro entonado con verde limón ¿Cómo salimos de esto ahora? ¿Quién la va a criar? ¿Vos crees que yo tengo tiempo para andar ocupándome del solaz y la aventura? ¿Del arrullo de los cielos rojos del bambi herido y el nosequé de la noche oscura? Seguro que vamos a terminar haciéndonos cargo: Del encarnizado verbo y su retahíla de locuras disparada por ignaros diosecillos habladores ¡Válgame la santa y diurna paciencia olvidada pasión de mis mayores! ¡Ay de mi pobre niña extraviada en vulgaridades y deshoras entre sábanas encharcadas y su dulzura errónea! Ahí viene: cabizbaja y temblorosa esa que ya no reconozco Transformada de un día para otro en pura víscera de rosa Otra sáfica inflamada por el designio insólito Y no la sigas apañando, vos Ahora que siga y se haga sola como buen machito: Que raje de aquí y se salve Que atraviese a nado la existencia y se lo banque Que a todo ese bodoque de poesía rompa y talle y saque punta a la intemperie.

enlaces internos Poesía Doble con hielo pág. 36 De prepo pág. 50 Mis amigos no gustan de la poesía pág. 27

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OBJETO-PUTA Andrés Navarro mirar a la puta pagar a la puta pegar a la puta salvar a la puta o es otra la cuestión de la puta que la puta te salve que la puta te pague… no hay chance que la puta te pegue y te salve que la puta te diga: vos me miras mucho, te pegue un parchazo en la cabeza y te salve que la puta te lo haga un bailecito y de prepo te apoye una teta en la jeta y vos casi se la lengüetees porque te la saca justito y si la sacas a bailar a la puta? y si la haces bailar a la puta unos cuartetos de los ochenta? y si la puta te dice: ay, tengo sueño, me voy a dormir? o: estoy enferma, tengo fiebre, tengo gripe, tengo angina vaginal porque la puta es así, cambiante porque la puta se va y la putez queda en el aire porque te quedas solo y ahora la puta sos vos esa es la cuestión de la puta hacerte objeto-puta de su descarte

enlaces internos Poesía Vaquita de la suerte De frío

Narrativa Psicoanalistas sueltos Nicolasillo Los putitos Vivero KO

pág. 58 pág.17

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pág. 67 pág. 53 pág. 37 pág. 55 pág. 12


NOTAS AL MARGEN DE LA RAYUELA Verónica Pizzella

"Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”. Rayuela, Julio Cortázar Por ejemplo aquí, una hormiga sobre mosaico blanco. Bien o mal podrá decirse: es un punto; para el caso, es rojo o es negro; patas varias; toma envión en apariencia hacia el sur, porque siempre habrá uno que otro norte; y en principio tiene cuatro líneas que la cercan, pero cierto es que son muchas más que cuatro. Y no lo sabe. Y por ejemplo aquí, nosotros horizontales descalzos traspapelados entre planos y más planos. Podrá también entonces de uno decirse, mal, bien o más o menos: es un cuerpo, flaco, chato, redondo y/o etcétera para el caso; 25


ojos dos, esta vez no están cerrados; quiere tomar con la cabeza envión dentro del cuerpo o fuera de él siempre hacia el final de la rayuela; y en principio, todas pero todas son las líneas que lo cercan, pero cierto es que son muchas menos que todo lo que se quiera entender claro por todo. Y no se sabe si lo sabe. Qué animal de estos dos será el más breve. Cuál se desplazará antes de.

enlaces internos Poesía Ahora

pág. 65

Deja

pág. 32

Ojos

pág. 28

Plegaria

pág. 22

Ensueño

pág. 47

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MiS AMiGOS NO GUSTAN DE LA POESíA Juan Anselmo Leguizamón Mis amigos no gustan de la poesía Lo bien que hacen: no saben del temblor de las mañanas Ni que el mundo ya lleva muerto mil años No derraman una sola lágrima Ante la manada en celo que cada día arrasa Con millones de gigabytes en banda ancha Me importa un pito la poesía me dijo Julián Aquella noche mientras bajábamos del taxi No me vengas con Neruda ponémelo a Nirvana No me versees con Spinetta ni “te encontraré una mañana…” Salvo esa vez cuando en la Fiesta del Reencuentro La aparición de aquella compañera nueva Que seguía tan alegre y perturbadora como antes Que se vino espléndida de tan bien acabada Con su espíritu indemne y aún más pujante sangre Cuando terminamos al amanecer borrachos en comunión Unidos en la oración por el amor verdadero Que diríase es sencillo, básico, austero.

enlaces internos Poesía Vieja, la nena hace poesía pág. 23 Doble con hielo

pág. 36

De prepo

pág. 50

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OJOS

Verónica Pizzella Esta manía de descascararlo todo de querer tocarlo con los ojos todo todo lo que hay debajo de todo con estos ojos a cuadritos que me he tatuado en los míos esta manía me detiene mientras me flota.

enlaces internos Poesía Ahora

pág. 65

Deja

pág. 32

Plegaria

pág. 22

Ensueño

pág. 47

Notas al margen de la rayela

pág. 25

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RECORRO

María Julia Jorge Auad Camino por el pasillo, un pasillo sin ventanas, y no quiero levantar la cabeza, tampoco quiero saber dónde va a terminar. Camino sin elocuencia, ya hasta mis palabras la perdieron. Pero mi idea sigue allí. Involuntariamente. Cuando cayó una nube en mi jardín Debí soplar. Entonces corro por mundos de papel y metal, me sumerjo en el agua, Tengo re reinventar un formato para mí. Me miro al espejo, sonrío impaciente, me observo detenidamente un ojo y el otro, observo mi cuerpo. Me observo de nuevo. Tengo que grabarme en la cabeza que ese reflejo existe conmigo y para todos los demás, sin mí. No quiero que la línea de fuego me tenga, pero mis pies descalzos no soportaran al arder. Por más que para saciar la sed deba atravesarla, mi cuerpo no quiere sacrificarse por mí.

enlaces internos Poesía Tiempo

pág. 56

Técnica para salir del ser

pág. 59

A suspensión

pág. 52

Sujeto tácito

pág. 19

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EL ANARQUiSTA (Chao viejo) Abel Ernesto Miranda

Y

o te amo Bety, lo sabés. Pero no puedo ir en este momento, las cosas andan mal. No sé qué hacer con el cadáver de mi padre. Sabés que él era

un buen hombre. ¿Cómo decís? No, no, vos sabés que ahí lo van a tirar en cualquier lugar, metido dentro de una caja, y el viejo no se merece una cosa así. Sabés, son muchos años… ¿Cómo decís? Sí, ya sé que de todas maneras está muerto, pero el viejo no se merece una cosa así. A mi madre no tengo dónde llevarle flores, ni sé qué es lo que han hecho con su cuerpo. Sabrá tenerlo algún estudiante de medicina. ¿Qué estoy soñando? Claro, claro, estoy soñando, pero la vieja no está. Para colmo este viejo ateo y anarquista. ¿Quién va a quererlo? ¿Quién va a quererlo a este viejo de mierda? ¿Quién? La casa ya es del banco y en cualquier momento me van a pedir que desaloje. Tengo que sacar algunas cosas, bah, papeles que el viejo escribía. Nunca pudimos entendernos; su vida fue una constante pelea y de esa pelea no le quedó nada sabés. ¿Cuántas horas hay que velar a un muerto? Lo tengo aquí, al frente, me mira como si yo fuera un lejano pasado. Viejo, ¿qué voy a hacer con vos? Si por lo menos hubieses pagado algún servicio, ahora tendrías cajón y un buen lugar para descansar. Pero vos viejo, ni muerto dejás de joder. Sí Bety, ya sé que tengo que ir. No me jodás. Vos sabés que te quiero. Les dejaría a esos hijos de puta el cadáver del viejo, sería como ponerles una buena bomba. El viejo se estaría cagando de risa si me escuchara. Así era él, todo un hijo de puta. Sabés las veces que estuvo preso mi viejo. Una vez la cana le estuvo pegando día y noche, día y noche, ¿vos te creés que el viejo mandó a alguno de sus camaradas en cana? Se la bancó bien el hijo de puta. Cuando la vieja lo vio llegar lloraba, el viejo no dijo nada. A los días sabés a dónde los mandó a esos hijos de puta. Volaron a la mierda. ¿Sabés a cuántos compañeros del viejo mataron? De varias se salvó el viejo, de varias. A Mario lo mataron frente a mi vieja, con esa muerte ella se hundió… Mario era hermoso. 30


Bety, ¿me escuchás? Imaginate que al viejo lo entierre y le ponga una cruz como a toda tumba. Sabés qué, el viejo viene del infierno a patearme el culo. No, no, la verdad que el viejo no da para un cementerio. Se van a ir a la mierda los otros muertos, almas y huesos a la mierda, me escuchás. Bety, pará un segundo que el viejo casi se me cae de la silla. Hola Bety, sí, sí, ya lo acomodé, quedó sentado. Viejo, qué cara de anarquista hijo de puta que tenés. Cómo te quería Mario, él era capaz de seguirte a la muerte. Qué hombre que era Mario. ¿Quién no lo podía querer? Mirá viejo, no sé si alguien me va a entender, yo sé que vos me entendés. Sí, ¿Bety? Estoy hablando con el viejo. Mirá Bety, te corto porque voy a salir para allá. Esperame, ya voy a arreglar esto y me rajo. Viejo, bueno mirá, voy a llevarme tus papeles y voy a dejarte aquí, seguiles haciendo la vida imposible a esos hijos de puta. Te voy a dejar aquí y vas a ver la cara que ponen. Es lo mejor que puedo hacer viejo. Siempre fui un boludo y no sé si lo que voy a hacer va a ser otra de las mías. Chao viejo, me llevo tus papeles. Ya vas a ver la cara de esos hijos de puta. Van a tener que cargar con vos. Ahora que los peleas desde la muerte se van a cagar esos hijos de puta. Chao viejo, me llevo tus papeles.

enlaces internos Narrativa Pensando

pág. 18

La rata

pág. 48

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DEJA

Verónica Pizzella Deja deja que hablen por si las moscas duérmete en vos y en la cháchara de estos funerales. Deja que se zambullan en los huecos de sus ruidos nunca nadie bien supo de qué se trató todo esto esta caravana este hormiguero este ir y venir de las cosas y sus cuerpos. Déjate decir y no hagas caso presta más bien oídos al desplomarse de la cáscara mientras la piel aprende hincada en el absurdo de estos soles que respirar apenas siempre fue un gesto y no algo que cayó sobre uno como si de lluvia se tratase. Si hay ficciones entre tus manos, pódalas. Si en tu cuerpo hay credos, óyelos de tanto en tanto. Si en tus ojos duermen guerras y fisuras, enciende sus luces y apaga sus deudas. Entonces sí el pulso será una cosa que te peregrine un escándalo en paz una conquista que en los adentros te deambule y te flote. Deja déjalos decir no dice 32


déjate decir así y no de otro modo non parla ne parle pas she does not speak she does not talk. Tampoco ustedes.

