La certeza de la soledad
Estoy a punto de llegar a mi casa y sé, con certeza, que está esperándome, para devorarme, la soledad. Lo mismo cuando salgo de ella: sé, sin lugar a dudas, que allá afuera, en el mundo, me abordará en las esquinas, al cruzar una calle, en aquella carpa debajo de la cual he decidido guarecerme de la lluvia. La soledad. Siempre es lo mismo, tanto afuera como adentro: la soledad. Pero nunca, ni por error, soy capaz de hacerme compañía. Simplemente, me abandono.
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