enlaces internos Poesía Ahora

pág. 65

Ojos

pág. 28

Plegaria

pág. 22

Ensueño

pág. 47

Notas al margen de la rayela

pág. 25

33


¡COMO EN LAS PELíCULAS! Diana Beláustegui - No quiero ser una carga. La morocha que mezclaba el guiso se dio media vuelta y miró a la vieja que estaba sentada a la mesa, esperando la cena. - Siempre decían eso, era como en las películas- pensó sonriente. Sacó la cajita de arriba de la alacena y de la bolsita, con la puntita de los dedos, extrajo una granitos que metió en la olla con cuidado, limpiándose luego las manos en el pantalón. Dudó un poco y tiró unos cuantos más, idéntico ritual de limpieza pero esta vez en la remera, a la altura de la panza que le sobraba por arriba de la cintura del pantalón. La vieja seguía farfullando, lamentándose, y parecía que por ratos lloraba. Sirvió con esmero y decoro el guiso en el plato azul transparente y con solemnidad se lo llevó a la mesa. Se sentó a verla comer, no sin antes acariciarle la cabellera blanca y acomodar un poco el pelo. Quince minutos estuvo comiendo la vieja sin que sucediera nada, en las películas después del segundo bocado caían muertos con la cara en el plato... ¿O es que había visto las películas equivocadas? Terminó todo y con un pan comenzó a refregar el plato, relamiéndose cuando metía el pan en la boca y masticando ruidosamente. Finalizó y la quedó mirando. La morocha a esta altura ya no entendía nada. Volteó a mirar la cajita que todavía seguía en el mesón, al lado de la olla y se le cruzó la idea de que tal vez al haberlo hecho hervir, el veneno habría perdido efecto, cuando escuchó que la vieja hacía arcadas, vomitando toda la comida sobre el plato, la mesa, la ropa, el piso... era algo asqueroso. ¡¡¡Eso no pasaba en las películas!!! ¡Al menos no en las que ella había visto! La vieja ahora se agarraba de la panza y aullaba con la boca abierta, toda sucia y babeándose. -¡Callate vieja!- le gritaba la morocha y la otra se desesperaba retorciéndose en la silla de ruedas. La mujer se levantó aterrada sin entender todavía la escena tan asquerosa y dramática... en las películas sucedía en silencio y con una suavidad... hasta elegante. 34


La vieja se le venía encima con silla y todo, agarró la olla con la comida, se la tiró encima y comenzó a golpearla hasta que quedó tirada en un charco de sangre, vómito, comida y encima orinada. Se escuchaban los gritos de los vecinos afuera. ¿Se habría equivocado con el veneno de ratas? En una de esas tendría que haberse fijado bien en la cantidad que los actores le ponían a la comida, o definitivamente... ¡Se había equivocado de películas!

enlaces internos Narrativa El crío pág. 70 Musas

pág. 14

35


DOBLE CON HiELO

Juan Anselmo Leguizamón Si bien no nacimos con alas no debemos hacer nada que les prohíba crecer (Cocó Chanel) Pura noche en la manzana Belleza y pobreza Es lo que hay.

enlaces internos Poesía Vieja, la nena hace poesía

pág. 23

De prepo

pág. 50

Mis amigos no gustan de la poesía pág. 27

36


LOS PUTiTOS Andrés Navarro

En el barrio les decían los putitos. ¡Ahí vienen los putitos! ¡Ahí vienen los putitos! Pero los putitos eran jodidos, te lo pelaban un poema y te lo leían en la cara.

enlaces internos

Narrativa

Poesía

Psicoanalistas sueltos

pág. 67

Vaquita de la suerte

pág. 58 Nicolasillo

pág. 53

Objeto-puta

pág. 24 Vivero

pág. 55

De frío

pág.17

pág. 12

KO

37


LOS TRAUMAS iNFANTiLES DE Mi MiCROSOFT WORD O de cómo hacer literatura a partir de los errores O de cómo hacer literatura cuando no te dan los plazos

Luis María Rojas

H

e decidido erotizar lo cotidiano. Releo lo escrito y me doy cuenta que el Microsoft Word se cagó de risa una vez más. Ahí donde debía decir

“exotizar” ahora se lee “erotizar”, tengo que agregar la palabra al diccionario para que no vuelva a ocurrir. Oportunista, como siempre, a casi menos de una hora de tener que leer este texto, es casi una obligación ética (o práctica, en este momento no encuentro diferencia) tirar la punta de este ovillo y regodearme con los lapsus de mi Microsoft Word.

¿Cómo

justificaríamos

nuestra

existencia

de

intelectuales/académicos/literatos/militantes sin esta tan malsana práctica? Me tengo que dejar llevar por estas disquisiciones, un tanto traídas de los pelos, lo admito, sobre cómo el azar a veces se convierte en una usina de nuevos significados, de cómo la creación artística se nutre de estas impericias y despistes (no franquezas) para crear algo novedoso. Acaso la Creación misma (la Creación, así con mayúscula) no haya sido más que un colosal error de tipeo y acá nos tienen, tratando de darle un sentido al azar. [Nota mental, nuevo plan: Dejar que el Word escriba lo que se le dé la gana sin corregir, a lo mejor, sale algo interesante.] (Se siente bien, el texto va saliendo redondito, pasé en un mismo párrafo de consideraciones sobre el lenguaje al arte y del arte a la metafísica ¿o será teología? Ma sí, da igual, seguro les va a encantar, aunque tendría que descontar a aquellos que lo considerarán “demasiado intelectual” y esgrimirán cuestiones como las de “la autenticidad” o “la vivencia”. Mmm… tengo que encarnarlo un poco más, acercarlo a la vida cotidiana. ¿Y si le clavo un Lebenswelt en vez de “mundo cotidiano”? No, no, no, no, ya me estoy chicaneando de nuevo, mejor me dejo de joder con esos germanismos que sino después tengo que andar explicando que el uso del término fue una ironía, que no hay que hacer una lectura lineal del recurso, que sólo fue una forma de criticar cómo 38


la gente, cuando escribe, aparenta cultura solapando estas locuciones y después tengo que explicar por qué usé “locuciones” en vez de “palabras” y después explicar por qué utilizo la ironía si se puede escribir tranquilamente lo que uno siente sin ser irónico… “Lo que uno siente…” Parece un callejón sin salida esto, diga lo que diga, voy a tener que andar explicando. Mejor tampoco me meto con esto de los sentimientos y los de “a mí me llega o no me llega lo que el otro escribe” y los “para mí la literatura es buena cuando me toca una fibra íntima” y los “se nota que vivió lo que está contando, a mí, por ejemplo, una vez me pasó que…”. No, mejor no me meto con esto sino después las viejas de la primera fila de la catedral van a tener ocasión de meter cuchara.) El azar en la creación artística. Pienso en Pollock y la manchita de pintura aleatoria que cierra la composición, pienso en los aplausos desenfrenados de la audiencia extasiada por el free jazz, pienso en los happenings de la Minujin del callejón Ronsin. ¿Cuánto de azar soportará la literatura? Pienso en el cadáver exquisito, triste reflejo de la escritura “surreal” como expresión del inconsciente pero… ¿Cuánto de azar hay en el inconsciente? Veo a lo lejos llegar hordas de psicoanalistas furiosos, antorcha en mano, al grito de “los actos fallidos en la literatura son la forma en que el inconsciente pugna por escapar a la censura. Por eso, la sublimación etc. etc.” Después dijeron algo sobre la “Universidad de los trabajadores” y se tomaron el buque por la ciudad del buque (guiño para Andresito, Juancito y el gordito) (¡Chan! Me metí con las consignas políticas. ¿Cómo zafo de esta? ¿Es lícito ironizar sobre todo, o hay un límite más allá del cual sólo nos queda lo políticamente correcto? Comienzo con la peregrinación de datos redentorios (otra palabra que no me reconoce el puto Word, ¡No digas “puto”, decí “estúpido”, “desvergonzado”, “obsoleto” a ver si todavía además de los políticos tenés problemas por las elecciones sexuales). Mejor, me cago de risa del titular que salió el otro día en la Barcelona, dice así: “El rabino Bergman llamó a evitar que la Argentina sea Venezuela y a buscar el modo de que se parezca más a Honduras”, con eso basta creo, aunque la vaguedad quizá nunca se disipe. ¡Que lo parió, estoy cagado, van a pensar cualquiera! Es literatura ¿No puede uno decir cualquier cosa, asumir roles y discursos ajenos sin que inmediatamente sea censurado? Lo hubiera charlado con algún psicoanalista de la marcha, esto de andar 39


satisfaciendo a todos me parece que es un trauma de la infancia. Mejor sigo como si no hubiera metido la pata) Al final, ni siquiera la asociación libre rsultó ser azarosa y parece que estamos constreñidos por estructuras objetivas que hablan por nosotros, con lo que la originalidad creativa parece negada (qué original). No puedo imaginar cómo el Microsoft Word podría revelar su inconsciente en estos lapsus digitales, aunque no faltará alguno que pueda sacar provecho de los traumas infantiles de su computadora, sádicos que no respetan el dolor ajeno en tren de encontrar inspiración para escribir su textículo. Y otra vez caigo sobre lo mismo (parece que no voy a parir nada interesante), escribiendo sobre lo mismo, rizando el mismo rizo, dando vuelta autistamente la misma tuerca una y otra vez, el eterno meta-discurso de la creación literaria que habla sobre la creación literaria y que se da cuenta que está hablando de la creación literaria y en un segundo lo novedoso se fue al carajo. [Nota mental, nuevo plan: Cuando el Microsoft Word no te reconozca una palabra, mejor agregala al diccionario.]

enlaces internos Narrativa Claroscuro

pág. 72

El retiro

pág. 44

¡Eran gatos!

pág. 20

40


POEMA ENCUESTA Néstor Mendoza

En la torre 810 departamento H del barrio sin agua vive Analía sola y deprimida con el sol pegando en la espalda le pregunto por el techo de su casa por el baño y los dormitorios está sola muy sola interrogo si puede ver con los lentes aún puestos si puede oír lo que le digo si puede subir escalones agarrar objetos si puede relacionarse si tiene problemas mentales yo marco con cruces las respuestas muestro tarjetas huelo el vaho de un bizcochuelo también él está solo dorándose en el horno y los gatos y las plantas no saben no contestan ¿te gusta el mar o la montaña? ¿cuánto ganas? ¿cuánto duermes? ¿tomas whisky o cerveza? ¿te drogas siempre? ¿a veces? ¿nunca? 41


parece triste como los rastros que se pierden con el viento como esas ropas sucias tiradas en un rincón de casa creo de pronto que en el mundial de la tristeza con eso le basta. seguro levantaría la copa y yo sigo marcando y preguntando con mecánica y oficio con frialdad mal disimulada ¿te gusta Cobain o Lou Reed? ¿te va la guaracha? ¿que me dices de Koly Arce? ¿y cuando tienes sexo? ¿te cuidas? ¿usas condón o pastillas? ¿DIU o coitus interruptus? Analía no terminó la carrera de abogacía tiene problemas en las cervicales y sospecha que la gallina es anterior a los huevos y viceversa asegura que el miedo precede a toda vida me convida con mate no quiere que me vaya está sola muy sola me hace pasar se le quema el bizcochuelo tiene el pecho caliente las ganas en los ojos los dientes y un póster de Dennis Hopper 42


en easy rider yo sigo como soldado estadístico agarrado a mis papeles de fondo radio 10 anuncia orgías piqueteras balas por doquier pero ella ahora está muy bien ha podido hablar con alguien. Me voy pensando en desiertos subsaharianos en lugares como Uganda donde un tal Idi Amin guardaba en la heladera la cabeza de sus enemigos para luego declarar que no sabe no contesta.

enlaces internos Poesía Amigos en la ruta pág. 54 Noche

pág. 13

Declaración

pág. 51

Corto y Social

pág. 57

Quemados

pág. 68

Narrativa Hormigas

pág. 46

43


EL RETiRO

Luis María Rojas

S

iempre quise ir al retiro que está en las afueras de la ciudad. Con el tiempo llegué a dudar que soy un escritor y que muchas veces escribí sobre este

retiro y sin haberlo conocido, sé cómo la bruma de la mañana dibuja fantasmas que me torturan cada vez que me despierto en él, sé cómo el sol combate orgulloso el manto blanco que deja sobre el césped el rocío nocturno cada vez que me levanto a recoger las hojas caídas de los álamos y sé que sólo en el retiro puede uno escaparse de sí mismo. Por eso, quizá ahora esté en él observando cómo el jardinero recoge las hojas que los álamos dejan caer en invierno mientras camino por los senderos, pensando que muchas veces había escrito sobre este retiro y sobre cómo las hojas de los álamos tiñen de gris el tupido césped verde y las recojo con el rastrillo, mientras observo a las personas de la ciudad que disfrutan de las caminatas por los senderos de este retiro, del cual soy jardinero, y no puedo dejar de imaginarme sentado, como un gran escritor, escribiendo en la ciudad sobre los disfrutes de aquel lugar y de cómo las grises hojas de los álamos ponen canas al verdor del tupido césped. Si no fuera porque mis ojos no pueden engañarme y estoy viendo en este preciso instante cómo los álamos, que en línea recta forman un cerco, dejan entrever la anaranjada luz solar del atardecer, si no fuera por esto digo, diría que nunca salí de mi habitación de la ciudad, donde estoy escribiendo ahora. O tal vez estoy hablando con el jardinero de este retiro sobre cómo los álamos dejan entrever la anaranjada luz solar de la tarde, como lo acabo de escribir en esta hoja de papel en mi habitación de la ciudad. Es confuso porque, aunque sé que estoy en el retiro, con el verdor de sus praderas y sus calmas noches de claridad lunar, sigo escribiendo en mi habitación sobre cómo las aves se bañan en las pequeñas fuentes de agua que la lluvia deja al pasar por todo el campo virgen de este retiro en el cual estoy confinado. Pero tal vez no estoy en la ciudad escribiendo cómo el aroma de las flores invade el aire de este retiro sino que realmente estoy en este retiro, sintiendo el aroma de las flores que invade el aire y simplemente pienso que escribo en mi habitación de la ciudad sobre el aroma de las flores que invade el aire de este lugar sobre el cual estoy escribiendo ahora y dudo que lo esté haciendo. O tal vez soy el jardinero y estoy 44


hablando con este señor de la ciudad, que dice ser escritor, de cómo los álamos dejan entrever la anaranjada luz solar de la tarde mientras pienso que sería conveniente dejar de escribir sobre él en mi habitación y simplemente disfrutar del aroma de las flores que invade el aire y de cómo los álamos dejan entrever el anaranjado sol de la tarde. Una vez más comienza la sombría certeza de que acaso mi ojo no sea más que el ojo divino que se multiplica en la infinidad de sus creaturas y, omnisciente, contempla la realidad fragmentada ante cada uno de los seres, conjugando la suma de la experiencia humana en la pupila de este ojo. Acaso todos los ojos sean sólo uno y cada creatura no sea más que este mismo ojo que ve en este preciso instante cómo esta hoja se llena de caracteres confusos, y sea el mismo ojo que necesita releer lo antedicho para tratar ingenuamente de comprender mejor lo que ya ha leído, y sea el mismo ojo que está viendo, mientras recojo las hojas que caen de los álamos, a este señor de la ciudad que dice ser escritor y le agrada repetir estúpidamente cómo la luz anaranjada del atardecer se deja entrever por entre los álamos mientras veo mi mano que escribe en mi pequeña habitación de la ciudad que me agradaría tomarme unos días para escapar al retiro. O tal vez no haya pasado nada de esto y sólo sea yo este lector desprevenido, sentado en mi casa, con este libro entre mis manos, escapando de mí mismo, leyendo de cómo siempre quise ir al retiro que está en las afueras de la ciudad.

enlaces internos Narrativa Claroscuro

pág. 72

¡Eran gatos!

pág. 20

Los traumas infantiles de mi Microsoft Word pág. 38

45


HORMiGAS

Néstor Mendoza (Para la Vero)

N

o te creo nada. Miro un hormiguero, me detengo a medir desde el aire quemador de diciembre, el diámetro, la constitución básica de esa

arquitectura imposible. El ir y venir de hormigas cargando cinco veces el peso de su hormiguidad. Nosotros no podemos me digo. Ni el peso de nuestras sombras siquiera. No te creo nada. Pienso en hormigas. Desde el aire, allá arriba, lejos muy lejos; habrá un ojo que nos mira. Paseamos como hormiguitas agitadas cargando bolsas con cosas inútiles. Vamos de compra: celulares, zapatillas nike, miramos culos, los culos nos miran. No te creo nada. Llego a casa, descubro en el suelo mi vaquero negro, un mundo de hormigas lo adornan. Lo sacudo, ellas enloquecidas escapan. Nosotros no podemos me digo. No podemos escapar de toda la estupidez disfrazada de importante. Voy al patio digo mis oraciones al limonero. No te creo nada. Voy al baño y llevo mi poesía perfecta de las tardes, las leo sentado en el inodoro. Soy una hormiga que se deleita con el acto de defecar poéticamente. Luego me miro en el espejo. Todas las caras del mundo se me aparecen, menos la mía. Una música extraña se oye a lo lejos. No te creo nada. No te creo nada. Decido dormir, pero antes prendo velas de olores, sobo el lomo de mi gata, me acomodo abrazando la almohada y pienso en hormigas en la cocina atacando el frasco de miel que dejé destapado, así son nuestros días me digo: un frasco de miel abierto y nosotros avanzando sin saber porqué. Pero igual, ya lo sabes: no te creo nada, no me creo nada. Es perfecta la oscuridad con las hormigas horadando los huecos de todas las casas. enlaces internos Poesía Amigos en la ruta pág. 54 Noche pág. 13 Corto y Social pág. 57 Poema encuesta pág. 41 Quemados pág. 68 Narrativa Hormigas pág. 46

46


ENSUEÑO

Verónica Pizzella Dormir hasta hacerse agujeros en los ojos. Cuando despiertes ya no habrá más por qué soñar.

enlaces internos Poesía Ahora

pág. 65

Deja

pág. 32

Ojos

pág. 28

Plegaria

pág. 22

Notas al margen de la rayela

pág. 25

47


LA RATA

Abel Ernesto Miranda

T

ú no vivirías si así yo lo dispusiese. Sabes que un día puedo decir: - no vivas más - y ahí se termina todo. Pero no podría hacerlo.

Tus parientes te han abandonado y él se ha marchado. Hiciste que lo enterraran en el cementerio viejo. Ya ni te acuerdas de él. Tu rancho es la miseria, pero no puedes verlo, te has quedado en penumbras. Piensas que aún vives con el poder que antes te acompañaba. Y de eso ya no hay nada. Hueles como una perra la comida que te dejo sobre los palos a pique que nos separan. Estás sola, abandonada. Podría dejarte morir de hambre o llenarte el rancho de hormigas. Pero no puedo hacerlo. Tú me has tratado como un perro. Yo era la rata sucia a la que tú mandabas. Alguna vez me quisiste, tus ojos me aseguraban tu deseo, pero te fuiste con el Turco que jamás te quiso. Por las noches regresaba borracho y en tu vientre apagado gritaba a aquel hijo que no vendría. Tú llorabas triste. A veces me mirabas con detenimiento. Sabías que tu destino hubiese sido distinto a mi lado. Pero el Turco era el dueño de las mulas, de los carros, del campo, de las hachas y de las mujeres de los hacheros. Y tú fuiste suya. Y ahora sola aquí, sin agua, sin nada te has quedado. Vieja, ciega, vencida: un águila sin ojos. Sólo tu antigua rata te acompaña, es la que llena tu tacho con agua cuando duermes, la que quema las vinchucas, la que limpia la inmundicia y te mira desde donde no puedes presentirla. No ha quedado nada de tu pueblo, sólo tu antigua rata te acompaña. Tu hombre se murió cuando aún veías y gritabas con voz de mando hacia todos lados, tu rata siempre obedecía. Llamaste a tu rata un día, un día en el que tu hombre no estaba y le dijiste:desvísteme- y tu rata se quedó temblando como un niño con miedo. Tu cuerpo era blanco, olías a flores y no a humo como tus empleadas. -Desvísteme, no te quedes ahí parado que si el Turco nos encuentra ya sabes lo que hará - Siempre que podías llamabas a tu rata y ella siempre estaba. Pero tu cuerpo se 48


fue secando lentamente entre las manos de tu hombre y las manos de tu rata que competían a horas distintas sobre tu cuerpo. Tu amor y el de tu rata se quedó en alguna distancia, en alguna mirada y lo que fue quedando entre ustedes se derritió lentamente hasta hacerse ese mísero plato que ella te deja sobre un palo. No hay nada entre ustedes. Tus ojos blancos no tienen memoria y tu amor se muere en este laberinto del vivir. Tu ceguera ha carcomido los recuerdos y has quedado hecha ese animal indefenso del cual nadie se acuerda, salvo tu rata que vive escapando a la muerte para que tú no mueras. Alguna vez lo pensaste: "escaparé contigo, llévame a donde quieras”, pero tu tiempo era próspero y jamás te arriesgaste. Contemplo las estrellas en este inmenso agujero sin fin, desde este otro agujero oscuro en el cual podría caber ese vasto universo, y más, y Dios entero. Ella habita el otro lado de la nada y yo no puedo salvarla, cada vez se aleja y extiendo mi mano y se aleja cada vez. Entre sus arrugas cabe un hombre. Nadie puede salvarla porque ya nadie la recuerda. Todo es oscuridad, ya no soy esa que he sido: mi rostro, mi cuerpo se ha secado. Él está en algún lado y se esconde como un animalito. Si yo pudiera tocarlo. Sé que está en algún lado, lo sé. Moriría si así yo lo dispusiera. Es apenas ese animalito que piensa que me cuida. Su vida depende de esta cosa en que me he convertido. Mientras respire sigue siendo mi empleado y no podrá escapar porque el yugo que lo detiene está impreso en su mente. Después de la quincena tendrá que venir a cobrar y ahí ¡zas! le saco la cuenta y otra vez queda en deuda, y él ya sabe lo que les ocurre a los hacheros que no pagan. Su vida es una larga deuda que él me paga, y no puede escapar. ¡Aquí nunca ha escapado un empleado! enlaces internos Narrativa Pensando pág. 18 El anarquista pág. 30 La rata pág. 48

49


DE PREPO

Juan Anselmo Leguizamón A hurtadillas, Ante su mirada, me declaro marido y mujer Bajo pretexto de amar aquí, donde Cabe tu Edén iluminándolo todo. Con tal de liberarme rezo Contra los rayos del Este De prepo: sin haber sido bautizado aún Desde mi pesebre solitario. Durante todo el siglo que recién comienza, En horas brujas, Entre flautistas y luciérnagas mujeres, Hacia el estanque iré Hasta levantar toda la mágica cosecha Mediante fórmulas que nos deja el viento. Para alimentarnos luego en la intemperie y Por las buenas, Según lo mandan los maestros. Sin cesar a la hora beatífica So el arco de tus cejas, Sobre todo a medianoche Tras tu fuego iré.

enlaces internos Poesía Vieja, la nena hace poesía

pág. 23

Doble con hielo

pág. 36

Mis amigos no gustan de la poesía pág. 27

50


DECLARACiÓN Néstor Mendoza

Un hombre no se baña dos veces en la misma lágrima y la paloma tuerta dibuja el ojo que le falta en un vuelo que no se parece a la muerte.

enlaces internos Poesía Amigos en la ruta pág. 54 Noche

pág. 13

Corto y Social

pág. 57

Poema encuesta pág. 41 Quemados

pág. 68

Narrativa Hormigas

pág. 46

51


A SUSPENSiÓN

María Julia Jorge Auad Miradas crudas. Corazón frío. Mente como un revólver, necesitando a cada terminación nerviosa en el preciso momento del disparo. Explicaciones a tus oídos, cosas sin sentido. Comprimiendo sentimientos. Ocultando debilidad. La tensión exige silencio. Entonces: Quiero huir. Quiero dejar de contestar. Quiero exculpar mi culpa. Gritos bajo llave. Lógica, ingenio, inteligencia en el uso del lenguaje. Se pierde la cordura, el linaje, en el resto de la conversación. Hoy una batalla pérdida, de una guerra pasada, tal vez eterna. En la conciencia. Soy: Un grito enmudecido por sus oídos sordos. Mi muerte una solución inservible.

enlaces internos Poesía Tiempo

pág. 50

Técnica para salir del ser

pág. 53

Recorro

pág. 25

52


NiCOLASiLLO Andrés Navarro

Al frente de la escena pero al margen, el enano patea al perro para que se enoje y muerda a Margarita. Sin embargo disimula, hace como que juega. El perro de semblante tranquilo, va a cambiar de ánimo, es un hecho. Margarita no está advertida, tampoco el resto de las personas en la habitación Al tomar las escaleras, arrojo una última mirada al cuadro que nadie más puede ver. Yo sé que Nicolasillo conspira.

enlaces internos

Narrativa

Poesía

Psicoanalistas sueltos

pág. 67

Vaquita de la suerte

pág. 58 Los putitos

pág. 37

Objeto-puta

pág. 24 Vivero

pág. 55

De frío

pág.17

pág. 12

KO

53


AMiGOS EN LA RUTA Néstor Mendoza Me gusta veros amigos en las barbas de Whitman y su salud perfecta de 36 en el arcano 17 de Bretón en los halcones de Prodan en el hashish de Baudelaire en la mirada esquiva de dioses guerreros en los cuerpos atravesados por lenguas extrañas me gusta siempre.

enlaces internos Poesía Noche

pág. 13

Declaración

pág. 51

Corto y Social

pág. 57

Poema encuesta pág. 41 Quemados

pág. 68

Narrativa Hormigas

pág. 46

54


ViVERO Andrés Navarro

V

ivero en la autopista. Ese cartel ahí diciendo. Y la morocha. Y yo volviendo. La previa planta que se rompe. La previa planta que se pudre en la maceta. Y yo dele regar y regar. Y dele con el agua que parece podrida porque el vivero se me va. Y yo la vi que se iba. En el vivero. En la salida sin despedida. Y así nomás la morocha. Y bailamos después dice. Pero no. Y yo digo ahora. Y la morocha dice después. Dice bueno. Dice ahora. Y el vivero rejuvenece. Florece. Y la flor que yo le ofrezco. Le regalo lo que tengo para dar. Y le doy esta flor que gané. Y el vivero se va. Y bailamos después. Y mi demora. Y se pudre. La previa planta se pudre y yo dele regar y regar. Y el otro de la maceta más linda. Más grande. El Otro. Y ponela ahí. Y se pone y yo dele regar y regar con agua que no sirve. Y el vivero ahí a la salida. La despedida. Y yo digo vamos. Y la morocha dice bailamos después. Y dice ahora. Y bailamos ahora. Y la abrazo. Y la acaricio. Y la muevo. Se mueve. Y me le acerco. Me le acurruco. Y bailamos después dice. Y el vivero se me pudre. Y a la salida se separa. Para otro lado va. Y bailamos después dice. Y yo dele regar y regar. Y el vivero se me pudre. Y yo le ofrezco mi flor. Y la morocha la recibe. Y la quiebra. No le gusta. No la siente. No la mueve. Y mi flor se suicida. Y bailamos después. Y el vivero. Y la previa planta se me pudre. Y yo dele regar y regar como un boludo. Y la morocha. Y bailamos después. Y bailamos ahora. Y ella me lo baila. Y me le acerco. Y cuando estoy cerquita. Y bailamos después. Y yo dele regar y regar. Y a la salida sin despedida. Se va para otro lado. Y el vivero se me pudre. La previa planta y la maceta más grande. Y mi maceta. Macetita. Qué macana. Y bailamos después. Y vivero. Y la previa. Y se me pudre. Y qué boludo. Y se me pudre la previa planta. Y yo dele regar y regar. Y bailamos ahora. Y esos labios. Y esa boca. Y esos ojos y cintura. Y bailamos después. Y después bailas con Otro. Y otro te riega. Y yo dele regar y regar en ningún lado. No crece nada. La previa planta podrida ha muerto. Y vos sos previa planta morocha de Otro. Y otro te riega mejor. Y tiene maceta más grande. Y el vivero desaparece. Y se desarma. Y se rearma en Otro lado. Y yo dele regar y regar en este desierto. En este desierto donde creció mi flor. Y te di mi flor. Ésta flor. Que la gané para vos. Para vos. Para vos. Para vos. Para vos. Y a ver si Otro. Macetón y todo. La puede ganar para vos. enlaces internos

Narrativa

Poesía

Psicoanalistas sueltos

pág. 67

Vaquita de la suerte

pág. 58 Nicolasillo

pág. 53

Objeto-puta

pág. 24 Los putitos

pág. 37

De frío

pág.17

pág. 12

KO

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TiEMPO

María Julia Jorge Auad El tiempo me persigue, me presiona, me consume. Es como el calor de verano sobre la espalda. Denso. (Hace que se tornen aburridos mis juegos.) La idea de creer que es infinito. Me asusta. El tiempo nos define y nos manipula. “Tiempo, es el personaje mitológico más sabio, el que viste de blanco y siempre es inocente.”

enlaces internos Poesía Técnica para salir del ser

pág. 59

A suspensión

pág. 52

Recorro

pág. 29

Sujeto tácito

pág. 19

56


CORTO Y SOCiAL Néstor Mendoza

(A mi hermano Adrián Carrascosa) Un clavo miguelito dos albañiles con alas tres banderas muy rojas. Y las ganas inmensas de patear el tablero para siempre.

enlaces internos Poesía Amigos en la ruta pág. 54 Noche

pág. 13

Declaración

pág. 51

Poema encuesta pág. 41 Quemados

pág. 68

Narrativa Hormigas

pág. 46

57


VAQUiTA DE LA SUERTE Andrés Navarro tengo en la palma de mi mano una vaquita de la suerte es roja con pintitas negras le digo: vaquita de la suerte no me has dado suerte y la aplasto con la otra mano

enlaces internos

Narrativa

Poesía

Psicoanalistas sueltos

pág. 67

Objeto-puta

pág. 24

Nicolasillo

pág. 53

De frío

pág.17

Los putitos

pág. 37

Vivero

pág. 55

KO

pág. 12

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TéCNiCA PARA SALiR DEL SER María Julia Jorge Auad Sentarse frente al espejo. Pensando en “No soy yo” es aquel. Después de muros de la mente, que unen, encierran y separan. - Enfocarse en cualquier espejo corriente. Mirar al reflejo. (Fijamente al rostro). Hasta solamente ver los ojos, profundos. ¿Qué esconden? ¿Qué gritan? ¿Qué sensación provocan? -Interrogantes, que vendrán a tu cabeza. Ya perdido el reflejo. Se consigue ver el panorama real. Que es... Como el ruido de un disparo. La caída de un suicida. El último suspiro, tuyo o mío… ¿de quién? ¿Acaso nos pertenece?

enlaces internos Poesía Tiempo

pág. 56

A suspensión

pág. 52

Recorro

pág. 29

Sujeto tácito

pág. 19

59


LA FUENTE DE SECRETOS Gabriela del Pilar Yauzá

E

lla quiere conocer los secretos. Sospecha que su sistema nervioso central vino con una falla. No alcanza a entender algunas cosas y eso seguro tiene

que ver con algún problema en la cabeza, porque voluntad tiene mucha. Ese día se levanta como cualquier otro, prepara unos mates y se pone a leer el diario. En su casa lo compraban temprano. Desayuna la noticia sobre los resultados del concurso literario. Su libro no está seleccionado. Ellos dicen que no hay mucho para elegir, que el nivel es muy bajo. Una injusticia, claro. Ya por el décimo tercer mate, se le ocurre una idea fantástica. Es en vano analizar las razones de los jurados, algunas debían tener. Tampoco puede confiar del todo en su talento, es una joven entusiasta, pero lejos está de integrar aquella larga lista de escritores que hicieron de las letras santiagueñas una digna tradición. Su única opción es pactar con el diablo. Muchos lo habían hecho y disfrutaban de las mieles del arte. Otro claro indicio de su falla cerebral era la demora en entender esa simple verdad. Luego de una exhaustiva investigación entre amigos y conocidos, considera pertinente la ciudad de Atamisqui para concretar su propósito. Decían que ahí estaba la Salamanca. Muchos artistas habían pactado, y hasta parece que les gustó porque se quedaron en la zona. Entre sus datos, cuenta con descripciones minuciosas del dichoso lugar, de los seres que lo habitan, las costumbres de los mismos. No son muy alentadoras. Sólo conoce las lechuzas por foto, de los dibujos en los libros escolares. No se veían muy simpáticas. Un punto a su favor es que le gustan los gatos. Con respecto a las brujas, tiene sensaciones encontradas. En su haber existen varias, de las buenas y de las malas. La de Hansel y Gretel, la de Narnia, la del señor de los anillos, bueno, esa era un elfo en realidad. Tal vez sea cuestión de suerte, por ahí le toca una bella y excelente aliada. Decide viajar un fin de semana largo, para no faltar en el trabajo. Un amigo le presta el auto, lleva mate, sus anotaciones, la carpa, música y el celular apagado. La ruta es un desastre. Parece que está en un bote. Para ir entrando en clima, pone algo de folclore. De a poco la ciudad desaparece y el monte se vuelve constante. Alfredo Ábalos canta que el Supay es usurero. De Árraga hasta Loreto, elabora las cláusulas del contrato. No quiere que llegado el momento, la tome desprevenida. Toda 60


vinculación se vería anulada en caso de muerte de alguna de las partes. Es un punto no negociable. Tiene que salir viva. Aunque limita los intereses del diablo. Sin embargo, él puede hacer usufructo de su alma mientras ella esté viva. Una vez muerta, la necesita para entrar al cielo. Es algo ingenioso porque le garantiza una larga vida bajo cuidados diabólicos, obvio, ambos ganan. Llega a Loreto, y va directo a la Terminal, a buscar rosquetes. Compra seis. Hace una pequeña parada para comer tranquila y tomar unos mates. Riquísimos. Una vez sellado el pacto, tal vez hasta descubriría la receta de esos pequeños manjares, celosamente guardada por las mujeres lugareñas. El resto del camino hasta Atamisqui va entretenida imaginando los secretos que serían suyos. La ciudad tiene un cartel grande en la entrada con el nombre. Después, una especie de arco, o algo parecido a una construcción medieval. Parecen las torres de un castillo, venidas a menos. Las calles son de tierra. La plaza da lástima, apenas si tiene plantas y no puede encontrar un árbol que dé sombra. Un lugar feo y abandonado. No es terrorífico, al estilo inglés, sino pobre, al estilo latino. Le habían hablado de un almacén muy grande cuyo dueño era un turco carismático y mañoso, viejo poblador. Seguramente podía sugerirle dónde acampar. Da la vuelta de reconocimiento. Encuentra el lugar y baja a comprar agua. Mientras hace cola en la caja, lo descubre. Desparramado en un rincón, gordísimo y complaciente, intercambia frases en quichua con algunos clientes que se acercan. Suenan a bromas. No lo siente peligroso, por ello se anima y le habla. Se presenta, cuenta a medias los motivos de su viaje y pide consejos. Agradece de antemano. El hombre la escucha con paciencia, no encuentra algo sospechoso en ella, y decide hablar sin empachos. Dice que muchos se inspiran a orillas del río Dulce. Que puede armar la carpa en algún socavón y que la zona es tranquila. No hay animales salvajes, sólo mosquitos. La charla se extiende un poco más, pero nada relevante se dice en ella. El camino al río es monótono. Quedan atrás las casas, sólo hay huellas y vegetación. Son árboles apagados, plantas hoscas, con poca gracia y para nada amistosas. Al fin llega al río, o a la barranca. El paisaje es sereno y hermoso. No hace mucho calor, pero el sol es molesto. Explora un poco los alrededores hasta que encuentra el lugar perfecto para acampar. Esto debe ser un socavón. Una especie de galería formada por las ramas de los árboles. Arquitectura silvestre, una sala casi redonda. Termina de armar la carpa con algo de dificultad, queda todo listo. Decide volver al río, que está a pocos 61


metros. Mientras come manzanas, repasa las anotaciones de su investigación. Tiene que encontrar la forma de llamar al diablo. Sobre la instancia previa al encuentro, nadie había dado muchas especificaciones. No queda claro si una tiene que buscarlo o viene solo. Analiza un poco el asunto, él debería acercarse. De lo contrario, su omnipotencia sería dudosa. Resuelve esperar sin más artilugios. La siesta santiagueña se dibuja nítida y plena. Se aburre un poco, intenta descansar mientras escucha música en el auto. Ni tan folk, ni tan rock. Canciones. Suenan azules, frescas. Nada que ver con el paisaje. Duerme. Han pasado casi dos horas sin novedades. Falta menos para la noche. Otra vez mate con sanguchitos de fiambre. Piensa en el aspecto del diablo. La mejor versión que vio es la de Constantine. Un viejo cincuentón, buen mozo, como dicen las viejas. Traje blanco, sentado en una silla al revés, bien de bodegón tanguero. Mirada roja, desafiante más no, terrorífica. Una no lee en esos ojos, “en cuanto te descuides te saco el corazón”. Ojalá sea parecido. Por otro lado, es una estupidez que este hombre elija un aspecto asqueroso. Quién en su sano juicio pactaría con un monstruo que se ve parecido a depredador. Nadie. Cae el sol. Todo es lento y silencioso. Tiene los sentidos concentrados en las pocas cosas que ocurren. Algún animalito anda correteando entre los árboles. A juzgar por el ruido, puede ser una vizcacha. No ve, pero escucha distintos sonidos de pájaros. El trote de un caballo se destaca, parece temprano para una aparición diabólica. Es un lugareño que saluda como es costumbre y sigue su camino. De nuevo al tedio. Enciende su celular y juega un poco. Allí no recibe señal y eso significa que está irremediablemente sola. Otra vez a la música. Esta vez, elige la banda de sonido de Into the wild. La historia de Alexander Supertramp. Chico busca sentido de la vida en lo salvaje. Esa música va mejor con el paisaje santiagueño, aunque nada tiene que ver con las montañas de Alaska. Ya es tiempo de armar la fogata. El resplandor vuelve la escena algo escalofriante. Tal vez el diablo y su séquito andan cerca. Percibe el acecho de seres extraños. O en realidad no. Son los mismos ruidos de la tarde. Un poco de viento aporta lo suyo, las ramas se agitan cómplices. Llegan sonidos de un chamamé. Alguna casa cerca debe haber. ¿Pero, chamamé? ¿No se supone que nuestra música es el folclore? Más chamamé, matizado por algún grito festivo. De gran fiesta han de estar por ahí. 62


Una araña cruza frente a sus narices. No es grande, pero la sombra miente con eficiencia y se le escapa un grito importante. Sorprendida, la araña, detiene su andar. La determinación no le alcanza para enfrentar a la repugnante alimaña. El bicho da por sentado que está todo en orden y se pierde en las ramas. Un desastre su reacción ante semejante pequeña cosa. ¿Realmente puede enfrentar al diablo? Lo mejor es pensar en otra cosa y superar el momento. Dormir en la carpa no es una buena idea. Seguro esa araña tiene familia y amigos. Fuera de las carpas pasa de todo. Hasta el hocico de un dinosaurio puede aparecer. ¿Acaso esa tela es impermeable a demonios? Desparramada en el asiento trasero del auto, intenta dormir un poco, sin éxito. Muchas veces ha sentido su cuerpo caer. Fuerzas extrañas, que no tuvo el coraje de descifrar, la hundían en la cama. Despertar es escapar. Un segundo después, y hubieran ganado esas fuerzas. No puede dormirse, no tiene alguien que la despierte y la rescate de las pesadillas. La idea de pactar con el diablo comienza a parecerle estúpida. Ya es tarde. No puede levantarse. Teme demasiado descubrir alguna cosa horrible cerca de su fogata. Tiembla, su cuerpo es un traidor y tiembla. El diablo es horrible. Todo viscoso, con garras y dientes que sólo pueden lastimar. Imposible tocar algo sin destruirlo. No, no, no puede esperar más. Tiene que salir de ahí urgente. Muy alterada, baja del auto cerrando los ojos. Logra ubicarse al volante y con desesperación intenta dar arranque. Tiene que abrir los ojos. No hay opción. Respira profundo, piensa en dios, sus ángeles, y la virgen de Guadalupe. Siempre le pareció bonita. Necesita imágenes sagradas, no amenazantes. Abre los ojos. Sólo el monte vacío. Se va. Ruega no perderse, sería una tragedia. A medida que avanza, se tranquiliza un poco. Cruza un jinete, esto la asusta nuevamente. Mirar el retrovisor, ni loca. ¿Y si hay alguien en la parte trasera del auto? Definitivamente, no mirar atrás. Descubre pequeños círculos brillantes en el camino. Pueden ser los ojos de algo, no alguien, están muy bajos. Son pájaros. Parecen desafiarla, sólo alzan vuelo cuando el auto está muy cerca. Hay muchos. Tal vez son los mensajeros. Acelera y trata de pensar en algo divertido. No se le ocurre nada. Las casas de Atamisqui iluminan el final del camino. Detiene el auto a unos metros. Respira profundo. No tiene tantas ganas de ser como el resto de los escritores. O peor aún, no puede, no se banca la previa del pacto. El celular empieza a sonar. Entran mensajes atrasados. Continúa, no ha decidido todavía si dormir en el pueblo o 63


volver a Santiago. Pasa frente a una despensa que hace las veces de bar. Baja y pide algo para cenar. Son apenas las nueve de la noche. La gente del pueblo se ve normal. Salvo los ojos de algunos viejos, siente que saben todo, la miran con desprecio, hay burla en esos brillos. Sus cosas quedaron en el socavón. Tiene que volver. Pero de día. La señora del lugar le explica cómo llegar a la casa de la Ramona, una mujer que tiene camas donde se puede pasar la noche. Y eso hace. Pasa la noche en una casa de familia, que la mira con desconfianza, pero que igual la recibe. No le cuesta conciliar el sueño, la compañía, aun de extraños, se siente segura. La mañana llega, prepara lo poco que tiene con ella, saluda, y vuelve al campamento. La imagen es tan insulsa que no parece ser el mismo lugar donde la noche hizo desquicios con sus nervios. Unas cabras husmean la zona. Han comido el pan y el fiambre. Se dan empujoncitos. Se ven tontas. ¿En base a qué el macho cabrío alude lujuria? Conviene cargar de ese sentido al burro. Aunque estos animales no tienen carisma. Parecen una injusticia andante. No hay nada diabólico, sólo una carpa abandonada y unas cuantas cabras estúpidas. Recoge todo, da un último paseo por el río y se va. Otra vez en la ruta ondulada. Ahora suenan Los Piojos. Tienen una capacidad exclusiva, sin importar lugar, día y horario, se siente feliz. De lejos no se ve, de lejos no se ve, no. Revisa minuciosamente el plan y no encuentra fisuras. El pacto era viable. Tal vez los artistas mienten y obtienen sus dones de otra manera. Y por supuesto, no están dispuestos a compartir su secreta fuente de talento. Una porquería. Llega a Loreto, esta vez no compra rosquetes, le dan rabia. La ciudad descansa en los bordes y la recibe con la misma indiferencia con que la vio partir. Todo es repetido. Los autos, la gente, los edificios. Se interna en la maraña de la Belgrano. Sus demonios son distintos. Aquellos, le son ajenos. El secreto de la literatura está en otro lado. Detiene el auto frente a una heladería. Compra helado, un cuarto. Camina hasta la fuente de la plaza Libertad, y allí se queda, mirando niños. Eso es ella. Esta es su fuente de secretos. enlaces internos Narrativa Crónica de interrupciones varias (El sentido práctico de las galletas)

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pág. 9


AHORA

Verónica Pizzella “Lo eterno es uno, pero tiene muchos nombres”. RIG VEDA Ahora ya lo sabemos. No hubo sur norte apenas sal desparramándose entre dedos sombras en cuajo apenas geometría dada como sensación de trayecto. Nunca fueron certidumbres las líneas puntos cuerpos que con desparpajo en ceremonia suyas sospechó la carne apenas eclipse apenas embeleco. No han sido éstas horas despuntando desde pedazos desde vida como si río fuesen como pulso, sangre, itinerario, desde cada uno, desde todos, todo; no, 65


ha sido el tiempo infranqueable desgranándose y pariéndose una y otra vez en nosotros. Ahora, ya lo sabemos. No han sido sobre tierra pies conquista plumas. No hubo mapas no despojo sí polvo en desvelo suspendido deshaciéndose más y más y más en la nada y este delirio dormido de despertar coagulándonos en credos. Aquí nosotros allá fantasmas no mundo irguiéndose y cayéndose a pique en la finitud de la palabra. enlaces internos Poesía Deja

pág. 32

Ojos

pág. 28

Plegaria

pág. 22

Ensueño

pág. 47

Notas al márgen de la rayela

pág. 25

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PSiCOANALiSTAS SUELTOS Andrés Navarro

Al abrirse las puertas de las celdas quedaron los psicoanalistas sueltos. Hordas de psicoanalistas, pipa en mano, comenzaron a poblar las calles. ¿Quién los dejó salir? ¿Quién dio la orden? Nadie se hace cargo. Tal vez fue un hecho fortuito; obra del azar. De cualquier modo, la fatalidad es un hecho. Los psicoanalistas sueltos, pipa en mano, recorren las calles del pequeño pueblo golpeando las puertas de cada casa al grito de… ¿Qué quieren los psicoanalistas? Nadie lo sabe. Nadie les abre la puerta.

enlaces internos

Narrativa

Poesía

Nicolasillo

pág. 53

Vaquita de la suerte

pág. 58 Los putitos

pág. 37

Objeto-puta

pág. 24 Vivero

pág. 55

De frío

pág.17

pág. 12

KO

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EL CRíO

Diana Beláustegui

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ran cinco perras aterradas que corrían con sus cachorros entre las fauces, cambiándolos de lugar, con las pupilas dilatadas y la agitación despierta en

el hocico húmedo. Se cruzaban gruñéndose entre ellas. Algunas arrastraban sogas del cogote, destrozadas y desanudadas a mordidas. ¿Qué presentían ellas que los otros no? ¿Acaso algo en la noche les llevaba el olor del peligro? ¿Qué era lo que atemorizaba el aire ese 19 de mayo a las 5 de la madrugada? El frío tácito te congelaba la calma, la coraza se quebraba en mil y la intranquilidad por lo desconocido te sofocaba. La negra madrugada encubría una forma que acechaba sigilosa, y se asociaba cómplice en la búsqueda del crío perdido, el crío que el tiempo había robado, que se corroía entre larvas y gusanos. La mente a veces se niega a despertar, la realidad te corta las venas abriendo zanjas que te escarban hasta el hueso. A veces la mente no intenta ni siquiera despertar, vive luego en una trastienda onírica, con los ojos abiertos y la razón quebrada y anestesiada. Dobló la esquina olfateando el aire, la mirada se dirigió a la casita acromática, gris y fría, bajo la lúgubre sábana oscura que la noche le tendía encima. La tapia pequeña la saltó sin esfuerzo y se adosó a la pared lamiéndola hasta que, como una ventosa quedó adherida, babeándose por la comisura de los labios, absorbiendo, chupando y tragando. Dentro del cuarto, la temperatura corporal que acunaba a la mujer y la llevaba a lo profundo del sueño, hundiéndola en el fondo del colchón como si este tuviera profundidades asombrosas, descendió. El calor abandonó primero los pies que se translucían y azulaban. Ella, afuera, succionando, comenzaba a sudar. Un líquido viscoso y amarillento le brotaba de los poros y caía pesadamente dejando una huella aceitosa. Veinte minutos duró el ritual. El ventiluz del baño le permitió el ingreso fácil a la casa. No dudó en la búsqueda del cuarto, estaba frío y olía a muerte. 68


Se acercó a la cuna y con trabajo destrabó la mano de la madre que ante la presencia palpable de lo oscuro e incomprensible se había aferrado a la baranda celeste de la cuna de su primogénito sin llegar nunca a poder incorporarse para mirarlo. La mano la dejó allí, laxa, colgando por entre las colchas. Destapó un poco al niño y lo miró dormido, lo examinó detenidamente, buscando señales que le indicaran que era su crío, que por fin lo había hallado. Se sentó en el piso dibujando muequitas en el rostro enjuto, las lágrimas mojando esa piel oscura y áspera. La mano acarició burdamente el cuerpecito por arriba de la manta, provocando quejiditos en el crío adormilado. El crío “no suyo”. Cuando se iba volvió la cabeza. El crío no suyo, pero que podría ser suyo. Un crío muerto-perdido… ¿se suplanta? ¿Podría llevarse ese y dejar de buscar el que había parido su cuerpo? Tomar éste sería mirar de soslayo a la claridad de la razón y aceptar lo que no podía… que su crío ya no estaba y que la tierra lo asimilaba con cada segundo que pasaba. Saltó de nuevo por el ventiluz y se alejó, distorsionado el rostro por el dolor. La tragedia era demasiado pesada y cruel, no podría mirarla nunca a los ojos y aceptarla porque le aplastaría el cráneo dejándola convertida en colgajos amorfos. El crío no suyo, ahora lloraría a su madre muerta-perdida. Era lo justo.

enlaces internos Narrativa Musas

pág. 14

¡Como en las películas!

pág. 34

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CLAROSCURO

Luis María Rojas -Lo que importa son los grises. -¿Los grises? Ah, como decir que no hay que pensar maníqueamente. Ni en blanco, ni en negro. ¿Es eso? -Si, más o menos. En realidad lo que importa es saber que podés pasar de la claridad a la oscuridad como si nada. -Bueno, tampoco será tan fácil. Lo más probable es que siempre nos quedemos con algo cercano a la oscuridad o a la claridad. -No creas, fijate bien. La claridad implica que haya luz, la luz da inteligencia a las cosas y la inteligencia proviene de la razón. La razón siempre se expone por causas, y las causas tienen fundamentos. Un fundamento te da una base y la base un apoyo, que es, a la vez, un sostén. Un sostén puede ser un amparo y un amparo un refugio, el refugio te da protección y defensa. Una buena defensa da resistencia y solidez que, al mismo tiempo, da fortaleza. La fortaleza deriva en entereza e integridad y, siendo íntegros no podemos dejar de ser honrados. Ser honrados implica lealtad y fidelidad y, la fidelidad, constancia y perseverancia. Pero a veces la perseverancia se transforma en persistencia y obstinación, terquedad y porfía. Lo bueno es que la porfía siempre deriva en empeño y, el empeño, en afán y deseo; pero el deseo, cuando es patológico, rápidamente se torna ambición y codicia, decantando en avaricia y mezquindad. La mezquindad es siempre una bajeza, es una indignidad y una maldad. Esta maldad muchas veces se transforma en perversidad y corrupción, en el sentido de depravación, que siempre deriva en libertinaje. El libertinaje no puede más que llevarnos al desenfreno y provoca que nos tomemos ciertas licencias y osadías, con lo que llega el descaro y la insolencia que siempre terminarán en ofensas e insultos. Del insulto a la injuria hay un solo paso y de allí, otro paso más a la calumnia y la mentira. La mentira siempre es un engaño y el engaño una ilusión, una apariencia, un fantasma, una sombra que nos deja, al final, en la oscuridad. -… -… -¡Devolveme el diccionario de sinónimos!

enlaces internos Narrativa Claroscuro pág. 72 El retiro pág. 44 ¡Eran gatos! pág. 20 Los traumas infantiles de mi Microsoft Word pág. 38

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EPi-PRÓLOGO por Heraldo Pastor

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l 23 de mayo del 2009, se reunía por primera vez, en la biblioteca “9 de proyecto común de generar un espacio en el cual el eje aglutinante fuera

principalmente la literatura. Los integrantes suelen definirlo como un “espacio rotativo de apreciación artística, en construcción permanente.” Y está abierto a toda persona de cualquier lugar que desee sumarse en cualquier momento. La dinámica inicial fue la de reunirse sábado por medio, a las cuatro de la tarde (casi violando la sacralidad de la siesta santiagueña) y que un integrante hiciera una presentación al resto del grupo, de una obra o autor que le resultara particularmente significativo. Y así desfilaron ponencias diversas como “Nietzsche y el origen de la tragedia” por Oscar Ortiz, “Vida de Perros o una filosofía despeinada (Los cínicos)” por Néstor Mendoza o "El que acecha en el umbral: H.P. Lovecraft" por Eduardo Espeche, entre otras. De todos modos, el grupo no se conformó nunca con desempeñar un limitado rol de lector o de expositor, sino que siempre buscó la variedad de propuestas para la participación: intercambio de opiniones, debates, lecturas públicas de las creaciones propias, invitaciones a escritores de otras provincias, apertura de un blog y una cuenta en Facebook para expandir los límites del grupo, y entre otras, la concreción de la presente antología con obras de los miembros que escriben (que son la mayoría). Sin soberbias ni egoísmos ni nada que pudiera coartar sus posibilidades de funcionamiento y crecimiento, estuvo incluso atento siempre a movidas similares de otras provincias de las cuales aprender y con las cuales intercambiar experiencias. Precisamente gracias a estos contactos, se concretó en octubre del 2009 un taller de edición artesanal de libros, dictado por Lucas Oliveira, escritor cordobés y responsable de la Editorial Funesiana. Y en este evento ha de buscarse parte de la génesis, de la inspiración, de este libro. De hecho, La Jeta Literaria se formó en Santiago, pero podría haberse formado en cualquier otra ciudad chica de la Argentina en donde la realidad política y cultural haga que la libertad de expresión lamentablemente se encuentre acotada, y los artistas e intelectuales (sobre todo los que están a contrapelo del discurso oficial o no quieren ceder su autonomía a condicionamientos económicos, políticos o de la clase que fueren) deban generar sus propios espacios. No es raro entonces que, como cuando uno está 73


amordazado, se tenga que gritar (“jetonear” como me dijo una vez el mencionado Néstor Mendoza) para hacerse oír. La Jeta Literaria, pues, más que un grupo que se vincula a través de sus inquietudes en las Letras, es (se podría decir) un concepto, una forma de entender el arte, una respuesta a una necesidad de expresión. En ese concepto, uno de los ejes que lo sostiene es indudablemente la libertad, que se manifiesta desde, por ejemplo, la simple cuestión operativa de no filtrar (léase “censurar”) los comentarios a los posteos en el blog, pasando por la crítica (entendida como “puesta en crisis”) de los textos que el grupo produce, hasta el intercambio de opiniones sobre los más diversos temas, por lo general tan apasionado que, para un observador desprevenido, podría algunas veces verse como agresivo, pero que no es más que un fruto de la sed de expresión sin condicionamientos, y afirmación de una identidad. Al respecto, cabe señalar que algunos que participaron asiduamente de los encuentros de la Jeta, decidieron no formar parte de la presente edición. Incluso, algunos se bajaron de este proyecto a mitad de camino. Lo notable es que, paradójicamente, esas “renuncias” lo que hacen es confirmar la esencia del grupo, su libertad, su dinamismo. Ahora bien, ¿es esta antología representativa de la literatura santiagueña actual? ¿Así se escribe en Santiago? En rigor, eso sería pedirle demasiado a cualquier antología. Siempre son “flores que se escogen” (si nos atenemos al sentido etimológico). Es más, ni siquiera cabría esperar que sea enteramente representativa de este grupo, ya que como se dijo, algunos integrantes eligieron no participar en esta ocasión, y aun cada participante debió obviamente hacer un recorte en su producción. No puede desconocerse además la circunstancia de que la Jeta se formó en un centro urbano (más allá de que lo consideremos pequeño o no), con todas las implicancias que esto tiene. Y tampoco puede ignorarse que el grupo fue adquiriendo determinado perfil a través de su funcionamiento y, a pesar de su apertura, seguramente eso ha favorecido el acercamiento de determinado tipo de escritores y ha alejado a otros, quienes no se sintieron identificados. En Santiago del Estero conviven formas expresivas diversas. Dentro de una provincia a la que se considera como preservadora de sus tradiciones, es de esperar que haya manifestaciones literarias tradicionales: no es difícil encontrar cultores de poesía rimada (Oscar Ortiz se sirve de ella en la presente antología) y medida, del relato 74


regionalista, unívoco, del didactismo, de un paternalismo que requiere un lector mayormente pasivo. Y desde luego, esa literatura sigue existiendo porque también hay lectores que gustan de ella, que la consumen. Pero además hay una movida muy fuerte de escritores (y de lectores) jóvenes y no tan jóvenes, que buscan otra cosa. E incluso en muchos casos ni siquiera es necesario hablar de “búsqueda”, que pareciera dar idea de una intencionalidad manifiesta, sino simplemente de “expresión”, de inserción, natural si se quiere, en otra línea expresiva. Así, atrás queda el maniqueísmo de la literatura tradicional, pero no sólo por una cuestión de opción estética, sino porque se tiene una percepción del mundo en la que lo característico es la ambigüedad. Ya no se pueden distinguir las cosas en opuestos, bueno y malo, claro y oscuro, “importan los grises” (tales, las palabras de un personaje de Luis María Rojas en “Claroscuro”). Ya no se pretende explicarlo todo, definirlo, limitarlo. Hay una resistencia a la “manía de descascararlo todo / de querer tocarlo con los ojos todo”, como dice el poema II de Verónica Pizzella. Años de anquilosamiento, estatismo y hasta retroceso cultural fruto de un nefasto caudillismo en la provincia, cuyos resabios aún se perciben (no por casualidad Walter Ortiz hace referencia en uno de sus textos al “eterno polvaderal santiagueño”) hacen sentir con claridad que el camino es otro, que es necesario un cambio de paradigma. Para que el arte siga viviendo, para que no termine reduciéndose a un mero adorno inocuo, para que no se convierta aun sin quererlo en cómplice de un statu quo funesto, se siente como imprescindible el oponerse (cito algunos poemas de Oscar Ortiz) a la “sucia estrategia de oscurecer el cambio y lo nuevo” (“Enroque”), el liberarse de la “jaula de miedo de tiempos perdidos” (“Ecos”). Hay escritores que no quieren ni oír la palabra folklore, otros que consideran agotado el paisajismo que caracterizó durante muchos (quizá demasiados) años a la literatura santiagueña, como a la de la mayoría de las provincias “del interior” que pretendían de este modo diferenciarse, definir una identidad. Otros respetan las expresiones tradicionales, pero entienden que se puede ser santiagueño (si es que acaso se pretende adscribir a un espacio) sin caer en los tics de la literatura regionalista. Con respecto a esto, es significativo esa suerte de viaje iniciático que narra Gabriela Yauzá en “La fuente de los secretos”. Aquí dramatiza un viaje hacia el pasado, hacia la tradición, que parece terminar con el reconocimiento de que ése es un mundo ajeno. Es destacable que el recorrido de la protagonista de este relato comience con una canción de Alfredo Ábalos 75


y termine, en el retorno, con otra de Los Piojos, nada más ni nada menos que “De lejos no se ve”, título que resulta muy sugerente en este contexto. Es que la cuestión de la mirada es central aquí. Hay, o se siente como necesaria, una nueva mirada; ni mejor ni peor, distinta. Estos escritores ven de otra manera a Santiago y a la literatura misma. En “Crónica de interrupciones varias”, de la propia Gabriela, en referencia al embarazo de una niña, se puede leer: “Y todo es común aquí, y tan perverso allá”. Por su parte, en relatos como “La rata” y “Pensando”, Abel Miranda parece realizar la reelaboración de un regionalismo de hacheros y escuelas de campo tan caros a la tradición literaria santiagueña. Aquí el concepto mismo de lo literario comienza a borronearse, los límites se pierden: así por ejemplo, la mayoría de los textos de este libro están presentados en una primera persona que descoloca, hace vacilar entre la realidad histórica, lo testimonial, y lo ficticio, lo paródico. El discurso literario se ve “contaminado” por otros discursos (de la publicidad, el rock, el cine, la pintura, la televisión y muchos otros). Y por supuesto, un cambio en la escritura hará que aun la lectura sea diferente (¿o al revés? ¿qué es primero, el huevo o la gallina?). La forma misma de circulación de los textos ha cambiado. Por algo la Jeta gestó su blog paralelamente al inicio de sus reuniones en la biblioteca, y a la vez esta circunstancia nos presenta una imagen que parece una síntesis de esta coexistencia entre lo anterior (el ámbito de los textos almacenados a la vieja usanza, de la mencionada biblioteca; uno de los espacios elegidos tradicionalmente para la expresión, circulación y conservación de la cultura) y lo nuevo (internet, el blog, las redes sociales, como nuevas “bibliotecas”, virtuales, ilimitadas; más el pendrive, bluetooth y otros medios de circulación y soporte de los productos culturales). Los integrantes de la Jeta, reunidos (¿casualmente?) en ese ámbito hasta cierto punto sacralizado de la biblioteca pública, ofrecen una peculiar imagen de un grupo que se ubica en la institución, para partir de ella u oponerse a ella, cuestionarla, diferenciarse, reconciliarse, renovarla, continuarla o ignorarla, según el caso. “Repartir de nuevo, barajar y dar de nuevo”, como dice Juan Anselmo Leguizamón (en “Como yéndose todo al carajo”). “Que se haga agua el helao” se titula una de las primeras publicaciones de Juan Manuel Aragón en el blog de la Jeta, verbalizando de esta manera la idea predominante de la ruptura: “Si vamos a romper, rompamos todo. Pero hagámoslo sabiendo bien qué 76


estamos haciendo.” Aunque el modo de entender esta ruptura sea diferente en cada escritor. No es casual que entre las ponencias de las reuniones sabatinas figuren los nombres de Santiago Papasquiaro, Leónidas Lamborghini o Charles Bukowski, lo que no implica necesariamente una intención de hacer proselitismo o activismo literario. Es evidente que los escritores de la Jeta, en mayor o menor medida, buscan que se haga agua el helao, tratando de jugar con lo sagrado, lo con-sagrado. Sagrado y consagrado. Re-conocer y des-conocer, como diría Andrés Navarro, quien es uno de los mejores ejemplos del cuestionamiento de lo instituido, en su permanente experimentación con las palabras y las frases, con sus formas y sus sentidos. Andrés lleva a sus límites, un trabajo que realizan todos. Para él no hay palabra “mala” ni prohibida, juega permanentemente con las frases, las palabras, sílabas, morfemas y fonemas, descompone, recombina, deja que se transformen a la vista del lector, adquiriendo nuevos sentidos o vaciándose de ellos. La palabra “puta” del poema “Objeto-puta” (cuyo título ya de por sí es una palabra nueva), repetida a lo largo de todo el poema, casi obsesivamente, hipnóticamente, parece en sí misma un desafío, un cascotazo (como diría el mencionado Lamborghini) arrojado en la vidriera pulcra de la poesía tradicional. La repetición del término puta, que podría resultar chocante en el primer momento, en su letanía va vaciándose de sentido. Es como si Andrés nos dijera: aquí está, escúchenla, siéntanla, no muerde, es sólo una palabra. Pero él no se queda en el mero juego inocente; hay una postura frente al lenguaje, una postura frente al arte, y hasta una cosmovisión: aquí hay una mujer y un hombre que también experimentan una transformación de su sentido en el mundo, la puta es una mujer que va perdiendo la connotación de objeto, que se traslada en ese caso al hombre que la miraba de ese modo. Un trabajo similar se observa en “Los traumas infantiles de mi Microsoft Word” de Luis María Rojas, que muestra cómo el texto se va construyendo a partir de un evento del procesador. Desde allí, oscilando entre el monólogo interior, fluir de la conciencia y el diálogo oculto, apelando al humor y la ironía como suele hacer frecuentemente, Luis María también define una poética en esto de exotizar/erotizar lo cotidiano, y ofrece una visión del mundo. Precisamente, si han de buscarse otros rasgos comunes en los autores de la Jeta, uno de ellos con seguridad ha de ser éste: Todos entienden que hay que perderles el respeto a las palabras. Pero paradójicamente a la vez demuestran respetarlas mucho, 77


porque tienen plena conciencia de su poder, es sólo que consideran que no hay territorio tabú en ellas. El suyo no es un respeto reverencial, obsecuente. Su respeto no nace del miedo. Y esto se va a plasmar en al menos dos tipos de textos. Por un lado, habrá obras como algunas de María Julia Jorge Auad o Verónica Pizzella, en las que se manifiesta un uso preciso y aun preciosista del lenguaje (“precisas/preciosas palabras” dice María Julia en “Intento”), aunque no por ello presuntuoso; un tono solemne, serio, reflexivo, hasta metafísico, para expresar las mismas inquietudes. Y por otro lado, habrá obras en las que el elemento lúdico es recurrente. Juegan. Pero saben jugar. O saben a qué juegan. Por este camino, es lógico encontrar el humor, o quizás debamos decir la risa, la risa desacralizadora, destronadora. Nos reímos abiertamente con algunas de las creaciones de Juan Anselmo Leguizamón: el título “Vieja, la nena hace poesía”, nos produce risa; también, “Mis amigos no gustan de la poesía” o su “Alfonsina liberada”. Sin embargo detrás de la carcajada burlona hay una pintura seria, lúcida, de la cultura contemporánea (llamémosla posmoderna, o como queramos llamarla). Pero también hay risa en los textos de Diana Beláustegui, a pesar (¿a pesar?) de adscribir al género de terror, y producir relatos duros, de marcada tendencia al gore, que no nos ahorran descripciones descarnadas ni referencias escatológicas. Hay risa porque se burla de ciertos cánones, de clichés de la literatura (como lo hace con el romanticismo en “La carta”) o de los “cánones” y “clichés” sociales, culturales, de los principios morales, tal como se manifiesta en cualquiera de sus relatos, a través de personajes ambiguos, giros inesperados de la historia, y el decidido dejo amargo resultante de la lectura. Quienes conozcan a estos escritores, desde antes de aquella primera reunión de mayo de 2009, advertirán la influencia de la Jeta en sus producciones. Este grupo ha servido como indiscutible estímulo creativo. Las obras personales han cobrado impulso o se han transformado, algunas hasta se entrecruzan en un juego intertextual, dialogan entre ellas. El grupo ha motivado una siempre bienvenida reflexión metalingüística que se evidencia en muchos textos; y ha servido no sólo como una suerte de caja de resonancia, laboratorio o tribuna en la cual exponer las creaciones, sino que ha sido favorable (por aquello de unir fuerzas) en el momento de la difusión. Con respecto a esto, nadie duda de que queda aún mucho por hacer. Faltaría, por ejemplo, trascender decididamente un espacio limitado de circulación local y desmentir la afirmación (que suele escucharse y discutirse en la actualidad y que podría extenderse a toda 78


manifestación literaria) de que hoy los poetas escriben sólo para otros poetas, o de que la poesía sólo interesa a otros poetas. Alguna vez se debatió en Santiago acerca de la cantidad y calidad de los escritores en la provincia. La Jeta Literaria viene a decir, intencionalmente o no, “estos son, aquí están”. Hay un número importante, impresionante y hasta sorprendente para quien se tome la molestia de mirar a su alrededor y descubrirlos, para quien quiera prestar oídos y darles la oportunidad de expresar, sin condicionamientos, lo mucho que tienen para decir. En cuanto a lo de la calidad, en cuanto a si son buenos o malos, poco importa, como dice Andrés Navarro en una poesía suya (“Leo mal”). La naturaleza de la escritura actual pone en evidencia la crisis de la noción de “valor” aplicada a la literatura, cuestiona la pertinencia de dicha noción. ¿Cuál es el futuro de la Jeta? Difícil es preverlo, como difícil es prever el modo como han de evolucionar los medios, los próximos giros en la transformación acelerada de las formas de expresión y recepción, y qué nuevas formas han de surgir. Se podría decir en un análisis apresurado que sería saludable su final, al menos en lo que respecta a la vinculación de algunos escritores, porque indicaría madurez. De todos modos, es posible afirmar que aún le queda bastante por decir a esta Jeta. La concreción del presente libro no es un fin absoluto ni mucho menos, es sólo un “pasar en limpio” algunas cosas, es sólo una alternativa al abanico de posibilidades de expresión que se les presenta en la actualidad a los miembros del grupo. También es de esperar que sirva como aperitivo para conocer la producción de estos artistas en sus lecturas públicas, en nuevas ediciones de libros, individuales o conjuntas, en sus blogs o en la circunstancia que fuere, incluida (¿por qué no?) una simple charla de café.

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BIOGRAFíAS Juan Anselmo Leguizamón Lema: The Future is Now. Creencias religiosas: De La Guarda. Bio: Solía andar por La Banda en una Honda Dax y con una remera con el logo de Kiss pintado a mano. Con amigos hizo el programa de radio "Rock en el Sótano". Con "La Banda Sicaria" grabó un demo punk; un cassette EP y un disco LP de pop rock con "Becuadro" y "El Saldo". Con amigos hizo las revistas "La Mosca" y "Malón"; y videos con música de los Red Hot y Pastorious. A fines de los noventa escribió un largo ensayo sobre videoclips musicales. Anduvo por Buenos Aires con Moby en el walkman. Publicó en antologías del Norte Argentino. Practica remo diariamente, a menudo en el barro. En twitter sigue a Cristina Fernández y a Lady Gaga.

Verónica Pizzella Tiene veintiocho años. Nació en Buenos Aires y creció en Santiago del Estero desde su primer año de vida. Es profesora de lengua y literatura y ejerce su profesión hace tres años en escuelas rurales de su provincia. Es integrante de la Jeta literaria desde mayo del 2009 y pone sus fichas en muchas de las actividades que se gestionan desde ese espacio. Su trabajo, escribir, las ficciones en cualquier frasquito o eso que la gente llama literatura, no son más que su forma feliz y auténtica de estar en este mundo. Aunque en esta antología sólo colabora con poesías y poco anecdotario del que archiva a diario en sus cajones, le interesa más y puede decirse que a largo plazo todo lo que pueda plantearse en términos de historia o narrativa en distintos formatos. Espera que la escritura pronto deje de ser una consigna pendiente, pues por el momento - aunque no nota algo malo en ello – ha sido para ella más un área de turismo. Para tener su rinconcito perfecto en el mundo, cree, sólo le bastan: el Word, sus auriculares o una canción de los Beatles, unos lápices y papel para dibujar, y sus anteojos para continuar leyendo y mirando esas mentiras que dicen las únicas verdades. El resto, es recetario social, un poco de memoria de pez, magia y secreto.

Andrés Navarro Una vez fue al mercado a comprar mandarinas y compró bananas. Hizo un poema. Una vez se obsesionó con un cuentito de Kafka. Lo desarmó palabra por palabra para ver si así conseguía descubrir el secreto del Checo. Se dio por vencido. Escribió un cuentito. 80


Una vez fue a Tucumán a estudiar Arquitectura. Volvió a Santiago a mitad de año. Al año siguiente volvió a Tucumán a estudiar Psicología. Varios años después volvió a Santiago “con” el titulito. Y poemas y cuentos. Una vez, en Santiago del Estero, allá por el 1980, nació. Una vez escribió algo acumulando frases sin pensarlas y sin conexión. Se las mostró a un estudiante de psicología: mhhh!!! esto habla de sexo, aseguró. Una vez pintó una bandera con la cara del Roby. La interceptó la policía en un enfrentamiento Mitre/Sarmiento. Una vez se inscribió en un concurso de poesía. Ganó el primer premio. No se alegró.

Maria Julia, Magia Julia, La piba, La hija. En su corta edad ha percibido el unívoco y celestial olor de las flores marchitas y ha visto al surrealismo en persona (aunque sabe que nunca van a hacer las pases, luego de su enfrentamiento en la esquina de Parpados y Cerrados). En este libro se publican un par de notas que se le ocurrieron cocinando, y si te cae bien, se te enviarça de regalo en forma gratuita su santísimo pésame. Terminará la secundaria y escribirá para la revista “Luzbelito y las sirenas están de atar”, una columna en apología al nudismo y los anteojos de sol. Experimenta con su lectura métodos anticoagulantes, ya que en su vida corriente sufre crónicamente ataques de sofoco por su paranoia kafkiana.

Luís María Rojas Nació en la ciudad de La Banda en circunstancias inciertas un 17 de septiembre de 1979. De niño se destacó en representaciones de curas en diferentes fiestas escolares, lo que condicionó su rechazo por ciertos hábitos. Al finalizar sus estudios secundarios intentó cursar la carrera de filosofía y, aunque la terminó, graduándose de Licenciado en filosofía, jamás supo qué se cocinaba en la cocina metafísica/esencialista del campo filosófico. Actualmente escribe asiduamente textos de dudosa valoración mientras investiga el campo del arte en la ciudad de Tucumán.

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Abel Miranda Según consta en documentos que dan fe del hecho, nací en Frías (Sgo. del Estero) un 31 de enero de 1979. Años difíciles para los que se oponían como podían a los enemigos de la esperanza y la resistencia. Me llamaron Abel Ernesto, yo lo he asumido y cargo con esos nombres que son un nombre. Muchas veces he pensado que Abel es alguien y Ernesto un otro que se le acopla. Por suerte no veía televisión de niño. Esos tiempos eran gomera, cachilos, canchita llena de tierra, paspa, árboles altos, quemarse los talones en la tierra corriendo de sombra en sombra. Ahora soy un hombre con tres changos y una compañera, no sé hacia donde voy, esa es mi certeza. Escribo de vez en cuando, sin esfuerzo, sólo para decir lo que me asalta de repente. No creo que eso que llamamos literatura exista, así que no hago literatura. Tampoco considero que hay algo sagrado en esa práctica, en muchos casos no es más importante que levantar una pared o hacer el pan. Todavía no he muerto.

Néstor Mendoza Nació un 14 de febrero de hace ya algunos años en la mítica ciudad santiagueña de Suncho Corral, origen que lleva con orgullo en su hábitat actual, la Capital de Santiago del Estero. Como parte de sus intereses, se destaca su amor por el club Boca Juniors, y si bien este le ha dado muchas alegrías, las mayores provienen del pequeño Tomás, quien hace 12 años le ilumina la vida. A lo largo de sus jóvenes años, estudió Comunicación social, luego Sociología y actualmente hace preguntas a la gente y después escribe, sin mucha disciplina, sobre eso y otras cosas también.

Diana Beláustegui Nace en el 74. Un buen tiempo juega a ser hija, hermana y estudiante, hasta que decide tomar otros rumbos y se independiza. Se mezcla tras corel y photoshop en la publicidad. Dialoga con el aire a través de sus textos y percibe otra realidad por medio de sus 2 hijos. Desde hace un corto tiempo integra la Jeta Literaria para compartir locuras con otros locos en alguna sede de loquitos llena de libros e historias varias.

Gabriela del Pilar Yauzá Nació a fines del 78. Hiponeó en diversas instituciones (educativas y unas pocas, religiosas) desde entonces, evita pisar las veredas 82


de las mismas. De aquella época, recolectó gente a la que adora y ama. Padece insomnio, anosmia, y ahora, miopía. Le gustan las Pepas, Los Piojos, Arlt y Nina Simone. Mira películas cuando pinta bajón. Trabaja en una escuela rural. Es adicta al chat. Llora todas las veces que escucha Lamento Borincano. Vive con su gran amor, un tipo hosco y hermoso, con quien se viene casando en ceremonias inolvidables. Es novata en los quehaceres maternos. Si el infinito tuviera nombre, se llamaría Dante. De la literatura robó esperanza, tragedia y alegría, casi en consecuencia, su vida es toda optimismo, drama y humor. Escribe cuando se enoja. En La Jeta discute y construye conceptos y después, los encarna como puede.

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íNDICE JUAN

ANSELMO

LEGUiZAMÓN

Santiago

del

Estero,

1971-

Licenciado en Comunicación Social.

Poesía Vieja, la nena hace poesía

pág. 23

Doble con hielo

pág. 36

De prepo

pág. 50

Mis amigos no gustan de la poesía

pág. 27

NOELiA

VERÓNiCA

PiZZELLA

Santiago

del

Estero,

1981

Profesora de Lengua y Literatura.

Poesía Ahora

pág. 65

Deja

pág. 32

Ojos

pág. 28

Plegaria

pág. 22

Ensueño

pág. 47

Notas al margen de la rayuela

pág. 25

ANDRÉS NAVARRO Santiago del Estero, 1980 - Psicólogo.

Poesía Vaquita de la suerte

pág. 58

Objeto-puta

pág. 24

De frío

pág. 17

Narrativa Psicoanalistas sueltos

pág. 67

Nicolasillo

pág. 53

Los putitos

pág. 37

Vivero

pág. 55

KO

pág. 12 84

-


MARíA JULIA JORGE AUAD

Santiago del Estero, 1993 -

Estudiante

Poesía Tiempo

pág. 56

Técnica para salir del ser

pág. 59

A suspensión

pág. 52

Recorro

pág. 29

Sujeto Tácito

pág. 19

LUíS MARíA ROJAS Santiago del Estero, 1979 - Licenciado en Filosofía

Narrativa Claroscuro

pág. 72

El retiro

pág. 44

¡Eran gatos!

pág.20

Los traumas infantiles de mi Microsoft Word

pág. 38

ABEL

ERNESTO

MIRANDA

Santiago

del Estero,

1979

-

Profesor de Lengua y Literatura

Narrativa Pensando

pág. 18

El anarquista

pág. 30

La rata

pág. 48

NÉSTOR

MENDOZA

Santiago

del

Estero,

1970

-

Estudiante

avanzado de Sociología

Poesía Amigos en la ruta

pág. 54

Noche

pág. 13

Declaración

pág. 51

Corto y Social

pág. 57

Poema encuesta

pág. 41 85


Quemados

pág. 68

Narrativa Hormigas DiANA

pág. 46 BELÁUSTEGUi

Santiago

del

Estero,

1974

-

Diseñadora Gráfica Narrativa El crío

pág. 70

Musas

pág. 14

¡Como en las películas!

pág. 34

GABRiELA DEL PiLAR YAUZÁ Santiago del Estero, 1978 Profesora de Lengua y Literatura Narrativa La fuente de secretos

pág. 60

Crónica de interrupciones varias (El sentido práctico de las galletas) pág. 9

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